LA POLITICA REVOLUCIONARIA

COMO SUBLITERATURA:

EL CASO DE JUAN BOU

Martha G. Krow-Lucal

11

Desde hace más de veinte años se ha venido

comentando la escasez de personajes obreros en la obra novelística galdosiana (Regalado

García 198-200; Botre160-79, etc.). Un análisis detallado de uno de los pocos personajes de

dicha naturaleza, Juan Bou de La desheredada (1881), puede arrojar algo de luz sobre las

creencias de don Benito acerca del movimiento obrero español de su tiempo, en el momento

de empezar a escribir la mayor parte de las novelas conocidas hoy como las Novelas

contemporáneas.

Juan Bou es el litógrafo/tipógrafo izquierdista catalán que se enamora de Isidora Rufete,

la protagonista de la novela. Los atributos de este personaje -su oficio, sus creencias

políticas y su origen- son escogidos y entrelazados por el autor con sumo cuidado; nada se

deja al azar ni al costumbrismo fácil.

Este obrero-sol es, personalmente, una mezcla de buenas y malas características, un

hombre bondadoso a pesar de sus fanfarronerías y bravatas: "A pesar de sus baladronadas

políticas y su aspecto feroz, Juan Bou, el ursus speloeus, era lo que vulgarmente se llama un

infeliz, un buenazo, un alma de Dios. Tenía corazón tierno, bondadoso y sensible, y no podía

ver una desgracia sin tratar de aliviarla" (11, IV, 299). Sin embargo, el lenguaje del personaje,

siempre un elemento descriptivo clave en la novela galdosiana, indica que puede ser

peligroso: "Si cuando estaba picado de mala mosca su lenguaje era conciso y brutal y se comía

los niños crudos, cuando tenía buen humor, su dicción se fluidificaba, adornándose con la

hojarasca de la fanfarronería" (11, IV, 299). Sus ideas brutales, ásperamente expresadas,

contribuyen al atentado regicida de Mariano Rufete, alentando el deseo del joven de "ser

célebre"; también le sugiere la idea de vengarse de varias personas, encarnándolas en una,

y luego matando a esa persona (11, XIV, 440)1. Montesinos ha visto muy bien que Bou no

es "del todo inocente del desquiciamiento mental de (Mariano)" (11); aún cuando le

amonesta a Mariano contra el uso de las bombas "porque con esa clase de armas no se

defiende al pueblo" (11, XIV, 441), ya es tarde. El joven ha incorporado a su forma de razonar

la incitación de Bou a la violencia.

Juan Bou es catalán, oriundo de Barcelona. Es lógico que el obrero-sol sea natural de la

capital catalana, una ciudad mucho más industrializada que Madrid y más consciente del

'l:t:1 BIBLIOTECA GALDOSIANA

concepto de la lucha de clases. Los apodos puestos a este obrero catalán -el oso torcaz, la

hidra sin hiel, etc.-demuestran, (aparte del gusto de Miquis por la paradoja), empero, una

ambivalencia fundamental en el pensamiento galdosiano respecto a Cataluña en el momento

de escribir La desheredada. Antonio Regalado García subraya esta ambivalencia al describir

así a Bou: "El Juan Bou de La desheredada se aproxima algo a la representación del

anarquista, pero es más bien la parodia de un republicano anarquizante, buen burgués en

el fondo, dotado de truculenta retórica revolucionaria" (199). Desde luego que Galdós

admiraba a los catalanes y Cataluña, como se colige de la primera descripción completa de

Bou: "Juan Bou era un barcelonés duro y atlético, de más de cuarenta años, dotado de esa

avidez de trabajar yde esa potente iniciativa que distinguen al pueblo catalán" (11, IV, 292).

Puesto que el desarrollo de una España moderna debía provenir de las actividades

emprendedoras de la burguesía, esa "base del orden social" ("Observaciones" 122), Cataluña

tendría que merecer su aprobación entusiasta como la región más industrializada. Pero la

otra cara de la moneda de la industrialización era, desde 1854 por lo menos2, un nutrido

movimiento obrero que tenía como meta no sólo unos jornales más elevados y condiciones

de trabajo menos inhumanas (reclamaciones que Galdós bien podía apoyar), sino también

la destrucción de la orden socioeconómica actual. Juan Bou, el símbolo de lo que significaba

Cataluña para Galdós en el momento de escribir La desheredada, refleja la ambivalencia de

su autor. El buen corazón y la afición al trabajo del personaje representan el aspecto positivo

(a los ojos de Galdós) de Cataluña, a la vez que sus ideas simplistas y violentas demuestran

los peligros del movimiento obrero, más poderoso en Barcelona que en ninguna otra parte

de la Península.

