COHESION TEXTUAL Y PERSPECTIVA NARRATIVA EN

«DOÑA PERFECTA»

José M. Navarro de Adriaensens

Universidad de Bremen, Alemania

Si enfocamos la novela de Galdós «Doña Perfecta» desde el punto de vista

del proceso comunicativo que desarrolla, podremos construir un modelo de

análisis textual que ayude a comprender los criterios utilizados por Galdós

para ensamblar el relato, así como la intencionalidad reflejada por dicha ensambladura.

Galdós, minucioso y reflexivo constructor de sus obras, nos ofrece un importante

campo de estudio. El hecho mismo de las numerosas rectificaciones

que aparecen en cada nueva edición en vida de Galdós, e incluso los cambios

considerables en algunos casos! es ya una prueba evidente de su cuidadosa y

reflexiva tarea de creador literario.

En nuestro estudio vamos a partir de dos dimensiones: la cohesión textual

en su relación con el tiempo de relato (temporalidad narrativa) y la perspectiva

del narrador, como emisor del proceso comunicativo.

En términos generales, el desarrollo del relato en «Doña Perfecta» responde

a un criterio de linealidad temporal, característico de un relato en tercera

persona sobre un acontecimiento pa~ado. Pero, precisamente, la ensambladura

del texto refleja algunas situaciones, en las que el tiempo de relato escapa de

la progresión regular del tiempo real. Y, sin embargo, la linealidad temporal

del discurso es mantenida sin ninguna ruptura del tiempo real.

Tres capítulos de la novela - «Pepe Rey» (capítulo III), «María Remedios»

(capítulo :XXVI) y «Doña Perfecta» (capítulo XXXI) interrumpen el desarrollo

de la acción con el retrato literario y -en el caso de Pepe Rey y María Remedios-

datos biográficos de los personajes. Observemos el criterio de Galdós

para ensamblar cada una de estas tres situaciones en el macro texto del relato.

A modo de introducción de los respectivos capítulos, el autor interviene como

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relator, incidiendo en la acción, y justifica ante el lector (receptor) el inciso

correspondiente:

Cap. 111: «Pepe Rey»: «Antes de pasar adelante conviene decir quién era

Pepe Rey y qué asuntos le llevaban a Orbajosa» (p. 85).

Cap. XXVI: «María Remedios»: «Nada más entretenido que buscar el origen

de los sucesos interesantes que nos asombran o perturban, ni nada más

grato que encontrarlo» (p. 254).

Cap. XXXI: «Doña Perfecta»: «Ved con cuanta tranquilidad se consagra a

la escritura la señora Doña Perfecta. Penetrad en su cuarto, sin reparar en lo

avanzando de la hora, y la sorprenderéis en grave tarea ... » (p. 281).

En los capítulos 111 (Pepe Rey) y XXVI (María Remedios), el autor presenta

una retrospectiva con pormenores biográficos - de Pepe Rey y doña Perfecta,

en el primero, de María Remedios, en el segundo-, y, a renglón seguido,

engarza el relato coherentemente con el momento en que había suspendido la

acción al iniciar el capítulo, en el caso del «Pepe Rey», o bien enlazando con

una acción simultánea al relato central, con el que converge después, como

ocurre en los capítulos XXVI (María Remedios) y XXXI (Doña Perfecta).

La estructura del discurso en estos dos capítulos «María Remedios» y

«Doña Perfecta» ofrece aún mayores analogías en la configuración del tiempo

de relato. En el capítulo XXVI (María Remedios), el autor-narrador invita a

los lectores a seguir el hilo del relato, utilizando, como modo verbal, el imperativo:

«María Remedios» (Cap. XXVI: «Continuemos, pues, la narración. Para

ello dejemos a la señora Palentinos ... » (p. 255). «Doña Perfecta» (Cap.

XXXI): «Ved con cuánta tranquilidad se consagra a la escritura la señora doña

Perfecta. Penetrad en su cuarto ... » (p. 281).

