HISTORIA Y PROCESO CREATIVO EN EL
EPISODIO NACIONAL, UN VOLUNTARIO REALISTA
James Whiston
Trinity College, Universidad de Dublín
Para un acontecimiento oscuro como la guerra de los agraviados de Cataluña
del año 1827 (tema del episodio, Un voluntario realista) Galdós se vio obligado
a apoyarse casi por completo en el libro de historia en tres volúmenes
escrito por Estanislao de Kostka Bayo, llamado Historia de la vida y reinado
de Fernando VII de España (Madrid, Imprenta de Repullés, 1842). El mismo
Galdós, en una carta a Mesonero Romanos, deja ver la importancia de este
libro para sus episodios cuando escribe desde Santander: «Encuéntrome aquí
sin otros materiales que la Historia de Fernando VII que me ha servido de guía
durante los veinte tomos y la Historia de la Masonería»1. El ejemplar que manejaba
el novelista está ahora en su biblioteca reunida en la Casa Museo Galdós2•
Rodolfo Cardona ha consignado ya de un modo general la importancia
de este libro, basándose en las muchas páginas marcadas (por Galdós, se supone)
3. En cuanto a Un voluntario realista no es arriesgado decir que sin las 24
páginas (vol. III, pp. 292-315) que Bayo dedica a la sublevación catalana Galdós
no podía haber escrito este episodio. También el empleo de esta fuente
histórica por Galdós comprueba cuán pocos hechos históricos necesitaba el
novelista para trazar su propio cuadro. Esto fue notado por Mesonero Romanos,
y es una observación importante que da con la clave artística de la segunda
serie de los episodios. Mesonero habla de Los cien mil hijos de San Luis pero
sus palabras pueden extenderse por todo el panorama de la segunda serie. El
costumbrista alaba en Galdós
la poderosa inventiva de usted, la sagacidad y destreza para continuar en los
términos más brillantes el desarrollo de su drama y combinarlo con la marcha de
los sucesos históricos [ ... ] y [ ... ] estoy en el caso de apreciar la inmensa fuerza
de intuición con que usted, con su clarísimo ingenio, se hace dueño de situaciones,
caracteres y períodos históricos que sólo ha podido escuchar de mi boca o
leer en talo cual libro o periódic04•
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A esta «poderosa inventiva» tuvo que recurrir Galdós para la composición
de Un voluntario realista. En la misma novela el narrador habla del origen
oscuros de la guerra de los agraviados. Bien podría ser que esta misma oscuridad
fuese fuerte motivo en la elección del tema de la guerra apostólica por
Galdós porque le dejaba campo extenso para su imaginación, con mínimas
restricciones históricas. Esto nos hace recordar las palabras lacónicas que escribió
Galdós en el Prólogo a los Episodios Nacionales Ilustrados de 1885: que los
episodios de la segunda serie resultaban «más novela»6 que los de la primera,
es decir que debían más a la imaginación histórica del novelista que a la historia
misma. Así pues, a pesar de tener una sola fuente histórica en que apoyarse,
Galdós sin embargo no seguía de un modo rígido el relato de Bayo, porque
entre los dos autores hay una importante diferencia de enfocamiento. Galdós
pudo haber llamado su novela La guerra de los agraviados pero escogió el
título Un voluntario realista. Bajo este título yace toda una diferencia de concepción
entre Bayo y Galdós, porque el novelista enfoca su relato desde el
punto de vista de uno de los participantes de la sublevación. El título de Galdós
llama la atención: Un voluntario realista, la frase, sencilla y basta como el
mismo protagonista epónimo, indica que Galdós quiso examinar desde dentro
este prólogo a la guerra carlista, empleando su arte de novelista para profundizar
en el cor~ón y el espíritu de un voluntario realista como Pepet Armengol.
