GALDOS EN LAS LETRAS MEXICANAS: APUNTES

José Amor y Vázquez

El movimiento de autodeterminación política en México, impulsado por

Hidalgo y Morelos en 1810, se prolonga con altibajos a lo largo del siglo XIX.

A mediados, las guerras político-religiosas terminan con un saldo positivo.

El poder civil y la ideología liberal, respaldados en la Constitución de 1857,

son apuntalados con las radicales Leyes de Reforma de 1859. Ha surgido

también un dirigente de profundas convicciones democráticas, grandes dotes

de estadista, y absoluta integridad: Benito Juárez. Juárez es, además, mexi

cano de puro linaje indígena. El será quien, más adelante, dirigirá con éxito

la ardua campaña contra el intento de imponer a su país un régimen y un

soberano extraños. Con la ejecución de Maximiliano de Austria en Querétaro,

en 1867, queda consolidada la soberanía nacional mexicana frente a

asechanzas interiores y externas. Es aproximadamente por esas fechas cuan

do comienza su actividad literaria en la península un joven canario, homó

nimo del presidente mexicano, Benito Pérez Galdós.

Como es sabido, Galdós se convertirá pronto en figura descollante en las

letras españolas. Estos apuntes de lectura, que habrá que expandir, preten

den tan sólo explorar un aspecto de la dimensión internacional alcanzada por

Galdós. Me anima a ello el estimar que una visión desde afuera ayudará a

calibrar más completa y exactamente los méritos intrínsecos del escritor es

pañol. El centrar mi exploración en México obedece a naturales limitaciones,

pero también a razones metodológicas. México, en primer lugar, es un país

hispánico; no intervienen, pues, respecto a las clases lectoras, barreras lin

güísticas. Pudo haberlas, en cierta medida, de mercado y distribución de li

bros1; no obstante, es ésta una circunstancia socioliteraria de la que bastará

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simplemente dar noticia, ya que afectaba también a otros autores extranje

ros. En cambio, para determinar con justeza el papel de Galdós en las letras

mexicanas, interesa considerar un factor de la mayor importancia: el na

cionalismo literario, movimiento cuyo inicio en México coincide con la lle

gada de Galdós a la literatura.

La imitación de literaturas foráneas, en particular la española y francesa,

por los escritores mexicanos, y su escasa originalidad, habían recibido vapu

leos de su paisano Ignacio Ramírez, «el Nigromante». Pero es un discípulo

de éste, Ignacio Manuel Altamirano, el principal propulsor en México del

nacionalismo en literatura. Su largo estudio «Revistas literarias de México

(1821-1867)», aparecido en 1868 2, es una exhortación en pro de la literatura

autóctona. En tono apasionadamente afirmativo, Altamirano hace balance de

la situación: «Hace algunos meses todavía, la prensa no publicaba sino es

critos políticos u obras literarias extranjeras. Hoy se están publicando a un

tiempo varias novelas, poesías, folletines de literatura, artículos de costum

bres y estudios históricos, todo obra de jóvenes mexicanos [...]» (p. 9). Es

tablece un parangón con la situación en España. Antes de lo que él llama

«novela moderna», sólo las traducciones de obras francesas se vendían algo.

Ahora, escritores como Fernández y González, Pérez Escrich, Fernán Caba

llero, Larra y Eguílaz «reciben por sus obras sendos billetes de banco [...]»

(ibíd.). Espera Altamirano que pronto ocurra lo mismo con sus compatrio

tas, y lanza la pregunta siguiente: «¿Acaso en nuestra patria no hay un

campo vastísimo de que pueden sacar provecho el novelista, el historiador

y el poeta para sus leyendas, sus estudios y sus epopeyas o sus dramas?»

(p. 10).

A continuación menciona aspectos de la historia y paisajes locales que

pueden servir de inspiración literaria, recalcando que: «La poesía y la nove

la mexicanas deben ser vírgenes, vigorosas, originales, como lo son nuestro

suelo, nuestras montañas, nuestra vegetación [...] deseamos que se cree una

literatura absolutamente nuestra, como todos los pueblos tienen, los cuales

también estudian los monumentos de los otros, pero no fundan su orgullo

en imitarlos servilmente» (pp. 14-15). Altamirano aboga, pues, por la bús

queda de originalidad a base de un autoctonisíno inspirado en la historia,

las leyendas, el paisaje, y los tipos y costumbres de México. No nos extrañe

mos de que ponga como ejemplos a Walter Scott, Dumas y Fenimore Cooper.

Ni tampoco, dado el momento en que lo hace, le reprochemos dema

siado el insistir en el éxito de Manuel Fernández y González, «tan popular

como Walter Scott y Dumas, en las naciones hispanoamericanas particular

mente, y tanto, que se da la circunstancia notable de estarse reproduciendo

sus obras en los folletines de casi todos los periódicos mexicanos, y se ago

tan las ediciones que vienen de España» (p. 33). Podrá parecemos, en retros

pección, que los modelos propuestos por Altamirano a sus paisanos corres

pondían a prácticas literarias ya superadas, o en vías de serlo, en sus res-

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pectivos países. Bien mirado, habrá que conceder que convenían al talante

eufórico de afirmación nacionalista prevaleciente entonces en México.

No nos consta la opinión de Altamirano sobre Galdós. Sin embargo, éste

era figura literaria de primera fila cuando el mexicano estuvo de cónsul en

Barcelona, 1889-1890. Para esos años, la producción galdosiana no sólo era

ya cuantiosa, sino que incluía hitos fundamentales para la trayectoria de la

verdadera novela moderna. Es precisamente en una de sus «Novelas contem

poráneas», Tormento (1884), donde Galdós destaca la diferencia entre éstas

y la novela histórica a lo Fernández y González, ironizando a expensas del

febril imaginador José Ido del Sagrario. En descargo de Altamirano, ha de

decirse que en su práctica narrativa tampoco él fue discípulo del prolífico

novelista por entregas o su remedo galdosiano. Sus novelas Clemencia (1869)

y El Zarco (acabada en 1888; publicada postumamente, 1901), y relatos co

mo La Navidad en las montañas (1871), demuestran sobriedad expresiva y

buen gusto en el tratamiento de temas mexicanos de la época. No obstante,

su sentimentalismo e idealización de la realidad van por derroteros bien dis

tintos de los de Galdós. Si el ejemplo estilístico de Altamirano desgraciada

mente no cundió, su exhortación no fue en vano. Así, en el último tercio

del XIX proliferan en México relatos en los que sus autores buscan intro

ducir, a través de la historia, paisajes, tipos y costumbres mexicanos, una

temática nacional. La originalidad de este modo conseguida es más bien apa

rente. Ya en 1876 José María Vigil, en un artículo titulado «Algunas consi

deraciones sobre la literatura mexicana», aparecido en El Federalista, dis

tingue entre literatura nacional y literatura original. José Luis Martínez, al

estudiar el caso, estima que Vigil percibía claramente que el problema de la

literatura mexicana «no era ya la conquista de un nacionalismo temático [...]

para que esta nacionalidad fatal y pasiva alcance una categoría estética, es

necesario convertirla en mitos e imágenes con fuerza creadora, profundos

y universales» 3. Pero tales logros se han de quedar para la época modernista

y contemporánea.

No hay huellas de Galdós en estos escritores cuya producción enlaza tar

díamente con la novela histórica de corte romántico o el relato costumbrista.

Es hacia finales de siglo cuando tropezamos con los primeros indicios de

presencia galdosiana en las letras de México. Esto ocurre, como era de es

perar, entre los novelistas de la escuela realista, mas no exclusivamente, se

gún se verá.

Tres de éstos, originarios como Galdós de puntos distantes de la capital

del país, son: Rafael Delgado (1853-1914), José López-Portillo y Rojas (1850-

1932) y Emilio Rabasa (1856-1930).

Las novelas del primero abundan en detalles autobiográficos; es más, en

el prólogo de una de ellas, Los parientes ricos (1903) declara, con palabras

que son como un eco de las de Galdós en el de El abuelo (1897): «el autor

está siempre en sus obras [...] 'eso de la impersonalidad en la novela' es em-

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peño tan arduo y difícil que, a decirte verdad, le tengo por sobrehumano e

imposible» *. En una novela anterior de Delgado, Angelina (1894), especie de

Bildungsrornan, se observa el cambio de gustos literarios que experimenta

el narrador-protagonista, coincidentes con los del autor. Dice éste en el pró

logo: «Como el Rodolfo de mi novela, gran lector de libros románticos, eran

todos mis compañeros de mocedad —te lo aseguro a fe de caballero— [...]».

Para Angelina, en cambio, modelo de buen sentido, «no había mejor nove

lista que Fernán Caballero, ni peor novelador que Pérez Escrich [...] ¿Nove

las? De Fernán Caballero. Sus personajes me parecen vivitos, de carne y

hueso. ¡Aquello sí que es verdad! Comen, duermen... Si me parecen gentes

a quienes trato todos los días. Yo no entiendo de esas cosas... pero los libros

de Fernán me gustan porque pinta la vida tal como es [...]»5. Al concluir

el relato, el narrador ha superado su romanticismo inicial: «No hago versos,

ni vivo entregado a los delirios de la fantasía. Creo que no es cuerdo andarse

por las nubes cuando hay abajo tantas cosas que reclaman nuestra aten

ción» 6. En la ya mencionada Los parientes ricos, es otra vez un personaje fe

menino, Margarita, quien corrige a un novel escritor, su primo Alfonso:

«Eres demasiado romántico... Primo: ni novelas lamartinianas, ni novelas

de Zola... La vida no es perfectamente buena ni perfectamente mala [...].

¡No me gusta tu novela! ¡No me gusta esa tu literatura poética, no me

gusta! Procure el novelista que en la segunda parte de su libro haya más

sencillez... y más acierto»7. De estas palabras, así como de la práctica nove

lística de Delgado, se infiere que su principal modelo español entre los con

temporáneos es Galdós. Lo corrobora el hecho de que un crítico mexicano

de la época, autor él mismo de dos series de relatos históricos mexicanos

emparentados con los Episodios nacionales galdosianos, parangona a ambos

escritores en un caso en que considera ventajoso al mexicano: «El gran mé

rito de Delgado estriba para mí en haber descrito admirablemente la vida de

las poblaciones cortas con sus chismes, sus rivalidades, sus fiestas y sus

tristezas. Yo encuentro a Villaverde (perdóneme Galdós) más cierta que a

Orbajosa, más llena del tinte de realidad que ella, porque Orbajosa es la

población española de corto vecindario, y Villaverde [donde se desarrolla

Angelina] es un lugarcillo mexicano que el autor conoce y en que de seguro

ha vivido» 8.

Otro de los autores mencionados, López-Portillo y Rojas, es partidario

de novelar ambientes y clases rurales, aunque en sus obras no se limite a

ellos. En el prólogo a La parcela (1898) da sus razones: «En hora buena que

sean nuestras ciudades copia más o menos remota de las capitales europeas

y norteamericanas [...] nuestros campos, en cambio, son la nación joven»9.

El amor de las clases rurales por la tierra, dice, «tiene algo de extraordina

rio hoy día entre nosotros, algo de épico y primitivo, casi pudiera decirse

de feroz [...]. De la pintura de tales escenas pueden nacer revelaciones de

la mayor importancia, y entre otras, la de nuestro modo de ser nacional ín-

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timo y profundo». En cuanto a temática y ambientes, pues, López-Portillo

está muy alejado de los de Galdós. Por otra parte, estima que la literatura

de su país «en cuanto a la forma, debe conservarse ortodoxa, esto es, fide

lísima a los dogmas y cánones de la rica habla castellana». Pasa después a

alabar a Pereda como «el primer hablista del mundo hispánico», el «aticis

mo encantador de Valera», y a Pérez Galdós y la Pardo Bazán por «ser ma

ravillosos en el manejo del idioma» 10.

