ORBAJOSA y EL CABALLO DE TROYA

Clark M. Zlotchew

State University oí New York

College at Fredonia

Doña Perfecta se ha considerado como novela que trata la cuestión religiosa,

asuntos filosófico-religiosos, el fanatismo, la hipocresía y la intolerancia.

También, la novela es un estudio de la ambición maternal, como señala R. A.

Cardwell. Schoemaker cree que la obra se concentra en el problema socio-moral

de «reconciliar y armonizar ... lo que parece ser y lo que es ... ». Estas opiniones

son correctas y muy perspicaces. Se puede leer Doña Perfecta desde muchos

niveles, por supuesto, y cada nivel aporta un vistazo valioso del arte literario

de Benito Pérez Galdós. Lo que no se ha explorado todavía es el propósito

de la presentación tan simbólica de la entrada de la tropa en Orbajosa y del

enigmático retrato de las hermanas apellidadas Troya.

La contienda entre el destacamento militar, enviado por el liberal Gobierno

central, y los insurgentes conservadores, capitaneados por Perfecta y su teniente

Caballuco, forma un paralelo a la lucha personal entre Pepe Rey y Doña

Perfecta. Don Inocencio, confesor de Perfecta, pinta al ejército español como

instrumento de los ateos y protestantes -en el uso popular no hay diferenciaque,

según él, infestan Madrid. Perfecta repudia a su sobrino con términos

similares, términos que se refieren a la blasfemia, el sacrilegio, el ateísmo y la

demagogia (p. 481). Pasa a identificar a su sobrino con las tropas del Gobierno,

diciendo, en efecto, que Pepe es «el Gobierno, el brigadier, el alcalde nuevo,

el juez nuevo», precisamente porque «todos le favorecen a causa de la unanimidad

de ideas» (p. 482).

Desde el principio, el narrador describe a Pepe Rey en términos de su

fuerza física y de su aspecto guerrero, agregando que «bien pudiera pasar por

un hermoso símbolo, y si fuera estatua, el escultor habría grabado en el pedestal

estas palabras: inteligencia, fuerza» (énfasis del autor, p. 416). Su porte

militar lo identifica con las fuerzas militares, mientras su condición de símbolo

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de la inteligencia y la fuerza tiende a investir el destacamento militar, que

representa al Gobierno de Madrid, con estas mismas cualidades. Tanto el narrador

como Perfecta consideran a Pepe Rey y al Ejército como representantes

gemelos del Gobierno progresista y liberal.

El retrato que hace el narrador de las tropas que acaban de entrar en Orbajosa

revela mucho:

¡Qué movimiento, qué algazara, qué risas, qué jovialidad! No existe nada tan

interesante como un ejército. Es la patria en su aspecto juvenil y vigoroso. Lo

que en el concepto individual tiene o puede tener esa misma patria de inepta, de

levantisca, de supersticiosa unas veces, de blasfema otras, desaparece bajo la

presión férrea de la disciplina, que de tantas figurillas insignificantes hace un

conjunto prodigioso. El soldado, o sea el corpúsculo, al desprenderse, después

de un rompan filas, de la masa en que ha tenido vida regular y a veces sublime,

suele conservar algunas de las cualidades peculiares del ejército. Pero esto no es

lo más común. A la separación suele acompañar súbitamente encanallamiento,

de lo cual resulta que si un ejército es gloria y honor, una reunión de soldados

puede ser calamidad insoportable ... (p. 458).

