CATALUÑA Y GALDOS

Angeles Cardona de Gibert

Un tema que lleve por enunciado CATALUÑA Y GALDOS aparece en

toda su ambigüedad de contenido, y aun en toda su ambigüedad de enun

ciado, si no trifurcamos la significación de lo que entrañan estas palabras,

CATALUÑA Y GALDOS. Por eso vamos a dar anticipo, a manera de co

municación previa, de lo que supone tratar científicamente lo que nos pro

ponemos, a la luz de los archivos y de los fondos de hemeroteca de Barce

lona. En efecto, CATALUÑA Y GALDOS equivale a:

1.° Cataluña en la obra de Galdós y en Galdós, el hombre y el autor.

2.° Galdós en Cataluña. ¿Cómo fue recibido, leído, comentado? ¿Cómo in

fluyó en el naturalismo de una de las lenguas de las nacionalidades?

¿Quiénes fueron sus amigos? ¿Quién no comprendió al hombre y a nues

tro autor en nuestro mundo de fines del XIX e incluso a principios del

XX?

3.° Las publicaciones de Galdós en periódicos, revistas, y misceláneas ca

talanas. Y las ediciones —si las hay— que la gran industria editorial ca

talana, de larga tradición, hizo del novelista.

Las dos primeras partes relacionan socioculturalmente al hombre y su

obra con una porción de tierra española que dentro de las coordenadas espaciotemporales

del autor admiró, pero no comprendió (véanse las cordiales

cartas de Galdós a Narciso Oller, el autor de una de las mejores novelas

naturalistas —La Papallona—. Según Walter T. Pattison; cartas publicadas

por W. H. Shoemaker en el Boletín de la Real Academia de Buenas Letras.

La tercera parte del trabajo debe empezar por enumerar todo el material

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recogido, clasificarlo atendiendo a la época en que fue publicado y a la temá

tica del mismo, separando, en una primera clasificación, lo que es artículo, co

mentario o cuento corto aparecido en revistas o periódicos, así como pró

logo crítico-literario a otro autor, de lo que es el libro, sin olvidar la descrip

ción de las pastas del mismo, la tipografía y el precio, para averiguar a qué

público iba dirigido, y, a veces, con qué intención.

La síntesis de estas tres partes nos dará la realidad del título de esta co

municación, cuya publicación anunciamos, sin que el lector eche en falta as

pectos muy importantes y muy poco tratados que son, precisamente, los que

inducen a confusiones y dan verdadera ambigüedad poética a un título como

CATALUÑA Y GALDOS del que se puede hablar mucho y no decir nada

nuevo.

Como anticipo de la primera parte, Cataluña en la obra de Galdós, diga

mos que, sin ser extensa, es tan laboriosa que exige el fichaje de todos los

lugares concretos —separando Episodios Nacionales de Novela y ambos de

Teatro—, en los que el escritor hace una referencia clara a un punto identificable

de la geografía catalana. Es necesario discutir si ese punto lo ha visto

y pisado el autor y si escribe al amparo del recuerdo, como testigo presencial,

o bien si se ha informado a través de libros y tertulias y está creando poéti

camente el escenario de la acción, aunque se rebele a esto último, como buen

realista-naturalista (volvamos a consultar las cartas a Narciso Oller de que

hemos hablado). En las cartas a que aludimos en el paréntesis se lee «j deje

usted a los poetas!» e incluso llega a decir que sólo admite las lenguas re

gionales para la creación poética y para el cuadro folklórico (llamamos al ca

talán lengua regional tal como la clasifica Galdós). Inmediatamente surgirá,

al estudiar este punto sobre el material recogido: Galdós se confunde, de

acuerdo con la época —por seguir fiel al positivismo testimonial, y al cientifismo,

con Darwin a la cabeza y con cuantos estudian las teorías de la he

rencia—, al hablar de poesía y al intentar definirla. Shoemaker no dedica,

en el estudio preliminar a la «Correspondencia epistolar entre Galdós y

Narciso Oller», ningún apartado a este punto que es básico. Galdós separa

tajantemente la poesía del género narrativo, sin advertir que él mismo se

deleita creando verdaderos fragmentos de poesía escrita en prosa, a lo largo

de todas sus novelas. Galdós no se da cuenta de que no es sólo la descrip

ción la que le lleva a pinceladas sobre el sentimiento del paisaje (véase Marianela,

