LO PARABOLICO EN DOS OBRAS GALDOSIANAS

LA LOCA DE LA CASA Y LA DE SAN QUINTIN

Ruth E. Lugo

Montclair State College

New Jersey

Galdós no fue un teórico del teatro a la manera de Zola 1. Nunca escribió

una exposición sistemática de sus ideas sobre el género dramático. Pero, aquí

y allá esparcidos en sus obras, yacen párrafos que nos permiten reconstruir lo

que puede considerarse como su teoría dramática con referencia al teatro parabólico.

No es nuestro propósito hacer un análisis de la concepción del teatro de

Pérez-Galdós. Creo, sin embargo, que él escribió una serie de prólogos2 con el

propósito de defender sus obras de los ataques de la crítica periodística. Es

decir, el público según Galdós estaba acostumbrado a un teatro superficial,

fácil de comprender, con situaciones y recursos conocidos. En Nuestro teatro3

es aún más explícito. «El público burgués y casero dominante en la generación

última, no ha tenido poca parte en la decadencia del teatro. A él se debe el

predominio de esa moral escénica ... enteramente artificiosa y circunstancial,

como de una sociedad que vive de ficciones y convencionalismos» (p. 155).

Galdós se propone, en cambio, establecer una comunicación con los espectadores

y presentarles en las tablas una situación real que los conmueva y los

obligue a pensar. Las triquiñuelas teatrales usadas como efectos deben pasar a

segundo plano. El teatro tiene que ser un teatro de ideas, que se nutra de la

realidad sociopolítica de su tiempo. Así lo pone en práctica con Realidad en

1892 y, sin abatirse a pesar de algunos fracasos, lo sigue haciendo, con Electra,

Mariucha, La de San Quintín y La loca de la casa, entre otras. Los problemas

de los protagonistas de estas obras son los mismos problemas políticos, sociales,

económicos y religiosos que afectan las vidas de sus espectadores. El espectáculo

ha dejado de ser juego escénico, mera presentación; ha pasado a ser

representación de conflictos.

Sin embargo, la crítica periodística insistió hasta el cansancio en señalarle,

como defecto prominente de sus novelas, la longitud de los actos y la extensión

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de los parlamentos de sus dramas, como uno de los defectos de su teatro.

Galdós accedió a recortar aquí y allá y reconoció más de una vez que había

tratado de limitar las formas narrativas y descriptivas dándole mayor desarrollo

al diálogo (Prólogo a El abuelo, estreno de La loca de la casa en Memorias de

un desmemoriado). Pérez Galdós se resiste a considerar seriamente el fallo de

la crítica periodística. Si accede a la polémica, lo hace únicamente como parte

de su labor didáctica: «Todo autor que tiene lazos de simpatía y de gratitud

con el público está obligado, hasta por cortesía, a decir algo a éste sobre la

obra que no fue de su agrado, a defenderla si puede, a explicarla si es oscura,

a declarar sus errores, si los ve: a trazar, en fin, una línea divisoria entre la

crítica formal y la garrulería impertinente» 4•

Esa crítica lo acusa de simbolismo a la manera ibseniana. Al responder

Galdós hace una observación que nos parece de Suma importancia:

Para mí, el único simbolismo admisible

en el teatro es el que consiste en

representar una idea con formas y actos

del orden material. En obras antiguas y

modernas encontramos esta expresión parabólica

de las ideas. Por mi parte, la

empleé, sin pretensiones de novedad, en

La de San Quintín5•

Consideramos esta distinción como autodefinitoria del teatro de Pérez Galdós.

Esta expresión parabólica de las ideas galdosianas es lo que nos interesa

en este trabajo y como se ejemplifica en La loca de la casa y La de San Quintín

6• Queremos aquí precisar un poco más los términos.

Parábola viene del griego, según el diccionario se define com07 «colocación

de una cosa alIado de la otra», y significa: comparación, símil. Por medio de

ella un argumento, de por sí difícil y oscuro, se explica y aclara con un ejemplo

tomado de la vida real. Se diferencia de la fábula en que no usa animales ni

objetos personificados; del mito en que no personifica fenómenos de la naturaleza

o de la vida, ni nace del subconsciente de los pueblos: de la alegoría en

que no es una representación simbólica de ideas abstractas. Lo esencial en la

parábola, junto al elemento comparativo es la intención didáctica. Es decir, es

la narración de un suceso fingido, que se deduce, por comparación o semejanza,

una verdad importante o una enseñanza moral. En definitiva, ficción doctrinal.

