LA INFLUENCIA DE MADRID

EN TRES NOVELAS

DE BENITO PEREZ GALDOS

M. Roberto Assardo

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A través de los tiempos ciertas ciudades

han tenido y tienen escritores que las representan en su creación literaria, París tuvo a

Balzac, Londres a Dickens y hoy Nueva York tiene a Tom Wolfe con su reciente novela

Bo'lfire qf the Vanities (La hoguera de las vanidades). Por medio de ellos llegamos a conocer

el espíritu interior y exterior que les da vida a esas ciudades. Así Madrid también tiene un

vocero en su escritor más famoso, trasplantado de Las Palmas en las Islas Canarias, don

Benito Pérez Galdós.

El propósito de este trabajo es el de dar a conocer el Madrid del siglo diecinueve a través

de tres de sus novelas, El amigo Manso ( 1882), La de Bn'ngas (1884) Y Miau (1888). Cada

una de ellas muestra secciones de esta ciudad que todavía se conservan de manera muy

similar a como eran cuando Galdós las describió. Se verán las casas, las calles, los comercios

y los restaurantes de la época, y el efecto que éstos tienen en los personajes que las habitan

y que los frecuentan y viceversa. Cada una de estas novelas está localizada en una área

diferente en Madrid.

El amigo Manso se desarrolla entre la Calle Ancha de San Bernardo, donde se encontraba

la universidad, y la calle de Fuencarral cerca de donde vivía José María Manso. Además se

mencionan los nuevos barrios de Salamanca y de Santa Bárbara donde doña Cándida e Irene

tenían el piso que José María les había puesto. Se incluyen también algunas incursiones por

el vecindario del Retiro, donde doña Javiera compra su casa. Esto constituye la parte norte

de Madrid.

La de Bn'ngas se localiza principalmente alrededor del Palacio Real y sus calles aledañas,

que forman el centro comercial de la ciudad, las calles del Arenal, de la Montera, de Toledo

y la Puerta del Sol. También se incluyen paseos por el Retiro, la Castellana y el Prado. Esta

es la parte central y antigua de la ciudad.

Por último, Miau comprende una extensión más amplia debido a las excursiones que

tanto Luisito Cadalso como su abuelo, don Ramón de Villaamil, hacen a lo largo y amplio de

Madrid. La casa de la familia se encuentra en la calle de Quiñones entre el paseo de Areneros,

hoy la calle de Alberto Aguilera. y la Calle Ancha de San Bernardo al noroeste de la ciudad.

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Las viviendas. Para comenzar, veamos dónde residen los protagonistas de El amigo

Manso. Máximo Manso y "su vecina", doña Javiera, dueña de la casa, viven en la bulliciosa

calle del Espíritu Santo donde alquila un piso en el tercero derecha. Este refleja su estilo de

vida y su personalidad. Es pequeño, bien ventilado, satisfactorio para sus gustos limitados.

En su estudio se halla su biblioteca llena de libros eruditos. Además se encuentra rodeado

de sus "padrotes", que él describe como: "Cuatro bustos comprados por mi madre en una

tienda de yesos. Los había elegido sin ningún criterio, atendiendo sólo al tamaño, y eran

Demóstenes, Quevedo, Marco Aurelio y Julián Romea. Estos son los maestros de cuanto se

sabe -indicó la señora, llena de profundo respeto-l. Hasta este momento, su vida ha sido

muy sistemática, regida por el saber, la docencia y por sus rutinarios paseos por

la ciudad.

Sin embargo, este ritmo de vida pronto se interrumpe con la llegada de Cuba de su

hermano el indiano José María y su familia. Debido al tamaño de ésta y al hecho de ser un

hombre acaudalado, él requiere una casa equivalente a su posición económica. "Al fin

encontramos un magnífico principal en la calle de San Lorenzo, que rentaba cuarenta y cinco

mil reales, con cochera, nueve balcones a la calle y muchísima capacidad interior: era el arca

de Noé que se necesitaba" (Manso, SS). Esta casa también corresponde al estilo de vida, a

su situación financiera y a sus ambiciones políticas y sociales. En contraste a la casa de

Máximo, ésta es ostentosa, grande y desordenada. Nada marcha de una manera sincrónica,

empezando por los relojes. "Haciendo el cómputo que el desorden de los relojes de aquella

casa exigía, resultaba que las ocho campanadas marcaban las tres" (Manso, 117). Otro

ejemplo, es el espectáculo que ocurre durante una comida, en la que reina el caos completo.

Esta escena recuerda la descripción del Artículo de costumbres de Mariano José de Larra, "El

castellano viejo"2.

