«LOS EPISODIOS NACIONALES» EXTRACTADOS
POR GALDOS
Alberto Navarro González
Parece evidente que ni las obras de Galdós buscan lectores infantiles, ni
éstos buscan especialmente las creaciones tan densas de problemas y personajes
del gran narrador canario.
Es lo cierto, sin embargo, que Galdós, que, como antes Cervantes, presenta
con singular ternura en medio del heterogéneo e intenso mundo de sus narraciones deliciosos seres infantiles, también intentó y logró poner en manos de
la infancia su más famosa y popular obra.
Me estoy refiriendo a la divulgada y olvidada obra de Galdós Guerra de la
Independencia, extractada para uso de los niños l.
Afortunadamente, se ha conservado en la Casa de Galdós el autógrafo de
este libro, que mis amigos Sebastián de la Nuez y Alfonso Armas pronto editarán y estudiarán cuidadosamente; yo voy a limitarme a exponer aquí algunos
hechos y consideraciones.
Adaptaciones de los Episodios Nacionales
Aun cuando no he consultado toda la inmensa bibliografía galdosiana, debo
decir que, hasta hoy, en ninguna parte he visto no ya estudios, pero ni siquiera
la menor reseña o mención de la citada publicación.
Y, sin embargo, este libro tuvo singular éxito y difusión y fue leído y releído
apasionadamente por millares y millares de niños y adolescentes españoles, en
muchos de los cuales debió dejar honda huella.
Esta discrepante actitud y mutuo desconocimiento de críticos y lectores creo
que se presta a interesantes consideraciones, ya que el caso se repite con diversas
obras y autores del presente siglo2.
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Sin querer ocuparnos ahora de ello, bástenos señalar el hecho de que un
libro compuesto por Galdós y reeditado varias veces durante la última década
de su vida, no aparece citado en ninguna de las listas de sus obras y ni siquiera
es mencionado por quienes con singular tesón y acierto han estudiado sus famosos Episodios Nacionales o la Literatura infantil española.
Nada, en efecto, he encontrado referente a esta obra en los estudios y repertorios bibliográficos de José F. Montesinos, Joaquín de Entrambasaguas, Ricardo
Gullón, Hans Hintekhauser, José Simón Díaz, Luciano E. García Lorenzo, etcétera 3.
Por su parte, Carmen Bravo Villasante, en su documentada y deliciosa mo
nografía sobre la literatura infantil española, cita el cuento de Galdós La mula
y el buey, pero no menciona el libro del que estamos ocupándonos.
Mayor perplejidad causa aún comprobar que en las posteriores adaptaciones
de los Episodios Nacionales no se utiliza ni menciona la anterior e inmensamente
superior realizada por el propio novelista canario.
En efecto. En 1948 la misma Editorial Hernando publica un breve extracto
de la Primera Serie de los Episodios Nacionales, realizado por la hija del escritor,
doña María Pérez Galdós5.
Según expresamente se indica en la primera página, se trata de una «Edición seleccionada especialmente para uso en las escuelas de enseñanza primaria»,
y los editores, con lenguaje propio de los años de la posguerra española y mundial, abiertamente manifiestan su doble propósito didáctico y patriótico, así como
el procedimiento seguido en su labor:
Nos hemos impuesto la tarea de escoger las páginas más interesantes de cada
uno de los Episodios de la Primera Serie y ordenarlas todo lo más pedagógicamente posible...
Los niños... tendrán en su memoria y en su imaginación la cinta cinematográfica de una empresa grandiosa, la más ingente de todas las que ennoble
cen el siglo XIX..., recoge la epopeya de la Independencia que es gloriosa
directora —y lo será eternamente— de nuestro destino histórico, pues no
es otro que servir a la Humanidad con el ejemplo y las virtudes morales del
amor a la Patria y de la fe en Cristo.
Si ha habido que realizar alguna depuración purgativa, se ha llevado a cabo
pensando únicamente en la pureza del alma infantil, que en ningún momento se sentirá conturbada con la lectura de estas páginas.
En cambio, sentirá el orgullo de sentirse español y amará el recuerdo de los
nobles patriotas que hicieron el sacrificio de su vida por legarnos una España
libre, grande y digna.
