PRESENCIA DE MARIA GUERRERO EN LA OBRA

DRAMATICA DE GALDOS

1. El teatro de Galdós

Carmen Menéndez Onrubia

Instituto de Filología

C.S.I.C.

Galdós llega al teatro huyendo de la trágica mediocridad, de la «vulgaridad

satisfecha», como diría hoy el ilustre pensador don Julián Marías, de aquella

sociedad mercantil y burocrática que se consolidó en la Restarauración. Por

motivos que sería demasiado prolijo exponer aquí, entre 1888 y 1889 Galdós

hace examen de conciencia en La incógnita y acaba despidiéndose en Realidad,

en la figura de Tomás Orozco, de toda esa sociedad de los Pez, los Arnáiz y

Cordero, los Bueno de Guzmán, los Bringas de Pipaón, los Rufete, las Miaus

y los Torquemada. De alguna manera la novela dialogada recoge estos argumentos

y les da la solución definitiva, la muerte renovadora que no se había

producido hasta el momento. Desde la nueva perspectiva espiritualista hace

recuento de su vida en Angel Guerra y se dispone por fin a hacer algo inmediatamente

eficaz y pedagógico a través del teatro.

Esta dedicación, sin embargo, tuvo bastante poco éxito y eficacia, mucho

menos de lo que esperaba el escritor. Y esto por dos motivos fundamentales.

El teatro de Galdós arrastraba sus ingredientes, personajes, ambientes, argumentos

y temas de la novela y de los Episodios Nacionales. Estos elementos no

encontraban la mayor parte de las veces justificación plena dentro de la obra.

Consciente o inconscientemente Galdós incorporaba a los Moncada, a los

Buendía, a los Berdejo, a Susana de Celis, a doña Perfecta, etc., a sus personajes

dramáticos en general, valores y símbolos que había desarrollado en la

narrativa anterior. Es más, el teatro venía a ser la culminación del desarrollo

de estos personajes nacidos en la historia española y su proyección hacia un

futuro regenerado o renovado. Renovado, si desaparecen ante una nueva España

joven, inocente e ilusionada. Regenerado, si se incorporan a ella.

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La mayor parte del público que asistía a sus estrenos, el de provincias más

que el de Madrid, desconocía esta dependencia, y en la mayor parte de los

casos era insensible a la especial simbología galdosiana. El público del siglo

XIX, y quizá también el actual, era bastante ignorante e insensible respecto de

este pasado inmediato en el que nació el período cultural contemporáneo en el

que nos encontramos. Por otro lado, este público o la mayor parte de él disfrutaba

con un teatro a su medida. La élite con los refinados espectáculos de

María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza. La clase media, en general,

con el teatro por secciones o por horas del Lara, con la zarzuela, con el espectáculo

vistoso, agradable y entretenido. El teatro serio fue desapareciendo de

los escenarios. El de Galdós, a pesar de su tesón y de sus preocupaciones,

duraba poco en el escenario.

2. La mujer en el teatro de Galdós

La producción de Galdós es una constante reflexión sobre España en su

desarrollo democrático. España es el centro de su preocupación y España es

siempre una mujer. Teniendo en cuenta este hecho, encontramos que todos los

personajes, e incluso los ambientes de su narrativa y de su teatro, tienen un

valor trascendental, superior al propio valor que podríamos llamar denotativo

dentro del texto. Unos mantienen rasgos y peculiaridades de lugares o personas

reales o históricas. Los podríamos llamar personajes-signo, precisamente por

esta conexión con lo histórico extraliterario. Otros, en cambio, deben sus peculiaridades

externas, temperamentales, físicas o geofísicas, a la misión de sustentar

y comunicar una serie de valores espirituales determinados, como por ejemplo,

Ficóbriga, Orbajosa, Socartes, Agramante. A éstos podríamos denominar

personajes o ambientes-símbolo. El personaje España es una mujer siempre

símbolo. Y símbolo múltiple. A veces aparece destacado y señero, sobre todo

en los momentos del posible nacimiento de la España ideal, la democrática.

Ahí tenemos a Inés Santos en la primera serie de los Episodios, o Clara Chacón

en La Fontana, a Rosalía Gibraleón en Rosalía, a Rosarito en Doña Perfecta,

a Gloria Lantigua en Gloria, a Marianela.

