GALDOS EN LA EXPOSICION UNIVERSAL DE PARIS DE 1867

Juan-Luis Guereña

(Universidad de Tours.-Francia)

«Los concursos, las exposIcIOnes, los certámenes constituyen una de las

más importantes y curiosas fases de la actividad moderna», constata Galdós en

1865, en una de sus «revistas de la semana» de La Nación 1. En particular las

Exposiciones universales de la segunda mitad del siglo XIX, acontecimientos

extraordinarios que atraen a millones de visitantes. «Si el siglo actual recibe

con el tiempo un mote histórico, es posible que se llame el siglo de las Exposiciones

», comenta José de Castro y Serran02

• Manifestaciones a favor del progreso

técnico, pero también espectáculos y fiestas populares, las Exposiciones

universales no podían dejar indiferente al joven Galdós, periodista curios03•

En particular, la Exposición universal de París de 1867, ocasión de un primer

viaje a París, le dejará recuerdos imborrables. Más tarde, Galdós tendrá ocasión

de visitar y de comentar para los lectores de La Prensa, las Exposiciones

universales de Barcelona en 18884

, Y de París en 18895• En 1867, se trata de un

viaje a título privado, en familia, y por lo tanto no tiene ningún compromiso

periodístico 6. A pesar de la casi ausencia de testimonio inmediat07, el viaje

parisino, el doble viaje de 1867 y 1868, con la Exposición universal en primer

plano, vuelve a menudo bajo su pluma con la nitidez de lo revivido. En 1889,

el tener que comentar para el periódico argentino la Exposición universal que

se abre aquel año en París le ofrece la oportunidad de dedicar un artículo a la

Exposición de 18678:

«No viene mal en esta ocasión un recuerdo de acontecimiento análogo a la actual

solemnidad parisiense: la Exposición de 1867; los veintidós años transcurridos

desde tal fecha no han borrado de mi memoria los esplendores de aquellos días

que eran los más brillantes del segundo imperio».

En 1907, en el último Episodio Nacional de la cuarta serie, La de los tristes

destinos, que se sitúa entre el 22 de junio de 1866 y el 19 de setiembre de 1868,

37

Galdós hace llegar a su protagonista principal, Santiago Ibero, a París en 1867

«en los días febriles de la Exposición Universal» 9 , lo que le permite utilizar sus

propios recuerdos, que detallaría unos años más tarde en sus Memorias de un

desmemoriado 10 • A pesar del tiempo transcurrido -casi medio siglo- el recuerdo

sigue intacto: «Me parece estar viendo a Napoleón 111 ( ... )>>, apunta

Galdós 11. Volverá Galdós varias veces a París 12, pero el primer viaje a la capital

francesa en el verano de 1867 cuando la Exposición universal borra a los demás.

¿Cuáles son pues estos recuerdos de 1867 intactos en la memoria de Galdós?

La importancia de los años anteriores al lanzamiento de los Episodios

Nacionales en la biografía del novelista13 queda patente en este viaje «principalmente

porque pudo ver a España desde fuera, porque alcanzó una mayor y

más clara perspectiva del momento en que se vivía y de los problemas españoles

»14. La Exposición, gigantesca confrontación internacional, precisa esta toma

de conciencia prenoventaiochista. «La Exposición Universal de 1867 es una

síntesis del progreso humano: todo concurre a ella, todos han trabajado para

ella, ella lo representa todo», observa José Castro y Serrano en su Revista de

la Exposición Universal de 186715. Los 52.200 expositores proceden efecto del

mundo entero: 15.969 de Francia, 6.077 de Inglaterra, 4.946 de Turquía, 4.140

de Italia, 2.648 de España, 2.489 de Alemania del norte, 2.044 de Austria,

1.918 de Bélgica, 1.883 de Portugal, 1.414 de Rusia, 1.339 de Brasil, 1.083 de

Suecia y Noruega, 1.061 de los principados rumanos, 1.006 de Suiza16. Venían

después los Estados Unidos de América, los Países Bajos, Grecia, las Repúblicas

sur-americanas (principalmente Argentina) ... A tal concentración de productos

repartidos en diez grupos y 95 clases17

, corresponde una afluencia extraordinaria

de público, unos diez millones de visitantes, o sea una media de

más de 45.000 por día durante los 217 días de apertura de la Exposición, del

1.0 de abril de 1867 al 3 de noviembre18. «¿Quién no querrá ver este resumen,

este epílogo de toda la tierra?», interroga Castelar, emigrado en París por

aquel entonces 19: .

«Estoy bien seguro de que en este momento la preocupación de todas las naciones,

el pensamiento de todos aquellos que gustan o desean viajar, ver tierras,

recorrer el mundo, es París, la capital de Europa, sus calles, sus plazas, sus

monumentos, su aspecto. ¿Quién dejará de ver esta ciudad, que en los primeros

días de la primavera encerrará representantes de todas las naciones, ejemplares

de todas las razas?».

El viaje a París

Galdós se sume así al «gran número de españoles de todas castas que en

aquellos días había en París, atraídos por la interesante y espléndida Exposición

»20. Varios miles de españoles cruzan en efecto la frontera en 1867: de los

200.346 extranjeros censados en los hoteles parisinos por los servicios de policía,

7.749 son españoles21. Total modesto sin duda (menos del 4 % del total de

extranjeros), pero al que cabe añadir la importante colonia española en París,

emigrados en particular en este año pre-revolucionario, y en cierto modo los

visitantes latino-americanos22. Entre los visitantes españoles, podemos distinguir

los expositores, los miembros de la Comisión española de representación

38

y estudio de la Exposición y del jurado, los «artesanos discípulos observadores

de la Exposición universal de París» 23 , los periodistas24 y los encargados de una

misión de estudio por un organismo oficial o privado 25 • Finalmente, la categoría

más difícil de perfilar es la del mero turista. Y, en general, no sabemos gran

cosa de los viajes de españoles al extranjer026. La estancia de Galdós en el

París de 1867 puede ayudarnos a precisar motivaciones, centros de interés e

impresiones de un turista español en el París de la Exposición universal.

El porqué del viaje de Galdós a París es bien conocido; él mismo ha evocado

en sus Memorias esta ocasión extraordinaria de desplazarse a París facilitada

por su familia 27:

«( ... ) Al aproximarse el verano del 67 llegó a Madrid una persona de mi familia

con un hijo suyo, mi sobrino, y me dieron la grata noticia de que me llevarían a

París a ver la Exposición Universal, el acontecimiento culminante de aquel año.

¡Oh sopresa del Destino en la vida de las criaturas! ¡Ora sean éstas hombres

bárbaros, ora muchachos imberbes! Parecíamos un sueño, un cuento de hadas,

verme yo transportado a París, la metrópoli del mundo civilizado».