Sin embargo, lo más importante de esta casa es que a través de ella se refleja lo que ocurre

en la vida diaria madrileña en un aspecto social, político y literario. Después del triunfo de

la revolución que derrocó la monarquía de Isabel 11, empieza a surgir una nueva burguesía

que no se basa ya en el abolengo, sino en la riqueza, el oportunismo y la mediocridad. Estas

tres características las vemos retratadas en las figuras de José María Manso; Ramón María

Pez y Federico Cimarra; y Francisco de Paula de la Costa y Sainz del Bardal. Cada uno de ellos

tiene sus propias ambiciones que deben realizar. A este grupo debemos incluir también al

joven Manuel Peña, hijo de doña Javiera, y alumno de Manso. Este y José María tienen

pretensiones políticas y sociales similares, aunque personalmente se odian. Ambos poseen,

como dice Galdós, "el pico de oro", porque saben expresarse con elocuencia, aunque sin

contenido. Económicamente se encuentran en posición envidiable, lo que les permite

perseguir sus propias metas. En el aspecto amoroso, Manuel es el vencedor al obtener a Irene

por esposa, que a José María le habría gustado para amante. Conforme se siente más

confortable en Madrid, José María trata de extender su posición social y política. Invita a

tertulias a su casa a cuanta gente importante, o que él cree importante, con el doble propósito

de hacerse diputado, representante de Cuba y de comprarse un título nobiliario. Debido a su

dinero y a sus conexiones logra ambos. El éxito que José María tiene en adaptarse a la vida

madrileña no es compartido totalmente ni por su esposa, ni por su suegra, a quienes les es

más difícil aclimatarse, en el sentido completo de la palabra, al tipo de vida de esta ciudad;

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aunque gozan de los beneficios que ella les ofrece, tales como ropa elegante, comida, teatro

y aderezos para la casa.

Como indiqué anteriormente, doña Javiera es la dueña de la casa donde Manso alquila

un piso. Según la describe el autor, es una mujer bastante atractiva, muy abierta y muestra

interés y admiración por su inquilino. Ella pronto se da cuenta de las posibilidades futuras

de su hijo, por lo tanto, desea romper con su pasado de carnicera, y por medio de su dinero

labrar una posición alta para él. Sus intenciones son las de deshacerse completamente de su

negocio y elevar su posición social. "Lo de quitar la tienda y limpiarse para siempre de las

manos la sangre de ternera, me lo manifestó palabra por palabra. Yo lo aprobaba, aunque

para mis adentros decía que si la señora continuaba hablando de aquel modo, hallaría para

lavarse las manos la misma dificultad que halló lady Macbeth para limpiarse las suyas"

(Manso, 50-51). Más tarde él continúa: "El porvenir de su hijo, que entraba en el mundo

rodeado de esperanzas, así lo exigía. Ya el negocio de carnes había sido traspasado, y tal es

la fuerza reparatriz del olvido, que aun la misma doña Javiera no se acordaba de haber pesado

chuletas en su vida. El mundo y las relaciones hacían lo mismo" (Manso, 244).

Aprovechándose ella de su nueva posición, decide mudarse a uno de los nuevos barrios

de la creciente capital. Compra una casa cerca del Retiro en la calle de Alfonso XII. A ella debe

ir su querido inquilino, para quien había reservado "un tercerito muy mono. " Por medio de

este cambio a niveles más altos, Galdós saca a relucir el problema de la emergente burguesía,

que se basa únicamente en el poder adquisitivo del dinero. Carece de cultura y de

refinamiento, compra lo mejor y lo más caro, sin atender al gusto. Así es que doña Javiera

se vale del gusto refinado de Manso para hacer su casa respetable. El, por supuesto, es quien

se encarga de darle los toques artísticos y elegantes a esta nueva mansión, no sin antes hacer

muchos arreglos para obtener un ambiente presentable. "En la casa vi horrores. Había

puertas pintadas de azul, techos por donde corrían ciervos, angelitos dorados en los zócalos,

vidrios de colores por todas partes, papeles de follaje verde con cenefas de amaranto, bellotas

de plata en las jambas, rosetones con ninfas tísicas o hidrópicas, cisnes nadando en sulfato

de hierro, y otras mil herejías. Para la extirpación general de ellos habría sido preciso un gran

auto de fe. Era tarde ya, y sólo pude disponer algo que remendara y corrigiera el daño, pero

sin dejar de hacer a mi vecina cumplidos elogios del decorado de su suntuosa vivienda"

(Manso, 284). Si doña Javiera hace cambios en su modo de vivir, no es por asunto propio.

Sus miras son para el futuro de su hijo, por quien se desvive, y por quien hace todo lo posible

para abrirle las puertas a la nueva sociedad política y económica de Madrid.