Otras veces aparece arropada en la confusión de los acontecimientos. Jenara

de Baraona, Aura Negretti, Demetria Castro Amézaga y su hermana Gracia,

Pilar Calpena, Isidora Rufete, las Pez, las Sánchez-Emperador, las Bueno

de Guzmán, las Arnáiz, Fortunata, Rosalía Pipaón, las Miau, etc. Recordemos,

en fin, como condensación de todas ellas, a Augusta Cisne ros en Realidad,

a doña Francisca Juárez de Zapata en Misericordia, y a Lucrecia Richmond

como proyección y valoración final del comportamiento de J enara de

Baraona, momentos antes de iniciar Galdós la tercera serie de los Episodios.

Cuando don Benito se propone afianzar el valor y la eficacia pedagógica de

su esfuerzo, cuando Galdós llega al teatro, es España y su símbolo, la mujer,

el centro casi único de sus argumentos, sometidos a la específica economía de

recursos del espectáculo teatral y desnudos de los aderezos narrativos y descriptivos,

Augusta Cisneros, Victoria Moncada, Rosario de Trastamara, Josefina

Nondedeu, Salomé, Rosarito, Isidora Berdejo, Susana de Celis, etc.

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Veintitrés dramas compuso Galdós desde 1891 hasta 1918 y veintitrés son

sus mujeres, sus Españas protagonistas. Augusta Cisneros es la España que

muere mientras Clotilde Viera es la que renace y triunfa en Rosario de Trastamara.

Victoria Moncada es la España democrática que se sacrifica por unir

nobleza y plebeyez. Josefina Nondedeu muere en las ruinas de Gerona y resucita

transfigurada viendo como el pueblo y la jerarquía se abrazan. Salomé

muere por regenerar al anarquista José León. Rosarito muere espiritualmente

con Pepe Rey, mientras Isidora Berdejo regenera al noble tronado y a la burguesía

comercial. Susana de Celis huye con el liberal Berenguer después de

éste se ha deshecho de la fiera con dos cabezas, los despóticos absolutistas y

los indignos liberales. El pasado y el futuro se dan la mano en Dolly y en Don

Rodrigo. El presente abandona el oscurantismo pasado en Electra y Máximo,

y en Mariucha y Antonio Sanfelices. Bárbara se sacrifica por salvar a Leonardo,

Laura por evitar el derramamiento de sangre entre Montenegro y Juan

Pablo, Paulina se regenera en Bruno, símbolo de la República. Ladislada es la

España feliz dentro de la República (el Asilo de Nuestra Señora de la Indulgencia).

Casandra acaba con el oscurantismo de doña Juana Samaniego, condensación

de la España despótica y clerical. María Candiola huye con Agustín Montoya

a través de la muerte y la resurrección a otra vida que se anuncia, que sin

duda es la República. Esta misma República es encarnada por Antón Caballero

que recupera a su esposa Eloísa secuestrada por el caciquismo y refugiada en

el misticismo religioso. Celia de Monte-Montoro abandona el infierno celestial

de su posición nobiliaria y desciende al cielo infernal del pueblo. Lo mismo

hace Alceste que no quiere volver de la Laguna Estigia. Sor Simona tampoco

quiere regresar ni con los liberales ni con los carlistas, al igual que la reina

Juana. Salomón el tacaño, en fin, es recuperado por Crucita mendrugo para

repartir y trabajar también entre los necesitados.

Esta es la hermosa España que Galdós va proyectando hacia el futuro ideal

que él pretende, recogiendo los cabos sueltos del pasado.

3. Concha Ruth Morell en la obra de Galdós

Estamos en 1891. Galdós ha liquidado su actitud reflexiva en Realidad y en

Angel Guerra. Ha pasado de los datos externos, confusos y desorientadores, a

la consideración espiritual de la realidad. Don Benito se ha metido dentro del

ser humano. Sus relaciones con doña Emilia Pardo Bazán y Lorenza Covián le

han permitido introducirse en este ámbito trascendente que le ha hecho evolucionar

desde la duda múltiple de La incógnita al pluriperspectivismo salvador

de Realidad.