La parábola es un género didascálico típicamente hebraico, cuyos orígenes

deben buscarse en la literatura oriental. Hay parábolas en el Antiguo Testamento,

como las hay en el Talmud. En el Nuevo Testamento adquiere un valor más

amplio; es siempre una comparación, pero más desarrollada y escenificada,

hasta el punto de alcanzar las proporciones de un cuento que ilustra una verdad

religiosa o moral. Fue la forma propia de las enseñanzas de Jesús y lo que le

distinguió ante el pueblo del sistema dogmático de los escribas y fariseos.

Separada de su contexto evangélico, la parábola encontró más tarde su

propia autonomía narrativa. Su fuerza siguió estando en el parangón fundamental

y no en el significado de los personajes individuales o de las acciones

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singulares. Es la parábola entera, la que lleva el mensaje. Si atendemos a esta

distinción se hace eminente que Galdós eligió bien la calificación de su tipo de

teatro.

Para fundamentar este acercamiento, emplearé las críticas, escritos o testimonios

del autor. Además tomaré en cuenta el contexto histórico en que se presentan

las obras ya que sin él sería imposible comprender la importancia de este

teatro y la repercusión y éxito de algunas de ellas entre un público receptor a la

ideología progresista del autor. Con su teatro parabólico, Pérez Galdós aspiraba

a educar al pueblo español en la tolerancia, la libertad y el libre examen, al igual

que en su novela. Además de educar al pueblo, Galdós quería mostrar la desigualdad

entre estamentos que existía en la sociedad de su época. A la luz de

esto, Ernesto Martinenche8 señala que en el teatro Galdós ha hecho ver en la

desorganización social la difusión lamentable de un lujo importado, en contradicción

con los recursos reales y el sacrificio funesto del bienestar cotidiano, en aras

de engañosas apariencias. Es decir, había una desigualdad notable en la distribución

de la riqueza. La duquesa de San Quintín estruja en sus manos esa masa

con la esperanza de que con ella puede crear nuevas formas: «Hay que mezclar

las clases sociales, batirlas bien, hacer de ellas un revoltijo, a fin de que salgan

de la sociedad así zarandeada, nuevas formas».

Este tema es también la base de La loca de la casa: Victoria se casa con

Pepet, y Rosario, la duquesa de San Quintín, con Víctor; éstos no hacen otra

cosa que resolver el conflicto que existe entre los distintos estamentos. Para

Galdós esto representa crear un nuevo mundo.

Galdós aprovecha las tablas con el propósito de hacer mayor y más directo

proselitismo. En Nuestro teatro hace eco de su filosofía:

«En el libro se habla al individuo,

al aislado y solitario. Se le dice

lo que se quiere, y el lector lo

acepta o no. En el teatro se habla

a la muchedumbre, cuyo nivel medio

no es muy alto ni en las sociedades

más ilustradas; y no hay manera de

herir a la multitud, sino devolviéndole

las ideas y sentimientos elementales y

corrientes que caben en su nivel medio»9.

En efecto, el teatro como género es un vehículo de comunicación inmediata,

además de entretener, enseña al público y de este depende el éxito de la

obra, que según Galdós es la sanción del público.

El éxito de público que Galdós obtuvo con Realidad lo impulsó a continuar

su labor como dramaturgo. El 16 de enero de 1893, la compañía de Emilio

Mario estrenó La loca de la casa en el teatro de la Comedia. La reacción de la

crítica fue, esta vez, más favorable. Contribuyeron a ello las correcciones que

se hicieron durante la preparación de la obra. En su versión original, los cuatro

actos de La loca de la casa eran desmesuradamente largos y poco teatrales. A

instancias de Mario, Galdós los redujo y luego, autor y actores trabajaron juntos

el material para adaptarlo a los requerimientos de la representación.

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Francisco Fernández Villegas encuentra méritos en la obra pero considera

que Galdós tiene producciones superiores a éstalO

• Pedro Bofill, redactor de

La Epoca, expresa sus dudas sobre el éxito de La loca de la casa y dice que al

público no le gustó y que los comentarios negativos se escuchaban en todas

partes. Critica la falta de un plan para el drama y acusa a Galdós de utilizar en

teatro los mismos procedimientos que él usa para la novela 11. Bofill no hace

más que repetir lo que se venía diciendo desde el comienzo de la actividad

dramática de Galdós.