Conviene subrayar también cómo procede a la sinopsis de un fragmento del

relato, dentro de un mismo capítulo, para mantener la cohesión textual interna

del mismo y su ensambladura en el macrotexto. Así, en el capítulo XXVI ya

mencionado, cuando Galdós invita a «continuar la narración», después de las

reflexiones del autor como tal, con que encabeza el capítulo, no construye una

escena dialogada con doña Perfecta y el teniente coronel Pinzón, sino que

resume la situación, constriñendo e] tiempo de relato a un presente descriptivo,

con lo que el carácter «escénico» cede paso a una exposición del narrador:

«Penetra llena de zozobra en su vivienda, donde se ve obligada a soportar

las excusas y cortesanías del señor Pinzón, quien asegura que mientras él existiera,

la casa de la señora no sería registrada. Le responde doña Perfecta de un

modo altanero, sin dignarse fijar en él los ojos, por cuya razón él pide urbanamente

explicaciones de tal desvío, a lo cual ella contesta ... » (p. 254).

De modo análogo, procede a una reducción escénica en el capítulo XXIII;

se trata de lá confesión de Librad~, mensajera de Pepe Rey, y Rosario, por

intervención de Pinzón, concentrando la reducción temporal a un discurso de

poco más de media página (Cap. XXIII, p. 238).

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Junto a la ensambladura en el relato de los tres capítulos que hemos visto,

hay que tener en cuenta también otro factor, interpolado en el relato, y homogéneamente

articulado en la cohesión textual del mismo. Se trata de las cartas.

Podemos clasificar los incisos epistolares, de acuerdo con su función y ensambladura

textual en el relato, en tres grupos:

a) Cartas insertas en la acción, formando parte de ella.

b) Cartas que complementan la acción, sin formar parte inmediata de ella.

c) Excursos textuales.

Dentro del grupo a) aparece solamente una carta, que constituye por sí

misma el capítulo XXIX: «De Pepe Rey a Rosario Palentinos» (p. 278).

El recurso de la breve carta que constituye este capítulo le permite al autor

presentar en rápida síntesis la acción protagonizada por Pepe Rey - su plan de

liberación de Rosario - paralelamente a la acción conducida por María Remedios,

que constituye el nudo central y, por tanto, es narrada detalladamente2

El carácter de breve nota que presenta la carta de Pepe Rey a Rosario,

permite una máxima concentración del tiempo de relato y su proyección hacia

la acción posterior (predominio del imperativo y futuro, construcción asindética)

con el consiguiente aumento de la tensión narrativa.

Al grupo b) pertenecen las cuatro cartas que forman el capítulo XXXII:

Final -«De don Cayetano Palentinos a un su amigo de Madrid:

Estas cuatro cartas son una extrapolación textual que, a modo de epílogo,

cierran el relato, ya que, el capítulo XXXIII con que se cierra la novela, sólo

contiene un pensamiento del autor-narrador de carácter general.

Galdós emplea aquí el procedimiento de cierre del relato por medio de una

carta, como hará después con «La familia de León Roch» (1878), -recuérdese

la carta que comprende el capítulo XXI: «Del marqués de Fúcar al marqués de

Onésimo» (p. 979); y en el capítulo final de «Las tormentas del 48» (p. 309),

capítulo XXXI: la carta de Librada a su hijo-3.

En la primera carta del capítulo XXXII de «Doña Perfecta», lo mismo que

en el capítulo mencionado de «La familia de León Roch» , Galdós inicia la

epístola con un tema ajeno a la trama del relato y, al menos para el lector,

trivial. De este modo queda más patente la ruptura de la acción narrativa. En

un segundo término, don Cayetano hace referencia a la escena del jardín -última

de la acción que ya conocemos - y presenta una versión de los hechos

incompatible con la experiencia dellector4

• Las restantes cartas complementan

el carácter epilogal de este capítulo, atando cabos sueltos sobre el destino de

los demás personajes. Nos referiremos a la función de esta extrapolación textual

en el proceso comunicativo, al analizar la perspectiva narrativa.

