¿LEYO GALDOS «CRIMEN Y CASTIGO»?
Pedro Ortiz Armengol
Manila (Filipinas)
Se ha escrito algo acerca de la influencia de Tolstoi en Galdós y algo también,
aunque menos, de Turguenev y Dostoievsky en la obra del canario; parece
ser que incluso Turguenev escribió dos cartas a Galdós, lo que indicaría
interés mutuo llevado incluso a la relación personal. Las bibliografías de Hensley
C. Woodbridge sobre Galdós nos son extremadamente útiles a ese respectol
.
Escribimos este mero apunte lejos de Europa y América, sin tener a mano
libros y papeles que podrían aportarnos precisiones y -con esa reserva- aventuramos
que con probabilidad fueron las conferencias de 1887, en Madrid, de
doña Emilia Pardo Bazán - y sus artículos recogidos en su libro «La Revolución
y la Novela en Rusia»- lo que inició la consideración española de los
grandes maestros rusos del XIX. De ese libro de la condesa es este párrafo:
«Recuerdo que fue en marzo de 1885 cuando cayó en mis manos una novela
rusa que me produjo impresión muy honda, 'Crimen y Castigo' de Dostoievsky,
mas habiendo de regresar a España no exploré por entonces el filón que
iniciaba mi literaria codicia. Al invierno siguiente no tuve labor de más prisa
que internarme en la región nueva».
Ofrece poca duda que doña Emilia leyera esa novela en francés - ya en
París o en otro lugar de Europa - en la fecha que señala y que fuera en 1886
cuando volvió a ella, lo que dice expresamente. ¿Volvió a «Crimen y Castigo»,
o se extendió a la novelística rusa en boga por entonces en París? Nos faltan
papeles para saberlo. Dada la amistad de la escritora con don Benito desde el
año 1881 -amistad que hacia 1890, según parece, estaba en el plan amorosonos
preguntamos si en esos años 85 y 87 doña Emilia no comunicó su «impresión
muy honda» a su amigo. Así lo apuntamos en nuestra Introducción a la
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edición <le «Fortunata y Jacinta»2 al notar que el tipo de Raskolnikoff es el de
un «hombre espiritual, vencido, que desde las cimas de su fracaso emprende la
redención de una pobre prostituta, a la luz de un idealismo religioso y humanístico
»; elementos que también encontramos en Maximiliano Rubín, uno de los
grandes personajes de «Fortunata y Jacinta». Cronológicamente hay una presunción
en favor de ello: la novelística rusa - Turguenev, Dostoievsky y Tolstoi
principalmente - había irrumpido en Francia «hacia 1884», según nos dice
George Portnoff en su libro «La Literatura Rusa en España»3 y la primera
traducción francesa de «Crimen y Castigo» apareció en París «hacia 1885-87».
Por doña Emilia podemos conjeturar que ello fue a comienzos del año 85, Y
nada más fácil que entonces trasmitiera su admiración a don Benito, en un
momento que resultaba extraordinariamente oportuno. En efecto: Galdós había
concluido «Lo Prohibido» precisamente en aquel mes de marzo del 85 y
-como decíamos en nuestra introducción (pág. 49) - «sabemos que desde ese
momento estaría gestando la obra siguiente, la historia de las dos casadas, que
rumiaría hasta ese junio en que comienza a escribirla. Es posible que el tema
de la redención emprendida en un clima de alta tensión espiritual fuera tomado
en consideración por Galdós para integrarlo en su obra; el caso es que ese
tema, que después repetiría, no recordamos hubiera sido tratado por él hasta
entonces». Nos preguntábamos por ello si el lema de la influencia de Tolstoi en
«N azarín» y «Halma» no estaba precedido en diez años por ecos de Dostoievsky
en nuestro gran novelista, y concretamente en la novela de «Fortunata y
Jacinta».