Bou es litógrafo y tipógrafo porque, como Galdós bien sabía, los que trabajaban en la

imprenta formaban la agrupación obrera más revolucionaria del siglo XIX español. La sección

de la Primera Internacional fundada por Giuseppi Fanelli en Madrid en 1868 contaba entre

su veintiún miembros cuatro tipógrafos, un litógrafo y dos impresores (Lorenzo 43). Pablo

Iglesias, el fundador del Partido Socialista español, era también tipógrafo, así como su colega

socialista José Mesa Leornpart, delegado por Madrid a la Conferencia Internacionalista de

Valencia de 1871 (Tuñón de Lara 198). Rafael Farga Pellicer, uno de los dos delegados

españoles al Congreso de la Internacional en Basilea (septiembre 1868) era también

tipógrafo que había participado activamente en el movimiento obrero barcelonés durante

muchos años. La lista de "militantes" allegados a los oficios de imprenta podría alargarse

indefinidamente. Es muy posible, por otra parte, que el espíritu revolucionario de los

tipógrafos atrajera la atención del autor de La desheredada mientras escribía la novela en

1881, gracias a la primera huelga española desde la Restauración borbónica -una huelga de

tipógrafos. Asimismo, como periodista Galdós no podía ignorar las implicaciones radicales

de dicha huelga, alentada por el (nuevamente legítimo) Partido Socialista y las creencias

políticas de los trabajadores de la imprenta. Según Gerald Brenan, estas creencias habrían

parecido particularmente amenazantes en 1881 (el año en que apareció La desheredada):

In (February) 1881 Sagasta's "fusionist" party carne into office and restored to the

working classes their old right of association. The Socialists could therefore appear

openly. The patywas refounded with 900 members ofthe printers' and typographers'

IV CONGRESO GALDOSIANO lB

union and a hundred members from other professions, and Iglesias was elected

secretary. Sorne of the printing establishments had refused to carry out their legal

obligations towards their employees. They the therefore struck work. It was a very

small strike -only 300 typographers were involved-but it was the first one the country

had seen since the restoration of the Monarchy, and it created a great sensation. Several

newspapers had to cease publication and the whole press, Liberal as well as Conservative,

resounded with denunciation of the Socialists (216).

La justificación histórica del oficio de Bou queda clara: los que trabajaban en la imprenta eran

los revoltosos, los más conscientes de la lucha de clases del Madrid de la segunda mitad del

siglo XIX.

Bou resulta una extraña mescolanza de atributos anarquizantes y liberales que se niegan

a formar una totalidad coherente. Se presenta una de sus obsesiones capitales de "anarquista"

cuando aparece la primera descripción completa del personaje; según Bou, "Nosotros, los que

no tenemos las manos llenas de callos, no éramos pueblo; vosotros, los propietarios, los

abogados, los comerciantes, tampoco erais pueblo" (11, IV, 293). Este es, claramente, un

concepto libertario, y la cuestión de quién podría ser considerado obrero no era para ser

desechada ligeramente3• Surgía una y otra vez en los congresos libertarios (ya que muchos

anarquistas proletarios desconfiaban de los profesionales e intelectuales que profesaban fe

en los movimientos revolucionarios), causando serias y recurrentes desavenencias. Galdós

oiría, como periodista y seguidor ávido de la política nacional que era, los ecos de esta

cuestión a lo largo de la década de los setenta. Los anarquistas no dejaban de salir en las

noticias de aquellos años, aún cuando gran parte de las noticias que aparecían en la prensa

mayoritaria resultaran inexactas (o calumnia pura).

Bou abriga otra creencia muy apreciada por algunos anarquistas: que el dinero como

medio de intercambio debe desaparecer (y desaparecerá) dentro de poco tiempo. En 1876,

hablando con Mariano (alias Pecado) y el estampador que trabaja en su taller, les informa

de una manera contundente:

- Sí, se suprimirá el dinero, que no sirve más que para negocios indecentes.

Suprimiendo el numerario, quedarán suprimidos los ladrones ... y palante.

Ambos (Mariano y el estampador) abrieron medio palmo de boca.

- Pero el dinero, -se aventuró a decir Mariano-, no se ha de quitar hoy ni maftana ...

- Quién sabe ... La cosa está mal. Dicen que esto se va. Me escriben de Barcelona que

se está trabajando ...

- El dinero no se suprime, -afirmó Pecado rebelándose tenazmente coma la incontrovertible

sabiduría del maestro.