José María Manso también pertenece a este grupo de "nuevos ricos." La decoración de

su casa también es "una cosa atroz," como diría doña Cándida. "El gabinete estaba adornado

aprisa y por contrata, con objetos ricos y al mismo tiempo vulgares, pagados al doble de su

natural. Doña Cándida se había encargado del cortinaje y de varias chucherías que sobre la

chimenea estaban. '" Un día que yo no estaba allí, acudió --creo que llevado también por

Calígula- un mercader de objetos de arte, y supo endosarle a Lica media docena de cuadros

sin mérito, que a todos los de la casa parecieron admirables por el rabioso y brillante color

de los trajes, pintados con cierta habilidad" (Manso, 93). Es evidente que una de las

funciones de Manso en esta novela es la de actuar de árbitro o comentarista de la moda, y

también para encauzar a todos por el mejor camino posible. Sin embargo, él se da cuenta de

_ BIBLIOTECA GALDOSIANA

que cuando su influencia sobre Manuel, su esposa Irene y su hermano ya no es necesaria,

o ya no surte efecto, decide irse de este mundo a regiones donde es observador y no

participante. .

La novela La de Bn·ngas presenta un aspecto bastante diferente de Madrid. La acción se

centra en el Palacio Real y sus alrededores. Los personajes que aparecen son los empleados

de Palacio y funcionarios públicos, mayores y menores, pertenecientes a la clase media o

baja; opuestos a los de El amigo Manso que forman parte de una clase adinerada sin prestar

atención a su condición previa.

Los protagonistas son Rosalía y su esposo don Francisco Bringas, quienes residen en

Palacio en el segundo piso, hecho muy importante, porque aquellos que viven en el tercero

son empleados de menor importancia en la residencia real, y por lo tanto en la esfera social.

La gente que reside en esta ciudad palatina es una especie de microcosmos de la ciudad más

grande que la envuelve. Aquí existen las mismas envidias, las mismas falsas apariencias y

la misma estratificación social y económica que en la otra. Llegamos a conocer a la familia

Bringas por una visita que les hacen a ellos el narrador y don Manuel Pez. Sin embargo, al

emprender el recorrido, estos dos señores se encuentran en un laberinto del cual no pueden

salir. "En todas partes hallábamos puertas y cuarterones, unas recién pintadas, descoloridas

y apolilladas otras, numeradas todas, mas en ninguna descubrimos el guarismo 67 que

buscábamos .... Subimos una escalera, bajamos otra, y creo que tornamos a subir, pues

resueltos a buscar por nosotros mismos el dichoso número, no preguntábamos a ningún

transeúnte, prefiriendo el grato afán de la exploración por lugares tan misteriosos .... EI

laberinto nos atraía y adelante, adelante siempre seguíamos tan pronto alumbrados por el

sol como por el gas, describiendo ángulos y más ángulos. "3 Gracias a que se aparece doña

Cándida de García Grande, ellos llegan a la casa de los Bringas.4 Posiblemente, debido a la

posición de don Francisco, oficial primero de la Intendencia del Real Patrimonio, obtuvo un

piso tan amplio y espacioso. Ya fuera como desarrollo de su imaginación o por comparar su

casa a los aposentos palaciegos, les da a ellos nombres similares a los que se encuentran en

la residencia real. "Llamaban a la sala Salón de Embqjadores, por ser destinada a visitas de

cumplido y ceremonia. Al gabinete de la derecha, donde estaba el despacho de Thiers y la

alcoba conyugal, se le llamaba Gasparini, sin duda por ser lo más bonito de la casa. El otro

gabinete fue bautizado con el nombre de la Saleta. El comedor-alcoba fue Salón de Columnas,.

la alcoba guardarropa recibió el mote el Camón, de una estancia de Palacio que sirve de sala

de guardias, y la pieza interior donde se planchaba, se la llamó la Furriela" (Bringas, 74).

Esta casa constituye el centro de actividad de la familia, donde entretienen a sus invitados,

y donde don Francisco se dedica a hacer su cenotafio piliforme, que resulta en su ceguera

temporal. La familia Bringas reside aquí hasta el triunfo de la revolución que derroca el

gobierno de Isabel 11; entonces decide buscar alojamiento en otro lugar para mostrar su

desprecio al nuevo régimen.

En contraste a las dos novelas anteriores, tenemos Miau. El único domicilio que el autor

describe es el del cesante don Ramón Villaamil, que se halla en la calle de Quiñones 13,

segundo. Todo en él es pobreza y desesperación. La sala es el cuarto que le inspira orgullo

a doña Pura, porque representa un pasado mejor de la familia. Es aquí donde entretienen a

las visitas que frecuentan la casa. "Ninguna de sus amigas tenía una sala igual. La alfombra

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IV CONGRESO GALDOSIANO _

estaba bien conservada, que parecía que humanos pies no la pisaban .... El piano vertical,

desafinado, ... tenía el palisando de su caja resplandeciente. En la sillería no se veía una mota.