Algo de este procedimiento imparcial se deja entrever en el ya citado Prólogo
a los Episodios Nacionales Ilustrados cuando Galdós se refiere a «las luchas
entre la tradición y la libertad, soldado veterano la primera, soldado bisoño la
segunda; pero ambos [ ... ] frenéticos y encarnizados» 7
• Bayo en cambio demuestra
muy poca simpatía hacia los apostólicos del pueblo que escucharon la
voz de los clérigos para levantarse, o en otras palabras los voluntarios realistas
como Pepet Armengol en la novela de Galdós. Bayo les llama «aquellas heces
de la democracia» 8 , y en otra ocasión «voluntarios realistas [ ... ] que eran la hez
del pueblo» (B: 318). Cierto es que Galdós, igual que Bayo, no tuvo la más
mínima simpatía hacia la sublevación de 1827, pero le interesaba poner a claras
la parte jugada por el pueblo en la rebelión, y reservaba sus palabras de condenación
para el clero, la hipocresía de éste, reconociendo el papel infeliz y trágicamente
tonto que desempeñaba en ella el pueblo por ser juguete del clero.
Pero como novelista Galdós también tenía que alejarse de su fuente, Bayo.
Quería que su pobre sacristán/protagonista, Pepet Armengol, se revistiera de
algunas de las cualidades del héroe, a la vez que no le dejaba escaparse de la
esfera mezquina a que es sujetado por rivalidades internas en la causa apostólica
y por capricho de la monja Sor Teodora de Aransis9• Existe en Un voluntario
realista cierta simpatía hacia el pueblo, reflejada en la caracterización de Pepet
Armengol. Si esta simpatía está presente por razones ideológicas o estéticas no
es claro, pero desde el punto de vista estético si Pepet hubiese sido una nonenti
dad vulgar habría resultado difícil dotarle de características interesantes y de
un desarrollo simpático. Así en esta novela en el personaje de Armengol vemos
un aspecto de la tensión que existe entre el arte de Galdós y la historia. Dado
el papel pasivo y secundario de Salvador Monsalud en Un voluntario realista a
Galdós le hacía falta un protagonista, y al darle a Pepet energía, pasión e
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idealismo se alejó del cuadro despectivo de los voluntarios realistas que trazó
Bayo. También puede ser que en esta novela, escrita en la primavera de 1878,
vemos ya los principios de una inclinación hacia el pueblo que culminará con
el retrato del protagonista de El caballero encantado, pasando por los personajes
de Fortunata y Benina.
Esta diferencia de perspectiva entre novelista e historiador se destaca claramente
en una anécdota contada por Bayo sobre la conquista de Manresa por
los sublevados a fines de agosto de 1827. La anécdota tiene que ver con el
modo en que fueron tratados los liberales después de la entrega de la ciudad a
los apostólicos, y es como sigue:
Sumieron en la cárcel a cuantos reputaron enemigos de sus planes, y todas las
mañanas a la voz de mueran los negros, viva la religión, obligábanlos a barrer la
plaza pública con un cántaro y una escoba en las manos. El desenfrenado vulgo,
fanatizado por los frailes, insultaba a aquellos infelices llenándolos de denuestos,
y hasta las mujeres convertidas en horribles harpías se abalanzaban a ellos y
desgarraban sus vestidos (B: 301).
Vale la pena hacer una comparación entre este relato y la versión de Galdós,
haciendo resaltar la habilidad del novelista para dramatizar la historia y
transformarla en novela. El trozo de Bayo citado arriba está marcado por Galdós,
y aquí viene la versión galdosiana:
[Habla Jep deIs Estanys a Pepet] ya sabes que la cárcel está llena de presos. Son
los liberales y toda la gentuza negra de Manresa ... , conozco a algunos. Esos son
los que van a poner a nuestra ciudad como el mismo oro. Llévate un par de
docenas de hombres armados, entra en la primera tienda donde encuentres escobas
y cubos, y toma tantos como sean los presos ... , me parece que éstos pasarán
de veinte. Luego vas a la cárcel, sacas a los negros, y a cada uno le pones en la
mano su escoba y su cubo. Ellos limpiarán y tus soldados les vigilarán. Al primero
que se niegue al trabajo, o murmure de nosotros, o pronuncie algún vocablo
contra el Altar o el Trono, me lo dejas en el sitio. No te digo más.