- Hombre, que sí. (II, IV, 303)

La simplicidad engañosa de semejante idea atraería naturalmente a un personaje ingenuo

como Bou, y el movimiento libertario, como cualquier movimiento de tipo milenario, tenía

que fulminar en algún momento contra la malignidad del dinero, como hizo en efect04•

_ BIBLIOTECA GALDOSIANA

Pero el concepto anarquista más alarmante que sugiere Bou es el de la propaganda por

el hecho, aunque lo nombre así. Cuando dice el estampador de Mariano, "Pero éste dice que

quiere ser célebre, aunque para ello tenga que hacer una barbaridad" (11, IV, 305), el maestro responde:

- Hombre, hombre, ¿tú quieres dar golpe? Valiente papamoscas. Pues dalo, hombre

dalo. No te faltará ocasión. Inventa cualquier cosa, aunque sea una barbaridad, como

dices. Puede que no lo sea. Hoy se tiene por barbaridad lo que mañana quizás se mire

como una gran acción. (lI, IV, 305)

Esta aseveración, amén de unas cuantas más en el curso de la segunda parte de la novela, igualmente

simplistas y violentas, le alientan a Mariano en su atentado contra la vida del rey.

Según G. Brenan,

"the first reference to propaganda by deed occurs in a letter written by Malatesta to

Cafiero on 3 December 1876 and published in the Bulletin de la Fédérationjurassienne:

"The Italian Federation believes that the insurrectionary deed, which attempts to affirm

socialist principIes by action, is the most efficient means of propaganda, the only one

which neither cheating nor depraving the masses, is able to make its way effectively

into the lowest social strata and direct the living forces of mankind toward support of

the international struggle." (168)

La idea de las represalias contra algunos burgueses y contra el orden burgués en general no

era, sin embargo, desconocida en el movimiento libertario español. Ya en 1874, en los

primeros meses de la clandestinidad de la Internacional, la idea había surgido en un

manifiesto de la ComisiónJederal, reproducido en parte por Termes:

... todo explotador, todo ocioso que vive de la renta, todo capitalista parásito ... (que nos

haya infligido) una ofensa grave y haya violado nuestros derechos, caerá bajo los

golpes de una mano invisible, y sus propiedades serán entregadas al fuego, a fin de que

nuestra justicia no se cumpla en beneficio de sus herederos legales. (234)

La supresión legal de la Internacional, llevada a cabo una semana después del golpe de

Pavía (Termes 253), indudablemente llegó a alentar en la organización una teoría de

violencia que se volvía práctica en algunas ocasiones. Conforme avanzaba la década de los

setenta, la violencia se extendía en España y en toda Europa. Díaz del Moral hace notar que:

en la (conferencia comarcal) de Andalucía del Oeste de 1878 se resolvió acudir a la

propaganda por el hecho y a las represalias como sistema de lucha contra la burguesía,

y, en efecto, por aquellos años aumentó extraordinariamente el número de incendios

en los cortijos de Sevilla y Cádiz. En la conferencia de 1879, la Federación Española crea

su comité de guerra, y en el tema 7 manifiesta su simpatía por todos los hombres" que

han tenido suficiente ánimo y buena voluntad para atentar contra la vida de los

opresores y explotadores del género humano, y muy principalmente contra los que

impiden el desarrollo de las ideas anárquico-colectivistas." (122)

IV CONGRESO GALDOSIANO IDD

El incendio no era el único medio de represalia. En 1878 hubo varios atentados contra

monarcas europeos: dos contra el káiser Wilhelm 1, uno contra Umberto I de Italia, y el

atentado contra Alfonso XII por el anarquista catalán Juan Oliva Moncusís . El golpe de gracia

llegó elide marzo de 1881 con el asesinato del zar Alejandro 11 de Rusia. El acontecimiento

no era del todo inesperado, pues los asesinos, miembros de un grupo de ideas anarquizantes,

según Murray Bookchin, "had publicly sentenced the Czar to death in 1879 and tracked him

for two years until they were successful. The duel between a handful of terrorists and the

massive Russian state had fascinated the world - and had brought the Czar to the point of

nervous collapse" (115).