Los entredoses relumbraban, y lo que sobre ellos había, aquel reloj dorado y sin hora, los

candelabros dentro de fanales, todo estaba cuidado exquisitamente."5 El resto de la casa

refleja el abandono interior que invade el alma de don Ramón, el de su esposa, aunque ella

aparenta optimismo, el de su cuñada, Milagros, y el de su hija Abelarda. Luisito Cadalso, el

nieto, debido a su tierna edad, mantiene una perspectiva más objetiva sobre lo que ocurre

en la casa. El único personaje que no parece afectado por este ambiente es Víctor Cadalso,

yerno de don Ramón, viudo de su hija mayor y padre de Luisito. Este ayuda monetariamente

a la familia cuando su suerte es ventajosa, pero también cría discordia entre ellos. Es un

oportunista que carece de toda clase de escrúpulos.

Como queda visto, cada una de las residencias de los protagonistas de estas tres novelas,

refleja sus actitudes y su modo de vivir. Máximo Manso vive en una calle y en un barrio

tradicional, en una casa modesta arreglada de un estilo conservador. En cambio en su

hermano y en doña Javiera vemos la ostentación y el mal gusto que viene con el dinero nuevo

sin lustre previo. Ambas casas se encuentran en nuevos barrios que denotan el crecimiento

y expansión de la ciudad. Las falsas apariencias las encontramos en la casa de Bringas,

iniciada por la ambiciosa Rosalía, que está dispuesta a hacer cualquier cosa, aun venderse

y humillarse para obtener lo que considera que es su verdadera posición social. Por último,

la desesperante pobreza, sin esperanza alguna de sobresalir, acosa a la familia villaamil.

Las calles y los paseos. Galdós llegó a Madrid en el año 1862. Desde ese momento se

propuso conocer la ciudad de punta a punta, sin dejar un sólo rincón por descubrir. Caminó

por todas sus calles, avenidas, mayores y menores, paseos, parques, cafés, comercios,

teatros, etc. Durante este proceso conoció a centenares de gente de todos los niveles y

categorías sociales. Cuando comenzó a escribir sus novelas, todos estos seres tomaron sus

propias características, y se convirtieron en sus creaciones. Ahora ellos y ellas son los que

recorren las calles y conducen al lector por todo Madrid, haciéndole ver los buenos y los malos

aspectos de esta ciudad. Máximo Manso, por ejemplo, tiene que hacer la peregrinación diaria

desde su casa en la calle del Espirítu Santo, hasta la de San Lorenzo donde vive su hermano.

"Favorecía mis visitas a la casa de mi hermano su proximidad a la mía, pues en seis minutos

y con sólo quinientos sesenta pasos salvaba la distancia, por un itinerario que parecía como

camino celestial, formado de las calles del Espíritu Santo, Corredera de San Pablo y calles de

San Joaquín, San Mateo y San Lorenzo. Esto era pasearme por las páginas delAño Cristiano"

(Manso, 90). Hay precisión en los detalles al indicar exactamente cuántos pasos da, y

cuántos minutos le toma para llegar a su destino. Se ve esta misma exactitud en don

Francisco Bringas cuando indica el número exacto de escalones que tiene que subir para

llegar desde su oficina hasta su casa.

"Ciento veinticuatro escalones tenía que subir don Francisco por la escalera de Damas

para llegar desde el patio al piso segundo de Palacio" (Bringas, 65).

Volviendo a Manso, vemos que aun cuando sueña, camina por las calles de Madrid

observando los detalles más minuciosos de su recorrido. Por ejemplo, cuando ve a Irene que

va en busca de la casa en donde clandestinamente se encontrará con José María, lo describe

mil BIBLIOTECA GALDOSIANA

de la siguiente manera. "La encontré, la vi pasar sola y acelerada delante de mí por la otra

acera del Tribunal de Cuentas. Yo estaba al amparo de una de las acacias que adornan la

puerta del Hospicio, y ella no me vio. La seguí. ... Pasó junto a la esterería, junto al estanco,

entretúvose un momento viendo las telas en el Comercio Catalán. ... Tomó la acera de los

pares por junto a la botica dosimétrica y siguió luego con alguna prisa .... Pasó junto a la

capilla del Arco de Santa María. '" Detúvose para reconocer una casa. En el ángulo se ve el

pilastrón de un registro de agua y arriba, una chapa verde de hierro con un letrero que dice:

Viaje de la Alcubilla. Registro núm. 6B, Arca núm 18B .... Me impresionó tanto que después

recordaba el soñado paseo por la calle de Fuencarral" (Manso, 151-152).