Como hemos mencionado, Galdós defiende su teatro ante la crítica periodística

y enfatiza la importancia de su intención didáctica. Esta distinción es

muy importante ya que él considera a La de San Quintín como una parábola.

Veamos nosotros si es parábola, también, La loca de la casa.

La acción se origina en el problema de la clase aristócrata que lucha por

mantener su posición tradicional en una sociedad cuyos valores están cambiando.

El dinero y con él, el poder, pasado a las manos de la burguesía industrial

y bancaria. Los centros de mayor desarrollo económico se hallan en Cataluña

y en las provincias vascas. Hacia esos centros afluye la clase trabajadora que

empieza a sindicalizarse. Durante la última década del siglo XIX se organizan

una serie de huelgas para exigir mejores condiciones de trabajo. Los patronos

recurren a la Guardia Civil para reprimirlas. La agitación culmina en Barcelona

con la Semana Trágica (1909). Sumado a esto, las órdenes religiosas, que se

extienden como una red por todo el país añadiendo privilegio a privilegio,

contribuyen a provocar el descontento. Como respuesta al creciente anticlericalismo

popular, se acentuó la devoción a la iglesia entre los sectores más reaccionarios

de la población 12. Este renacimiento religioso, manifestado como espíritu

caritativo -de caridad institucionalizada- es una de las características de

las clases acomodadas. Galdós lo denuncia tanto en su novela como en su

teatro. Lo veremos muy acentuado en La loca de la casa, un poco menos en

La de San Quintín y en toda su plenitud en Electra.

La situación política, social, económica y religiosa que hemos, someramente,

bosquejado es el marco de referencia para La loca de la casa. Galdós

ubica la acción cerca de Barcelona, centro cosmopolita, industrial, minero y

bancario del país, en donde las familias adineradas viven pendientes de las

cotizaciones de la bolsa y las fluctuaciones del mercado. Una de estas familias

es la de los Mancada, grandes terratenientes del pueblo de Santa Madrona.

Don Juan de Mancada vive con su hermana Eulalia, su hija Gabriela y

sus seis nietos huérfanos. Su otra hija, Victoria, «la loca de la casa» está en

un convento de novicias.

La fortuna de los Mancada está al borde de la quiebra. Don Juan se ve en

figurillas para mantener el nivel de vida al que su familia está acostumbrada.

En peor situación se encuentra su amiga, la Marquesa de Malavella que totalmente

arruinada, tiene que pedir múltiples prórrogas para pagar sus deudas y

guardar las apariencias. Madre de dos hijos -Daniel y Jaime- tuvo siempre

interés en emparentarse con los Mancada. Alianzas como éstas, entre las clases

pudientes era una práctica común en esa época.

420

Cuando se inicia la acción, José María Cruz, o «Pepet», dueño ahora de

una cuantiosa fortuna, acaba de regresar de las minas de California. Él era hijo

de un carretero que estuvo al servicio de los Moneada. Su interés por casarse

con Gabriela le daría a él la oportunidad de «poseer Santa Madrona, ser señor

donde fui criado»13. Para los Moneada, Pepet es la salvación de la ruina, pero

al ser rechazado, Victoria, que ha venido de visita a pocos días de tomar los

hábitos, decide casarse con Cruz en vez de entrar en el convento.

Victoria, la novicia, no es un espíritu místico; su religiosidad está más próxima

a la de los misioneros o los cruzados. Ella es «la loca de la casa»14. Su

imaginación le está llevando continuamente a nuevas empresas. Esta que se le

ocurre, por primera vez parece un puente entre la fe y la práctica. Victoria

quiere ser mártir, pero mártir útil. El sacrificio del matrimonio con Cruz le

ofrece compensaciones: salvará a su padre del desastre económico, obtendrá el

dinero para el hospital y casa de maternidad que Jordana quería construir y

domará a la fiera de Pepet. Transformará a la materia bruta sin desnaturalizarla.

A ella pertenece el triunfo - Victoria _ 15.