momento en que Nela explica al ciego cómo son los colores, caso

propio para ser atribuido a un simbolista o para pensar que es fiel a la «teo

ría de las correspondencias» de Baudelaire e incluso al poema Vóyeles de

Rimbaud). Pero, además, los personajes de sus novelas, en sus monólogos

interiores, exigen la moderna crítica freudiana, para calar en lo que quieren

decir, no en lo que dicen, y están continuamente en trance poético, que el

autor acomoda al ritmo de la prosa, sin advertirlo. De ello se dio buena cuen

ta Clarín (léase el comentario de Leopoldo Alas el «Sueño de Isidora» de

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La Desheredada). Contra este saber crear un mundo lingüístico-poético y

funcionalmente-poético dentro de la novela, choca el poco criterio de pre

ceptista-literario de nuestro autor. Pero el mismo Galdós reconocía en la

correspondencia con Oller que él no era un crítico literario. Veamos sin em

bargo afirmaciones del todo disparatadas: en una de las cartas, tantas veces

mencionadas, asegura que La Papállona (1882) o Vilaniu (1886) son novelas

escritas en español (entiéndase «castellano») con un barniz o disfraz lingüís

tico que lo transforma en catalán; pero, las construcciones, sigue diciendo

Galdós, son españolas, porque están exentas (cuestión también falsa) de la

poesía, que es el único género, junto al folklore, que admiten las lenguas re

gionales. Sin embargo a renglón seguido, Galdós dice a Oller que no le hago

caso, porque no entiende de crítica. ¿Por qué, si en toda la carta parece ser

un pontífice de la crítica naturalista? Para que los lectores vean que Oller

sabe también crear verdaderos fragmentos dentro de sus novelas, transcribi

mos el siguiente:

...En aquell moment la blavosa lluna del mirall reproduia amb malenconiosos

matisos donya Mercé plorant, don Tomás destacant de la

carmesina paret, magre com una figura de rataula, el cap moix, les

espatlles caigudes, les mans plegades amb tristor damunt del ventre.

Respectant el plor de la dama, el galán prengué el partit de callar una

estona, i a la sala no se sentí altre soroll que el d'un sanglot intermitent

i agut com el d'un sortidor mig embussat1.

Poco hemos de buscar para encontrar un fragmento plagado de poesía

en Galdós. Abramos el volumen dedicado a los Cuentos y al Teatro en la

edición de Aguilar.

Y vino la noche sobre Turris, dejando caer antes un velo de neblina

sutil, que mermaba y desleía el brillo de las luces de gas. Este vapor

húmedo y fresco, condensándose en las aceras, las hacía resbaladizas,

y los adoquines brillaban como si les hubieran dado una mano de

negro jabón. Los caballos de los coches echaban por sus narizotas grue

sos chorros de vapor luminoso, y todo se iba empañando, desvane

ciendo; las líneas se alejaban, las formas se perdían. Celín (cap. 1.°).

Pasemos al segundo punto. Anticipemos que, sobre todo por los intelec

tuales, Galdós fue leído y bien recibido. Incluso fue considerado como maes

tro en Cataluña (véanse las Memorias literarias de Narcís Oller y léase con

detención el prólogo de las mismas de Gaziel, en la edición de AEDOS, 1962).

La amistad Galdós-Oller, pese a que personalmente sólo se vieron tres veces,

a juzgar por las cartas, fue más que cordial y de mutua admiración, aunque

cada uno mantuviera su postura en cuestiones relacionadas con el problema

lingüístico y en lo tocante a la autonomía, que Galdós jamás comprendió.

Don Benito creía que si Cataluña obtenía un estatuto autonómico, la primera

perjudicada era ella, porque tendría que salir de las fronteras hispanas para

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vender sus productos y competir con Manchester, Liberpool..., etc., lugares,

éstos, cuya tecnología y cuya revolución industrial andaba más adelantada

que la que podía ofrecer Cataluña. Luego, Castilla favorecía, con sus com

pras, a nuestra región y a nuestra industria. Separarse del resto de España

era para él una locura. Además, ¿comprendió que la burguesía catalana era

el fruto de la incipiente revolución industrial que Castilla no conocía —pen

semos en el «que inventen otros» de Unamuno—, y que, por lo tanto, en

nada podía parecerse a la burocrática burguesía madrileña que se relacionaba

en el salón y no en la rebotica del mostrador o en el despacho del patrón

(la palabra tiene ya una connotación semántica, política) entre el ruido de

los telares? ¿Acaso comprendió que la misma Opera era un pretexto para

vender y comprar en los entreactos o en la antesala de los palcosl Creemos

que, seguidor de Dikens, entendió mejor el «Soho» londinense que asimiló

la problemática de nuestro «barrio chino» o la del estamento portuario bar

celonés. Otro punto: ¿Entró Don Benito en un Ateneo ácrata barcelonés

de los que tenían organizadas escuelas obreristas y se empapó de su ambien

te y entró en su biblioteca, en donde sin duda había obras escritas por él

con afanes propagandísticos? Al margen del asunto masonería, ¿qué conocía

nuestro escritor de las actividades libertarias catalanas?...