Tal vez sea Luisito Cadalso quien mejor representa el espíritu callejero, aventurero y

observador de Galdós. Debido a la situación precaria en que vive, don Ramón escribe cartas

a los poderosos para que lo coloquen. Así podrá jubilarse con dos quintos de sueldo, ya que

sólo le faltan dos meses para completar su fiel servicio a la nación. Por eso es que envía a

su nieto a las casas de aquellos que puedan ayudarlo. En esta instancia el niño tiene que ir

desde su casa en la calle de Quiñones, cerca de la calle Ancha de San Bernardo, hasta la de

don Francisco Cucúrbitas en la calle del Amor de Dios, por la plaza de Antón Martín en la calle

de Atocha, recorrido bastante largo para un muchacho tan joven y delicado como él. Sin

embargo, esto no le molesta, ya que no es la primera vez que hace tales excursiones. Por

medio de esta caminata nos damos cuenta de lo activo y variado que eran las calles de Madrid.

El percibe los más mínimos detalles de lo que ve y de lo que ocurre en ellas. "Yen este oficio

de peatón adquirió tan completo saber topográfico, que recorría todos los barrios de la Villa

sin perderse; y aunque sabía ir a su destino por el camino más corto, ocupaba normalmente

el más largo, por costumbre y vicio de paseante o por instinto de observador, gustando

mucho de examinar escaparates, de oír, sin perder sílaba, discursos de charlatanes que

venden elixires o hacen ejercicios de prestidigitación. A lo mejor topaba con un mono

cabalgando sobre un perro o manejando el molinillo de la chocolatera lo mismito que una

persona natural,- otras veces era un infeliz oso encadenado y flaco, o italianos, turcos, moros

falsificados que piden limosna haciendo cualquier habilidad. También le entretenían los

entierros muy lucidos, el riego de las calles, la tropa marchando con música, el ver subir la

piedra sillar de un edificio en construcción, el Viático con muchas velas, los encuartes de los

tranvías, el transplantar árboles y cuantos accidentes ofrece la vía pública" (Miau, 16). Es

increíble todo lo que absorbe este muchacho. Sus descripciones son tan exactas, que al leerlas

nos sentimos no sólo transportados a esas calles, sino que somos testigos oculares de toda

esa actividad. Sin embargo, el viaje de regreso lo agota, y para descansar se sienta en un

peldaño del convento de Don Juan de Alarcón (que hoy no existe) en la calle de Puebla. Aquí

sufre ese sopor que acompaña su sueño donde tiene sus conversaciones con Dios. Una vez

éste concluye, sigue su camino a casa para completar la misión que le encomendó el abuelo.

Sin duda alguna, los paseos más populares en estas tres novelas son por el Prado,

Recoletos, la Castellana y el parque del Retiro. Eran lugares donde las familias llevaban a

sus hijos, y donde las damas y caballeros tenían la oportunidad de lucirse. Los Bringas los

frecuentaban en las calurosas noches de verano. Rosalía llevaba a sus hijos al Retiro en la

primavera en compañía de don Manuel Pez. Este paseo es muy interesante porque nos

muestra edificios que existieron en esa época, cuando el parque era parte del Patrimonio

IV CONGRESO GALDOSIANO 111

Nacional, y únicamente la nobleza y ciertos empleados de Palacio podían entrar en lo que

se llamaba lo Reservado. "¡Qué contentos iban los cuatro a lo Reservado, cuya entrada se

les franqueaba por ser Rosalía de la casa! ¡Y cuánto gozaban los chicos viendo la casita del

Pobre, la del Contrabandista y la Persa, echando migas a los patitos de la casa del Pescador,

subiendo a la carrera por las espirales de la Montaña artificial, que es en verdad, el colmo

del artificio! Todos aquellos regios caprichos, así como la Casa de Fieras, declaran la época

de Fernando VII, que si en política fue sólo brutalidad, en arte fue tontería pura" (Bringas,

124-125). Todos estos edificios desaparecieron. Hoy sólo existen dos columnas que marcan

la entrada donde se encontraba la Casa de Fieras.

Una de las escenas más interesantes que tiene lugar en estas novelas, ocurre en la calle

de Bordadores, donde vive Refugio Sánchez Emperador, hermana de Amparo y pariente

lejana de Rosalía. Esta es una calle estrecha y no muy larga, que enlaza la calle Mayor con

la del Arenal. Lleva este nombre desde el siglo XV cuando el gremio de bordadores se

estableció en ella en tiempos del rey don Juan 11. 7 Hoy en día este gremio ya no existe y en

esta calle se encuentran una variedad de casas y de negocios. La casa en que Galdós sitúa

la residencia de Refugio no ha cambiado mucho desde la época en que la describe. "Refugio

vivía en la calle de Bordadores, frente a la plazoleta de San Ginés, en una casa de buena

apariencia .... La vecindad no podía ser más respetable: en el bajo, una tienda de objetos de

bronce para el culto eclesiástico; en el entresuelo un gran almacén de paños de Béjar, con

placa de cobre en la mampara; en el otro principal, la redacción de un periódico religioso"

(Bringas, 274). Todavía existe una tienda de objetos de culto eclesiástico, y también un

almacén donde se venden telas. A pesar del lapso de tiempo entre ese entonces y hoy, no

ha habido mucho cambio físico. La escena que tiene lugar en el interior de este apartamento

es de suma importancia en el desarrollo de la novela, porque en ella vemos el reverso de

papeles. De altanera y arrogante, Rosalía se humilla y se convierte temporalmente en la

sirvienta de Refugio para obtener el dinero que tan desesperadamente necesita para pagar

su deuda a Torquemada, así evitará que su esposo llegue a saber la verdad sobre la situación

económica en que se ha metido. Este es tal vez el punto más bajo a que Rosalía llega para

mantener su posición social.

