IV CONGRESO GALDOSIATIO
NAZARIN, SUS DOS MUJERES
Y UN SUEÑO
Guzmán Alvarez
u,n momento crucial de la vida eclesiástica
de Nazarín lo lleva a sustituir su traje talar y su teja por los de paisano. En cuanto a sus
agujereados zapatos, los abandona y marcha a pie desnudo porque tiene que dejar su función
de cura. Pero si abandona la práctica sacerdotal no renuncia a la doctrina de la misma; por
el contrario, seguirá dirigiendo su vida ascética en todo momento. De sacerdote pasa a ser
mendigo errante que seguirá predicando los mandamientos cristianos.
Abandonemos ahora unos instantes los contextos que nos suministraron estas noticias
y tratemos de penetrar en lo que mueve estos actos. Nazarín está descontento del ejercicio
profesional y lo abandona para practicar la doctrina que lo informa, no en el templo, sino
al aire libre, en el campo ayudando al menesteroso que lo necesite, cambiando su esfuerzo
personal por un trozo de pan o los céntimos equivalentes, o ejerciéndolo gratuitamente. Este
ejercicio mendicante quiere hacerlo solo, usando de su propia libertad como quiera y cuando
se le presente la ocasión; sin trabas de ningún género. Veamos ahora si la trayectoria que
van a seguir sus pasos coincide con este anhelo.
Salió de Madrid por la puerta de Toledo pensando coger la ruta de Trujillo. Iba alegre,
gozando de aquella libertad en que acababa de entrar, cuando se le acerca un hombre a quien
había conocido y le había hablado de Andará, mujer pública del barrio donde había vivido
Nazarín, y en cuyo alojamiento se había recogido después de haber asestado una cuchillada
a una compañera de oficio.
Las relaciones que entonces se establecieron entre ambos tenían una doble función: que
Nazarín la curase de las heridas mortales que la estaban desangrando y que la salvase de caer
en manos del verdugo, especialmente si moría su víctima, lo cual parecía inminente. Pues
bien, una vez curada, y en ausencia del cura, decide prender fuego a la vivienda inmunda
en que vivía éste.
Ha pasado el tiempo suficiente para que Nazarín se olvidase de los acontecimientos con
Andará. Al recordársela el mensajero e indicarle donde vivía -allí a dos pasos- no se le
despertó el menor deseo de verla. Pero le salió al paso.
Le costó trabajo reconocerla: tal era el estado de fealdad en que la habían dejado las
vicisitudes precedentes. Ahora vivía en aquellos alrededores con una prima, y olvidada de
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su oficio. Le propuso irse con él, pero no lo aceptó Nazarín: "Si eres buena algún día, me
encontrarás" (p. 112 de Ed. Hernando).
Es notable el tesón de este personaje femenino, caricatura de una mujer que había
trocado sus gracias por mantenimiento. Así como tampoco es menos notable la intuición de
que ha sido dotado Nazarín para penetrar en el interior de sus convivientes. Y son, en gran
medida, las que condicionan la protagonización del libro.
No tardó mucho en cumplirse el pronóstico del cura. Después de haber pasado el resto
de la jornada en menesteres propios de su nueva ocupación mendicante, se aloja en un amplio
solar de Móstoles, cubierto en parte, donde se alojaban ya otros mendigos. Entrada la noche
y dormidos los inquilinos, llega Andará que había seguido de lejos a Nazarín. "No se asuste,
padre, soy yo, Andará,... No quería venir, pero las piernas solas me han traído...No sé que
me pasa, tengo que ir con su reverencia, o si no, que me entierren..." (p. 120). Reinó el silencio
hasta la madrugada. Al despertar Nazarín, se extrañó de que Andará no estuviese allí.
Volvió con una noticia: una amiga suya que vivía en Móstoles con una hermana viuda,
tenía una hija gravemente enferma, por cuyo motivo suplicó a Nazarín que fuera a verla. No
era un médico, no; pero sí es un santo y "puede hacer un milagro si quiere... No blasfemes,
¡ignorante, mala cristiana! ¡Milagros yo!" (p. 124). La prédica ocupa más de media página.
Consiguió, no obstante, Andará que fuera a ver a la niña y a pedir a Dios su salvación.