Galdós veía a las muchedumbres de La Fontana de Oro y de El audaz con

antipatía y con temor, mientras retrataba a los grupos militares desde un punto

de vista favorable, como lo hace en Doña Perfecta. Mientras que el miembro

de una muchedumbre se vuelve razonable y civilizado al recordar su personalidad

individual, según Galdós, el soldado, al contrario, se rebaja al deshacerse

de la disciplina del ente militar. La clave es la disciplina. Al ser absorbido en

la muchedumbre, el individuo pierde la disciplina que pueda tener; esta misma

persona estaría sometida a la disciplina más férrea al formar parte de una

unidad militar. Por eso, señala Galdós, la sumersión de la conciencia individual

en el organismo llamado la muchedumbre es un descenso hasta el denominador

más bajo de la muchedumbre, hasta el reino de lo inconsciente, mientras que

la subordinación de la misma conciencia individual en un cuerpo militar, organización

que reprime los instintos bajos, o los canaliza, es un ascenso hasta los

nobles propósitos de sus oficiales para el beneficio de la nación. Le Bon, uno

de los primeros investigadores de la psicología de las masas, más tarde escribiría

que aunque las muchedumbres «a menudo se rinden a los instintos bajos,

también, a veces, dan el ejemplo de actos de elevada moralidad». Paradójicamente,

Galdós, en general tan opuesto a cualquier forma de presión social

sobre el individuo, glorifica los efectos de la disciplina militar. Quizás el amor

que le tenía a su padre -una nulidad en casa, pero un militar, sin embargoexplique

esta ambivalencia.

En el pasaje citado, el autor indica que el ejército es un microcosmos de la

nación española «en su aspecto juvenil y vigoroso». El narrador da a entender

que la esperanza para el porvenir de la sociedad española depende del vigor de

sus elementos juveniles, los que necesitan sólo la aplicación de la disciplina

para convertir a una nación de «figurillas insignificantes» en un «conjunto prodigioso

». Si Orbajosa -microcosmos de España- utiliza los impulsos juveniles

que contiene, canalizando esos impulsos con la disciplina impuesta por el Gobierno

central, formará parte del «conjunto prodigioso», y España ya no será

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un país insignificante. Pepe Rey, identificado con los ideales del Ejército, es

símbolo de la inteligencia y la fuerza. Este ejército, entonces, fue enviado por

las autoridades a Orbajosa para emplear su fuerza con el propósito de incluir a

esta ciudad provinciana en una España centralizada y liberal. Si las tropas

tienen éxito, la ciudad someterá sus impulsos juveniles a la autoridad de un

Gobierno que Galdós cree inteligente, en lugar de permitir que esos impulsos

se ahoguen dentro del abrazo autoritario de Doña Perfecta.

Perfecta, quien ha igualado a Pepe Rey con las tropas y el Gobierno que

representan, recomienda una resistencia feroz a todos ellos, como la resistencia

que los castellanos opusieron contra los moros (p. 482). Hay otro paralelo

entre el sobrino de Perfecta y el destacamento militar, del cual es preciso tomar

plena conciencia. Rosario Palentinos, hija de Perfecta, le dice a Pepe, «¡Ay,

Pepe ... Tus palabras ... me dan nueva vida .... ¿Sabes que no tengo ya fiebre,

que recobro las fuerzas, que quiero correr y gritar, que todo mi ser se renueva

... ?» (p. 456). Precisamente en este momento se oye la cometa que anuncia

la llegada del destacamento. Esta capacidad de Pepe para dar nueva vida a·

Rosario ofrece una similaridad notable al efecto que produce la tropa al entrar

en la ciudad de Orbajosa:

Todo era saltar del lecho, vestirse aprisa, abrir las ventanas para ver el alborotador

regimiento que entraba con las primeras luces del día. La ciudad era tristeza,

silencio, vejez; el ejército, alegría, estrépito, juventud. Entrando el uno en la

otra, parecía que la momia recibía por arte maravilloso el don de la vida, y

bulliciosa saltaba fuera del húmedo sarcófago para bailar en tomo a él (p. 458).