Cuando la Pardo Bazán pronunció sus tres conferencias en el Ateneo de
Madrid, en la primavera de 1887, la gran historia de las dos malcasadas estaba
ya terminándose de escribir; Galdós había concluido la Parte III en diciembre
del año anterior y, de enero a junio de este año 87, estaba escribiendo la Parte
IV y última, que comprende la exaltación final del amor de Rubín por Fortunata
y la perdición de ambos. De abril de ese año es un artículo de don Benito
comentando las conferencias de su amiga y en él menciona «las obras notabilísimas
y conmovedoras de Dostoievsky», viendo en ellas concordancia con «el
actual estado» de Rusia, su «fondo de tristeza y desesperación», así como su
vigor trágico. Le parece la de Dostoievsky «una literatura nerviosa y algo tentada
dea1coholismo, expresión fiel de una sociedad que a semejanza de ciertos
individuos, se emborracha para olvidar y conllevar sus sufrimientos» 4.
Cierto que esas ideas no profundizan, y saben a poco, aunque no sea más
que por su brevedad, y que tampoco nos certifican que Galdós hubiera leído,
por lo menos, «Crimen y Castigo». No conocemos que el libro, en traducción
francesa e inglesa, figurara en su biblioteca, lo que en cierto modo pudiera
damos una posibilidad útil. Berkowitz nos ha dicho que en ella figuraban algunas
traducciones de rusos y eslavos5• Pero como resultado de nuestra incertidumbre
hemos de mantener la duda que llevamos al título de estos apuntes:
¿leyó Galdós «Crimen y Castigo»? El ruso escribió esta novela a sus 44 y 45
años de edad; el español la suya a sus 42 y 43 años. En la rusa el conflicto de
Raskolnikoff centra y ocupa la gran novela de Dostoievsky mientras que el
conflicto de Maximiliano es uno más entre los tres o cuatro grandes conflictos
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expuestos en la gran novela de Galdós. Rodion Raskolnikoff es lo ruso: un
impulso hacia un ideal que no estaba trazado nítidamente y que le conduce, en
definitiva, a una prisión nueva: Siberia. El impulso de Maximiliano Rubín es
querer y pretender demasiado, precisamente en lo que más fuera de su alcance
estaba; la posesión de una mujer para él perfecta; y por no haber calibrado sus
propias fuerzas quedaría, como consecuencia del esfuerzo, escarnecido y finalmente
enloquecido en una prisión nueva: el manicomio.
Una lectura más atenta, sobre una edición completa realizada por traductor
bilingüe 6
, puestas las dos novelas juntas, nos muestran aparentemente unos
juegos de analogías, unos ecos y unas correspondencias diversas, y creemos a
veces vislumbrar una relación entre «Fortunata y Jacinta» y la tremenda novela
de Raskolnikoff. Relación a veces por similitud, y a veces por contraste. Ponemos
ambas sobre la mesa, para leerlas al mismo tiempo.
Inmediatamente creemos percibir la mayor dimensión de Raskolnikoff respecto
del Maximiliano de Galdós. Por importante que sea la pretensión de
«realización amorosa» de éste, es más importante y grande el ámbito del primero,
que abarca a todo su ser y no solamente la dimensión amorosa. Nos parece
que es más universal la desesperación del estudiante de San Petersburgo, y
mayor la universalidad de su conflicto y que es evidente su mayor representa tividad
y repercusión humanas. El estudiante pobre y ruso que desea jugar algún
papel en este mundo es un tema primordial en la humanidad presente, y excede
la tragedia del estudiante de Madrid, que es un impotente físico y que se centra
en un anhelo amoroso que se torna idealista, tema que tiene mucho menor
ámbito.
Ambos jóvenes pretenden ir hacia la Verdad y la Justicia, analizando a ésta
ya aquélla. Ambos son enfermizos, solitarios, gustando de hablar consigo mismo
en voz alta, paseantes de no saber a dónde ir; idealistas y reformadores.
