LAS FISONOMIAS SOCIALES DE DON BENITO PEREZ GALDOS

Enrique Rubio Cremades

Dpto. Literatura Española

Facultad de Filosofía y Letras

Universidad de Alicante

Las obras inéditas de Benito Pérez Galdós publicadas por la editorial Renacimiento

y prologadas por Alberto Ghiraldo constituyen un auténtico material

noticioso poco conocido por el lector y estudioso de la obra galdosiana. Bajo

este epígrafe -obras inéditas- Alberto Ghiraldo ordena y lleva a cabo una

catalogación de artículos dados a la prensa de dispar contenido y calidad literaria.

El presente corpus periodístico abarca un total de doce volúmenes, desde

Fisonomías sociales hasta el titulado El crimen de la calle de Fuencarra[1, obra

que cierra la colección de obras inéditas. En todas estas obras Galdós recorre

minuciosamente los distintos aspectos de la vida social española y, en particular,

la madrileña. De igual manera el autor nos proporciona un ingente y copioso

material sobre las distintas manifestaciones humanísticas, desde el arte y la

crítica hasta las conocidas impresiones de viajes donde Galdós muestra sus dotes

de gran observador. No faltan las crónicas políticas, tan sustanciosas y salpicadas

con no pocas anécdotas realizadas al calor de los hechos. De igual forma

Galdós se nos presenta como el perfecto interlocutor, pues armoniza perfectamente

lo analizado y estudiado con sugestivas opiniones personales.

En el Prólogo de las Fisonomías sociales2 Alberto Ghirald03 transcribe parte

de la entrevista realizada a un Galdós ya anciano, ciego y próximo a la fecha

fatídica de 1920. En la citada entrevista, discípulo y maestro convienen en

ordenar la obra periodística dispersa en América, especialmente los artículos

aparecidos en el periódico La Prensa 4

• Ambos convinieron en clasificar en

volúmenes orgánicos todo el material disperso, buscando, incluso, los títutlos

apropiados para la publicación de los sucesivos volúmenes. Desgraciadamente

Galdós muere al poco tiempo y es el propio Ghiraldo con el consentimiento de

María Pérez Galdós, hija y heredera de Galdós, quienes cumplen la voluntad

del escritor. En lo que concierne al primer tomo de las obras inéditas - Fisono-

207

mías sociales- se especifica en el prólogo que el artículo más antiguo lleva la

fecha de 1883 y el más moderno la de 1893, el titulado El Cesante, que nos

recuerda a los numerosos cuadros publicados en las colecciones costumbristas

del siglo XIX y, en especial, al descrito por el propio Mesonero Romanos. La

casa editorial Renacimiento cumple así uno de los deseos más queridos de

Benito Pérez Galdós al recoger toda esta obra dispersa. El análisis de los artículos

insertos en las Fisonomías sociales es el objeto principal de nuestra com)lnicación,

analizando los tres distintos bloques que configuran las Fisonom{as

sociales, cuyo contenido abarca los siguientes epígrafes: Ciudades de España,

Observaciones de ambiente y Tipos. Este último apartado es, quizás, el más

interesante y entronca con los artículos de Galdós publicados en las colecciones

costumbristas de los años setenta: Las españolas pintadas por los españoles5 y

Los españoles de ogaño6• Galdós colaboraría en las citadas colecciones con tres

artículos; en la primera con los cuadros La mujer del filósofo y Cuatro mujeres;

en la segunda con el titulado Aquel.

Es posible que los títulos que figuran al frente de cada volumen de las

obras inéditas fueran objeto de conversación entre el propio Galdós y Ghiraldo,

aunque nada de esto es demostrable. Lo cierto es que en el Prólogo Ghiraldo

dice textualmente «La obra cuya publicación iniciamos con el presente volumen

que hemos titulado FISONOMíAS SOCIALES, es flor de producción galdosiana,

llevada a cabo en la mejor época de su autor»7. Tal vez la elección de los

títulos fueran sugeridos por la editorial Renacimiento con el beneplácito del

propio autor o viceversa. Incluso la misma titulación del primer volumen -Fisonomías-

tiene un marcado matiz decimonónico. No debemos olvidar que la

obra galdosiana aquí reunida empieza a publicarse en 1883 y que la editorial

Renacimiento la ofrece a sus lectores cuarenta años más tarde. Sin embargo el

término fisonomía ya habrá caído en desuso en la época de Galdós y es más

común en el tiempo de un Larra o Mesonero Romanos que en la de nuestro

autor. Creemos que al título fisonomías encaja mejor que el utilizado en épocas

anteriores -como por ejemplo fisiología, fisiologismo o fisiologista- para la

recopilación de los artículos de Galdós dispersos en la prensa y reunidos en el

presente volumen. La fisonomía, a mediados del siglo XIX, sirve para analizar

el comportamiento de las personas, auxiliada por otras ciencias de la época

como la fisiognomía, la fisiología y la frenología. Las publicaciones de los años

cuarenta, como El Semanario Pintoresco Español y obras como el Teatro Social

de Modesto Lafuente pueden servimos de modelo, y al mismo tiempo, de guía

para la interpretación del concepto fisonomía. La obra de Modesto Lafuente

anteriormente citada creo que puede ser la más orientadora para conocer el

alcance de este término, pues «Fray Gerundio» la aplica desde múltiples perspectivas

y con numerosas ilustraciones, y siempre con la misma finalidad: producir

la sonrisa en ellector8• Si prescindimos de los ejemplos sobre fisonomías

sociales aparecidas en la prensa romántica - El Laberinto, El Semanario Pintoresco

Español, El Album Pintoresco, El Museo de las Familias, etc. - tan sólo

existen dos publicaciones decimonónicas homóninas el título que encabeza el

primer volumen de las Obras Inéditas de Galdós: Fisonomía natural y política

de los procuradores en las Cortes de 1834, 1835 Y 18369 Y Fisonomía de las

208

Constituyentes 10 • El término fisonomía podría encajar perfectamente en el tercer

apartado del primer volumen de las obras inéditas, en el titulado Tipos,

pero no en los dos primeros que más bien parecen unas Impresiones de viajes

o, simplemente, bosquejos costumbristas.

El primer apartado de las Fisonomías sociales se titula, como ya hemos

indicado, Ciudades de España, páginas que nos recuerdan a las publicadas en

la prensa de mediados del siglo XIX con el sugestivo título de Impresiones de

viajes. Sería el caso de A. Flores desde las páginas de El Laberinto ll o el

interés demostrado por un gran número de costumbristas en describir estas

impresiones, como en el caso de Mesonero Romanos en sus Recuerdos de viaje.

Galdós, creemos, utiliza en este primer corpus periodístico la misma técnica de

sus antecesores, describiendo con toda suerte de detalles el itinerario por él

seleccionado. Cinco son las ciudades elegidas por Galdós para su propósito; la

primera San Sebastián y, posteriormente, Bilbao, Santander, Madrid y Barcelona.