De la misma manera que Pepe Rey le infundió vida a Rosario, el regimiento

anima a la momificada Orbajosa con «el don de la vida». Mientras Rosario

empieza a saber algo del mundo que existe fuera de Orbajosa, esta ciudad

recibe al regimiento «con las primeras luces del día». Las palabras son ambiguas:

pueden referirse simplemente al hecho de que la tropa entra en Orbajosa

con la madrugada. También pueden aludir a la ilustración que acompaña a la

entrada del ala militar del Gobierno progresista. Teniendo en cuenta el aislamiento

que se ha impuesto Orbajosa y su hostilidad hacia la ciencia contemporánea

- Don Inocencia dice que «con la ciencia destrúyese lo maravilloso en

las artes, así como la fe en el alma» (p. 422)- es probable que estas «primeras

luces del día» se refieran, no meramente a la hora del día, sino también a un

primer contacto con algunos de los pensamientos más avanzados de la época.

Rosario, después de haberle dicho a Pepe que únicamente él tiene la capacidad

de darle nueva vida, agrega, «Oyéndote, resucito» (p. 456). En una escala

más grande, el destacamento militar causa que toda la ciudad salte fuera de

su tumba para bailar. El «don de la vida» que trae el regimiento puede considerarse,

dentro del contexto, como vida nueva, como en la reproducción sexual.

A esta impresión contribuye la insistencia en el verbo entrar, particularmente

cuando es el «uno» masculino que entra a la «otra» femenina. Es posible que

la declaración que le hace Rosario a Pepe, «tus palabras ... me dan nueva vida»

(p. 456), proyecten este mismo concepto. Entendido así, el bailar del último

pasaje citado es apropiado a la celebración de las bodas entre la antes estéril

Orbajosa y el vigoroso regimiento que, «por arte maravilloso», como lo es la

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concepción, crea nueva vida dentro del seno de la ciudad. Visto así, el pasaje

puede considerarse un epitalamio. De veras, este pasaje contiene muchos elementos

semejantes a los del bíblico Cantar de los Cantares, el epitalamio fragmentario

atribuido al Rey Salomón. Esto no debe sorprender; Montesinos señala

que don Benito leía con asiduidad el Viejo Testamento y que lo conocía a

fondo. Esto se aprecia con toda claridad también al leer la disertación doctoral

de Alfred R. Sáez y el libro de Gustavo Correa sobre el simbolismo religioso

en las novelas de Galdós.

El pasaje de Galdós contiene dos referencias a la acción de saltar: «Todo

era saltar del lecho»; «bulliciosa saltaba fuera del húmedo sarcófago». Esto

recuerda la salomónica «¡La voz de mi amado! Vedle que llega saltando por

los montes, triscando por los collados». En ambos casos el saltar sugiere una

exuberancia provocada por el júbilo anticipado de la reunión con el amado.

Hasta la «voz de mi amado» del Cantar de Salomón le atrae la atención a la

amada de la misma manera que el bullicio del alborotador regimiento se la

atrae a Orbajosa. También tiene la misma función anunciadora que tiene la

corneta militar que señala la llegada de la tropa.

El regimiento penetra en la sociedad totalmente cerrada que es Orbajosa;

se alude a la virginidad de la novia bíblica mediante metáforas que corresponden

a los encierros: «Eres jardín cercado, hermana mía, esposa; eres jardín

cercado, fuente sellada». Hasta el saltar, que aparece dos veces en el pasaje de

Galdós, sería una respuesta verosímil de la novia bíblica al novio que la invita

con las palabras: «¡Levántate ya, amada mía, hermosa mía, y ven!». A estas

palabras les siguen muchas referencias al despertarse y al renacimiento de la

primavera, con una repetición de la invitación a levantarse. Esto es análogo a

la idea de que Orbajosa surja de la tumba para bailar al oír la cometa y el

estrépito de la tropa. La combinación de las ideas de levantarse y de «abrir las

ventanas» en el texto de Galdós corre parejas con la frase Salomónica, «Me

levanté para abrir a mi amado». El concepto del despertar que está presente

en el Cantar de los Cantares tiene su contrafigura en la novela de Galdós: «Los

habitantes de Orbajosa oían en la crepuscular vaguedad de su último sueño

aquel clarín sonoro, y abrían los ojos ... » (p. 458). En el contexto presente, es

significativo que Pepe Rey -personaje estrechamente vinculado a las fuerzas

militares- se anuncia, según Chamberlin, «con una fanfarria que parece proceder

de una trompeta. No obstante, el sonido no surge de las trompetas de

ángeles ni siquiera de palaciegos, sino de ese símbolo del progreso del Siglo

XIX -la locomotora ferroviaria ... ».