Preguntó después Nazarín por el lugar de la iglesia, y pasó allí todo el día. Al salir del templo
se encontró con Andará y su amiga Beatriz, tía de la niña enferma, muy contentas porque
ésta parecía volver a la vida.
Lo llevaron a cenar a casa y a observar a la enferma que daba algunas muestras de
mejoría. Del tema de la niña se pasa al estado poco saludable de Beatriz. Esta se encontraba
inapetente, padecía de insomnios, le horrorizaba ver "un cura con hábitos, un mirlo
enjaulado", encontrarse con un jorobado, oir campanas, etc. "Pues eso -dijo Nazarín- no
es brujería ni demonios; eso es una enfermedad muy común y muy bien estudiada que se
llama histerismo" (p. 135). Le dio algunos consejos que la consolaron mucho, y decidió
retirarse al solar donde había pasado la noche precedente. Pasó un buen rato rezando y se
durmió como un bendito. Lo despertaron los pájaros y poco después entraron Andará y
Beatriz a darle las albricias.- la niña había mejorado.
Fueron todos allá a celebrar el buen suceso.
El contexto de la niña enferma nos muestra, a través de sus contrastadas reacciones
(dolor, alegría) el fondo humano que hay en muchos seres, especialmente de un medio
humilde, y que descubren espontáneamente en el momento de sentirlo.
El suceso de la niña enferma sirve también de engarce al autor para formar esta triada
moralizadora que sigue, y que está dispuesta a sacrificar todas sus apetencias orgánicas en
bien del ser humano que necesita de sus auxilios.
No quería Nazarín compañía alguna; había anhelado desde un principio andar solo,
mendigar y hacer sus prestaciones sin ningún auxilio; defendió su anhelo de soledad ante
la fina dialéctica de Andará; pero finalmente lo venció ésta: había recibido Beatriz la
invitación de la dueña de un lupanar de Madrid, y accedió el hombre mediante la promesa
de "ser buenas y obedientes en todo".
Comopreámbulocatequístico, veamos comosedesarrollalaprimeranochecaminodeNavalcarnero.
IV CONGRESO GALDOSIANO
A causa de una formidable tormenta, se refugian en "las ruinas de una antigua cabana",
donde deciden pasar la noche. Hicieron un buen fuego, a cuyo alrededor se acurrucaron los
tres para secar sus ropas. Decidió entonces Nazarín darles "la primera conferencia sobre la
doctrina que las pobres ignoraban o habían olvidado" (p. 147). Su palabra era sencilla, los
ejemplos claros. Al día siguiente, después de orar los tres de rodillas, emprendieron la
marcha. De este modo se iba grabando en su psique una huella virgen que les despertaba
una sensación nueva en sus vidas, un concepto del prójimo y de lo creado distinto del que
tenían. Mediante el contexto de esta práctica, y teniendo en cuenta los dos momentos en que
se realiza, nos muestra su autor de qué modo se va condicionando la vida del ser humano
que la practica, a los principios inamovibles de una doctrina religiosa. De este modo irá
uniendo y moldeando en la novela la vida de estos tres seres hasta que unos acontecimientos
trágicos les impidan su cotidiana práctica. El suelo que van a pisar juntos, la trayectoria que
sigan a través de los acontecimientos en que toman parte están creados conformemente a
las vicisitudes por las que han de pasar; interesándonos únicamente sus reacciones ante el
acontecimiento.
La integridad de Nazarín ya la conocemos, resultando más claramente ejemplificada en
el episodio de la visita que hizo al Señor de Belmonte, ante cuya fama de desorbitado loco
peligroso, no depone su gran personalidad. Las dos mujeres no toman otra parte en este
acontecimiento que la del vano intento de disuadirle de su peligrosa visita. Al verlo llegar
al día siguiente tan entero y alegre, manifestaron también su gran contento.
Un buen rato estuvo Nazarín describiéndoles la figura y extravagante personalidad de
este hombre que hasta había llegado a considerarlo a él como oriundo de Mesopotamia, como
obispo, etc. También sirvió la visita para llenarle el morral de muchas cosas suculentas que
sirvieran, en principio, para sentar rotundamente la nota ascética que caracterizaba a
nuestro clérigo: ante una golosa exclamación de Andará, contestó secamente, "eso no se
cata, es para los pobres". Contra Beatriz, que obedecía ciegamente los preceptos de aquél.