Más cercano a Galdós por la problemática y forma de sus novelas está

Emilio Rabasa, con su serie de cuatro, aparecidas de 1887 a 1888: La bola,

La gran ciencia, El cuarto poder y Moneda falsa. De él ha dicho una excelsa

figura de las letras mexicanas, Justo Sierra, en comentario breve, rotundo y

por partida doble: «Escribe bien: es una cosa notable; se parece a Gal

dós» n. Comparación que también establece, desarrollándola, Manuel Gu

tiérrez Nájera, de quien nos ocuparemos luego en detalle. Lo hace al reseñar

la primera de las novelas de Rabasa, La bola12. La frase irónica que cierra la

reseña merece citarse: «Desde luego», dice Gutiérrez Nájera de su compa

triota, «a pesar de ser mexicano, es buen novelista». Por lo demás el prolo

guista, al parecer parafraseando a Rabasa, nos informa: «Frecuentaba a Cer

vantes —'no hay año que no lo lea'—, Lope, los dos Luises, Quevedo, Moratín

y ¡claro! Galdós»13.

Un novelista que muestra en sus obras una evolución hacia preocupacio

nes espiritualistas comparable a la de Galdós es Federico Gamboa (1864-

1939). Las páginas de su Diariou dan constancia repetida de su lectura del

escritor canario, así como de sus preferencias. Escribe el 24 de agosto de

1899: «A las once de la noche terminé la copia de mis manuscritos de Meta

morfosis [...]. Anoche terminé la lectura de los Episodios Nacionales de Pé

rez Galdós. No me lo imaginé tan descuidado en ellos. ¡Qué diferencia, en

cuanto a estilo, con cualquiera de sus Torquemadas, por ejemplo!». Y sigue:

Tampoco me lo imaginé nunca tan descreído. ¡Mire usted que se trae

una guasa con la Iglesia y con la Divinidad misma!... Su Un voluntario

realista deja muy atrás a mi Metamorfosis', mi "Sor Noeline" junto

a su "Sor Teodora de Arancis" [sic] es un espíritu puro. Así y todo

a mí me han de dar tanto del inmoral, que no habrá por donde cogerme.

El talentazo de Galdós es verdaderamente poco común, y su tempera

mento no me es nada antipático, sino al contrario; en tanto que los

temperamentos de Pereda y de Valera, el de Valera sobre todo, en

ocasiones llega a serme insoportable; el de Pereda, o me abruma o me

cansa, a pesar de sus excelencias (pp. 123-124).

Hasta llega Gamboa a ironizar a costa propia cuando, tras anotar en

discurso directo las palabras de un burócrata, salpicándolas con acotaciones

parentéticas en cursiva, comenta: «¿No es cierto que lo anterior parece co

piado de alguna de las mejores páginas del maestro Galdós?...» (2 febrero,

1900; pp. 202-203). Para ejemplo de esta práctica galdosiana baste recordar,

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sin ir más lejos, los trece tonos de voz con que está anotada la amonestación

del padre Nones al cura Polo en Tormento (cap. XVIII).

Llegamos así a Manuel Gutiérrez Nájera (1859-1895). Su opinión tiene

particular interés por tratarse, no de un novelista, aunque sí escribió cuen

tos muy estimables, sino esencialmente de un poeta y crítico literario. Su

nombre —ya lo sabemos— está ligado a los comienzos del movimiento mo

dernista y fundó, en 1894, la Revista Azul, órgano principal de los moder

nistas mexicanos. Como quedó dicho, Gutiérrez Nájera señaló antecedentes

galdosianos a la novela de Rabasa en su reseña de 1887. Pero su interés en

Galdós va más atrás. La primera vez que lo menciona, alabando los Episo

dios Nacionales, es en una carta «A Mingo Revulgo», en La Voz de México

del 3 de octubre, 1875 n. Y también son los Episodios galdosianos los que le

sirven de punto de referencia al enjuiciar unos Episodios nacionales mexica

nos, cuya serie comienza en 1880, de un contemporáneo del autor canario,

Enrique de Olavarría y Ferrari (1844-1918). Gutiérrez Nájera, muy versado

en literatura francesa, no olvida a Erkmann y Chatrian y sus Romans nationaux.

Tras reconocer a éstos como los verdaderos iniciadores del género,

hace consideraciones sobre las creaciones galdosianas que merecen citarse a

pesar su extensión:

Si he de ser justo, debo confesar que en [este género] excede como

ninguno el novelista español, dotado de cualidades rarísimas y pere

grinas. Las novelas nacionales francesas están adrede escritas para

excitar el patriotismo; su estilo es viril y entusiasta: los personajes

que intervienen en su fábula simbolizan ideas nobles y alzadas; pero,

a decir verdad, no tienen esa observación precisa y minuciosa, ese

estudio magnífico de caracteres que hacen de los episodios cincelados

por Pérez Galdós, una reconstrucción completa del estado moral y

material de España durante la época menos bien apreciada de su his

toria. Ahí están resumidas por un arte especial y peregrino la historia,

la sociedad y las costumbres. Más acaso que lá Historia misma, con

esa precisión que sólo puede hallarse en las memorias contemporáneas,

dan una exacta idea de toda aquella civilización decrépita y monástica,

que anima y vivifica el soplo generoso del patriotismo. El principal

defecto de estas exquisitas producciones, es la falta de equilibrio entre

la parte novelesca y la parte precisamente histórica. La fábula domina

a veces, y otras desaparece, o punto menos, bajo el cúmulo de narra

ciones y sucesos verdaderos. Empero, lo que jamás desaparece es el

talento del autor, armado de un poder singular de evocación y enri

quecido con un estilo terso y transparente, por el que boga la atención

sin brincos ni sacudimientos, como una barca que se desliza por un

lago1».

No será esta la última vez que Gutiérrez Nájera alabará los Episodios

galdosianos. Con ocasión de reseñar dos volúmenes de los Episodios de la

guerra de la Independencia [Hidalgo y Morelos] (1893), de Alberto Lombar-

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do, vuelve a mencionar juntos los de Galdós y los de Erckmann-Chatrian,

pero añadiendo: «Buenos son éstos y mejores los del literato español» ".

El interés de Gutiérrez Nájera por Galdós es mantenido, así como su

admiración, pero no exento de crítica. Así se desprende de su artículo «Des

pués de leer. Pérez Galdós», aparecido en El Partido Liberal, 16 marzo, 1890.

Gloria y La familia de León Roch, le han parecido «novelas admirables»;

Marianela «es una joya primorosa, la más bella que ha hecho su autor. Y

todos los cuadritos que componen los Episodios nacionales, particularmente

los de la primera serie, son obras acabadas que en conjunto forman un salón

completo de pinturas. Allí hay lienzos de batallas como los de Neuville y

Dataille; cuadros de género como los de Meissonier o Madrazo; figuras de

Goya, tipos de Fortuny... hay, en resumen, mucho bueno y mucho bello».

De Torquemada en la hoguera dice que «es un bonito estudio, si bien la fi

gura del protagonista está, a mi ver, un tanto exagerada... Repito que agrada

mucho este cuadrito, a pesar de que a veces declina en caricaturesco, y que

es de Pérez Galdós, del bueno, del de España». En cambio, el juicio sobre

La incógnita y Realidad es adverso: «¡ Ahora comprendo que quiero mucho

al señor Pérez Galdós puesto que tuve valor para leerlas... en La incógnita

el único que está de incógnito, y riguroso, es el talento del señor Pérez Gal

dós!... Realidad es peor... Quiero decir, es lo mismo, exactamente lo mis

mo; pero es más larga y está escrita más mal»18. No obstante esta opinión

en contrario, el balance es favorable a Galdós. También lo son los testimo

nios de otros poetas, de los cuales registraré por el momento dos: Luis G.

Urbina (1868-1934) y Amado Ñervo (1870-1919).

El primero, al referirse a los que han escrito sobre esa clase madrileña

que llama «pobres de levita» (los «quiero-y-no-puedo»), se refiere a Galdós

como «magno don Benito». Y en un artículo sobre la Pardo Bazán, exclama

entusiasmado por la novela histórica y psicológica del canario: «(¡qué crea

dor de la Comedia humana española!)»19. Amado Ñervo, en crónica entra

ñable, advierte que de las pocas admiraciones que para los hombres le que

dan «la más intensa de ellas es la que siento y he sentido siempre por don

Benito Pérez Galdós». Tras comentar el éxito de los libros de éste a pesar

de «lo poco que la Prensa se ocupa y se ha ocupado siempre» de él, insiste:

Como digo, le he admirado siempre, le he admirado mucho.

Ahora que le conozco le admiro y además le quiero.

Don Benito Pérez Galdós es grande como un águila y sencillo como una

paloma.

Tiene un cerebro genial y un corazón de niño.

Un detalle de su trato con Galdósj que corrobora lo que sabemos de la

manera que éste tenía de documentarse, quizás haga de Ñervo su colabora

dor en un caso. Nos cuenta que le dijo Galdós:

Como en mi próximo episodio he de referirme al general Prim, deseo

que un día venga usted a almorzar conmigo, a fin de que me hable

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mucho de México; quiero saber, no lo que dicen los libros, que bien

me sé, sino todos esos hechos, todas esas menudencias, todos esos

detalles que constituyen la vida diaria, la vida familiar.

La crónica de Ñervo, de una serie titulada «Los grandes de España», con

cluye con esta categórica declaración: «a [Galdós] puede llamársele sin adu

lación y sin mentira, grande, 'grande de España', como me complazco en

llamarle en estas líneas» ™.

Si bajo el mandato de Porfirio Díaz (1884-1911) la influencia extranjera

en México había sido grandr en todos los órdenes, la Revolución de 1910

va a reanudar, completándolo, el ciclo de autoafirmación iniciado un siglo

antes. Esta vez, sin embargo, bajo un signo diferente. Como ha observado

Carlos Fuentes: «Por primera vez en América Latina, se asiste a una verda

dera revolución social que no sólo pretende sustituir a un general por otro,

sino transformar radicalmente las estructuras del país» 21. Con dicha revo

lución México va a cobrar una conciencia de sí mucho más honda que nun

ca antes, en un proceso que todavía continúa. Aquel nacionalismo candoro

samente entusiasta e idealizador predicado por Altamirano, se enraiza y ex

tiende firmemente. Hechos e ideología revolucionarios van a determinarse

mutuamente en rápido aunque prolongado acontecer que acabará por insti

tucionalizarse. A la afirmación nacionalista se suma en esos años la concien

cia de participar en un movimiento revolucionario que se adelantó, cronoló

gicamente, a la revolución rusa; y, demás, el saber que se están inaugurando

soluciones autóctonas para una serie de problemas. Del interés y simpatía

que despertó la revolución mexicana son muestra, en España, las actitudes

de Valle-Inclán, Sender o Araquistain ". Las consecuencias de la Revolución

en la creación artística no tardarán en manifestarse. Donde más temprano

se acusan es en la pintura, en particular el dramático gesto de ruptura con

lo anterior que representa el muralismo mexicano. Sigue de cerca la litera

tura, con la llamada novela de la Revolución. En la imposibilidad de anali

zar toda esa novelística, he escogido unos casos que considero representa

tivos.