Hay notorios rasgos y notables diferencias en ambos: Raskolnikoff está acosado
por la pobreza de su familia, que con gran sacrificio le ayuda. Maximiliano
necesita dinero, pero lo tiene a su disposición, gracias a su familia también. En
sus necesidades monetarias ambos desafían el mundo en la persona de una
vieja prestamista: el ruso la mata para robarla, el madrileño -en forma paródica-
«mata» a una hucha de barro para obtener el dinero que le controla su tía
la prestamista. Ambos jóvenes «se atreven», pero solamente por un momento,
y ambos en forma desastrosa. Rodion se hunde psíquicamente; a los pocos días
del crimen ya reconoce que su deseo de «atreverse» había sido un autoengaño,
pues no era más que un hombre de escasa calidad que ahora ya ni podía con
su conciencia. Maximiliano, en su derrota, se endurece hasta adquirir la dureza
del granito y del acero. Lanza sus rayos vengadores, pero inmediatamente
acepta con mansedumbre la derrota y el manicomio. El gran tema de la «regeneración
» de la mujer forzada a caer en la prostitución ofrece notorios contrastes
en las dos novelas, que no cabe detallar aquí. En la rusa es una adolescente
de quince años empujada a la calle por la miseria moral y física de su familia,
concretamente de su madrasta y de su padre; y representará una imagen tan
pura, por su bondad, que no sólo ella vive una tensión espiritual extraordinaria
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sino que la produce en otros, y en primer lugar en ese Raskolnikoff que le
ama. y no le ama por su belleza física, sino por su beIreza de ser sacrificado;
y no se propone salvar a Sonia del arroyo: la atrae hacia·su vida, simplemente.
Por el contrario, Maximiliano Rubín va a «salvar»' a hi mujer Fortunata,
que le ha deslumbrado por su belleza. Quiere regenerarla en el convento, devolverle
la paz mediante la purga de los pasados errores, y devolverle «la honra
» mediante el matrimonio con él. Las motivaciones de la respectiva «salvación
» de la mujer caída no pueden ser más distintas -una es a la rusa, la otra
es a la española - dentro del gran tema del estudiante y la hetaira. Hetairas
populares y no «damas de las camelias» ...
Rodion se entiende con el alma de Sonia, sin plantearse lo de su recuperación
social. Para Maximiliano - apetito amoroso aparte - esa recuperación
social es parte principalísima de su empresa. En todo caso creemos que el tema
es nuevo en la novelística española o muy escaso en ella visto la fuerza del
concepto de honra en nuestras letras y creemos también que el tema es nuevo
en Galdós cuando lo trata a fondo en esta su obra maestra. El valor del gesto
de Maximiliano es extraordinario, pues es un quijotesco esfuerzo en el que la
persona más débil está intentando lo más difícil en este asunto crucial de la
«honra». Seguramente esto tenía mucha menor importancia en una sociedad
como la rusa donde -al escribirse esta novela- acababa de abolirse la clase
social de los siervos. Sonia, la muchachita de pocos años, era allí una víctima
de la sociedad y no rebela su condición de víctima. Raskolnikoff no pretende
«elevarla» hasta él; no hace sino invitarla a irse juntos: «Solamente te tengo a
ti. Vayamos juntos, los dos estamos malditos, vayamos unidos» (IV, 4). Ha
querido conocer a Sonia desde que supo que era una gran víctima. El español,
tras años de búsqueda de «la mujer», cree haberla encontrado en la hermosa
Fortunata, la mujer en la calle, y crea dentro de sí mismo una exaltación que
le mueve a romper con violencia el círculo que le encierra. Y de un modo
frontal se propone regenerar a una mujer «caída» mediante la operación más
difícil y para la que estaba menos preparado. El resultado será un desastre
total, y al final de él la aceptación de su cruz y el paladeo de su martirio,
acabando por buscar la «paz» para todos en un clima de renuncias, sufrimientos
y exaltaciones que darían con él en el manicomio. Allí encontrará su «paz»,
tras perdonarlo todo. Rodion va directamente al espíritu de Sonia al descubrir
que todo él es belleza moral y carne sacrificada. Rodion Raskolnikoff camina
hacia la luz y hacia la regeneración de un alma, tras el camino tenebroso de él
y de ella, y ello es lo que le resume. Maximiliano queda en la locura, yeso es
lo que le define.
