EL ULTIMO TEATRO DE GALDOS EN SU MEJOR Y MAYOR MOMENTO

Joaquín Casalduero

Ya es sabido, Galdós creó la novela moderna en España y también el nuevo

género histórico con sus Episodios Nacionales.

Pero en el teatro nada tenía que crear, lo que tenía que hacer era renovar.

En 1883 al escribir El Doctor Centeno inventa al joven poeta dramático Alejandro

Miquis. Debemos apuntar lo que de él se dice: «¡Misión altísima la suya!

Iba a reformar el teatro». Después de los primeros tropiezos con empresarios

y «hombres de éstos que llaman prácticos en el arte», en lugar de desanimarse

ayuda generosamente a sus compañeros. De la comedia de un amigo nos cuenta

Galdós: «La comedia era sosa y a él le parecía salada; era roma y a él le

parecía aguda» y da Galdós su opinión, pertenecía al género moral papaveráceo,

y los efectos eran admirables si al teatro fuéramos a dormir. El novelista

continúa diciendo cómo veía el teatro de su época. Los asuntos se iban reduciendo

a tres o cuatro fábulas; la fábula del adulterio, la del desprecio de las

riquezas, la de los novios que no pueden casarse porque los padres se odian, y

nada más. Siempre ha de haber, para que la burguesía se entusiasme, un gran

conflicto, entre novio y novia; y al ignorar si al fin se casan o no mantiene el

interés y lo gradúa hasta que se pronuncia la palabra sacramental del matrimonio.

Los caracteres han quedado reducidos al marido engañado, que acaba por

ser un muñeco de cartón, a la esposa infiel, al padre intransigente. Estas figuras

obran y hablan según una ley puramente teatral. Lo mismo ocurre con las

acciones. Todavía sigue Galdós hablando de las esposas adúlteras, mujer pispireta,

marido de cascos ligeros, amigos comprometedores, y el joven honrado y

puro que quiere ser padre.

Así es como se enfrenta Don Benito con el teatro de su época. La concordancia

entre su novela y los Episodios es muy fácil de establecer tanda desde

el punto de vista temático como de los personajes. Y en realidad lo mismo

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ocurre con su bloque dramático, 22 obras, pues el enlace de toda su creación

es completo.

Quisiera empezar recordando los tres ejes del mundo galdosiano: el social,

el religioso y el histórico.

• El siglo XIX, debido quizás, al impulso científico, industrial y económico

creó la sociología e impuso como dogma la lucha de clases y políticamente los

partidos socialistas. Galdós sintió un profundo respeto por Pablo Iglesias y el

partido socialista español. El creyó que la fuerza política del futuro sería la del

proletariado, sin embargo, tanto en su novela como en su drama lo que propone

no es la lucha de clases sino la armonía. Pensaba en España, es claro, pero

él se fija en EE. UU., en Inglaterra y en lo que sucede en Europa.

• Desde el punto de vista religioso se expresó muy claramente, cuanto

más religioso (de todas las religiones) tanto más anticlerical. Las religiones con

su intransigencia han sido instrumento de muerte. Él proponía que la tolerancia

fuera fuente caudalosa de amor.

• La Historia le acompañó toda su vida, pero para él el pasado nos enseña

a comprender el presente y aún más, gracias a la observación del presente se

podrá profundizar en el pasado.

• Galdós parte y se apoya en España pero no se mueve en un mundo

estrecho y mezquino, eso queda para los otros novelistas que son incapaces de

salir de su región. La mirada del isleño es abarcadora y universal, quizás eso

se lo debe a su tierra natal.

Galdós instalado en Madrid como estudiante y cuando parece haber encontrado

el camino de su vida, comienza su incesante labor literaria con La Sombra

(1866-67), narración alegórica en la cual intenta captar el porqué de la

historia moderna de España. La narrativa empero no le subyuga. Piensa que el

género adecuado es el teatro.

La última etapa de la creación galdosiana comprende la Quinta Serie de

Episodios Nacionales (1908-1912) y en el teatro y la novela desde Bárbara

(1905) hasta Santa Juana de Castillo (1918) son obras todas en que predomina

la imaginación y la fantasía, un mundo mitológico y alegórico.

Así queda encuadrada la vida del escritor, que ha recorrido varias etapas

hasta coincidir con la generación del 98, el fin de siglo, Gaudí, el Impresionismo.