Al tercer grupo c) -excursos textuales- pertenecen las cuatro cartas que

forman el capítulo XXVIIII (<<De Pepe Rey a don Juan Rey»). Mientras las

dos primeras contienen las reflexiones de Pepe Rey y su opinión sobre Orbajosa

y sus habitantes, la tercera -y la breve nota que constituye la cuartaofrece

una transición y enlace con el macrotexto del relato. Las dos primeras

cartas son un excurso, independiente de la acción, y representan una ruptura

115

del desarrollo temporal del relato. La tercera, proyectada hacia la acción venidera

-con predominio del futurp verbal- persigue restablecer la cohesión

textual con todo el relato. Galdós ha utilizado, a modo de censura, la referencia

a una carta que ha recibido Pepe Rey de su padre (principio de la tercera

carta), marcando así claramente la intencionalidad discursiva y la función textual

de este sub texto epistolar.

La cuarta epístola es irrelevante desde el punto de vista de la cohesión

textual tanto por su brevedad como por su contenido.

Un segundo aspecto que vamoS a estudiar, dentro del proceso comunicativo

de esta novela galdosiana, es la perspectiva narrativa.

El autor, omnisciente, presenta la historia desde tres ángulos distintos: discurso

autorial, actuación del narrador en el discurso y relato desde la perspectiva

de una de las dramatis personae.

Lo verdaderamente importante de este planteamiento es su función discursiva

y su incidencia en la cohesión textual de toda la trama, según vamos a

comprobar.

En su función de relator autorial, Galdós aparece desde el arranque de la

novela., Desde este ángulo, el autQr acompaña al lector y va introduciéndolo en

el relato durante los dos primerofi capítulos y, en gran medida, a lo largo del

tercero, con una gran dosis de objetividad, de acuerdo con circunstancias reales.

Los personajes -Licurgo, por ejemplo- y las situaciones, presentados

desde la perspectiva del autor-relator responden a la visión inmediata a la experiencia

del lector, confrontado pQr primera vez con ellos. En el capítulo 111, y

especialmente hacia el final, se nos anticipa un retrato espiritual de Pepe Rey

muy pormenorizado, pero, en lo sucesivo, la presentación de datos sobre el

carácter y conducta de los personajes desde la óptica del autor coincidirá con

la experiencia que vayan ganando lector y protagonista, y no se anticiparán

datos de vivencias posteriores, ni rasgos que puedan llevar al lector a prejuzgar

conductas o caracteres de las dramatis personae.

Observemos la presentación de Doña Perfecta desde la perspectiva del autor.

En el capítulo IV, el autor describe la llegada de Pepe Rey a casa de su tía

con estas palabras: « ... y en el mismo portal le recibía en sus amantes brazos

Doña Perfecta, anegado en lágrimas el rostro, y sin poder pronunciar sino

palabras breves y balbucientes, expresión sincera de su cariño» (p. 92) (cursiva

mía).

Más adelante, y también por parte del autor, la visión de Doña Perfecta

sigue siendo muy positiva:

« ... le dijo doña Perfecta con cariñoso acento ... » (Cap. V, p. 96).

« ... dijo doña Perfecta, con aquella risueña expresión de bondad que emanaba

de su alma, como de la flor el aroma ... » (Cap. IX, p. 125).

Estas descripciones positivas de doña Perfecta se suceden hasta el capítulo

XIX:

«ejemplar señora» (Cap. X, p. 145), « ... en su magnanimidad ... » (ibid.),

« ... con su acostumbrada dulzura ... » (Cap. X, p. 146).

116

De modo semejante, y sin excepción, en la perspectiva de relato trasladada

a las dramatis personae, doña Perfecta es juzgada siempre con los mayores

elogios.