Ni él [Pepet] necesitaba más. Aquella tarde se hizo todo como lo había mandado
el jefe, y las calles quedaron limpias de inmundicias. No así el corazón de
los apostólicos, que cada vez se enfangaba más (O.C.: 46).
El relato seco de Bayo ha cobrado un gran sentido de color y vida bajo la
pluma de Galdós. Pero muy interesante también resulta la omisión por Galdós
de la segunda parte de la anécdota de Bayo. Se ve por la cita de Galdós que
éste no tuvo ninguna simpatía hacia la sublevación. Sabido es que Galdós,
cuando quiso castigar a la gente del pueblo, ora reaccionaria, ora revolucionaria,
no se mordía la lengua. Pero en Un voluntario realista Galdós no quería
condenar del todo la parte jugada por el pueblo o su protagonista en la sublevación
de 1827. Un examen del manuscrito de la novela confirma nuestra sospecha
en tomo al empleo de esta anécdota por Galdós. En el manuscrito después
de «se enfangaba más» hallamos lo siguiente:
Si Armengol y los suyos hicieron uso de las armas fue para defender a los negros
barrenderos de los ultrajes de las harpías manresanas que consideraban meritorio
a los ojos de Dios el desgarrar los vestidos de aquellos infelices 10.
339
Esto fue omitido por Galdós en la edición impresa.
En términos generales Bayo y Galdós comparten la misma actitud hacia los
cabecillas de la rebelión (Jep deIs Estanys, Caragol y Pixola): que la ambición
y el dinero fueron su motivación principal; pero merece notar que Galdós le
dedica una palabra de alabanza a Caragol, de quien escribe: «era el más humano
de los junteros» (O.C.: 46). Esto no está en Bayo y quizás tuvo su origen
en el deseo de Galdós de humanizar un poco su retrato de estas figuras menores,
las cuales desaparecieron por completo del mapa político después de 1827.
El carácter de los cabecillas en la novela de Galdós podía igualmente haber
surgido del contraste que encontró Galdós entre la hipocresía de los clérigos
(dramatizada en la figura de Sor Teodora de Aransis) y la manera de obrar de
los cabecillas, quienes, si fueron salvajes lo eran de un modo abierto y franco.
Sin embargo Galdós no deja de dramatizar los aspectos negativos, a su modo
de ver, de la rebelión de los voluntarios realistas desafectados. En la breve campaña
de Pepet Armengol Galdós describe su conducta brutal y despótica. La fidelidad
moral de este ficticio retrato negativo fue autorizado por Bayo, quien en su
Historia... describe cómo los apostólicos maltrataron al alcalde de Manresa (B:
301) y cómo se comportaron en Vic «sembrando el pavor entre los ciudadanos
pacíficos y atropellando las personas y las propiedades» (B: 302). También asevera
Bayo que cuando después de suprimida la rebelión, regresaron a sus casas los
agraviados vencidos, «insultábanlos sus compatriotas, enfurecidos con los excesos
que habían cometido» (B: 309). En su retrato de este aspecto siniestro del voluntario
realista, Pepet Armengol, Galdós pudo demostrar cómo la libertad fue amenazada
por tanto fanatismo, pero sin descartar a los voluntarios realistas como
«las heces de la democracia», que era, como vimos, la actitud de Bayo. Galdós
prefirió andar la funámbula entre tener un héroe de novela y un verdadero retrato
histórico, es decir, hacer que su personaje fuese capaz de capturar el interés y la
simpatía del lector, pero sin romantizarlo en lo mínimo.