Galdós suele ordenar los artículos para poder ofrecer así una visión minuciosa

del escenario descrito, y si bien predomina lo objetivo y descriptivo, en

ocasiones el autor emite una serie de digresiones ya laudatorias o denigratorias

sobre la escena escogida. El artículo suele iniciarlo desde múltiples perspectivas,

como por ejemplo en el titulado San Sebastián, en el que la clase política

juega un papel de trascendental importancia. La técnica más usual es iniciar el

artículo con una descripción de la ciudad, sus moradores, costumbres y, finalmente,

unas reflexiones sobre su ideología. Este último punto emerge en casi

todos los artículos dedicados al País Vasco y es, tal vez, la nota negativa del

mismo. Galdós describe al vasco como pueblo fanático y levantisco, germen

del carlismo y foco de discrepancias sociales y religiosas. Galdós, al final del

artículo San Sebastián, afirmará que «Si no fuera por el pícaro carlismo este

país sería delicioso. Si se pudieran arrancar de él las raíces del monstruo, no

tendría rival para la vida pacífica, laboriosa y tranquila» 12. Galdós elogia y

censura al mismo tiempo, aunque los aspectos negativos sean más abundantes

y protagonicen la mayor parte de las páginas, como por ejemplo el mismo final

del artículo citado en el que insta a los vascos a combatir el «patriotismo de

campanario» origen de tantos males.

Galdós ofrece en los artículo pertenecientes al apartado Ciudades de España

un análisis. del tipo urbano y también del tipo perteneciente a la población

rural. Este hecho rompe con la tónica general de los cuadros costumbristas

pertenecientes al siglo XIX, pues en ellos el tipo urbano ocupa un primerísimo

lugar, como de hecho ocurre en Los españoles pintados por sí mismos13 o en

colecciones posteriores, como en la ya citada Los españoles de ogaño. Galdós

arremete contra la población rural pues en su opinión no sólo le «debemos dos

cruelísimas guerras civiles en lo que va de siglo» 14, sino también porque «han

hecho demasiado daño a nuestro país para que podamos mirarles con simpatía

»l5, alusión esta última relacionada directamente con la causa absolutista y

en la prontitud con que empuñaron sus armas en defensa de esta causa. Sin

embargo, cuando Galdós analiza al tipo urbano, al vasco perteneciente a cualquier

capital del País Vasco, el elogio surge con espectacular firmeza, desapareciendo

los anatemas anteriormente reseñados.

209

No faltan en este primer artículo el análisis de la clase política, habida

cuenta que el artículo se escribe en época estival y como consecuencia San

Sebastián es el foco más importante de España. La nobleza, la mesocracia y

los políticos influyentes hacen de este núcleo urbano el principal objetivo del

periodista, obligado por esta circunstancia a desplazarse de Madrid y seguir los

vaivenes ministeriales causantes de tantas cesantías.

En el artículo Bilbao Galdós insiste en los mismos tópicos puestos en práctica

en el anterior cuadro. Es decir, por un lado, el tono elogioso y condescendiente;

por otro, la denuncia al clero por fomentar las ideas absolutistas. Son

las dos caras de la moneda que se repelen y que, sin embargo, forman un todo

unitario. Galdós no duda en ensalzar las distintas formas de explotación minera

y el carácter emprendedor del vasco. Su industria no sólo es competitiva en

relación a países extranjeros, sino que levanta palabras de admiración, incluso,

por los modernos medios utilizados. Todo el aparato industrial utilizado para

la explotación de yacimientos despierta el asombro de Galdós, al igual que el

alto índice de alfabetización existente en el País Vasco. Aun así, cuando el

lector cree que todo va a ser elogio y mesura, Galdós no se resiste a defender

el idiario liberal, aun consciente de que ello puede producir irritación a un

determinado tipo de lector. Es el enfrentamiento ideológico de las dos Españas,

como ocurriera, por ejemplo en Doña Perfecta. Galdós considera improbable

que la guerra civil se repita entre nosotros «por el cansancio del elemento

absolutista, siempre vencido, y por la creciente solidez de las instituciones y

prácticas liberales» 16. Palabras que, desgraciadamente, no se han cumplido.

Una vez más insistirá en el buen juicio que reina en las distintas capitales del

País Vasco en franca oposición al carlismo. El párrafo que cierra el artículo

Bilbao es un claro exponente de la oposición reinante en este escenario seleccionado

por Galdós:

«Felizmente, el espíritu de cultura que reina en las capitales es un baluarte contra

las acometidas teocráticas. Si Bilbao sufre un tercer sitio tampoco será tomado,

aunque se aunen contra ella la guerra y el fanatismo, todos los fusiles y

todos los rosarios de Carlos VII» 17 •

El itinerario galdosiano nos lleva a las tierras de Santander, pero lejos de

hacer un estudio detallado de sus moradores o principales ciudades -prácticamente

se limita a citarlas- se detiene en uno de los tipos más estudiados por

los costumbristas en la época romántica. Nos referimos al indiano. Santander

es a juicio de Galdós tierra de indianos. El carácter, temple, actitud y sencillez

de este tipo aquí descrito encaja perfectamente con el indiano que tan magistralmente

creará Galdós en su mundo de ficción. Recordemos, por ejemplo, a

Agustín Caballero, prototipo de indiano en el novelar galdosiano. Las fuentes

de este personaje habría que buscarlas en la conocida colección costumbrista

Los españoles pintados por sí mismos, en el artículo de Antonio Ferrer del

Río, titulado, precisamente, El indiano 18, tipo que tendría feliz imitación y

acogida en otra gran colección costumbrista, como la titulada Los hombres

españoles, americanos y lusitanos pintados por sí mismos 19 • La figura del indiano

tuvo una gran acogida entre los novelistas de la segunda mitad del XIX,

tanto Galdós como Clarín, los dos escritores a nuestro juicio más interesantes

210

época, lo inmortalizarán. Alas lo incluirá no sólo como parte integrante de la

configuración urbanística de Vetusta, sino que también lo inmortalizará en sus

cuentos como por ejemplo en Boroña.

En Santander Galdós utiliza un recurso harto empleado por los escritores

costumbristas: la intercalación de relatos. De esta forma el autor prescinde de

los elementos descriptivos y ofrece la historia de un personaje -el indianoque

rememora ante sus conciudadanos y contertulios su humilde origen. Nos

encontramos, pues, ante un artículo que se aproxima al género cuento y que

lejos de describir al tipo como si de una fisiología se tratara le dota de una

breve peripecia argumental. Es el caso, por ejemplo, de un Larra o Mesonero

Romanos, por citar sólo dos ejemplos de los muchos existentes.