Otra cuestión digna de ser tenida en cuenta en estos puntos primero y

segundo es el momento en que el novelista pisó por vez primera las tierras

de Cataluña y qué le indujo a ello. La primera visita de Galdós a tierras cata

lanas tiene lugar en 1867, a su regreso del viaje que hizo con su familia a

París. El motivo era la Exposición de la capital francesa, donde entró en

contacto, no sólo con los barrios sórdidos y la miseria de los artistas bohe

mios, sino con Balzac. De regreso, al atravesar los Pirineos, estuvo en Gero

na. Por aquel entonces no pensaba que esa visita iba a tener tanta importan

cia y que sería, en el recuerdo, la base de uno de sus más importantes Episo

dios Nacionales, sobre todo por lo que a este tema se refiere, pues, como

luego veremos, fue traducido al catalán. Pero vayamos a lo que nos importa.

De Gerona pasó a Barcelona. Un hecho histórico marcará su curiosidad de

hombre que vive el problema español en toda su amplitud: Isabel II había

sido destronada y la Revolución del 68 le sorprende en la ciudad condal.

Hay un punto claro y comprensible si pensamos en la ideología de la fami

lia de Galdós. Aquí se produjeron unas disensiones, que ya no eran las pri

meras, entre el pensamiento de los padres y el suyo, ahora ya formado. El

joven Benito se siente entusiasmado con la promesa y la corta realidad de

la República, no así sus padres. Y todo eso tiene lugar en Cataluña, con

ambiente sociopolítico y cultural catalán. La familia, sobre todo la madre,

venció, como siempre, y los Galdós se embarcaron rumbo a las Canarias.

Pero el novelista iba pensando en cómo escaparía a Madrid, para poder par

ticipar, desde la capital de España, de los acontecimientos. Y consiguió su

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propósito, porque el vapor que le conducía a sus tierras le dejó en Alicante.

Desde esta ciudad levantina partió en tren hacia Madrid:

A los pocos días de llegar a la villa y corte tuve la inmensa dicha de

presenciar en la Puerta del Sol la entrada de Serrano [con] ...ovación

estruendosa, delirante...

Debemos advertir que por este tiempo Galdós ya era conocido como

periodista y que colaboraba nada menos que en la revista España. El impacto

de sus emociones debe leerse reflejado en ella.

Prescindiendo de esta primera visita, nos interesa consignar que Don Be

nito estuvo en Cataluña a raíz de la Exposición Internacional de Barcelona,

entre la primavera y el verano de 1888. Fue entonces cuando conoció perso

nalmente a Doña Emilia de Pardo Bazán; aquí, tras su presentación —diga

mos, oficial— (Véanse las Memories Kteraries de Oller publicadas por su

hijo, el dramaturgo Juan Oller y Rabassa en la Bib. de Cataluña, donde las

hemos consultado) debía iniciarse un íntimo contacto sentimental y literario

entre ambos escritores. También en esta ocasión, y en Barcelona, le fue pre

sentado el crítico Yxart, cuya obra publicada en conjunto por los talleres de

La Vanguardia (El arte escénico en España, 2 vols., Barcelona 1894-96) es

hoy imprescindible para el estudio del teatro de la época a que estamos refi

riéndonos. Dos cosas debemos destacar de este momento: primero, que el

que quiera ver la invitación que le envían a Galdós para que asista a una

recepción privada en la que va a encontrarse la misma Pardo Bazán ha de

recurrir a la Biblioteca de la Casa Galdós; pero, le es más fácil, en nuestras

latitudes, buscarla como carta en la correspondencia a Narciso Oller, publi

cada por Shoemaker en el Boletín de la Academia de Buenas letras de Bar

celona, que ya hemos mencionado.

El segundo punto que hemos anunciado es la importancia de las críticas

de Yxart, José Yxart, en esos volúmenes de La Vanguardia. Yxart no sólo

conoce lo que es una obra dramática, sino que sabe deslindar ésta de lo que

hoy entendemos por arte escénico o «teatro» que empieza, precisamente,

a ponerse en marcha cuando el autor se ha desprendido de su creación lite

raria y la ha entregado al director de escena. Galdós sentía el teatro (recor

demos que casi adolescente empezó escribiendo teatro según los cánones del

último romanticismo), ¿cómo no pensar en el interés de las conversaciones

que sin duda mantuvo con Yxart? En efecto, pasando revista a la corres

pondencia que guarda el Instituto de Historia de la Ciudad (Barcelona), en

contramos tres cartas, cotas 293, 94 y 95, fechada en Madrid a 22 de junio

de 1893 Qa primera). Galdós, dirigiéndose a José Yxart, le llama, en el enca

bezamiento, «Muy señor mío de mi consideración más distinguida». El tema

de la carta no tiene importancia, pues es un puro formulismo de contestación

a un ofrecimiento, por parte de Yxart y los tres Domenech, de incluir a

Don Benito en la Biblioteca de Arte y Obras. El novelista se excusa, pre-

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textando no tener tiempo para colaborar y no poder prever cuando podrá