Los de abajo (1916) ha resultado antonomástica como novela de la Re

volución, aunque al principio no se viera así y hasta pasara casi desaperci

bida23. A su autor, Mariano Azuela (1873-1952), se le han señalado aproxi

maciones de talante, y hasta de estilo, a Baroja. Sin embargo, el mismo

Azuela, al informar en Páginas autobiográficas sobre su autodidactismo lite

rario, no lo menciona24. Tampoco menciona a Galdós directamente, pero

sí «cinco años de lecturas continuadas con entusiasmo inagotable de litera

tura francesa e hispana, cuando la novela realista estaba en su apogeo [...]»

(p. 101), para en otro lugar precisar: «los estudiantes nos avorazábamos con

estas novelas [las de Flaubert, los Goncourt, Zola, Daudet, Maupassant] co

mo con las de Galdós, Pereda, y Valera» (p. 53). Compensando éstas y otras

alusiones genéricas, hay una muy específica; alusión tanto más significativa

42

cuanto que con ella ilustra su propia vocación literaria: «[...] yo no concibo

la profesión de literato sino como algo de excepción o francamente anor

mal [...]. Es deplorable hacer discurrir toda una vida confeccionando florecitas

de papel o trapo [...] o bien bordar un paisaje con chaquiras como aquel

señor de Bringas en una de las novelas de don Benito Pérez Galdós» (p. 32).

Estos escasos y parcos comentarios los compensa de sobra Azuela en su

ensayo sobre Galdós, parte de su serie sobre «Grandes novelistas» 25. Si es

de notar que lo incluya junto con Balzac, Zola, y Proust, no lo es menos

que el estudio dedicado a Galdós sea el de mayor extensión.

No hay grandes novedades en cuanto a Galdós o al arte galdosiano en

este trabajo tardío de Azuela; «ni mi saber ni mis fuerzas», dice, le permiten

hacer un estudio formal. Modestamente confiesa su deuda con varios críticos

galdosianos, particularmente Casalduero (p. 979). Pero encontramos, entre

veradas, observaciones de primera mano que merecen atención. Así observa

Azuela, por ejemplo, que Galdós «no es actualmente tan leído como lo fue

en mis mejores años» (p. 972); entonces, dice más adelante, «era tan leído

en México que sólo personas de nula cultura lo ignoraban» (p. 996). Se ve

también que el mexicano es buen catador literario: «Por grande que haya

sido mi admiración por El abuelo, mi reverencia por Nazarín y mis simpa

tías por El amigo Manso, junto a Fortunata y Jacinta aquellas novelas bien

pueden pasar por sus hermanas menores. En esta novela se ve, se escucha,

se siente a Galdós en la plenitud de sus facultades con un dominio absoluto

de la técnica» (pp. 994-995). Por último, y ya que antes nos comunicó Azuela

su lectura de novelistas franceses, una comparación: «Creía conocer a Gal

dós por haber leído muchas de sus novelas; pero influido seguramente por

la lectura de los realistas franceses que me tenían totalmente embrujado,

no le di la debida atención a la literatura realista española, que ahora, como

realismo verdadero, la creo muy superior a la francesa. Por lo demás esta

falla me fue común con todos los de mi época que por la razón indicada no

supimos darle su propio lugar a las letras hispanas, especialmente en la no

vela» (p. 1.002).

José Vasconcelos (1881-1959) participó activamente en el proceso revolu

cionario desde sus comienzos y fue además, como Ministro de Educación,

responsable muy directo de su institucionalización cultural26. Su relato au

tobiográfico Ulises criollo (1933), tan lleno de noticias y tan subjetivamente

interpretadas, contiene un pasaje que plasma lo que puede haber sido acti

tud generalizada entre los intelectuales revolucionarios. Con vehemencia ca

racterística, Vasconcelos contrapone Galdós a Giner;

Hubiéramos querido ajustar al de España nuestro camino. De allí la

desilusión con que nos enterábamos en las páginas finales de las his

torias alemanas de la filosofía, de que la España grande del Primer

Imperio mundial estaba metida en la mediocre maraña burguesa del

Krausismo [...] annonismo que nada resuelve porque todo lo deja

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pendiente, intelectualismo para una raza que ha sido creadora, intuitiva

y mística. Y en la moral esa teoría cómoda de ponerse al margen de

la política, al margen de la acción, cuando nuestro momento nos exigía

precisamente enderezar la voluntad para enfrentarnos a los más graves

problemas [...] La tesis krausista peninsular nos resultaba no sólo me

diocre, también inmoral, en el sentido clásico de falta de fuerza y deci

sión ante la responsabilidad. Nuestro tiempo reclama heroísmo y en

oposición al narci[si]smo goethiano, una valerosa decisión de afirmar

el destino. Sacrificio y lucha perenne del revolucionario frente al bur

guesismo y la astucia de los incoloros sacerdotes de la cultura por la

cultura [...] Un siglo de afrancesamiento y veinte años de yanquización

nos habían fatigado el gusto de lo exótico y ahora leíamos con estre

mecimientos de patriotismo, el Trafalgar de Pérez Galdós [...] Y no

necesitó educarse en lenguas extranjeras el Galdós de Marianela y

El abuelo™.

El interpretar Trafalgar como un mensaje heroico y afirmativo no tiene

nada de insólito. Esta obra establece la temática que diríamos de primer

plano en la serie: patriotismo, nacionalidad, heroísmo, progreso. Todo se

avenía con el activista revolucionario que era entonces Vasconcelos. En mi

opinión, sin embargo, la visión galdosiana es más compleja y profunda. Para

ello me remito a mi comunicación ante el primer Congreso Galdosiano, de

la que tan sólo me permitiré una breve cita:

En lo qué a Trafalgar respecta, diríase que Galdós recoge, a través de

la perspectiva del narrador-agente, el entusiasmo patriótico ante un

hecho considerado generalmente como glorioso por los españoles, pero

ofreciendo además, explícita o implícitamente, una crítica de actitudes

y hechos en lo que tienen de representativos de la conducta humana

y de circunstancias históricas particulares28.

Aunque sin pretender identificarlos plenamente, una interpretación así

acercaría el Galdós de la primera serie de los Episodios al Azuela de Los de

abajo. Pero en ésta lo que queda de primer plano son una decepción y un

pesimismo intensos.

En términos generales, me atrevería a proponer que la novela de la Re

volución se caracteriza por su historicidad, un personaje colectivo que es el

pueblo, y un predominio de las escenas como elemento estructural. Tal como

ocurre con los murales mexicanos, en los que pueden observarse esos mis

mos componentes, el conjunto es grandioso y dinámico. Estas características

encuentran antecedente en los Episodios galdosianos, sobre todo en las dos

primeras series. ¿Lo habrá visto también así Azuela? Hago la pregunta por

que, en su estudio sobre Galdós, sin llegar a establecer la relación que acabo

de aventurar, por dos veces se refiere a la obra de éste como gran fresco o

mural29.

Entre los mexicanos cuyas actividades intelectuales se inician en el Ate-

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neo de la Juventud y con la Revolución, se destaca Alfonso Reyes (1889-

1959). Su sólida formación humanística, el rigor de su pensamiento, la varie

dad y calidad de su copiosa producción, y su fina sensibilidad le acreditan

como uno de los más elevados valores intelectuales en el ámbito hispánico.

Como su contemporáneo Ortega y Gasset, con quien mantuvo estrechos vín

culos, el caudal de sus lecturas es inmenso. Sin embargo, a juzgar por lo

que ambos publicaron, el interés de Reyes en la obra literaria de Galdós su

pera en constancia y profundidad al manifestado por Ortega. Casi valdría

preguntarse si no sería el de Galdós uno de los casos en los que piensa

Reyes cuando escribe a un amigo, intelectual cubano: «[...] Madrid, corte

literaria pletórica, es la tierra de los iguales, de la verdadera democracia,

que entre sus muchos agrados trae envueltos ciertos inconvenientes: aquí

nadie admira la virtud o la excelencia de nadie. Los ídolos que trae Ud. de

su tierra [...] aquí los verá Vd. por tierra en muy pocas horas»30.

Espigando en los dieciocho gruesos tomos de Obras completas de Reyes

se encuentran múltiples referencias a las de Galdós, entre las que sobresalen

los Episodios. Estas alusiones, en relación con temas diversos, son a su vez

testimonio de cuan rico es el veneno galdosiano. Así, Reyes recurre al per

sonaje Salvador Monsalud, de la segunda serie, como ejemplo de la evolu

ción positiva de una conducta: «No conozco examen más profundo, en su

sencillez narrativa, sobre los problemas de un español de hace cien años»81.

Al reseñar una edición por Moreno Villa de Espronceda, nos dice que éste

aparece «como por los rincones de un cuadro de Galdós [...]»3S. En unas

breves pero enjundiosas consideraciones sobre el «doble» en literatura, des

pués de citar casos en Alarcón, Plauto, Shakespeare, Moliere, Hoffmann,

Dickens y Verne, añade que se encuentra «aun en aquel fraile guerrillero

de Pérez Galdós que se sentía en comunicación con Zumalacárregui (¿o con

el Empecinado?)»33. Si trata de «Las frases hechas de la Historia», pone

como ejemplo de la española «'la de los tristes destinos', como se llamó a

Isabel II, y lo ha popularizado Galdós [...]»3l. En su «Discurso por la len

gua», ilustrando la flexibilización castellana como resultado del desarrollo

interior y de los contactos externos, dice Reyes que «en las novelas de Pérez

Galdós, gran repertorio del habla coloquial española, encontramos ya expre

siones nacidas por acá entre nosotros, como 'liar el petate' [...]» K. Una men

ción de Jules de Gaultier le hace apostillar al pie: «Toda la teoría del bovarismo

está en estas palabras de una mujer de Galdós: 'Rara es la que no se

ha creado una representación falaz de su persona para poder vivir' (La esta

feta romántica, XXVI)»36. Y hasta el personaje galdosiano Confusio, empe

ñado en escribir una historia lógico-natural de España, es decir, como debie

ra haber sido y no como fue, le sirve al polígrafo mexicano para destacar,

humorísticamente, los riesgos de «Todo discurso sobre la literatura univer

sal —de Bossuet o de Marx—» m o bien para poner reparos a los vaticinios

de Burckhardt *.

45

También afloran las referencias a Galdós en las obras teóricas de Reyes.

En los Apuntes para la teoría literaria, de hacia 1940, estudia varios casos

en que el autor se introduce en la novela, conversando con los personajes,

y declara decididamente:

De esta y muchas otras audacias se hallan ejemplos en el vastísimo

repertorio de Pérez Galdós, donde hay más fertilidad y audacia que en

muchas celebradas revoluciones de la novela europea. Lo que sucede

es que en España la literatura a veces no se percata de que ha hecho

una revolución M.

En comentarios sobre la novela y el diálogo, hace notar que hay Episo

dios galdosianos «que casi pueden leerse pisando el vado de los diálogos» *°.

Como es de esperar, al exponer varios de los aspectos de la relación histo

ria-literatura, se refiere a Galdós. Por ejemplo, cuando Reyes trata, en El

deslinde (1944), de la «Inserción de la historicidad en la novela», y el que

llama «milagro de fertilización de la historia por la literatura», menciona va

rias obras españolas y «sobre todo, los Episodios Nacionales de Pérez Gal

dós» tt. Y bajo el epígrafe «La historia y sus límites», como muestra de los

ensanches de asunto por inserciones de lo no humano que tocan de cerca lo

humano, recuerda «las invasiones de ratas egipcias transportadas a Europa

por los ejércitos napoleónicos, que traen a la memoria la Gerona de Pérez

Galdós, una de las más originales novelas de todas las literaturas, donde

hombres y ratas, acosados por el hambre del sitio, se disputan los alimen

tos [...]»*.