Pero Galdós es un hombre flemático. Tiene gran facilidad para el análisis,

poca capacidad para introducirse dentro de los personajes, y casi negado para

hacerles actuar. Podría haber seguido por la línea espiritualista de Angel Guerra,

Nazarín, Halma y Misericordia. Pero tiene en este año de 1891 otra experiencia

sentimental fecunda para su producción como desastrosa social y económicamente

para su persona, Concha Ruth Morell. Las relaciones de Galdós

con esta mujer aún permanecen en una cierta penumbra. Sólo disponemos de

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las valiosas y un poco forzadas aportaciones de Lambert, Gilbert Smith y Benito

Madariaga 1. Aún permanece inédita mucha documentación sobre el cas02•

Lo que aquí interesa en relación con María Guerrero es la presencia de Concha

Morell como un modelo de conducta desinhibida y espontánea, con el que

tuvo Galdós unas vivencias lo suficientemente intensas como para encontrar en

ellas las pautas de comportamiento adecuadas para sus personajes dramáticos.

Al conjuro de su espontaneidad los personajes de la obra creada por Galdós

hasta el momento se levantan de sus receptáculos narrativos y comienzan a

moverse, aunque sin lograr nunca desembarazarse del todo del fárrago episódico

y descriptivo 3

Galdós había encontrado el modelo conductista de sus personajes y se esforzó

por conservarlo durante el mayor tiempo posible. Tristana es en gran parte

la historia del fracasado intento de Galdós y de Concha por lograr un puesto

seguro en el teatro. Un mes antes del estreno de Realidad, en febrero de 1892,

aparecía Tristana recogiendo el fracaso irremediable de las pretensiones artísticas

de la protagonista.

Concha Morell intentó entrar en 1890 y en 1891 en el teatro de la Princesa

de Madrid (actual María Guerrero) con Ceferino Palencia y María Tubau. Fue

contratada á través de Galdós en la Comedia para hacer el papel de Augusta,

aunque después hizo el de Clotilde Viera4

, la cual renace significativamente

desde la novela dialogada al drama. Es un papel hecho a su medida y a la

medida de lo que dio de sí en los ensayos, pues, como se puede observar en el

tercer acto, ni la Morell es un «bolo» ni su papel un «embolado». Es un papel

largo, de fácil representación, llevada, traída y arropada por el resto de los

personajes. Nadie o casi nadie se fijó, sin embargo, en ella.

En 1892-93 estuvo en el Español con Antonio Vico y en provincias con él

también.

Su fracaso en el teatro fue completo como actriz, pero no como modelo

conductista de las obras de Galdós, porque si el escritor encontró en seguida a

María Guerrero, la influencia de Concha Morell pervivió hasta bien entrado el

siglo XX. En 1898 Concha estaba en relaciones, con un tal Bittini, empresario

de ópera, seguramente con la idea de ser incluida en algún coro. La vida de

Concha, tal y como se la contara a Sitges, está recogida en Electra. Y si recordamos

el comportamiento republicano violento que señala Benito Madariaga

en Santander en los primeros años del siglo, aún podríamos verla influyendo,

quizá de forma lejana, en la actitud republicana que va adoptando Galdós en

el personaje protagonista de su Casandra.

4. María Guerrero en el teatro del momento

María Guerrero hacía su presentación escénica en la inauguración del teatro

de la Princesa el 16 de octubre de 1885, siendo director artístico Emilio Mario.

Era discípula de doña Teodora Lamadrid y había vivido siempre en el ambiente

artístico un poco petulante de su padre, el tapicero y decorador Ramón Guerrero

Vaquero. No pasó María por ninguna escuela de declamación oficial,

pero no cabe duda de que desde el principio estaba preparada para el espec-

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táculo teatral, tanto cómico como dramático, bastante mejor y de un modo

más completo que la mayoría de los actores del momento. Estuvo casi de meritoria

en el teatro de Mario durante cuatro temporadas. Mientras, fueron desapareciendo

los grandes maestros de la escena y se fueron desorganizando los

cuadros artísticos. Primero murió Rafael Calvo (4-IX-1888) con quien pretendió

Ramón Guerrero que trabajara su hija un mes antes del triste sucesos. Al

año siguiente dejaba la escena Elisa Mendoza Tenorio (abril de 1889) y en

noviembre lo hacía por otros motivos Antonio Vico. Con ellos se perdió también

el prestigio de Antonia Contreras y Elisa Boldún. Despejado el camino en

muy poco tiempo y contra todas las críticas adversas, María Guerrero se convierte

en la primera actriz del teatro serio, cómico o dramático, de la escena.