Aunque Madrid ha cambiado y ha crecido mucho en más de la centuria desde que Galdós

escribió estas tres novelas, es posible imaginarse que al caminar por las calles, paseos y

parques nos encontramos con Rosalía, su esposo y sus hijos paseando por el Retiro; que

veamos a don Ramón Villaamil en dirección al Ministerio de Hacienda para molestar a los

empleados para ver si puede recuperar el puesto que tanto merece; que demos con Manso,

ya sea en camino a la casa de su hermano, a la universidad o de paseo por la Castellana. Tanto

en ese entonces como hoy, las calles de Madrid se mantienen muy animadas de día y de noche

con centenares de gente que las transitan, las transitaron y continuarán transitándolas, y

básicamente los personajes serán muy parecidos a los que hemos visto previamente.

Comercios, restaurantes y cqfés. Los comercios desempeñan un lugar prominente en la

novelística galdosiana. Como consecuencia de sus paseos, Galdós observó y conoció a

muchos de ellos. Don Federico Carlos Sainz de Robles lo explica de la siguiente manera.

"Fueron el pequeño industrial de barrio, o de extraordinario, y el comerciante de alto o de

ID BIBLIOTECA GALDOSIANA

pequeño negocio, los profesionales que más atrajeron el interés, y hasta la simpatía del

genial novelista, como si en ellos viera los más firmes puntuales de uns sociedad media, en

el que privaban los medianos, cual si en un término medio estuviera el fiel de la balanza. vital.

Y, como es lógico, a ellos prestó fervoroso celo para convertirlos en personajes del reparto

del gran teatro a desarrollarse en diarias funciones matritenses, ya como protagonistas, ya

criaturas secundarias o de relleno, y hasta cual esos comparsas que aun saliendo a escena

apenas pronunciaban palabra y sólo se califican por medio de gestos y ademanes. "8 El que

más sobresale es el Almacén de Sobrino Hermanos, en la calle de Postas, en La de Bringas.

Es esta tienda la que hace caer a Rosalía en la tentación del vicio de la adquisición de ropa

del cual no puede sobreponerse. Es la manteleta, como la manzana de Eva (Bringas, 98), por

donde comienza el camino de su perdición. Ella no se encuentra sola en este vicio, su amiga

y compañera de compras, Milagros, la marquesa de Tellería, contribuye aun más a su ruina

moral y económica.

Las calles Mayor, Preciados, de la Montera y del Arenal constituyen el centro donde se

localizan las tiendas de artículos de ropa tales como las sombrererías de las Toscanas y de

Sempere, y el Almacén de los Hijos de Rotonda. Tanto en La de Bringas como en El amigo

Manso se menciona a Worth, famoso modista europeo cuya tienda principal tenía sucursales

en las principales capitales del continente, y también a Binder, el de los coches, uno de los

vendedores de coches y carruajes exclusivos de ese tiempo.

En lo que respecta a cafés y restaurantes, en las novelas mencionadas se encuentran el

de Bonelli, posiblemente en la carrera de San Jerónimo, y el de Trouchín en la calle del Arenal

(Bringas, 135). También nombra el famoso restaurante de Lhardy, que desde 1839 se

encuentra en el mismo local de la carrera de San Jerónimo, 8. Galdós lo frecuentó mucho,

mencionándolo en otras de sus obras. También saca a relucir el Café de Famas, ya

desaparecido, que se encontraba en la calle de Alcalá, 19. Este era concurrido por las grandes

figuras políticas y literarias de la época, tanto como por otro tipo de clientela. "Al Café de

Famas -en la esquina de la de Peligros- acudían los señoritos perdis, los señorones

"verdolagas", las "entretenidas", de postín, los toreros "de lujo" y los "sablistas" con mejores

trucos. "9 Tal vez por esa razón es que a Manuel Peña le gusta frecuentarlo, ya que encaja

muy bien en ese ambiente.

Sin embargo, no es en ninguno de estos lugares de tanto renombre donde Galdós nos da

la mejor descripción del ambiente, como en la buñolería de la calle de San Joaquín. Es un lugar

insólito para encontrar a Manso. De su propia cuenta nunca pondría pie en él; pero a

instancias de su alumno, entre en ese antro. Lo que ve es lo siguiente. "La buñolería estaba

pintada de rojo, a estilo de las tabernas de Madrid. Las paredes sucias, forradas de un papel

con casetones repetidos, llenos de pastorcitas, ofrecían una superficie rameada y pringosa.