Ahora bien, en la breve introducción para nada se refieren al anterior compendio de Galdós, y las grandes diferencias entre ambos claramente muestran
que doña María Pérez Galdós y los editores orillaron voluntariamente o desconocieron por completo el precedente galdosiano.
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En efecto. Las 349 páginas de la adaptación de Galdós han quedado reducidas a mucho menos de la mitad (147). En cambio, doña María dedica un capítulo
a cada uno de los diez Episodios de la Primera Serie, mientras Galdós forma con
todos ellos sólo siete (prácticamente seis, ya que el de Cádiz consta de un
único capítulo), y cambia incluso el título de alguno: Trafalgar, Madrid, 2 de
mayo, Bailen, Zaragoza (el más extenso, con 14 capítulos), Gerona, Cádiz y
Arapiles.
Al año siguiente, los mismos editores, y con el mismo título, publican un
libro de contenido y propósitos diferentes, que incluyen en la Colección Hernando de Libros para la Juventud 6.
Ahora ya no se trata de un compendio de la Primera Serie de los Episodios
Nacionales (sin duda, la obra galdosiana más popular en España), sino de un
resumen de todos los de las cinco Series. El público lector al que se dirigen
ha cambiado también.
Los editores no quieren ahora presentar un patriótico libro de lectura escolar; lo que pretenden es ofrecer al lector juvenil, y aun al de cualquier edad
imposibilitado de leer los 46 volúmenes galdosianos, un breve resumen de cada
uno de ellos.
El prólogo claramente expone también el loable propósito y el procedimiento
seguido por los Editores en su ardua tarea:
Historiador de figuras populares, nada tiene de extraño que el pueblo haya
sido el más fervoroso lector de los Episodios Nacionales.
Pero no todo el público lector tiene tiempo para dedicarse a la lectura de
46 tomos; hemos creído que pudiera ser interesante refundirlos en dos...
Esta tarea, dirigida y realizada en su mayor parte por la propia hija del
autor ayudada por elementos literarios de nuestra casa, no ha sido corta,
pues no se ha realizado con la tijera sino con la pluma en la mano y las
cuartillas sobre la mesa, desbrozando la línea funcional de la obra galdosiana
para ofrecerla tal como debió surgir en la minerva del autor antes de revestirla del ropaje con que fue realizada.
De un pequeño episodio sabía Galdós construir un libro entero, por la razón de que le convertía en núcleo, alrededor del cual giraba una muchedumbre de tipos y escenas que él mismo creaba fácilmente.
La adaptadora ha separado ese núcleo esencial para convertirlo en capítulo
de este libro; al extremo de que consta de tantos capítulos como volúmenes
tienen los Episodios Nacionales y aún se han conservado los títulos para
guía del lector.
Esperamos que esta edición sirva para que los que no conozcan a Galdós
historiador y novelista puedan acercarse a él sin pesadumbre de largas lecturas. Tal vez, leídas estas páginas, sientan el deseo de enfrentarse con los
Episodios Nacionales.
La obra ha vuelto a ser reeditada en 1959, y, según puede fácilmente comprobarse, tampoco utiliza ni menciona la adaptación que Galdós hizo de la
Primera Serie de sus Episodios Nacionales.
Descripción y análisis del libro
Pero pasemos ya a hablar sobre la Guerra de la Independencia, extractada
para uso de los niños por el propio Galdós.
Dije antes que la obra fue editada varias veces porque, efectivamente, los
dos ejemplares que he podido ver pertenecen a ediciones distintas.
La más antigua, y seguramente la primera, debió publicarse a finales de 1908
o a principios de 1909, y a ella pertenece el ejemplar que poseo, numerado
con el número 1.000 y garantizado con el sello de Galdós.
No se expresa año de edición, pero resulta sumamente fácil datarla gracias
a la lista de Obras Completas de Galdós que figura al final del volumen.
En dicha lista, en efecto, se cita como última comedia Amor y ciencia
(7-X-1905), pero no la de Pedro Minio (15-XII-1908). Asimismo, se da como
editado ya el Episodio de la Serie Final España sin Rey (1-1908), y figura como
«en preparación» España trágica, que se publicó en marzo de 1909.