¿Por qué escogió Galdós el pueblo leridano de Solsona para su historia de
la sublevación de 1827? En esto no siguió a Bayo, quien señala a Manresa
como centro de la rebelión. Por escoger un pueblo de nula importancia en los
acontecimientos del 27 Galdós pudo apurar los recursos irónicos que esta ubicación
le proporcionaba. En los primeros párrafos y por todo el relato que
tiene que ver con Solsona la ironía es cervantina: como aquel «lugar de La
Mancha», Solsona en 1827 no es un pueblo que dará origen a heroicos acontecimientos
militares. Al situar los principios de la rebelión en el convento de
San Salomó Galdós siguió a Bayo cuando el historiador habla de «reuniones
[ ... ] en el monasterio de Poblet: brillaban en ellas obispos y eclesiásticos sedientos
de sangre, a quienes estimulaba el ansia de destruir las generaciones
liberales» (B: 297). Esto dará lugar a la escena de las monjas y Josefina Comerford
-«espectros sanguinosos»- (20) en el convento de San Salomón. Pascual
Madoz en su Diccionario geográfico ... (fuente indiscutible para algunos detalles
geográficos de Solsona) habla de cuatro conventos en el pueblo, entre ellos
«el convento de monjas de la Enseñanza» y «un convento de dominicos» 12.
Sumando y restando Galdós terminó por crear un convento de monjas dominicas
que no enseñaban a nadie y cuya especialidad era «el arte culinario» (10).
340
Según los apuntes que escribió Galdós para la composición de Un voluntario
realista, esparcidos a lo largo del manuscrito, el novelista pensaba en utilizar
el pueblo de Vic (Barcelona) para su cuento. Al revés de ms.: 139 escribió
«[Pepet] Va a Vich» y al revés de ms.: 152 volvió a pensar en esta idea: «Tilín
[es decir, Pepet] vuelve a Solsona y va después a Vich». Luego tachó la palabra
Vich y escribió «Manresa, donde está el hecho más culminante de la campaña
apostólica». En la versión final de la novela no utilizó el pueblo de Vic, limitándose
a dos escenarios: Solsona y sus afueras, que ocupa casi la totalidad de la
novela, y Manresa que ocupa los capítulos XIII y XIV. Para la decisión de
sustituir a Vic por Manresa fue influido por el hecho de que Bayo presta atención
particular a Manresa (B: 300-302). Pero es evidente que Galdós prefirió
poner la escena en Solsona, lo cual al par que le daba un alcance más amplio
para su novela como obra de ficción, le permitía socavar las ilusiones de su
héroe, porque efectivamente en Solsona no pasa nada: es un pueblo que no
tiene ninguna importancia estratégica en la campaña del 27 13
•
La breve atención que Galdós dedica al obispo de Solsona nos ayuda a
formar idea de cómo utilizaba el novelista el libro de Bayo. En la edición
impresa de Un voluntario realista el obispo es mencionado solamente dos veces:
para la recepción de Sor Teodora como monja de San Salomó, y cuando se
llevan a las monjas a su palacio después del incendio del convento. Sin embargo,
en una versión anterior a la edición impresa Galdós dedicó una página de
su manuscrito al obispo y a su actitud hacia la rebelión. A continuación va el
texto de la página tachada por Galdós antes de escribir su versión final. (Está
al dorso de ms.: 95):
De todas las personas de viso la que menos se entusiasmó fue el señor obispo,
hombre de bastante seriedad que no creía en las órdenes reservadas del Rey, y
era enemigo de bullanga. Decía que los realistas estaban imitando a los demagogos
del año 20, y a los que quisieron enredarle en la vasta intriga de aquella
insurrección rústico-clerical repuso que para payasadas no se contara con él. Encerróse
en su palacio y dejó la ciudad entregada a Pijola. Si él ¡vive Dios! tuviera
jurisdicción sobre las madrecitas de San Salomó (que dependían del abad de San
Bernardo establecido en Barcelona) ya les habría sentado la mano. Al señor
obispo nadie le quitaba de la cabeza que todo aquello era obra de los jacobinos.