Ciudades de España finaliza con los artículos Madrid y Barcelona. En el

primero nos encontramos con un Galdós que analiza la vida madrileña desde

la curiosa perspectiva gastronómica. Desde el principio hasta el final del extenso

artículo desmenuza un sinfín de condimentos, especias y toda suerte de

ingredientes culinarios que se consumen en la villa y corte de Madrid. En

cierta medida se asemeja al escrito con anterioridad por Valera en la colección

Las mujeres españolas, portuguesas y americanas 20 , en su artículo «La mujer de

Córdoba», aunque en este último el análisis se centra en la forma de condimentar

los alimentos. El artículo de Valera supone un verdadero alarde de conocimientos

en el arte culinario, recetario que más tarde pondrán en práctica las

heroínas de su novela Juanita la Larga. Entre ambos escritores existen concomitancias

pero si en Galdós el fin primordial es comunicar a sus lectores el

lugar de procedencia de consumo alimenticio de Madrid, en Valera lo fundamental

es analizar las diversas formas de condimentar o preparar los alimentos

desde épocas primitivas hasta las actuales. Es, en definitiva, un artículo que no

tiene excesivo interés que es muy del gusto galdosiano, siempre atento al escrutinio

de establecimientos o a cualquier tipo de oficios o escenarios.

En el último artículo, Barcelona, Galdós realiza una detallada y cumplida

descripción de la conocida Exposición ofreciendo, al igual que en el anterior

artículo, un auténtico aluvión de datos. La descripción de las diversas secciones

que componen la Exposición ocupa la casi totalidad del artículo, dedicando un

breve estudio, casi diríamos digresión, a la configuración social catalana y a su

peculiar idiosincrasia. El artículo no puede ser más elogioso, pues no aparecen

en ningún momento las diatribas esgrimidas en páginas anteriores.

El segundo apartado inserto en el volumen Finosomías sociales - Observaciones

de ambiente- supone un vivo reflejo de la sociedad madrileña en una

época que se remonta a la década de los años ochenta. Si la obra de Mesonero

Romanos es imprescindible para el conocimiento de la vida española del siglo

XIX, los artículos de Galdós aquí reunidos siguen con gran detenimiento los

sucesos acaecidos en Madrid en la época mencionada. Desde anécdotas hasta

confesiones personales, desde acontecimientos políticos hasta episodios reales

hoy olvidados por los historiadores. Todo ello forma parte de este segundo

corpus periodístico en el que se incluyen y se repiten ideas ya expuestas en los

artículos analizados anteriormente.

211

Observaciones de ambiente se inicia con el conocido episodio protagonizado

por el padre Mon, célebre predicador jesuita que reunía en la iglesia del Sagrado

Corazón de Madrid a las damas mál cultas y ricas de la época, o como diría

el propio Galdós «lo que los ingleses llaman a high lije, la créme de los franceses

»21. Al padre Mon, austero jesuita, le enojó que las encopetadas damas que

con tanto arrobamiento le escuchaban estuvieran todas las tardes y noches en

fiestas o saraos sin pudor alguno, preocupadas tan sólo por lo material y desatendiendo

lo auténtico, lo espiritual. Las damas escucharon atentas las quejas

del predicador y lo que sólo hubiera quedado en reprimenda se convierte en

auténtica tragedia al entrar la infanta Doña Eulalia, hermana del Rey, una vez

comenzado el sermón. Galdós, que nos refiere pormenorizadamente el hecho

escribe: «Ya se había despachado a su gusto el padre Mon, cuando acertó a

entrar en la iglesia la infanta doña Eulalia. Encarándose con ella, repitió en

tono más enérgico sus apóstres sin omitir el Serenísima señora, para que constara

de un modo terminante a donde iban dirigidos. La Infanta había llegado

tarde al sermón, por lo cual el enojado sacerdote hubo de añadir a lo antes

dicho una punzante observación: las que llegan tarde a la iglesia son puntuales

en el teatro» 22 .

El episodio cobró proporciones desmesuradas, convirtiéndose en asunto de

estado al tomar parte el propio monarca, el ministro de Fomento - Alejandro

Pidal- y el arzobispo de Toledo - Cardenal Moreno -. Incluso se enfrentó la

alta sociedad madrileña. Por un lado, los defensores del padre Mon; por otro,

los que censuraron el trato dado a la infanta. Galdós con no poco gracejo e

ironía establece dos castas o especies, como hiciera Larra en sus artículos Los

calaveras, llamando «mestizos» a los carlistas conversos y «puros» a los carlistas

que no han renegado de su pasado. «Mestizos» y «puros» se enfrentan en

acalorada discusión, criticando los primeros al padre Mon y elogiando los segundos

la actitud de nuestro protagonista. El desenlace no fue otro que el

ostracismo. El padre Mon tuvo que marcharse a Sevilla a instancias de las altas

jerarquías eclesiásticas. Galdós desmenuza y ofrece toda suerte de detalles de

este célebre episodio sin pasar por alto la actitud adoptada por el cardenal

Moreno, persona a la que califica de mediocre, de pocas letras y muy versado

en lides políticas. Galdós una vez más criticará al representante eclesiástico

que se preocupa sólo por las cuestiones mundanas y gobierna o rige la Iglesia

como si de un político se tratara. Es aquí, precisamente, cuando surge el Galdós

anticlerical. Sin embargo, si el sacerdote convierte su vida en una auténtica

entrega a sus semejantes, en verdadera filantropía, el anticlericalismo de Galdós

desaparece. Recordemos por ejemplo el caso de N azarín o el de las órdenes

religiosas entregadas al cuidado de los marginados que aparecen en su mundo

novelesco. Galdós tampoco se muestra condescendiente con la sociedad aquí

presente, sociedad perfectamente analizada por el padre Coloma en Pequeñeces,

aunque éste, a diferencia del padre Mon, utilizara la novela para sus propósitos.

Tras este episodio Galdós nos ofrece lacónicos apuntes o bocetos sobre la

vida de Madrid. En el breve artículo Humanas locuras censura la celebración

del Carnaval, en franca decadencia y propio de sociedades primitivas. El lector

212

advierte enseguida el cambio radical que se ha producido en la sociedad española

si coteja los artículos de Larra o Mesonero Romanos con el aquí descrito

por Galdós. No hay ni una nota festiva o jocosa en el presente artículo, sino

todo lo contrario, tachando de absurdas a las personas que se prestan a tal

festividad.