A otra edición posterior pertenece el ejemplar de la Biblioteca Nacional de
Madrid, que carece de sello y lleva el númro 13.000, pruebas ambas de la
extraordinaria furtiva difusión de la obra.
Su datación (finales del916oenl917) resulta tan fácil como la del ante
rior, ya que también hay al final lista de Obras Completas de Galdós.
En ella podemos ver citado ya el último Episodio que nos ha llegado de la
serie final: Cánovas (1912), reseñándose como «en prepración» Sagasta, que
Galdós no llegó a publicar.
Mayor precisión permite la lista de Dramas y Comedias, pues ya se cita El
tacaño Salomón (2-II-1916), y no se cita ni «en preparación» Santa Juana de
Castilla, próxima obra dramática que se representó el 8 de mayo de 1918.
Ambas ediciones, cuidadosamente impresas, llevan 44 grabados tomados de
la lujosa edición ilustrada de los Episodios Nacionales.
En la portada a todo color, sentada sobre una roca y reclinada sobre el escudo nacional, la Patria, simbolizada en una robusta matrona tocada con pañuelo
rojo y coronada de laurel, habla a dos niños que atentamente la escuchan. Al
fondo se divisan un cielo y mar serenos iluminados por el sol naciente.
De paz, pues, más que de encarnizados combates habla ya la portada, en la
que como único símbolo guerrero, desapercibidamente asoma una espada desnuda que se entrecruza con la balanza de la Justicia y la reja de un arado.
Y es que creo que el propio Galdós no sólo escogió los grabados, sino que
también debió sugerir esta composición pictórica.
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A mí esta simbólica portada, en la que —repito— faltan los elementos bélicos
propios del contenido de la obra (cañones, naves guerreras, soldados, ruinas,
combates, etc.), me recuerda el patriotismo que por aquellos años intentaba difundir Galdós.
Recuérdese, por ejemplo, el mensaje que por entonces leyó en la Constitución del «Bloque», en el que entre otras cosas decía:
Mi patriotismo ardiente, quizá por demasiado ardiente algo candoroso, me
encariña con el amaneramiento artístico del león furibundo, arrimado a las
faldas de la gloriosa Divinidad patria. Me encantan estas cosas viejas, representativas de sentimientos que laten en nosotros desde la infancia7.
Es cierto que aquí, en vez de león, aparecen dos niños que confiadamente
descasan en el regazo de la «Divinidad patria». Sin embargo, al abrir el libro
lo primero que encontramos es el famoso grabado del león, que entre sus fauces
agarra el rótulo de Trafalgar, y el libro también se cierra con otro grabado que
representa al león sosegadamente caminando.
Pero pasando de las ilustraciones al texto, lo primero que observamos es
que Galdós ha querido ofrecer a los niños una obra narrativa amena e instructiva.
Para ello, ateniéndose a un doble criterio pedagógico y estético, en ocasiones
recoge literalmente páginas y capítulos de la Primeara Serie de sus Episodios
Nacionales, otras veces los resume esquemáticamente y en otras ocasiones silencia
y suprime capítulos y aun Episodios enteros.
El principal interés, pues, que este libro ofrece a los estudiosos de Galdós,
acaso radique en averiguar qué es y por qué motivos lo que quiso decir o callar
Galdós al nuevo público infantil, de lo escrito por él antes en la citada Serie de
sus Episodios Nacionales.
De ello creo que deberán ocuparse de manera especial los futuros editores
del autógrafo galdosiano, pero aunque brevemente, juzgo necesario hacer ya aquí
algunas indicaciones generales, comenzando por lo que Galdós quiso silenciar.
Su nueva obra, aunque con pocas páginas escritas de primera mano, posee la
unidad y el interés de una épica narración de grandes sucesos históricos vividos
por el personaje central, Araceli, que directa y sencillamente se dirige a los infantiles lectores.
Para lograrlo, Galdós, voluntariamente, ha reducido al mínimo el elemente
novelesco y amoroso de los románticos y azarosos amores de Araceli, que aquí
aparecen esquemáticamente aludidos o expuestos como «cuento de hadas» de
final feliz en los episodios del 2 de mayo, Bailen y Arapiles.
Mayor interés que esta simplificación ofrece otra que atañe a episodios ente
ros y que Galdós haría fundamentalmente impulsado por criterios éticos y patrióticos.