Semejante disparidad de criterio entre las dos mujeres se mantendrá en lo sucesivo, como
iremos viendo; la cual ya está manifiesta en la siguiente muestra de la opinión de nuestro
escritor: ..."Beatriz, que más fácilmente que la otra, se dejaba inflamar del entusiasmo del
novel asceta." (p. 192). Poco después, ante el sentimiento que les producía el son de una
campana a la caída de la tarde surge una pregunta de Beatriz, que, fatigada, yacía a los pies
de Nazarín: "ese son de las campanas a esta hora...? es alegre o triste?. "Yo creo que es triste,
afirmó Beatriz. -Yo, que es alegre- dijo Andará". Terció el hombre dando razón a las dos
mujeres. Suspiraron ambas y callaron. Después de algunas consideraciones sobre la vida y
la muerte que iba haciendo Nazarín en los descansos del camino, y de las reacciones que
experimentaban sus alumnas, especialmente ante el espectáculo de la naturaleza, surge una
espontánea discrepancia: "Todo es infinito", dijo Beatriz con suficiencia. "Esto de que sea
una infinita, añadió Andará, es lo que yo no puedo entender." "Sed buenas y lo entenderéis",
remató él. Poco después surge otra distinción: Combatiendo Nazarín los menudos vicios de
la vida vegetativa, confiesa Andará: "Sí, que soy golosa: yoconozco mis flacos". Opuestamente,
"Beatriz se conformaba con todo lo que fuera abstinencia y edificación" (ps. 195, 196).
Por una antigua amiga de Beatriz, con quien se encontraron casualmente, supieron que
una terrible peste de viruela asolaba algunos pueblos de aquella región, lo cual sirvió a
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Nazarín para transmitir a sus mujeres el entusiasmo que le producía la noticia porque el
Señor les deparaba la ocasión de socorrer a los apestados. Camino de un lugar en donde iban
a enfrentarse con la peste, y donde menciona el autor otra diferencia entre los temperamen
tos de ambas mujeres: Andará probó los manjares del Señor de Belmonte, sin excederse; y
toda la noche, aun después de dormida, estuvo relamiéndose" (p. 197). En cambio Beatriz
la pasó en vela. Se sintió enferma, como en otras ocasiones se había sentido; pero esta vez
era una angustia placentera..., como una satisfacción de sentirse mal." Durante la noche
creía ver cosas buenas, sin darse cuenta de lo que veía. Por la mañana no le dijo nada a don
Nazario porque "desconfiaba de las visiones". Por otra parte, se encontraba mejor.
Emprendieron el viaje y, aún temprano, llegaron al primer pueblo apestado. Trabajo les
costó a las dos mujeres entrar en aquel lugar pestífero del que emanaba una repugnancia que
provocaba el vómito. Pero una encendida arenga de don Nazario les mitigó su estado, y
entraron en funciones haciendo un tremendo esfuerzo, bien que con distinto estado de
ánimo: "Andará llegó a adquirir una actividad estúpida. Se movía como una máquina, y
desempeñaba todos aquellos horribles menesteres casi de un modo inconsciente...Sus
sentidos estaban atrofiados" (p. 201, 202) "Beatriz obraba conscientemente...Poseía
energías espirituales con que vencer su flaqueza e imponerse aquel durísimo deber...
Evocando su fe naciente, la avivaba como se aviva y agranda un débil fuego a fuerza de soplar
sobre él" (p. 202). "Al llegar la noche, la de Polvoranca (Andará) se rindió displicente..., la
de Móstoles (Beatriz) se rindió gozosa, como soldado herido que no se cura más que del
honor". El árabe manchego sí que no se rendía: "al llegar la noche (después de haber estado
todo el día curando a unos, sintiendo morir en sus brazos a otros) "no apetecía más descanso
que enterrar los doce muertos que esperaban sepultura" (203, arriba).