Cruz es el portavoz de la crítica galdosiana. Sus respuestas directas no dejan

lugar a dudas. Desconciertan y provocan hostilidad en el resto de los personajes

acostumbrados al eufemismo y al circunloquio. El tiene dinero y conoce su

poder. Expresa sin timidez sus opiniones y censura a un sistema social que se

basa en: « ... el incumplimiento de las leyes, el perdón de los criminales, la

elevación de los tontos, el poder inmenso de la influencia personal, de la vagancia,

el esperarlo todo de la amistad y las recomendaciones, la falta de puntualidad

del comercio, la insolvencia ... » ... «y todo lo resuelven con limosnas, aumentando

cada día el número de mendigos, de vagos y de trapisondistas» (p.

48).

Cruz prefigura a Víctor, en La de San Quintín, y los dos con diferencia de

matices, representan el trabajo. Son también factores de cambio que propone

Galdós. Gracias a ellos los dos personajes femeninos -Victoria y Rosario-,

abandonarán los prejuicios de su clase ociosa, parasitaria e improductiva. De la

unión de las dos parejas se derivará la reforma social que Galdós predica.

Resumiendo, podemos decir que la acción y la intriga amorosa toman un

segundo plano en esta obra. Galdós nos da una lección de lo que es la tolerancia

y su esperanza en estas generaciones de jóvenes que promueven el trabajo

honrado. Haciendo uso de una realidad histórica Galdós ha puesto en escena

dos figuras que representan a la clase aristocrática en decadencia y a la burguesía

enriquecida en América. Los personajes secundarios integran el grupo de

los aristócratas: don Juan de Moncada, su hermana Eulalia, la Marquesa de

Malavella, sus hijos, Gabriela, el intermediario Huguet y Jordana, el alcalde

del pueblo. Cada uno de ellos añade un rasgo más al cuadro. Huguet y Moncada

aportan datos específicos sobre la situación de la industria y el comercio.

Jordana, ejemplifica la actividad de los caciques lugareños, intrigantes y adulones.

Gabriela, Jaime y Daniel están a mitad del camino. Por un lado siguen

aferrados a los prejuicios de su clase. Por otro, empiezan a comprender el

valor del trabajo.

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La fusión de las clases. sociales - pilar de las ideas reformistas de Galdósno

se da armónicamente en La loca de la casa. La última escena nos da a

entender que Victoria y Pepet vivirán el resto de sus vidas en lucha constante.

La superación y la armonía quizás se den, como lo sueña Cruz, en los hijos.

Galdós nos da, una vez más, una lección de esperanza. En conclusión, La

loca de la casa, es también una moderna parábola.

Galdós no se limitó a una crítica social en estas dos obras ya que en cada

una los personajes principales encarnan soluciones y abrirán caminos para una

sociedad moderna. Lo vimos ya en La loca de la casa con el matrimonio de

Víctor y Pepet y ahora veremos cómo el énfasis en esa mezcla de clases se

representará en La de San Quintín en forma alegórica con la fabricación de las

rosquillas de Ficóbriga.

La de San Quintín se estrenó en el teatro de la Comedia el 27 de enero de

1894. Según los diarios madrileños la obra fue un tremendo éxito. Quizás haya

que atribuir una de las razones de su éxito al hecho de que esta obra fue

concebida originalmente para el teatro y el autor demostró al público mayor

dominio de la técnica teatral.

La familia Buendía, de cuna humilde se ha convertido en la familia capitalista

de Ficóbriga 16. El capital fue amasado con el esfuerzo y constante dedicación

al trabajo, así como con cierta habilidad en el manejo de negocios. Al

pueblo llega la Duquesa de San Quintín, aristócrata arruinada, que se hospeda

transitoriamente en la casa de los Buendía a insistencia de la familia y en

especial de don José, que se ufana en creer que son parientes. Su hijo, don

César, cincuentón, egoísta y disconforme aspira a la mano de la duquesa, con

la esperanza de que esto le permita adquirir los títulos nobiliarios de los que él

carece. Pero el argumento se complica.

Don César está convencido de que tiene un hijo, ilegítimo, Víctor, que es

su antítesis: buen corazón, humilde, soñador y para rematar socialista. Sus

ideas radicales hacen que se le tenga por un ser peligroso. Por lo tanto, su

padre lo tiene empleado como a otro de tantos obreros en su fábrica, vestido

con camisa azul y sometido a la disciplina más severa. Es evidente que Galdós

denuncia aquí las pésimas condiciones de trabajo en que la burguesía capitalista

mantenía al proletariado. En boca del notario Canseco, Galdós expone su crítica

a esas condiciones. Víctor, el nieto del dueño también experimenta situaciones

análogas. Canseco dice: «Vive en la fábrica de clavos y allí trabaja de

sol a sol ( ... ) Tiénenle en traje obrero hecho un esclavo ... » (p. 13)17.