Algunas referencias más hay a Galdós en las obras de Reyes, pero quizás

no resalten en tan voluminoso conjunto. Para apreciar el verdadero sentido

de lo que Galdós representaba para él, hay que referirse a una conferencia

que Reyes pronunció en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad

de México en 1943. En las Obras completas lleva por título «Galdós». En sus

páginas se desborda el entusiasmo, más de tener en cuenta dada la mesura

característica de Reyes y su solidez como crítico literario. Su convicción en

cuanto a los valores literarios de Galdós es plena, y la comunica en una ex

posición sintética y vibrante. Un par de citas bastarán para darnos su idea de

un Galdós a quien de entrada proclama «el mayor novelista de la lengua en

el siglo XIX, y uno de los mayores en todos los tiempos y literaturas» **:

He aquí, una vez más y siempre, la espléndida integración hispánica

[...] Historia, pero sazonada con fantasía; diafanidad, pero atravesada

de misterio; realismo, pero transfigurado a veces hasta el símbolo

mitológico; religión y descreimiento, guerra civil en las almas como

en las calles; heroicidad como cosa obvia, y vida entendida como em

presa hazañosa; pasión, pero de tales alientos que quema sin envile

cer (p. 333).

En el acervo de Galdós pueden espigarse, como de paso y ofrecidas

con ese candor de la verdadera fecundidad, mil audacias de que suele

46

jactarse la novela más revolucionaria de nuestros días: monólogo in

terior, punto y contrapunto, acierto en la coherencia como en el desor

den, belleza en la unidad como en la dispersión, invención poética y

también, fidelidad de crónica, imaginación y estudio, sentimiento de

lo terreno y de lo extraterreno. De todo hay: temas de anticipación

científica, atisbos del tema policial, inspiraciones oníricas o arrancadas

del sueño, lo humano y lo sobrehumano, naturalismo sin compromisos

y siempre sobresalto de sorpresas, poematismo sin flojedades, la nitidez

más tersa, las reconditeces del psiquismo mórbido, el retrato domés

tico y las figuras que tienden a convertirse en alegoría, como puede

verse en el tránsito que va —digamos— del León Roch al Santo Pajón

y a los políticos Cucúrbitas, Cylandros e Hipérbolas. Los locos sublimes

o grotescos, continúan la galería cervantina. Y ni siquiera faltan los

casos de gemelos psíquicos que parecen moverse al unísono y morir

con el mismo golpe, o los tipos de reencarnación que recuerdan la

filosofía del Karma. (ibíd.).

Espero que lo extenso de la cita se justifique por su pertinencia. Si el

juicio inicial de Reyes sobre Galdós pudiera parecer hiperbólico, he ahí

argumentos que lo respaldan. Y en cuanto a su apasionamiento, se explica

en vista de la confesión final:

Yo solía leer de niño los Episodios nacionales, y me olvidaba hasta de

comer. Me arrebataban por fuerza a mi lectura. Al fin descubrí el mejor

lugar donde esconderme con mi libro. La mesa del comedor era enor

me, como para las numerosas familias de aquellos tiempos. En cuanto

aprendí a meterme debajo de la mesa, mientras comían los otros, nadie

interrumpió más mis lecturas. Así empecé mis metempsícosis y transmi

graciones de que todavía no regreso (p. 337).

En 1918 se crea en México un «Nuevo Ateneo de la Juventud». Aunque

de corta duración, allí se inician en la vida intelectual unos jóvenes que más

adelante constituirán el grupo «Contemporáneos». En las actividades de este

grupo, y en la revista del mismo nombre, participarán los escritores mexica

nos más importantes de la primera mitad de nuestro siglo. Figura destacada

entre ellos, y guía del grupo por varios años, fue Jaime Torres Bodet (1902-

1974). Si su actividad intelectual fue intensa, no lo fue menos la que desplegó

como funcionario público. Precisamente está en relación con su cargo en el

Ministerio de Educación, en 1922, al frente del Departamento de Bibliotecas

Públicas, lo que origina una de sus primeras alusiones a Galdós: sus novelas

se incluyen en las listas básicas de obras seleccionadas para tales entida

des **, órganos de la misión educativa popular emprendida por la Revolución.

Desde este punto de vista, llamémosle populista, tal inclusión está más que

justificada. Pero sucede que la postura intelectual de Torres Bodet, reflejada

en sus ensayos, poesía y novelas, es de signo inconfundiblemente minoritario.

Su poesía manifiesta una sensibilidad lírica muy depurada, búsqueda y ex-

47

presión de lo esencial de sí mismo. En tanto que su creación en prosa le si

túa, temática y técnicamente, frente a las principales tendencias de la nove

lística mexicana de los años veinte, la colonialista y la novela de la Revolu

ción. Su media docena de novelas va por los caminos de la prosa artística y

sigue las innovaciones de los novelistas europeos de esa época. Por esto se

colegirá la distancia que le separa de Galdós.

Sin embargo, andando el tiempo, Torres Bodet demostrará que el incluir

a don Benito en la lista de grandes clásicos universales no obedecía tan sólo

a un sentido histórico de la literatura sino a una profunda convicción en la

vigencia artística de aquél. Me refiero a los ensayos en Tres inventores de

realidad-. Stendhal, Dostoyevski, Pérez Galdós (1955). Ya el título, y los

escritores con quienes va emparejado el español, anticipa el elevado concep

to que le merece como novelista.

La primera parte del ensayo sobre Galdós está dirigida a exponer las ra

zones de estudiarlo. Entre otras, dice, «un mexicano que dialoga con mexi

canos no podía desentenderse de un escritor que, en nuestro propio idioma,

compuso algunas de las novelas fundamentales del pasado español reciente» *.

Además, advierte, «en América, Pérez Galdós es menos conocido de lo que

suponen no pocos hombres de letras. Todo parece haberse conjurado contra

él: su fama de anticlerical y su estilo, tan calumniado; su fecundidad, que

resulta difícil de afrontar en todas sus múltiples consecuencias, y su frialdad

aparente, de narrador implacable por objetivo» (pp. 169-170). Torres Bodet

procede a corregir esos juicios, así como la indiferencia hacia Galdós predo

minante en la generación de literatos españoles que le sucede, y que explica

por «el desamor del procedimiento histórico» y «el ansia de escapar de la

realidad» (p. 185).

Las otras dos partes tratan de «Galdós y la historia» y «Galdós y la reali

dad». Van respaldadas por un breve análisis de «Cuatro ejemplos», las cuatro

novelas galdosianas que más le agradan: Doña Perfecta, El amigo Manso,

Fortunata y Jacinta y Ángel Guerra. Torres Bodet juzga con ecuanimidad,

amplios conocimientos de historia y técnicas literarias, y gran sensibilidad

artística. A través de comparaciones y análisis, el crítico mexicano llega a

conclusiones muy favorables a Galdós, cumpliendo con creces su cometido.

Sirvan de ejemplo las siguientes:

[•••] ningún historiador más patriota — y ningún patriota más objetivo.

El argumento de la novela trata de integrarse en la historia y, en ge

neral, la anécdota de cada protagonista no se sobrepone tediosamente

al suceso hispánico merced al falso paralelismo que, en narraciones de

otros autores, se descubre con tanta facilidad (p. 202).

Para los Goncourt, la existencia es un documento; para Zola, un la

boratorio; para Dickens, un mito; para Dostoyevski, un purgatorio de

culpas; para Balzac, el repertorio de una "comedia humana" y para

Stendhal una cámara psicológica que sólo deja brillar la línea sutil de

los caracteres. Para don Benito, la existencia es todo eso, porque la

48

considera en su integridad, espiritual, material, objetiva, práctica, mí

tica... En su ascenso hacia esas cumbres que son, en la cordillera de

sus novelas, Fortunata y Jacinta, Ángel Guerra, los Torquemada y

Misericordia, no olvida nunca el deber de mantenerse fiel a la realidad;

pero, conforme sube, se percata más hondamente de que la realidad

no concluye en los valladares de lo vulgar, de que energía y materia

son términos coherentes y de que el espíritu es coronación y garantía

intrínseca de lo humano (pp. 215-216).

La novela de Balzac resume la vida; la de Stendhal la pone en marcha,

como un cronómetro; la de Dickens la usa como una blanda materia

plástica con la cual modela a su antojo máscaras y leyendas; la de

Dostoyevski detiene el paso del tiempo junto a ciertos seres atormen

tados [...] En el caso de Galdós, la novela es vida y no síntesis, ni

simple mecánica de vida. Cuando se penetra en un libro suyo, la reali

dad nos rodea como una casa (pp. 216-217).

Quedan las promociones más recientes: ¿persisten entre estos escritores

huellas de ese Galdós tan alabado por Azuela, Reyes, Torres Bodet? Caso

representativo es el de Carlos Fuentes (1928- ). Conocida es su preemi

nencia en la vanguardia de la novelística hispánica. Tanto en dos de sus

primeras novelas, La región más transparente (1958) y La muerte de Artemio

Cruz (1962), como en las posteriores, ha mantenido una postura experimen

tal e innovadora. Por eso es particularmente interesante que después del

éxito de la primera, orientada según el ejemplo de Dos Passos, se decidiera

por el de Galdós para la siguiente, Las buenas conciencias (1959). «Es una

novela tradicional, galdosiana», ha dicho Fuentes en un par de ocasiones46.

Iba a ser parte de una tetralogía, «Los nuevos», cuyo proyecto abandonó

después de destruir una buena parte.

Cabe preguntarse por qué se decidió Fuentes en ese momento por un

modelo galdosiano. El que Las buenas conciencias tenga lugar en una ciudad

de provincia, en vez de la capital de la nación, no me parece explicación su

ficiente. Por una parte, las novelas de Galdós, salvo las que presentan el

«mapa moral de España», tienen lugar en Madrid. Por otra, Faulkner, ad

mirado por Fuentes y cuyos relatos son de ambiente pueblerino, ofrecía una

pauta muy en boga. Conviene tener en cuenta que Las buenas conciencias

está dedicada a Luis Buñuel, gran admirador de Galdós según lo demuestran

sus versiones fílmicas de Nazarín y Tristona. Como a menudo ocurre en las

películas buñuelianas, Las buenas conciencias expone y fustiga la hipocresía

burguesa. Esta clase, actualmente y más en el caso de México, conserva su

identidad mejor en una pequeña ciudad que en el ambiente cosmopolita y

multitudinario de la gran urbe. La novela, además, está centrada en un per

sonaje, Jaime Ceballos, que en esta obra es adolescente y a cuya formación

asistimos. Una técnica tradicional, con desarrollo lineal, relato en tercera

persona, sin sorpresas lingüísticas ni estructurales y un ritmo narrativo acom-

49

pasado, conviene, a mi ver, al tema, al personaje y al cuadro provinciano de

otrora.

Resulta curioso, no obstante, que a pesar de la conciencia que tiene Fuen

tes de ser «galdosiana» esta novela suya, ningún libro de Galdós aparezca

mencionado entre las lecturas de Jaime o las de su mentor literario y amigo,

el voraz lector Juan Manuel Lorenzo. Se observa, en cambio, en ese trío ini

cial de novelas un detalle técnico muy de Galdós, aunque su precedente

esté en Balzac: el personaje que figura en varias obras. Jaime Ceballos hace

su primera aparición en La región más transparente, ocupa el centro de Las

buenas conciencias, y reaparece marginalmente en La muerte de Artemio

Cruz. En lo que sí tiene exclusiva precedencia Galdós es en haber creado

un antepasado español del joven Ceballos, Higinio Ceballos, oficial de Baldomero

Santa Cruz, pañero de la calle de la Sal y personaje de Fortunata y

Jacinta47.