Galdós sacó estas ideas de diversas partes de las páginas de Bayo que tienen
que ver con la sublevación. La primera idea -donde el obispo se niega a creer
que Fernando VII había expedido secretas órdenes autorizando la rebeliónfue
tomada del párrafo en que Bayo se refiere a una carta pastoral del obispo
de Barcelona en la que decía a su rebaño «que no creyese semejantes órdenes
secretas del Rey» (B: 298). La idea de que «los realistas estaban imitando a los
demagogos del año 20» viene de la proclama del Rey al pueblo catalán, fechada
en el 28 de septiembre de 1827, en la que Fernando declara que el juntarse con
la rebelión era «imitar la conducta y hasta el lenguaje de los revolucionarios de
1820») (B: 306). La tercera idea de que la rebelión «era obra de los jacobinos»
-se encuentra también en Bayo y se atribuye a varios obispos anónimos: «Los
pastorales de tantos obispos que ya en los primeros albores de la revuelta
habían querido conjurar la tormenta con su elocuencia, atribuyendo el pronun-
341
ciamiento a la libertad y a sus amigos, no surtían efecto» (B: 299). La página
omitida es interesante porque demuestra el genio de Galdós para sintetizar y
dramatizar los datos históricos: aquí, algunas ideas esparcidas por las páginas
de Bayo se cristalizan en las opiniones del obispo de Solsona. Pero ¿por qué
omitió Galdós esta página en la versión final de ·la novela? Un poco antes de
esta página Galdós rechazó la parte que sigue de la conversación entre Josefina
Comerford y tres monjas de San Salomó (habla la abadesa):
Dulcísimo es para nosotros prestar este concurso a obra tan insigne [es decir, la
rebelión]. Nada haríamos, a pesar de nuestro interés por la religión, sin el consentimiento
del prelado, pero pues lo tenemos, sirva de algo nuestra inutilidad
(ms.: 74-1°).
Se ve que Galdós pensaba aquí hacer que el obispo de Solsona diese su
aprobación a la guerra de los agraviados, cuando en la previa cita se ve que
desaprobaba la rebelión. No hubo contradicción aquí en cuanto al retrato de
una posible actitud del obispo de Solsona. Bayo nos dice de otro prelado: «El
obispo de Vich, que había andado enzarzado en aquellas tramas, representó al
monarca en 2 de enero de 1828 que habían esparcido por el reino una exposición
a nombre suyo defendiendo la extinguida sedición, y que era falsa» (B:
313-4). Pero el hecho es que Galdós no podía apoyarse en ningún testimonio
histórico para su retrato del obispo de Solsona. Al intentar, pues, la reconciliación
entre las ideas contradictorias de la aparente independencia de las monjas
en la primera cita y su decisión de no hacer nada sin el consentimiento del
obispo, fue necesario quitar una de estas citas opuestas. Galdós optó por quitar
las dos citas y con ellas el breve retrato del obispo de Solsona. El resultado de
esta omisión es que se enfoca en la abadesa, el capellán y Sor Teodora, todos
personajes ficticios, y se deja alIado al obispo de Solsona, personaje histórico.
Así Galdós evitó un posible desacierto histórico. Esta omisión de cualquier
papel político del obispo de Solsona nos confirma en nuestro juicio de que
Galdós escogió Solsona como centro de su narrativa porque le daba campo
generoso para la parte ficticia de su novela: la introducción del obispo representaba
una innecesaria intrusión factual en una Solsona que era en gran parte
producto de la imaginación de Galdós. Así pues, el obispo fue quitado de la
trama estrictamente histórica del cuento.
Como observa Mesonero Romanos (citado arriba), cuando Galdós se sentaba
a escribir Un voluntario realista tenía ya larga experiencia en combinar elementos
históricos e imaginarios en el retrato de sus personajes. Aun con el
tema oscuro y poco documentado de Un voluntario realista su caracterización
de este período habría merecido en este caso también los altos elogios que
recibió de Mesonero Romanos por sus novelas madrileñas de la segunda serie.
