LAS ENFERMEDADES NERVIOSAS EN ALGUNOS PERSONAJES

GALDOSIANOS

M. a del Carmen Rodríguez Acosta

Desde una primera lectura de las Novelas Contemporáneas galdosianas se

observa la existencia de la Fisiología como motivo básico en el estudio de los

personajes. Será esta constante documentación psicofisiológica la que con diferente

intensidad, acompañará siempre la ingente labor galdosiana. Pretendo

exponer en esta ponencia con los textos a la vista, el uso que debió hacer

Galdós de la Medicina del XIX. El método crítico utilizado es el método positivista

del examen de las fuentes médicas y su posterior incorporación a algunos

personajes galdosianos. Las novells de Galdós, todos lo sabemos, son novelas

de personajes, en ellas la vida interior se delata por la unión profunda que

existe entre el sistema nervioso y la vida cerebral.

Así establece estados emocionales amplios que se manifiestan en ataques

nerviosos, epilépticos, pretexto técnico primordial para presentarnos a sus personajes

que tienen la psicología evidentemente a flor de piel. En cualquier

l}lomento de la producción galdosiana desde La familia de León Roch hasta

Fortunata y Jacinta o Misericordia, se presentan disminuyendo en importancia

a medida que avanza el tiempo de la producción, reduciéndose en la última

época. La mayor parte de las veces eran referidos a la epilepsia. Este fenómeno

aparecía interpretado por sus síntomas, convulsiones, pataletas, prescindiendo

incluso, en algunos casos, del uso del término epilepsia para sustituirlo por sus

manifestaciones, presentando un conflicto de diagnóstico con el histerismo.

Veamos algunos ejemplos al azar: en La Familia de León Roch (1878) leemos:

«de repente se sintió estrechado León Roch por un abrazo epiléptico ... »1. En

Lo prohibido (1884-85) el protagonista dice: «No sé que más atrocidades dije,

yo no tenía ideas claras y justas sobre nada, era un epiléptico» 2 • En Tristana

(1892): «tan voluble y extremosa era en sus impresiones la señorita de Réluz

que fácilmente pasaba del juicio desenfrenado y epiléptico a una desesperación

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lúgubre» 3. En Misericordia (1887): «A Obdulia le daban mañana y tarde furiosos

ataques epilépticos, en los que se golpeaba la cara y arañaba las manos»4.

De Almudena se lee: «después de revolcarse en el suelo con epilepsia, rontracción

de brazos y piernas, y de golpearse la cara y tirarse de los pelos, etc., este

rompió a llorar como un niño» 5 • Hemos observado que Galdós seguía los conocimientos

de la medicina, presentándonos la manifestación epiléptica momentánea,

podíamos decir epileptoide: manifestación circunstancial motivada por

un estado de excitación grande que carece del valor crónico o permanente de

los casos de epilepsia llamada esencial y del «petit mal» de Rubín y Cadalsito,

respectivamente. También hemos encontrado casos de histerismo, catalepsia

muy clarificados.

Buscando comprender todos estos términos consulté el libro de Medicina

de la biblioteca privada galdosiana, el Tratado de Patología Interna escrito por

Jaccoud, dedicado por Miquis, o sea, Tolosa Latpur6 a Galdós. Este ejemplar

está editado en 1885, la IV ed. considerablemen~e aumentada y ajustada a la

VII ed. francesa por el Doctor Francisco Villanueva. En el prólogo de 1869-

1871 se indica la intención de presentar un tratado didáctico y conciso del

estado actual de la ciencia en Franica y en el extranjero, aplicando al conjunto

de la patología el método del análisis fisiológico.