El que Carlos Fuentes abandonara la continuación de Las buenas con

ciencias no lo considero como rechazo de los valores artísticos de la obra

galdosiana, sino como parte integral de una dialéctica creadora. La práctica

narrativa en Fuentes me parece caracterizada por una variedad y dinamismo

que se manifiestan temática, estructural y lingüísticamente. Si al principio

esto era más evidente respecto a obras diferentes entre sí, posteriormente se

ha integrado en la obra individual, en una aspiración de hacerla instrumento

adecuado para reflejar el mundo moderno. Algo para lo cual el ejemplo del

conjunto galdosiano continúa vigente.

Varias son las conclusiones que, por el momento, pueden sacarse de lo

expuesto. Se habrá observado que mi indagación se mantiene en el ámbito de

las letras mexicanas. Haberme propuesto problemas como número de ejem

plares vendidos de obras de Galdós, y cuáles de éstas, hubiera exigido datos

bibliométricos que desconozco. Los pocos que proporcionan unas cartas has

ta ahora inéditas del representante de Galdós en México, transcritas en el

«Apéndice I» de este trabajo, no indican grandes éxitos de venta entre

1879-1884. Por otra parte, y con referencia al período finisecular, contamos

con la opinión de Mariano Azuela. Según éste, sólo las gentes de nula cul

tura ignoraban a Galdós en México. Cabe sin embargo, considerar que, con

toda probabilidad, el número de gentes cultas sería entonces considerable

mente reducido.

El advenimiento de Galdós a la literatura coincide con el nacionalismo

literario en México. Sus cultivadores prefirieron derroteros temáticos y téc

nicas —novela histórica, leyendas, costumbrismo— que la novela galdosiana

contribuyó de un modo muy eficaz a superar en España. En cambio los Epi

sodios, por históricos y nacionales, ofrecían una pauta y disfrutaron de acep

tación e imitadores, llegando a ensalzárseles por encima de los Romans

nationaux de Erkmann-Chatrian.

La Revolución mexicana de 1910 impulsa el nacionalismo en todos los

50

órdenes. En el literario, como es sabido, da nacimiento a la novela de la Re

volución. Tal novelística, vista en su conjunto y sin restarle un ápice a su

originalidad, ofrece paralelos con los Episodios galdosianos, sobre todo con

las dos primeras series: historicidad, el pueblo como personaje colectivo, y

las escenas como destacado elemento estructural. Sus autores, si hemos de

creer a uno de ellos, Azuela, tendrían que conocer la obra de Galdós.

También es de notar que el interés en Galdós se mantiene a través de

generaciones y representantes de escuelas literarias diversas. Así como que

entre éstos figuren tanto poetas como prosistas.

Considérese, por último, que la crítica más seria en México ha reconoci

do los indiscutibles méritos literarios de Galdós. Gutiérrez Nájera, Azuela,

Alfonso Reyes, Torres Bodet lo han hecho constar en reseñas, conferencias

o ensayos. Esto adquiere particular significación por tratarse, en los casos

de Gutiérrez Nájera y Azuela, de escritores muy arraigados en la literatura

francesa. En cuanto a Reyes, porque su opinión lleva el respaldo de una

vasta y solidísima cultura humanística, además de sus dotes de creador lite

rario. Y algo por el estilo vale decir de Torres Bodet.

No menos de tener en cuenta es el hecho de que la labor de estos críticos

se aquilata por lo ponderado de sus juicios y su amplitud de miras. Las com

paraciones que hacen de Galdós con los grandes maestros extranjeros de la

novela redundan en beneficio del español sin menoscabo de escritores por

ellos admirados. En consecuencia, contribuyen decididamente a asentar a

Galdós en el destacado puesto que le corresponde en la literatura occidental.

NOTAS

1 Sobre algunos aspectos de este asunto, ver la comunicación de R. Gutiérrez

Jiménez al Congreso Literario que tuvo lugar en Madrid en 1892, La producción lite

raria en España y el comercio de exportación de libros a América (Madrid, 1893).

2 Ignacio M. Altamirano, Obras completas, I (México, D.F., 1949) 1-191. Para

las citas siguientes de Altamirano doy el número de página en el texto, entre paréntesis,

según esta edición.

3 J. L. Martínez, La emancipación literaria de México (México, D.F., 1955)

pp. 83-85.

* Los parientes ricos, 2.a ed. (México, D.F., 1961). Cf. Galdós, ob. cit., "Prólogo":

"La impersonalidad del autor, preconizada hoy por algunos como sistema artístico, no

es más que un vano emblema de banderas literarias, que si ondean triunfantes, es por

la vigorosa personalidad de los capitanes que en su mano las llevan".

5 Angelina, ed. y prólogo de A. Castro Leal (México, D.F., 1964), pp. 89-90.

6 Ob. cit., p. 425.

7 Los parientes ricos (México, D.F., 1961), p. 239 (cap. XLIV).

51

8 Victoriano Salado Alvarez (1867-1931), autor de De Santa Anna a la Reforma

v La Intervención y el Imperio, en los que hace la crónica de los años 1851 a 1867. La

cita es de otra obra suya, De mi cosecha: Estudios de crítica (Guadalajara, México,

1899), p. 84, que incluye un ensayo sobre "Don Rafael Delgado" (pp. 79-86). Amado

Ñervo atestigua la admiración de Salado Alvarez por Galdós, vid. nuestro "Apéndice II",

documento núm. 23.

9 La parcela, ed. A. Castro Leal (México, D.F., 1968), "Prólogo del autor".

10 Ob. y ed. cit., pp. 3-4. Ver también nuestro "Apéndice II", documento núm. 16.

11 Emilio Rabasa, La bola y La gran ciencia, ed. y prólogo de Antonio Acevedo

Escobedo, 2.a ed. (México, D.F., 1966), x.

Justo Sierra llegó a tratar personalmente a Galdós, de quien hace una interesante

prosopografía en sus apuntes de viaje (21 nov./1900): "Pérez Galdós — alto moreno —

bien vestido por casualidad — decidor por casualidad — un cuentecillo cualquiera —

sonrisa bonachona, bajo el bigote gris y sobre los malos dientes — subrayada por el

chisporroteo de los ojos negros — pequeñísimos y un poco burladores — Pelo muy

negro — corto, peinado de cualquier modo — Impresión: uno que se asoma al balcón

para ver pasar la vida — que le divierte mucho — a la que no le pierde detalles — y

que luego recapacita con la pluma en la mano — Por extremo simpático — Echegaray

sólo come cuando veranea a orillas del mar — Galdós, al contrario, en Santander pierde

el apetito — allí tiene su casa — En Madrid come bien — Conmigo muy muy amable —

dice que si enflaquezco un poco tendré el gusto de haber sido retratado por Velázquez

con el nombre del escultor Montañez [sic] — Buscamos en un libro que Icaza tiene

el grabado del cuadro y confirma su idea — Para los últimos libros de su serie habló

dos o tres veces con la reina Isabel — Gran elogiador de su buen natural, de su genero

sidad, de su españolismo, corrompida por el medio". {Epistolario y papeles privados, en

Obras completas, XIV [México, D.F., UNAM, 1949], 141).

Que Sierra fue lector cuidadoso de Galdós lo atestiguan estas palabras de una carta

presentándole a Amado Ñervo (25 julio/1905): "Doblo una hoja de Carlos VI en la

Rápita para poner a usted doce líneas que llevan, primero, mi saludo cordial de perenne

admiración [...] Y espeto a Vd. esta jaculatoria sacada de mis apuntes trazados al

margen de su libro o sus libros: realmente Vd. ha logrado hacer subir el hecho trivial

y la psicología de cualquiera a la altura de la historia (como en otros libros que no

son los Episodios los ha subido a las cimas de la filosofía). Por tal modo que sería

muy difícil, imposible acaso, separar de la Historia de España que con el nombre de

episodios escribe usted, el episodio íntimo, individual, del fenómeno histórico; tanto

así la trama y la urdimbre se complican para formar la tela. Si historiador es describir

la evolución psicológica de un grupo humano que mete las raíces en la biología y abre

los brazos en el mundo sociológico, usted es un incomparable historiador". (Ob. cit.,

p. 273). Para otras cartas, inéditas, de Sierra a Galdós, ver nuestro "Apéndice II".

12 "La bola, de Sancho Polo [pseudónimo de E. Rabasa]", en M. Gutiérrez

Nájera, Obras I: Crítica literaria (México, D.F., 1959) 302-303. Se publicó original

mente entre las "Humoradas dominicales", El Partido Liberal, 31 julio, 1887.

1S Rabasa, Ob. y ed. cit., xii.

14 M¿ Diario: Primera serie, II (México, D.F., 1910). Las referencias a las páginas

van en el texto, entre paréntesis. Para otras ponderaciones a Galdós ver Mi diario:

Primera serie, III (México, D.F., 1920), p. 198; Mi diario: Segunda serie, I (México,

D.F., 1934), p. 317; Mí diario: Segunda serie, II (México, D.F., 1938), pp. 252, 306, 337.

52

15 M. Gutiérrez Nájera, ob. y ed. cit., 186. Para éste, como para los datos que a

continuación se dan, me valgo de la ejemplar anotación de Ernesto Mejía Sánchez a la

ed. cit.

16 Gutiérrez Nájera, ob. y ed. cit., 187.

17 Gutiérrez Nájera, ob. y ed. cit., 490.

18 Gutiérrez Nájera, ob. y ed. cit., 186, n. 4.

19 Luis G. Urbina, "Alrededor de los asesinos" (sobre un crimen en Madrid),

Estampas de viaje: España en los días de la guerra (Madrid, 1920), p. 243; y "La señora

Condesa", Luces de España (Madrid, 1923), p. 47.

20 Amado Ñervo, Algunos: Crónicas varias, en Obras completas (ed. Alfonso

Reyes), XXI (Madrid, 1928), 88-97. Sebastián de la Nuez y José Schraibman han pu

blicado varias cartas de Ñervo a Galdós en Cartas del archivo de Galdós (Madrid, 1967).

Ver también nuestro "Apéndice II", documentos núms. 17-23.

21 C. Fuentes, La nueva novela hispanoamericana (México, D.F., 1969), 14.

22 Sobre Valle, ver M. Fernández Almagro, Vida y literatura de Valle-Inclán

(Madrid, 1966); Emma S. Speratti-Piñero, La elaboración artística en "Tirano Ban

deras" (México, 1957) y "Valle-Inclán y México", Historia mexicana (México, D.F.),

julio-sept., 1958, '60-80; Jorge Campos, "Tierra Caliente (La huella americana en Valle-

Inclán)", Cuadernos hispanoamericanos, núms. 199-200 (Madrid, julio-agosto, 1966),

431-438 (sobre este particular). Me ocupo de algo de esto en un estudio de próxima

aparición en Anuario de Letras (México, UNAM), "La radical apostura de Valle-Inclán".

Valle prologó el libro del joven Ramón J. Sender, El problema religioso en México

(Madrid, 1929). Luis Araquistain analiza el proceso revolucionario en La revolución

mejicana (Madrid, s. a. [C.I.A.P., S.A. ¿1929?]. Ver también el reciente estudio de

Dru Dougherty, "El segundo viaje a México de Valle-Inclán: Una embajada intelectual

olvidada", Cuadernos americanos, CCXXIII, núm. 2 (marzo-abril, 1979), 137-176.

23 Ver John E. Engelkirk, El descubrimiento de "Los de abajó" (México, D.F.,

1935).

21 Páginas autobiográficas [1.a ed., en Obras completas, México, D.F., 1958]

(México, D.F., 1974), pp. 271-272. En las citas subsiguientes doy las páginas en el texto,

entre paréntesis, con referencia a esta edición.