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Me estoy refiriendo, por ejemplo, a la entera eliminación del Episodio Juan
Martín el Empecinado, episodio de la vida de Araceli y de la Guerra de la Independencia que el personaje central se limita a reseñar en breves líneas, sin
emitir juicio alguno:
Como en aquel tiempo dieron las Cortes al Empecinado el mando de la
5.a División del 2.° Ejército, mi batallón fue agregado a las fuerzas regidas
por el célebre guerrillero, que en mayo de 1808 .había salido de Aranda
con un ejército de dos hombres y en septiembre de 1811 llevaba consigo
tres mil.
En abril del 12 quedé separado definitivamente de los guerrilleros y pasé
al ejército llamado de Extremadura8.
Cualquier mediano conocedor de la ideología de Galdós no debe extrañarse
que en una obra de carácter didáctico y dirigida a los niños no quisiera presentar
aquellas escenas que, según el propio novelista, a pesar de su heroica grandeza,
tan lastimosa secuela dejaron en las luchas civiles posteriores, y en las que el
heroísmo más bravo y generoso se mezclaba con la más despiadada crueldad.
Algo análogo cabe decir sobre el Episodio La Corte de Carlos IV y sobre el
referente al 19 de marzo, episodios ambos que Galdós compendia en los tres
primeros capítulos del que dedica al 2 de mayo.
Pero si Galdós ha eliminado casi por completo de sus Episodios la parte
novelesca y no ha querido presentar las hazañas de los guerrilleros, las intrigas
de los cortesanos, los discursos de los políticos, ni las revueltas populares, ¿qué
es lo que ha utilizado para deleitar y enseñar a los lectores infantiles?
Creo que Galdós intentó y logró captar su interés fundamentalmente con relatos y descripciones de épicos combates aquí casi íntegramente conservados con
sus bellas comparaciones.
La acumulación de tanta descripción de luchas encarnizadas despierta el
interés propio de toda contienda entre manifiestos contrarios, así como lástima
o entusiasmo según las diversas circunstancias, pero no provoca crueles sentimientos.
En Trafalgar, en efecto, vemos cómo las grandes y hermosas naves guerreras
pelean valerosamente como antiguos guerreros hasta sucumbir lastimosamente
a golpes de fuego y agua.
En Madrid, Zaragoza y Gerona contemplamos a españoles de las más diversas clases que luchan unidos hasta límites sobrehumanos frente a un poderoso
enemigo admirablemente organizado.
Y en Bailen y Arapiles, Araceli nos habla de ejércitos que pelean como luchadores que comienzan observándose para después agarrarse esforzadamente,
sin otro sentimiento que el de voltear y poner fuera de combate al contrario.
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Y es que Galdós, si bien quiso ofrecer a la admiración y al ejemplo de los
infantiles lectores el generoso y viril patriotismo español derrochado en la guerra
de la Independencia, también se propuso inculcar la comprensión y admiración
hacia los otros pueblos contendientes.
Pero al tocar este punto tenemos que entrar de lleno en la consideración
del propósito didáctico y patriótico que al componer esta obra guió a Galdós.
En relación con ello, no cabe duda que el principal propósito de Galdós
debió ser el inculcar en los infantiles lectores la idea de Patria y nacionalidad,
que en él adquiere, como es sabido, caracteres casi religiosos y sagrados.
En carta a don Alfredo Vicente, director de El Liberal, escribía precisa
mente el 6 de abril de 1907:
Restablezcamos los sublimes conceptos de Fe nacional, Amor patrio y Conciencia pública y sean nuevamente bandera de los seres viriles, frente a los
anémicos y encanijados9.
Pues bien, de acuerdo con esta idea, él, que no ha querido presentar a la
consideración de los niños múltiples observaciones suyas vertidas en los Episodios Nacionales, recoge íntegra la idea y el consiguiente estremecedor sentimiento
irreprimible de Patria, que por vez primera siente Araceli ante el inminente
choque de las dos escuadras en Trafalgar:
Por primera vez entonces percibí con claridad meridiana la idea de Patria,
y mi corazón respondió a ella con espontáneos sentimientos, nuevos hasta
aquel momento en mi alma.
Anteriormente la Patria se me representaba en las personas que regían la
Nación, bates como el Rey y su célebre Ministro, a quienes no consideraba
yo con igual respeto.