En la Comedia con Mario desde el 12 de marzo de 1890 hasta finales de dicho

mes, cuando acababa la compañía su temporada de invierno en Madrid, obtuvo

su primer éxito durante quince noches con el vodevil Mam'zelle Nitouche, letra

de Meilhac y Millaud, música de Hervé, estrenado en París en 1883, traído a

Madrid por Ana Judic, traducido por Pina Domínguez y Mario (hijo), estrenado

por Sofía Romero en Lara (9-11-1888) y ahora en la comedia por María

Guerrero en la función de beneficio de Ramón Rose1l 6

• En una de estas quince

funciones, la del 27 de marzo, cuando María trabajaba en la función de beneficio

de Mario haciendo de doña Mariquita de La comedia nueva de Moratín, se

presentó en el teatro de la Comedia, sin duda informado por su hermano Miguel,

don José Echegaray. De este encuentro nacerá inmediatamente Un crítico

incipiente y la absoluta dedicación del dramaturgo a la actriz. Lo primero que

hace Echegaray es llevársela a su teatro, al Español, con Ricardo Calvo y

Donato Jiménez. En la temporada 1890-91 obtiene así María el espaldarazo de

primera actriz en el género dramático. Seis funciones con la obra que inauguró

la temporada, El vergonzoso en palacio, diecinueve con Don Juan Tenorio y el

beso emocionadao del propio don José Zorrilla. Veinticuatro funciones de Un

crítico incipiente, obra en la que Echegaray no sólo recoge el argumento de La

comedia nueva y el papel de doña Mariquita para las aptitudes específicas de

María Guerrero, sino también el revuelo de la crítica en contra del vertiginoso

ascenso de la actriz que se condensó en las acerbas críticas contra su actuación

en Los irresponsables de Joaquín Dicenta y en Siempre en ridículo de Echegaray

«Buenas rabietas internas he pasado esta última temporada al ver que la molestaban

sin que yo tuviera modo de defenderla -le decía Echegaray a la actriz el

22 de abril de 1892-. Hasta que vino la oportunidad y me desahogué [Un crítico

incipiente. El prólogo a El hijo de don Juan]. Ahora es cuando la gran masa de

indiferentes va cayendo en la cuenta de las indignidades que ha cometido con la

cabecita morena la tropa de critiquillos despreciables» 7

A pesar de todo, por primera vez desde la muerte de Rafael Calvo, el

Español estaba a la altura de su nombre. El cuadro de la compañía, sin embargo,

era bastante deficiente, como ya le había prevenido Clarín en uno de sus

Paliques: «Es necesario huir de las malas compañías» 8 •

En la primavera había conocido al famoso actor francés Constant Coquelin.

En agosto discute Ramón Guerrero con Donato Jiménez. Es el momento en

que la familia Guerrero al completo se traslada a París. Recibe María clases de

Coquelin y busca los medios de entrar en la Comedia Francesa. Esto exacerba

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la violencia de la crítica hasta principios de noviembre en que regresa a España.

Su futuro pocos meses antes de convertirse, tras Realidad y Mariana, en la

única actriz de la escena nacional, no se presenta nada halagüeño.

Doña Emilia Pardo Bazán ha conseguido con vistas al estreno de Realidad

reunir para esta temporada las compañías cómica y dramática de Emilio Mario

y Antonio Vic09

• En la Princesa el puesto indiscutible de María Tubau elimina

cualquier posibilidad. En el Español ha sido sustituida con éxito por Luisa

Calderón. María Guerrero ha regresado de su excursión parisina el 7 de noviembre

de 1891. No se ha atrevido a entrar en la Comedia Francesa10 y se ha

quedado sin colocación.