25 En Azuela, Obras completas, III (México, 1960). Cito según esta edición, dando

las páginas en el texto, entre paréntesis.

26 En una circular suya (núm. 4, 30 julio/1920) aboga por la lectura de "tres visio

narios cuyas doctrinas deben inundar el alma mejicana. Ellos son: Benito Pérez Galdós,

Romain Rolland y León Tolstoy". Y continúa: "Se recomienda la lectura de todas las

novelas y dramas de Galdós, porque Galdós es el genio literario de nuestra raza er, ios

últimos tiempos; porque sus obras están inspiradas en un amplio y generoso concepto

de la vida y porque en ellas se descubre un motivo que no está en la tragedia griega,

ni en ninguna otra literatura: la bondad del corazón como una forma de la sublime,

como un sacrificio en que se aniquila el sujeto; pero derramando sobre el mundo

raudales de gracia vivificadora y fortificante". Se encargó la compra de colecciones

de obras de Galdós, en Madrid, primero a Pedro Henríquez Ureña, y después a Alfonso

Reyes. (Claude Fell, Écrits oubliés / Correspondance fosé Vasconcelos / Alfonso Reyes

[México, D.F., Institut Francais d'Amérique Latine, 1976], p. 78). Agradezco este dato

al profesor Jean-Francois Botrel, cuyos estudios de bibliometría galdosiana iluminarán

varios aspectos de la recepción de la obra de nuestro novelista.

27 Vasconcelos, Ulises criollo [12.a ed.] (México, D.F., 1964), pp. 222-223.

53

28 "Galdós, Valle-Inclán, esperpento", Actas del Primer Congreso Internacional de

Estudios Gáldosianos [1973] (Madrid, 1977), p. 194.

29 Azuela, "Grandes novelistas", Obras completas, III (México, D.F., 1960), 1002,

1010. Jaime Torres Bodet hace la misma comparación: "el inmenso mural de los

Episodios [...]" {Tres inventores de realidad: Stendhal, Dostoyesvski, Pérez Galdós

[Madrid, 1969], p. 192).

30 Zenaida Gutiérrez-Vega, Epistolario Alfonso Reyes - José M. Chacón (Madrid,

1976), pp. 80-81.

31 "Fronteras: xiii. Rumbos cruzados", Cartones de Madrid, en A. Reyes, Obras

completas, II (México, 1956), 245.

32 "Sobre Espronceda" [1923], Obras completas, VII (México, D.F., 1958), 428.

33 "Apéndice al artículo 'Un drama en el cine: Tren de ondas'" [1932], Obras

completas, VIII (México, D.F., 1958), 423-424.

34 Norte y Sur (1925-1942), Obras completas, IX (México, D.F., 1959), 115.

35 Tentativas y orientaciones: ix [1943], Obras completas, XI (México, D.F., 1960),

p. 316.

36 Grata compañía: vi. "Vermeer y la novela de Proust" [1923], Obras completas,

XII (México, D.F., 1960), 61.

37 Tentativas y orientaciones: vi. "Esta hora del mundo" [1939], Obras completas,

XI (México, D.F., 1960), 250.

38 Grata compañía: "Prólogo a Burckhardt" [Reflexiones sobre la Historia Uni

versal] [19-43], Obras completas, XII (México, D.F., 1960), 128.

39 Obras completas, XV (México, D.F., 1960), 445.

40 Apuntes..., Obras completas, XV, 460:

41 En Obras completas, XV (México, D.F., 1960) 126-127.

42 En Obras completas, XV (México, D.F., 1960), 87.

43 Capítulos de literatura española: Segunda serie, en Obras completas, VI (México,

D.F., 1957), 332-337. Apareció antes en Cuadernos americanos, II, x (Julio-agosto, 1943).

Las páginas correspondientes a las citas se indican en el texto, entre paréntesis.

44 J. Torres Bodet, Tiempo de arena [1.a ed.] (México, D.F., 1955), pp. 154-155.

Cf. nota 26.

45 J. Torres Bodet, Tres inventores de realidad: Stendhal, Dostoyevski, Pérez

Galdós (Madrid, 1969), p. 169. Las citas que siguen son por esta edición; las páginas

se dan en el texto y entre paréntesis.

46 Ver entrevista con Emmanuel Carballo, 19 protagonistas de la literatura mexi

cana del siglo XX (México, D.F., 1965), pp. 437 y ss.; también, entrevista con Emir

Rodríguez Monegal, en Helmy F. Giacoman (ed.), Homenaje a Carlos Fuentes: Varia

ciones interpretativas en torno a su obra (Nueva York, 1971), pp. 51-52.

47 "El jefe del hogar, don Higinio Ceballos, había sido oficial de aquel Baldomero

Santa Cruz, notable comerciante en paños del Reino en la calle de la Sal, y de él

aprendió la máxima de su comercio: el buen paño en el arca se vende". (Las buenas

conciencias, cap. 2). Jaime Ceballos aparece como novio de Betina Regules en La región

más transparente (sección 3, "Betina Regules [1954]") y, ya casado con ésta, en La

muerte de Artemio Cruz ("[1955: Diciembre 31]").

54

APÉNDICES

Transcribo a continuación originales de documentos inéditos que se conservan en el

archivo de la "Casa-Museo Pérez Galdós", de Las Palmas. Deseo hacer constar mi pro

fundo agradecimiento al personal de dicha entidad por la amable acogida dispensada

y las facilidades que se me dieron para consultar dichos fondos y utilizar sus materiales.

En la transcripción respeto la ortografía y puntuación originales.

APÉNDICE I

Documentos relacionados con la distribución y venta de

obras de Galdós en México, en el siglo XIX

[NÚM. 1]

[Nota:] Remitidos en dos cajones el 10 de Junio menos Trafalgar, Juan Martín, La

Fontana de Oro y los dos últimos tomos por no haberse publicado.

México, Feb.° 8/79

Sr. D.n B. Pérez Galdós

Madrid

Est.° Am.°:

Me refiero á su apreciable 19 de Dbre último.

Celebro haya sido de Su aprobación el resultado de los libros que me remitió.

Desearía estar en aptitud de ayudarlo en la propaganda de sus producciones. Lo merecen.

Ventajosos son los Sres. libreros. Este D.n J.n Buxó, honrado e inmejorable como

amigo; pero muy dispuesto á sacrificar en el negocio al Santo de la Paloma.

Ejemplo: las obras de V. qe vende á 20 y 25rvn [¿reales de vellón?] y que no pasa

de 7res [¿reales?] puestas en su casa. Se las ofrecí en VaCruz pero no quiere — Le pido

una nota qe le incluiré si me la entrega oportunamente pa si V. se decide hacer el

negocio —

Calcule V. lo fuerte del cambio de situación en el día; de 20 á 22 propo. le resul

tarán á 5 l/2rvn cada tomo en esa; con menos los gastos de transporte á esta.

El flete y gastos de V.KÜ.2 aquí fueron $4.21 cent.8 p.r la caja anterior — Por mi

parte, con gusto desempeñaré, cuanto me ordene.

D.E J. Ant.° de Mendizabal, es encargado ó representante de los contratistas de esta

Casa de Moneda. Entre los platicones de librerías se analizavan las obras de V.; y

disputavan sobre la edad del autor. Unos calculavan 20 años otros lo hacian testigo de

los acontecimientos, y cuando menos de ¡80! años. El Sr. Mendizabal se encargó de

averiguarlo y por este incidente se dirigiría á V.

Si antes de cerrar la presente, me ocurriese otra cosa, lo dirá ál calce, su

af.mo am.° S. S.

Ricardo Sainz

55

Aumento:

D.n J.n Buxó me pasa la nota sig.te:

45 Ej.s Episodios Nacionales á 20 tomos 900

25 " La fontana de Oro 25

25 " El audaz 25

35 " D.a Perfecta 35

35 " Marianella 35

30 " Gloria á 2 tomos 60

30 " León Roch á 2 id 60

Tomos 1.140

Entendido de [?] puesto aquí —

El periódico: que no le conviene hacerse cargo —

Vale

[Núm. 2]

[En hoja aparte y con letra distinta de la del documento anterior:]

Llevo ademas 4 ejemp.es Man.1 Costurera 4 id Cartilla, 4 id Historia Civil y Consti

tucional de Ynglaterra, 2 id Física completa y 2 id Bocetos al Temple, 8 id Biblia de

la infancia 4 á cartoné, 4 id H.a antigua 2 á cartoné, 4 id Romana 2 á cartoné, 4 id

Edad Media 2 á cartoné, 10 id Calor y Frío, 10 id Exposición de 1878, 10 id Guerra

al Adulterio, 2 id La carcoma y 2 Higiene del Hogar.

40

9

45

18

360

45 Episodios 810

Fontana —

810 Audaz 25

Perfecta 35

Marianl 35

Gloria 60

L. Roch 90

1.055

[Núm. 3]

[Letra semejante a la del documento núm. 2]

México, 10 Junio 1879

2 Bocetos al Temple

2 La Carcoma

10 Guerra al Adulterio

4 Historia Civil de Inglaterra

56

4 Manual de la Costurera

4 Cartilla de id

10 Exposición de 1878

2 Fisica

10 Calor y Frió

2 Higiene del Hogar

4 Biblia de la inf.a 1.° y 2.°

4 Historia antigua

4 ídem Romana

4 Edad Media

49 Colecciones Eps. Nacionales

29 El Audaz

35 D.a Perfecta

30 Gloria 1.a y 2.a pte.

35 Marianela

30 León Roch 1.a 2.a y 3.a

[Letra diferente de la anterior:]

Los libros de esta nota no se mandaron á Méjico sino á Santander, donde yo hice

las cajas.

[Núm. 4]

Dbré 17/81

7.559 Cuenta de gastos de recibo y remesa de R S [¿Ricardo Sainz?] 1 caja libros

recibida de Santander en el vapor francés "Ville de St. Nazaire", remesa del Sr. D.n

Franco M.a Gutiérrez para remitir á D.n Ricardo Sainz, de México, á saber:

1881

Dbré 21 Remitido á México por el ferrocarril

á la consignación de D.tt R. Sainz

1 caja libros, con peso de 125 kilos

— Gastos —

Corretage marítimo s/.fcó [?] 25 $ 09

Descarga é introducción 1 13

Sellos y hojas para despacho y guias, abrid.a 1 „

Multa á la Aduana por falta de procedencia, nombre

del capitán y clase de los libros en la factura

consular 12 „

Condn á n/. almacén 75

id. al fcarril, dros. de sgdad y flete 7 75

Derechos de import.n s/. 125 kilos btos. $ 1 por

100 K 1 25

Comisión de recibo y remesa 1 „ $ 24 97

Cuya cantidad de veinticuatro pesos, noventa y siete centavos,

cargamos en c/c al Sr. D.n Fran.co M.a Gutierres, de Santander.

S. E. ú O.

Veracruz, Enero 17 de 1882

C. A. [?] Martinez

57

[Núm. 5]

México, Oct.e 15/81

Sr. D.n B. Pérez Galdós

Madrid

Plaza Colón 2-3.°

Querido Am.°:

Recibo su cartita del 19 Set.e p.° p.°

No llegaron los 100 tomos de la obra que me anuncia y los espero en el sig.te

correo; según ofrece enviarlos nuestro D.n F.co M. Gut.ez

Ya veré como los realizo y le aseguro q.e no omitirá diligencia alguna su Am.° que

lo aprecia

Ricardo Sainz

[Núm. 6]

[Membrete: ]

Ricardo Sainz

México, Octe. 16/82

Sr. D.n B. Pérez Galdós

Madrid

Mi est.° Am.°:

Hasta hoy contesto su apreciable del 21 de Agosto p.° p.° en la q.e me anuncia el

envío de dos cajones libros por la vía de Sant.r y Barcelona con

100 tomos El amigo Manso; y

Por Barcelona ^ „ rj.

