GALDÓS, ¿MODERNO EN SUS COMEDIAS?

Alina Panaitescu

Mi ponencia versará en torno a las comedias de don Benito Pérez Galdós

por ser esta parte de la obra galdosiana, a mi juicio, menos estudiada, según

resulta de la bibliografía que tuve a mi alcance, por los especialistas. Y no sola

mente por eso. Sino por haber encontrado en ellas un aspecto que llamó mi

atención, es decir: la contemporaneidad, el modernismo, de los problemas que

enfoca don Benito en estas comedias. Es decir: su actualidad. Después de leer

sus comedias, traté de desprenderlas de la época en que fueron escritas y de

colocarlas en la nuestra, haciéndome la pregunta ¿Un espectador moderno de

nuestros días, soportaría una tal comedia? ¿Y por qué?

No es difícil de dar la respuesta. Las comedias de don Benito, igual desde

luego que sus dramas, responden, tanto por su temática, como por los caracteres

de sus personajes, e incluso, diría yo, por la técnica teatral, en cierta medida,

a las exigencias, a la problemática del espectador moderno, pues no olvidemos

que el teatro de Galdós, incluyendo en ello también las comedias, es eminente

mente social, reflejando de manera sobresaliente la vida, la realidad, en todas

sus circunstancias.

Como comediógrafo, Galdós hizo su debut en 1893, con La loca de la casa.

Pero su primera comedia fue escrita, y no representada aún, entre 1864-1866

(Los biógrafos no se han puesto de acuerdo todavía). Se titula esta comedia:

Un joven de provecho, y en ella voy a detenerme un poco más.

Alejandro, caballero en plena ascensión política, trata, simulando amor eter

no a Eugenia, hija de un marqués, de conseguir su fortuna y, de este modo,

de consolidar sus posiciones políticas. Pero la aparición de Sofía, tía dé

Eugenia y antiguo amor de Alejandro durante su emigración, estorba sus

planes. La acción se complica con la presencia de Oírlos, hijo de Sofía y

enamorado de Eugenia, que se empeña en demostrar, ayudado por Jacinto,

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«periodista de escándalo» y amigo de Alejandro, que la vida de éste no

era tan ejemplar como él lo pretende. (Vida sin tacha, absolutamente nece

saria —y lo es también en nuestros tiempos— para un hombre que desea

ocupar una posición importante en la jerarquía política.)

Siguen unas peripecias que conducen al desenlace en que Sofía, para salvar

a la inocente Eugenia de la deshonra, hace públicas sus relaciones con Ale

jandro; éste consigue el cargo político al que anhelaba, pero se ve obligado

por el Marqués a que se case con Sofía.

A pesar de ser una obra de juventud, Galdós demuestra en esta comedia

un vigoroso talento de dramaturgo. Nada en esta pieza demuestra un debut. Una

idea central bien conducida: la ascensión política —a veces, y en este caso

concreto, basada en la falta de escrúpulos—, entrelazándose con temas secun

darios rotundamente definidos: el amor, la posición social, el oportunismo, etc.

Desde el punto de vista técnico, cuatro actos bien equilibrados, la idea

central seguida muy de cerca y puesta permanentemente de relieve por las

acciones secundarias. Lo sorprendente es el final. A pesar de ser este Joven de

provecho una comedia, en que todo termina bien, el final no es un «happy-end»,

propiamente dicho, pues Galdós deja a los espectadores entrever unas posibili

dades felices: Carlos está enamorado de Eugenia, pero ella de él no; tal vez

se enamorará más tarde. Alejandro sube al poder, pero con el precio de su

libertad moral, aceptando que se case con Sofía. No obstante... ella no acepta.

Sale para el extranjero y... le esperará allí... cuando él va a renunciar a su

posición y ambiciones políticas. Como se puede ver, se trata de un «suspense»

auténtico. ¡Y esto en 1864!

Galdós sorprende en su Joven de provecho una serie de aspectos morales,

sociales y, particularmente, políticos de la sociedad de su época, aspectos que

constituirán desde luego el fundamento no sólo de sus comedias, sino de toda

su obra.

