TORQUEMADA Y GOBSECK

P. Manuel Suárez

La relación entre Balzac transmisor2 y Galdós receptor: ha sido evocada

con frecuencia desde que José María de Heredia calificara al novelista ca

nario con la expresión mon cher Balzac castillan en circunstancia particular

mente significativa2. A pesar de estas evocaciones, muchas veces con carác

ter muy general3, los términos de la ecuación1 entre Balzac y Galdós si

guen imprecisos.

La presente intervención se propone contribuir a precisarlos, apartándose

de las generalidades y analizando el caso, tal vez ejemplar, de la posible

influencia1 del Gobseck de Balzac en la creación del personaje galdosiano

de Torquemada.

Pensar en la influencia de Balzac en el proceso creador de Galdós no es

un enfoque gratuito. Ciertas circunstancias textuales impulsan a tal posi

ción. En primer lugar la confesión de Galdós en el texto de las Memorias de

un desmemoriado \ Este texto ha sido citado con frecuencia y sale a relucir

cada vez que se evoca la relación literaria entre Balzac y Galdós. Se cita

este texto sin el debido escepticismo5, lo que puede conducir a cierto ex

ceso al ser ponderada la influencia ejercida por el novelista francés sobre

el canario. Conviene precisar que la última fecha de las Memorias de un des

memoriado es el año 1902: treinta y cinco años han pasado entre el viaje

de 1868 a París y su relación. El recuerdo era necesariamente confuso6.

Resulta más fidedigno otro texto, quizá menos conocido, publicado en

La Nación el 9 de marzo de 1868, un año después de la Exposición Univer-

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24

sal7. Galdós manifiesta su cólera —sin duda justificada— al ver la pésima

novela francesa del momento de invadir a España:

Desde la primera página hasta la última campea en todas las obras de

esta clase una estupidez suprema, la esencia más pura de lo absurdo,

de lo necio, de lo grosero, de lo indecente8.

El éxito de tal literatura es obra de la ignorancia de los lectores:

Pocos son los que tienen la suficiente aptitud para saborear las páginas

de La Comedia Humana. Rocambole tiene más adeptos que Vautrin;

y difícil sería que los asiduos feligreses del flamante vizconde [Ponson

du Terrail que Galdós transcribe en Ponson de Terail] (en París le

llaman Bombón (sic) de Serail) se decidieran a indigestarse con la lec

tura de La Piel de Zapa o de Eugenia Grandet9.

Dos observaciones parecen oportunas. No afirma Galdós su «completo

dominio» sobre La Comedia Humana™. Aquí no afirma ni siquiera haber

leído La Comedia Humana11. Lo que sí queda claro, en este texto, es que

Galdós estaba al corriente de la importancia de la obra de Balzac y de su

trascendencia al ser comparada con la de los novelistas franceses leídos en

el Madrid de 1868ia.

También alude Galdós a Balzac desde el texto de sus Episodios Naciona

les. En Montes de Oca don Frenético, enamorado, le regala a Rafaela nove

las entre las cuales figuran algunas de Balzac. Frenético

había querido iniciar a su amada en el conocimiento y admiración del

gran pintor de las pasiones, miserias y vanidades humanas 13.

Se puede observar, una vez más, el carácter general del juicio sobre Balzac

que podría ser formulado sin un conocimiento preciso y profundo de sus

textos. Lo mismo ocurre con la alusión que se encuentra en La España trá

gica. Vicente Halconero está devorando gran cantidad de libros, y entre ellos

los de Balzac.

Se asomaba con ardiente anhelo a la selva encantada de Balzac, La

Comedia Humana1*.

La metáfora de la selva encantada —alusión a Dante— es interesante:

Balzac define a partir de 1835 15, toda su obra como una totalidad con sus

reglas internas, como una selva. Lo ficticio de la novela es lo que justifica el

adjetivo «encantada».

Vuelve a aparecer Balzac en las Novelas Contemporáneas. En El Doctor

Centeno sale tres veces La Comedia Humana. La primera vez es cuando

Centeno examina la biblioteca de Miquis, su amo. Descubre y lee con difi

cultad (y no sin gracia) los siguientes títulos: Le Pére Goriot, Mémoires de

deux jeunes mariés™.

370

La segunda vez Galdós utiliza una enumeración de personajes balzacianos

para precisar la devoción de Arias Ortiz por el novelista francés. Merece

la pena detenerse y considerar esa enumeración:

Rastignac, el barón Nucingen, Ronquerolles, Vautrin, Adjuda-Pinto,

Grandet, Gobseck, Chabert, el primo Pons y los demás...17

Se puede observar que Galdós no justifica su elección al sacar del colec

tivo «los demás» a esas nueve figuras balzacianas. Por otra parte, sorprende

la presencia de Adjuda-Pinto en la enumeración: éste es, en efecto, perso

naje muy secundario y sólo sale en Le Pére Goriot, en compañía de Rastignac,

Nucingen y Vautrin. Cabe precisar también que Chabert, Grandet, el primo

Pons y Gobseck son a la vez, nombre de personaje y título de novela. De

estas observaciones se deduce que la alusión a Balzac no implica necesaria

mente el completo dominio de La Comedia Humana.