El entusiasmo del joven de 24 años queda vivo unos cincuenta años más

tarde. Y efectivamente para un joven sin recursos financieros fijos28, la posibilidad

de pasar una temporada en París, centro de atracción en sí, era una

oportunidad extraordinaria, valorada como tal por su beneficiario, y que dejará

hondas huellas. El mecenas que contribuye al viaje parisino es su cuñado José

Hermenegildo Hurtado de Mendoza enriquecido en Cuba 29. La ayuda de los

Hurtado de Mendoza (José Hermenegildo, casado con Carmen, la hermana de

Benito, y Magdalena, hermana de José Hermenegildo, casada con el hermano

mayor de Galdós, Domingo) es decisiva en las primeras actividades del novelista

-empezando por sus estudios madrileños, y va mucho más allá que un largo

viaje, incluso a París30

No se trata de una ida y vuelta: Galdós y sus familiares van a quedarse

varios meses en París, tiempo suficiente para una visita detallada de la Exposición

y de París. Llegan a París en may031, o sea un mes tras la apertura de la

Exposición ell.O de abril, y permanecerán en la capital «el verano entero»32

«desde mayo a octubre»33. El 15 de octubre en efecto, solicita que se le admita

la matrícula en la Universidad madrileña34 , y el 4 de noviembre la Revista del

Movimiento intelectual de Europa, tras su reaparición dos días antes, publica

un artículo suyo. Varios meses pues de descanso, de maduración de la obra

literaria, sobre todo tras el segundo viaje a París:

«Con las personas que me llevaron a París volví a Madrid sin incidente notable,

y en el intervalo entre este primer viaje y el segundo (1868) saqué del cajón

donde yacían mis comedias y dramas y los encontré hechos polvo; quiero decir,

que me parecieron ridículos y dignos de perecer en el fuego. Pasados algunos

meses, reanudé mi trabajo literario, y sin descuidar mis estudios en la Universidad,

me lancé a escribir La Fontana de Oro, novela histórica, que me resultaba

fácil y amena. Un impulso maquinal, que brotaba de lo más hondo de mi ser,

me movió a este trabajo, que continué metódicamente, hasta que llegaron personas

de mi familia para llevarme a París por segunda vez»35.

39

Este segundo viaje a París se efectuará como el primero por ferrocarril:

«Ferrocarril del Norte, frontera pirenaica, mediodía de Francia y Orleáns, hasta

dar fondo en la ciudad luminosa»36. Terminada en 1864, la línea del ferrocarril

del Norte (631 kilómetros de Madrid a Irún) permite alcanzar la frontera

francesa desde Madrid en 19 horas por expreso o en 35 horas por ómnibus37 ,

por un precio de 277 reales 75 céntimos en primera, 208 reales 50 céntimos en

segunda, 125 reales 25 céntimos en tercera38

• De Madrid a París, el viaje cuesta

669 reales 25 céntimos en primera 39.

En La de los tristes destinos, Galdós describe la llegada en tren a París, muy

verosímilmente sobre la base de recuerdos personales40 :

«Al anochecer del día siguiente vieron que a un lado y otro del tren en marcha

se iniciaba la aglomeración de alegres pueblecillos, de granjas admirables, de

quintas escondidas entre bosques espesos; vieron la muchedumbre de fábricas y

talleres con sus chimeneas humeantes, las estaciones de una y otra línea transversal,

los edículos y almacenes, los gasómetros, el sinfín de construcciones que

anuncian la vida industriosa y opulenta de una gran metrópoli».

«La metrópoli del mundo civilizado»

Para Santiago Ibero, como para Galdós, París es un verdadero mito. «Parecíame

un sueño de hadas, verme yo transportado a París, la metrópoli del

mundo civilizado», recuerda aún maravillado Galdós41

• Y París conservará al

filo de los años este poder de atracción 42. Atracción razonada por el conocimiento

que ya tiene de la ciudad. Al llegar a París en mayo de 1867, las imágenes

de la capital proceden únicamente de sus lecturas, en particular las obras

de Balzac ya adquiridas43 •

La primera impresión de Santiago Ibero es la claridad de la ville lumiere44 :

«Era ya noche cerrada. Ibero miraba con avidez por encima de las filas de vagones

parados, máquinas y objetos mil de intensa negrura, y veía un extenso y vivo

resplandor que invadía gran parte del cielo ... 'Es París -exclamó-. Parece que

arde'. Y risueña, radiante de alegría, respondióle su compañera: 'No es incendio,

es claridad'».

Esta avidez por conocer París se concretará muy pronto por una exploración

metódica de la ciudad. «Devorado por febril curiosidad, en París pasaba

yo el día entero calle arriba, calle abajo, en compañía de un plano, estudiando

las vías de aquella inmensa urbe, admirando la muchedumbre de sus monumentos,

confundido entre el gentío cosmopolita que por todas partes bullía»,

explica Galdós en sus Memorias45

• Al cabo de poco tiempo, la ciudad tan anhelada

queda desvelada, sin misterio, comparada a Madrid:

«A la semana de este ajetreo ya conocía París como si éste fuera un Madrid diez

veces mayor» 46.

Prototipo del turista inteligente y activo, Galdós utiliza los instrumentos

que permiten adentrarse sin peligro en las entrañas urbanas: planos y guías. En

la de los tristes destinos, simbólicamente, el plano reemplaza al hombre47 :

40

«El primer día le acompañó en este sabroso estudio un chico, hijo de un comisionista

español, vecino de piso en la casa de Paradis; pero luego se procuró un

plano, y con este amigo mudo se libró del otro, que era harto entrometido y

molesto. Solito recorría París de punta a punta, viendo y admirando tanta grandeza

y maravilla».

En este año de Exposición planos, indicadores, guías de toda clase florecen,

a veces dirigidos especialmente al visitante de habla hispana: París diamante48,

Guía de París49". En el catálogo de la biblioteca de Galdós, figuran dos planos

de París, desgraciadamente sin fecha50, y una Guía del viajero en Francia51.

Aparte la Exposición misma, las andanzas galdosianas le conducen a «admirar

las joyas artísticas del Louvre, de Luxemburgo o las riquezas arqueológicas del

Museo Cluny» o a recorrer los puestos de los libreros de viej0 52:

«Frecuentes paradas hacía en los puestos de libros, que allí son cajones exhibidos

en los quais, a lo largo del Sena».

En la novela, Galdós añade otros polos de interés53:

«Aprovechaba Ibero su tiempo tan metódicamente, que en pocos días dio rápidos

vistazos a las salas del Louvre, a Cluny, a los Inválidos, al bosque de Bolonia;

subió al Arco de la Estrella, a la Columna de Vendóme, al Pozo artesiano

de Grenelle, alternando este recreo instructivo con las visitas a la Exposición».

De sus visitas al Museo de Louvre, Galdós nos ha dejado otro testimonio

de interés en su segundo artículo en la Revista del movimiento intelectual de

Europa tras su reaparición en noviembre de 186754:

«Cuando voy al Museo real y me detengo a admirar el retrato de Lissa Giocondo,

pintado por Leonardo Vinci; el de Lucrecia Fede, obra maestra del Sarto, o

el de la duquesa de Oxford, debido al pincel de Van Dick, no puedo resistir a la

atracción que ejerce sobre mí aquella vida expresada con contornos y colores

( ... )>>.

Pero aparte monumentos o museos, es el espectáculo urbano el que le

atrae, el París de finales del Segundo Imperio transformado brutalmente bajo

la dirección del préfet Haussmann55:

«El resto de mi tiempo, en aquel verano, lo empleaba paseándome, observando

la transformación de la gran Lutecia, iniciada por el Segundo Imperio. Los Bulevares

Haussmann, Malesherbes, Magenta y otros de la orilla derecha, así como

los de Saint Germain y Saint Michel en la otra orilla izquierda, estaban en construcción.

No se veían más que derribos de barrios enteros y enormes hileras de

andamios».