Aparte de unos contados deslices históricos de muy poca importancia, Galdós
apura todos sus recursos de novelista para integrar su cuento con una pintura
fiel de la época que describe. En su retrato de los dos protagonistas apostólicos
Galdós sigue fielmente la caracterización de los agraviados descrita por Bayo
con respecto al modo en que fueron manipulados por los clérigos. Como vimos,
Bayo habla de «el desenfrenado vulgo, fanatizado por los frailes», y también
de que en Manresa estuvo «erigida en poder la teocracia» (B: 301) y del «obis-
342
po de Vich, que había andado en aquellas tramas». En el cuento de Galdós Pepet
Armengol es el resorte manipulado por Sor Teodora para la satisfacción de sus
propios fines. En el manuscrito Galdós había hecho patente este paralelo entre
ficción e historia cuando después de nombrar a la Junta de Manresa, continuó:
Cuando la insurrección fue vencida y empezaron las crueles venganzs de la ultrajada
autoridad absoluta, los paisanos y militares fueron fusilados; mas los sacerdotes
tornaron a sus conventos y a sus catedrales (ms.: 221).
Aunque omitió esto en la edición impresa mantuvo hasta el final de la
novela el paralelo entre las relaciones Pepetffeodora y el papel de los clérigos
en la sublevación de 1827.
El retrato de Salvador Monsalud en Un voluntario realista está íntimamente
ligado con la situación de los liberales en la primera mitad de la «ominosa
década». Monsalud aparece tres veces en la novela. Si se hace una lista de sus
aventuras se comprobará que uno de sus papeles en esta novela 14 es el de ser
tirado de aquí para allá al antojo de las complicadas relaciones, tanto personales
como políticas, que rigen entre la facción apostólica. La situación de Monsalud
en Un voluntario realista puede resumirse así: detenido y puesto en libertad
por Armengol; encarcelado por Pixola; puesto en libertad por Armengol;
cazado por Carlos Navarro; salvado por Sor Teodora; detenido por Navarro;
entregado a Guimaraens y Chaperón; sustituido en prisión por Armengol;
puesto en libertad por Guimaraens. Como espía de los liberales en el exilio su
relato será esencialmente negativo: que España de ningún modo está lista para
un pronunciamiento liberal. Y como sugiere su nombre falso Servet, el papel
de Monsalud en esta novela es subordinado, el de espectador de la lucha entre
fernandistas y apostólicos. Monsalud, pues, a cada paso que da en Un voluntario
realista, refleja la situación de los liberales hacia la mitad de la «ominosa
década», es decir, la de una impotencia casi total frente a la lucha por el poder
entre las dos facciones del absolutismo. En cuanto a los liberales de Barcelona,
Bayo comenta así: «El conde de España expulsó de la provincia a cuantos
oficiales procedían de las filas del ejército constitucional,y llenó de dolor y de
luto a sus familias, sumidas en la miseria y en la orfandad. Preludios eran estos
de mayores infortunios» (B: 312).
Es probable que la creación del personaje menor, don Pedro Guimaraens,
haya nacido del deseo de Galdós de reflejar la posición de los que, sin ser
liberales, no simpatizaron con la rebelión de los agraviados y que fueron blanco
de las represalias de éstos, según cuenta Bayo:
Los agraviados hartábanse de venganza contra los que ellos llamaban liberales,
que eran los que por su industria o por sus riquezas vivían en el seno de la
abundancia y no se habían pronunciado partidarios suyos (B: 303).
Galdós pudo utilizar una sencilla observación como esta para escribir la escena
dramática entre Armengol y Guimaraens, en que el «pacífico veterano» (25)
es capturado por el voluntario realista y llevado «como alimaña recién cogida»
(26) a la prisión. Esta escena tendrá luego su importancia psicológica en el desenlace
de la novela: Guimaraens no tendrá escrúpulos en sustituir a Monsalud por
Armengol, cuando el mismo Guimaraens tiene el puesto de poder.