Nada más natural que Víctor y la Duquesa se enamoren; sobre todo porque

ella sabe que no es hijo de don César, que le es antipático porque humilló a su

familia, decide casarse con él.

En esta obra Galdós muestra la esencia de la sociedad de la época y señala

unas demarcaciones entre una clase media enriquecida ocupando el lugar de

una aristocracia arruinada y un pueblo con nuevas aspiraciones. Esto no es

nuevo n la obra galdosiana. Ya lo señalamos en La loca de la casa, donde es

evidf' it,;.

422

A través de Víctor el autor expresa sus ideas de transformar esa sociedad.

«En Bélgica me sedujo la idea socialista. Cautivome un alemán, hombre exaltado,

que predicaba la transformación de la sociedad ... » (p. 38) ¿Cómo se transforma

Víctor? Lo hace despojándose de todas las frivolidades, trabajando arduamente,

rechazando las ofertas de su padre, y al casarse con Rosario, ya

convertida en una mujer hacendosa, confía vivir para trabajar y prosperar. En

cambio Rosario de Trastamara, duquesa de San Quintín, pertenece a la aristocracia

empobrecida de fin de siglo. Al morir su marido, perdió todas las propiedades

y sus joyas. Sus riquezas son ahora sólo los baúles repletos de elegante

ropa pasada de moda. Ella sabe que ante su precaria situación o cambia y

trabaja o sucumbe al hambre. Ya que ella entiende que la hora de las clases

ociosas ha llegado a su fin y cuya esperanza está puesta en el trabajo. Se da

cuenta que la transformación es necesaria no sólo para sí misma, como individuo,

sino también para la sociedad: «creo que todo anda muy mal en este

planeta ( ... ) ¡Ah! Si yo pudiera hacer un mundo nuevo, sociedad nueva de

personas nuevas, como hago con esta pasta las figuritas que se me antojan».

La obra es a nuestro juicio una alegoría del socialismo tal como lo concibe

Galdós: la fusión del pueblo con la aristocracia. Gonzalo Sobejano señala que

hay que recordar «que la dedicación de Galdós al teatro coincide en buena

parte con su creciente simpatía hacia el socialismo. Pero al Galdós filosocialista

le importaba más la aportación posible de las clases acomodadas que eran las

que debían ceder, que no la del proletariado, el pueblo humilde, cuyo papel

era bien claro: conseguir justicia» 18.

La obra se cierra, como de costumbre en el teatro social galdosiano, con un

grito de esperanza. Pérez Galdós confía en esta unión, estos jóvenes que se

casan (una aristócrata y un hombre de pueblo) y que labrarán una sociedad

mejor. El descontento con el ambiente los prepara para la nueva lucha: Víctor

dice «¡A la mar a un mundo nuevo!» (p. 100). Don César no puede concebir

que su mundo imperial ya ha caído, ya no sirve. En cambio don José, que es

más viejo, ve cómo toda una clase social inservible cae y otra que se levanta

tiene más bríos y entusiasmos por sus nuevos ideales. Este es precisamente el

mensaje galdosiano.

Hemos visto cómo ese pueblo, representado por Víctor lucha contra la falta

de valores y la opresión. Rosario, al menos, se salva: «ella descubre a Víctor

en su nulidad social, a fin de devolverle su plenitud como persona»19.

A través de la obra Galdós critica la degeneración que esta clase de nuevos

ricos puede traer: hombres como Buendía, minusvaloran el trabajo honrado.

Las rosquillas de Ficóbriga fueron el invento de un buen hombre y luego sólo

sirvieron para el lucro personal y el engrandecimiento y ociosidad de las generaciones

subsiguientes. Pero esas mismas rosquillas -el trabajo honradopueden

llevar a otros resultados, si se tiene conciencia de la mezcla adecuada.

Galdós pone en boca de la misma Duquesa, ya transformada en persona útil,

sus ideas sobre la fusión del pueblo y la aristocracia. Mientras trabaja en la

elaboración de las rosquillas le comenta a Víctor cómo puede crear una nueva

sociedad con la aristocracia - simbolizada por las yemas y el azúcar - y la

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«amalgama con el pueblo, vulgo harina que es la gran liga» (p. 54). La clase

media representada por la manteca no interviene en esa elaboración.