En estos paseos solitarios, Galdós queda «confundido entre el gentío cosmopolita

que por todas partes bullía»56, perdido «en el caudaloso río de gente y

caballos» 57. En esta concentración humana, crecida por la Exposición, y hacia la

que siente algún temor 58 , Galdós encuentra un punto de referencia en sus compatriotas,

«el gran número de españoles de todas castas que en aquellos días

había en París, atraídos por la interesante y espléndida Exposición»59. Con el

protagonista de La de los tristes destinos, descubrimos su espacio de reunión 60:

«Habíanle dicho que si quería ver españoles se fuera al pasaje Juffroy, y, asistido

de su plano fiel, allá se encajó un mañana ... No hizo más que llegar, y le salieron

dos compatriotas, uno de ellos con su capa, terciada garbosamente».

41

Pero entre los emigrados y los visitantes media un mundo. Reveladora es la

actitud de Maltranita, venido a París para la Exposición, frente al emigrado

Ibero:

«Aunque Maltranita vio a Santiago y sin duda le había conocido, no creyó decoroso

saludarle, por la inferioridad jerárquica que anunciaba el traje del amigo»61.

La Exposición universal

Con Maltranita y su esposa, nos encontramos ante el prototipo del visitante

medio, más bien rico desde luego para venir desde Madrid en semejante ocasión

- ¿crítica implícita de sus familiares?, y que en la Exposición almacena

«en su cerebro impresiones bien catalogadas, para llevarlas a Madrid y despatarrar

a la gente con el recuento maravilloso» de lo que había vist062 • Es así

como la Guía del expositor y del visitante63 describe a la mayoría del público:

«11 vient, d'abord, visiter et voir, ensuite étudier et s'instruire. On n'hésite pas a

traverser l'Europe pour venir a une Exposition universelle. Une famille entiere

se déplace. Ce voyage fera époque dans sa vie; il faut pouvoir dire qu'on a été

a telle ou telle exposition».

«Estudiar y divertirse», tal podría ser el lema de la Exposición. «La Exposición,

precisa Galdós64 , ofrecía variedad inmensa de atractivos, y respondía al

doble objeto de estudiar y divertirse, que caracteriza a estos grandes certámenes

». y así podemos imaginarnos a Galdós en la Exposición y en París, sin

aburrirse en este verano de 1867. Como para Ibero, «los días se deslizaban

fáciles y entretrenidos en la inmensa metrópoli» 65.

Presentación de la actividad humana, fiesta y espectáculo permanente, la

Exposición universal es por eso mismo símbolo de paz en este final de Imperio,

de concordia y fraternidad universal:

«Pero no es todo exterminio, desorden, cataclismos y casos espantables. La herencia

del año 68 cuenta entre sus numerosas cláusulas algunas de felicísimo

carácter, de noble y tranquilo contenido. El año del Chassepot produjo también

la Exposición universal de París» 66.

Lo primero que nota Galdós es la afluencia extraordinaria de público. «Hallábase

París en los días febriles de la Exposición Universal, en que Francia

hizo potente alarde de su industria, de su riqueza y mentalidad luminosa, recuerda

en La de los tristes destinos 67 ; eran los días de la gran apretura de

hospedajes: media Europa invadía París; otra media, hacía cola». Más que por

las calles, las apreturas molestan físicamente a Galdós68:

«Si he de decir la verdad, la Exposición me mareaba, me aturdía, y siempre salía

de allí con dolor de cabeza».

Sin embargo, Galdós visita con atención la Exposición. El Palacio de la

Exposición primero en el Champ de Mars y donde se halla lo esencial de la

Exposición:

42

«La Exposición se celebraba en el mismo sitio de la actual, el Campo de Marte,

que propiamente debemos llamar Campo de Marzo. Claro que en comparación

de lo que se ha hecho hoy, las obras de aquel tiempo aparecerían mezquinas;

pero entonces eran el último esfuerzo de la arquitectura fabril. El edificio único,

con su combinación acertadísima de galerías elípticas y radiadas, era en verdad

grandioso ( ... )>>69.

La distribución imaginada por el comisario general Le Play para este «inmenso

barracón elíptico» 70 era ingeniosa: una clasificación espacial de doble

entrada (productos similares, naciones) que guiara al visitante en el gigantesco

laberinto de la Exposición. Triunfo de la racionalidad «en el gigantesco palacio

del Campo de Marte, o de Marzo, construido en forma elíptica con la más

lógica y práctica distribución que pudiera imaginarse. Las líneas ovales guiaban

al curioso en dirección de las materias expuestas; las líneas radiales, en dirección

de las naciones que exponían» 71. En el medio se hallaba un jardín. En

total, el palacio, deducido el espacio de los pasillos, ofrecía algo más de 100.000

metros cuadrados de superficie disponible. Salvo el grupo 1.0 (Obras de arte),

el conjunto de los grupos presentado en el Palacio ocupaba 49.280 metros cuadrados72

: Francia, 23.118; Gran Bretaña, 8.795; Alemania del norte, 3.879;

Austria, 2.703; Bélgica, 2.030; Rusia, 1.224 y ... España, 45873 •

Pero el Palacio no lograba absorber la totalidad de la Exposición que desbordaba

por todas partes en «anexos y pabellones sueltos ( ... ) complemento

de aquella imponente unidad» 74:

«Por primera vez se pensó entonces en quitar a las exposiciones aquel aspecto

de masacote uniforme que antes tenían, y se crearon las instalaciones sueltas de

cada país, con el sello característico de trajes y costumbres».

En La de los tristes destinos, Maltranita y su esposa se pasean en «el Parque

de incomparable amenidad que rodeaba el palacio ( ... )>>, «( ... ) se detenían

ante cada una de las instalaciones del parque, poniendo todo su asombro, lo

mismo en el gigantesco cañón de Krupp o el martinete del Creusot, que en la

cabaña suiza, llena de chucherías de tallada madera» 75. Se trata en efecto de

algunas de las curiosidades de la Exposición.

Pero la Exposición no es sólo este derroche de máquinas extraordinarias,

de productos extraños, es también una «perpetua fiesta» 76, con revistas militares,

visitas de soberanos extranjeros, que atraen al público y a Galdós:

«( ... ) Mi mayor goce era presenciar las grandes solemnidades públicas, como la

revista militar que pasa el Emperador a las tropas en los Campos Elíseos. Me

parece estar viendo a Napoleón III con sus bigotes engomados y su perilla, según

la moda de aquel tiempo; el pecho lleno de cruces; figura en verdad poco napoleónica.

También hice entonces conocimiento visual con la bellísima emperatriz

Eugenia y con los Soberanos europeos que fueron a visitar la Exposición, entre

ellos el Rey de Portugal, Don Luis 1; el Sultán de Turquía y el rey Guillermo de

Prusia, que tres años después, derrotado Napoleón en Sedán, se coronó Emperador

de Alemania en Versalles» 77.

Todos estos soberanos dejaron impresiones en Galdós, que se complace en

dibujar pequeñas siluetas: el «buen Rey de Prusia, con su «fisonomía bondadosa

y su corpulenta estatura» 78, la Emperatriz Eugenia, «nuestra compatriota»,

«de asombrosa belleza, señora, además, de mucho entendimiento, y que empuñaba,

sin género de duda, el cetro de la elegancia universal». No menos de 57

43

soberanos y príncipes reales visitaron en efecto la Exposición 79, contribuyendo

a la multiplicación de fiestas y recepciones. Algunas dejaron hondo recuerdo

en Galdós80

:

«Recuerdo perfectamente, como si la hubiera presenciado ayer, la fiesta del 15

de agosto, que parecía una solemnidad asiática. Las multitudes que la presenciaban

recordaban las emigraciones de los pueblos.