Poniendo a un lado las analogías referentes a los encierros y a las funciones

de anunciar, de despertar, de levantarse, de abrir y de saltar - tan evocativas

del Cantar de Salomón -, es notable que no sólo Galdós hace una identificación

positiva entre el héroe y el destacamento militar, sino que también el

Cantar de los Cantares asocia al novio -el Rey Salomón (y Pepe también es

«Rey»)- con los guerreros del Rey: «Ved: la litera de Salomón; sesenta valientes

le dan escolta de entre los héroes de Israel. Todos esgrimen la espada,

todos son diestros para el combate. Todos llevan la espada ceñida, para hacer

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frente a los temores nocturnos». Tanto en el Cantar de los Cantares como en

Doña Perfecta la espada y el tálamo están estrechamente vinculados.

Pepe Rey fracasa en su tentativa para capturar la novia mientras el regimiento

libra una batalla indecisa contra las fuerzas de la esterilidad. La tropa

es una fuerza que procede, como Pepe Rey, de fuera de Orbajosa, pero dentro

de la hermética ciudad opera una fuerza que desea que la ciudad se abra a los

invasores. De la misma manera en que Rosario anhela ser rescatada por Pepe,

hay en Orbajosa una presencia juvenil femenina que sería la perfecta compañera

de la presencia juvenil del Ejército, y que quiere ser liberada. Orbajosa,

descrita como repositorio de «tristeza, silencio, vejez» en el pasaje recién citado,

alberga al trío de señoritas empobrecidas de apellido Troya. Estas muchachas

-traviesas, tontitas, juguetonas, el equivalente local de los bulliciosos y

joviales soldados- son objeto de rumores referentes a su castidad y a la manera

en que puedan suplir la escasa subsistencia que ganan a duras penas cosiendo

durante largas horas. El narrador, por todo el capítulo doce, juega con el lector

como si fuera equilibrista, balanceando desde las sospechas hasta declaraciones

de inocencia. Por fin, Pepe decide que estas hermosas jóvenes no tendrían que

pasar todo el día arruinándose la vista y los dedos con la costura si no fueran

virtuosas. Después de todo, «¡En Orbajosa hay hombres ricos!» (p. 445).

Las circunstancias en que las chicas, vinculadas por el apellido a la arruinada

Troya, se mantienen trabajando con gran ánimo y esfuerzo -trabajar así es

trabajar como un troyano, en inglés-, provoca comentario social. Su situación

subraya el aprieto en que se encuentran las mujeres sin hombres en la España

provinciana de la época. En términos más generales, sin embargo, Galdós señala

el destino de los que se desvían aun ligeramente de la norma en una

sociedad tradicionalista: «Pero cualquiera que fuese la razón [de su ostracismo],

ello es que el agraciado triunvirato troyano tenía sobre sí el estigma de

esos que, una vez puestos por susceptible vecindario, acompañan implacablemente

hasta más allá de la tumba» (p. 444). Esto parece ser la exégesis del

refrán, «Pueblo chico, infierno grande». Stephan Gilman, además de aludir a

las referencias clásicas implícitas en la presentación de las Troyas, indica que

forman parte de un retrato de represión y de frustración espiritual comunes a

los pueblos provincianos.

Estas señoritas remiendan con pericia su ropa y procuran ocultar su pobreza

mediante un talante alegre. Al fijarse en esto, Pepe simpatiza profundamente

con ellas (p. 445). Galdós también simpatiza con ellas; las imágenes sentimentales

lo demuestran: «Vivían en la miseria, como los pájaros en la prisión, sin

dejar de cantar tras los hierros lo mismo que en la opulencia del bosque» (p.