Al mismo tiempo en el aspecto literario me extraña este abuso, esta afición

a manifestaciones tan teatrales en un género como la novela realista. Me baso

en la definición tradicional de Stendhal de que la novela debía reflejar la realidad

como un espejo situado a lo largo de un camino y el prolijar excesivamente

síntomas neuróticos parece reñido con esa realidad. Buscando pues, el origen

de esta veta fisiológica y a través del estudio de Walter Pattison sobre El Naturalismo

españoP hallé la referencia a Charles Bigot corresponsal de París de la

«Revista Contemporánea» quien explica la aparición del elemento fisiológico

cuya evolución trata a partir de Balzac pasando por Flaubert, los Goncourt

hasta llegar a Zola, «escuela -dice Bigot- que pretendía explicar por el temperamento,

la sangre, los nervios, el juego de los órganos físicos, todo lo que

hasta ahora se había explicado por los movimientos del alma y la acción de los

sentidos». El mismo Montesinos en Costumbrismo y NovelaS explica cómo el

término Phisiologie lo toma Balzac de Brillain-Savain Phisiologie du gout como

expresión que quiere decir estudio sobre algo y reconoce que tuvo que haber

una pretensión de hallar el lazo que anuda lo físico con lo moral. E incluso

considera Montesinos que existe una coincidencia entre el fisiologismo francés

y el costumbrismo.

Hemos seguido esta línea intuida por Charles Bigot y encontrado en La

Prima Bette9 de Balzac ataques convulsivos y crisis nerviosas e incluso se burla

de esta nueva ciencia en Fisiología del Matrimonio refiriéndose al pícaro uso,

a la explotación que hace la mujer de sus jaquecas y vapores: «Una francesa

- dice - desconocida por desgracia tenía la gloria de dotar a su sexo del poder

de vaporizar sus fluidos. Muy pronto los efectos prodigiosos obtenidos por los

Vapores pusieron sobre la pista de los nervios y así fue como de fibra en fibra

nació la neurología» 10.

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Zola también recurre a la Introducción a la Medicina Experimental de Claudio

Bernal para adoptar ese método al estudio de la realidad, en su Teoría

Literaria Experimental. Línea que continúa en sus novelas en las que aparte

del influjo neurótico de la herencia, encontramos descripciones minuciosas por

ejemplo del deliriun tremens alcohólico de Coupeau en L' Assomoir o el desquisamiento

mental del abuelo en Germinal clavado en una silla desde el día

de la matanza. Los sensacionalistas hermanos Goncourt trazan el documento

humano en Germinie Lacerteux, muchacha febril e imaginativa sufriendo el

desdoblamiento de la personalidad histérica. ¿Como no citar a Dostoyeski

quien en Los Hermanos Karamasov no deja a un solo personaje sin el correspondiente

ataque histérico o epiléptico? En España en el mismo Alarcón, en

la descripción de los cretinos de Valois del Viaje de Madrid a Nápoles, se

observa también esta corriente. Estas inquietudes en nuestra patria se sumaban

a la aparición de las corrientes positivistas, quizás era ese naturalismo a lo

Velázquez, ese pintar lo natural lo que fue caldo de cultivo para desarrollar

esos estudios. No podemos olvidar la contribución de la filosofía Krausista

fomentando el estudio de nuevos sistemas filosóficos y sobre todo del positivismo.

Sea cual fuere la causa, la cuestión es que la obra galdosiana descansa

sobre el cañamazo psicofisiológico y que está estudiado en gran parte en el

libro de medicina de Jaccoud, porque no me baso en las señales, marcas, que

aparecen en folletos de su biblioteca particular que hacen referencia a este

Tratado de Patología como son Mimismo y Neurosis Imitante ll y Estudio de

Neuropatía de Armangué y Tusset12

, ni siquiera me baso en la carta de Tolosa

Latour a Galdós sin fecha que dice: «Haz el favor de dejarme la obra de Jaccoud

para completarla. Mañana la recogeré», etc. 13 Me apoyo en que al leer

las obras se puede ver con facilidad cómo el hilo conductor de la sintomatología

de los personajes coincide asombrosamente con los textos galdosianos.