343
Terminamos este trabajo sobre historia y proceso creativo en Un voluntario
realista con una interpretación -arriesgada quizás- sobre el origen del fuego
en el ficticio convento de San Salomó. Podrá ser de ayuda para entender un
aspecto menor del proceso creativo de Galdós y de dónde sacaba las ideas para
la parte imaginativa de sus novelas. ¿Cómo tuvo la idea del fuego sus comienzos
en la imaginación de Galdós? El fuego no parece tener duradero valor
simbólico para significar la destrucción de un modo de vida antiguo en la estela
de la guerra de 1827. Leemos en Un faccioso más y algunos frailes menos que
«una monja Aransis» sigue viviendo en Solsona 15, lo cual indica que el convento
ficticio fue reconstruido (en la imaginación de Galdós, es claro) entre 1827
y 1833. El fuego sí tiene estrecha relación análoga con la situación de 1827. El
incendiario Pepet Armengol es también un agraviado de amor y el incendio es
otra faceta del carácter de los agraviados, motivados tanto por venganza y
egoísmo como por un ideal torcido. Se le acusa a Salvador Monsalud y es
sentenciado a muerte sin proceso judicial. Sor Teodora persuade a Pepet a que
se declare culpable del incendio pero sin dar a, conocer en su declaración el
papel' de la monja y sin tener los últimos auxilios de la iglesia. Todas estas
escenas surgen del ambiente antiliberal e hipócrita descrito por Bayo en sus
páginas sobre la sublevación de 1827. Pero hay en el texto de Bayo una curiosa
ocurrencia: para describir la guerra de los agraviados Bayo emplea continuamente
metáforas relacionadas con el fuego. Damos a continuación algunos
ejemplos del estilo de Bayo cuando menciona la sublevación:
encendióse ésta en la provincia de Cataluña (B: 295);
la insurrección comenzó a despedir sus primeros destellos (B: 296);
en el transcurso de abril a junio el incendio pareció sofocado (B: 298);
Fernando [oo.] no quería que el incendio tomase más cuerpo (B: 299);
antes de partir tuvo [el conde de España] una conferencia misteriosa en el cuarto
del infante don Carlos, donde sin duda se establecieron las bases de sus futuras
acciones, pero conservando preparada la leña para volverla a encender a la primera
chispa (B: 3(0).
(Véanse también otros ejemplos en Bayo: 296, 298, 303, 304 y 307).
¿Hubo aquí una asimilación consciente de estas metáforas por Galdós? En
general el texto de Bayo está escrito de una manera sobria y factual (aunque
él también tenía sus puntas y ribetes de novelista: véase el catálogo de sus
novelas históricas en la Biblioteca Nacional de Madrid). Quizás esta insólita
figura literaria cautivó la imaginación de Galdós y le dio la idea para el incendio
de San Salomó16
•
Estas escasas páginas de Estanislao de Kostka Bayo, además de valer mucho
en sí como crónica casi contemporánea de la oscura sublevación apostólica
de 1827, le sirvieron a Galdós de imprescindible fuente histórica para la composición
de Un voluntario realista. También nos sirven hoya nosotros los críticos
para entender un poco mejor el misterioso parentesco entre vida y arte en una
novela de Galdós. En cuanto a Un voluntario realista, la diferencia mayor entre
Galdós y su fuente está en la pintura del pueblo. En vez de descartar despectivamente
a los voluntarios realistas Galdós obedeció a su propio instinto de
344
novelista y dio un salto imaginativo por encima de la división ideológica que
debía haber existido entre él, liberal burgués, y el carácter del voluntario realista
Pepet Armengol y el de la monja sor Teodora. Así, en Un voluntario realista
la historia juega un papel secundario, pero no falsificada, y cede lugar a un
examen del corazón del apostolicismo en las figuras de Armengol y sor Teodora.
y decimos un papel verídico, porque aunque en Un voluntario realista la
casa de ficción se construyó casi por entero con materiales imaginarios, el novelista
guardó estrecha relación significativa entre sus entidades ficticias y la época
que describe. Pero Galdós, como novelista, va más allá de su fuente histórica.
Sus personajes apostólicos, Pepet Armengol y sor Teodora de Aransis,
bien habrían merecido la desaprobación más dura de Bayo si hubiesen gozado
de existencia efectiva: los dos son despóticos, el uno cruel, la otra hipócrita;
pero también tiene un destino auténticamente humano, patético y universal al
verse despojados, por las circunstancias de aquella época española, de cualquier
papel satisfactorio en la vida. Quizás aquí damos con una de las claves de
la grandeza de Galdós: en sus mejores episodios no tenía que sacrificar nada de
sus exigencias de buen novelista a la que para él era la fidelidad histórica: en
este caso de Un voluntario realista las páginas de Estanislao de Kostka Bayo
sobre la guerra de los agraviados.