La carta de Santiago Quijano-Quijada que pone fin a la primera parte de La desheredada

tiene fecha de junio 1881; Galdós estaría escribiendo la novela cuando ocurrió el atentado

ruso, y tendría que dejarle horrorizado. La violencia le era profundamente antipática a don

Benito; el asesinato haría que el anarquismo (o lo que entendía por tal) le pareciera

repugnante. Por otra parte, es muy posible que los temores de 1881 se proyectaran sobre

esta historia de los años setenta que escribía en aquel moment06•

Es curioso notar, sin embargo, que Bou no resulta ser un anarquista del todo verosímil,

sino más bien literario; esto es, una amalgama de características, algunas claramente

libertarias, otras que podrían clasificarse como republicanas, y aún otras que chocan

violentamente con las ideas ácratas. Como don Santiago Quijano-Quijada en esta misma

novela, Bou tiene que desempeñar varios papeles con fines distintos (ya veces encontrados),

lo que acaba por dejar un saldo de contradicciones sin resolver.

Cuando llegamos a conocer a Bou (en 1875 o 1876), se nos informa que el catalán tiene

"dos géneros de fanatismo; el del trabajo, pues no podía estar inactivo nunca, y el de la

política" (11, IV, 293). Su obsesión con los líderes del partido liberal es un síntoma de su

interés en la política: "Las celebridades del partido no habían hecho nada ... ¡Farsa, pura

farsa! Ello había hecho todo ... " (11, IV, 295). Censura a estos mismos líderes un poco más

adelante: "¿Prim? un tunante. ¿O'Donnell? un pillo. Tiranos todos y verdugos. Olózaga,

Castelar, Sagasta, Cánovas. Parlanchines todos" (11, IV, 305). El manuscrito de la novela es

aún más explícito, y le hace al personaje dueño de una colección de caricaturas políticas que

abarca un cuarto de siglo de historia contemporánea. También en la versión manuscrita, Bou

participó en el levantamiento cantonalista de Cartagena en el verano y el otoño de 1873, y

después de la derrota del cantón en enero de 1874 se marchó a Orán7• En la versión impresa

de la novela las caricaturas desaparecen y la referencia al cantón murciano se vuelve más

borrosa. Bou sí participa en algunas aventuras políticas antes de octubre de 1873, pero éstas

quedan sin aclarar; no se menciona Cartagena. En octubre del 73 se establece definitivamente

en Madrid (II, IV, 294).

Sería lógico encontrar a un republicano federalista en Cartagena, pero los historiadores

del siglo xx reconocen unánimemente que no fue una sublevación de carácter libertario

(como sí lo fueron las de Alcoy y Sanlúcar de Barrameda, por ejemplo). Participaron pocos

anarquistas en los acontecimientos de Cartagena, por razones fáciles de adivinar. Aunque

en 1866-68, como observa Tuñón de Lara, "La mayoría de los medios obreros eran

republicanos" (188), ya para 1873 la postura de la Internacional se había vuelto decididamente

apolítica. Los obreros no debían disipar sus fuerzas tratando de realizar fines políticos

_ BIBLIOTECA GALDOSIANA

burgueses, sino que debían aplicarse a llevar a cabo una revolución social y económica. A.

Lorenzo reproduce la declaración acerca de las actividades políticas del Congreso Internacional

de Barcelona (1870):

... toda participación de la clase obrera en la política gubernamental de la clase no podría

producir otros resultados que la consolidación del orden de cosas existente, lo cual

necesariamente paralizaría la acción revolucionaria socialista del proletariado.

El Congreso recomienda a todas las secciones de la Asociación Internacional de los

Trabajadores que renuncien a toda acción corporativa que tenga por objeto efectuar la

transformación social por medio de las reformas políticas nacionales, y les invita a

emplear toda su actividad en la constitución federativa de los cuerpos de oficio, único

medio de asegurar el éxito de la revolución social. (122)

El secretario del Consejo Federal español de la Internacional, Francisco Tomás, escribió en

una carta dirigida al Consejo Federal de Norteamérica y fechada el15 de abril de 1873, que

"El movimiento de Alcoy ha sido un movimiento puramente obrero, socialista revolucionario.

El de Cartagena es puramente político y burgués ... En Cartagena no había internacionales

y no creemos que los haya actualmente en ningún movimiento que defienda a este

cantón" (Tuñón de Lara 223). La Comuna parisina de 1871 o las acciones de un Fermín

Salvochea podrían atraer libertarios aventureros, pero Cartagena no significaba nada para

los que anhelaban derrocar el sistema capitalista.

Los periódicos de la época, sin embargo, no tardaron en echar a la Internacional la culpa

de todas las sublevaciones de 1873. C. A. M. Hennessy observa que

although the risings had not been made by the internacionalists except at Alcoy and

Sanlúcar de Barrameda, the few cases where Internationalists had cooperated, very

much in a minority, at Seville, Granada and Valencia, were exaggerated by the Rightwinig

press in order to discredit the Federals. How anxious the Federals were to dispel

any ideas that they were social extremists is to be seen in the violence of their attacks

against the Internationalists. (232)

Galdós, durante largos años indignadísimo por la sublevación de Cartagena, pensaría que

se trataba, simplemente, de un ultraje más cometido por los siniestros anarquistas. A menos

que llegara a leer la prensa internacionalista (y creer lo que leía), no sabría que los libertarios

no tenían interés en los acontecimientos de Cartagena, que veían como una trifulca sin

trascendencias.