hacerlo. Pero, en la segunda carta, fechada en Santander, el 16 de mayo de

1891, Galdós llama a Yxart «Mi distinguido amigo». La relación es más ín

tima. Se han conocido ya, hace tres años, a raíz de la Exposición Internacio

nal y en esta carta encontramos dos detalles que nos interesen. Primer punto

que no podemos despreciar (transcribimos):

Si ha tenido V. paciencia para leer los dos primeros tomos de Ángel

Guerra, y quiere leer el tercero pronto, se lo mandaré en cajillas desde

Madrid, para donde salgo mañana.

El párrafo anterior muestra la inquietud de la Cataluña intelectual por

estar al día en lo que se refiere a novela galdosiana. Además, Don Benito es

consciente de ello y ofrece mandar las pruebas de imprenta a su amigo. Pero

también encontramos un detalle humano. Mejor dicho, dos, porque vamos

a desdoblar, debido al interés. El primero lo considero como un elogio sen

tido a Barcelona (transcribo):

¡Si viera V. las ganas que tengo de pasarme en su ciudad una temporadilla!

La admiración es significativa. Por último, Galdós ofrece a Yxart colabo

ración en la España Moderna (transcribo):

Con que dígame si le urge escribir unos artículos para la España Mo

derna, en cuyo caso le anticiparé el tomo tercero indispensable para

su juicio de esta endiablada, compleja y laberíntica obra.

(Firmo, "Suyo verdadero amigo

B. Pérez Galdós")

Podríamos detenernos a investigar en los adjetivos «endiablada», «com

pleja» y «laberíntica» obra. Posiblemente la considera «endiablada»..., etc.,

porque la España Moderna, fundada por don José Lázaro Galdeano es una

revista en la que publican en confusión los escritores del 98 y los modernis

tas, con lo cual aparecen en ella los juicios más contradictorios. En el fondo

ese era su propósito y por eso no desdeña la colaboración de un catalán, al

contrario. Recordemos que en la España Moderna se dio a conocer mucha

literatura extranjera que hubiera pasado inadvertida y que en sus páginas

aparecieron los artículos de Don Miguel de Unamuno que más tarde, reu

nidos, dieron vida a En torno al casticismo. Persigo la contestación de Yxart

a esta carta, porque creo muy interesante saber si realmente aceptó la invi

tación y qué juicio le merecían los adjetivos de Galdós que antes entreco

millamos.

Como a Galdós hemos acabado emparentándolo con los hombres del 98

y los del modernismo, debido a su larga vida, conviene que expresemos nues

tra postura. Nos referimos a la opinión que desde estas latitudes, que se

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mantuvieron prácticamente modernistas, nos merece el fenómeno. Estamos

de acuerdo con la opinión del profesor Mainer en Literatura y pequeña bur

guesía de Cuadernos para el Diálogo, en que estos dos movimientos admiten

sólo una distinción por razones didácticas, pero, en el fondo, si tuviéramos

que darles un sólo nombre no tendríamos inconveniente en elegir el de «mo

dernismo» para ambos, como hace el profesor Mainer, parangonándolos con

el «saudasismo» portugués y con otros movimientos europeos contemporá

neos. Sin embargo, si tuviéramos que calificarlos, nosotros les llamaríamos,

simplemente, movimientos fin de siglo, con lo cual Galdós adquiriría una

modernidad en este momento y se incorporaría, rompiendo con el pasado,

a la moda de los más vanguardistas.

Pero pasemos a la tercera carta de Galdós a Yxart (Casa del Arcediano,

ya mencionada). Esta carta sigue fechada en Santander a 27 de julio, pero

no figura el año. No hay que dudar, sin embargo, de que es posterior a la

que acabamos de comentar, porque en ella Don Benito llama a Yxart, «Mi

querido Yxart» (el afecto y la confianza epistolar ya ha ido aumentando).

El elogio a Barcelona es ahora tan hondo que raya en infantil (transcribo):

Sin juramento (el subrayado es nuestro) me podrá V. creer que me

acuerdo mucho de Barcelona, que deseo vivamente volver, y que pongo

sobre mi cabeza a los amigos que allí dejé, entre los cuales le encuen

tro a V. de los primeros. ¡Cuando pienso que había estado yo tanto

tiempo sin verle a V. de cara y tratarle, no puedo menos de considerar,

cómo se pierde el tiempo inútilmente y de qué manera tan tonta!