Pero en el momento que precedió al combate comprendí todo lo que aquella
divina palabra significaba, y la idea de nacionalidad se abrió paso en mi es
píritu, iluminándolo y descubriendo infinitas maravillas, como el sol que
disipa la noche y saca de la oscuridad un hermoso paisaje...
Mirando nuestras banderas rojas y amarillas, los colores combinados que me
jor representan el fuego, sentí que mi pecho se ensanchaba; no pude contener algunas lágrimas de entusiasmo; me acordé de Cádiz, de Vejer; me
acordé de todos los españoles a quienes consideraba asomados a una gran
azotea, contemplándonos con ansiedad; y todas estas ideas y sensaciones
llevaron finalmente mi espíritu hasta Dios, a quien dirigí una oración que
no era Padrenuestro ni Avemaria, sino algo nuevo que a mí se me ocurrió
entonces 10.
Asimismo, en el episodio Zaragoza, tras presentar la lastimosa inmolación
de los cincuenta y tres mil aragoneses, parte de los «doscientos millones de
criaturas con que la humanidad pagó las glorias militares del Imperio francés»,
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**}*
sigue afirmando como en la redacción primera: «Este sacrificio no será estéril,
como sacrificio hecho en nombre de una idea... Lo que no ha pasado ni pasará
es la idea de nacionalidad que España defendía contra el falso derecho de con
quista y usurpación. Cuando otros pueblos sucumben, ella mantiene su derecho,
lo defiende y sacrificando su propia sangre y vida, lo consagra como consagraban los mártires en el Circo la idea cristiana» ".
Ahora bien, por aquellos años afirmaba Galdós que el mismo patriotismo
que antes llevaba a pelear bravamente debía, ahora inducir al trabajo fecundo y a
la práctica de pacíficas virtudes ciudadanas.
Así, en el citado mensaje al «Bloque», le oímos decir:
Tú que fuiste siempre el emblema del valor, de la realeza, de la gloria militar
y de la gloria artística..., no olvides que en el giro de los tiempos has venido
a ser la ciudadanía, los derechos del pueblo, el equilibrio de los poderes que
constituyen la nación... Considera, león mío, que no sólo eres emblema de la
ciudadanía, sino del trabajo. Eres fuerza creadora, colaborador en la grande
faena del bienestar universal, eres la cultura de todos, la vida fácil de los humildes, la serenidad de las conciencias y bien penetrado de tu misión presente,
destroza sin piedad a los que quieran apartarte del cumplimiento de tus altos
fine* i*.
De acuerdo con esta idea, así concluye Araceli la narración de su azarosa
y heroica vida:
Las hadas seguían favoreciéndome; mas al llegar a la felicidad abandoné los
ásperos trajines de la guerra. El amigo Marte y yo no hacíamos ya buenas
migas. Me retiré cuando me hallaba a las puertas del generalato. Registré
mi alma buscando la ambición y vi que se había transformado y que, arroja
das la máscara y la vestidura heroicas, convertíase en vulgar anhelo de la paz
oscura. Amorosa y risueña me incitaba a ser lo que soy, el perfecto ciudadano
español.
Junto al primordial propósito de estimular el amor a la Patria con el relato
de heroicas gestas generosas, Galdós —según ya dijimos— también intentó infundir en sus lectores la comprensión y el respeto hacia los hombres de otras
naciones.
Esto lo logra en primer lugar con relatos y descripciones de las admirables
y valientes luchas entre ingleses, franceses y españoles, que precisamente en el
primero y en el último Episodios, Trafalgar y Arapiles, pelean diversamente
agrupados.
La misma idea, trata de inculcar con otros dos procedimientos que conscientemente utiliza para que su nueva obra resulte amena e instructiva.
Me estoy refiriendo a los frecuentes retratos de personajes históricos y a las
consideraciones que de vez en cuando Araceli hace directamente a los niños.
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Lógicamente predominan los retratos de héroes españoles, históricos unos
(Churruca, Castaños, Palafox y Alvarez de Castro) y fantásticos otros, si bien
representativos de tipos populares (Araceli, Mediohombre, Pujitos, Chinitas, don
José, Montoria, etc.).