Un mostrador chapeado de latón, varias sillas desvencijadas, un reloj y un calendario

americano, que no sé para qué servían, formaban el mueblaje, y el vaho de aceite frito

espesaba la atmósfera (Manso, 122). La clientela es aun más interesante y pintoresca. La

escena de esta buñolería recuerda un cuadro de costumbres, según la manera como Galdós

describe a los personajes y el papel que desempeñan en la sociedad y la clase social a que

pertenecen. "Estas reflexiones hacía yo mirando a dos parejas que en las mesillas de enfrente

estaban. . .. Eran cuatro artistas de género flamenco, dos machos y dos hembras que

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acababan de salir del café-teatro de la esquina .... Ellas eran graciosas, insolentes, la una

gordinflona, espiritual la otra, ambas con mantones pardos, pañuelos a la cabeza, liados con

desaliño y formando teja sobre la frente; las manos bonitas, los pies calzados con perfección.

De capa, pavero y chaqueta peluda, afeitados como curas, peinados como toreros sin coleta,

los hombres eran de lo más antipático que puede verse en la Creación. Las cuatro voces

roncas sostenían un diálogo picado zumbante y lleno de interjecciones, del cual no se

entendían más que las groserías y barbarismos" (Manso, 120-121). Aquí se hace evidente

el poder observador y descriptivo del autor. El no pierde ni un sólo detalle del ambiente y

descriptivo del autor. El no pierde ni un sólo detalle del ambiente y de los personajes que

observa. Como es evidente, hay más caracterización de las mujeres que de los hombres. Es

interesante notar que la referirse al grupo lo hace usando los términos, machos y hembras;

sin duda para poner énfasis al bajo nivel social a que pertenecen.

En Miau podemos ver otro ejemplo de esos lugares humildes, pero con carácter, que es

lo que encuentra don Ramón Villaamil cuando decide liberarse por fin de la cadena que lo

ha sujetado a su familia y a su trabajo. En este momento, él siente completa libertad. Luisito

vivirá con su tía Quintina, hermana de Víctor. En ese nuevo ambiente un buen futuro le está

asegurado. Abelarda se casará con Ponce, quien se hará cargo de doña Pura y de su hermana,

Milagros. El está libre de su trabajo; ya que se da cuenta de que nunca lo dejarán completar

los meses que le quedan para obtener su pensión de jubilamiento. Irónicamente, al final de

su vida, por primera vez, se siente libre para hacer y decir lo que quiere, sin represión alguna.

Para celebrar este acontecimiento entra en una taberna llamada muy simbólicamente, "La

Viña del Señor", que se encuentra en la cuesta de San Vicente.

"Por fin, ante una taberna de buen aspecto se detuvo murmurando: "Aquí deben de guisar

muy bien. Entra Ramón, y date la gran vida". Dicho y hecho. Un rato después hallábase el

buen villaamil sentado ante una mesa redonda, de cuatro patas, y tenía delante un plato de

guisado de falda olorosísimo, un cubierto cachicuerno, jarro de vino y pan. "Da gusto -pensaba,

emprendiéndola resueltamente con el guisote- encontrarse así tan libre, sin compromisos

y sin cuidarse de la familia" (Miau, 269).

Los cafés y restaurantes constituyen, para Galdós, lugares donde gente de diversas

categorías sociales, económicas e intelectuales se reúnen para gozar y para escaparse de la

rutina diaria. Aquí hay intercambio de ideas y cierto desahogo de las penas y de los problemas

que acechan a los personajes. Por eso es que figuran prominentemente en su producción

literaria. Además, éstos constituyen un aspecto básico de la vida madrileña, en donde la

interacción social se lleva a cabo en ello, pues, ¿qué sería Madrid sin sus cafés?

Como queda dicho, Madrid fue para Galdós el centro de la vida. Aquí él abandonó el

estudio académico universitario, por el práctico que adquirió en las calles, conociendo hasta

los más recónditos recovecos de esta ciudad. Por estos recorridos conoció de manera directa

e indirecta a gente que después creó como personajes que aparecen en toda su producción

literaria. El autor mismo se expresa más elocuentemente en la conferencia que presentó en

el actual Ateneo de Madrid en la calle del Prado, el día 28 de marzo de 1915. "Ello es que no

podía resistir la tentación de lanzarme a las calles en busca de una cátedra y enseñanza más

amplias que las universitarias; las aulas de la vida urbana, el estudio y reconocimiento visual

de las calles y callejuelas ... de esta urbe madrileña, que a mi parecer contenían copiosa

1111 BIBLIOTECA GALDOSIANA

materia filosófica, jurídica, canónica, económico-política y, sobre todo, literaria."