La única vez que Galdós introduce a su lector en el proceso textual de

Balzac es al evocar la figura de Gobseck. El usurero balzaciano figura en el

anterior desfile. Galdós lo utiliza también, aislado, para describir a uno de

sus propios personajes. A Arias Ortiz se le ocurre comparar a Torquemada

(a cuyo nacimiento en la ficción galdosiana asistimos en esta novela) con

Gobseck.

Por mañana y tarde no cesaba de convidar a los amigos en el café;

había saldado las cuentas con el mozo y con cierto usurero a quien

Arias llamaba Gobseck, y se puso en paz con otros británicos de menor

cuantía M.

En este texto encuentra nuestra interrogación comparatista su justifica

ción material. Arias Ortiz hubiera podido establecer comparación con Gigonnet,

Samanon o Vauvinet (de haberlos conocido) todos ellos usureros pari

sienses de Balzac como Gobseck.

¿Por qué piensa Arias Ortiz en Gobseck al representarse la figura de

Torquemada?

Gobseck y Torquemada ocupan un lugar bastante comparable dentro de

la obra respectiva de los dos novelistas. El primero es uno de los numerosos

personajes que reaparecen en La Comedia Humana™. Se incorpora en el

mundo balzaciano en 1830. Aparece por primera vez en una novela corta

publicada en La Mode del 6 de marzo bajo el título L'Usurier. El mismo año,

Balzac publica la novela Les Dangers de Vinconduite donde el texto de La

Mode pasa a ser una de las partes. En 1835, Balzac corrige su texto que

ahora publica bajo el título Le Papa Gobseck. En la edición de sus obras,

en 1842, la novela sale con su título actual, Gobseck20.

A partir de 1830, el usurero balzaciano fue destinado a cierta notorie

dad en el mundo de La Comedia Humana. Reaparece en once novelas: Le

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Pére Goriot (1834-35), Le Contrat de mariage (1835), L'lnterdiction (1836),

lllusions perdues (1837-39), Histoire de la grandeur et de la décadence de

César Birotteau (1838), Les Employés (1838), Ursule Mirouét (1841), Splendeurs

et miséres des courtisanes (1843-46), Les Comédiens sans le savoir

(1846), Les Paysans (1846) y Le Cousin Pons (1847).

Gobseck ocupa la escena de La Comedia Humana desde 1830 hasta 1847,

durante diecisiete años de tiempo de escritura. Comparte Torquemada21 tal

celebridad con el usurero de Balzac. Don Francisco aparece en 1883, en

El Doctor Centeno y permanece en el mundo de ficción galdosiano hasta

La Primera República, en 1911. Ocupa la escena durante veintiocho años

de tiempo de escritura.

El usurero galdosiano reaparece en La de Bringas (1884), Lo Prohibido

(1884-85), Fortunata y Jacinta (1886-87), Torquemada en la hoguera (1889),

Realidad (1889), Torquemada en la cruz (1893), Torquemada en el Purgatorio

(1894), Torquemada y San Pedro (1895), Amadeo I (1910) y La Primera Re

pública (1911).

Se puede observar cierta similitud en el modo de aparición inicial: am

bos son, primero, personajes secundarios. Pasan progresivamente a ocupar

el rango de protagonistas (más rápidamente en el caso de Balzac). Los usure

ros se parecen también si se observa el modo de reaparición.

Gobseck aparece según el modo directo, con participación en la acción;

y también según el modo alusivo. En el primer caso, el usurero es actor del

drama o de una parte del drama o de un drama secundario w. En Les Emplo

yés, por ejemplo, Baudoyer debe su triunfo sobre Rabourdin al hecho que

de Lupeaux es la víctima de Gobseck y de su compadre Gigonnet. De modo

semejante, en Le Pére Goriot, la intervención de Gobseck acelera el proceso

destructor que acabará con el pobre fabricante de fideos.

En otras circunstancias, el personaje desaparece y le sobrevive su valor

de símbolo. Es la reaparición por alusión22. Su nombre significa usura para

los personajes de La Comedia Humana. Se puede evocar, entre otros muchos,

el caso de la reaparición en Ursule Mirouét:

El abate Chaperón discutía con su criada, a propósito de los gastos,

con un rigor superior al de Gobseck discutiendo con la suya, de haber

tenido, este famoso judío, la tal criada23.