Así, de un pueblo en otro, anduvieron seis días luchando con la peste y la muerte, "en
los cuales Beatriz llegó a sentir una segunda naturaleza.. .Andará, una actividad y diligencia
que dieron al traste con sus hábitos de pereza...Nazarín, "un héroe cristiano".
Contentos, satisfechos de su labor benéfica, volvieron a su habitual peregrinación.
Pronto encontraron un lugar ameno en cuyas proximidades había un castillo en ruinas
donde decidieron acampar durante unos días de necesario descanso y abundante alimentación.
Se sentían muy felices en aquel elevado campamento, situado no lejos de un pueblo a
donde podían bajar: a la fuente, a la iglesia, a comprar alguna cosilla. Pero un día, regresando
Beatriz del mismo, se le presentó el Pinto (antiguo novio) que había ido allí al trato de ganado,
y se enteró de su residencia. La amenazó de muerte: si no accedía a entrevistarse con él en
el Mesón, asaltaría con sus amigos el castillo y los mataría.
Beatriz comunicó la noticia a Andará y decidieron las dos transmitírsela a Nazarín unida
a la resolución de huir los tres; lo cual lo sobresaltó y se negó en redondo: él no concebía una
huida.
Por la mañana iban a salir de pordioseo, como de costumbre, cuando un enano que
habitaba en el pueblo, y a quien Andará había conocido, les comunica la situación peligrosa
en que se encuentran aconsejándoles la inmediata huida, ya que la Guardia Civil está
encargada de ir a buscarlos. No le prestan atención y emprenden su marcha.
Fue un día aciago porque los maltrataron y los despojaron de todo lo que habían
recaudado, que no era poco por ser aquella una región bastante productiva.
IV COMGRESO GALDOSIANO
Referente al regreso hacia su morada, se encuentra el lector con un contexto de fondo
muy humano, delicadamente descrito.
Se sentó Nazarín a descansar y al poco rato se situó sencillamente Beatriz junto a él.
Andará siguió recogiendo bellotas para la cena. Sintió entonces Beatriz que se encendía en
su alma "como una hoguera de cariño"... "Después, observándose hasta lo más profundo,
creyó que no debía comparar aquel estado del alma al voraz incendio que abraza y destruye,
sino a un raudal de agua que milagrosamente brota de una peña y todo lo inunda" (p. 241).
Tenemos aquí la sustitución del término amoroso "fuego", ya del habla popular o,
distintamente, de la mística, por el también símbolo amoroso "agua". De este modo sustituye
el escritor el símbolo de apasionamiento intenso, "fuego", por el de amor puro, verdadero.
Poco después, y situados semejantemente, dejó gravitar la cabeza Beatriz sobre el
hombro de Nazarín y quedó dormida.
No termina aquí la situación amorosa. Posteriormente dirigió la mirada aquél al tercer
personaje, Andará, quien, caída la cabeza sobre el pecho, se acercó a él lloriqueando. "Se te
ha ocurrido algún mal pensamiento?, le preguntó. "No es eso... Una tiene su amor propio...
vamos... su aquél de vanida... Lo diré en redondo y claro: Que usted quiere más a Beatriz
que a mí" (p. 244). Nazarín las equiparó en amor y remató los celos de Andará diciendo:
"Tonta ven acá, y si tienes sueño... Arrímate a mí por este otro lado y echa también un
sueñecico."
Cansados y descontentos, llegaron a su empinado campamento cuando se iba ya el día.
Cenaron las bellotas que habían recogido, y cuando se disponían a pasar la noche en
necesario descanso oyeron tumulto de voces y vieron resplandores de hoguera que subían
hacia el Castillo. Pronto se dieron cuenta las mujeres que iban a prenderlos. El monstruoso
enano tenía razón.
Metidos dentro del cortejo de escarnio presidido por el alcalde, y bajo la custodia de la
Guardia Civil, llegaron a la cárcel de aquel ayuntamiento donde dicho alcalde hizo un largo
interrogatorio a Nazarín, comentando ai mismo tiempo el motivo de su detención; no siendo
otro que al andar errando en compañía de dos mujeres, una de las cuales, Andará, estaba
acusada en Madrid de haber cometido un crimen. La otra, Beatriz, quedará libre en Móstoles,
de donde es vecina.