En ambas novelas son admirables otras figuras femeninas, además de las
tan dispares Sonia y Fortunata. La hermana de Rodion, la dulce y fuerte Dunia,
es otra gran figura que va consciente a su sacrificio, mediante una boda
por dinero, para salvar a su familia. Admirable es también Jacinta, a su manera;
su ambición es ser amada por Juan -un ser más bien deleznable, objetivo
que se proponen Jacinta y Fortunata, aquella razonablemente y esta desbocada
por el amor- y todo lo que quiere Jacinta es ser normalmente feliz en la nor-
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mal sociedad burguesa de la época, con marido e hijos, ideal común. Mas, con
esos corrientes deseos, Galdós logra sacar a sus dos malcasadas de su mediocridad
y las lleva a un plano superior en la gran alta obra de arte que es esta
novela, y hasta pondrá en ellas actos tan excepcionales como el de Fortunata
regalando su hijo a su enemiga y Jacinta aceptándolo, aun siendo el hijo de su
marido con su contraria. Con ello el autor pone a estas mujeres en un nivel
conflictivo próximo al de Rubín, el loco regenerador de Magdalenas. Maximiliano
se destruye, como Fortunata; es el destino de los débiles en aquella sociedad
fuertemente clasista.
Dostoievsky ennoblece todo lo que toca; no sólo el drama del estudiante
pobre y sin futuro que convierte en caso universal de la sociedad de aquel
siglo, y de la de éste, sino que acaba convirtiéndolo en una «reconstrucción»,
sobre bases profundamente espirituales de signo cristiano: el asesino Raskolnikoff
encuentra finalmente la alegría y la paz al ser castigado, cuando es puesto
al margen de la sociedad rusa contra la que él luchó. Dostoievsky pone inmensa
carga espiritual en casi todos sus personajes: Dunia en el sacrificio por los
suyos: su madre y su hermano. La infeliz mujer del borracho Marmeladok es
un prodigio de entrega a su prole, y de sacrificio; el joven y modesto funcionario
Porfirio realiza su trabajo de investigación del crimen de una manera perfecta,
modélica. Dostoievsky los encumbra sobre el friso de fracasados y vencidos
peterburgueses. Svidrigailov, un canalla total -corruptor de todo, uxoricida
e infanticida - al suicidarse adquiere grandeza humana cuando en esta novela
tórrida - donde en muchas de sus páginas se subraya el calor sofocante en
el que transcurre la tragedia de Raskolnikoff - se pasa a una madrugada de
frío intenso, en las páginas finales, con la desolación del que va a matarse a sí
mismo. Todos quedan agrandados en las páginas del escritor.
Solamente uno no llega a engrandecerse ni a purificarse sino que se abandona
en la miseria y en la derrota, sin esfuerzo alguno por su parte para lavar sus
culpas; es Marmeladok, de quien un Dostoievsky justiciero hace un payaso trágico.
Pues en ambas novelas se acusa la presencia del 'payaso social; seres que
tienen un pie en la tragedia y el otro en la comedia bufa. Tanto el ruso Marmeladok
como el madrileño Ido del Sagrario son, -en opinión de sí mismosintelectuales,
y con preclaros niveles educativos. Ambos son conscientes de su
presente degradación, de la que forma parte el tener que aceptar interlocutores
de menor nivel cultural. Ambos tratan de situarse al nivel que creen les corresponde,
cuando la ocasión lo pide: el borracho Marmeladok, rondando por las
tabernas, quiere ponerse a tono con Raskolnikoff cuando es éste el que le
escucha, como hace Ido del Sagrario con Maximiliano Rubín en el Café de
Gallo. La presentación de ambos por parte de sus autores es caricaturesca: el
ruso cincuentón asemeja un paisaje colorista en sí mismo pues, en unas pocas
líneas, Dostoievsky le describe casi calvo, con su pelo que va a gris, su cara
amarillenta que se está volviendo verdosa, y sus ojos enmarcados en rojo, dando
todo ello una imagen «muy parecida a la de la locura». La cara del cincuentón
madrileño muestra un predominio del color rojo a causa de sus cabellos;
con su corbata roja se evoca claramente a un loco y que recuerda la imagen de
un pavo. La vestimenta es trágica en ambos, partiendo de lo cómico.