En Les Petits bourgeois, Gobseck evoca una categoría de usureros, inter

mediaria entre los muy ricos y los más pobres**. Balzac utiliza, de igual ma

nera, el personaje de Gobseck en Les Comédiens sans le savoir25.

En 1883, el lector de Galdós conoce poco a Torquemada. El camino que

ha de conducir al usurero hasta la primera fila es más lento que en el caso

de Balzac. Pero una vez encaramado en el protagonismo, el usurero de Gal

dós permanece en él más tiempo y con más detalles que Gobseck. Conviene

señalar, en efecto, que Gobseck es una novela breve con relación a la serie

de las novelas de Torquemada26.

372

Por lo general, Torquemada suele salir según el modo directo de reapari

ción22. En El Doctor Centeno, por ejemplo, el usurero presta dinero a los

estudiantes y en particular a Miquis. Su intervención tiene consecuencias

en el desarrollo de la acción y en la degradación de los héroes. Se puede ob

servar lo mismo en La de Bringas, Lo Prohibido, Realidad y Amadeo I. En

estas circunstancias, don Francisco es personaje secundario con valor de

función. Pero, otra diferencia con el usurero balzaciano, nunca pierde por

completo, su valor de mortal dentro del mundo de la ficción.

En Fortunata y Jacinta, es decir, en cierto Madrid de los años 86 y 87,

el usurero pasa a desempeñar un papel más importante. Es una de las per

sonalidades de los alrededores de la Plaza Mayor. Ya pertenece por completo

al mundo de personajes de ficción y no sólo al de las categorías o funciones

sociales. Esto explica la introducción, en esta novela, de otro usurero para

asumir la función de la usura27,

La gran preocupación formal que domina a Balzac, por lo menos a partir

de 1833, es la de unificar la obra: no se trata de escribir novelas sueltas sino

de describir las costumbres de la sociedad dentro de la cual actúa el nove

lista 28.

Galdós, aunque de manera menos explícita, no está muy lejos de consi

derar la novela como un todo. Al escribir sobre Pereda, evoca la imagen

del telar para describir, con metáfora, el arte de novelar29.

Tal concepto de la obra les impone, a ambos novelistas, ciertos impera

tivos retóricos, en particular la regla de las unidades y la de la reaparición

de los personajes. Para ambos, la gran ciudad (París-Madrid) será el lugar

más frecuente para las aventuras; el siglo XIX (primera mitad-último tercio

—en lo relativo a Novelas Contemporáneas—) será el tiempo de las aventu

ras; las hazañas y —sobretodo— las menudeces de cierta parte de la socie

dad (francesa-española) asegurarán la unidad de la acción.

Las reapariciones de Gobseck y Torquemada constituyen uno de los pro

cedimientos que le confieren fuerza de coherencia y unidad al mundo de la

ficción, según el proyecto definido en l'Avant Propos de Balzac a la edición

de La Comedia Humana de 1842. Desde el punto de vista formal, se puede

aceptar la influencia que ejerce Balzac en Galdós, como teórico del arte de

escribir novela30.

¿Se puede afirmar lo mismo al considerar al Balzac creador de persona

jes o transmisor de temas?

Las dos figuras de usureros tienen cierto parecido en lo físico y en lo

moral. Conviene señalar en particular su edad, sus rasgos y su manera de

expresarse para estudiar las similitudes en lo relativo a la imagen física.

Gobseck es mucho más viejo que Torquemada. Tiene unos setenta y

seis años cuando Derville comienza su relato. La muerte lo separa de su

querido oro a los ochenta y nueve años. Balzac insiste en el hecho que re-

373

sulta difícil sacarle la edad desde su aspecto físico. No se sabe si ha enveje

cido muy pronto o si, al contrario, ha sabido conservarse joven. Torquemada

es más joven. Anda por los cuarenta cuando inicia su aventura nove

lesca. Pero el bigote y la barba, canosos, y su cráneo calvo le envejecen. La

muerte lo cura de la usura a los cincuenta y cuatro años31, pero su aspecto

es tal que se le podrían dar hasta unos novecientos en su lecho mortal. Al

no tener edad el oro, sus fieles servidores no pasan por la cronología ordinaria.

En sendos rostros se ven las estigmas de su condición. Dos rasgos domi

nan: el color y la impasibilidad. El oro y la plata han estampado con fuerza

sus reflejos en sus facciones. La faz «lunar» de Gobseck es pálida y desco

lorida. Evoca aquellos viejos espejos verdosos de las fondas32. Su cara pá

lida daba olor a dinero33. Parecía de corladura desdorada31. Sus facciones

parecen salir de un molde de bronce: su cara es impasible, como la de Talleyrand35.