Durmieron los tres delincuentes, allí esperando la llegada de otros penados para seguir
hasta Navalcarnero. Entre ellos había dos con causa criminal evadidos de la prisión de
Madrid, en quienes reconocieron a los asaltantes que les habían quitado todo lo recaudado
aquel día.
Llegados a Navalcarnero los internan en la cárcel, en la cual, debido a las seguridades
que ofrecía contra posibles evasiones, quedó libre de la presencia de la Guardia Civil, una vez
que habían sido distribuidos los presos en adecuadas celdas.
La escena que se desarrolla entonces en la de los hombres es de horrenda crueldad. Había
ya en ella tres extremados delincuentes; quienes, unidos a los recién llegados, se pusieron
a insultar a Nazarín tan soezmente, que no pudiendo contenerse, les soltó una fuerte plática,
especialmente a causa de las injurias y ofensivos términos contra Jesucristo y su doctrina.
Hubo un corto tiempo de silencio, más la reacción que siguió fue asombrosa: al primer
bofetón, Nazarín rodó por el suelo (p. 279). Pudo incorporarse para decirles que los
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perdonaba, como cristiano que era; pero que no cabía en él el sentimiento del perdón en aquel
momento, separado del desprecio que igualmente sentía. La reacción entonces fue bestial:
cayeron sobre él sin piedad hasta dejarlo exánime. Después de una larga pausa, volvió a oirse
la voz de Nazarín manifestando su muy sentido perdón ahora. Transcurrido un breve
silencio, se oyó la voz defensora de uno de ellos, apodado el Sacrilego, que no había tomado
parte alguna en la lucha, y que se erige en defensor de la víctima con la autoridad y presencia
necesarias para dominar a los demás delincuentes. En adelante éste se hace excelente amigo
de Nazarín, que igualmente lo aprecia como tal.
Al día siguiente vuelven a juntarse hombres y mujeres para continuar el largo viaje
penitenciario.
Al ver las dos mujeres el estado en que se encontraba Nazarín, se volvieron medio locas.
A Beatriz la colmó la voz de él mismo manifestando el deseo de que se cumpliera "la voluntad
del que todo lo gobierna". Quien no admitía consuelo era Andará: se retorcía los brazos y
rechinaba los dientes. Dirigiéndose al Parricida, principal autor del estado lamentable del
cura, le lanzó lo siguiente: "Quisiera ser culebra, una culebrona muy grande y con mucho
veneno para enroscarme en ti y ahogarte y mandarte a los infiernos, grandísimo traidor,
cobarde" (p. 301).
Llegados a la destartalada cárcel de Móstoles, sintió el maltrecho Nazarín un frío intenso
seguido de un "horroroso quebrantamiento de huesos"; y éste, de un calor tremendo. En
semejante situación tuvo que abandonar Beatriz la cárcel por no estar en situación
presidiaría. Cuando se enteró Nazarín, sintió mucha pena; pero la consolaron el Sacrilego
y Andará diciéndole que estaba en casa del Alcalde allí al lado.
Se encontraba Nazarín en un estado febril, letárgico, del que despertaba alguna vez a
causa del dolor que sentía. Andará se le acercaba con agua para beber y a darle alguna breve
explicación que apenas comprendía. "No duerma, rece en voz alta para que haiga ruido" (p.
308) "Me alegro que no esté aquí Beatriz que todo lo quiere arreglar con lágrimas y suspiros.
Yo soy muy guerrera... No duerma, Señor". Y desapareció de pronto.
Preparaban ella y el Sacrilego la huida por un boquete del tejado, que daba al corral; pero
al llevarlo en hombros y hacerle alguna advertencia, se dio cuenta y se negó rotundamente:
"Yo no huyo... Huid vosotros y dejadme solo". No quisieron marcharse sin él.
Nazarín se sentía completamente turbado, no luciendo en su mente más que la conciencia
de su mal: "Tengo un tifus horroroso", exclamó una vez.
Cuando despertó del estado letárgico sólo se dio cuenta de que lo sacaban de la cárcel y
lo conducían tirando de él por una soga atada al cuello. "El camino era áspero... sangraban
sus pies"...Dudaba a veces, "si aquello era real o ficción de su mente".