No puede afirmarse lo mismo de los demás personajes, aparte de Rosarito

Palentinos. Inicialmente Don Inocencia, el Penitenciario, cuyo retrato literario

es presentado poco después de in.iciarse el capítulo IV, «Era santo varón piadoso

y de no común saber, de intachables costumbres clericales, algo más de

sexagenario, de afable trato, fino y comedido ... » (p. 92).

En la perspectiva de relato desde las demás drama ti s personae domina el

juicio positivo; para Rosarito «es una persona excelente» (Cap. VIII, p. 113);

para doña Perfecta... «el señor don Inocencia acaba de dar una prueba de su

gran modestia y caridad cristiana ... » (Cap. VII, p. 109), « ... sabe más que los

cuatro doctores ... » (ibid.), « ... Qué bien le sienta el nombre ... » (ibid.). Y, sin

embargo, desde la perspectiva del autor, es enjuiciado desde ángulos negativos

muy pronto; refiriéndose a su actitud frente a Pepe Rey, comenta: « ... siempre

implacable corría tras la víctima ... » (Cap. VII, p. 110).

También don Cayetano ofrece un enfoque curioso de don Inocencia: « ...

bajo su capita de hombre de bien, es algo zizañoso ... » (Cap. XVI, p. 177).

La actitud de don Inocencio resulta clara al lector desde la primera confrontación

con Pepe Rey: « ... pero la importuna verbosidad agresiva del canónigo

necesitaba según él, un correctivo ... » « ... y decidió manifestar las opiniones

que más contrariaran y más acerbamente mortificasen al mordaz Penitenciario»

(Cap. VI, p. 105).

En cuanto a las razones profundas de su animadversión contra el protagonista,

el lector no va a recibir otra información - hasta el clímax de la obraque

algunas señales semióticas anticipadoras, escasas por elocuentes, que

acompañan a la presencia de don Inocencio. Señalemos algunos pasajes.

Al describir, al comienzo del capítulo IX, al Penitenciario que acompaña a

su sobrino, escribe Galdós:

«Junto a la negra sotana se destacó un sonrosado y fresco rostro» (p. 120).

Negra -epíteto de sotana- es una evidente señal semiótica, que carece de

cualquier otro valor significativo.

Anteriormente ya había aparecido una señal premonitoria:

«Esto decía, cuando los cristales de la puerta que comunicaba el comedor

con la huerta se oscurecieron por la superposición de una larga opacidad negra.

«oo. abrióse la puerta, y el señor Penitenciario penetró con gravedad en la

estancia» (Cap. V, p. 97).

Análoga función de señal premonitoria tiene la contestación de Pepe Rey

al Penitenciario, cuando éste le ofrece disipar cualquier prevención de Rosarito

contra él:

«Pepe Rey, sintiendo que por su pensamiento pasaba una nube, dijo con

intención: Tal vez no sea preciso» (cap. X, p. 137)5. Además de estas señales,

que se anticipan en el proceso narrativo a los hechos, registramos una anticipa-

117

ción explícita y directa en la novela, al concluir el autor el retrato de Pepe Rey:

«Así, y no de otra manera, por más que digan calumniadoras lenguas, era el

hombre ... » (cap. III, p. 90).

En la estructura narrativa de «Doña Perfecta» observamos, por un lado, un

procedimiento que tiende a no anticipar al lector aquellos hechos conocidos

por el autor, encauzadas a preparar el carácter e intenciones de los personajes.

Galdós no juega aquí con esa complicidad, tan habitual en el teatro, entre

autor y espectador, que otorga a éste un conocimiento de hechos, todavía desconocidos

para los actores y que, por tanto, le confieren un «status» de superioridad

omnisciente, semejante al del autor6

En la ocultación de hechos, paralelos a los narrados, Galdós procede selectivamente

y presenta solamente aquéllos que no puedan debilitar la tensión

narrativa. Por ello, en muchas ocasiones recurrirá a soluciones irónicas, que ya

nos son familiares a lo largo de toda su obra, y que aquí cumplen una función

narrativa importante. La misma abundancia de calificativos laudatorios de las

cualidades de Doña Perfecta y Don Inocencia, enunciados desde la perspectiva

del autor, son ya una ironía, ya que, en ningún caso, la acción -o sus conductas

- los confirmarán a lo largo del discurso.