Mismo aspecto, muy poco ameno, en la cara de Torquemada.

Tiene, el usurero galdosiano, cara austera y seca. El cutis, amarillento, coge,

con la edad, el color de la tierra36. Rostro enigmático y opaco. Galdós uti

liza dos caricaturas para describir el aspecto austero de la cara de Torque

mada: cierto aire clerical o de sacristán37 lo que evoca el color amarillo y

el aspecto de cera; cierto aire militar38 que evoca la impasibilidad de las

facciones.

Hay otros detalles dignos de ser considerados. Los ojos de Gobseck son

pequeños y amarillos como los de la garduña39. De su ojo metálico y frío40

salen destellos sin calor. El mirar de Torquemada es amarillo*1. Sus ojos

son pequeños pero el diminutivo utilizado por Galdós evoca además su vi

vacidad y, sin duda, cierta fealdad tó. Los labios de Gobseck son secos como

los de los alquimistas y los de los viejecillos que pintan Rembrandt y Metzu 43.

Torquemada tiene una boca insolente" y aguza el hocico para soplar hacia

arriba tó. Gobseck lleva unas arrugas profundas en la frente *". La de Torque

mada, en sus últimos años, cuenta tantas y tan profundas arrugas que parece

llevar una máscara*7.

Al considerar su oficio, bien natural parece el esmero en la descripción

de la mano de los dos usureros. En el caso de Gobseck, la mano es huesuda

y el brazo seco tt. Galdós repite con insistencia el gesto de la mano derecha

que acompaña las transacciones importantes realizadas por Torquemada.

Evoca el gesto del sacerdote que muestra la Hostia a los fieles o el del cam

bista que examina las monedas de oro49.

La manera de expresarse es uno de los rasgos más característicos de los

dos usureros. Galdós lo perfecciona con relación a Balzac y le da un valor

que no tiene el de Gobseck: el lenguaje de Torquemada funciona como ín

dice revelador de las fluctuaciones sociales. Conviene señalar el parecido,

tan evidente, del habla de Gobseck con el Torquemada de La de Bringas M:

ambos se expresan con pocas palabras y frases entrecortadas. La realidad

que le interesa al usurero no necesita discursos extensos. Esto es lo que causa

el desprecio que siente Torquemada por los poetas.

374

El nombre del personaje tiene, para Galdós como para Balzac, cierto

valor moral. En el caso del novelista canario, y sin salir de la serie de las

novelas de Torquemada, se puede evocar el caso de Rafael del Águila, ar

cángel ciego que se propone derribar la Bestia inmunda. Algo semejante

ocurre con Cruz y Fidela. Los dos usureros llevan nombre muy significativo.

Jean-Esther van Gobseck, nacido en los suburbios de Anveres, fruto de

los amores de un holandés con una judía, es medio judío y medio cristiano.

Gobseck es nombre judaico de Europa Central. Pero se compone de dos sí

labas (GOB - SECK) cada una de las cuales evoca una palabra en francés.

La primera hace pensar en el verbo gober que significa tragar de un solo

golpe; la segunda sílaba recuerda el adjetivo sec y las dos juntas evocan

el programa del buen usurero: el que engulle con rapidez. El judío usurero

es un tópico con el cual se conforma Balzac sin necesidad de concebir nin

guna mala conciencia y sin connotaciones racistas: ese problema ha sido

superado.

Torquemada no es judío, o por lo menos, Galdós no lo dice, si lo fuere.

Claro que los cristianos viejos abundan en tierras de Castilla como de León,

y don Francisco viene de Villafranca del Bierzo. Su nombre está cargado

de otras connotaciones, por cierto no muy lejanas, las de la Inquisición n.

A pesar de su origen, también Balzac relaciona a Gobseck con la Inqui

sición, y más precisamente con un dominico que bien pudiera ser don To

más Torquemada si pasamos por alto la indicación de siglo 52:

Se encontraban ambos ante su juez Gobseck quien los examinaba como

un viejo dominico del siglo dieciséis debía espiar las torturas de dos

Moros, en el fondo de los subterráneos del Santo Oficio 53.

Si se examina el carácter de los dos usureros, se puede notar cierta simi

litud. A modo de ejemplo se puede pensar en su culto común por la exacti

tud. Balzac evoca la imagen del péndulo para calificar la regularidad de

Gobseck. En La de Bringas, Rosalía sabe lo que significa la exactitud para

don Francisco:

El tal la esperaría hasta las tres, hasta las tres, ni un minuto más 54.

Conviene señalar otro rasgo psicológico común: la impasibilidad sexual.

A propósito de Gobseck, Derville se interroga:

Algunas veces me he preguntado a qué sexo pertenecía. Si todos los

usureros se parecen a éste, me parece que son todos del género

neutro 55.

