«HESPERIA»: CONCEPTO DE ESPIRITUALIDAD HISPÁNICA
(Intento de análisis de la novela El Caballero encantado) *
Eugéne Hac
No es precisamente la Historia, sino la..., no sé cómo
decirlo... Es el alma de la raza, triunfadora del tiempo
y de las calamidades públicas —la que al mismo tiempo
es tradición inmutable y revolución continua...
(El Caballero encantado, cap. XXIII, p. 323.)
1. Introducción
El caballero encantado es la última novela que escribió Galdós. Es el cierre,
el punto final de una enorme obra literaria, un «canto de cisne» del gran escri
tor canario. Estaba ya viejo y completamente ciego. Pero continuaba viendo con
los ojos del alma, seguía pulsando en su ser aquella vibración genial que le
permitió adelantarse con un cuarto de siglo, al empezar los Episodios Nacionales,
a la generación del 98. No obstante, su línea evolutiva será diferente; Galdós
seguirá un curso objetivo. Don Benito ha mostrado un sostenido interés por los
problemas histórico-sociales, para sorprender las estructuras complejas de la
realidad. Estaba convencido de que no existe un orden concreto basado en rela
ciones invariables entre los fenómenos. Ha vislumbrado la existencia en la rea
lidad de estructuras que se encuentran en un estado de permanente determina
ción, de permanente intercondicionamiento. Por eso, su jerarquía de valores se
basa sobre las categorías históricas de la evolución. En esta novela el empleo de
los términos abstractos en la construcción de las imágenes no es un sencillo
procedimiento para obtener efectos inéditos, sino la constante intención de refle
jar la estructura elemental, el esquema definitorio de las cosas.
* Todas las citas son tomadas de la edición Aguilar, 1958 de las Obras Completas.
'i£¿JtZ.t
Hesperia es el antiguo nombre que los griegos dieron a Italia y los romanos
a España. Galdós lo emplea en esta novela en forma alusiva, prefiriendo, la
mayoría de las veces, la palabra Madre. Es la personificación de una síntesis
espiritual de lo que bordea lo inmortal, que adquiere los atributos de la peren
nidad. Sus acepciones abarcan amplias categorías, que definen la existencia, el
genio, la vitalidad de un pueblo, vinculando significados complejos, cada vez
más matizados.
2. Construcción de la novela
El argumento se teje alrededor del personaje Carlos de Tarsis, que después
de ser armado caballero permanecerá encantado, es decir, vivirá una segunda
existencia. Su encantamiento es una especie de andanza-condena, que expiará
hasta finales de la novela. En esta nueva existencia suya se llamará Gil, y tra
bajará de agostero, será pastor, obrero, pez en un aljibe y, al final, casado con
la americana Cintia, volverá a ser Carlos de Tarsis.
Existe una analogía con el modelo creado por Cervantes, pero el héroe de
Galdós es un Quijote al revés. Es una originalidad plástica de Galdós. Existe
una relación de determinación entre la estructura del motivo y la intenciona
lidad de la obra. La analogía comenzará a funcionar por un cauce independiente
a partir de su fase inicial, que es el momento en que Tarsis es armado caba
llero. La escena es interesante porque Galdós, al confrontar el pasado con el
presente, crea una categoría que es comparable al esperpento de Valle Inclán.
Carlos de Tarsis se conforma con lo que quiere la sociedad —armarle caballe
ro— y el Quijote —Tarsis— aceptar voluntariamente lo que ya no es tradi
ción, sino burla:
Los caballeros le vieron con envidia, las damas con admiración y la
Prensa le trompeteó de lo lindo. Pero él, que no podía ver en tal
comedia más que un degenerado simbolismo de cosas que fueron grandes,
se miraba y a los demás miraba con lástima, complaciéndose en exagerar
la ridiculez de su vestimenta, que en los de mezquina talla, era digna
del lápiz de Goya. El manto blanco, los desaforados borlones y el birrete
ochavado, daban impresión de caricatura, y no de la que regocija, sino dfr
la que entristece. Era profanación de tumbas, traslado burlesco del antaño
glorioso.
(Cap. I, p. 224.)
En el capítulo VI, «Donde verdaderamente empiezan las andanzas del "Ca
ballero encantado"», comienza la aventura social de Gil-Tarsis, en que hará
sus apariciones también la Madre. Gil será consciente de su encantamiento.