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En lo que respecta a sus personajes, ellos fueron los hijos que engendró, que le salieron·

de la mente, ya los cuales les dio vida y los presentó al mundo para darles inmortalidad, no

sólo a ellos, sino a sí mismo. A pesar de la soledad y de la ceguera en que don Benito pasó

los últimos años de su vida, nunca se sintió desamparado. Siempre estuvo rodeado de todos

ellos. Los buenos y los malos, los ricos y los pobres, los sanos y los enfermos, los favorecidos

y los desgraciados. Ni él los abandonó, ni ellos lo abandonaron. Siempre existió un fuerte

lazo de unión entre ambos. El se encontró con ellos en sus recorridos por las bulliciosas calles

y paseos. Ellos vio en los cafés, en los restaurantes, en los teatros y en otros lugares sagrados

y profanos. Madrid los enlazó, desarrollando una dependencia mutua entre ambos; ya que

el uno y los otros se necesitaron 11.

Me gustaría concluir esta ponencia con una cita de don Benito sobre Madrid que

generalmente lo asociamos con gran gentío, bullicio, y constante vida activa de día y de

noche. Sin embargo, al leer El amigo Manso encontré un párrafo que me impresionó mucho.

Aquí Manuel Peña le describe a Manso cómo él e Irene perciben la ciudad una noche toda llena

de paz y de tranquilidad. Aun parece que ellos se encuentran totalmente aislados en este

mundo citadino. "Todos dormían. La noche estaba hermosísima. Calladito salimos al balcón.

¡Qué noche, qué cielo estrellado! ¡Qué silencio en las alturas! ... y soñoliento, enroscándose

en su suelo salpicado de luces de gas" (Manso, 235 -236)12.

IV CONGRESO GALDOSIANO mil

Notas

1 Benito Pérez Galdós, El amigo Manso, Madrid: Alianza Editorial, sexta edición en "Libro de

Bolsillo", 1983. Todas las citas de esta obra serán tomadas de esta edición y aparecerán entre paréntesis

con el número de la página, (Manso, 22). Para aclarar esta cita recomiendo leer el artículo de R. M. Price,

"The Five "Padrotes" in Pérez Galdós El amigo Manso", Philosophical Quaterly, Vol. 48 (April1969),

234-246.

2 La descripción de esta escena se encuentra en las páginas 58-59 de esta edición. El profesor

Ricardo Gullón en el libro, Técnicas de Galdós, en el capítulo, "El amigo Manso", también explica estas

ideas expresadas por Galdós, páginas 98-99.

3 Benito Pérez Galdós, La de Bringas, Edición de Alda Blanco y Carlos Blanco Aguinaga, segunda

edición, Madrid: Ediciones Cátedra, S.A., 1985. Todas las citas de esta obra serán tomadas de esta

edición y aparecerán entre paréntesis con el número de la página, (Bringas, 66-67).

4 Gullón, él explica el concepto del laberinto del Palacio en esta novela en el artículo citado

previamente, pág. 126.

5 Benito Pérez Galdós, Miau, Librería y Casa Editorial Hernando, S.A., 12ª ed., 1985. Todas las citas

de esta obra serán tomadas de esta edición y aparecerán entre paréntesis con el número de la página,

(Miau, 37-38).

6 Benito Pérez Galdós, Obras completas, 1, Introducción, Biografía, Notas y Censo de personajes

por Federico Carlos Sainz de Robles, Madrid: Aguilar, 1981, pág. 16, 20.

7 Pedro de Répide, Las calles de Madrid, Madrid: Afrodisio Aguado, S.A., 1985, pág. 87-88.

s Federico Carlos Sainz de Robles, "El comercio y la pequeña industria de Madrid en la obra de don

Benito Pérez Galdós, "Anales del Instituto de Estudios Madn"leños, 15 (1987), 311-326.

9 -,Madrid, crónicay guía de una ciudad impar, Madrid: Espasa-Calpe, S.A., 1962, pág. 368.

10 Galdós, Obras completas, "Guía espiritual de España", "Madrid", pág. 1.560.

11 Para darnos una idea de los sentimientos que don Benito tiene hacia sus personajes, recomiendo

leer en especial el último párrafo del artículo de Federico Carlos Sainz de Robles, "El Madrid de Galdós;

o Galdós uno de los "cuatro grandes", no madrileños, de Madrid", Instituto de Estudios Madrileños,

Madrid: Artes Gráficas Municipales, 1967, págs. 5-27.

12 Quisiera agradecer a The University ofWisconsin-Stevens Point Foundation, Inc. y al Sr. Javier

Morales Vallejo, Jefe del Servicio de Museos y Seguridad, Patrimonio Nacional, Palacio Real, Madrid por

la ayuda que me proporcionaron para llevar a cabo las investigaciones sobre el Madrid de Galdós.