Gobseck no tiene descendientes directos. Su fortuna y su nombre, des

pués de su muerte, recaen en una sobrinita, fruto también de amores pere

grinos. Nada permite suponer, en este usurero, el menor movimiento impul

sado por las flaquezas de la carne. Torquemada se ha casado dos veces y

375

aunque muy poco sabemos de su vida sexual, tres hijos, por lo menos, le han

sido dados: Rufina se casa; el primer Valentín muere y el segundo es un

monstruo. Con éste concluye también el nombre del usurero.

Otros casos de similitud podrían ser evocados como, por ejemplo, lo que

para ambos significa la amistad, o el sentido de la vida. Para concluir este

retrato moral analizaremos brevemente la relación de los usureros a Dios.

Desde lo religioso, los dos usureros han superado todo imperativo. Seguros

de que no se puede servir a varios amos, han resuelto ignorar todo cuanto

no se relaciona directamente con el dinero. Torquemada se acuerda del cielo

cuando piensa que allí debe concluirse cierto negocio importante. Como

a pesar de sus esfuerzos muere Valentín (el primero), adopta una actitud

definitiva:

Cortó pues toda clase de relaciones con el Cielo M.

Gobseck adopta la misma posición, lo que provoca la interrogación de

Derville :

Nunca supe nada acerca de sus opiniones religiosas. Me parecía ser

más indiferente que incrédulo57.

La inquietud religiosa no se asoma a su espíritu trastocado ni siquiera

en el lecho mortal. En el caso de Torquemada, a pesar de los esfuerzos del

padre Gamborena, la última palabra no manifiesta tampoco la menor inquie

tud. Después de haber tratado de comprar el cielo, dando así una versión

peculiar del parí de Pascal, muere pronunciando la palabra conversión pero

no se trata de la conversión religiosa.

¿Debemos concluir obligatoriamente —es decir partiendo de las simili

tudes referidas— a la influencia que ejerce Balzac en Galdós? Hay otra ex

plicación que parece más satisfactoria.

En efecto, desde Euclión, Shylock y Harpagón las figuras del séquito

de usureros o avariciosos del mundo de la ficción tienen entre sí cierto pa

recido natural. Algunos pintores, desde finales del siglo XV han contribuido

en la cristalización de los rasgos esenciales. Por ejemplo, Marinus van Roejmerswaelen

ha fijado sobre el lienzo la fealdad y la ansiedad del usurero

bajo las facciones del hombre con toca verde en su cuadro «Dos usureros

en su despacho». Nada falta en el retrato: los dedos largos están cumpliendo

el gesto desesperado por el cual se trae todo hacia sí; la piel de la cara ama

rillenta; la pupila dilatada por los tormentos del cálculo. Nada, en este cua

dro, autoriza el menor indicio de humanidad. La boca, entreabierta, deja ver

unos dientes de tiburón en la actitud del acecho. Todo, en una palabra, in

dica el dominio completo de la pasión del oro sobre ese desdichado individuo.

Porque pertenecen al séquito de los usureros y hombres al servicio ex

clusivo del dinero, las dos figuras de usureros tienen cierto parecido en lo

físico y en lo moral. Esto no implica influencia de Balzac sobre Galdós: los

376

dos novelistas extraen de la memoria literaria o artística común, ciertos ras

gos que resultan ser bastante similares.

¿Ocurre lo mismo al analizar la manera de cada uno de ellos de plantear

y de resolver el problema de la usura?

El problema de índole general que plantean los dos novelistas al poner

en escena a Gobseck y a Torquemada es la usura. Los dos usureros perte

necen a una misma categoría social. Son usureros, es decir, personajes que

tienen por medio de existencia y por función social el préstamo concedido

mediante devolución con intereses crecidos. No son —sólo— avariciosos.

Gobseck no es Grandet, desde luego, pero en muchos aspectos Torquemada

tampoco es Gobseck.

El origen de la fortuna de los dos usureros no es exactamente el mismo.

Galdós perfecciona la lógica —la realidad— de la figura del personaje. Hay

algún misterio en el origen de la fortuna de Gobseck. Derville no indica

claramente este origen. Se sabe que fue aventurero y que se dedicó a recorrer

mundos antes de entregarse a la pasión de la usura. Aventura y usura llevan

en sí algo que parece ser contradictorio.

Torquemada odia los viajes y todos los pueblos que no son Madrid. Sólo

Madrid es higiénico. No hay milagros en la fortuna de don Francisco. Todo

ha sido adquirido, perra a perra, durante veinte años de estrangulaciones y

privaciones que han transformado los 12.000 reales iniciales M en una colosal

fortuna.