Como hemos podido ver, esta actitud se centra en las figuras de don Inocencia

-insinuada negativamente desde el principio- y doña Perfecta. Tanto Pepe

Rey, descrito de un solo trazo, como las demás figuras de la novela, trazados

con rasgos unas veces irónicos, otras ridiculizadores, son vistos desde un ángulo

en el que coincide la experiencia del lector con la información del narrador 7•

Hay, sin embargo, otro factor en el relato, que desempeña una función

importante: la intervención del autor como narrador o cronista en el discurso.

En ocasiones, la intromisión del autor como narrador sirve para aludir a

datos o circunstancias que, sin embargo, no revela, dejando que el proceso narrativo

mantenga su tensión e intriga desde el lector. Cuando, en el capítulo

VIII, doña Perfecta pregunta a don Cayetano su opinión sobre el sobrino, se

inicia una conversación entre ambos, intencionadamente silenciada por el autor.

«Los que nos han transmitido las noticias necesarias a la composición de

esta historia, pasar por alto aquel diálogo, sin duda porque fue demasiado

secreto» (p. 116).

Rodolfo Cardona, en una nota a este pasaje, comenta acertadamente: «El

narrador, en su intromisión, nos deja saber que escoge la información que

quiere darnos: calla el primer diálogo por demasiado importante (revelaría

antes de tiempo datos importantes que desea reservar para más tarde) ... »

(ibid., p. 116, nota 128). Con ocasión del alojamiento del teniente coronel del

ejército, que llega a Orbajosa, doña Perfecta lo alberga en el cuarto de Pepe

Rey. El autor-narrador comenta:

«¿Era su intención molestar de este modo al infame sobrino o realmente no

había en el edificio otra pieza disponible? No lo sabemos, ni las crónicas de

donde esta verídica historia ha salido dicen una palabra de tan importante

cuestión» (cap. XVIII, p. 195).

118

Junto al irónico comentario de cronista, obsérvese también aquí, cómo los

personajes son vistos desde la óptica del personaje respectivo, siempre de

acuerdo con la experiencia sobre los hechos de que dispone el lector. Y así, el

calificativo «infame», aplicado al sobrino, alude, aquí ya abiertamente, a la

actitud de doña Perfecta. Las referencias a la persona y carácter de Pepe Rey

por boca de los personajes (progresivamente negativas, en Doña Perfecta y

don Inocencia, siempre despectivas, en María Remedios) más que definir rasgos

nuevos, autorretratan la actitud del respectivo personaje, ya que el lector

dispone desde el capítulo 111 de una preinformación de defectos y virtudes del

protagonista 8•

También la falta de datos sobre las facciones orbajosenses le da pie a Galdós

para, desde la óptica del cronista, exponer las dificultades de un relato

verídico; ciertamente domina aquí también la actitud irónica, duda la nimiedad

histórica de los hechos. El autor-cronista, sin embargo, los encubre con una

mezcla-de prudencia e ironía: {( ... Cuéntase ... » aseguran fieles testigos ... », «No

sabe uno a qué atenerse ... » (cap. XX, p. 218).

El capítulo XIX -«Combate terrible. - Estrategia»- representa el desenmascaramiento

de la actitud de doña Perfecta por parte de Pepe Rey. Al disponer

ya el lector de una mayor información sobre doña Perfecta, la adjetivación

referida a ella alterna rasgos negativos y positivos: «Al mirar recobraba la

claridad siniestra; pero miraba poco, y después de una rápida observación del

rostro de su- sobrino, el de la bondadosa dama se ponía otra vez en su estudiada

penumbra» (cap. XIX, p. 200).