Hay otro aspecto más del carácter de Bou que parece anómalo en un anarquista. El

litógrafo "tenía entre otras cualidades, la de ser muy severo con sus oficiales" (II, IV, 292).

Mariano llega a conocer esta severidad cuando "Sus primeras torpezas, con sus descuidos,

sus malas respuestas, fueron castigadas tan severamente por el maestro, ayudado de una

correa, que bien pronto el muchacho le cogió miedo ... " (II, IV, 297). Ahora bien: un libertario

bien podría poseer su propia empresa; ahí estaban los relojeros independientes del Jura suizo

que formaban la base del movimiento bakuninista. Hasta podría tener empleados, aunque

existía la tendencia de ver el papel del patrón como intrínsecamente explotador y, por lo

IV CONGRESO GALDOSIANO _

tanto, para ser evitado en lo posible. Pero por muchos empleados que tuviera, propinarles

golpizas o correazos era algo inconcebible para un verdadero libertario. El principio de

autoridad era uno de los grandes males fustigados con más frecuencia por los anarquistas.

Bakunin lo pone muy claro en su Catéchisme Révolutionnaire; el internacionalista militante,

dice, ha de ser 'Tennemi du principe d'autorité, et qu'il en déteste toutes les applicationes

et conséquences, soit dan s le monde politique, économique et social" (citado en Martí 62,

n. 35). El castigo corporal del débil (Le., obrero/a) por el fuerte (Le. patrón/a) era algo que

ningún libertario verdadero podría consentir. O Galdós se burla de la creencia de Bou, que

se precia de ser revolucionario (y aquí cuadra bien la descripción de Regalado García, del

burgués que se cree revolucionario), o el novelista no tenía suficientes conocimientos

acerca de la Internacional como para pintar un retrato coherente de uno

de sus adeptos.

En La desheredada, el problema del anarquismo no es más que otro avatar del problema

central: la confusión de la complejidad que es la vida con la literatura simplista. Los peligros

de las creencias libertarias se demuestran a través del gusto de Bou por las aleluyas (otro

tipo de literatura popular) que se imprimen en su taller. Para Galdós, las creencias políticas

del litógrafo, y su expresión, son una especie de folletín, y son tan nocivas como cualquier

folletín de los devorados por Isidora. Joaquín Marco da en el clavo al recordarnos:

... caeríamos en el error habitual que deforma los estudios sobre la literatura popular si

pensáramos que el hecho de que los autores no fueran cultivados abría las puertas a la

anarquía en la composición. Por el contrario, el autor popular sigue los cauces previstos

para el género o tema escogido, sea éste el romance, la canción, la copla o la obrilla en

prosa, al almanaque, etc. La posibilidad de innovar en las composiciones populares es

mínima; de ahí las habituales repeticiones, tópicos, paralelismos. Los temas -y a su vez,

los subte mas- permiten sólo variaciones en la estructura que resultan mínimas, pero

el círculo se cierra sobre sí mismo. La posibilidad de descubrir fácilmente las fórmulas

de composición de las obras populares, incluídas las novelas folletinescas, se debe a su

gran rigidez, a su escasa imaginación compositiva. La válvula creadora se reduce casi

siempre a la desorbitación de los efectos. (1, 49)

Bou, entonces, es litógrafo no solamente porque los oficios de imprenta fueran los más

avanzados políticamente, sino también porque la impresión de los pliegos sueltos, que

llevaban obras populares como aleluyas, romances de ciegos y hasta novelas de caballerías,

formaban una parte nutrida y lucrativa de su negocio. Y para Galdós, las creencias políticas

de Juan Bou y su afición a los aleluyas son dos caras de la misma moneda.