Por Sant.r

100 " l.os Episodios y

100 " " Id.

El valor de estos tomos es:

<6 pesetas El Am.° Manso ) , ..

y ( a q.e deben salir

^ y i p.r ej—

15 los Episodios )

No es esto de mi cuerda — Los anteriores los repartí entre Am.os y preveo ahora

q.e no he de ser tan afortunado — Haré la diligencia y en último caso ocurriré á estos

libreros aunq. son judios.

Se repite afmo. Am.° S. S.

Ricardo Sainz

[1] El título plantea un problema que no he podido resolver ni con la ayuda de

expertos galdosianos. Se trata de una palabra de cuatro letras y la caligrafía es clara;

"Nova", "Nava", "Novo" serían posibles variantes que no resuelven el caso. La escritura

no respalda el transcribir el título como Nana (1880), la famosa novela de Zola.

58

[Núm. 7]

México, Mzo 17/82

Sr. D.n B. Pérez Galdós

Madrid

Querido Am.°:

He comenzado á repartir su última producción, mandando á los am.os y correspon

sales del Interior.

Ignoro el resultado; pero no será muy funesto; y considerando q.e no vendrá mal

á V. estos recursos le acompaño;

$200— en 4 decimos nos. 23.318 de la lotería del 23 de D.bre último [sic].

Le desea todo bien, quien se repite su af.mo am.° S. S.

Ricardo Sainz

[Núm. 8]

México, Julio 10/82

Sr. D.n B. Pérez Galdós

Madrid

Est.° Am.°:

Aquí tengo un viejo á quien quiero mucho — En la fuerza de su edad y rodeado

de poder y consideración; le merecí yó — q.e apenas salia al Mundo, mil pruebas de

distinción.

Hoy han corrido los años, y con ellos he aumentado mi cariño, al grado de verlo

y respetarlo como á un padre, y él quererme como á un hijo —

Tiene conocim.to de la estimación que á V. profeso, y se vale de mí p.a remitirle

algunos de sus trabajos, en los ratos de ocio.

El conocido por "Fidel" en el Mundo literario y D.n Guillermo Prieto [1] en ntra

Sociedad es a quien se refiere su af.mo Am.° S. S.

Ricardo Sainz

[1] (1818-1897) Poeta popularista, liberal, periodista, crítico teatral y dramaturgo

mexicano.

[Núm. 9]

[Membrete: ]

Ricardo Sainz

Apartado en el Correo no. 273

México, Mayo 30 de 1883

Sr. D.n B. Pérez Galdós

Madrid

Plaza Colón 2-3.°

Mi est.° Am.°:

He recibido su apreciable de Abril —

Los Srés C. A. [?] Martínez y C.a de Va Cruz, me remitieron hace unos días el

cajón con los Episodios de lujo, y pagué á estos Amos:

$ 24.22 0 q. hicieron de gasto en aquel puerto —

59

La obra como la encuademación se recomienda sola, y ofrezco á V. hacer diligencia

por su realización — La desgracia está en q.e no es de mi cuerda, y en q.e no conozco

'ibreros de toda mi confianza —

Por lo demás: no espere V. de mí el que dé punto á nuestras relaciones. Lo tengo

en gran estima y con orgullo recibo sus ordenes y el nombre de Am.°

A mi Sob.° Luis lo considero de buena disposición, pero de carácter voluble — Ahora

le ha dado por las Bellas Artes, y como V; me informan q.e no lo hace mal — Veremos

si el nuevo estado le infunde constancia.

Hasta otra vez, se despide su af.mo S. S.

Ricardo Sainz

[Núm. 10]

[Membrete: ]

Ricardo Sainz

Apartado en el Correo no. 273

México, Junio 23 de 1884

Sr. D.n B. Pérez Galdós

Madrid

t

Estimado amigo mió:

Hace muchos meses que carezco de sus apreciables letras.

Verdad es que falta asunto de que tratar, para que nuestra correspondencia sea más

animada. Sin embargo tengo algo pendiente de que debo darle razón: la edición de

lujo Episodios, etc., existe aún en mi poder, exceptuando muy pocos tomos, que he

vendido y no al precio fijado.

Aquí la situación politica es mala, muy mala, y la mercantil infinitamente peor,

superando á cuanto malo pueda Ud. figurarse.

Que se conserve Ud. bien, celebrará su adicto amigo S. S.

Ricardo Sainz [1]

[1] Firma y rúbrica concuendan con las de las cartas precedentes. El texto, en

cambio, parece redactado por algún amanuense; la letra redondilla contrasta con la

cursiva de las anteriores.

[NÚM. 11]

[Membrete: ]

Ricardo Sainz

Apartado en el Correo no. 273

México, Julio 14 de 1885

Sr. D.n B. Pérez Galdós

Madrid

Mi apreciable Am.°:

Muchos meses han pasado, sin darle á V. cuenta de sus cosas en ésta —

No tiene disculpa la tardanza, y sin embargo, la ha motivado causas contrarias á

mi voluntad. Conste, que no es indiferencia ni falta de estimación —

60

Tengo existentes 174 tomos (1.° y 2.°) de Episodios Nacionales — Solo he vendido

26 desde 2 á 3 $ cada uno; que resultan como á $2.25 0 valor en esa —

Acompaño una lbza. p.r: — p. 58 [1] á cgo. del Sr. D.n Julián Diez de Bustamente,

valor de dhós. 26 tomos —

Con pena —y ha sido una de las causas— le dá esta noticia referente á los Episodios

su af.mo Am.n q. lo aprecia

Ricardo Sainz

[1] Anotación al margen: "R.vn [¿Reales de vellón?] 1.160".

APÉNDICE II

Cartas de Galdós a escritores mexicanos o relacionadas

con México

José M. Facha

Telesforo García

Francisco A. de Icaza

José López-Portillo y Rojas

Amadeo Ñervo

Justo Sierra

[Núm. 12]

San Luis Potosí, Méjico, 25 de junio de / 900

Sr. D.

Benito Pérez Galdós

Madrid

Respetado y querido amigo mío:

Hace pocos días tuve el placer de recibir su novela Montes de Oca, que tuvo usted

la amabilidad de mandarme con una lisonjera dedicatoria que me llena de orgullo y de

gratitud. Ahora más quiero á usted, no por vanagloria mía, sino porque veo que usted,

á diferencia de ciertos espíritus mezquinos y obscurantistas, no tiene ese sacro horror

por nuestra escuela modernista. Así juzgaba yo á usted: como grande, noble y generoso,

como artista sin igual, lleno de progreso y pletórico de bondad. De las pocas virtudes

que heredamos los mejicanos de ustedes, una de ellas, la que más hondamente arraigada

conservamos, es la de la sinceridad y con toda esa sinceridad que creo tener, le escribo

á usted la presente, sin que en ella estampe, ¡ lo juro!, una sola falsedad ó un mentiroso

ditirambo. Y usted que tiene un intelecto inmenso comprenderá cual sería mi contento

al mirar el autógrafo de la novela que me envió; a mí que desde que comenzé á pala

dear la novela española erigí á usted un altar en lo más recóndito de mi cerebro, á mí

que he gastado todo el incienso de mi devoción en el arca de ese altar! Y hoy más

le estimo, como anteriormente dije, porque aunque usted no comulgue con ciertas

61

ideas nuestras, no por ello anatematiza á Rueda, el de España ni á nuestro Rubén

Darío y digo nuestro, no porque sea de mi país, sino porque es de nuestra América;

así lo hacen los que verdaderamente valen.

Reciba usted el honemaje respetuoso de mi entusiasta admiración y el cariño leal

de mi alma. S. S. Q. B. S. M.

José M. Facha [1]

Dirección:

3.a de Abasólo, 8

San Luis Potosí

S. L. P.

República Mejicana

[1] Poeta y cuentista potosino, 1880-1957. Colaboró en la Revista Moderna (México,

1898-1903). Agradezco estos datos a la amabilidad del Dr. Joaquín Antonio Peñalosa,

de San Luis Potosí, y a la profesora Paciencia Ontañón de Lope, de la Universidad

Iberoamericana, México, D. F., respectivamente.

[Núm. 13]

[Membrete: ]

Telesforo García

Apartado 463

México, 8 de Julio de 1901

Sr. D.n Benito Pérez Galdós

Santander

Mi distinguido compatriota y amigo:

Algún periódico ha publicado aqui la noticia de que próximamente haría V.d una

visita á este pais. Si tal fuese su propósito, desearía saberlo, no solo para suplicarle que

aceptase el hospedaje de mi casa, sino también para ofrecer esta grata nueva á la

Colonia española y á la sociedad mexicana.

Justo Sierra, que hace poco llegó de Europa, para tomar á su cargo la Subsecretaría

de Instrucción Pública, recuerda con gran satisfacción las conversaciones que tuvo

con V.d en Madrid. Y por mi parte, ocioso parece decir con cuanto gusto estrecharía

la mano del insigne literato, del liberal decidido y del patriota ardiente su viejo ad

mirador.

Telesforo García

[Núm. 14]

[Membrete: ]

Telesforo García

Apartado 463

México, 4 de Septiembre de 1901

Sr. D. Benito Pérez Galdós

San Quintín

Santander

Mi distinguido compatriota y amigo:

Acabo de recibir la afectuosa de Vd. fecha 17 del pasado y no quiero ocultarle

me [sic] contento, al saber que hay alguna probabilidad de que haga pronto una visita

62

á este pais. En todo caso y ya que por resistencias de carácter, de las cuales participo

yo también en grado supremo, no pueda Vd., cuando tal suceso ocurra, aceptar mi

pobre hospitalidad, quisiera merecerle me tuviera al tanto de sus pasos a este respecto,

ya que no por otro motivo, por mi propia satisfacción y por la de los muchos admira

dores conque [sic] aquí cuenta.

Veo con frecuencia a Justo Sierra [sic] y muy agradecido me encarga devuelva á

Vd. su cariñoso abrazo. Ya me ha contado que en Madrid solian andar Vds. juntos y

que conserva de Vd. los recuerdos mas afectuosos. No podía ser de otra manera.

¿Qué nuevas obras trae Vd. entre manos? Lector asiduo y apasionado de Vd. también

este punto me interesa de veras.

Le quiere de corazón su compatriota y amigo devotísimo.

Telesforo García [1]

[1] Firma autógrafa. El texto de la carta, a máquina.

[Núm. 15]

[Membrete: ]

Francisco A. de Icaza

Señor Don

Benito Pérez Galdós

Muy distinguido y querido amigo:

Mi Señora y yo tendríamos mucho gusto en que Usted nos honrara acompañándonos

á comer mañana miércoles 21 á las 8 1/2 de la noche.

Yo aprovechare la ocasión para presentarle á Usted á mis buenos amigos y compa

ñeros de Delegación en el congreso Hispano-Americano los Señores Don Justo Sierra

y Don Pablo Macedo, á quienes es probable conozca Usted de nombre.

Estará Usted entre los suyos pues sólo nos acompañaran, además, nuestros amigos

los Señores Valera, Echegaray, Balart y Nuñez de Arce.

Ya sabe Usted cuanto le quiere y admira su af.mo am.° y S. S.

Fran.co A. de Icaza

Nov.e 20 / 900

d/c Claudio Coello, 17

[Núm. 16]

[Viñeta con iniciales "JLPR" enlazadas]

Guadalajara (México), noviembre 29 de 1893

Sr. D. Benito Pérez Galdós

Madrid

Muy estimado señor mío:

Como asiduo lector de sus famosos libros y admirador de su gran ingenio me per

mito remitirle por este correo un librito de versos "Armonías Fugitivas" que acabo de

publicar. Acéptelo U. como una muestra de mi admiración y de mi aplauso.