Ahora bien, junto a ellos, admiración y simpatía despiertan también los
que presenta de los ingleses, almirante Nelson y lord Wellington; y si no halla
mos nada parecido entre los héroes franceses, es lo cierto que no los deforma
peyorativamente.
Todo lo contrario. Abiertamente defiende al Rey e intenta que sus infantiles lectores formen del infamado Monarca una idea más favorable y ajustada
a la realidad, que la que durante la contienda forjó el sentimiento herido del
pueblo español atropellado:
Y ya que os hablo del Rey José, debo preveniros contra las imposturas que
el vulgo acumulaba sobre la persona de aquel buen señor, primera víctima en
España de la soberbia y la obcecación de su hermano... Los injuriosos mote»
de Pepe Botella y Rey de Copas eran el arma del vejamen y de la burla, usa
da por los que no podían usar otra. Y debéis saber también que en su corto
y adverso reinado, dentro de la redoma francesa que absolutamente le aislaba
del sentimiento español, dictó el noble José resoluciones de gran utilidad,
como el quitar de enmedio el Santo Oficio, reducir los frailes a su tercera
parte y otras saludables medidas. Mas era extranjero, traído a la fuerza con
insolente arrogancia y menosprecio de la dignidad de la Nación 13.
Partiendo de este móvil patriótico y pedagógico, ¿cuáles serían los motivos
que indujeron a Galdós a lograr su propósito con este extracto de la Primera
Serie de sus Episodios Nacionales dirigidos a los niños?
Debo confesar que no me he adentrado por el abundante epistolario galdosiano,
en el que tal vez sea fácil hallar contestación a esta pregunta. No obstante,
me permito traer aquí algunos datos y consideraciones que pueden ayudar a explicar esta breve y lograda incursión de Galdós en el campo, por él poco fre
cuentado, de la literatura infantil.
Esta, precisamente, había tenido un extraordinario desarrollo en la segunda
mitad del siglo xix, con obras como Alicia en el país de las maravillas, de Lewis
Carrol (1865), Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain (1876), La isla
del Tesoro, de Stevenson (1883), Las aventuras de Pinocho, de Cario Lorenzini
(1883), Corazón, de Edmundo D'Amicis (1886), La vuelta al mundo en ochenta días, de Julio Verne, etc.
La realista literatura española de entonces nada comparable puede ofrecer,
si bien varios narradores, especialmente andaluces, se mostraron sensibles al mágico mundo que percibe y gusta el limpio ánimo infantil.
La literatura noventayochesca tampoco parecía muy propicia al frágil y
sutil mundo de los lectores infantiles, que en cambio era objeto de especial atención por parte del esteticismo modernista. Así, el 20 de diciembre de 1902 Benavente estrena con éxito El príncipe que todo lo aprendió en los sueños, y diver
sos escritores modernistas (Valle-Inclán, Juan Ramón Jiménez, etc.), con más
o menos sinceridad o artificio se dirigen o asoman de nueva manera al maravilloso mundo de los niños.
Concretándonos ya a Galdós, estimo especialmente interesante fijarnos en
dos hechos que pudieron tal vez influir en su decisión de adaptar los Episodios
Nacionales para un público infantil.
Es el primero, la edición ilustrada del Quijote para uso de las escuelas, que
en 1905 publicó la Editorial Calleja, adaptación de la inmortal obra cervantina,
que en pocos años superó las diez ediciones.
Si un libro tan admirado por Galdós, y que tan profundamente reflejaba el
vivir español como el Quijote, se mostraba lectura apropiada para niños, ¿por
qué no podría serlo también la Primera Serie de sus Episodios Nacionales, que
intentaba retratar el abigarrado vivir español en uno de sus más interesantes e
intensos momentos?
El segundo hecho que creo debe considerarse es el singular éxito que Selma
Laguerlof tuvo en 1906 con El maravilloso viaje de Nils Holgerssons a través
de Suecia, libro al que principalmente debió en 1909 el Premio Nobel, que inútilmente esperó Galdós.
Ciertamente que parece improcedente relacionar dos tan diversos libros
como los citados de la autora sueca y del autor español, pues mientras el primero
presenta mágicos paisajes, deliciosos seres animales y encantadoras leyendas de
tierras y ciudades suecas, el segundo ofrece crudas luchas a muerte por mares,
ciudades y campos españoles apenas descritos.