Hay otras diferencias. Gobseck pertenece aún a los usureros «metafísicos

». El relato de su muerte es particularmente revelador. Mientras don Fran

cisco muere pensando en cómo convertir en deuda interior las acciones de

Cuba, Gobseck muere en plena crisis de delirio viendo el oro, ente vivo, mo

viéndose alrededor de su lecho y por las paredes de su habitación. Es tam

bién impresionante ese cuarto contiguo donde la locura de los últimos días

le ha hecho acumular comestibles que el tiempo ha destruido pero que so

breviven en la codicia de Gobseck. Gobseck es, por este costado, lo contrario

de Torquemada. Este pertenece a otra categoría o a otra realidad:

Torquemada no era de esos usureros que se pasan la vida multiplicando

caudales por el gusto platónico de poseerlos, que viven sórdidamente

para no gastarlos y al morirse quisieran, o bien llevárselos consigo a

la tierra, o esconderlos donde alma viviente no los pueda encontrar.

No; don Francisco habría sido así en otra época; pero no pudo exi

mirse de la influencia de esta segunda mitad del siglo XIX que casi ha

hecho una religión de las materialidades decorosas de la existencia59.

Lo que le interesa a Torquemada no es acumular. Quiere dominar la so

ciedad y piensa que el medio más adecuado es poseer dinero, fundamento de

377

las nuevas normas y de las nuevas jerarquías. Por eso ha comprendido que

su acceso en la sociedad exige una indumenta nueva y un lenguaje adaptado.

Un detalle —pero quizá esencial— establece en el texto esa diferencia

entre los dos usureros. El motivo central del relato de Derville es el episodio

de los diamantes. Cuando Gobseck ve los diamantes le entra como una lo

cura y le dan ganas de devorar las piedras preciosas. Lo que le interesa a

don Francisco son las acciones del ferrocarril leonés. El usurero de Galdós

pertenece ya al mundo industrial que, aunque incipiente, ha definido por su

cuenta las nociones de oro y de usura. Gobseck tesauriza y su dinero se cris

taliza. Con Torquemada la riqueza es más dinámica y la ambición no es

amontonar: ahora se trata de dominar.

Por eso, Torquemada se introduce (o se deja llevar) en el ruedo de la

política. Torquemada es un usurero político. Accede al Senado y a la No

bleza. El Senador, Marqués de San Eloy es la última figura social del usu

rero que comenzara su carrera por la calle de Cuchilleros. También Balzac

pensó en ennoblecer a su usurero. Hasta la edición realizada por Madame

Béchet, editor, en 1835, bajo el título aún no definitivo de Le Papa Gobseck

se encuentra una variante significativa que se suprimirá en la edición de

1842. En esta variante se lee una réplica de la vizcondesa de Grandlieu a

Derville:

Pues bien... procuraremos nombrar a Gobseck barón y luego vere

mos...60

No hay que buscar en el origen plebeyo y medio judío de Gobseck la

causa que le impide el acceso a las altas esferas del poder. Balzac abandona

la idea de ennoblecer a Gobseck porque no se inscribe bien en la lógica del

personaje, del usurero metafísico. Este acceso social hubiera acarreado gas

tos de dinero y de pasión que el usurero cree deber exclusivamente a la

usura. No le interesaba exponerse a la luz del poder social. La escala de va

lores de Gobseck culmina en la posesión del oro. Para Torquemada, el oro

es la base de una escala de valores que culmina con el poder.

El problema de la usura se plantea de manera diferente para Gobseck y

Torquemada porque la realidad de la usura no es la misma para la Francia

balzaciana de 1830 y para la España galdosiana de 1890. Pero escribir novela

—es decir, unos textos coherentes o por lo menos comprensibles y significa

tivos— no es sólo constatar realidades: para Balzac como para Galdós es

también intervenir, enmendar, mejorar la realidad. Gobseck es la condena

ción balzaciana de ese exceso de la clase burguesa que es la usura. Torque

mada también muere y a su alrededor sólo quedan ruinas y monstruos. Pero

lo que se condena aquí y ahora es ese otro exceso que conduce la clase bur

guesa de la España finisecular a considerar que el poder debe establecerse

sobre la base de la fortuna.

Los dos usureros son dos figuras negativas del orden social. Tienen fuerza

de repulsa de ese orden social en lo que a la relación entre el hombre y el

378

dinero se refiere. Pero no se confunden Gobseck y Torquemada porque no

significan lo mismo las palabras dinero y hombre dentro de cada uno de los

sistemas de valor.

El personaje de Torquemada le debe, quizás, algo a Balzac y, sin duda,

mucho a la contingencia. No es necesario suponer un Galdós estudioso de

la Comedia Humana, ni siquiera lector cuidadoso de Balzac para comprender

el proceso creador de Torquemada. Tampoco lo necesita su potente espíritu

creador. La mirada debe explorar más bien el campo de las realidades, de las

sensibilidades y justificar desde él, las convergencias y divergencias en tiem

pos y lugares diferentes. Esa explicación es la preocupación de la aproxima

ción comparatista. Sería empobrecerla el contentarse con el estudio —forzo

samente arbitrario— de la noción de influencia1.