El miércoles 10 de noviembre se encontraba, olvidada y sin trabajo, en un

palco de la Comedia presenciando Noticia fresca y el estreno de La credencial

de Miguel Echegaray. El 17 de diciembre había recibido proposiciones de Ricardo

Calvo, Antonio Vico, de Emilio Mario. Vico se había separado de Marioll

y la buena racha había concluido para los del Español. Vico había demostrado

ya suficientemente su ineptitud como empresario. El cuadro del Español

era si cabe más mediocre que antes. La Comedia, con las novedades de Emilio

Thuillier y Miguel Cepillo, y con Julia Martínez y Emilio Mario, era el cuadro

artístico mejor organizado. María entra en él, aun sabiendo que a va a volver

a tener los problemas que había tenido hasta 1890, cuando se la llevó Echegaray

al Español. Mario no había visto en María más que el lado cómico, y su

teatro se iba aproximando cada vez más al repertorio frívolo de la Princesa y

del Lara. En 1894 María abandonará, lo mismo que Vico en diciembre de

1891, porque el repertorio de la Comedia no cuadra con sus aptitudes. Mientras

tanto la actriz aguanta allí porque, como le dirá el mismo Echegaray en

carta de 16 de agosto de 1892:

«Mire usted, Mariíta, con Mario hay que contemporizar. Si se presenta algún

rozamiento se trampea. Siempre en armonía con él, en buena armonía, porque

le conviene a V. muchísimo. Su compañía es la de más arraigo hoy por hoy: es

la única que yo sepa. Mucho tacto, mucho. Yo se lo aconsejo porque la quiero

de veras. Don José, aunque resulte gruñón, sin que él mismo lo sospeche, la

quiere a la cabecita muchísimo. Conque en buena amistad con Mario que es lo

que importa» 12.

Allí llega Galdós al conocimiento de María en uno de los últimos días del

mes de enero de 1892 representando la protagonista de Felipe Derblay. «La

voz, el gesto, la prestancia de la actriz me encantaron». Días después, en el

ensayo de El obstáculo, «me fijé en su tez morena y descolorida; fijéme asimismo

en su limpia pronunciación, cualidad en la que no hubo ni hay quien la

iguale». Presentado a ella por Mario, «advertí en ella otra cualidad preeminente:

la memoria. Con una sola lectura se apodera de un asunto y de un carácter,

y le basta una simple audición ante el apuntador en la mesa de ensayos para

dominar su papel» 13 •

A estas cualidades añade Echegaray otras más significativas en el aspecto

espectacular. En la citada carta del 16 de agosto de 1892, dice que ha de «ser

consecuente con su carácter noble, apasionado y arrojadísimo». Y esto es lo

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que vio Galdós en ella y también Guimerá en este verano de 1892, y Clarín

desde sus Paliques de 1890, y con ellos la mayor parte de los dramaturgos del

momento. Galdós y Echegaray son los que se mantienen más cerca del modelo

y en él conforman la mayoría de sus obras. Pero todos los dramaturgos en

general, hasta su muerte en 1928, compusieron alguna vez obras por y para

ella. Guimerá le dedica María Rosa; Feliu y Codina, María del Carmen; Clarín,

Teresa; Sellés, Antonio y Cleopatra, y Mamá, Martínez Sierra; La malquerida,

Benavente; La garra, Linares Ricas; los Quintero, El genio alegre y Malvaloca;

Voces de gesta o La marquesa Rosalinda, Valle-Inc1án; El alcázar de las perlas,

Doña María de Padilla, La leona de Castilla, Francisco Villaespesa; Verdad,

doña Emilia Pardo Bazán; Cavestany, Sofía; El último pecado o El condado de

Mairena, Pedro Muñoz Seca.

María Guerrero es una actriz indispensable para el conocimiento objetivo

del teatro español de estos cuarenta años en que trabajó continuamente. La

actriz se convierte en seguida en el modelo de comportamiento del afán regeneracionista

que se generaliza durante estos decenios. Ella es la norma del teatro

serio; ella determina en gran media no sólo el argumento y la espectacularidad

de las obras, sino también las condiciones del público y de los teatros14

5. María Guerrero en el teatro de Galdós

Concha Morell era una extraña mujer; neurótica, histérico-depresiva, impresionable

e inconsciente, pero toda extraversión, dinamismo, apasionamiento

rebelde e independentista 15. Su único defecto era su inadaptación social.

Con estas aptitudes no disponía de los recursos personales y profesionales para

llevar a cabo su propia realización personal en la sociedad. Como Tristana es

una artista incapacitada de modo irreparable. Concha iba a representar Augusta.

Después lo hace, y no bien, Clotilde Viera.

María Guerrero tiene las virtudes de Concha y no tiene sus defectos, porque

sí está capacitada, y muy bien capacitada, para realizarse como actriz.