Empezaré por la primera obra de D. Benito, La Sombra, obrita juvenil de

poca importancia de la que sólo haré un resumen 14 •

Todos sabemos que se estudia en La Sombra al típico erudito demente por

su modo de estar en la vida. Aquel Anselmo del Curioso Impertinente cervantino

o la perseverancia de la idea fija que a nuestro Quijote le secó el seso se

transforma en la pasada centuria en Irritación Cerebral.

Aunque admitimos otras influencias literarias entre ellas las de Balzac, de

Luis Lambert, La Búsqueda del Absoluto e incluso La Piel de Onagro cuyo

protagonista padece también como Anselmo de Irritación cerebral, en Galdós

no se menciona la enfermedad pero sí se desarrollan sus síntomas que une a

ciertas ideas de folletos pseudocientíficos de La Enfermedad de los Místicos de

Víctor Melchor y Farre15 y Mimismo y Neurosis Imitante de José Armangué y

Tusset que bien podrían ser «aquellas consideraciones muy razonables» apuntadas

en La Sombra.

Irritación Cerebral en Anselmo

Refiriéndonos sólo al libro de Jaccoud y a Irritación cerebral tenemos que

la anomalía que presenta esta enfermedad es doble, debido a la existencia de

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una anemia cerebro-espinal. «Por una parte las reacciones son poco poderosas

y menos duraderas y por otra esta reacción es provocada por impresiones que

no debieron provocarla»16. Este es el hecho principal debido a la excitabilidad

anormal de los centros nerviosos. Los primeros efectos atacan al sistema vaso

motor demostrado por el enrojecimiento y palidez subida de la cara. Anselmo

todos sabemos era flaco, pequeño, de vivacidad nada común, con la boca dotada

de una movilidad grande, alterada la voz, se le veía agitarse, mudar de

color, cojeaba de un pie y su mano izquierda no era del todo expedita. La

causa de este trastorno era constitucional, su padre fue otro neurópata y él

mismo había llevado una vida temperamental, violenta y cambiante17 que Jaccoud

resume al decir: «hiperactividad alterada de depresión».

Galdós en la presentación de Anselmo casi parece ofrecer un tipo en el sentido

que emplea el término Gil de Zárate «ocupaciones constantes, ideas, costumbres

inalterables (son) circunstancias necesarias para formar un tipo»18. Anselmo

es un conglomerado de rasgos que se irán desmembrando poco a poco a lo largo

de la novela narrando los sucesos como consecuencia de sus trastornos.

Derivados de la esfera sensitiva tenemos hiperestesias visuales, auditivas, y

táctiles. Los primeros desórdenes son experimentados por las sensaciones brutas,

son sentidos pero no percibidos. Los individuos se dan cuenta de la perversión

de sus sensaciones por,que el proceso de ideación está sano. No olvidemos

que el mismo Anselmo habla de dislocación encefálica 19, lo mismo que J accoud

y que nunca da fe de sus concepciones delirantes. Siempre dice: «creí sentir»,

«parecía moverse», etc. 20 Veamos algunos ejemplos de las hiperestesias visuales,

la fotopsia, alteración en la retina suele ser intensa. Anselmo ve a veces a

Helena dejando rastros de luz21

; también la diplopía, ven los objetos dobles,

dice Anselmo «la figura de París por una ilusión inexplicable parecía moverse

y sonreír» 22 . Otras veces sufre una ceguera de corta duración. Anselmo v~

sombras en la «oscurísima» noche 23 . A este trastorno se une el auditivo, el

menor ruido despierta sensaciones desagradables. Frecuentemente leemos: «el

estrépito de su voz descomunal» 24 , siento el ruido de su aliento, «voz abominable

», etc. También hiperestesia táctil: «asió vigorosamente mi brazo»25.