«La fuerza del dinero» (se nota la influencia de Balzac) que presta y con

solida prestigio en la sociedad; «El oportunismo», «El arrivismo», he aquí

algunos de los temas que Galdós, con su genial talento, señala en esta comedia,

mucho antes que su notoriedad literaria sea reconocida.

¿Está lejos el chantaje sentimental y político practicado por Alejandro y

su acólito, Jacinto, de lo que ocurre a veces en el mundo político actual?

Un aspecto interesante sorprendido por Galdós aquí, sobre el cual no va

a insistir más en otras comedias suyas, es cierto rasgo de la prensa del tiempo...

(¿solamente de su tiempo?) que emplea todos los métodos y modalidades para

conseguir sus informaciones, para alcanzar su meta, incluso la calumnia.

En el mismo Joven de provecho, Galdós, con una gran fuerza de caracteri

zación y evidente estirpe artística, que anuncian a sus futuros e insuperables

retratos humanos, crea unos tipos que atravesarán los tiempos: el tipo de arrivista:

Alejandro; el tipo venal, sin escrúpulos: Jacinto; el tipo de oportunista:

don Joaquín. Acaso hoy, en nuestro mundo ¿hayan desaparecido tales tipos?

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Con La loca de la casa (1893) entramos en la larga serie de comedias repre

sentadas. Adaptación teatral de la novela homónima, toda la obra gira en torno

al sacrificio de la joven Victoria que, para salvar la honra y la situación econó

mica a la vez, de su padre, renuncia a su misticismo ardiente y se casa con

el bruto de José María Cruz, dicho Pepet, consiguiendo, al final, afinarle y

transformarle en el plano de la educación y de conveniencias sociales, es un

hombre digno de ella. De hecho el tema central de la obra es otro: «la fuerza

del dinero», gracias a la cual se compra todo, incluso una vida humana. Desde

luego sobre esta obra se han hecho muchos estudios literarios, así que no voy

a insistir en ella. Lo único interesante es el nuevo ideal de vida, y el nuevo tipo

de mujer, que está anunciando Galdós: «la vida activa, trabajosa, un batallar

constante, aunque sin ruido. Yo soy muy guerrera. Peleo, caigo, me levanto,

recibo crueles heridas, me las curo con mi bálsamo, y otra vez, a luchar con

el gigante».

{La loca de la casa, acto IV, escena 7).

Ligera, espumante, La de San Quintín, es una comedia más bien de intriga

y de carácter, con mucho humor, con réplicas vivas y un ritmo sostenido. La

temática versa de nuevo en torno al dinero que concede estabilidad social...

(igual desde luego que en nuestros días), pero a veces puede ser vencido

por la fuerza del amor. El tema nuevo que aparece en esta obra son las ideas

socialistas que ya empiezan a penetrar en el mundo. Víctor, que representa a

estas ideas democráticas, generosas, humanas, es de hecho el portavoz de Galdós,

que salpica toda la comedia con sus ideas.

La voluntad y Mariucha (estrenadas en 1885 y 1903) son dos piezas que

tienen un punto común: se trata de las dos heroínas principales: Isidora y

Mariucha, que emplean toda su energía, toda su fantasía, su sentido práctico,

para salvar a sus familia de un desastre económico (tema predominante hasta

ahora en las comedias galdosianas). Y lo logran Isidora, con su voluntad hace pros

perar el negocio de su padre y lo continuará prosperando al lado de su novio

con el cual se reconcilia. El final es un homenaje rendido al trabajo. Pero la for

ma retórica en que está expresado este homenaje afloja el dinamismo de la obra,

prestándole un carácter teatral, artificial.