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En la calle ambos son claramente visibles y populares y en ella son escarnecidos
por las gentes. De Marmeladok se mofan cuando refiere en público que
lanzó a su hija a la prostitución, y que ella le está pagando el vodka que ahora
bebe, como vende hasta la ropa de su mujer, para tener más alcohol. De Ido
se mofan cuando explica su presente miseria económica, y aunque esté dando
lecciones de saberes históricos; se ríen de él aunque esté en pleno ataque de
enajenación y «acuchille» con un palo «al duque» que le «engaña con su \
mujer».
Obviamente no tiene la misma calidad ni altura una locura y la otra; la de
Marmeladok es una total degradación causada por el alcohol, que le ha hecho
perder su trabajo y le ha llevado a la destrucción de su familia; Marmeladok es
una total degradación causada por el alcohol, que le ha hecho perder su trabajo
y le ha llevado a la destrucción de su familia; Marmeladok llora por su hija
empujada al arroyo, llora por su honor, pero no lo remedia. La de Ido -un
infeliz- es una borrachera involuntaria y ... figurativa, sencillamente irrazonable.
Don Benito Pérez Galdós -en este monumento de realismo, en este Escorial
de arquitectura literaria que es el mundo de «Fortunata y Jacinta» - inventa
para «su» Ido las borracheras de carne y no de alcohol. La ingestión de
filetes aturde al hambriento y le lleva a situaciones externamente parecidas a
las de la embriaguez. Este factor trágico basado en el hombre creemos es el
único elemento surrealista de «Fortunata y Jacinta», aparte sus páginas oníricas,
donde el realismo escapa por la ventana en forma de sueño.
Ciertamente Ido del Sagrario no es un ser degradado como Marmeladok;
por contraste es todo inocencia y bondad y, si no comen sus hijos, es porque
él no sabe como proporcionarse los medios. Ido trabaja en lo que puede y lo
mejor que sabe, pero el mundo es así de injusto y no le retribuye adecuadamente
por su trabajo. En su casa el infortunio y la miseria están compartidos por
todos. Y -sin embargo- aparece un pequeño delito de corte «marmeladesco»
que Ido comete por una sola vez; la ocultación a su familia de un duro de plata
que le cae del Cielo -por un pequeño trabajo ocasional- moneda que no
comparte con los suyos pues la emplea en propinarse uné;} «borrachera» de
carne y en convidar a un amigote. Es una versión esperpéntica de la vileza de
Marmeladok (Galdós se recrea en este insólito «pecado» de Ido cuando hace
decir a su mujer que Ido es un ángel: «se estará dos años sin probar el pan con
tal que sus hijos lo coman» (Parte 1, IV, VII. Aquí se burla a fondo del mundo
y exprime el limón irónico don Benito Pérez ... ).
Ido del Sagrario tiene también una hija jovencilla y agraciada, que ya conocimos
en «El Dr. Centeno» y «Tormento». La muchacha es «graciosa», pero
descolorida y de tono marfileño. No ha sido lanzada a la calle por la madrastra
como la angelical rosita Sonia -estamos en la España de las madres «como
deben ser» - y todo lo que hace la muchacha para ayudar a la familia es ejercer
de peinadora. Parece que se le da bien eso de la peluquería, aunque las parroquianas
aún no le pagan. No habría nada que decir de esta hija, mas en otras
novelas del mismo autor llegaremos a saber - pues la vida es larga - que la
muchacha graciosa y clorótica cayó en malos, o más bien pésimos, pasos, y ello
se nos dice en «Amadeo 1», «De Cartago a Sagunto» y «Cánovas». (Ojo: hay
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problemas de cronología sobre esta muchacha en estas novelas, pero este tema
no cabe aquí y dejamos a la peinadora abocada a desastres futuros, en casa de
sus padres, en 1873, tal como se nos dice en «Fortunata y Jacinta»). Las respectivas
esposas de estos dos payasos sociales ofrecen también paralelismos; ambas
son temidas en mucho por sus respectivos esposos, quienes las consideran de
clase social muy superior a ellos mismos. Marmeladok se refiere reiteradamente
a su cónyuge como persona de mejor educación que la suya, de educación
incluso exquisita, hasta pedagoga, hija de un oficial y por tanto merecedora de
«admiración y respeto». Esa actitud, tan próxima a perjuicios arraigados en la
sociedad española, se repite bajo un prisma grotesco en Ido del Sagrario, quien
considera que su pobre mujer, bellísima según su imaginación, es la amante de
un «duque». Las dos situaciones imaginativas concluyen con violencias físicas.