Pero, al final, tras excusarse de que no escribe a Oller y tras alegrarse de

que Yxart haya recuperado la voz, en la despedida, hay otro detalle intere

sante: la lista de amigos a los cuales recuerda:

Mis recuerdos a Pedro Pellecer, Guimerá, Rosinyol, el otro pintor cuyo

nombre no recuerdo...

Y, para terminar, promete volver «el año próximo», «si no me revientan

la obra que daré en la Comedia». Y se despide efusivamente:

Ya sabe cuánto le quiero, verdadero amigo y compañero.

Conclusión: Galdós se ha identificado en cierto modo con los escritores

y artistas catalanes, y de la cortesía ha pasado a la efusividad: «verdadero

amigo y compañero».

Aparte del estudio de estas tres cartas, perseguimos la correspondencia

del Archivo Histórico (en estos momentos cerrado). Las cartas comentadas

pertenecen a la Casa del Arcediano, donde figuran otras de Narciso Oller

(unas 122), a partir de la cota 1566, fechada en Madrid, 1887; la última es

de 1915. Esta Casa del Arcediano es el actual Instituto Municipal de Histo

ria de la Ciudad y depende del Ayuntamiento de Barcelona. Creemos nece-

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sario repasar toda la correspondencia de OUer porque recibe cartas de Doña

Emilia (La Coruña, 1883; Santiago, 1883; La Coruña, 1884; París, 1884;

Cotas, 1135 a 1145). Es numerosísima la correspondencia con Pereda. Se

conservan seguras unas 148 cartas, como advirtió Alfonso Armas en el Con

greso anterior. Nosotros hemos contado unas 181 en la Casa del Arcediano,

si el cómputo no nos ha tallado. También Oller se cartea con Yxart desde

Tarragona, Madrid, Roma, Hamburgo, París. En estas cartas han de apare

cer forzosamente referencias a Galdós. Nos llama la atención una carta al

dramaturgo Enrique Gaspar, del año de la Exposición (1888). Hay además

abundante correspondencia con Clarín (Oviedo, la primera carta fechada en

1885; la última fechada en 1891).

Nos falta revisar la correspondencia de la Biblioteca de Cataluña y de la

Biblioteca Arús, más, la del Centro de Lectura de Reus (Tarragona), foco

intelectual de interés si tenemos en cuenta el momento que estudiamos (Re

cordemos que Yxart fecha dos cartas de Narciso Oller desde Tarragona).

Vayamos por último al punto tercero: el bibliográfico. Junto a este punto

pensamos estudiar aspectos de «cartelera» que pueden ser una verdadera

revelación para relacionar la influencia de Galdós en Cataluña. Empecemos

revisando una por una las papeletas de los fondos Obras de Galdós de la

Casa del Arcediano, donde encontramos sólo una publicada en Barcelona

y pocas a disposición de los lectores; salvo las ediciones de los Episodios

Nacionales, son escasas, tanto en número como en variedad de títulos. Aho

ra pasemos a la Biblioteca de Cataluña, en donde hemos repasado todo el

catálogo. Del estudio completo de todas las papeletas resulta que podemos

sacar la conclusión, a través del porcentaje de títulos que ofrece la Adminis

tración de la Guirnalda y Episodios Nacionales, primero; La Guirnalda, des

pués, e Imprenta y Librería la Guirnalda, finalmente. Es curioso que se den

esas diferentes denominaciones, que hay que investigar en Madrid, para un

mismo centro editor. Despreciando las publicaciones que aparecen tras la

muerte de Galdós, a excepción de Fortunata y Jacinta que, separada de las

Obras completas de Aguilar, sólo aparece publicada por Hernando (4 vols.,

Madrid, El Arte, 1952) y otra edición de 1971 de Hernando, Barcelona reci

bió a Galdós desde Madrid, fundamentalmente, a través de La Guirnalda;

Hernando, S. A.; Imprenta J. J. H. Pérez; Imprenta Rodríguez; Imprenta

Perlado y Páez y Compañía; Viuda e Hijos de Tello y Sucursal de Rodríguez

Odriozola. Pero, sabemos, y eso es muy interesante, que sólo Antonio López

tenía la exclusiva de venta en Cataluña para todo lo referente a las obras

de Galdós.