En el capítulo XXVI -«María Remedios- el autor nos da los primeros

móviles de la trama, en la figura clave de María Remedios. En la introducción

del capítulo, la función reveladora corre también a cargo del autor-cronista, que

abandona la ocultación de datos, casi lúdica: «Nada más entretenido que buscar

el origen de los sucesos interesantes que nos asombran o perturban, ni nada más

grato que encontrarlo».... «Este gozo nos lo ha concedido Dios ahora, porque

explorando los escondrijos de los corazones que laten en esta historia, hemos

descubierto un hecho que seguramente es el engendrador de los hechos más

importantes que aquí se narran: una pasión, que es la primera gota de agua de

esta alboratada corriente, cuya marcha estamos observando» (p. 254).

Sin duda, este pensamiento es de gran envergadura para el desencadenamiento

del drama, como fuerza motriz inicial, alimentada por las circunstancias

sociales de un ambiente dado. Si pasamos de la novela al drama, nos encontramos

con un proceso comunicativo planteado desde criterios diferentes, tanto

de la cohesión textual como de la perspectiva narrativa9

• Señalemos aquí solamente,

cómo en el drama cobra fuerza la figura de Remedios, que inicia el

programa contra Pepe Rey, al que, desde el principio, llama «fantasmón de

ingeniero» (acto 1, esc. 1, p. 368), «Iscariote» (1, V, p. 383), «libertino» (11,

VI, p. 417), etc. La figura de don Inocencia resulta más instrumental evidentemente

en el drama, al servicio de Remedios.

Este debilitamiento de la figura del Penitenciario parece responder, no sólo

a la intención general subyacente señalada en la novela, sino al cambio de pers-

119

pectiva narrativa frente a un receptor distinto: el público de teatro y su encuadre

social. El receptor-lector no es comparable, menos aún en la época de

Galdós, con el receptor que asiste a un espectáculo teatral -nada popular. Y

Galdós sabe tener en cuenta, aún sin concesiones, qué era factible -escenificable-

y qué no. Un ensañamiento o, simplemente, unas tintas demasiado cargadas

sobre la figura del viejo cura - figura no decisiva, según nuestra exposición

- podía suscitar un escándalo innecesario. Galdós mismo había pensado

ya sqstituir la figura del Penitenciario por la de un profesor de latín 10. En las

escenas en que se forja el alzamiento de los orbajosenses, tampoco encontramos

a don Inocencio entre los principales instigadores. A este propósito conviene

recordar que la situación paralela en la novela (cap. XX) incluye en un

lugar destacado al Penitenciario como intrigante tan hábil como doña Perfecta.

Más todavía. Cuando esta escena es caricaturizada en la visión retrospectiva

que ofrece Galdós, a través del sueño de Rosarito, el autor -a través de

Rosarito- presenta así a don Inocencio: «El Penitencario estaba a la derecha,

y su perfil se descomponía de un modo extraño: crecíale la nariz, asemejábase

al pico de un ave inverosímil y toda su figura se tomaba en una recortada

sombra negra y espesa, con ángulos aquí y allí, irrisoria, escueta y delgada.

Rosario veía sus ojos verdes, como dos grandes linternas de convexos cristales.

Aquel fulgor y la imponente figura del animal le infundían miedo ... El dragón

agitaba sus brazos ... El Penitenciario agitaba las alas. Era una presumida avecilla

que quería volar pero no podía. Su pico se alargaba y se retorcía. Erizábansele

las plumas con síntoIllas de furor, y después, recogiéndose y aplacándose,

escondía la pelada cabeza bajo el ala» (cap. XIV, pp. 241-242). La retrospectiva

onírica ofrece, sin duda, las cualidades escénicas de su visualidad. Y

con todo. Sin renunciar Galdós al pensamiento central que domina novela y

drama, suprime algo que, además, hubiera podido desnivelar el peso de su

intención respecto a los personajes.

Resumiendo: la intención central del autor en el tratamiento del tema - novela

o drama- se mantiene consecuentemente. La cohesión del texto novelado

y las perspectivas de sus relatores confieren a la novela una compleja urdimbre

del relato, necesariamente distinta de la construcción textual del drama. En

ambos casos, la cohesión textual responde a un detenido planteamiento del

proceso discursivo.