Puede ser incluso que Galdós desconociera el poético libro de Selma Laguer
lof. Pero si ésta logró inculcar en las escuelas de su patria amables virtudes y
amor a Suecia enseñando su maravillosa geografía, es lo cierto que también
Galdós intentó y logró fomentar en los lectores infantiles cívicas virtudes y un
vivo amor a España narrando parte de su historia heroica.
Tal vez ninguno de los hechos citados influyeran en Galdós, como tampoco
el que precisamente en 1908 falleciera Edmundo D'Amicis, autor del difundido
Corazón.
No parece, sin embargo, mera coincidencia el hecho de que el autor canario,
aparentemente tan poco adecuado para dirigirse a un público infantil, para ellos
extracte la Primera Serie de sus famosos Episodios, precisamente cuando tras el
auge de la literatura realista y naturalista, famosos escritores se dirigían o asomaban al fantástico mundo de los niños.
Queda el hecho, aparentemente paradójico, de que Galdós pretendiera inculcar
a sus infantiles lectores un noble patriotismo inspirador de pacíficas y
fecundas virtudes cívicas, precisamente con la narración de épicos combates.
Porque es lo cierto que aunque al final, según vimos, Araceli alardea de ser
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«el. perfecto ciudadano español», lo que fundamentalmente ha narrado a los
niños ha sido su bravo pelear en Trafalgar, Madrid, Bailen, Zaragoza y Arapiles.
El crudo lenguaje con que por entonces políticos y escritores españoles in
citaban a la violencia y al «vértigo pasional», los horrores de la Semana Trágica
de Barcelona, acaecidos precisamente el año en que se publicaba la adaptación
galdosiana de la Primera Serie de los Episodios Nacionales, y el hecho de que
pocos años después estallará la Primera Guerra europea podrían hacer pensar
que también Galdós publicaba esta obra arrastrado por una general corriente
exaltadora de la violencia, exaltación que, naturalmente, quienes estamos en el
después de aquel antes que pudo motivarla, no podemos seguir fomentando 14.
Yo creo, sin embargo, que si para el logro de sus citados propósitos peda
gógicos y patrióticos escogió de entre toda su producción literaria la Primera
Serie de sus Episodios Nacionales, debió ser por ver en su más popular obra
famosos y vivos ejemplos de patriotismo generoso, y por creer que el espectáculo
de viriles contiendas entre formidables contrarios siempre arrastró el interés
de chicos y grandes.
Conclusión.
Galdós a finales de 1908 o a principios de 1909 extractó para uso de los niños
la Primera Serie de sus Episodios Nacionales.
A la composición y edición de esta obra le inducirían motivos pedagógicos y
patrióticos, pero es fácil que también a ello le impulsara el deseo de probar for
tuna en campo de la literatura infantil, donde por aquellos años tan gran éxito
lograban escritores como Cervantes, D'Amicis, Benavente, Julio Verne, Selma
Laguerlóf, etcétera.
Galdós no escribió una obra original, pues para la composición de esta adaptación es evidente que utilizó más la tijera que la pluma.
Creo, sin embargo, que el libro encierra interés y que por él, de forma aná
loga que Cide Hamete, también Galdós puede muy bien pedir «no se desprecie
su trabajo y se le den alabanzas, no por lo que escribe, sino por lo que ha dejado
de escribir».
En efecto. El novelista canario, de forma muy superior a sus posteriores
adaptadores, y con manifiesta intencionalidad didáctica, compone una obra que
si bien prescinde de múltiples elementos novelescos y de otros políticos e históricos, conserva clara unidad y apasionante interés, gracias fundamentalmente al
elemento épico original narrado directamente a los niños por el personaje central
de la Primera Serie.
La obra, varias veces editada, tuvo considerable difusión e influencia entre
los lectores infantiles y adolescentes españoles de la segunda y tercera década
del actual siglo. Sin embargo, hasta hoy ha sido no sólo desatendida, sino enteramente olvidada por la crítica galdosiana.
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Una edición y estudio, pues, del autógrafo conservado en la Casa Museo de
Galdós, creo que estaría sobradamente justificada.