Las ediciones fichadas en las papeletas de la Biblioteca de Cataluña son

todas ellas económicas. Algunas van encuadernadas en tela, pero esas llevan

el ex libris de la Colección Sedó, como se sabe cedida por el conocido Cer-

158

vantista. Hay varias papeletas que reseñan obras cosidas unas con otras y

muestran el continuo desgaste del tiempo y el uso por parte del lector. Hay

que comprobar, página por página, si la obra está completa. Pero para este

apartado remitimos también al estudio de Isabel García Bolta, amiga y com

pañera, y a los trabajos del profesor J. F. Botrel. Conclusión: Galdós llegó

a Cataluña de Madrid a través del único distribuidor Antonio López. Pero

vamos a comentar la única publicación que figura, tanto en la Casa del Ar

cediano, como en la Biblioteca de Cataluña. La ficha reza así:

Pérez Galdós, Benito.

La casa de Shakespeare. Portugal. De vuelta de Italia.

Barcelona, Antonio López.

Colección, El Diamante, tomo 51, s.f.

La casa de Shakespeare contiene una biografía del genial dramaturgo in

glés y Portugal y De vuelta de Italia son un par de libros de viajes, género

al que Don Benito se aficionó en contacto con los hombres del 98. Hay que

estudiar estilo y lengua para fechar y además estudiar también esa Colec

ción «El Diamante».

Ni una sola obra de Galdós queda excluida de la Biblioteca de Cataluña.

Tres obras muestran el interés que despertó nuestro hombre, dos de ellas,

dramáticas (Esto último nos llevará a otro tema. Lo veremos pronto). En

efecto, Galdós fue traducido en lengua catalana. Vamos a reproducir las

fichas de estas traducciones que se encuentran también en la biblioteca de

Cataluña:

a) Traducción de El abuelo:

Pérez Galdós, Benito.

El vell Albrit (Drama en cinc actes — versió catalana d'Agustí

Collado).

Llibreria Bonavia, Barcelona 1937. Col.lecció "La Escena Catalana",

n.° 436.

b) De Marioneta:

Id. Id.

Marianela. Escenificado en tres actes de la novela del mateix titol

de S. y J. Alvarez Quintero — Adaptació catalana

d'Antoni Carner — Llibreria Milla.

Barcelona 1934.

ColJecció "Catalunya Teatral".

c) Id. Id.

De Gerona, el Episodio Nacional.

Girona — Traducció de J. Burges.

Antonio López, Barcelona 1930 (Obsérvese que Antonio López es

ahora editor y distribuidor).

Si nos fijamos, El vell Albrit data de la época de la Guerra Civil (fecha

da la traducción en 1937) y debió ser una adaptación, al estilo del teatro

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«agit prop» del que luego hablaremos. Sin embargo, El abuelo tenía ya en

Cataluña su fama y público, incluso su crítica. En efecto, E. Gómez de Bar

quero, en Letras e Ideas, Imprenta de Henrich Editores, calle de Córcega,

348, Barcelona 1905 (el libro pertenece a mi biblioteca particular) le dedica

las páginas 226 a 233 y lo compara con la tragedia shakesperiana: «en crea

ción nueva de un Rey Lear moderno»... «Pero aunque la idea primera de

El Abuelo esté inspirada en la tragedia del antiguo Leir de Bretaña, la pro

ducción de Galdós tiene muy pocos rasgos comunes con la del gran drama

turgo británico y debe ser considerada como completamente original» (G.

de Barquero, ob. cit., p. 227). Es más, parece ser que las novedades teatrales

de Galdós (véase Arte escénico en España, ob. cit. de Yxart) fueron más

comprendidas en Cataluña que en Madrid, donde se estrenaron. Sabemos

que Joan Sarda en Obres Escollides, H-Serie castellana, había dado a nuestro

autor el calificativo de «el revolucionario más temible que escribe en lengua

castellana» a raíz del estreno de Realidad. Y que Brossa (Ecos de tragedia,

Barcelona 1918) al hablar de La loca de la casa se queja de la mala acogida

que la obra ha tenido en Madrid y pretende interpretar el fracaso debido

a que los castellanos no están preparados todavía para recibir las novedades

del teatro contemporáneo, con Strinberg, Nietzche y Barres a la cabeza. Es

más, antepone Galdós a Guimerá, «porque es capaz de presentar problemas

del momento, contra lo que hacen dramaturgos como Echegaray, Guimerá,

Selles... que todavía se dedican a ofrecernos un trasnochado romanticismo

que ya no interesa a nadie». Y conocemos también (no la hemos encontrado

aún en versión catalana y citamos por Mainer, José Carlos —La Edad de

Plata, p. 114—. Libros de la Frontera, Madrid 1975) que Torquemada en el

foc (Torquemada en la hoguera) fue una adaptación galdosiana que se re

presentó en 1904.