Después siguen trastornos motrices26 y circulatorios: palpitaciones, etc.

ejemplo: «el corazón me lo tenía oprimido»27 producto según afirma Jaccoud

de la excitación del gran simpático; incluso sigue diciendo: «Estas irradiaciones

anormales que turban la impresión sensible serán pun~o de partida para los

desórdenes de locomoción que acaba de caracterizar la enfermedad cuando se

presenta en la totalidad de sus manifestaciones». Anselmo casi al final de la

obra va dando tropezones y para acabar, digamos que Jaccoud habla de que el

curso de la enfermedad es de dos años; también Anselmo se cura, solamente

le ha quedado su cojera. Esta irritación cerebral se encuentra con frecuencia

en el hombre como el histerismo en la mujer.

Resulta pues, escasa información extraída por Galdós para la motivación

psicológica qHC nos refiere en La Sombra, si sólo nos limitamos a las fuentes

literarias, dando por cierto que la fuente científica ha sido Jaccoud fundamentalmente.

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Otro frecuente recurso galdosiano es el histerismo y de nuevo creemos que

Galdós consultó el libro de J accoud debido a la variación de matices que presentan

sus personajes en la exposición de los casos de histerismo. No repite

una concepción global, no son clichés fijos sino que atiende a la gama de los

síntomas recopilados por Jaccoud lo que patentiza su estudio a fondo. Pertenecen

a este apartado: la Santa Paulina, María Egipcíaca, Lica e Irene entre

tantas otras como Abelarda que podría clasificarse en histero-epilepsia de crisis

combinadas. En Mauricia la dura se observa cómo el abuso del alcohol agudizará

el cuadro clínico conservando estrictamente ese final del que habla J acoud:

muerte por estrangulación debido a los espasmos de la glotis.

La fisiología de Máximo Rubín

Jaccoud afirma que la epilepsia es un estado achacoso, de este calificativo

se hace eco Galdós en el personaje José María cuando dice: «sintiéndome cada

día más caduco»28; también lo reitera refiriéndose a Máximo Rubín: «¡Si no

parece un chico, sino un viejo ... , vaya que pegar así a un anciano!»29.

Nos detendremos en este personaje de Fortunata y Jacinta. El carácter de

Máximo Rubín está determinado por su fisiología enferma, pero eso no va a

impedir que en momentos de lucidez clame su alma inmortal por un mundo

trascendente. El caso de Rubín responde a las páginas dedicadas por Jaccoud

a los tumores cerebrales.

Bajo el epígrafe tumores del encéfalo leemos30 cómo el tumor es un cuerpo

extraño para los órganos encefálicos, un parásito que viene a alojarse en una

cavidad inextensible, disminuyendo el volumen del contenido. Produce unas

influencias mecánicas que actúan como verdadera espina en los centros nerviosos,

produciendo las convulsiones epileptiformes. He aquí el origen de los ataques

epilépticos de Rubín. Es curioso advertir cómo la medicina clasificaba los

tumores, no así los síntomas que los caracterizaban, lo que pudiera ser un

indicio de la actitud galdosiana de no especificar la clase de tumores que trataba,

ya que sólo le interesan los síntomas y estos eran comunes a todos.

Entre estas generalidades tenemos que los tumores cerebrales determinan

con mucha frecuencia alteraciones del nervio óptico y su expansión terminal y

el trabajo irritativo se manifiesta en la formación de elementos conjuntivos y

de vasos. Recordemos que Máximo Rubín padecía de corizas y conjuntivitis.

Por una parte hay un hecho que domina toda la sintomatología de los tumores

y es la intermitencia de la mayor parte de los accidentes, puede oscilar

meses enteros. Veamos esta evolución en Máximo: «cuando Fortunata entró

en la alcoba a ver si a su marido se le ofrecía alguna cosa, éste se estaba

vistiendo en una disposición de ánimo muy distinta de la anterior. No sólo

parecía recobrado de su debilidad sino que estaba inquieto, ágil y como si

acabara de tomar un excitante muy enérgico» 31 , o la siguiente fase depresiva:

«Por las noches el lobo se trocaba en cordero. Creeríase que la fuerte inervación

de la mañana se iba gastando con los actos y movimientos de la persona

en el curso del día» 32 .