Es importante establecer los vínculos estrechos entre el nombre de Bou y la impresión

de pliegos sueltos. Entre las empresas más prolíferas de pliegos sueltos se encontraba "La

imprenta de Antonio Bosch, más tarde regida por sus sucesores de la calle Bou de la Plaza

Nueva" en Barcelona (Marco 1, 272)10. Esta imprenta "se hallaba en relación con la de

Madrid, calle de Juanelo, núm. 19, como se indica en el pie de la Histon'a de Aurelio y Florinda

o la Gruta del diablo"" cuyo autor, Eduardo Sala, pertenecía al equipo de autores que Bosch

utilizaba para sus pliegos en verso como en prosa" (Marco 1,272)9. Juan Bou, por supuesto,

"establecióse en la calle de Juanelo ... Comprendiendo que algo de imprenta no venía mal

l1li BIBLIOTECA GALDOSIANA

como auxilio de la litografía, adquirió cajas y máquina, y se quedó con todas las existencias

de una casa que trabajaba en romances de ciegos y aleluyas" (11, IV. 296).

Todas estas coincidencias (de nombres, de lugares) no son casuales. Galdós se proponía

vincular a Sou con los impresores contemporáneos de literatura popular; el personaje

también debía sentir la influencia de estas obras. Para mostrar hasta dónde llega la

interrelación de literatura y política, es preciso reproducir un trozo, largo pero revelador, de

la descripción del taller:

El establecimiento era un verdadero laberinto, como formado de distintas piezas, que

se habían ido agregando poco a poco, según las necesidades de ensanche lo pedían.

Ocupaba la imprenta destinada a romances y aleluyas la peor y más lóbrega parte. Todo

allí era viejo, primitivo y mohoso. La máquina, sonando como una desgranadora de

maíz, tenía quejidos de herido y convulsiones de epiléptico. Consagrada durante seis

años a tirar un periódico rojo, subsistía en ella un resto, un dejo de la fiebre literaria que

por tanto tiempo había estado pasando entres sus rodillos y su tambor. Las cajas, donde

yacía en pedazos de plomo el caos de la palabra humana, eran desvencijadas,

polvorientas y sudaban tinta. Habían servido para componer papeles clandestinos, y

conservaban el aspecto de la alevosía que trama sus actos en la sombra. La horrible

guillotina, cuya enorme cuchilla lo mismo podía cortar un librillo de papel de fumar que

una cabeza humana, ocupaba el ángulo más sombrío de la sucia estancia, y más parecía

sótano o bodega que taller del Arte de imprimir, soberano instrumento de la Divinidad,

vicario de la Providencia en la tierra. Viendo aquellos trebejos, se podía sospechar que

el tal Arte había sido encarcelado allí para expiar las culpas que alguna vez, por andar

en malas manos, ha podido cometer.

(II, IV, 296-97)

Estre retrato del local es una obra maestra, con meticulosas paralelas trazadas entre

romances de ciegos y aleluyas, periódicos clandestinos, la guillotina de la imprenta (y por

supuesto emblema de la Revolución Francesa), y el Arte encarcelado "para expiar las culpas

que alguna vez, por andar en malas manos, ha podido cometer. Aquí hay una riqueza de

detalles significativos, c~si sin desperdicio. El rincón ocupado por los romances de ciego y

las aleluyas es "la peor y más lóbrega parte" (lógicamente, porque para Galdós son

subliteraturas). Luego resulta que la máquina que los imprime estuvo "consagrada durante

seis años a tirar un periódico rojo"; este enlace de la política revolucionaria con las formas

literarias ínfimas será recalcada al final del capítulo, como veremos. Hasta aparece vinculado

con los romances y aleluyas el símbolo inconfundible y aterrador de la Revolución francesa,

la guillotina, ocupando "el ángulo más sombrío de la sucia estancia." Para Galdós, las

creencias políticas de Sou son una especie de discurso pervertido, análogas a las aleluyas y

romances de ciegos que se imprimen en su taller, e igualmente nocivas. Ni las mismas letras,

"el caos de la palabra humana", escapan la condena del narrador: "Habían servido para

componer papeles clandestinos, y conservaban el aspecto de la alevosía que trama sus actos

en la sombra. " Claro que las letras, después de imprimirse los tales papeles, se repartían de

nuevo en las cajas y no tendrían por qué conservar semejante aspecto, pero la lógica poética

es lo que importa aquí. El profesor Chad Wright ha demostrado acerca de otro aspecto de esta

IV CONGRESO GALDOSIANO _

novela que para Galdós como para muchos novelistas decimonónicos, la morada (en este

caso, un taller) es el fiel reflejo de su dueño. Bou, como el taller, es una mezcla de

subliteratura y creencias políticas peligrosas. Esto se aclara aún más al final de II, IV. El

litógrafo empieza a cantar la Marseillaise, pero "Se había contagiado de la afición de sus

aprendices a can torrear los pareados de las aleluyas, y así, sin pensarlo, cantaba con la

música de Rouget de 1'I sle estos versos:

Muchos niños pequeñitos

van vestidos de angelitos." (II, IV, 306)

Las creencias políticas de Bou quedan representadas por la canción francesa, y están más

o menos al nivel intelectual de la aleluya por la que trueca la letra original. Estos dos tipos

de discurso pervertido, la retórica radical y la literatura popular, se unen en un hombre

fundamentalmente bondadoso, para proporcionar el ímpetu del atentado regicida de

Mariano. La mentalidad que exige una literatura estereotipada, llena de personajes que

desempeñan su papel predestinado, exigirá también (según Galdós) soluciones simplistas,

violentas y estereotipadas a los problemas sociales, políticos y económicos de España1o•

Volvamos, pues, al principio: la escasez de personajes obreros. A nuestro ver, se destacan

dos motivos. Primero: la gran mayoría de las novelas contemporáneas tienen Madrid como

escenario, y había menos obreros industriales en Madrid que en Barcelona. Y segundo: que

hasta bien entrada la década de los noventa, las soluciones propuestas por los grupos

libertarios eran, al parecer de Galdós, como las soluciones carlistas: ni factibles políticamente,

ni moralmente aceptables. Bou es la encarnación de lo que don Benito entendía por las

ideas proletarias radicales, un hombre bueno corrompido por el equivalente político de las

novelas por entregas de Isidora Rufete. Si se cree (como sí lo creía Galdós) que el único

resultado posible del movimiento proletario tendría que ser la violencia homicida, como lo

es en La desheredada, no puede sorprendernos que sus partidarios quedaran excluidos del

mundo novelístico galdosiano como portadores de posibles soluciones a los enmarañados

problemas españoles del siglo XIX.

mm BIBLIOTECA GALDOSIANA

Notas

1 Bou está furioso con Isidora porque ésta ha rechazado su oferta de matrimonio, y luego le ha

sonsacado una fuerte suma (diez mil pesetas) que piensa devolverle a su modo acostumbrado

(permitiéndole ser su amante), cuando un auto de prisión interrumpe el proyectado idilio, e Isidora va

a parar a la cárcel. Descarga su despecho no en Isidora (quien se niega a recibirle, aún en la cárcel) sino

en Mariano: el litógrafo le dice al hermano de su ex-adorada: ..... me río de su aristocracia estúpida, y

que me alegraría de que todos los aristócratas y chupadores juntos no tuvieran más que un solo pescuezo

para ahorcarlos a todos de una vez" (II, XIV, 440).

2 En 1856 el cónsul francés ubicado en Barcelona dijo que, cuando Espartero era reemplazado por

O'Donnell al final del bienio liberal, "se luchaba en las barricadas" A los gritos de muera la reina ... ,

mueran los generales O'Donnell y Zapatero, guerra total y de exterminio a los ricos, a los fabricantes

ya los propietarios. mezclados con vivas al general Espartero y a la República democrática social""

(Seco Serrano 38).

3 Casimiro Martí recoge una cita de Max Nettlau, Manuscnlo sobre el anarquismo español, muy

interesante al respecto: se refiere a Antonio González Meneses, delegado de las sociedades de albañiles,

zapateros, carpinteros y ebanistas de Cádiz al Congreso internacionalista de Barcelona (1870). Según

Nettlau, al terminar la carrera de íngeniero industrial. González Meneses se alejó del movimiento

libertario, en gran parte por" el recelo de ser siempre sospechoso en la organización (obrera) por la torpe

suposición de que sólo eran obreros los que podían ostentar callos en las manos y que sólo éstos podían

realizar la emancipación de los trabajadores --<loctrina sostenida y propagada por F (rancisco). Tomás...

" (Martí 84). No he podido consultar el documento citado por Martí. Francisco Tomás era un libertario

palmesano de orientación bakunínista, que desempeñó un papel principal en la confección de los

dictámenes del Congreso de Barcelona.

4 Para un ejemplo de la inquina contra el dinero en algunos grupos anarquistas, ver Lorenzo 396.

Por supuesto que don Benito no tendría que estar en el secreto de los dictámenes de los congresos

libertarios clandestinos para darse cuenta de que la idea de abolir el dinero ejercería gran atracción sobre

ellos.

5 Un año después, Francisco Otero González intentó asesinar a Alfonso XII. M. Gordon sugiere que

el "modelo" de Mariano fue Otero González, y aduce varias razones sensatas para apoyar su tesis. Sin

embargo, un "modelo" no tiene que excluir a todos los demás, y me parece evidente que se pueda

IV CONGRESO GALDOSIANO l1li

encontrar la huella de algunas ideas anarquistas (no lo fue Otero, que sepamos, pero Oliva Moncusí sí)

en los pensamientos y acciones de Mariano.