Mariucha, desde el punto de vista técnico, peca de larga, pero desde el

punto de vista del contenido, de la caracterización de los personajes y de las

situaciones, del enfoque de algunos problemas viables hasta hoy día, es irre

prochable. Al leer esta comedia he tenido la impresión de que Galdós con

centró en ella todo su arsenal ideológico y artístico. Lástima que el tiempo que

tengo a mi disposición no me permita entrar en más detalles, sin embargo, les

señalaré que el valor de la comedia reside, a mi juicio, en los caracteres

sorprendidos por Galdós. Desde el comienzo hay una división precisa: perso

najes positivos: Mariucha, León, Don Rafael, los tres de muchas cualidades

humanas y sociales; y personajes negativos, es decir: Cesáreo, tipo de arrivista;

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Corral, plebeyo enriquecido. Entre estos dos polos hay otros tipos que com

pletan la galería de la realidad española de finales del siglo xdc Quisiera des

tacar que el retrato de don Rafael me parece el más logrado, mejor dicho el

más interesante por su modernismo. Don Rafael es un cura moderno, que

practica su profesión (digámoslo así), pero que se mantiene en los límites de

la realidad, del buen sentido. Contesta con ironía (la fina y permanente ironía

galdosiana) a Filomena, cuando ésta le entrega el poco dinero que tiene para

un manto nuevo a la Santísima Virgen del Rosario:

«Ya podrá pasarse por este año con el viejo. Nuestra Señora es modesta,

no se paga de ostentaciones...».

Ayuda a Mariucha con «el dinero del cielo», que salga de sus apuros eco

nómicos; apoya a la joven pareja León-Mariucha en sus sentimientos y sus

actos, a pesar de las amenazas de las autoridades locales e incluso de sus su

periores.

Me parece que no está lejos don Rafael del tipo actual de sacerdote, lúcido

y clarividente. Y de toda su actitud se desprende un carácter bondadoso, gene

roso y lleno de humor, del humor con que, de hecho, está salpicada toda la

comedia.

Siguen luego Amor y vida, Pedro Minio, Celia en los infiernos y El tacaño

Salomón, creadas entre 1905 y 1916 respectivamente.

Las cuatro son consideradas comedias por tener un final feliz. Pero de

hecho no tienen nada que ver con una comedia. Sí, Galdós conserva su humo

rismo, su ironía, sus retratos de tipos ridículos, pero a las obras les falta (en

menor medida a Pedro Minio) la función típica de una comedia: la de divertir.

Por eso, las consideraría un género aparte, en que el lirismo se mezcla con el

dramatismo, y con lo cómico, a veces absurdo, negro, de la realidad.

Homenaje a la ciencia, reconocimiento del amor como fuerza motriz de las

relaciones humanas, esta es la idea central de Amor y vida.

En cuanto a las tres últimas comedias suyas, vamos a encontrar un Galdós

visionario del mundo nuevo, del mundo justo, del mundo generoso de mañana.

Pues, ¿qué otro nombre puede llevar el asilo de viejos del Marqués de los

Perdones, sino él de una visión (al límite de la utopía) de la realidad en que

desaparezcan la miseria, las penas, las inquietudes del día de mañana. Desde

luego, toda la pieza Pedro Minio es un símbolo de cómo comprendía don

Benito las relaciones humanas y sociales.

Permanecemos en la misma esfera de la visión de un mundo nuevo, basado

en la igualdad y la justicia social, en que son reconocidos los valores y las

cualidades humanas, con las piezas Celia en los infiernos y El tacaño Salomón.

Pasando revista a las comedias de Benito Pérez Galdós se puede afirmar

que los grandes problemas existenciales que habían preocupado al novelista

Galdós: el religioso, el moral, social y político, llamaron la atención también

del comediógrafo Galdós, que no vacila en reanudar estos temas y subrayarlos

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con más vigor Sus comedias reflejan el ansia renovadora de una sociedad

anquilosada. Galdós predicando desde el escenario: «ejemplos de voluntad e

iniciativa en una época de general apatía y abulia» como dice Carmen Bravo

Villasante. El nacimiento del hombre nuevo y de la mujer nueva se deberá

al prodigio obrado por la voluntad. Este «nuevo» desde luego, será, o mejor

dicho es, como un «leitmotiv» de sus comedias: «sociedad nueva», «costumbres

nuevas», «mujer nueva».