NOTAS

1 Para la definición de estos términos, cf. Cioranescu, Alejandro, Principios de

Literatura Comparada, Ed. Universidad de La Laguna, 1964, y particularmente el "Pe

queño vocabulario comparatista", pp. 131 y 132.

2 Ver: correspondencia Zola/J. M. de Heredia / Galdós in Casa Museo, caja 19,

carpeta 73, legajo 155.

3* Tres ejemplos bibliográficos particularmente interesantes:

1. Montesinos, José F., "Notas sueltas sobre la fortuna de Balzac en España",

in Revue de Littérature Comparée, año 24, n.° 2, abril-junio 1950, pp. 309-338.

2. Ollero, Carlos, La sociedad y la política como tema literario, Ed. El Espejo,

Madrid 1976, pp. 195-206.

3. Lacosta, Francisco C, "Galdós y Balzac", in Cuadernos Hispanoamericanos,

agosto-septiembre 1968, n.° 224/225, pp. 345-374.

* Este texto se encuentra en el tomo III de Novelas y Misceláneas, Madrid, Aguilar,

1977, p. 1431 (b).

5 Hay algunas exageraciones en este texto. Notemos por ejemplo una que precede

de pocas líneas la declaración sobre la lectura de Eugénie Grandet

"A la semana de este ajetreo ya conocía París como si éste fuera un Madrid

diez veces mayor". (Aguilar, t. III de Novelas, Madrid 1977, p. 1431 (b).

Esto es imposible. A finales del XIX, París no era ciudad que se dejara conocer en

una semana (sobretodo con los transportes de la época y si se toma en cuenta el tiempo

que Galdós pasa por los quais...). Aquí hay exageración. Y aplicando a este caso la de

ducción cartesiana, bien puede haber igualmente exageración en las declaraciones sobre

el estudio de La Comedia Humana.

6 Le pasa a Galdós algo así como lo que le ocurre a Gabriel que implora:

"No me exija el lector una exactitud que no es posible, tratándose de sucesos

ocurridos en la primera edad y narrados en el ocaso de la existencia". (Trafalgar,

A. E., 3.a ed. 1978, p. 12).

379

7 Artículos recogidos por W. Shoemaker en un libro bajo el título Los artículos

de La Nación, Madrid, ed. ínsula.

8 Op. cit., p. 450.

9 Op. cit., p. 450.

10 Novelas y Miscelánea, Aguilar, t. III, p. 1432 (a).

11 Se trata de una lectura particularmente ardua y Galdós no domina el franeés

como lengua materna. En una de sus cartas en francés bastante incorrecto, dirigida a

la señora Arvéde Barine termina por el siguiente P.S.:

"Pardonner (sic) mon detestable (sic) francais".

Del examen de las obras de Balzac en la biblioteca Galdós de la Casa-Museo de

Las Palmas, poco se saca en claro. Sorprende el hecho que sólo hay acotaciones signi

ficativas en Les Maraña (Sala X, n.° 31, p. 20). Las otras marcas (páginas plegadas, como

en Les Employés; títulos marcados con cruz como en Gobseck; trozos de texto subra

yado como en La Peau de chagrín, p. 5, 55, 57) no son fidedignas. ¿Cómo saber si son

obra de la mano de Galdós? En los Quais se compran libros de segunda mano. ¿Cuántos

amigos o familiares han tenido estos libros en sus manos?

12 Lo cual se podía deducir de fuentes indirectas como conversaciones, lecturas de

artículos en la prensa, obras críticas...

13 Episodios Nacionales, t. III, Madrid, Aguilar, 1976, p. 262.

14 Episodios Nacionales, t. IV, Madrid, Aguilar, 1976, p. 367.

15 Cf. Lotte, Fernand, "Le retour des personnages", in L'Année balzacienne, 1961,

pp. 227 a 281.

16 Novelas, t. I, Madrid, Aguilar, 1975, p. 1391 (b).

17 Novelas, t. I, Madrid, Aguilar, 1975, p. 1399 (b).

18 Novelas, t. I, Madrid, Aguilar, 1975, p. 1389 (b).

19 Ver, supra, nota 15, el artículo de Fernand Lotte.

20 Cf. Lalande, Bernard, "Liste des états successifs de Gobseck", in Revue d'Histoire

Littéraire de la France, 1939, vol. 46, pp. 180 a 200.

21 Las referencias relativas a la serie de las novelas de Torquemada remiten a la

edición de Alianza Editorial, Madrid, tercera edición en "El Libro de Bolsillo", 1976.