( ... ) Recuerdo también la parada de cincuenta mil hombres a que asistió con el

Emperador el Sultán de Turquía Abdul Azis, y el desfile en Longchamps en el

tiempo que duró la Exposición ( ... )>>.

La Exposición de 1867 representa uno de los últimos destellos del Segundo

Imperio francés antes de las tormentas venideras. En 1889, para los lectores de

La Prensa, resalta este carácter de última fiesta imperial, «los esplendores de

aquellos días que eran los más brillantes del segundo imperio»81:

«No se vilumbraba en aquel tiempo la caída del coloso, y más fácil era contemplar

su cabeza de oro que descubrir la fragilidad de sus pies de barro».

España en la Exposición

Pero Galdós no se contenta con una crónica mundana o anecdótica. La

Exposición de 1867 es una ocasión de situar España en el conjunto mundial,

verla desd6J fuera. Y seguramente como para Costa82, pero en menor grado, la

Exposición actúa como revelador, más que de un subdesarrollo económico

frente a sus vecinos europeos, de una «sobra de ignorancia y descuido»83. Es

desde luego la lección que saca inmediatamente después de la Exposición, y el

mensaje que desea enviar a sus lectores de La Nación:

«Aunque nos dé rubor el confesarlo, hicimos papel muy triste en el gran concierto

universal de 1867. En la sección de Industria principalmente, el nombre español

quedó bastante malparado, y en la de Productos agrícolas y químicos, donde

con tanta ventaja podíamos habernos presentado, hicimos poco, más que por

falta de objetos, por sobra de ignorancia y descuido; y porque nos falta, como

hace notar oportunamente el Sr. Castro y Serrano, esa especial facultad de exhibición,

que es una de las principales dotes del genio francés. La particular habilidad

en el ornato y en la distribución es tan esencial, cuando de un concurso se

trata, que sin ella, las cosas de más mérito, lo más rico y hermoso, queda postergado

y oscurecido. Esto le ha sucedido a España. Su industria no hubiera nunca

llamado grandemente la atención; pero en cambio, sus materias primas, sus materiales

de artes liberales; pero en cambio, sus materias primas, sus materiales

de artes liberales, sus objetos de historia del trabajo hubieran podido, si no

rivalizar absolutamente con otros países, sostener sin embargo el nombre que

debe tener como nación inteligente y activa».

En todas las secciones de la Exposición, Galdós descubre esta falta de atención

que va en contra de los intereses de España y hiere su sentimiento de

dignidad nacional:

44

«( ... ) Los cuadros por ser cuadros, y las artes por ser artes, (no) merecieron en

la colocación y el ornato más consideraciones y miramientos que los potes químicos

y los ejemplares selvícolas y minerales. Las artes con ser artes no tuvieron

mejor fortuna: allí estaban en un recinto estrecho, con escasa luz y tan poco

espacio, que apenas podía encontrarse el punto de vista de una composición, y

resultaba trastornada la perspectiva y pálido o falseado el color. A esto se añadía

una distribución muy mala, es decir, lienzos de gran dimensión colocados en la

parte baja, y otros muy pequeños lindando con el friso; otros tan pegados al

ángulo de la pieza, que para verlos era preciso acercarse demasiado a la pared,

con peligro de estropear un marco o deteriorar una pintura»84.

Pero Galdós no precisa su denuncia, no concreta sus acusaciones. ¿ Trátase

sólo de una reacción de orgullo herido? Reacción exacerbada al constatar de

visu las capacidades francesas en celebrar exposiciones, «reunir mucha y diversa

gente, entretenerla, alegrarla, y explotarla con tantísima gracia»85:

«Ninguna otra ciudad del mundo posee los atractivos, el gancho, digámoslo así,

de la gran Lutecia, la graciosa y siempre joven cortesana, igualmente seductora

con la República que con el imperio.

( ... ) Lo mismo agasaja a los Reyes que a los tribunos, y cuando da estas solemnes

recepciones, en que invita a todas las naciones, centuplica sus amabilidades,

se hermosea, se excede a sí misma, y sus huéspedes, al despedirse, salen encantados,

deseando ser invitados nuevamente».

La incapacidad española en seducir (falta de sentido comercial) revela en

realidad un desinterés en promover España y sus productos, una desidia que

Galdós no soporta. El caso de la exposición agrícola (grupo VIII) celebrada en

la isla de Billancourt le parece sintomático de la incuria española. «España, la

nación proverbialmente agrícola y ganadera, no sólo no tuvo premio, pero ni

figuró siquiera en el catálogo de esa exposición agrícola» 86. Más que todo, el

que Marruecos obtenga recompensa desarrolla su rabia:

«Confesad, prescindiendo de enconos nacionales, que es verdaderamente asombroso,

contundente y piramidal ese carnero del emperador de Marruecos, premiado

en la exposición agrícola de Billancourt.

( ... ) Contentémonos con llenarnos otra vez de la más justa indignación al considerar

la astuta manera que han empleado los marroquís para vengarse de nosotros.

¡Mandar un carnero a la exposición de París! tener la osadía de disputarnos

el premio, a nosotros, a España, la nación eminentemente agrícola, ganadera y

carneril.

A pesar de todo, fuerza es que nos confesemos burlados. Marruecos nos ha

topado».

El total de premios obtenidos en la Exposición no es ridículo sin embargo:

521 para 2.648 expositores87, o sea el quinto lugar (si exceptuamos Francia,

evidente ganadora, con 10.103 recompensas sobre 19.776, tras Gran Bretaña

(1.747), Prusia y Alemania del norte (1.174), Austria (1.061), e Italia (801). Es

esta noción de justa jerarquía mundial que quedaba malparada con el asunto

del carnero: restablecerla, «sostener el nombre que debe tener (España) como

nación inteligente y activa» 88 , he aquí la preocupación del patriota Galdós.

Parece lógico que Galdós se interese particularmente en el grupo 1.0 de la

Exposición (Obras de arte), y dedique un artículo a «La pintura española en la

Exposición universal de París». Desde muy joven en efecto Galdós manifestó

45

su afición a la pintura junto a otras formas artísticas. En el marco de la Exposición

de 1867, la pintura tiene un papel patriótico de revancha:

«La pintura ofrecía tal vez una excepción feliz en el concepto general que de la

sección española debe formarse. A primera vista, había quizá en aquel pequeño

salón algo de la desapacible oscuridad e ingrato aspecto que abatía nuestro ánimo

al examinar el resto; pero observando detenidamente y comparando en calma

las escasas obras de nuestros artistas con las innumerables del salón francés,

fácil era notar que en aquel estrecho recinto, cubierto con veinte o treinta telas,

España había tenido como una rehabilitación o desagravio de todos sus desaciertos

agrícolas e industriales» 89 •

Pero Galdós no se muestra totalmente de acuerdo con el número y la elección

de los artistas españoles:

«La colección, aunque pequeña, es bella; si no puede dar una idea del estado de

florecimiento en que la pintura española se encuentra hoy, contribuye por lo

menos a destruir las preocupaciones que los artistas y críticos extranjeros tienen

respecto al ente español del siglo XIX. Por lo demás, ni los cuadros expuestos

en París son 10 más selecto de nuestras exhibiciones, ni por su número pueden

representar dignamente la brillante pléyade de pintores que de diez años a esta

parte pugnan felizmente por rehabilitar el nombre artístico de este pueblo, cuya

pintura no ha reconocido más rival que la italiana del siglo XV»90.