NOTAS
1 E. VARELA HERVÍAS, ed., Cartas de Pérez Galdós a Mesonero Romanos (Madrid, Excmo.
Ayuntamiento de Madrid, 1943), p. 53 ..
2 Véase H. CHONON BERKOWITZ, La biblioteca de Benito Pérez Galdós (Las Palmas, El Museo
Canario, 1951), p. 81. Por una errata de imprenta el nombre del historiador se escribe «Costa
Bayo».
3 R. CARDONA (1968), Apostillas a los Episodios Nacionales, de Hans Hinterhauser», «Anales
Galdosianos», vol. 111, Pittsburgh, pp. 119-142.
4 V ARELA HERVÍAS, Op. cit., p. 26.
5 B. PÉREZ GALDÓS, Obras completas, Madrid, Aguilar, 1951, vol. 11, p. 79. Las demás
referencias a la novela se incluirán en el texto, con la sigla «O.c.», seguida de la página.
6 W. H. SHOEMAKER, Los prólogos de Galdós (Urbana y México, D. F., University of Illinois
y Ediciones de Andrea, 1962).
7 SHOEMAKER, Op. cit., p. 55.
8 BAYO, Op. cit., p. 295. Las demás referencias a esta obra vendrán en el texto, con la sigla
«B», seguida del número de página. (La ortografía ha sido modernizada).
9 Para la técnica empleada por Galdós con respecto al protagonismo de Pepet Armengol
véase W. H. SCHERZER (1981), Character Creation in On voluntario realista, «Anales Galdosianos
», vol. XVI, Las Palmas, pp. 9-14.
10 El manuscrito de Un voluntario realista se halla en la Biblioteca Nacional de Madrid (signatura:
ms. 21762). Las demás referencias a este ms. vendrán en el texto, con la sigla «ms.», seguida
del número de página. (La ortografía ha sido modernizada).
11 Para un excelente análisis de esta escena véase J. HERRERO (1972), La «ominosa década»
en los Episodios Nacionales, «Anales Galdosianos», vol. VII, Austin, pp. 107-115.
12 P. MUÑoz, Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y de sus posesiones de
ultramar (Madrid, Imprenta del Diccionario geográfico-estadístico-histórico de D. Pascual Madoz,
1849), vol. XIV, pp. 432-435.
345
13 Según MADOZ (Op. cit. y pp. citadas) Solsona tuvo gran importancia estratégica en la
Primera Guerra Carlista y dio lugar a heróicos lances por ambos partidos. Para el lector entendido,
pues, la elección de Solsona por Galdós tenía otra capa de ironía: las heroicas hazañas por las que
soñaba Pepet Armengol llegaron a Solsona después de su muerte.
14 Dado el ambiente «de aquella extraña guerra, tan parecida a los sangrientos desórdenes y
rebeldías de la Edad Media» (102) a que se refiere Galdós en el último capítulo, otro de los
papeles desempeñado por Monsalud en esta novela podría ser el del caballero verdaderamente
cristiano buscando aventuras en un país de fanáticos y guerrilleros feroces que matan sin piedad ni
escrúpulo. Abundan en la novela las imágenes de cielo e infierno, y tanto el narrador como Monsalud
y los personajes apostólicos tienen a menudo el nombre de Dios o del diablo en sus labios.
15 B. PÉREZ GALDÓS, Op. cit., p. 229.
16 Otra fuente en que es posible se apoyara Galdós es C. ROSELL, Historia de España: Aumen- .
tada con todos los sucesos que comprenden la historia de su levantamiento, guerra y revolución [ ... ]
hasta los acontecimientos de 1841 (Madrid, Oficina del Establecimiento Central, 1842). En el tomo
XXIII se dedican seis páginas (pp. 89-95) a la guerra de los agravios, y no hay metáfora relacionada
con el fuego para describir la sublevación.
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