Para comprender la floración teatral galdosiana en Cataluña es preciso

hablar de Adria Gual, el dibujante, pintor y apasionado dramaturgo. Nos

explicaremos. En 1898, precisamente cuando tenía lugar el desastre colonial,

Cataluña que reaccionó como reaccionaron todos los modernistas hispanos,

no como los llamados hombres del 98, organizó, gracias a Adria Gual las

primeras sesiones de lo que llamó Teatre lntim. Este Teatre Intim fue el

primer intento de teatro nacional catalán. Se instaló en la sala del teatro

Novedades y pasó de este escenario al del Romea. Lo interesante es que puso

en escena los autores europeos que representaban la vanguardia del momen

to. Así desfilaron Ibsen, Masterlink, Hauptmann, D'Annunzio..., y junto a

ellos, Benito Pérez Galdós que ocupaba un puesto de honor al lado de Gui

merá y, como vimos, resultaba más avanzado que él. Le seguían en las car

teleras los autores clásicos, desde Sófocles a Goethe, por no citar más. La

investigación de las representaciones teatrales de Galdós en Barcelona y

provincia o provincias (si es que a éstas pasaron) es sencillísima porque todo

figura en la biblioteca del Instituto del Teatro y en el Museo del Teatro de

la calle Conde del Asalto. Se comprende. Adria Gaul fundó la Escola Cata-

160

lana D'Art Dramatic que él mismo dirigió y que, a su muerte, se transformó

en el actual Instituto del Teatro.

La inclusión de Don Benito en la cartelera del Teatre Intim supone que

Barcelona, el París cultural español de fin de siglo, consideraba de gran cali

dad y manifiesto vanguardismo la obra de Galdós, porque el grupo y su di

rector sólo seleccionaban autores que tuvieran esta estima (Léanse las Memories

de Adria Gual, Mitja vida de Teatre, Barcelona 1960). Además de

la obra citada en el paréntesis es imprescindible el estudio de la tesis doc

toral, publicación postuma, de mi malogrado compañero Eduard Valentí

El primer modernismo catalán y sus fundamentos ideológicos, ed. Ariel,

Barcelona 1973.

Por las fichas que hemos sacado de la última publicación que hemos ci

tado, vemos que es necesario repasar todos los números de la revista UAvene

(desde 1881) y Juventud (que termina en 1906), porque en sus páginas se

consideran modernistas (cito a Valentí) «a Clarín, Doña Emilia Pardo Bazán,

Galdós, Menéndez Pelayo, Ganivet». Hay que investigar también qué inter

cambios culturales tenían lugar en las tertulias de Cau Ferrat, a las que acu

dían estos escritores. Y no seguimos, porque incluso vamos a relacionar el

nombre de Galdós con el popular café de la calle de Montesión, Els Quatre

Gats y esta comunicación sería, no lo que debe ser, sino un libro, que es lo

que será en su día.

Desde el punto de vista político, no podemos silenciar que, poco a poco,

«la protesta obrera amenaza la preponderancia conseguida por el orden bur

gués. El 1 de mayo de 1890 se celebra la primera fiesta de los trabajadores

que en España tuvo dos testigos burgueses de excepción: Benito Pérez Gal

dós y Juan Maragall desde Barcelona» (Véase J. C. Mainer, La edad de Pla

ta, ob. cit., pp. 109-110 y Laureano Bonet, Ensayos de critica literaria, Ed.

Península, Barcelona, 1971, pp. 183-84). Galdós se dejará ganar por la masa

del pueblo que antes pintó oprimido en sus obras y confesará:

Los tiranos somos ahora nosotros, los que antes éramos víctimas y

mártires, la clase media, la burguesía que antaño luchó con el clero

y la aristocracia hasta destruir al uno y la otra con la desamortización

y desvinculación. ¡Evolución de las misteriosas cosas humanas! El

pueblo se apodera de las riquezas acumuladas durante siglos por ¡as

clases privilegiadas. (Bonet, Laureano: Ensayos de critica literaria,

ob. cit., pág. 183).

Sin pretenderlo, hemos pasado a la crisis ideológica de fin de siglo, crisis

que originó los que llamamos en literatura «movimientos fin de siglo» y

ahora se comprenderá por qué; porque es esta crisis la responsable de estos

movimientos. Galdós reacciona ante el problema en forma liberal, acercán

dose a los llamados reformistas (caso de Joaquín Costa, por ejemplo). En

cambio, su compañero catalán, Juan Maragall, con el que ahora acabamos de

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emparentarle, no comprende, o no quiere comprender, lo que se avecina y

prefiere expresarse humorísticamente, en unos términos, que mi falta de

sentido del humor no me permiten comprender, cuando considero lo que al

pobre Maragall y a sus compañeros va a echárseles encima:

...al que posa petardos i renega (la ortografía es la de Maragall, no la

del correcto catalán reglamentado después), i mira de reull al senyor,

al que vol disfrutar de lo que nosaltres disfrutem... ¡Que l'afusellin,

que el trinxin, que el fotin! 2.