Mi intervención en este Congreso Galdosiano, celebrado precisamente en el
Centenario de la publicación de la Primera Serie de los Episodios Nacionales, ha
pretendido ser un homenaje al autor de este libro que, leído en las largas noches
de los inviernos salmantinos, me mostró en los lejanos años de mi infancia as
pectos y horizontes de los inacabables campos del vivir humano.
NOTAS
1 B. Pérez Galdós, «Episodios Nacionales», Guerra de la Independencia, extractada
para uso de los niños, Sucesores de Hernando, S. A., Arenal, 11, Madrid.
2 Sobre este hecho llamé la atención en otra parte (José María Gabriel y Galán,
Obras escogidas, Salamanca, 1971). Allí mismo indiqué cómo en la propia Universidad de
Salamanca aún no se ha realizado ninguna Tesis ni Tesina sobre este poeta charro, de
cuyas obras se han hecho incontables ediciones, mientras sobreabundan las referentes a novelas «actuales» ya completamente olvidadas.
3 ei fttimo y más extensQ repertorio bibliográfico que he consultado es el que publica
Luciano E. García Lorenzo en el número monográfico dedicado a Galdós por Cuadernos Hispanoamericanos (Madrid, 1971).
4 Carmen Bravo Villasante, Historia de la Literatura infantil española, Edit. Doncel
Madrid, 1969 (3.a edic).
5 «Episodios Nacionales», por Don Benito Pérez Galdós, narrados a los niños por su hija
dona María Pérez Galdós, Librería y Casa Editorial Hernando, S. A. (fundada en 1828)'
Arenal, 11, y Ferraz, 13. Madrid, 1948.
6 Episodios Nacionales por Benito Pérez Galdós, narrados por su hija doña María Pérez
Galdós, «Colección Hernando de Libros para la Juventud», Librería y Casa Editorial Hernando, S. A., Madrid, 1949 (2 vols.).
7 Arturo Capdevila, El pensamiento vivo de Galdós, Edit. Losada Buenos Aires 1944
páginas 235-236.
El 5 de octubre de 1909, protestando contra la política del Gobierno de Maura, escribía:
«Mi patriotismo es de puro manantial de roca, desinteresado, y con él no se mezcla ningún
móvil de ambición.»
8 B. Pérez Galdós, Episodios Nacionales, Guerra de la Independencia, extractada para
uso de los niños, Sucesores de Hernando, S. A., Madrid, pág. 312.
9 Arturo Capdevila, ob. cit., pág. 223.
10 B. Pérez Galdós, Guerra de la Independencia, extractada para uso de los niño*
Ed. cit., Trafagar, págs. 26-28.
11 Ob. cit., pág. 240.
12 Id., pág. 236.
13 B. Pérez Galdós, Guerra de la Independencia, extractada para uso de los niños
Edic. cit., Bailen, pág. 152.
175
14 Así hablaba el político republicano Lerroux desde Barcelona tres años antes de que
aquella ciudad viviera la «barbaridad» de la Semana Trágica o «gloriosa»: «Rebelaos contra
todo: no hay nada o casi nada bueno.
Rebelaos contra todos: no hay nadie o casi nadie justo.
Si sale al camino un mozo y os dice: 'Jóvenes, respetad a los viejos', decidle: 'Mozo, en
cierra a tus muertos donde no les profanen los vivos'...
Llevad con vosotros un bolsillo de respetos y un costal de faltas de respeto...
Luchad, hermosa legión de rebeldes por los santos destinos, por los nobles destinos de
una gran raza, de un gran pueblo que perece, de una gran patria que se hunde...
Jóvenes bárbaros de hoy, entrad a saco en la civilización decadente y miserable de este
país sin ventura, destruid sus templos... No os detengáis ni ante los sepulcros ni ante los
altares... No hay nada sagrado en la tierra más que la tierra y vosotros que la fecundaréis
con vuestra ciencia, con vuestro trabajo, con vuestros amores...
Muchachos, haced saltar todo eso como podáis: como en Francia o como en Rusia. Cread
ambiente de abnegación. Difundid el contagio del heroísmo. Luchad, matad, morid» (Libro
de Oro del Partido Republicano Radical, Sucesores de Rivadeneyra, S. A., Madrid, 1935,
página 62.