Una lectura atenta de las comedias de Galdós conduce a la interesante con

clusión de que, en su mayoría, están dedicadas a la mujer: Mariucha, Victoria

(es decir, la loca), Celia, Voluntad, Rosario, Isidora... Incluso cuando no desem

peñan el papel principal ella lleva sobre sus hombros, el peso de la acción (Sofía,

Paulina, Crucecita).

Muy sensible a los eternos encantos femeninos, Galdós descubre tras ellos

a la mujer enérgica, a la mujer inteligente, de mucha voluntad, capaz de sacri

ficarse, que se ingenia para encontrar una solución activa, dinámica, de iniciativa,

descubre, pues a la mujer «nueva» tan contrastante al concepto retrógrado,

inerte y apático sobre la mujer española, a finales del siglo pasado.

¿Sería tal vez interesante insistir aún en la noción de moderno? Pensemos

en lo que significa la mujer en nuestros días, el papel que ella desempeña en

la vida política, social, cultural, artística y científica. Podemos considerar, pues

a Galdós como precursor del ideal femenino, que hoy día cobra cuerpo inte

grándose perfectamente, con los tipos creados en sus comedias, en la esfera de

la realidad actual.

El estudio de las comedias galdosianas, particularmente desde el punto de

vista de su cadencia, de su actualidad, me hizo pensar en un gran dramaturgo

de mi país: Ion Luca Caragiale, cuya Carta perdida, creada en 1884, tuvo un

brillante éxito en Bucarest, en 1972, en una nueva versión escénica.

A primera vista me pareció imposible un acercamiento entre estos dos gran

des representantes de la pluma española y rumana respectivamente. Y... ¡sin

embargo!, los dos vinieron casi en la misma época, siendo testigos de los cam

bios operados en el plano ideológico y social, tanto en sus respectivos países

como en el continental; tanto Galdós como Caragiale son dos representantes

destacados del realismo crítico, centrando su atención en el hombre, en su con

texto social; encontramos también a los dos en el mismo plano de la creación

artística, abordando con el mismo don, tanto la prosa como el género dramáti

co, haciendo el aprendizaje de su pluma en el periodismo, lo que considero

constituyó una verdadera escuela estilística para los dos creadores.

(Quizá sería interesante señalar que no hay muchos escritores en el mundo

que hayan ejercido su talento, en igual medida, en dos dominios tan distintos,

siendo considerados como una cumbre, tanto en la prosa como en el teatro).

Tanto Galdós como Caragiale eligieron, en cierto momento, la comedia, a través

de la cual expresaron, en forma artística, la realidad inmediata; los dos muy

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callejeros, muy urbanos, grandes aficionados a la música. En plano literario com

parativo, vamos a encontrar tanto en Galdós como en Caragiale, un rasgo fun

damental para los dos: su teatro es eminentemente social y político, alternando

el peso en favor de lo social, para Galdós, y de lo político para Caragiale. Gal

dós extrae la esencia de sus piezas de la realidad de su época, igual que Cara

giale, pero don Benito insiste más en el contenido social, tanto de la actualidad,

como de la perspectiva, mientras que a Caragiale, lo que le importa es el as

pecto político, inmediato. Por ejemplo, en La carta perdida, una de sus cuatro

comedias fundamentales, y verdadera joya de la literatura rumana, el tema cen

tral de la pieza es un cuadro bien dibujado de la vida política del país en

aquellos momentos, en vísperas de las elecciones. En Una noche tempestuosa

son amigos de verdad, solamente los amigos políticos. La diferencia entre Galdós

y Caragiale consiste en que don Benito se mantiene al exterior, a un «plan

cuadro» para emplear una palabra de la técnica cinematográfica, a una visión

general amplia, mientras que Ion Luca Caragiale penetra en los mecanismos

de la vida política. El hecho político y social Galdós lo presenta, lo analiza, da

soluciones; Caragiale ataca, satiriza, un mal que no tiene remedios. Por no

haber presentado aquí los argumentos de las comedias de Caragiale, resulta di

fícil hacer una comparación entre estos dos ilustres representantes de las letras