Obsesionado por su preocupación de devolver a España el lugar que le

parece ser el suyo -de ahí que reivindique el género histórico en pintura,

olvida Galdós de referirse a la Exposición fuera de la Exposición al mencionar

la escuela francesa, o sea Manet y Courbet, rechazados de la Exposición oficial,

y que exhiben sus obras al frente del Palacio en un barracón.

Para terminar con la sección española en la Exposición, mencionemos el

restaurante español, «servido por el Café Universal de la Puerta del Sol»91.

La Exposición de 1889 le permite a Galdós echar una ojeada hacia atrás

comparando las diversas exposiciones universales, destacando la de 1867:

«Fue aquella (1867) la primera gran exhibición celebrada en Francia, pues antes

sólo Inglaterra, inventora de estas enormes fiestas, las había podido celebrar.

Pero hay que convenir en que Francia se ha adiestrado tanto en el arte de organizarlas,

que hoy no la supera en él ni su misma maestra, la constructora del

Palacio de cristal y de todas las maravillas de 1851»92.

La Exposición universal, que dejó hondos recuerdos en Galdós, le obliga

en pensar España, su lugar en la jerarquía mundial, constatando la ineficacia

de los responsables españoles - pero sin acusar a nadie - en presentar la sección

española a las miradas extranjeras. Como lo confesaba un año antes, «España

es el país de los proyectos y de los castillos en el aire» 93.

46

NOTAS

1 17-V-1868, artículo recopilado por W. H. SHOEMAKER, Los artículos de Galdós en «La Nación

», 1865-1866, 1868, Insula, Madrid, 1972, p. 522, No olvidemos que Galdós participa en la

Exposición Provincial de Las Palmas de 1862, en la sección de Bellas Artes (cf. H. CHONON BERKOWITZ,

Pérez Galdós Spanish Liberal Crusader, The University of Wisconsin Press, Madison, 1948,

pp. 33 Y J. BEYRlE, Galdós et son mythe, t. 1, Atelier de reproduction des theses, Lille, 1980, p. 69).

2 Cuadros contemporáneos, Imprenta de T. Fortanet, Madrid, 1871, p. 77. Castro y Serrano

escribió sendos libros acerca de las Exposiciones universales de Londres de 1862 (España en Londres.

Correspondencias sobre la Exposición universal de 1862, Imprenta de T. Fortanet, Madrid,

1863, 438 p.) Y de París de 1867 (España en París. Crónica de la Exposición universal de 1867,

Librería de A. Durán, Madrid, 1867, 64 p., y España en París. Revista de la Exposición universal

de 1867, Librería de Durán, Madrid, 1867, 10 n.o, 204 p.). Galdós reseña su obra Los Cuartetos

del conservatorio. Breves consideraciones sobre la música clásica en La Nación deI6-IV-1866 (Los

artículos de Galdós en «La Nación», op. cit., pp. 318-321), Y lo cita en su artículo de La Nación

del 10-11-1868 acerca de la Exposición universal (op. cit., p. 416), por lo que conocía sus obras

acerca de las Exposiciones universales.

3 Cf. su «Revista de la semana» en la Revista del Movimiento intelectual de Europa, 11, 5-11-

1866 (en la edición de L. J. HOAR Jr., Benito Pérez Galdós y la Revista del Movimiento intelectual

de Europa. Madrid, 1865-1867, Insula, Madrid, 1968, p. 139): «( ... ) La índole de nuestro periódico

y su carácter de reseña universal, aunque modesta, nos obliga a buscar acontecimientos lo mismo

aquí que en Francia o en Italia». En su «Crónica de la quincena» de La Ilustración de Madrid,

Galdós evocará el proyecto de Exposición universal en Madrid en 1872 (n.o 34, 30-111-1872, n.O V

de la edición de W. H. SHOEMAKER, Crónica de la Quincena, Princeton University Press, Princeton,

1948, pp. 106-107, y n.O 58, 30-V-1872, n.O IX de la ed. cit., pp. 137-138), Y la Exposición

universal de Viena de 1873 (n.o 56, 30-IV-1872, n.O VII, pp. 123-124). En el catálogo de la biblioteca

de Galdós establecido por BERKOWITZ (La biblioteca de Benito Pérez Galdós. Catálogo razonado

precedido de un estudio, Ediciones El Museo Canario, Las Palmas, 1951, pp. 221-222) dos

obras relativas a la Exposición universal de Londres de 1851 (Nouveau guide a Londres pour '

l'Exposition de 1851, París, 1851, y W. AYGUALS DE Izco, La Maravilla del siglo. Cartas a María

Enriqueta, o sea, Una visita a París y Londres durante la famosa Exhibición de la Industria Universal

de 1851, Madrid, 1852), amén del libro de Emilia Pardo Bazán sobre la Exposición universal

de París de 1900 (Cuarenta días en la Exposición, Madrid, 1900 -pero sin cortar), testimonian del

interés de Galdós para las Exposiciones universales.

4 Cf. la edición preparada por W. H. SHOEMAKER, Las cartas desconocidas de Galdós en «La

Prensa» de Buenos Aires, Ed. Cultura Hispánica, Madrid, 1973, p. 200, pp. 310-323, Y la edición

de A. GHlRALDO, Obras inéditas de Galdós, vol. IV (Política española), Renacimiento, Madrid,

pp. 133-138.

5 Cf. Las cartas desconocidas de Galdós en «La Prensa», op. cit., pp. 354-379.

6 Los periódicos en los que escribe Galdós (La Nación, Revista del Movimiento intelectual de

Europa) han sido suspendidos a raíz de los sucesos de 1866 y sólo volverán a publicarse a fines de

1867 (el 2-XI-1867 La Revista) y principios de 1868 (2-1-1868 La Nación), o sea después de la

celebración de la Exposición.

7 Salvo el artículo del 10-11-1868 de La Nación ya citado (<<La pintura española en la Exposición

universal de París») y algunas otras alusiones. Berkowitz habla de un diario empezado en

francés (op. cit., p. 52): «The urge to record at once his most vivid impressions inspired him to

keep a diary in French. But his knowledge of the language proved inadequate and he soon suspended

this literary exercise».

8 La Prensa, 20-VI-1889 (pero el artículo está fechado el 14-V-1889), recogido por A. GHIRALDO,

Obras inéditas, vol. VII (Cronicón, 1886-1890), Renacimiento, Madrid, 1923, p. 212. La

cursiva es nuestra. Galdós insiste en la perfección de su recuerdo (<<recuerdo perfectamente, corno

si lo hubiera presenciado ayer», p. 215).

9 Utilizamos la edición AlianzalHemando, Madrid, 1980, p. 125, capítulo XXI. CF. C.-N.

ROBIN, «La de los tristes destinos: un roman historique tardif», in Recherches sur le roman historique

en Europe XVIlle-XIX' siecles (1), Annales litteraires de l'Université de Besan~on, 1977,

47

pp. 211-249. Encontramos algo excesivo su juicio: «De Bayonne, ou le héros du roman séjoume,

ou de Paris, nous ne voyons rien» (p. 216).