Como dice Echegaray, nobles, apasionados y arrojadísimos serán a partir de

este momento los personajes femeninos ya citados del teatro de Galdós. La

España regenerada y regeneradora que propone Galdós como culminación de

su trabajo, sea cual fuere el argumento en que se encuentra, siempre será, o

llegará a ser «noble, apasionada y arrojadísima». Ella hace Augusta, al principio

con éxito discutido, y después mucho mejor adaptada al personaje. Por ella

queda re elaborado personaje de Victoria de El sacrificio frente al de su hermana

Carlota, que después será Gabriela. Por ella sale triunfante Clotilde Viera

en el personaje de Rosario de Trastamara para casarse abiertamente con Víctor

Barinaga, el nuevo Pepe Santana renovador. Con razón comentaba Galdós a

su paisano Domingo Navarro y Navarro en la segunda década del siglo actual

que su primera creación dramática, no su primer estreno, había sido La de San

Quintín.

«A pesar de haber sido éste -le dice por Realidad - mi primer estreno [ ... ] no

fue mi primera comedia. - Entonces ¿cuál de ellas fue su primera obra teatral?-

La de San Quintín [ ... ] La postergué en dos ocasiones. La primera para

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complacer a María Guerrero con Realidad 16 , y la segunda para complacer a Mario

con el precipitado estreno de La loca de la casa, obra por la que había

mostrado extraordinario interés» 17.

Nobleza, en fin, apasionamiento y arrojo encontramos en las heroínas de

sus dramas, e incluso en las protagonistas de su narrativa y de las tres series

finales de los Episodios. Galdós había encontrado en Concha y en María el

camino de la acción regeneradora. Durante casi treinta años se dedicó a proclamarlo.

Pocas veces tuvo éxitos espectaculares, pero no cabe duda de que mucho

de ello quedó en la actitud y en la acción de los intelectuales y los artistas

de las primeras décadas del siglo XX.

NOTAS

1 A. F. LAMBERT (1973), Galdós and Concha-Ruth Morell, «Anales Galdosianos», vol. VIII,

pp. 33-49. G. SMITH (1975), Galdós, Tristana, and letters from Concha-Ruth Morell, «Anales Galdosianos

», vol. X, pp. 91-120. B. MADARIAGA (1979), Pérez Galdós. Biografía santanderina, Santander,

Institución Cultural de Cantabria-Inst. de Literatura «José M.a de Pereda», pp. 76-87.

2 Casa-Museo «Pérez Galdós», Las Palmas de Gran Canaria.

3 Véanse al respecto mis trabajos Introducción al teatro de Benito Pérez Galdós, Madrid,

C.S.LC., 1973; El dramaturgo y los actores. Epistolario de Benito Pérez Galdós, María Guerrero y

Fernando Díaz de Mendoza, Madrid, C.S.LC., 1974; «Benito Pérez Galdós, Concha Morell y la

llegada del escritor al período conductista». Segismundo, Madrid, 1983, pp. 113-129.

4 Vid. G. SMITH, Galdós, Tristana, and ... , pp. 106-107.

5 Vid. mi trabajo El dramaturgo y los actores ... , pp. 260-261.

6 1. SÁNCHEZ ESTEVAN (1946), María Guerrero, Barcelona, Iberia, pp. 52-53.

7 Inédita.

8 Palique aparecido en Madrid Cómico, 15-XI-1890, pp. 3 Y 6.

9 Vid. El dramaturgo y los actores ... , pp. 196-197.

10 Vid. 1. SÁNCHEZ ESTEVAN, María Guerrero ... , p. 88.

11 Vid. mi artículo «Las despedidas de Antonio Vico y la crisis teatral de 1889-1893». En

prensa.

12 Inédita.

13 Memorias de un desmemoriado, en Obras Completas, VII, p. 1.459.

14 Vid. El dramaturgo y los actores ... , Apéndices 111 y IV.

15 B. MADARIAGA, Pérez Galdós ... , p. 80.

16 Seguramente debió decir que complacía a doña Emilia Pardo Bazán que se veía reflejada

en la protagonista, Augusta Cisneros.

17 D. NAVARRO y NAVARRO (1965), Enaltecedores y detractores de Galdós ¡Del brazo del

«Abuelo»!, Madrid, Inmasa, p. 54. Véase también El dramaturgo y los actores ... , cartas de 1892 y

Apéndice 1, 4.

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