Cuando Marmeladok llega a su casa borracho es frecuentemente maltratado
por su mujer, la casi pedagoga; por contraste Ido del Sagrario maltrata al duque
imaginario y le «apalea» y «acuchilla» para desahogarse en él. Marmeladok
recibe golpes y arañazos y los recibe complacido porque le sirven de penitencia;
la mujer de Ido, la infeliz Nicanora, alienta a su marido para que acabe con el
«duque adúltero».
El clima realista en extremo de los ambientes de Galdós no da cabida ilimitada
a las tensiones dramáticas. En la novela del ruso no hay sino esas tensiones,
en las que se albergan de un modo natural dramas sin fin. En el mundo
de Galdós -quizá más fiel reflejo de lo que la realidad es- quedan ennoblecidos
solamente unos pocos personajes y unos pocos hechos. Los de Fortunata y
los de Jacinta, al final de la novela, son ciertamente merecedoras de ello; a lo
largo de muchas páginas se exalta también la figura de doña Guillermina, la
«santa» en la que cree demasiado el autor; también Ballester queda cordialmente
engrandecido, pero en general el panorama humano muestra a ranas o
renacuajos satisfechos en su ser o estar: el matrimonio Santa Cruz cree haberlo
hecho todo bien en la vida; están satisfechos hasta con su hijo único: el preclaro
Juanito Santa Cruz. Estupiñá está feliz en este mundo, encargado de la alta
misión de vigilar la confección del chocolate de los señoritos Santa Cruz y
buscando para ellos en el mercado la mejor carne de ternera. Izquierdo es un
parásito: Mauricia nunca ha tenido rumbo. Los Rubín son unos vividores; Feijóo
es un desentendido de la sociedad a la que pertenece, en la que actúa como
egoísta completo. El banquero Sr. Moreno carece de toda tensión o intención,
es un parásito de alto nivel social y, en su falta de carácter, figura el gesto bien
preciso de que divulga y propaga aquello mismo que desprecia: las moñas y
panderetas del peor folklorismo andaluz, aunque esté consciente de que no
son sino porquerías.
Apuntamos que ambos estudiantes protagonizan un conflicto frente a una
persona de edad, usurera, que dispone del dinero que ellos necesitan. Conflicto
distinto en ambos casos pero coincidiendo que la usurera simboliza el orden
social establecido y el estudiante representa una rebeldía que ha de cometer
una violencia para romper aquella opresión dineraria. Raskolnikoff mata a la
usurera, osa, y ello es la médula de toda la novela. Rubín no mata a la usurera,
que es su tía y en cierto modo protectora en lo económico y en lo efectivo pero
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sí que «mata» al símbolo de lo que su tía representa: la hucha de barro; el
ahorro y el atesoramiento. Coincidencia turbadora aunque se manifiesten en
distinto plano: Radián rompe la cabeza de la vieja; Maximiliano rompe la
hucha de barro como si rompiera un cráneo y hasta el polvillo rojo le hace
recordar a la sangre. Lo que en uno es hacha, en otro es mano de almirez.