A partir de estos momentos, el lector se da cuenta de que, efectivamente, ha entrado en
una ficción de la novela misma, o sueño.
Vamos a leerlo dividido en dos partes: Sueño de Beatriz, sueño de Andará. Objetivo:
salvar la vida de Nazarín. Comienza de este modo:
"Delante vio Nazarín a Beatriz transfigurada. Su vulgar belleza era ya celeste hermosura,
que en ninguna hermosura de la tierra hallaría semejante, y un cerco de luz purísima rodeaba
su rostro. Blancas como la leche eran sus manos, blancos sus pies, que andaban sobre las
piedras como sobre nubes, y su vestidura resplandecía con suaves tintas de aurora." (p. 313).
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Esta celestial imagen de Beatriz anuló la de sus acompañantes y sus verdugos,
oscurecidos por una bochornosa niebla formada por suspiros y sudores angustiosos. De
pronto, el sol, "un sol ardiente la disipó", y con ella se borró también la imagen de Beatriz.
Una nueva visión aparece y reemplaza a la anterior: grupos de gentes a pie y a caballo,
disparando armas de fuego y blandiendo espadas, a los que se unen los conductores de
Nazarín, arremetieron ferozmente a éste; pero no lograban matarlo, ni le hacían perder una
gota de sangre. "Y, aunque él no se defendía ni con un arañazo infantil, la furia de tanta y
tan aguerrida gente no podía prevalecer contra él (p. 314). La tremenda guerra no terminaba.
Ante tanta ferocidad llegó a temer su muerte o a que lo encarcelaran.
Entonces "vio que de la parte de Oriente venía Andará, transfigurada en la más hermosa
y brava mujer guerrera que es posible imaginar. Vestida de armadura resplandenciente, en
la cabeza un casco como el de San Miguel, ornado de rayos de sol por plumas, caballera en
un corcel blanco, cuyas patadas sonaban como el trueno, cuyas crines al viento parecían un
chubasco asolador, y que en su carrera se llevaba medio mundo por delante como huracán
desatado, la terrible amazona cayó en medio de la caterva y con su espada de fuego hendía
y destrozaba las masas de hombres. Hermosísima estaba la hembra varonil que en aquel
combate, peleando sin más ayuda que la del Sacrilego, el cual también transformado en
mancebo militar y divino, la seguía, machacando con su maza y destruyendo de cada golpe
millares de enemigos, (p. 315). No tardaron las tropas nazaristas en dominar en el campo
de batalla donde se oía la voz de Andará gritando: "Atrás, muchedumbre vil, ejército del mal,
de la envidida y del egoísmo.. .Atrás, digo, que yo puedo más y os convierto en polvo y sangre
cenagosa y en despojos que servirán para fecundar las nuevas tierras"...
"La angélica Beatriz miraba desde una torre celestial el campo de muerte y castigo, y con
divino acento imploraba el perdón de los malos." (p. 316).
"Acabóse la visión, y todo volvió a los términos de nebulosa y triste realidad" (p. 317)
Comentario
De una lectura llana, sin prejuicios sicológicos, los sueños de Nazarín nos parecerían
absurdos o incongruentes o producidos por una ilusión. Pero estamos interpretando una
novela que los contiene, y que sin ellos, quedaría reducida a la narración de unos hechos
verosímiles, bien que no frecuentes: los tres seres encerrados en la cárcel nos producirían
pena y nada más. Gracias a los sueños los personajes adquieren una dimensión más y, por
lo mismo, la perennidad de unos principios que están en la persona humana en estado
latente; pero no por eso dejan de ser verdaderos, ayudándonos a conocer mejor el engranaje
del hombre y de la mujer en sus fundamentales relaciones.
Al intertarlo en nuestro caso, tengamos en cuenta que esta ficción o sueño brota en el
mismo momento en que sus personajes, pertenecientes a la narración novelada, pasan a ser
material onírico sin interregno alguno. Todo se vuelve sorpresivo: se pierden los cuerpos en
una atmósfera caliginosa, angustiosa, que repentinamente es disipada para reaparecer
después. Pero lo verdaderamente notable es que Beatriz desaparece por completo de este
sueño que comienza con ella. Surgirá al final de los dos sin haber tomado parte en ninguno.