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El doctor en Medicina Florencia Pérez Bautista considera que Maxi padecía

un tumor sifilítico. Sífilis hereditaria que se manifiesta en la nariz chafada del

cura Rubín y en las grandes cefaleas que padecían los tres hermanos.

Es fácil de comprobar en la obra que al paciente Maximiliano le daban

convulsiones, contracturas e intermitentes jaquecas, que explica Jacooud como

primeros síntomas llamados de excitación y de irradiación, completados por

hiperestesias, o sea, sensibilidad excesiva, recuerden que después de la trifulca

con Santa Cruz el sólo hecho de volver a verle con Aurora le saca de quicio a

extremos exorbitantes: «Al día siguiente del lastimoso lance ocurrido cerca de

Cuatro Caminos no estaba Maxi más excitado y rencoroso que aquella noche

estuvo» 33 , también acompaña a estos síntomas la hiperideación por excitación

a distancia de las células corticales. El propio personaje dice: «y se me ocurre

unas cosas ... De tan sublimes que son no las puedo expresar»34. Otro segundo

grupo de síntomas son los llamados de comprensión y están constituidos por

parálisis definitivas y debilitación de las facultades sensoriales e intelectuales.

Son síntomas tardíos. En efecto aunque la apatía comienza desde el principio,

manifestándose por debilitación de la memoria y falta de atención de los que

son expresión afortunada los frecuentes altercados de Segismundo Ballester,

Licenciado en Farmacia, con Máximo por «los errores garrafales que cometía

»35 es posteriormente cuando Galdós narra: «Todo el día siguiente estuvo

con la misma confusión en la mente ¿lo había visto o lo había soñado?»36.

Jaccoud también advierte que los pacientes se quejan de sensaciones extrañas,

vértigos o verse atormentados por la agitación de un cuerpo móvil. No olvidemos

las quejas aterradas de Maxi diciendo «Sentía el cráneo vacío, desalquilado

como una casa con papeles»37. Otro loco, el padre de Isidora Rufete en La

Desheredada, también sentía resbalar el mercurio dentro de la cabeza38.

Pero Galdós no se contenta con describir a Maxi Rubín como epiléptico o

padeciendo un tumor sifilítico sino que a medida que avanza la obra progresa

la evolución del tumor cerebral que le ocasionara una periencefalitis, pues el

tumor encefálico ataca los tejidos de su alrededor y los síntoms expuestos en el

paciente lo demuestran.

En otro capítulo, en el XI, trata Jaccoud de la periencefalitis interticial o

parálisis general progresiva. A los síntomas ya expuestos añade los transtornos

intelectuales, expresión directa de la lesión del órgano de ideación por inflamación

intersticial o acciones de impresiones irritativas. Estos trastornos de la

esfera psíquica terminan en demencia, el carácter se hace irascible, violento,

llegando incluso a haber accesos temporales de afasia y disfonia (trastorno de

la fonación. Por ej. «las manos le temblaban, sus ojos echaban chispas y cuando

dijo matarlos, matarlos su voz sonó en falsete»39.

y llegamos a los últimos trastornos, el delirio que tiene en esta enfermedad

dos variantes opuestas: el hipocondriaco y el ambicioso. Ambas variantes se

dan en Rubín. En el delirio hipocondriaco propiamente dicho, los enfermos

imaginan que sus órganos están cambiados o que no pueden abrir los ojos. «En

cuanto muevo el brazo -decía con terror- me aumentan de tal modo las

palpitaciones que no puedo respirar» 40. AlIado de este delirio está el de perse-