La gran originalidad de Galdós es haber creado en esta novela un tiempo
pluridimensional. La primera parte, hasta los capítulos del encantamiento de
331
Gil-Tarsis, transcurre al compás del tiempo «cronológico». En estos capítulos
hay pocas «salidas» del ritmo normal de las cosas y, en general, hasta la apa
rición de la Madre, no contrastan con el orden real-novelesco, debido a la pre
via preparación de que es objeto el lector por parte de Galdós. (Un ejemplo
en este sentido sería el estado de las hermanas de Becerro, las cuales «todas mue
ren, todas viven».) A ello contribuyen en gran medida los procedimientos em
pleados por el autor, y que hoy llamamos pirandellismos.
En los demás capítulos la presencia de la Madre impone un tiempo espi
ritual, del cual Galdós desprende también un componente social. Pero de esto
nos ocuparemos en otro capítulo.
Lo fantástico de esta novela se podría clasificar de la manera siguiente:
a) Lo fantástico inverosímil, en que la realidad es alterada, afectando de
tal modo los límites de las cosas que éstas ya no pueden ser reconocidas. Es el
caso de la transformación de Gil en pez, o de Becerro en el León de Hesperia.
b) Lo fantástico meta-real, que es la continuación del orden real más allá
de sus límites. Así sería, por ejemplo, la vida que lleva Tarsis, después de trans
formado en Gil.
c) Lo fantástico novelesco, caracterizado por las transformaciones que el
propio Galdós declara como «teatrales»:
—No hijo, tu transfiguración se hizo en formas extraordinarias y con un
poquito de bambolla teatral, por lo que te diré...
(Cap. VIII, p. 252.)
d) Lo fantástico convencional, que es una forma censurada de lo fantástico
novelesco, retirado en su fase final por el novelista:
Si aún fuera lícito aplicar a esta verídica narración los fenómenos de la
picaresca hechicería, podría decirse que Tarsis vio la celestial risa de su
amada antes de ver su rostro. Pero estas licencias hiperbólicas no cuelan ya.
(Cap. XXVII, p. 341.)
3. Hesperia
Galdós trata de formular en el plano conceptual, empleando los recursos de
la obra literaria, el sentido universal de la continuidad y de la evolución; trata
de transfigurar el fenómeno espiritual-sustancial, que define a un pueblo, a lo
largo de la historia. La amplia gama de procedimientos, que emplea con este
fin, va desde la personificación del concepto de espiritualidad hasta las asocia-
332
dones metafóricas de elementos que convendonalmente pertenecen a esta esfe
ra. En su conjunto, la delimitación que propone Galdós abarca las dos moda
lidades de referencias: sensorial-estética y teórico-filosófica.
He aquí el párrafo en que la Madre hace su primera aparición:
—Señora, la gloriosa majestad que en tu semblante y modos se manifiesta,
me dice que eres reina, divinidad, espíritu, que por su propia virtud se
hace visible.
Y ella le dijo:
—Reina es poco, divinidad es demasiado; espíritu y materia soy, madre de
gentes y tronco de una de las más excelsas familias humanas. Adórame
si vivo en tu sentimiento; pero no me rebajes a la condición de imagen
erigida en altares idolátricos.
(Cap. VI, p. 250.)
Existen también referendas a los países de América:
Allá como aquí, domino por mi aliento, sicut tuba, por la vibración de mi
lenguaje que será el alma de medio mundo. Cuando de allá me invocan,
acudo al instante. Mi Colón me dejó una linda nao que me lleva y me
trae en dos minutos.
(Cap. IX, p. 257.)
La Madre es omnipresente. Deja sentir su latido hasta identificarse con la
naturaleza. El sentimiento de continuidad en el espacio geográfico se realiza
mediante la atribución de un valor espiritual al espacio hespérico, concretado
en el tono profético de la Madre. En la descripción se nota un desplazamiento
hacia lo auditivo, abandonándose lo visual:
Andaréis todo este día y parte de la noche, hasta llegar a beber en aguas
de mi Duero. Pasando el río por mi San Sebastián de Gormaz, seguiréis
por el camino que va de este pueblo a mi querida ciudad de Hotzema,
que ahora llamáis Osma.
(Cap. VI, p. 250.)
Galdós emplea también el meta-lenguaje:
Vestías con suprema elegancia y te llamaban Duquesa de Cervantes en
una casa, de Mío Cid en otra.
(Cap. IX, p. 256.)
La definición se basa a veces en elementos con afinidades selectivas:
—¿Qué Madre es esa?
—La tuya y la mía, la de todos.
—Pero esa Madre ¿dónde está? Yo no la veo.
—Es nuestro ser castizo, el genio de la tierra, las glorias pasadas y las
desdichas presentes, la lengua que hablamos...
333
—¿Dónde está esta Madre?
Aquí, en todas partes. Vendrá..., se dejará ver si la llamamos con la
voz piadosa de nuestro amor.
(Cap. IX, p. 258.)