En el artículo El mes de marzo Galdós censura las actitudes y comportamientos

adoptados en Cuaresma. La devoción fingida, la mojigatería y, en

definitiva, la hipocresía son, por desgracia, defectos generalizados entre la sociedad

madrileña. Esta actitud adoptada por Galdós la observamos también en

anteriores cuadros costumbristas, como en La mujer del filósofo, inserto en la

colección Las españolas pintadas por los españoles23 o en el titulado Cuatro

mujeres 24 , perteneciente a la misma colección. El tipo de beata o santurrona es

también, por otro lado, muy frecuente en el mundo novelesco de Galdós; recordemos

a doña Clara de La Fontana de oro o a los inolvidables personajes

que presentan estos rasgos: María de los Remedios Tinieblas, Felisita Casado,

Serafina Lantigua, las señoras de Garrido Godoy, doña Micaela, doña Perfecta

Rey, las señoras de Porreño y Venegas, doña Marcelina Polo, la duquesa de

Ojos del Guadiana, etc., heroínas galdosianas que forman parte del rico y

copioso mundo de ficción creado por Galdós. De igual forma el tipo aquí descrito

ocupa siempre un lugar privilegiado en las colecciones costumbristas ya

citadas y en otras menos conocidas y que suponen una auténtica rareza bibliográfica,

como es el caso de Madrid por dentro y por fuera 25 en donde encontramos

un artículo que analiza a este tipo de igual forma que lo hiciera Galdós.

Se trata del artículo de Andrés Corzuelo titulado La misa de una. Galdós, sin

embargo, se detiene en una época concreta y específica del año - Cuaresmapara

denunciar tales hechos y para censurar una vez más a frailes y monjas,

auténticos protagonistas del refinamiento culinario. Ellos son precisamente los

que no predican con el ejemplo pues según Galdós en «las cocinas de esas

casas de penitencia han nacido las mil donosas invenciones que, en platos de

pescado y platos de dulce, envanecen a la culinaria de nuestros tiempos empecatados

»26. Conclusión: la sociedad, aprovechando el refinamiento religioso y

palatino ha echado a rodar el dogma. Por todo ello, Galdós afirmará que la

humanidad es siempre la misma. La gula aunque varía de forma es siempre un

vicio capital y, por lo tanto, inherente a nuestra flaca condición humana.

Otro artículo que guarda estrecha relación con los modelos costumbristas

del Romanticismo es el titulad9 La fiesta nacional y si bien se considera un

profano en la materia -nos confiesa que tan sólo ha ido cuatro o cinto veces

a las corridas de toros- las elogia por considerarlas parte de nuestro entramado

histórico. Bien es verdad que censura el espectáculo cruento y dantesco,

aunque esto no debe ser causa suficiente de prohibición. Galdós esgrime para

fortalecer sus argumentos el elemento tradicional, elemento imprescindible de

todo escritor de costumbres, como el conocido caso de Mesonero Romanos.

Galdós al igual que El Curioso Parlante elogia unos tipos y un escenario por

considerarlos parte de nuestra propia idiosincrasia y, por ende, dignos de mención,

estudio y aplauso. Llega incluso a afirmar que si algún día, por degeneración

de la raza bovina, «no hay ningún individuo de ella que quiera embestir,

213

se inventarán las corridas de cameros, machos cabríos o algún otro bicho más

o menos cornúpeto»27 . No entra Galdós en la antigua y conocida polémica de

la prohibición de la fiesta, aunque sí censura a los extranjeros que la consideran

irracional e impropia de seres civilizados. Galdós se limita a emitir sus juicios,

a hablar de su antiguo origen, pero sin citar fuentes ni referencias bibliográficas

para apoyar sus argumentaciones, no por desconocimiento, sino por no considerarlas

oportunas, pues sabido es que conocía la obra de Jovellanos Memoria

para el arreglo de la policía de los espectáculos y diversiones públicas y sobre su

origen en España en donde se dan cumplida noticia sobre el citado espectáculo,

aunque Jovellano lo atacara y estuviese de acuerdo con la prohibición llevada

a efecto por Carlos III en 1785.

Las referencias a los medios de comunicación y, en especial, a los periodistas,

son aspectos ampliamente estudiados en Fisonomía sociales. Así en el artículo

Vida de sociedad nos dirá que la sociedad no pone obstáculos al ingenio y

tanto el periodista como el escritor que haya conseguido un puesto en las letras

sin la ayuda política tendrá siempre un lugar de privilegio en la sociedad. Son,

prácticamente, las mismas palabras dichas por Larra cuando en su artículo de

crítica teatral El Trovador elogia el ingenio del individuo.

La ausencia, por otro lado, de la inteligencia, del buen hacer, provocará la

relajación de las costumbres y la desmembración de la nobleza. Galdós en este

artículo censura los matrimonios por conveniencia y si bien afirma por un lado,

que la sociedad española es menos exigente que otras a la hora de establecer

contratos o vínculos matrimoniales, por otro, opina que es excesivamente relajada

y dilapida fuertes sumas de dinero en cosas vanales. El artículo Sociedad

supone un detallado análisis de la vida madrileña, incluida alguna anécdota o

historia real. Tal vez lo más interesante sea la aparición en el presente artículo

de un tipo hasta ahora no tratado en las colecciones costumbristas, nos referimos

a la dama de demi-monde, de claras raíces parisienses que hace estragos

en la nobleza y mesocracia española. Galdós llega a afirmar que el refinamiento

del vicio ha entrado en Madrid con este tipo de mujer, devoradora de fortunas

y causa directa de ruinas domésticas. Si en el artículo Vida de sociedad

prescinde prácticamente de los estratos sociales más bajos, en el artículo siguiente

-Solidaridad- les dedicará un amplio estudio. Una vez más el paciente

escrutinio galdosiano emerge en estas páginas, analizando las incipientes

sociedades cooperativas patrocinadas y dirigidas por el gobierno. Se trata, en

definitiva, de un curioso artículo, ya que nos informa del nacimiento de la

«tienda-asilo» (la cooperativa del pobre) que tiene su origen en las llamadas

cocinas-económicas. La «tienda-asilo» es la antigua «sopa boba» establecida en

condiciones nacionales y con arreglo a principios económicos. Sin embargo la

primera era gratuita y esta última no, aunque su precio fuera mínimo. Galdós

realiza una detallada descripción de los locales, precio, menú, tipo de clientela

y llega a la conclusión - tras realizar un minucioso estudio de los precios de

fondas y restaurantes madrileños- que el intermediario es quien se lleva la

casi totalidad de las ganancias. El estudio galdosiano nos muestra perfectamente

el abismo tremedo que existe entre la sociedad de Larra y la del propio

Galdós, sociedad esta última que arrincona viejas costumbres por obra y gracia

214

del progreso industrial. Todas estas incipientes y nuevas formas de vida y de

entender la filantropía las encontrará el lector en el presente artículo de Galdós.

Una parte de los artículos pertenecientes a Observaciones de ambiente se

refieren a las distintas estaciones del año en íntima relación con la vida madrileña28

: tertulias, estrenos teatrales, festividades, romerías, exposiciones, etc.