10 Nos servimos de la edición preparada por F. CARLOS SAINZ DE ROBLES en la recopilación,

Recuerdos y Memorias, Tebas, Madrid, 1975, capítulo 111, pp. 195-197. Estas Memorias se publicaron

primero en La Esfera de Madrid, en 1915-1916.

11 Id., p. 196. La cursiva es nuestra.

12 Cf. por ejemplo acerca del viaje a París de diciembre de 1899 a marzo de 1900 el estudio de

F. ETIENVRE (<<Galdós en France avant Electra [Notes sur les articles critiques et les traductions,

Lettres inédites de Galdós, Heredia et Zola]», Bulletin Hispanique, Burdeos, LXXVIII, 1976, pp.

99-136), quien constata «qu'on est fort mal renseigné, d'une fa~n générale, sur les voyages de

Galdós ( ... )>> (p. 125).

13 Cf. J. BEYRIE, Op. cit., p. 117 .

. 14 J. PÉREZ VIDAL, «Acercamiento a La Fontana de Oro», in Actas del segundo congreso

internacional de estudios galdosianos, Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas, 1979,

p. 216. Cf. también P. ORTIZ ARMENGOL, «Preámbulo de Galdós en París», La Estafeta literaria,

Madrid, n.O 373, I-VII-1967, pp. 14-16.

15 N.O 1, 15-IV-1867, p. 1111. Cf. también sus Cuadros contemporáneos, op. cit., pp. 95-96.

16 Comission impériale, Rapport sur I'Exposition universelle de 1867, a Paris ( ... ), Imprimerie

Impériale, París, 1869, p. 446, cuadro n.O 11. Los trabajos recientes más estimulantes son los de

WERNER PLUM (Les expositions universelles au XIxe siecle, spectacles du changement socio-culturel,

Friedrich-Ebert-Stiftung, Bonn-Bad Godesberg, 1977, 176 p. -existe edición española), M. REBÉRIOUX

(<<Approches de l'histoire des Expositions Universelles a Paris du Second Empire a 1900»,

Bulletin du Centre d'Histoire économique et sociale de la région lyonnaise, Lyon, 1979, n.O 1, pp.

1-20), Y P. ORY (Les Expositions Universelles de Paris, Ramsay, Paris, 1982, 157 p.). Cf. también

nuestro trabajo, «España en París. Les espagnols a I'Exposition universelle de 1867», in Voyages

et séjours d'espagnols et d'hispano-américains en France, Publications de I'Université de Tours

(Série «Etudes hispaniques», IV, 1982, pp. 77-117.

17 El grupo 1.0 comprende las obras de arte (clases 1 a 5), el grupo 11, el Material y aplicaciones

de las artes liberales (clases 6 a 13), el grupo 111, los muebles y otros objetos para habitaciones

(clases 14 a 26), el grupo IV, los vestidos, incluso los tejidos, y otros objetos para uso de las

personas (clases 27 a 39), el grupo V, los productos brutos y trabajos de las industrias extractivas

(clases 40 a 46), el grupo VI, los instrumentos y procedimientos de las artes usuales (clases 47 a

66), el grupo VII, los alimentos frescos o en conserva en diversos grados de preparación (clases 67

a 73), el grupo VIII, los productos vivos y modelos de establecimientos de Agricultura (clases 74

a 82), el grupo IX, los productos vivos y modelos de establecimientos de horticultura (clases 83 a

88), y el grupo X, los objetos con el fin especial de mejorar la condición física y moral de la

población (clases 89 a 95) -cf. Exposición universal de 1867 -. Catálogo general de la sección

española publicado por la Comisión regia de España, Imprenta general de Ch. Lahure, Paris, 1867,

pp. 24-50.

18 Cf. Exposition Universelle de 1867, Rapports du Jury International, Introducción por Michel

Chevalier, Imprimerie Administrative de Paul Dupont, Paris, 1868, pp. 1-2, yA. DÉMY, Essai

historique sur les Expositions Universelles de París, Librairie Alphonse Picard et fils, Paris, 1907,

pp. 148-149.

19 Un año en Paris, Establecimiento tipográfico de El Globo, Madrid, 1875, pp. 60-61.

20 La de los tristes destinos, op. cit., p. 128.

21 Rapport sur I'Exposition universelle de 1867, op. cit., p. 448, cuadro n.O 42 (<<Mouvement

comparatif des étrangers dans les hotels garnis de Paris pendant les Expositions de 1855 et 1867»).

El número de españoles registrados en 1867 supera en un 78 % el de 1855 (4.358). Desde luego,

hay que tener en cuenta el número de visitantes que logra habitación en conocido suyo o sin pasar

por el circuito oficial.

22 13.503 habitantes de las «repúblicas de América central y meridional, del Brasil y del reino

de Hawai» se hospederon en hoteles parisienses durante la época de la Exposición (Rapport, op.

cit., p. 448).

23 Entre los que figura Joaquín Costa que redacta en esta ocasión Ideas apuntadas en la Exposición

Universal de 1867 para España y para Huesca (Imprenta de Antonio Arizón, Huesca, 1868,

48

163 p.), e Instituciones económicas para obreros. Las habitaciones de alquiler barato en la Exposición

Universal de París (Casa Editorial Monclús, vol. XV de la «Biblioteca Costa», Madrid, 1918,

128 p.). ¿Llegó Galdós a conocer a Costa?

24 Cf. J. DE CASTRO y SERRANO (España en París. Revista de la Exposición universal de 1867,

op. cit., n.O 3, 15-V-1867, pp. 35-36) ( ... ) Las provincias principales de España, muchas corporaciones

y bastante empresas y periódicos, tienen en París representación activa e inteligente, que

satisfaga sus intereses de todo género. En la imposibilidad de conocer y recordarlos a todos,

citaremos a los Sres. Bravo y Destuet, que representa a La Correspondencia de España; Maldonado

Macanaz a La Epoca; Calvo a El Diario Español; Castelar a dos periódicos de América;

Femández de Castro al Diario de la Marina; Ochoa a la Crónica de Nueva-York ( ... )>>.

25 Cf. nuestro trabajo, «España en París. Les espagnols a l'Exposition universelle de 1867»,

op. cit., pp. 85-88.

26 Cf. el volumen colectivo Voyages et séjours d'espagnols et d'hispanoaméricains en France,

Publications de l'Université de Tours (Série «Etudes hispaniques», IV), Tours, 1982, 193 p. Algunos

relatos de viajeros españoles figuran en las bibliografías de F. BELLO SANJUÁN (Ensayo Bibliográfico.

Libros de viaje y libreros de viejo, G.A.I.C.E., Madrid, 1949, pp. 48-86) Y de F. DE LAS

BARRAS y DE ARAGÓN (<<Viajeros españoles de los siglos XIX y XX. Estudios bibiográficos»,

Boletín de la Real Sociedad Geográfica, Madrid, t. LXXXVIII, 1952, n.O 1-3, pp. 7-109, 239-327,

469-541). En apéndice a nuestro estudio «España en París. Les espagnols a l'Exposition universelle

de 1867», op. cit., figura una relación de informes y recuerdos de personalidades españolas relativos

a la Exposición universal de 1867, pp. 105-106.

27 Op. cit., p. 195.

28 El periodismo no paga. Cf. sus respuestas a L. ANTON DEL OLMET Y A. GARCÍA CARRAFFA

(Los grandes españoles: Galdós, Pueyo, Madrid, 1912, p. 38): «¿Vivía usted, entonces, de lo que

ganaba trabajando en los periódicos? -Preguntamos a don Benito. -No; contestó en el acto.