José Deleito y Piñuela señala que la obra «era un canto a la poesía del

trabajo, de los que tantas veces hizo aquel trabajador infatigable»20.

Para concluir hay que señalar que en La de San Quintín y en La loca de la

casa no son los conflictos personales ni las soluciones de esos conflictos al nivel

de psicología individual. Lo que el escritor intentaba (y lo que ampliamente

logró, por lo menos en las dos obras mencionadas) era mostrar a su público

una serie de conflictos sociales que afectaban, lógicamente, las vidas de todos.

El mensaje de sus parábolas proponía un cuerpo de soluciones que transformarán

a una España estancada en una España progresista. A pesar de su intención

didáctica él nos provee como su guía a La de San Quintín cuando la llamó

parábola. Cada obra estudiada nos ofrece sus ideas a través de sus enseñanzas:

con La loca de la casa vimos la tolerancia y con La de San Quintín esa mezcla

de estamentos sociales, ambas basadas en una esperanza por una sociedad

mejor.

Educar a través del teatro, como aspiró a educar antes por medio de los

Episodios Nacionales y su narrativa, fue tema central en su novela El Amigo

Manso ¿Es parabólica la obra galdosiana? Esto es material para un futuro

estudio no tan sólo en la narrativa sino también en el teatro.

NOTAS

1 Emile Zola publicó varios trabajos en donde expuso sus teorías sobre el drama: Le roman

experimentale y Le Naturalisme au théatre.

2 Los condenados. Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1895.

El abuelo. Madrid, Est. Tip. de la viuda e hijos de Tello, 1897.

Alma y vida. Madrid, Obras de Pérez Galdós, 1902.

Arte y crítica. Madrid, Renacimiento, 1923.

Nuestro teatro. Madrid, Renacimiento, 1923.

3 Nuestro teatro. Op. cit., p. 155.

4 Los condenados. Op. cit., prólogo, p. IX Y XXI.

5 Ibid., p. XI.

6 Las ediciones que usamos para el análisis y de las cuales tomaremos las citas son las siguientes:

La loca de la casa. Madrid, Imprenta la Guirnalda, 1893, 294 p. La de San Quintín. Madrid,

Imprenta de la Guirnalda, 1894.

7 Enciclopedia Italiana. Instituto Giovanni Precanni. Milano, Bestetti y Fumminelli, 1926,

Vol. XXVI, p. 269.

8 E. MARTINENCHE, «El teatro de Galdós», en España Moderna, 210 (1906), p. 123.

9 Nuestro teatro. Op. cit., p. 160.

10 F. FERNÁNDEZ-VILLEGAS, «La loca de la casa», en La España moderna. Vol. L, febrero

1893,208.

11 P. BOFILL, «Veladas teatrales: La loca de la casa», en La Época, Madrid, 17 de enero de

1893.

12 «La característica más acentuada del renacimiento religioso fue una recatolización de la

clase alta, en la que la aristocracia marcó la pauta. Como proceso evangélico, más que intelectual,

su instrumento característico consistía en la organización devota o caritativa». R. CARR: España

1908-1936. Barcelona, Ariel, 1970, p. 444.

13 B. PÉREZ-GALDÓS, La loca de la casa, p. 55.

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14 Insistimos aquí también en el uso de las lexicalizaciones. No por obvia debe callarse la

implícita referencia a Santa Teresa. (<<A la imaginación la llaman la loca de la casa»).

15 Es muy posible que la imaginativa «loca de la casa» se inspire para su empresa en el cuento

popular La bella y la bestia.

16 Ficóbriga es un lugar imaginado por Galdós pero que él ya había usado en su novela Gloria,

como escenario, en 1876.

17 Los nombres de los personajes en Galdós son signos que apuntan a varios niveles de interpretación

al mismo tiempo, vale analizar el de Víctor, si bien históricamente es el nombre de uno

de los mártires sacrificados en la ciudad francesa, por otra parte quiere decir vencedor y así se

celebraba en las universidades durante el siglo XVI y XVII a profesores y graduados.

18 G. SOBEJANO: Razón y suceso en la dramdtica galdosiana, «Anales Galdosianos,» Año 5

(1970), p. 49.

19 [bid., p. 49.

20 J. DELEITO y PIÑUELA, Estampas del Madrid teatral de fin de siglo. Madrid, Calleja, 1946,

p.190.

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