La presencia de Mesonero Romanos aparece en alguno de estos artículos,

como en Mayo y los Isidros en el que el autor realiza un breve boceto sobre la

conocida romería de San Isidro. Poco entusiasmo muestra Galdós por la ambientación

reinante, calificándola de vulgar y tumultuosa. El siguiente artículo,

Peregrinos a Roma, hace alusión a la peregrinación que salió de Madrid con

motivo del jubileo sacerdotal de León XIII en diciembre de 1887, artículo en

el que Galdós utiliza una cierta bis cómica al realizar una original clasificación

de los componentes de esta citada peregrinación. Por ejemplo, en lo que concierne

a los sacerdotes, los clasifica de la siguiente manera. En un primer grupo

el cura de escopeta y perro y en un segundo lugar, al sacerdote estudioso y de

modales finos. En el ramo de beatas van, en el sentir de Galdós, tipos muy

característicos. Por un lado, la beata ingenua y candorosa; por otro, la que ha

hecho grandes esfuerzos y sacrificios para sufragar los gastos y, en último lugar,

las señoras de alcurnia. Pero tal vez la clasificación más interesante sea la que

forma el núcleo de la expedición, personas del partido ultramontano en sus dos

grandes variedades o familias, es decir: los íntegros, los que no han transigido

ni transigirán con los principios liberales y la restauración alfonsina, y los mestizos,

antiguos militantes carlistas. Los íntegros despreciarán a los mestizos,

tratándoles peor que a los liberales y acusándoles de enemigos de la Iglesia.

Como es sabido los mestizos que formaron en su día la extrema derecha de la

legalidad existente estuvieron representados en el partido conservador por el

diputado Alejandro Pidal.

La clasificación de los distintos componentes de la comitiva en casta o grupos

fue utilizada con anterioridad, pero en especial por los escritores pertenecientes

a la generación anterior, como sería el caso de Larra, Mesonero Romanos

o Antonio Flores. Otro tanto harían los colaboradores y artífices de la

primera colección costumbrista, donde podemos ver los distintos tipos y clasificación

de sacerdotes, desde el exclaustrado y el «clérigo de misa y olle» -representante

del sanchopancismo clerical- hasta el canónigo 29 • En el mismo

caso estarían los políticos que en el sentir de Antonio Flores formarían dos

castas, el diputado silabario, por un lado y, por otro, el monosilabario.

Galdós no da por finalizado el presente artículo, como a primera vista pudiera

parecer, pues intercala el cuadro o breve boceto llamado Tribuna de

señoras, alusión a la asistencia de mujeres en la tribuna de las Cortes. Peregrinos

en Roma tiene su feliz continuación en el artículo Para ganar el cielo, título

un tanto irónico y que guarda estrecha relación con los sufrimientos que deben

soportar los exhaustos peregrinos. El caos organizativo provoca un sinfín de

percances a tenor de lo recogido por Galdós del corresponsal enviado a Roma

por el periódico El Imparcial, corresponsal de excepción ya que se trataba de

doña Emilia Pardo Bazán. Galdós en el presente artículo no sólo se limita a

215

analizar los conocidos percances sino que aborda problemas de sumo interés,

por ejemplo las relaciones de la Santa Sede con España, el rechazo de gran

parte del clero español a la facción integrista y la actitud de León XIII con

respecto a las pretensiones carlistas.

Crisis políticas es, tal vez, uno de los artículos más interesantes de las Fisonomía

sociales, ya que nos permite conocer el concepto y sentido que del periodismo

tenía el propio Galdós. Con gran acierto y adelanto a su tiempo afirma

que «la noticia es el alma, el verbo. Informar bien y con prontitud depende del

éxito de un periódico»30. Para Galdós el mejor periodista será aquel que saque

de los hechos ciertos la consecuencia lógica más oportuna, analizando y escudriñando

los lugares más insólitos con tal de ofrecer la verdad de los hechos.

De ahí que el periodista deba poner en práctica toda su astucia y, en especial,

en los momentos de agitación política o cambios en la cúpula del poder. Galdós

realiza un auténtico panegírico en este artículo, pues el periodista, aunque

sufre una dura competencia, nunca es desleal con sus compañeros de profesión,

reinando siempre en este campo profesional gran fraternidad. No menos interesante

es la visión de conjunto que Galdós hace de la prensa de finales del siglo

XIX, analizando su ideología, tirada de ejemplares, precio, formato, descripción

de los artículos, estilo y público. A juicio de Galdós los periódicos de más

circulación en Madrid son El Imparcia[31, El Libera[32 y La Correspondencia33

y, en menor importancia, El Resumen34

, El globo35 y El Correo 36. La prensa

conservadora está, a juicio de Galdós, en franca desventaja con respecto a la

liberal, pues tan sólo existe un periódico La Epoca37

, que pueda competir con

el resto de publicaciones. Como hemos podido comprobar el enunciado del

artículo presta poca atención a la clase política y cuando lo hace la presenta

desde una óptica harto conocida: la murmuración las especulaciones sobre hipotéticos

cambios ministeriales.

Observaciones de ambiente finaliza con dos breves artículos. El primero

-Alegrías de la primavera- ofrece grandes concomitancias con el ya citado

Mayo y los Isidros. El segundo y último -Divagando- supone una rápida

visión del Madrid urbanístico, calificando Galdós a la corte como «barrios de

colmenas». El desastre arquitectónico y el expolio son los dos protagonistas

del artículo. Galdós muestra un vivo interés por la España monumental y si en

más de una ocasión se ha mostrado anticlerical en anteriores artículos, en el

presente, como ya habíamos anticipado en nuestra ponencia, se mostrará condescendiente

y acérrimo defensor de las órdenes religiosas que malviven en

deplorables y ruinosos conventos. El Estado es para Galdós el único culpable,

pues debería ejercer el control del patrimonio artístico y subvencionar a las

órdenes religiosas más necesitadas.

El tercer y último apartado de Fisonomías sociales - Tipos - es sin lugar a

dudas el que mayores semejanzas presenta con los artículos que Galdós escribió

para Los españoles de ogaño y Las españolas pintadas por los españoles. Galdós

introduce cinco tipos: El coleccionista, El parlamentarista, El elegante, El veraneante

y El cesante. El primero de ellos no suele aparecer en las colecciones

costumbristas decimonónicas, salvo el artículo de Rudheric AI-Magheritit38, autor

de un cuadro titulado de idéntica forma y publicado en Los españoles de

216

ogaño. Galdós, lector, colaborador y amigo de Victoriano Suárez -editor de

la obra- leería con toda probabilidad este artículo costumbrista, aunque,

como siempre, le imprimirá un sello característico y personal. Galdós si en un

principio ofrece dos tipos de coleccionista en estrecha relación con la bibliomanía

y la numismática, más tarde analizará el alucinante mundo de las subastas

y la picaresca del negocio. De igual forma dará cumplida noticia de los coleccionistas

más famosos de la época, como es el caso del inglés Soltnig.

En el presente artículo su autor actúa, en ocasiones, a la manera de Liñán

y Verdugo, como si quisiera prevenir a los lectores de posibles estafas o fraudes

a la hora de realizar la compra de un objeto artístico. Es así como avisa y

aconseja que determinadas obras de arte son puras falsificaciones aunque parezcan

auténticas. El engaño no alcanza sólo al comprador particular sino también

a instituciones oficiales. El destino de cualquier colección será sin duda

alguna, esta es la opinión de Galdós, a organismos oficiales del Estado, pues

es prácticamente imposible mantener los costos de mantenimiento.