444). Los sentimientos del autor hacia estas parias jóvenes son semejantes a su

admiración para el Ejército, que es «la patria en su aspecto juvenil y vigoroso»

(p. 458). Revela mucho la descripción del efecto que tiene su risa sobre la

lúgubre calle: «Pero la celosía se cerró, y alegre concierto de risas difundió una

extraña alegría por la triste calle» (p. 443). El contraste entre las hermanas

Troya y el resto del pueblo es paralelo al contraste entre el destacamento militar

y Orbajosa. Estas señoritas representan precisamente las mismas cualidades

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que el narrador atribuye al Ejército: «alegría, estrépito, juventud» frente a la

«tristeza, silencio, vejez» (p. 458) de la ciudad. Asimismo, el regimiento representa

«movimiento»; «algazara»; «risas»; «jovialidad» (p. 458) exactamente

como las Troyas. Las entidades simbolizan la juventud, en oposición a la vejez,

la vida en contra del ambiente amortiguador de Orbajosa bajo el dominio de

doña Perfecta.

Las Troyas, igual que el Ejército, son los elementos juveniles reprimidos en

Orbajosa, en la sociedad provinciana de España, en el hogar de la niñez de

don Benito. Si las tropas vencen, estos elementos serán libertados para que

salgan del sarcófago para bailar y amar y engendrar vida nueva. Convertirán

un cementerio en un campo de juegos. Mientras Pepe Rey procura rescatar a

Rosario Polen tinos de la esterilidad de la casa materna, el destacamento militar

análogamente intenta libertar las energías juveniles de Orbajosa. El Ejército

del Gobierno central no está solo en su campaña de abrir a Orbajosa hacia la

vida y de vencer a las fuerzas del aislacionismo y de la esterilidad; las señoritas

Troya representan a elementos que, ubicados dentro de la ciudad, desean ser

libertados, exactamente como Rosario. Empleando una nomenclatura que proviene

de la Guerra Civil española del Siglo XX, las Troyas forman una quinta

columna para el regimiento; en términos clásicos, son el caballo de Troya.

Pepe Rey muere y Rosario no da fruto, pero la entrada del Ejército en

Orbajosa, con sus «luces», su «alegría» y su «don de la vida» (p. 458), indica

lo que pudiera llevarse a cabo. Al concluirse la novela, la cuestión queda inconclusa

(las tropas se baten contra las fuerzas del conservadurismo), lo cual demuestra

que Galdós, al escribir Doña Perfecta, no sabe si las fuerzas de la

claustrofilia triunfarán sobre los que quieren hacer que España se abra a un

contacto saludable con el mundo de afuera. Aunque las Guerras Carlistas acababan

de terminar cuando los primeros capítulos de Doña Perfecta aparecían

en La Revista de España en marzo de 1876, se debatía fogosamente la Constitución

futura en un ambiente de alta tensión durante toda la primera mitad de

ese año. Los sentimientos de Galdós hacia el hermetismo español se reflejan

en sus propias palabras, citadas por Francisco Navarro y Ledesma:

España es una redoma de peces, a los cuales se han olvidado de mudarles el

agua, y están los pobres pececillos con sus boquitas abiertas, comiéndose unos la

substancia de otros, respirando y manteniéndose con mil trabajos en aquellíquido

medio corrompido.

Doña Perfecta es lo que muchos críticos han opinado: una novela que trata

la cuestión religiosa, la política, la hipocresía e intolerancia, un estudio de

ambición maternal y del quijotesco problema de lo aparente contra lo real. Lo

que no se ha desarrollado críticamente, sin embargo, es la manera simbólica,

casi alegórica, en que Galdós trata estos temas, y las implicaciones psicológicas

de este simbolismo.

Un escrutinio más cuidadoso del simbolismo empleado en Doña Perfecta

descubre niveles de significación más profundos que los que se ven en la superficie,

sobre todo si se agrega el simbolismo a lo que se sabe de la vida del autor.