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cución, sus ideas giran en torno a la desanimación, al miedo, al terror, viendo

asesinos que quieren atentar contra su vida. Veamos lo que dice Maxi: «Es que

me parece que hacen las cosas a propósito para molestarme para que rabie, y

no eres tú sola ... mi tía también»41. A estos desórdenes de la inteligencia se

agregan los trastornos de la estática muscular, que se presentan bajo la forma

de temblor poco marcado en los miembros superiores, mandíbula turbación de

la palabra. Encontramos en Galdós: «En el espejo pudo ver Fortunata la cara

pálida y contraída de Maxi cuya susceptibilidad nerviosa se manifiesta en un

movimiento vibratorio de cabeza, la cual parecía querer arrancársele por sí

misma del tronco»42. La otra manifestación aguda es el delirio ambicioso. Su

aparición brusca -dice Jaccoud- es el delirio de grandeza o satisfacción, los

monomaniacos ambiciosos con ideas delirantes tienen una serie de ideas bien

coordinadas que parecen verdad en apoyo de sus concepciones fantásticas. Son

frecuentes en Maximiliano, avanzada la obra, estas frases: «adquiriré una reputación

y una gloria tan grande pero tan grande»43 o esta otra frase casi bíblica:

«El gran misterio de la revelación se ha renovado en mí» 44, e incluso explica

Galdós: «En fin que la marcha que llevaba el proceso cerebral le sobrevino el

furor de la lógica y se dice esto así porque cuando pensaba algo, ponía un

verdadero empeño maniático que fuera pensando en los términos usuales de la

rigurosa dialéctica» 45. En la obra galdosiana se ven claramente los rasgos del

monomaniaco ambicioso con ideas coordinadas. No debemos olvidar que los

locos no son bobos y que Maxi intuye la infidelidad de Fortunata y lo incorpora

a sus ideas enfermas.

En la novela sentimos lástima de ese pobre chico avocado al fracaso en lo

único que le interesa, el amor de Fortunata, porque la naturaleza tiene sus

leyes como diría Zola, es ella la que va a determinar al hombre, pero no,

Galdós da con Maximiliano Rubín el espaldarazo al naturalismo sublimando la

doliente fisiología en una actitud y una frase: «No encerrarán entre murallas

mi pensamiento». Semejante a aquella risa de Pedro Bezukof de Tolstoy (Guerra

y Paz) cuando intentando encarcelarle sus enemigos, estalla en carcajadas

diciendo: «Quieren encerrar mi alma inmortal». Aquel sufrido muchacho de la

obra galdosiana goza de nuestra simpatía, nos alegramos con él, de poder desatarnos

del ceño determinante y plomizo, que impone el naturalista, y alcanzando

un concepto más espiritual y transcendente de la existencia.

Esta veta fisiológica que caracteriza toda la obra de Galdós disminuye en

importancia a medida que avanza en su producción y será acompañada por

ideas sobre sugestión y prácticas de hipnotismo, basadas en experimentos de

Charcot, Bain. Ejemplos de ello tenemos en el pasaje de Maxi Rubín ante la

noria, o el alelamiento de la Benina de Misericordia ante el imaginario D.

Romualdo: el hábito como categoría secundaria de la imitación, la imitación

de sí misma, etc. No olvidemos que la novela buscaba enseñar deleitando,

entretener, en suma, y todo lo novedoso tenía cabida en ella.

El estudio del personaje, de sus enfermedades, ocupa en la creación galdosiana

un lugar: el de nuestra constante agonía unamuniana, pero el hecho más

importante es la creación, el aliento vital de que ellos están dotados y el reflejar

no solo la dialéctica histórica sino todo ese mundo del XIX cuyo horizonte está

309

impregnado de la confianza en la razón y sobre todo en la ciencia de la que es

parte primordial la Medicina, la cual en algunos casos, es utilizada sobre todo

en personajes que necesitan refuerzo emocional, por ejemplo, María Egipcíaca,

y así acentuar el dramatismo de la obra.