En El coleccionista Galdós, una vez más, establece distintas castas o grupos

de personas. Desde el coleccionista preocupado por objetos que pertenecieron

a un determinado personaje histórico hasta documentos o papeles que no tienen

ningún valor artístico o bibliográfico. Destaca, por ejemplo, el caso del

conocido doctor Thebussen, poseedor de la más rica y entretenida colección

que en el mundo existe de menús de comidas. Aspecto, por otro lado, nada

extraño en el doctor Thebussen, profundo admirador del arte culinario. Su

copioso epistolario así lo demuestra y nada más interesante en este aspecto que

leer las sustanciosas cartas dirigidas a Valera, admirador también este último

del arte culinario.

La monomanía por coleccionar objetos hace que este personaje se nos presente

como si de un ave de rapiña se tratara. Galdós ilustra un caso muy

significativo: la muerte del duque de Osuna. A raíz de este hecho los coleccionistas,

ávidos y deseosos, se disputan los restos del arruinado noble, que si

bien llegó a poseer fuertes sumas de dinero, sus extravagancias le condujeron

a la ruina. Galdós se aparta en algunos momentos del personaje estudiado para

analizar, precisamente, el curioso comportamiento del duque de Osuna, don

Pedro Téllez Girón, Galdós, al igual que hiciera Valer a en su copioso epistolario,

relatará las excentricidades de este personaje, víctima propiciatoria de los

llamados coleccionistas.

En el artículo El parlamentarista Galdós entronca con uno de los tipos más

estudiados en el siglo XIX. Es, prácticamente, un personaje de obligada presencia

en las colecciones costumbristas como tendremos ocasión de comprobar.

Por ejemplo, en Los españoles pintados por sí mismos lo encontramos analizado

desde una doble perspectiva: diputado y ministrable. Los artículos de Ignacio

de Castilla y A. Ferrer del Río son el mejor exponente. En Los españoles

de ogaño, Galdós encuentra su modelo literario en el artículo de E. de Cortázar,

titulado El aspirante a ministro y en Los hombres españoles, americanos y

lusitanos pintados por sí mismos aparece de nuevo este tipo en el artículo El

candidato para diputado a Cortes de Pedro Arnó. Sin embargo, una vez más

217

Galdós imprimirá un sello característico a sus tipos costumbristas y los analizará

con peculiar óptica. En este caso con la objetividad y experiencia propias de

una persona que, como Galdós, fue durante varios años diputado en las Cortes

españolas. El mismo lo comunicaba a sus lectores cuando se dispone a iniciar

el artículo: «La tarea no es difícil para quien ha concurrido asiduamente, día a

día durante cinco años a los pasillos, salones y rojos escaños del Congreso. No

dudo que gran parte de lo que allí se ve no difiere de lo que existe en las

Cámaras de otros países; pero algo habrá también de peculiar y característico.

Esto precisamente es lo que procuraré no se me escape en la descripción que

sigue»39.

En El Parlamentarista el lector encuentra un panorama objetivo del momento

político de la época y, una vez más, desde una óptica más negativa que

positiva, aunque sin alcanzar el grado de pesimismo de un Larra ni mucho

menos el tono condescendiente de Mesonero Romanos. El lado negativo se

inclina en este artículo hacia la clase política y, en sentido contrario, lo positivo,

lo protagonizará el periodismo. Entre estas profesiones reinará una perfecta

armonía, incluso aún entre los de distinto cuño ideológico, como será el caso

entre un periodista defensor acérrimo del ideario carlista y un periodista de

ideas republicanas.

La primera crítica galdosiana alude al actual Reglamento de las Cámaras,

pues según su criterio es «un puro desatino». De igual forma califica al parlamentario

español de intrigante y muy dado a rumores y suposiciones que en

más de una ocasión nada tienen que ver con la realidad. En lo que concierne

a la ubicación del Congreso, escaños e instalaciones en general, Galdós nos

muestra siempre el lado negativo. Aún así no todo será destructivo en el artículo

de nuestro autor, pues si bien denuncia todo este estado de cosas, afirma

que el parlamentarista de la época suele ser cortés con sus rivales, intermedio

en esta actitud entre el parlamentarista inglés y el francés. Si tuviésemos que

buscar el lado más severo en el artículo de Galdós sería, sin lugar a dudas, la

larga duración de los discursos. Galdós dirá que «en esto de los discursos largos

no nos gana nadie, y si la felicidad de un pueblo se midiera por los kilómetros

de texto impreso que publica el Diario de las Sesiones, no habría en el mundo

país más venturoso que el nuestro» 40. En lo que concierne a los ministros afirmará

que prometen cosas que a ciencia cierta no se van a cumplir. Sus réplicas

y sus actuaciones en general obedecen más al lucimiento personal que a la

puesta en práctica de los objetivos defendidos por el ministro de turno.

Un aspecto no menos interesante que los anteriores sería el dedicado a los

distintos tipos de oradores. Una vez más Galdós realiza una disección del tipo

estudiado como si de castas se tratara. Es así, de esta forma, como establece

su clasificación: orador melodramático, lúgubre, gracioso, de mala intención,

el que nada de provecho dice, el silencioso, el discreto y el decorativo. Todos

ellos configuran este variopinto cuadro de la política española en donde el

noviciado se inicia con la profesión periodística, profesión que ha nutrido siempre

a las distintas fuerzas políticas españolas. Galdós finaliza su artículo con

una conclusión: el parlamentarismo es un mal, pero debe subsistir «por eso hay

218

que decir de las Cortes, como de las gallinas, que vivan, aunque vivan con su

pepita» 41.

Si en anteriores artículos hemos observado la presencia de los maestros del

género -Larra y Mesonero Romanos- o de autores como Liñán y Verdugo,

Juan de Zabaleta o Francisco Santos, en el artículo de Galdós titulado El elegante

nada de esto ocurre. Podemos fijar algún precedente remoto, como el

caso de Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo, en el cuadro titulado Vida del

ridículo varón a quien el pueblo dio el título justo de «El Majadero Pulido y

Limpión Afectado. En el siglo XVIII este tipo será más conocido con los nombres

de petimetre y lindo, como en Torres Villarroel que en «Primeras visitas»

introduce a este tipo, o Clavija y Fajardo con su artículo Sobre los petimetres.