José López-Portillo y Rojas

63

[Núm. 17]

[N. B.: De las misivas de Amado Ñervo transcribo solamente las no incluidas por

Sebastián de la Nuez y José Schraibman en Cartas del archivo de Gáldós

(Madrid, 1*67)].

[Membrete: ]

Legación de México

Particular

Señor,

Por si no ha leido usted esto que acabo de recibir, se lo envío.

Ayer mismo, después de haber tenido el gusto de saludar á usted, escribí á Don Justo

Sierra, a fin de que le envíe luego todo lo que con respecto al general Prim ha escrito.

Lo saluda con mucho afecto

Amado Ñervo

Abril 21/906

[NÚM. 18]

[Membrete: ]

Amado Ñervo

Señor,

¿Quiere usted hacerme el gran honor de asistir mañana sábado al Ateneo á la

lectura de poetas mexicanos que daré á las 9 1/2 de la noche? Me llenaría usted de

satisfacción.

B. L. M.

Amado Ñervo

Abril 27 [¿1906?]

[Núm. 19]

[Tarjeta con la impresión:]

Amado Ñervo

Secretario de la Legación de México

Señor,

Le envío el libro de que le hablé hace un momento. Ya busco el de Doña Juana

la Loca. [1]

Lo saluda afectuosamente

[Rúbrica bajo el texto impreso]

[1] La tarjeta no tiene fecha. Es de suponerla anterior a la del documento núm. 20,

en que solicita en préstamo el libro aludido.

64

[Núm. 20]

[Membrete: ]

Amado Ñervo

Mayo 24 [¿1906?]

Muy distinguido amigo:

¿Sería usted tan bondadoso que me prestase el libro de Doña Juana la loca? Se

lo devolveré el día preciso que se sirva indicarme.

En caso de que aún necesite usted tenerlo, le agradeceré me diga el título exacto

del volumen y el nombre del autor, pues he perdido el apunte que me dio usted la

otra tarde.

Sabe cuanto lo admira y estima

Ñervo

[Se trata de La reina doña Juana la Loca, de Antonio Rodríguez Villa (Madrid,

1892), según apunta el propio Ñervo en Algunos: Crónicas varias, en Obras completas,

XXI (Madrid, 1928), 96].

[Núm. 21]

[Membrete con las iniciales A y N]

Junio 4/906

Mi muy distinguido amigo:

Gracias por el envío de "La Reina Doña Juana la Loca", que he empezado ya á leer

con verdadero deleite.

Cuidaré de enviárselo dentro del plazo que se sirve indicarme, sin falta.

Mucho le agradezco su deferencia y me es muy grato reiterarle mi afecto, mi res

peto y mi admiración.

Muy suyo,

A. Ñervo

[El libro fue devuelto con carta de fecha "Junio 13/906", transcrita por S. de la Nuez

y J. Schraibman, ob. cit., p. 252, pero con un error de data: "Junio/3/1906"].

[Núm. 22]

[Membrete con las iniciales A y N]

Mayo 30 [¿1906?]

Mi grande y buen amigo:

Naturalmente ya había comprado su admirable libro; pero claro que el ejemplar

que me envía será el que luego de leído vaya, con la mejor pasta, al estante de los

volúmenes amados.

Gracias de todo corazón por el valiosísimo obsequio. Siempre suyo devoto

Amado Ñervo

65

[NÚM. 23]

[Membrete con las iniciales A y N]

Junio 10 [¿1906?]

Mi grande y buen amigo:

El Señor Salado Alvarez [1] partió ya para Buenos Aires sintiendo muchísimo na

turalmente no verle pues es tan admirador de usted como yo.

Es muy posible que á su regreso de la Argentina pase por Madrid y entonces ten

dremos la honda satisfacción de ir á saludarle.

Sabe cuan devotamente es suyo,

Amado Ñervo

[1] Victoriano Salado Alvarez (1867-1931). Ver arriba, n. 8.

[N. B.: Se conservan además en el archivo de la "Casa-Museo" cinco tarjetas de

A. Ñervo con breves saludos ocasionales].

[Núm. 24]

[Membrete: ]

Gran Hotel de París

Madrid

10 de Diciembre / 900

Sr. D.

Benito Pérez Galdós

Presente

Muy distinguido y admirado amigo:

Llego ahora de una excursión á la divina Andalucía y en el primer periódico que

cae en mis manos leo su discurso en la reunión canarense —y aquí, á vuela pluma —

sans peser san rester— le envió mi impresión.

Es de puro entusiasmo, maestro eminente y querido; cierto, para transcribir en

notas y reducir á himnos triunfales la admiración por su estupenda importancia [?]

literaria, todos nos sentimos canarios, créalo V. Pero me refiero á su discurso, el

resume con esa suprema elocuencia que no necesita de una sola frase hecha la trascen

dencia y significación moral de la obra de V. Nadie tanto como V. ha estudiado el

alma española, que no es simple, según la definición clásica del alma, sino por extremo

compleja; estudiándola al través de la historia confusa de este siglo y de sus enmara

ñadas condiciones sociales nos la ha contado con prestigiosa sencillez y la ha resucitado

en su variedad infinita delante de nosotros, como que en nosotros vivía, como que

V. para objetivarla nos la ha sacado de las entrañas y nos ha dado plena conciencia

del deus qui erat in nobis.

Ahora bien su discurso de ayer es la consecuencia de todo su estudio; fe, fe en

nosotros mismos, entereza para aceptar la responsabilidad de todas nuestras debilidades

y nuestros errores, valor para hacernos solidarios de toda nuestra historia y confianza

no ciega sino muy vigilante, pero muy firme, fe, como V. dice, fe en el porvenir.

Me permite V. que acepte y secunde esa excitativa en nombre de todo el grupo

bispano-americano y que le declare que en ese sursum corda que, por encima de

nuestras patrias gloriosas va á la ideal patria latina estamos todos unidos, adivinando

que ese es el secreto de nuestra salvación Común?

66

Me voy de España dentro de dos ó tres dias, maestro ilustre, llevando un recuerdo

imperecedero de su historia que vive en sus reliquias y de su espíritu que vive en sus

hombres. Me voy lleno de fe en su energia y de confianza en su destino, y de fe en

los hombres que como V. representan maravillosamnte todo eso — Y soy, suyo de

corazón

Justo Sierra

[Núm. 25]

[Membrete: ]

Correspondencia Particular del

Subsecretario de

Instrucción Pública [1]

Abril 20 —

Mi querido Telesforo [2]:

Ha venido á verme el joven abogado español D. Vicente Rodríguez y Rodríguez

con una carta de D. Benito Pérez Galdós en que me hace de el las más expresivas

recomendaciones; iba á traer también otra para ti, pero olvido recojerla. Le he dicho,

no pudiendo darle aquí un empleo, que te busque y que si de lo que conversen resultase

algo en que yo pudiera influir, tendria en ello verdadero gusto. Probable es que te

vea hoy mismo —

Ten pues, presente que la recomendación de D. Benito no es banal ni de fórmula y,

sobre todo, que lo que más necesita este pobre muchacho es ánimo, porque se le ha

cerrado el mundo —

Tuyo afmo.

Justo

[1] La Subsecretaría de Instrucción Pública se creó por decreto de 8 junio/1901.

El 14 del mismo se hizo cargo del puesto Justo Sierra (Agustín YAñez, Don Justó

Sierra: su vida, sus ideas y su obra [México, D.F., 1950], p. 154).

[2] Es de suponer se trate de Telesforo García, corresponsal también de Galdós.

Ver documentos núms. 13 y 14 de este Apéndice.

[Núm. 26]

[Membrete: ]

Correspondencia Particular del

Secretario de Instrucción Pública

y Bellas Artes [1]

México, Marzo 3 de 1911

Señor Don Benito Pérez Galdós,

Diputado a Cortes

Madrid

Muy querido y admirado amigo:

El señor Don José Sánchez Ramos dará á usted esta carta; es un español muy

querido de sus conterráneos y muy estimado de los mejicanos. Emparentado con la

República, porque casó con una hija de nuestro Juárez, ha sabido realizar un tipo que

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suele abundar por estas tierras: es porigual español y mejicano y estoy seguro de que

le resultaría el más grave conflicto de su vida la necesidad de escoger una de ambas

patrias; afortunadamente no entrevo la posibilidad del caso entre las contingencias de

lo porvenir.

El señor Sánchez lleva una estrecha amistad con el general Díaz, nuestro procer

Dresidente, y abandona temporalmente los negocios en que ocupa lugar conspicuo para

descansar un poco y recuperar fuerzas al contacto del suelo natal. Deja á Méjico un

poco embrollado, un poco enfermo: después de treinta años de paz, ha sido para todos

aquí una gran sorpresa, la ruptura de un cráter, de un abceso insospechado, por donde

corre el viejo pus de bandolerismo qi>e se habia ido depositando en el fondo de nues

tras visceras y al que va mezclada bastante lava de miseria causada por una sucesión

de malos años agrícolas y mineros ó por aspiraciones que rugen de impaciencia de no

encontrar caminos rápidos en la paz y el orden ó idealismos que, en verdad, no lo

serían, si fuesen violentamente realizables y no muy paulatina y muy incompletamente,

como que son humanos. Lo malo, lo detestable de nuestro caso es que toma en donde

la rebelión se manifiesta, el aspecto de un sabotage sistemático de nuestro progreso

que tanto nos enorgullecía. Usted, mi ilustre amigo, que tiene la mano puesta en la

masa democrática gaste su esfuerzo, gaste su vida en encauzarla enárgicamente por la

ruta de la educación hacia un concepto menos profundamente egoista de la justicia

y del bien. Cierto, para quienes se pasan la vida esperando, deseando y sufriendo, es

tal propósito totalmente odioso porque pide al tiempo y al desenvolvimiento normal,

lo que ellos exigen de la violencia y de la fuerza; pero estos medios no aciertan á cam

biar las inflexibles leyes sociales, sólo alcanzan a escribirlas con sangre. Yo creo en la

virtud de las revoluciones cuando han sido rupturas de diques con que se quiere cerrar

el paso á las corrientes naturales; resultan entonces mecánicamente necesarias y de

esa clase de revoluciones han provenido todos los actuales estados políticos del mundo

civilizado. Lo que pasa entre nosotros está tan lejos de ese caso como los dos extremos

del eje polar; no, aquí las causas hondas no son sociales, son de otro género. Las

íebeliones mejicanas tienen á su retaguardia las reclamaciones norte-americanas y...

lo demás. ¡Triste, triste!

El señor Sánchez dirá á usted que nuestro gobierno tiene la vitalidad suficiente

para sacudir la invasión del microbio que yacía en el fondo de nuestro cementerio

histórico y que manos impías han removido.

Y ahí tiene usted cómo bajo la sugestión de los acontecimientos de aquí, me he

desatado en reflexiones que deben de haber aburrido á usted y me han alejado del

objeto de esta misiva que es presentarle cariñosamente á su portador, que lleva el

encargo de darle un estrecho abrazo y de decirle que todo ha envejecido en mí menos

mi admiración por usted que se conserva fresca y joven desde Trafalgar hasta Don

Amadeo.

Su amigo devoto

Justo Sierra [2]

[1] La Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes se creó el 18 mayo/1905,

año en que asumió el puesto Sierra (A. Yáñez, ob. cit., p. 164).

[2] Firma autógrafa; texto de la carta, a máquina.

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