NOTAS

1 Obsérvense, en especial, los cambios en el desenlace y la importante diferencia entre el

final de la novela y el de la obra dramática. Para un detenido estudio de las variantes, véanse las

notas en la edición de Rodolfo Cárdenas (Ediciones Cátedra, Madrid, 1984), que ofrece además

un valioso estudio preliminar. Citatemos siguiendo siempre esta edición.

2 Los capítulos XXVI (María Remedios) y XXVII (El tormento de un canónigo) son, con

toda evidencia, la clave de la trama, como veremos más adelante.

120

3 Para «La familia de León Roch» cito por la edición de Obras Completas de Federico Carlos

Sainz de Robles, Madrid, 1970. Para «Tormentas del 48», cito por la edición de Madrid, 1902.

4 Este falseamiento de hechos, conocidos por el lector, en la carta de Don Cayetano, representa

su actitud mimética en cuanto a la norma oficial. Dentro de su «triunfalismo orbajense» no

deja dudas sobre el desmoronamiento moral e incluso físico del Penitenciario y de doña Perfecta,

la locura incurable de Rosario y la proyección hacia Madrid de las ambiciones de doña Remedios

y su hijo.

5 Esta señal llega a constituir una señal-clave, por su insistente empleo. Recuérdese el párrafo

de la carta final de don Cayetano: «Ahora parece que hay una nube negra sobre nosotros. La

pobre Perfecta habla frecuentemertte de esta nube, que cada vez se pone más negra, mientras ella

se vuelve cada día más amarilla» (p. 295).

6 Galdós utiliza en una ocasión este recurso dramático con fina intención irónica. Tras el

encuentro de Rosario con Pepe Rey, Perfecta atribuye el buen semblante de su hija a que va

superando su amor por Pepe Rey: ¿No les parece a Vdes. que Rosario tiene mejor cara? ¡Si parece

otra! Todos convinieron en que tenía retratada en su semblante la más viva felicidad (p. 216).

7 La ironía galdosiana juega también en esta obra suya con los nombres de lugares y personajes.

Al principio de la obra le llamaron la atención a Pepe Rey los bellos topónimos de lugares

tristes y míseros. Orbajosa le recuerda más una ciudad de ajos -urbis ajosa- que una urbis

augusta. Y los personajes son en SU fachada, lo que indica su nombre: Perfecta, Inocencio, Remedios

(soluciones), Pepe Rey (orgulloso, altivo).

8 Doña Perfecta, arrogantemente, subraya su postura matemalista frente a Pepe Rey, tratándolo

como a un niño: «ven acá, buena pieza» (cap. X, p. 135); «eres un mozalbete sin experiencia»

(cap. XX, p. 205); «creo que Vd. al juzgar a este chico ... » (cap. VII, p. 108).

9 Para la versión dramática de «doña Perfecta», cito por la edición preparada por Rodolfo

Cardona y Gonzalo Sobejano, «Teatro selecto de Galdós», ed. Escelicer, Madrid, 1973, pp. 365-

~2. .

10 Carta de Galdós a Tolosa Latour: No me voy (de Santander) sin llevarme Doña Perfecta

(De esto no digas una palabra todavía). Está saliendo de buten. Es de una fuerza dramática

terrible. La única duda que tengo es que el don Inocencio quisiera hacerlo seglar (profesor de

latín) y no resulta tan bien como siendo clérigo. Tengo ya dos actos casi hechos (24-X-1895), en

C. MENÉNDEZ ONRUBIA, «Introducción al teatro de Benito Pérez Galdós», Madrid, 1983, p. 317.

Carta a Galdós de Tolosa Latour (8-XI-1895): «( ... ) El canónigo lo he convertido en un maestro

de latín» (Ibid., p. 318).

BIBLIOGRAFIA

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