Reformó toda la temática del teatro y de la novela. El adulterio deja de ser

un drama de horror para convertirse en un drama de conciencia, se descubre

en ese nuevo cauce la busca del ser, de la verdadera personalidad y de la

verdad. El hombre y la mujer preparan un futuro mejor. Su juventud digna y

valerosa es la raíz de una nueva humanidad, que sustituye el odio y la venganza

por la armonía, la tolerancia, el amor. En lugar de los formalismos se pone la

fuente de la vida interior y de la conciencia y se crea una energía y dinamismo

que no necesita destruir, sino en un plano elevado llegar a la comprensión y

encontrar la libertad abarcadora.

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Galdós ya no se siente atraído por la cantidad de detalles, sino por la calidad.

A medida que penetra más en el mundo espiritualista, siente más fuertemente

la necesidad de una forma de expresión que le permita pasar de lo

objetivo a lo subjetivo, del temperamento a la psicología de los personajes, de

lo extremo a lo interno, de lo aparente a lo esencial.

• Voy a poner algunos ejemplos del esteticismo final de siglo. El tratamiento

de la luz del impresionismo fue una de las novedades del momento

junto con el color. Galdós comprendía muy bien la nueva manera (recuérdese

su educación como pintor) y se sentía atraído por su viveza y vibración. En

Doña Perfecta y aún en Fortunata y Jacinta se emplea la luz de una manera

simbólica y dramática, haciendo que subraye la acción, y utilizándola como el

toque de clarines en la primera novela, simbólico también. En Vergasa y Los

duendes de la camarilla, la luz está despojada de todo valor moral y trata la luz

como tal y analizándola. Ese afinamiento de la sensibilidad logra la libertad en

la composición y al mismo tiempo el paso del detalle al matiz, de la cantidad a

la calidad. El Naturalismo abandonaba todo propósito de belleza y reclamaba

los hechos vulgares, la fabulación prosaica, la lengua hablada.

En el esteticismo impresionista se busca la belleza, la alegría, el amor a la

vida. Un ejemplo: Fajardo (Las Tormentas del 48) seduce en la villa del cardenal

Antonelli a la bella Barberina y es seducido por ella y dice «La vi entre los

árboles corriendo gozosa, y fui en su seguimiento; se me perdía en el ameno

laberinto, pasando de la verde claridad a la verde sombra ... Llamé y sus rizos

me respondieron detrás de los altos grupos de lilas ... ». Este ambiente lo hubiera

podido crear Valle-Inclán. Pero debemos buscar su modelo en D'Annunzio;

piénsese en JI Fuoco, la escena entre Stelelio y la Foseanina en el jardín. Y

frases como estas en el nuevo estilo de Galdós «el canto del gallo rasgó el velo

de la noche». «Dejáronse ir quedamente a un paseo lateral, a donde llegaba ...

hecho polvo de sonidos el parloteo de galancetes y damiselas» «Lógica poemática

» «Sílabas aperladas que rebotaban en el cristal de la noche».

No se limitó Galdós a la pintura y al estilo, con su sentido histórico es

quizás el que en pocas líneas ha sentido mejor el arte de Gaudí. Lo ve así

«formas ondulantes y cartilaginosas, en nada parecidas a las clásicas formas, es

un conjunto armónico de tallos y miembros vegetales, con flores muy abiertas,

de monstruosa sencillez».

El estado psicológico más fino y presentado con mayor contención se encuentra

en Bárbara. Lotario ha tratado siempre brutalmente a su mujer Bárbara,

y después de la espiritual amistad de ésta con Leonardo de Acuña, la conducta

del marido se hace aún más intolerable. Leonardo tiene que marcharse

a un largo viaje, y el mismo día de su partida, al caer de la tarde, Bárbara

paseaba en el jardín, entre las ruinas, donde había gozado alguna vez la pura

conversación de su amigo. Bárbara se deleita en la soledad, en íntima comunión

con sus recuerdos. Su marido la sorprende y la trata brutalmente, pero su

brutalidad se transforma en sensualidad y desea a su esposa; ésta, no pudiendo

soportarlo, le mata.

«Demetrio el hermano también ama a Bárbara, pero en silencio y en países

lejanos».

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y en la confrontación de Materia-Espíritu se llega a la conclusión de que el

cambio esencial, que consistiría en devenir Espíritu, es impensable.

Galdós ha creado una figura femenina poética, melancólica, dulce y otoñal

(Bárbara), la mujer que se entrega al sacrificio, pero que ama la vida (Alceste),

que ama la libertad (Sor Simona), que ama al pueblo (Santa Juana de Castilla).

y llegamos a encontrarnos con la mujer que se atormenta por haber tenido

un desliz en su vida o la que siente no haber gustado nunca lo que es un desliz.

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