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Sí es verdad que es propio de los sueños la falta de ilación entre los elementos que constituyen
sus contextos; pero en nuestro caso obedece esta situación de Beatriz, como la de Andará,
a las características temperamentales de que han sido dotadas, y que el autor nos las ha ido
mostrando oportunamente. Relacionado con la situación actual, está el hecho de que Beatriz
es dócil, sumisa, y se ha enamorado místicamente de su maestro. Opuestamente, Andará:
dócil a Nazarín en estado de paz, pero emprendedora y sutil en los casos que lo requieren.
La diferencia de temperamentos la expone el autor en diversas ocasiones, como queda
anotado.
Tenemos entonces justificada la ausencia de Beatriz; es decir: su incapacidad para
acaudillar unas tropas apocalípticas como eran aquéllas. Opuestamente está manifiesto el
intrépido caudillaje de Andará. Añádase como antecedentes de ésta, el hecho de haber
acuchillado a una compañera de su anterior oficio, por una parte, y de que a ella se debe la
formación del grupo mendicante, por otra. No es por nada el hecho de que el autor se haya
detenido oportunamente a reflejar las cualidades de los seres que engendra.
Estamos, pues, ante los contextos de dos mujeres que coparticipan en la vida
elementalmente humana del protagonista, y en la que muestran su sana interioridad: sus
reacciones anímicas y orgánicas propias de su femenidad.
Le falta entonces a Galdós manifestar de algún modo lo más íntimo de su personaje
central: un hombre bien constituido, de singular atractivo físico (de "moro" lo califica
frecuentemente el autor) y retraído por su condición eclesiástica. De este complejo nace la
temperamental exigencia del sueño de Nazarín, latente, como callada referencia, desde los
orígenes de la novela.
Al analizarlo ahora, observamos que tiene dos fases distintas. En la primera, sin caudillo
que lo dirija, las hordas atacantes enfurecidas locamente no conseguían herirlo. El sueño
llega a tomar un marcado signo de irracionalismo que termina por atemorizarlo; hasta
podrían reducirlo a prisión. A esta situación irracional en que se encuentra Nazarín, viene
a sumarse la sorprendente aparición de Andará: nada es real, ni su atuendo ni sus armas,
etc. Y todo cuanto la rodea en su desorbitada acción es quimérico. Lo que sí es auténtico es
el germen que lo produce: un complejo de atractivo sexual, de respeto y de cariño por el
hombre con quien convive y que nunca se hace ostensible plenamente. O, dicho de otro modo:
referente a los dos protagonistas del sueño, se han puesto de manifiesto las "ideas latentes"
que están inmersas en la existencia del ser humano.
Pero esto no es todo porque se trata aquí del comentario de una novela que nos lleva a
examinar la parte contextual que precede y origina el sueño desde un punto de vista referente
a la reacción que experimenta su protagonista.
Primeramente la notamos sorpresiva: en el pensamiento de Nazarín no cabía la menor
sospecha de que pudiera ser conducido a una cárcel. Añadamos aquí la extrañeza que le
produce la inacabable e intermitente perorata, adornada con dicterios mortificantes que le
dirige el alcalde del lugar donde comienza su encadenamiento. Seguidamente, y como causa
principal, está la monstruosa conducta de algunos compañeros de prisión mofándose de él
y golpeándolo atrozmente hasta dejarlo inerte, casi exánime. Por último, las atenciones de
Andará al verlo en semejante estado, y la de otro preso, el Sacrilego, que se apiada de él, lo
aliviaron en lo posible. Pero al ponerse en marcha para otra prisión se movía con extremada
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dificultad. De este modo, y formando parte de una cadena de presos como dolorido eslabón
o esclavo, forja su desvanecida mente el sueño como liberación de una obligada convivencia,
en la que el maltrato y el crimen conviven con él. Pues bien, todo ello está unido en la mente
del novelista de fines del siglo pasado al abandono en que se encontraba la formación de una
ciudadanía por parte de los organismos adecuados del Estado, reflejo claramente manifiesto
en el sueño y en otros pasajes de la novela.