- Vivía de lo que me mandaba mi familia desde Canarias».

29 Cf. J. BEYRIE, Op. cit., t. 1, pp. 100-101.

30 Cf. R. de MESA, Don Benito Pérez Galdós. Su familia. Sus mocedades. Su senectud, Pueyo,

Madrid, 1920, p. 28.

31 L. ANTÓN DEL OLMET Y A. GARCÍA CARRAFFA, Op. cit., p. 31. Cf. H. CHONON BERKOWITZ,

Op. cit., p. 52.

32 L. ANTÓN DEL OLMET Y A. GARCÍA CARRAFA, Op. cit., p. 31. Cf. Memorias de un desmemoriado,

op. cit., p. 196 (<<en aquel verano»). Notemos que después no acostumbrará Galdós a

pasar el verano en Francia: «aun cuando mis itinerarios de viaje veraniego no suelen comprender

a París es éste un año tan excepcional, que los lectores de La Prensa no me perdonarían que

omitiese la vueltecita por la capital de Francia ( ... )>> (La Prensa, 18-X-1889, in Las cartas desconocidas

de Galdós en «La Prensa», op. cit., p. 354.

33 La Prensa, 20-VI-1889, in Obras inéditas, op. cit., vol. VII, p. 215: «Recuerdo también la

parada de cincuenta mil hombres a que asistió con el Emperador el Sultán de Turquía Abdul Azis,

y el desfile en Longchamps en el tiempo que duró la Exposición, desde mayo a octubre». Galdós

confunde seguramente el período de apertura de la Exposición (1-IV-1867 a 3-XI-1867) con su

propia estancia. La cursiva es nuestra. En este mismo artículo para La Prensa, Galdós recuerda la

fiesta del 15 de agosto (id.).

34 J. PÉREZ VIDAL, Op. cit., p. 218, a partir del expediente universitario de Galdós. El plazo

de inscripción ha sido vencido, y Galdós aduce como razones de su retaso «hallarse ausente de

Madrid y enfermo». La gestión fracasará: Galdós será eliminado de las aulas, por inasistencia.

35 Memorias de un desmemoriado, op. cit., p. 196.

36 Id., pp. 196-197. Cf. H. C. BERKOWITZ, Op. cit., p. 52, que nos descubre el entusiasmo y

la precipitación de Galdós que salta casi en el tren: «Of course he could get ready for a trip even

on that short notice! Several minutes before train time he appeared at the Norte Station with a

book under one arm and a few personal articles wrapped in newspapers under the other». La

disponibilidad de Galdós es evidente.

37 A. GERMOND DE LA VIGNE, Espagne et Portugal, Librairie Hachette (Collection des guides Joanne-

Guides Diamant), Paris, 1872 (2." ed.), p. 1. En La de los tristes destinos, op. cit., p. 125, Ibero y

Teresa viajan desde Bayona vía Dax en trenes ómnibus que «no eran un prodigio de velocidad».

49

38 A. GERMOND DE LAVIGNE, Op. cit., p. 3, Y Calendario madrileño para el año de 1873,

Imprenta de Miguel Ginesta, Madrid, 1872, p. 76. Corregimos los datos facilitados en nuestro

estudio anterior (<<España en Paris. Les espagnols a I'Exposition universelle de 1867», op. cit., p.

84) que, por confusión, se refieren a San Sebastián.

39 Calendario madrileño, op. cit., p. 76. Hubo precios reducidos para la Exposición.

40 Op. cit., p. 125.

41 Memorias de un desmemoriado, op. cit., p. 195.

42 Cf. id., p. 269: «En los años 1901 y 1902 frecuentaba yo París, no sólo por la atracción que

ejercía siempre sobre mí la gran metrópoli ( ... )>>. Subrayamos. Cf. también la carta de Galdós al

hispanista francés Morel-Fatio del 25-111-1900 (in Jean Lemartinel, «Galdós en France en 1900»,

Letras de Deusto, IV, n.O 8, julio-diciembre 1974, p. 275): «A pesar de los fracasos, Francia me

enamora. París me seduce y no renuncio a conquistar su atención en otra campaña».

43 Cf. J. BEYRIE, Op. cit., t. 1, p. 150. Añadamos también la influencia de su profesor de

literatura latina en la Universidad de Madrid, Alfredo Adolfo Camus, de origen francés y educado

en París, y al que Galdós rendirá homenaje en las columnas de La Nación (cf. J. BLANQUAT,

«Lecturas de juventud», Cuadernos Hispanoamericanos, Madrid, n. OS 250-252, octubre 1970-enero

1971, p. 213). Cf. La de los tristes destinos, op. cit., p. 123: «Ibero vio en Paris el grande horizonte,

la amplitud en las ideas».

44 La de los tristes destinos, op. cit., p. 125.

45 Op. cit., p. 195. Cf. La de los tristes destinos, op. cit., p. 126: «Las horas que Teresa pasaba

entre encajes y blondas las consagraría Santiago al divagar por París, aprendiendo en la práctica el

laberinto de calles, bulevares y avenidas».

46 Memorias de un desmemoriado, op. cit., p. 195. Cf. L. ANTÓN DEL OLMET Y A. GARCÍA

CARRAFFA, Op. cit., p. 31: «Le gustó París extraordinariamente; despertó en él sensaciones nuevas,

y creció de tal forma su deseo de conocer la población palmo a palmo que, provisto de un

plano, se pasó la mayor parte de los días en la calle recorriendo todo. Esto le proporcionó un

perfectísimo conocimiento de la populosa capital».

47 Op. cit., p. 126.

48 Paris diamante, Nueva guía por Adolphe Joanne, L. Hachette (Colección de Guías Joanne.

Guías diamante), Paris, 1867, VIII-392 p.

49 Guía de París o sea París y la Exposición escrita expresamente para los viajeros españoles y

americanos. Contiene todas las noticias útiles al extranjero desde el momento que llega a París

hasta que sale. Estancia en París. Noticias generales, modo de visitar sus monumentos, paseos y

museos, sitios de placer y establecimientos públicos, curiosidades y una noticia de la Exposición,

Librería Española y Extranjera, Paris, 1867, 172 p.

50 Plan-Bijou de Paris, s.1., s.a., y Anónimo. Plan-Omnibus de Paris, s.1., s.a. (H. CHONON

BERKOWITZ, La biblioteca de Benito Pérez Galdós, op. cit., p. 204).

51 RICHARD, Guide du voyageur en France (26.a ed.), París, 1866 (La biblioteca de Benito

Pérez Galdós, op. cit., p. 221, que cita una edición anterior de la misma guía, Guide du voyageur

en France et en Belgique, París, 1851).

52 Memorias de un desmemoriado, op. cit., pp. 195-196.

53 La de los tristes destinos, op. cit., p. 128. Ibero ve también «una funcioncita en el Guignol

mecánico de los Campos Elíseos» (id., p. 134), rema «sobre el Sena en barquillas gallardas» (p.

129), Y sale de excursión «con las compañeras del taller de encajes (de Teresa), y se les agregaban

mozalbetes del comercio, obreros diamantistas y algún estudiante hirsuto y pálido del Barrio Latino

» (id.).

54 «Imperfecciones», 111, n.O 6, 8-XI-1867 (Benito Pérez Galdós y la Revista del Movimiento

intelectual de Europa, op. cit., p. 227). El artículo fue reproducido con algunas ligeras variantes en

La Nación, V, n.O 768, 16-V-1868 (cf. Los artículos de Galdós en «La Nación», op. cit., p. 516).