Pese a lo que decimos en el pie de página, la reacción de Maragall se

comprende, si, literatura aparte, consideramos que hasta la crisis del 98 no

se dio un verdadero «inicio del catalanismo político burgués». Fue la crisis

del 98 y los fracasos de la Asamblea de Zaragoza (Véase también el estudio

histórico de este período en nuestra obra, Francisco Luis y Angeles Cardona-

Castro, La utopía perdida, Col. Mosaico de la Historia, dirigida por Luis

Romero, Ed. Bruguera, Barcelona 1977) y la creación de un partido en torno

al general Polavieja —opinión de Mainer— con la incorporación de la bur

guesía industrial a la Liga Regionalista, lo que decidió este catalanismo polí

tico burgués de que antes hemos hablado. Catalanismo que creó un partido,

partido —La Lliga— «que había de ejercer una indiscutible hegemonía polí

tica hasta 1931».

Agonizantes ya las ideas del 98, incluso por parte de los noventayochistas

que iban evolucionando, prácticamente ciego desde 1913, todavía Galdós vi

sitó Barcelona en 1917 para asistir al estreno de esa Marianela que antes he

mos fichado. Y, valiente, genio y figura, aún se atrevió a volver a la ciudad

condal al año siguiente, cuando tan poco le faltaba para dejarnos para siempre.

Nuestra misión al llegar a este punto es anunciar el minucioso repaso

(decimos minucioso porque ya lo hemos repasado varias veces) de cuantos

títulos figuran en la cartelera teatral de la zona republicana (momento de la

Guerra Civil, desde 1936 a 1939) en manos del novelista, amigo y compañero

de trabajo Luis Romero. Este repaso es imprescindible porque, siguiendo la

técnica del «agit prop», varias obras de los más diversos autores clásicos y

moderaos fueron adaptadas a las circunstancias con fines propagandísticos.

Entre estas obras, con el mismo título que le dio al autor o con otro, pode

mos encontrar un Galdós enmendado, cuestión que no deja de ser curiosa

(Puede consultarse ya con respecto a este punto la tesina de Licenciatura

que dirigí con la venia del Dr. Blecua en la Delegación de Tarragona —hoy

en vías de publicación—. El autor, el tesinando, es Francisco Mundi Pedret,

y el título de la tesina: El teatro desde 1936 a 39 en zona republicana).

Finalmente, con respecto a la labor de contaje de fichas y de fondos de

biblioteca hemos omitido nuestra prematura labor en el Ateneo Barcelonés

de la Calle Canuda, que tendrá su interés.

Desde esta ponencia damos las gracias a cuantos han facilitado y vayan

facilitando nuestra labor, hasta convertir estas páginas en un libro.

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Agradecemos a la joven profesora Monserrat Gibert Cardona, que ha

sido ya colaboradora nuestra en otras ocasiones, su ofrecimiento para dar

fin a este trabajo. Las dos, en este momento, y cuando toque a su fin, lo

dedicamos como Homenaje al Doctor José Manuel Blecua Tejeiro, que cum

ple sesenta y cinco años mientras estamos escribiendo y que ha sido el que

nos ha enseñado y alentado a trabajar científicamente.

Barcelona, septiembre de 1978.

NOTAS

Traducimos: "...En aquel momento el azul tornasol del espejo reproducía con

melancólicos matices a Doña Mercedes llorando, a Don Tomás destacando en la pared

escarlata, escuálido como una figura de retablo, cabizbajo, los hombros displicientes,

las manos juntas, tristemente colocadas sobre el vientre. Respetando el llanto de la

dama, el galán optó por callar unos instantes y en la sala no se oyó otro ruido que un

gemido intermitente y agudo como el de un surtidor medio obstruido". (La Papalloná).

Obsérvense formas genuinamente catalanas, casi intraducibies, como "moix", "sanglot"

(de origen onomatopéyico); "espatlles" no son espaldas, sino "hombros"..., etc. Queda

claro que el catalán tiene una personalidad lingüística propia, contra la opinión de

D. Benito, en la novela.

2 "...al que pone petardos y reniega y mira de reojo al señor, al que quiere dis

frutar de lo que nosotros disfrutamos... ¡Que lo fusilen, que lo hagan migas, que lo

jodan!" (Como Mainer califica de jocoso a este texto, no enmendamos su calificación,

debido a que es para nosotros maestro en el conocimiento de este período desde el

punto de vista sociopolítico; pero si tuviéramos que emitir nuestra opinión, que pos

ponemos a la suya, diríamos que Maragall era un reaccionario de tomo y lomo frente

a Galdós, cuya visión de futuro era muy superior).

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