Ya en el siglo XIX la voz elegante utilizada por Galdós cobra mayor actualidad,

aunque alterna con otras, como en el caso de Mariano de Rementería que

utiliza la voz lechuguino. Años más tarde las palabras lions y dandys figuran

también en los artículos costumbristas, aunque a partir del artículo de R. de

Navarrete -titulado, precisamente, El elegante y publicado en Los españoles

pintados por sí mismos - los estudios dedicados a este personaje llevarán el

título escogido por Galdós. Las concomitancias entre Galdós y los autores anteriormente

citados son mínimas pues el propósito de nuestro escritor es sólo y

exclusivamente censurar las incomodidades de la vestimenta de su tiempo. De

ahí que él propugne la reforma en el vestir y la supresión de ciertas prendas

incómodas y nada prácticas:

«La humanidad civilizada lo soporta, reconociendo su inutilidad, sin que aparezca

por parte alguna el Cristo de esta redención» 42 •

Galdós realiza un auténtico escrutinio de la vestimenta, no faltando el aspecto

relativo al colorido. Según Galdós el español viste de forma tétrica y

sombría, pues utiliza colores con claras connotaciones lúgubres, como el negro

o el gris oscuro. Propone al final una curiosa reforma y un modelo: vestir como

los religiosos. Sus palabras son harto elocuentes:

«Vistámonos de frailes, adoptando cada cual el hábito que más se avenga con su

figura, edad y humor. Seamos todos dominicos, franciscanos, capuchinos barbudos

o carmelitas lampiños» 43.

En el presente artículo Galdós utiliza la técnica perspectivística al cotejar

distintas civilizaciones con su peculiar forma de vestir, pero sin introducir interlocutores

o personajes a la manera de Cadalso o Larra para la consecución del

contraste entre usos y costumbres de distintos países.

Los dos artículos restantes que cierran el primer tomo de las Fisonomías

sociales -El veraneante y el cesante- son de dispar interés. El primero supone

una rápida visión de las costumbres madrileñas trasladadas en esta ocasión a la

periferia española, en especial a la ciudad de San Sebastián, repitiéndose por

ello las mismas ideas que en el artículo San Sebastián. Los distintos puntos en

los que concurre el madrileño están analizados minuciosamente y siempre desde

una óptica un tanto pesimista, pues nada, a su juicio, es digno de alabanza.

Los balnearios no son confortables; el público, aburrido y los horarios excesivamente

estrictos y monótonos.

219

En el último artículo, El cesante, Galdós analiza uno de los tipos más interesantes

y reales de la España decimonónica. Su presencia en las colecciones

costumbristas es harto elocuente. A. Gil de Zárate en Los españoles pintados

por sí mismos y Ramos Carrión en Los españoles de ogaño lo analizarán con

singular perspectiva y minuciosidad. Incluso Galdós nos habla del cesante en

su artículo Aquel, publicado precisamente en la última colección mencionada.

Sin embargo, el cesante donde adquiere singular importancia es en el mundo

novelesco galdosiano. Inolvidables son Ramón Villaamil, José Ido del Sagrario

Aguado, Simón Babel, Basilio Andrés de la Caña, Comelio Malibran y Orsini,

Manuel José Ramón del Pez, Gonzalo Torres, Juan Pablo Rubín, etc., personajes

que aparecen en el rico entramado novelesco de Galdós.

El artículo El cesante supone un mordaz análisis del personaje político más

que del simple funcionario que ve interrumpida su laboriosidad a causa de un

cambio ministerial. Galdós afirmará que la sociedad española, desde la más

humilde hasta la más poderosa, sufre el amargo pan de la cesantía y nada más

práctico que intercalar dos historias de personajes que se ven apartados de su

trabajo. El artículo de Galdós se asemeja así al género cuento, al prescindir del

elemento descriptivo e introducir una peripecia argumental. Las metamorfosis

realizadas en torno al cesante están en relación directa con el cambio ministerial.

Si el partido de la oposición triunfa nuestro personaje se verá sumido en

la pobreza. En caso contrario nuestro héroe sufrirá una metamorfosis anímica

y corporal que hará de él un ser feliz y risueño. El tipo de cesante galdosiano

que conoce estos desasosiegos laborales lo identifica el lector con aquel Homobono

Quiñones de Mesonero Romanos sumido en la desesperación por causas

ajenas. Sin embargo Galdós introduce un caso nuevo, el cesante diplomático y

si bien no indica Galdós de quién se trata, el lector puede perfectamente comprobar

que es el propio Valera el personaje estudiado. Galdós nos dirá que

este cesante perteneciente al cuerpo diplomático «ocupó puestos de importancia

en Embajadas y plenipotencias allá por los años del sesenta al setenta» 44.

De vestir elegante y maneras correctas. «De erudición pasmosa y sabe cuanto

hay que saber» 45. Estos datos y otros ofrecidos por Galdós creemos que son

suficientes para la identificación del personaje galdosiano con Valera, cesante,

por otro lado que hace gala en el artículo de una copiosísima correspondencia,

como era habitual en el autor de Pepita Jiménez.

Fisonomías sociales y los artículos de Galdós publicados en las colecciones

costumbristas de los años setenta forman el más importante corpus costumbrista

galdosiano. La preocupación de Galdós por dicho género y su colaboración

en importantes periódicos de la época explican a la perfección la continuidad

de un género que si bien conoce en el Romanticismo su etapa áurea, en el

Realismo sigue en plena vigencia.

220

NOTAS

1 La relación de las obras inéditas de Pérez Galdós publicadas por la Editorial Renacimiento

y prologadas por A. Ghiraldo es la siguiente: Fisonomías sociales, Arte y crítica, Política Española,

Política Española Il, Nuestro Teatro, Cronicón 1883-1886, Cronicón, 1886-1890, Toledo (Su historia

y su leyenda), Viajes y fantasías, Memorias, Crónica de Madrid (1865-1866) y El crimen de la

calle de Fuencarral. Cronicón de 1888-1889. Cfr. M. HERNÁNDEZ SUÁREZ, Bibliografía de Galdós,

Ediciones del Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria, 1972.

2 B. PÉREZ GALDÓS, Fisonomías sociales (Obras inéditas), prólogo de Alberto Ghiraldo, Ed.

Renacimiento, Madrid, 1923. Contienen los siguientes apartados. 1. Ciudades de España: «San

Sebastián», pp. 15-25; «Bilbao», pp. 27-38; «Santander», pp. 39-44; «Madrid», pp. 50-65; «Barcelona

», pp. 66-86. 11. Observaciones de ambiente: «El poder de los humildes», pp. 106-112; «La

fiesta nacional», pp. 113-119; «Vida de sociedad», pp. 120-126; «Solidaridad», pp. 127-131; «El

circo y el toreo», pp. 132-134; «Panoramas madrileños», pp. 135-141; «La Epifanía», pp. 142-145;

«Nuestro sport», pp. 146-153; «Mayo y los Isidros», pp. 154-159; «Peregrinos a Roma», pp. 160-

164; «Para ganar el cielo», pp. 169-176; «Crisis políticas», pp. 177-183; «Alegrías de primavera»,

pp. 184-187; «Divagando», pp. 188-194. 111. Tipos: «El coleccionista», pp. 197-208; «El Parlamentarista

», pp. 209-330; «El elegante», pp. 231-242; «El veraneante», pp. 243-255; «El cesante, pp.