Como no aparece la enfermedad nerviosa en determinados personajes mimados

por Galdós como León Roch, Benina, Orozco, portadores de la ideología

galdosiana, pensamos que sintiendo el autor la invalidez de esos otros hijos

suyos les refuerza, les apoya con esa fuerza emocional que le igualará en el

sentir del lector. Este va a experimentar simpatía por las ideas del héroe y una

reflexiva consideración por el dolor del antihéroe. En fin, creo que la enfermedad

nerviosa desempeña una doble función científica y literaria.

NOTAS

1 B. PÉREZ GALDÓS (1954), La Familia de León Roch, Op. cit., Aguilar, vol. IV, 3." Ed.,

Madrid, p. 889.

2 B. PÉREZ GALDÓS (1954), Lo prohibido, Op. cit., Aguilar, vol. IV, 3." Ed., Madrid, p.

1.857.

3 B. PÉREZ GALDÓS (1950), Tristana, Op. cit., Aguilar, vol. V, 2." Ed., Madrid, p. 1.579 Y

1.896.

4 B. PÉREZ GALDÓS (1950), Misericordia, Op. cit., Aguilar, vol. V, 2." Ed., Madrid, p. 1.897.

5 Op. cit., p. 1.940.

6 S. JACCOUD (1885), Tratado de Patología Interna, Ed. Carlos Bailly-Bailliere Librería Extranjera

y Nacional, Científica y Literatia, 4." Ed. española, Madrid.

7 W. T. PATISON (1965): El Naturalismo español, Gredos, Madrid, p. 11.

8 J. MONTESINOS (1969), Costumbrismo y novela, (Ensayo sobre el redescubrimiento de la

realidad española), Castalia, 4." Ed., Madrid, p. 52.

9 H. DE BALZAC (1968), La Prima Bette, Op. cit., Aguilar, vol. III, Madrid, p. 1.103.

10 H. DE BALZAC (1969), Fisiología del matrimonio, Op. cit., vol. V, Madrid, p. 1.967.

11 J. ARMANGUE y TuSET (1884), Mimismo y Neurosis Imitante, Establecimientos tipográficos

de Sucesores J. C., Barcelona.

12 J. ARMANGUE y TuSET (1884), Estudios Clínicos de Neuropatía, Establecimientos tipográficos

de Sucesores J. C., Barcelona.

13 A. RUTH SCHMIDT (1969), Cartas entre dos amigos del teatro: Manuel Tolosa Latour y

Benito Pérez Galdós, Excmo. Cabildo Insular de G. Canaria, pp. 167.

14 B. PÉREZ GALDÓS (1954), La Sombra, Op. cit., Aguilar, vol. IV, 3." Ed., Madrid.

15 V. MELCIOR y FARRE (1900), La enfermedad de los Místicos, Establecimientos tipográficos

de Juan Torrents y Coral, Barcelona.

16 Op. cit., p. 724.

17 Op. cit. La cita completa es: «era un viejo mal conservado, flaco y como enfermizo, más

bien pequeño que alto, con uno de esos rostros insignificantes que no se diferencian del vecino, si

una observación formal no se fija en él con particular interés. Sólo cuando hablaba se veían en su

rostro los rasgos de una vivacidad nada común. Sus ojuelos pequeños y undidos tenían entonces

mucho brillo, y la boca, dotada de una movilidad más grande que hemos conocido, empleaba un

sistema de signos más variados y expresivos que la misma palabra. Cojeaba de un pie no sabemos

por qué causa, y la mano izquierda no era del todo expedita, tenía muy bronca y alterada la voz,

y al andar marchaba tan derecho en su camino, tan fijo y abstraído, que iba dando tropezones con

todo el mundo.