55 Memorias de un desmemoriado, op. cit., p. 196. Cf. también La Prensa del 20-VI-1889

(Obras inéditas, op. cit., t. VII, p. 213): «Las colosales obras de urbanización acometidas en París,

le (Napoleón 111) atraían las simpatías de una parte considerable de las masas obreras».

50

56 Memorias de un desmemoriado, op. cit., p. 195.

57 La de los tristes destinos, op. cit., p. 129.

58 Cf. J. BEYRIE, Op. cit., t. 11, p. 84.

59 La de los tristes destinos, op. cit., p. 128. La cursiva es nuestra. En la novela Galdós cita a

Monteverde, militar canario (p. 127). Notemos que visitan la Exposición Nicolás Estévanez (Fragmentos

de mis Memorias, Madrid, 1903, p. 211) Y Carlos Frontaura (d. su Viaje cómico a la

Exposición de París, Rosa y Bouret, París, 1868, 303 p.) que Galdós conocía (Cf. La Nación,

5-1-1868 in Los artículos de Galdós en «La Nación», op. cit., pp. 369-370).

60 Op. cit., p. 126. Cf. también p. 127.

61 Id., p. 128. La novela ofrece algunos elementos de interés para una historia social de la

emigración española en París.

62 Id., p. 128.

63 L' Exposition universelle de 1867. Guide de l' exposant et du visiteur avec les documents officiels

un plan et une vue de I'Exposition, Librairie de L. Hachette, Paris, 1866, p. 13. Cf. C.

FRONTAURA, Op. cit., pp. 223-230.

64 La Prensa, 20-VI-1889, in Obras inéditas, op. cit., vol. VII, p. 216. Cf. J. CASTRO y SERRANO,

España en París. Crónica de la Exposición universal de 1867, op. cit., p. 10: «Mezcla, pues, de

viaje y enseñanza, de pasatiempo y de doctrina, es el conjunto de las observaciones que en los

certámenes universales se forma comúnmente por los visitadores».

65 La de los tristes destinos, op. cit., p. 129.

66 «Revista de Madrid», La Nación, 5-1-1868, in Los artículos de Galdós en «La Nación», op.

cit., p. 366.

67 Op. cit., p. 125.

68 Memorias, op. cit., p. 196. En La Prensa del 20-VI-1889 (in Obras inéditas, op. cit., vol.

VII, p. 215), al describir la muchedumbre reunida en ocasión de la fiesta del 15 de agosto, evoca

su sentimiento de terror pánico: «Mezclarse con ella era como ser arrastrado por un torbellino

humano del cual no se podía salir». Junto al gentío, el ruido y los olores están al origen de este

malestar de Galdós en la Exposición (d. C. FRONTAURA, Op. cit., p. 203, sobre los ruidos de la

galería de máquinas: «Los que no han visitado la Exposición universal, no pueden haber oído

jamás un ruido parecido al que producían las máquinas en movimiento en la galería baja del

palacio de la Exposición»).

69 La Prensa, 20-VI-1889, in Obras inéditas, op. cit., vol. VII, pp. 215-216.

70 Memorias, op. cit., p. 195.

71 La de los tristes destinos, op. cit., p. 128.

n Rapport sur l'Exposition universelle de 1867, op. cit., p. 441, cuadro n.O 9.

73 En su España en París. Revista de la Exposición universal de 1867 (Op. cit., n.O 1, 15-IV-

1867, pp. 3-4), J. Castro y Serrano se queja de la «exigua superficie» atribuida a España.

74 La Prensa, 20-VI-1889, in Obras inéditas, Op. cit., vol. VII, p. 216. Cf. Memorias, op. cit.,

pp. 195-196: la Exposición «estaba instalada en un inmenso barracón elíptico ( ... ) y rodeada de

magníficos jardines, donde cada nación había levantado un edificio de su peculiar estilo». Nada

dice Galdós del pabellón español, reproducción de un castillo antiguo, concretización de una España

vuelta hacia su pasado.

75 Op. cit., p. 128.

76 La Prensa, 20-VI-1889, in Obras inéditas, op. cit., p. 215.

77 Memorias, op. cit., p. 196. Cf. también La Prensa, 20-VI-1889, op. cit., p. 215: «estuvieron

en París, además, el Zar de Rusia Alejandro 11, el entonces rey de Prusia, Guillermo IV, después

Emperador Guillermo 1, el Rey de Portugal, el de España, don Francisco de Asis, el Príncipe de

Gales y otras testas coronadas».

78 La Prensa, 20-VI-1889, op. cit., pp. 214-215.

79 Cf. A. DÉMY, Op. cit., pp. 154-165, Y A. MARX, Les souverains a Paris, E. Dentu, Paris,

1868, XVIII-284 p.

80 La Prensa, 20-VI-1889, op. cit., p. 215.

81 Id., pp. 212-213. Cf. La de los tristes destinos, op. cit., p. 141: «El imperio francés era un

poder falso y sin fundamento, estatua de bronce con pies de barro».

82 Cf. RAMIRO DE MAEZTu, «Lo que debemos a Costa», El Heraldo de Madrid, 13-11-1911:

«Esta visita a Paris es el hecho central de la vida del difunto. Allí se dio cuenta de la inferioridad

de nuestra cultura y de nuestra riqueza, y desde entonces hasta la hora de su muerte no pensó más

que en la «Escuela y despensa».

51

83 «La pintura española en la Exposición universal de París», La Nación, 10-11-1868, in Los

Artículos de Galdós en «La Nación», op. cit., p. 416.

84 Id., pp. 416-417.

85 La Prensa, 20-VI-1889, op. cit., p. 212.

86 «Revista de la semana», La Nación, 19-1-1868, in Los artículos de Galdós en «La Nación»,

op. cit., p. 386.

87 Rapport sur l'Exposition universelle de 1867, op. cit., p. 519, cuadro n.O 49. Cf. la «lista de

las recompensas acordadas por el jurado internacional en favor de los expositores españoles, según

el Catálogo publicado por la Comisión imperial» en el Catálogo general de la sección española, op.

cit., pp. 493-504, yen J. CASTRO y SERRANO, España en París. Revista de la Exposición universal

de 1867, op. cit., n.S 12-13, pp. 200-203.

88 La Nación, 10-11-1868, op. cit., p. 416.

89 Id., p. 416.

90 Id., p. 417. Cf. la conclusión del artículo, p. 420: «Si España hubiera llevado al Campo de

Marte, como hemos dicho, lo mejor de las seis últimas exposiciones; si hubiera llevado sus grandes

cuadros de historia y de religión, los paisajes de Haes, y lo mejor de Sanz, Fierros, Mercadé,

Casado, y algo, aunque poco·fuera, de este artista ignoto y casi legendario que se llama Fortuny,

celebérrimo entre los pintores, y casi desconocido del público, tal vez hubiera podido aspirar al

primer puesto entre las naciones que cultivan la pintura; y en el apoyo de sus grandes tradiciones

artísticas, tal vez lo hubiera conseguido».

91 La de los tristes destinos, op. cit., p. 13I.

92 La Prensa, 20-VI-1889, op. cit., pp. 216-217.

93 «Revista de la semana», Revista del Movimiento intelectual de Europa, 11, n.O 11, 19-111-1866,

op. cit., p. 171 (d. también p. 190).

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