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Muchos críticos aceptan que doña Perfecta es una remembranza de la madre

de Galdós; Dolores Galdós de Pérez gobernaba la casa con una disciplina férrea.

Fue ella quien separó al joven Benito de su amada prima ilegítima, Sisita

Tate. En La Fontana de Oro, El audaz, Doña Perfecta y Gloria, los personajes

principales se esfuerzan por unirse dentro del matrimonio, mientras que la

sociedad siempre se opone a esta unión. En Doña Perfecta, es Perfecta, la

mujer dominante creada en la imagen y semejanza de la madre de Galdós,

quien simboliza la sociedad autoritaria. Jacques Beyrie señala sagazmente que

estas novelas deben de apuntar a un obsesivo revivir del episodio de la vida de

don Benito en que perdió para siempre a su primer amor.

Si el amor que Pepe Rey tiene hacia su prima Rosario refleja el amor de

Galdós hacia su propia prima, y si la muerte de Pepe Rey por orden de una

severa figura maternal hace eco de la destrucción de la relación de don Benito

con la amada prima, entonces la trama paralela que trata del Ejército y las

Troyas representa un intento inconsciente, de parte del autor, de convencerse

a sí mismo de que no todo fue perdido irreparablemente.

El narrador de Doña Perfecta identifica a Pepe Rey con las fuerzas militares.

La lucha de Pepe Rey por casarse con Rosario Polentinos es paralela a la

de la tropa por liberar a las Troyas. Si Pepe Rey hubiera tenido la protección

del Ejército -protección merecida por la comunidad de intereses- quizás no

hubiera muerto antes de conseguir a Rosario. El lenguaje que emplea Galdós

sugiere cierta afinidad entre la relación tropa-Troyas y el Cantar de los Cantares.

Con todo esto, Galdós establece vínculos entre el matrimonio y la guerra,

el tálamo y la espada. En las tradiciones de todas las culturas hay reminiscencias

de una época en que el novio se veía obligado a capturar a la novia, a

sacarla a la fuerza o por engaño de la casa paterna. Las legendarias hazañas de

decepción y brutalidad que los primeros romanos cometieron contra los sabinos

ejemplifican este concepto, y la costumbre de atravesar el umbral el novio con

la novia en brazos es un resabio de esas edades. Posiblemente Galdós, inconscientemente,

sugiera que habría podido retener a su primer amor si su padre,

un militar, le hubiera prestado su apoyo contra los designios de su madre.

Pepe Rey fracasa en su intento de llevarse a la novia -como el autor había

fracasado en cuanto a su prima - pero Galdós retiene la esperanza de que el

regimiento rescate a las Troyas, para procrear y multiplicarse ante la oposición

de las fuerzas de la esterilidad. En el nivel socio-político-filosófico -el nivel en

que el autor conscientemente creó esta novela - los críticos y lectores han

visto el deseo de Galdós para que España se abra a un fértil contacto ideológico

con el resto de la Europa decimonónica. Este estudio sugiere que Galdós retrata

una sima generacional en que la juventud española -simbolizada por el

destacamento militar y las Troyas, por Pepe Rey y Rosario- lucha por deshacerse

del yugo del tradicionalismo para establecer este contacto con el resto del

mundo, con el deseo de libertar a España de la redoma de peces, imaginada

por Galdós, en que se asfixiaba.

Al mismo tiempo, es posible penetrar hasta un nivel de interpretación más

profundo, el nivel en que don Benito parece estar proyectando un deseo in-

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consciente de independizarse de la influencia materna, el nivel en que el autor

obsesivamente revive una traumática derrota personal y simultáneamente busca

la manera de trocar en victoria esa derrota. Cualquiera que sea el nivel de

interpretación, Galdós, en esta etapa tan temprana de su carrera de escritor,

emplea un rico conjunto de símbolos, lenguaje metafórico, alusiones bíblicas y

clásicas y tramas paralelas para prestar mayor resonancia y profundidad a un

argumento que, de otro modo, habría resultado trivial.

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