310

Parecía tener una tenaz idea clavada en la mente, idea que no le daba respiro, impidiéndole

dirigir la atención a cualquier otro punto, y en su marcha se le veía agitarse, mudar de color,

gesticular alterando todos los músculos de su cara como el que sostiene una conversación acalorada

con interlocutores invisibles», p. 193.

18 A. GIL DE ZÁRATE (1964), El Empleado, en Costumbristas Españoles, Aguilar, 2.a Ed. p.

1.064.

19 Op. cit., p. 224.

20 Op. cit., pp., 214, 202, 204, etc.

21 Op. cit. La cita completa es: «Ella pasaba por delante de mi dejando como un rastro de

luz», p. 201 Y «Aún recuerdo su alcoba iluminada por misteriosa luz», p. 202.

22 Op. cit. Véase: «Siempre creí ver algo viviente en aquella figura que a veces por una ilusión

inexplicable parecía moverse y sonreir» (p. 202) o de su misma esposa dice: «me parece que frunce

las cejas y que después las dilata ... , fijo más la atención ... , me parece que se sonríe», p. 202.

23 Op. cit. Me refiero por ejemplo a: «Al entrar ví que la ventana que da al jardín estaba

abierta y que una sombra, un bulto saltaba por ella. Esto fue tan rápido que apenas lo ví» y luego

en la misma página: «ví una sombra que se deslizaba cautelosamente», p. 204.

24 Op. cit. Dice Anselmo al conde de Torbellinos: «Sus oyentes eran muchos, complacían se

sus tertulios en escuchar el estrépito de su voz descomunal pero en tocando a reir la turba de

interlocutores se dispersaba más deprisa porque la carcajada del buen señor trastornaba y aturdía.

La caja sonora que tan atroces ruidos producía», p. 217.

25 Op. cit. Completo esta cita: «iba a caer y una mano asió vigorosamente mi mano», p. 222

e incluso es el mismo Anselmo el que nos resume sus síntomas. No menciona el sentido del gusto

y olfato que según Jaccoud no están perturbados; cito: «Yen efecto, la sombra de todos los

objetos me parecía mi sombra, el eco de vuestras voces parecíame mi voz, yen los vagos accidentes

de la luz, del sonido, del tacto, me parecía econtrar algo de persona, de aliento de aquel genio

execrable», p. 215.

26 Op. cit. Véase los trastornos motrices: «Salí, según me han contado, andaba yo por la calle

con la vista extraviada, el andar inseguro y torpe», p. 222.

27 Op. cit.: «Dentro de mi pecho sentía yo como una mano de fuego que me apretaba con

fuerza conteniendo en su puño ardiente cuanto en mi había de vida», p. 223.

28 En Lo Prohibido, ed. cit., p. 1.890.

29 B. PÉREZ GALDÓS (1950), Fortunata y Jacinta, Op. cit., Aguilar, vol. V, 2. a Ed., Madrid,

p.286.

30 Op. cit., p. 468.

31 Op. cit., p. 16l.

32 Op. cit., ambas citas, p. 392.

33 Op. cit., p. 492.

34 Op. cit., p. 391.

35 Op. cit. En efecto, cito: «Llegó el caso de prohibirle que hiciese por sí sólo ningún medicamento

de cuidado», p. 414.

36 Op. cit., p. 496.

37 Op. cit., p. 391.

38 B. PÉREZ GALDÓS (1954), La Desheredada, Op. cit., Aguilar, vol. IV, 3.a Ed., Madrid, la

cita es: «Se sentaba en el suelo, cruzaba los brazos sobre las rodillas, hundía la cara entre las

manos y así pasaba algunas horas oyendo el sordo incesante resbalar del mercurio dentro de la

cabeza», p. 968.

39 Fortunata y Jacinta, ed. cit., p. 526.

40 Op. cit., p. 391.

41 Op. cit., p. 392.

42 Op. cit., p. 392.

43 Op. cit., p. 431.

44 Op. cit., p. 433.

45 Op. cit., p. 486.

311