de sus respectivos países, por eso me limitaré a señalarles que las comedias

de los dos comediógrafos, español y rumano, respectivamente, son, como era

de esperar, un espejo de su época, por reflejar mentalidades, caracteres, estruc

turas, situaciones típicas de la sociedad de sus respectivos países, pero mientras

en el espejo galdosiano se reflejan también los movimientos, los cambios socia

les que se están operando, en el de Caragiale, ¡no! En sus comedias no ocurre

nada, ningún accidente, ningún traumatismo que rompa el círculo perfectamente

equilibrado de la acción; el telón final cae sobre una situación idéntica a la

inicial.

Un punto común de los dos creadores es el personaje principal: la mujer.

Caragiale, igual que Benito Pérez Galdós, concentra toda la fuerza de sus piezas

en sus heroinas, prestándoles mucha lucidez, inteligencia, voluntad, siendo Zoé,

Didina, Veta, Mitza, las que hacen y deshacen el desarrollo de la intriga. Claro

está que haciendo un estudio más detenido y más complejo se podrían llegar

a conclusiones muy interesantes en plano comparativo entre Pérez Galdós y Luca

Caragiale. Pero no es el momento. Lo único que quisiera señalar, antes de ter

minar mi conferencia, es que, igual que las comedias galdosianas, las piezas

de Caragiale a pesar de haber sido creadas hace casi 90 años han conservado

aún su frescura, su vigor social y literario. Prueba evidente: el brillante éxito de

La carta perdida, que mencioné ya antes, o el hecho de que en Madrid, la adap

tación de la novela Misericordia constituyó el acontecimiento teatral de la tem

porada de invierno de 1972.

En este caso, el término contemporaneidad, tanto desde el punto de vista

cronológico como tipológico se impone. ¿Es posible pues una reinterpretación

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de las producciones artísticas dependientes de condiciones temporales y espa

ciales muy precisas, muy particulares? Es evidente que tanto Galdós como

Caragiale han ejercido una influencia activa en sus literaturas nacionales y es

un hecho comprobado de que la fuerza de irradiación de sus obras ha superado

la época en que vivieron. Lo afirmado se puede verificar en el interés que

despiertan las obras galdosianas y caragelianas en nuestros días. Lamento no

haber tenido informaciones para hacer referencias directas a las comedias de

Galdós, sin embargo, trataré de enfocar la interpretación de sus comedias a

la luz de las exigencias actuales.

Galdós, igual que Caragiale, nos hacen penetrar —como dice el crítico li

terario rumano Elvin— en el terreno de una organización social en la cual el

abuso y la anomalía son enormes, usurpando el puesto de la razón, de lo normal,

del buen sentido. ¿Acaso sería necesario insistir más en la actualidad de las

ideas sociales, del hombre nuevo, de la mujer nueva, preconizados por Galdós?

El teatro y el público de hoy son satisfechos solamente con la medida en

que las obras de ayer, con su investigación en lo cotidiano, alzado al rango de

permanente, responde a sus exigencias. En la medida en que la existencia actual

no da una respuesta a sus interrogantes, y el teatro de ayer ofrece una pers

pectiva (Galdós), o se sobrepone con su juego mecánico (Caragiale) en la rea

lidad, lejana o inmediata, se puede hablar de contemporaneidad. Las ideas del

teatro galdosiano penetran en esta contemporaneidad por su relación directa

con la existencia individual y social. El teatro de Caragiale, con sus automa

tismos, con su círculo cerrado en que no ocurre nada, con sus personajes que

se mueven como unas marionetas absurdas en su manifestación, hasta grotes

cas, no está muy lejos del teatro de Ionescu o de Becket.

En cuanto al valor intrínseco del teatro cómico de Galdós y Caragiale, se

podría resumir en la frase de Ángel Valbuena Pratt:

«A veces es tan sencillo, que no parece teatro...».

¡Y esto es lo que exige el hombre contemporáneo!

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