22 Para una definición de los términos relacionados con la técnica de la reaparición

de los personajes, véase en estas actas, la contribución del Profesor Nelly Clemessy,

bajo el título: A propósito de la reaparición de los personajes en la obra novelística

de Galdós.

23 Balzac, Honoré de, Ursule Mirouét, ed. de La Pléiade, 1976, t. 3, p. 792.

24 Balzac, Honoré de, Les Petits bourgeois, ed. de La Plé'iade, 1976, t. 3, p. 120.

25 Balzac, Honoré de, Les Comédiens sans le savoir, ed. de La Pléiade, 1976, t. 7,

p. 1178.

26 En su nota de la página 188 en Lo Prohibido, ed. Clásicos Castalia, Madrid 1971,

J. F. Montesinos escribe:

"Galdós lo ha representado de manera inolvidable en Torquemada en la

hoguera (1889) y en la impresionante trilogía que forman Torquemada en la cruz,

Torquemada en el Purgatorio, Torquemada y San Pedro (1893-1895)".

Separa Montesinos la primera de las cuatro, otras novelas donde Torquemada ocupa

el lugar del protagonista principal. Parece más acertado el juicio de Luis Cernuda en

Poesía y Literatura, I y II, ed. Seix Barral, Barcelona 1971, p. 66:

"... Torquemada en la hoguera, la primera de un ciclo de cuatro, que acaso

sea para mí la obra máxima de Galdós".

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De acuerdo con Cernuda, en toda esta apreciación. Si nos quedamos con Montesinos,

¿cómo ocmprender el segundo matrimonio de don Francisco?, si separamos a los dos

Valentines vaciamos de su significación social la monstruosidad del segundo comparado

con el primero.

27 Se trata de Cándido Samaniego. Cf. Fortunata y Jacinta, ed. Hernando, Madrid,

1975, p. 570 y 649-650.

28 Cf. por ejemplo, YAvant propos de 1842, ed. de La Pléiade, 1976, t. I, p. 11.

29 Cf. Novelas y Miscelánea, Aguilar, Madrid 1977, t. III, pp. 1206-1207.

30 Un detalle parece revelador. En el ejemplar de Albert Savarus de la biblioteca

de Galdós, encontramos una substracción interesante, de la mano de Galdós:

329

196

133

329 es la última página de esta novela corta de Balzac. 196 es la página inicial.

133 corresponde al total de páginas. Galdós ha querido saber lo que novela corta

significa para Balzac.

31 Cf. T. y S. P. 649. De paso, creemos poder afirmar un error de cronología

interna que concierne en particular la fecha del matrimonio con doña Silvia y la

herencia de 12.000 reales.

32 Balzac, Honoré de, Gobseck, ed. de La Pléiade, 1976, t. II, p. 964. Para este

texto utilizaremos siempre la misma edición que en adelante abreviaremos en Gk.

33 Gk. 965.

31 Gk. 964.

35 Gk. 964.

36 T. y S. P., p. 644.

37 Cf. Fortunata y Jacinta, ed. Hernando, Madrid 1975, pp. 359-360.

38 Ibíd.

39 Gk. 964.

40 Gk. 971.

41 T. en la ha., p. 73.

42 T. y S. P., p. 632, "ojuelos", sufijo peyorativo.

43 Gk. 964.

41 T. y S. P., p. 576.

45 T. en la c, p. 115.

46 Gk. 965.

47 T. y S. P., p. 552.

48 Gk. 965.

43 El tal gesto se encuentra en La de Bringas, Fortunata y Jacinta, T. en la h.,

pp. 55-56, T. en la c, p. 83, T. en el P., p. 310, entre otros ejemplos. Galdós insiste

mucho en este gesto como índice caracterizador de su personaje.

50 Cf. La de Bringas, ed. Hernando, Madrid 1969, p. 227.

51 Cf. la explicación de sus orígenes en T. en la c, p. 245.

52 En efecto, don Tomás de Torquemada, manda más de la Inquisición, aquel

gúlag de turno, se queda en el siglo XV (1420-1498). ¿Error de Balzac? Bien seguro

que no faltarían, tampoco en el XVI —ni en los demás— individuos como el tataratío

de don Francisco.

53 Gk., p. 988. También hay alusión a la Inquisición en Gk. 977.

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54 La de Bringas, ed. Hernando, Madrid 1969, p. 272.

55 Gk. 967.

56 T. en la c, p. 109.

57 Gk. 967.

58 Cf. Fortunata y Jacinta. Cf. también T. y S. P., p. 635.

59 T. en la h., p. 12.

60 Cf. La Pléíade, t. II, en la parte notas y variantes, p. 1008, letra 1.

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