Radian se ha procurado el hacha tras de vigilar a la criada de la casa para no
dejar una pista del crimen que proyecta; después ha de limpiar el alma para
borrar el rastro. Maximiliano rompe el cráneo de barro con una mano de almirez
que ha obtenido con una artimaña para que la criadita de la casa no sospeche
en que se va a emplear ese objeto contundente; después ha de limpiar
cuidadosamente el polvo. rojo del «crimen». Hay parodia. Natasha, la criada
comprensiva y protectora, en su nivel criadil, del mísero estudiante es en la
historia madrileña la criadita Papitos, a su modo protectora, y también vejamen
del infortunado estudiante.
Si pasamos a otros personajes indicamos la presencia de otro juego de analogías
entre el estudiante Razunhkin, que se empeña en ser amigo del huraño
Radian, en servirle y en ser su enlace con el mundo, función que respecto del
huraño Maximiliano Rubin ejerce el también estudiante Olmedo. Ambos escuderos
son personas comunicativas y buenos chicos -el ruso es borracho, el
madrileño es lujurioso- aunque en grado de apariencia. Aquel Razunhkin en
realidad vale mucho más de lo que muestra y resulta ser un políglota, un estudiante
serio y con proyectos intelectuales. Resulta que Olmedo es en el fondo,
pese a su fingimiento, un estudiante consciente, tras una máscara de estudiantón
maleante.
Al llegar aquí vemos que estamos a la mitad de nuestras notas y que no
podemos comentar sorprendentes paralelismos existentes entre ambas novelas
en los conceptos de la pobreza y sus efectos en quien la sufre; los conceptos de
rebeldía social vistos por los personajes de una y de otra, así como docenas de
temas que significan paralelas imágenes y situaciones (Sonia merodea alrededor
de la cárcel donde está recluido Radian; Maximiliano lo hace alrededor
del convento donde está recluida Fortunata). Se repite en ambas el alarde del
escritor que hace uso del recurso teatral del «escuchar tras de una puerta» y
convence al lector de la veracidad de la escena. Ideas, animales, objetos y
escenarios se doblan en San Petersburgo y en Madrid y todo ello contribuye a
que aparezca una red de hilos entre ambos libros. «Crimen y Castigo» es una
novela de escaleras y, el nudo de ella es un crimen cometido en un cuarto piso.
Casi todos los personajes viven en alturas abuhardilladas: Radian en un quinto
piso, Razunhkin también a esas alturas; Marmeladok en buhardilla; la policía
está en un cuarto piso y son todos personajes que tienen que vencer penosas
subidas peldaño a peldaño; el significado de la escalera donde se comete el
crimen es un eje del relato de Dostoievsky. Más significado tiene la alta escalera
de la casa de San Miguel núm. 11 de Madrid, pues simboliza la vida de
Fortunata desde su nacimiento e infancia, su encuentro con el hombre que va
a destruirla, y su ascenso hasta la buhardilla donde ella va a morir y se «angeliza
». Siete años dura la acción de «Fortunata y Jacinta», desde 1869 a 1876, y
siete años aparecen en la novela de Dostoievsky cuando le cae esa condena a
13"0
Radian, comienzo de la búsqueda de la paz y de su felicidad futura pero que
ya será otra historia.
NOTAS
1 «A selective Annotated Bibliography» en 1975; y su Apéndice «for 1975-80», en ciclostil,
en 1981.
2 Casa editorial Hernando. Madrid, 1979, pp. 48 Y 49.
3 Instituto de las Españas. Nueva York, 1932.
4 No tenemos a mano el texto completo de Galdós: hemos de utilizar el resumen que ofrece
W. H. SHOEMAKER en «La crítica literaria de Galdós». Madrid, «Insula», 1979, p. 234.
5 «La biblioteca de BPG» trabajo de 1951. Utilizamos el comentario de W. H. SHOEMAKER
en «Estudios sobre Galdós». Madrid, Castalia, 1970, p. 127, donde se indica que «las obras de los
rusos y otros autores eslavos figuran en traducciones».
6 La de David Magashack, nacido en Riga, escritor bilingüe en ruso e inglés. Leemos la
edición «Penguin Books», impresa en 1980 en Gran Bretaña, con Introducción del mismo traductor.
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