256-268.

3 Alberto Ghiraldo conocido escritor argentino que dirigió la publicación de las obras completas

de su gran amigo Rubén-Darío. Sus obras más significativas fueron Crónicas argentinas, El

Peregrino curioso (Mi viaje a España) y su novela Humano ardor (Aventuras, luchas y amores de

Salvador de la Fuente).

4 La Prensa, Buenos Aires, 1882-1894.

5 Las españolas pintadas por los españoles. Colección de estudios acerca de los aspectos, estados,

costumbres y cualidades generales de nuestras contemporáneas. Ideada y dirigida por Roberto

Robert, con la colaboración de ... , Madrid, Imprenta a cargo de J. M. Morete, 2 vols., 1. 1871; 11.

1872.

6 Los españoles de ogaño. Colección de tipos de costumbres dibujados a pluma, Madrid,

librería de Victoriano Suárez, 2 vols. 1872.

7 Fisonomías sociales, op. cit., p. 8.

8 M. LAFUENTE, Teatro social del siglo XIX por Fray Gerundio, Madrid. Establecimiento

Tipográfico de F. de P. Mellado, 1846. M. Lafuente hace un detallado estudio sobre las fisonomías

e inicia su interesante capítulo con el título «¿Se puede conocer a los hombres por la cara?». El

ángulo social así como la pertenencia a una determinada raza nos pueden dar la solución. Vid.,

vol. 1, Caps. «De las fisonomías en general. ¿Se puede conocer a los hombres por la cana?».

Fisonomía natural del hombre y fisonomía crónica del hombre», pp. 231-235, 236-244 Y 265-273,

respectivamente.

9 Fisonomía natural y política de los procuradores en las Cortes de 1834, 1835 Y 1836, Madrid,

Imprenta de Ignacio Boix, 1836.

10 Fisonomía de las Constituyentes, Madrid, 1869.

II Antonio Flores recorre las mismas provincias vascas que Galdós, aunque anuncie sus artículos

de forma un tanto humorística: «Un viaje a las provincias Vascongadas, asomando las narices

en Francia», El Laberinto, Madrid, 1843-1845.

12 Fisonomías sociales, op. cit., p. 24.

13 Los españoles pintados por sí mismos, Madrid, 1843.

14 Op. cit., p. 22.

15 Ibid., p. 22.

16 Ibid., p. 38.

17 Ibid., p. 38.

18 Los españoles pintados por sí mismos. La edición utilizada corresponde a la segunda y

última edición. Biblioteca de Gaspar Roig, Madrid, 1851, pp. 16-20.

19 Los hombres españoles, americanos y lusitanos pintados por sí mismos. Colección de tipos y

cuadros de costumbres peculiares de España, Portugal y América, escritos por los más reputados

literatos de estos países, bajo la dirección de don Nicolás Díaz de Benjumea y don Luis Ricardo

221

Fors, e ilustrada con multitud de magníficas láminas debidas al lápiz del reputado dibujante don

Eusebio Planas, Barcelona, s.a. (¿1881?). Vid. el artículo El indiano de J. B. Haro.

Inolvidable es la descripción que de este tipo realiza Antonio Flores. Vid. «Retratos en tarjetas

», en Ayer, hoy y mañana o la fe, el vapor y la electricidad. Cuadros sociales de 1800, 1850 y

1899 dibujados a la pluma por ... , Montaner y Simón, Barcelona, 1893, vol. 11, pp. 217-224.

20 Las mujeres españolas, portuguesas y americanas. Tales como son en el hogar doméstico, en

los campos, en las ciudades, en el templo, en los espectáculos, en el taller yen los salones. Descripción

y pintura del carácter, costumbres, trajes, usos, religiosidad, belleza, defectos, preocupaciones

y excelencias de la mujer de cada una de las provincias de España, Portugal y Américas Españolas.

Obra escrita por los primeros literatos de España, Portugal y América, e ilustrada por los más

notables artistas españoles y portugueses, Madrid-La Habana-Buenos Aires, Imprenta y librería de

don Miguel Guijarro, editor, 3 vols., 1, 1872; 11, 1873 Y 111, 1876.

21 Op. cit., p. 9l.

22 Ibid., p. 93.

23 Las españolas pintadas por los españoles, op. cit., vol. 1, pp. 121-129.

24 Ibid., vol. 11, p. 97-106.

25 Madrid por dentro y por fuera. Guía de forasteros incautos. Misterios de la Carta, enredos y

mentiras, verdades amargas. Fotografías sociales. Tipos de Madrid, señoras y caballeros, políticos y

embusteros. Lo de arriba, lo de abajo y lo de dentro. Madrid tal cual es, Madrid al pelo, etcétera.

Dirigido por Eusebio Blasco y Escrito por varios autores, Madrid, 1873.

26 Op. cit., p. 112.

27 Ibid., p. 119.

28 Vid. los artículos El circo y el toreo, Panoramas madrileños, La Epifanía, Nuestro sport y

Mayo y los Isidros.

29 Vid. Los españoles pintados por sí mismos, op. cit., artículos de A. Gil de Zárate, Fermín

Caballero y J. Pérez Calvo.

30 Op. cit., p. 180.

31 El Imparcial, Madrid 1867-1930. Imprenta de Valero y después en la de El Imparcial.

Comenzó el 16 de marzo de 1867. En su larga existencia tuvo varios cambios en el número de

páginas y tamaño.

32 El liberal, Madrid, 1879-1930. Cuatro páginas de 432 x 299 mm. Imprenta de El Liberal.

33 La Correspondencia. El título completo sería La Correspondencia Ilustrada Madrid, 1880.

Imprenta de La Correspondencia.

34 El Resumen, Madrid, 1885. Diario, 503 x 348 mm. Imprenta de El Resumen.

35 El Globo. Diario ilustrado, Madrid, 1875-1930. Cuatro páginas de 403 x 268 mm. Imprenta

de El Globo.

36 El Correo, Madrid, 1880-1914. Cuatro páginas de 443 x 282 mm. Imprenta de El Correo.

37 La Epoca. Revista financiera y literaria, y guía de banqueros. Periódico semanal, independiente

y no político, Madrid, 1882. Dieciséis páginas de 272 x 176 mm. Imprenta de Fortanet.

38 Seudónimo que corresponde a Eduardo de Mariategui. Vid. M .. " ANGELES AYALA, Las

colecciones costumbristas en la segunda mitad del XIX: Los españoles de ogaño, «Anales de Literatura

», n.O 3, Universidad de Alicante, 1984.

39 Op. cit., p. 211.

40 Ibid., p. 220.

41 Ibid., p. 230.

42 Ibid., p. 232.

43 Ibid., p. 240.

44 Ibid., p. 265.

45 Ibid., p. 266.

222