Se puede percibir en ciertos casos la línea de demarcación que Galdós traza
entre este personaje y los demás, en lo que se refiere a la jerarquía de abstrac
ciones:
—En el chozo tienes tu desayuno: pan con torreznos. No dejes de tomarlo
(Con elegante humorismo), ni por hablar conmigo creas que eres sólo
espíritu. Hay que comer, hijo. Yo también como. (Mostrando un pan
celtíbero de centeno y mil.) Adiós hijo, tu Madre no te olvida.
(Cap. VI, p. 250.)
Las intenciones de Galdós quedan evidentes acerca de la plasmación de este
personaje, también por la polarización de la zona de lo empírico, consistente
en los engaños visuales que experimenta Gil.
Para sugerir la sensación de perennidad, en todo lo que rodea a Hesperia,
el autor extiende la categoría del tiempo sobre la del espacio. Las distancias
geográficas, caminos, montañas, valles, son recorridos sin ninguna relación con
el tiempo. La materia adquiere un estado de fluidez para obedecer a esta única
dimensión. En su conjunto, el tiempo espiritual transcurre irreversiblemente.
La Madre tiene «sus edades», tiene sus recuerdos (cap. VI, p. 50) y evoca su
infancia y juventud, que permanece latente tras su aparente vejez.
Pero en este flujo eterno existe algo que hace envejecer a la Madre, una
velocidad agotadora. Hesperia vive un tiempo social que la lleva hacia la des
trucción. Los malos escuderos la hacen sufrir:
—¿Eres tú Madre querida?
Y ella mirándole cariñosa le respondió:
—Yo soy, yo fui, porque en esta injuriosa degradación a que me han traído
tus hermanos, más bien soy tu Abuela que tu Madre.
(Cap. XXIII, p. 323.)
La evolución del tiempo social no tiene un sentido único. En su desarrollo
admite la idea de la reversibilidad. Es lo que permite a Hesperia rejuvenecer,
volver a su edad floreciente, porque su juventud perenne, resplandeciente, exis
te. Hay que apartar el mal social. De las relaciones entre los diversos elementos
de la estructura social, Galdós destaca lo esencial: la interdependencia libertadnecesidad:
334
—No te pregunto la causa de tus penas. Presumo que los encantados no
tenemos derecho a conocer lo que pasa del lado de allá del muro que
marca nuestro confinamiento.
—Dentro de tu esclavitud tienes libertad de pensamiento. Tú veras lo que
haces. Yo he de favorecerte siempre que te vea en vías tortuosas o rectas,
que conduzcan a mis grandes fines.
(Cap. XVII, p. 293.)
La existencia auténtica se confunde con los anhelos de localizar el área
de la libertad. Galdós consigue captar en pocas palabras toda una experiencia
socio-histórica:
—Te dejo en la libre iniciativa y determinación de tus actos. Te concedo
con corta limitación el uso de tu albedrío. Tú sabrás determinar el punto
en que la línea de extensión de tu albedrío y mi apoyo maternal pueden
encontrarse.
(Cap. XXI, p. 313.)
Resulta, pues, que la metáfora galdosiana, el antropocentrismo de la perso
nificación, se completa con la extensión del «yo» hespérico sobre esferas adya
centes. La Madre tiene sus dominios. Vive en cada uno de ellos. La interacción
entre estos aspectos no es tan sencilla como aparece a primera vista. En su
fondo latente, la metáfora contiene la idea de desarrollo. Es una interpretación
histórico-concreta del concepto, que implica la identificación de las fronteras
sociales de la libertad. La espiritualidad no puede desarrollarse fuera de las
condiciones y las premisas de la adaptación gradual-progresiva, que llegan a ser
características orgánicas del fenómeno. El desarrollo es una obsesión de Galdós.
El dinamismo y la movilidad del concepto imponen una permanente reconside
ración de los valores, ya que «el inevitable camino de Numancia» lleva a la glo
ria de las ruinas. La aparente paradoja de la «tradición inmutable y revolución
continua» es un instrumento sintáctico para captar la segunda dimensión de la
existencia: el desarrollo. Por eso consideramos que el final abierto de la no
vela, en que los personajes tienen «una segunda mirada», e incluso tratan de
verse con ella, era necesario.
4. A modo de conclusión
Galdós escribe su última novela pensando en Hesperia. Mejor dicho, sigue
pensando en Hesperia. Y tal vez no es una casualidad que el hijo de Tarsis y
Cintia se llama Héspero. ¿Será una alusión al personaje mitológico, célebre por
su bondad y la justicia de sus actos, o simplemente es una transcripción de la
palabra... espero? Además de esto la resonancia de estas palabras recuerda las
islas Hespérides, que probablemente son... las islas Canarias.
335