6 El historiador y novelista alemán Lion Feuchtwanger afirma: ..... the creative writers [de novelas

históricas] desire only to treat contemporary matters even in those of their creations which have history

as their subject. Such writers want only to discuss their relation to their own time, their own personal

experience, and how much on the past has continued into the present" (129). Tal es el caso de Galdós,

escritor de novelas históricas si lo hubo. Debe consultarse al respecto el excelente estudio de Guillermo

Araya sobre LaJontana de oro.

7 Los pasajes reproducidos a continuación provienen del manuscrito de La desheredada, que se

encuentra actualmente en la Biblioteca Nacional. En la presente transcripción, se utiliza -para señalar

una l3alaera e elál:lsl:lla taehaEla en el manuscrito por el autor. Las palabras o cláusulas subrayadas

fueron escritas entre líneas. Reproducimos asimismo el pasaje correspondiente de la primera edición

de la novela, para facilitar el cotejo.

(Ms. 11, pp. 97-98)

... para expiar las culpas que alguna vez ha haya podido cometer.

Las paredes estaban llenas de pegotes eraR l3al3eles papeles y p«pe.'f;f;eRes recortes con caricaturas

políticas, ferfflaREle l:lRa eeleeeiéR easi eeffll31eta, eR la el:lal Re faltaea Bonita colección RiRgl:lRa Ele de

esas ftgl:lrasJiguras grotescamente convencionales eefi e8fi r¡ae df;f;. '(Hite f;f;fi ef;f;fNte desigle selifL eseFite

que formaban la historia rel3reseRtaREle a teEles les heffleres Retaeles! contemporánea escn·ta en

muecas! ~¡l:lRea se habíaR • iste rel:lRiElas taRtas l3ágiRas Ele la histeria eeRteffll3eráRea En esta ~

mazmo"a de Gutenberg. ..

(Cfr. II, IV, 297)

... para expiar las culpas que alguna vez, por andar en malas manos, ha podido cometer.

En esta mazmorra de Gutemberg ...

(ms. II, p. 91)

Cuando los acontecimientos políticos le dieron respiro, vino a establecerse a Madrid, donde vivía

su hermana, casada con el conserje de la casa de Aransis. No habría tiempo de empezar a trabajar,

cuando los acontecimientos del 73 le arrastraron de nuevo a las aventuras; y estuvo en Cataluña y en

Cartagena y en Orán. El 75 volvió tan supersticioso como siempre;) SiR el:lrarse Ele Sl:l no curado de sus

pretensiones redentoristas y entonces se estableció definitivamente pero cayó enfermo y tuvo que

abandonar las luchas políticas ...

(Cfr. II, IV, 294)

Cuando los acontecimientos políticos le dieron respiro, vino a establecerse a Madrid, donde vivía

su hermana, casada con el conserje de la casa de Aransis. Pero antes de que pudiera empezar a trabajar,

otros acontecimientos le arrastraron de nuevo a la aventura; cayó enfermo, tuvo que abandonar las

luchas políticas, y en Octubre del 73 estaba definitivamente establecido en Madrid, mas no curado de

su superstición redentorista.

s En una carta a La Prensa de Buenos Aires publicada el21 de febrero de 1886, Galdós expresa

su indignación (¡después de trece años!) contra los rebeldes de Cartagena:

Los cantonales de Cartagena, los que el Gobierno republicano declaró piratas, los que se lanzaron al mar

en nuestros mejores navíos de guerra, aquéllos que escribieron la página más vergonzosa de nuestra

historia, se han estado paseando tranquilamente por las calles de Madrid y otras poblaciones.

Los asesinos de Prim ¿dónde están? ¿Qué juez los ha sentencionado. (sic) ¿En qué patíbulo han expiado

su crimen? La impunedad y siempre la impunedad. (Shoemaker 173).

lpi;) BIBLIOTECA GALDOSIANA

Es interesante notar la equiparación de los rebeldes con los asesinos de Prim, y recordar que, después

de la fuga de Isidora con Joaquín Pez en la calle del Turco, su padrino Relimpio "estampó una lágrima

en aquella pared donde a balazos estaba escrita la página más deshonrosa de la historia contemporánea"

(1, XVII, 244). Las frases paralelas indican que los sucesos de Cartagena debieron calar hondo en don

Benito, si los compara con la muerte de Primo

Su desprecio por los cantonalistas vuelve a parecer en el retrato de José Izquierdo, el tío de Fortunata

y una suerte de descendiente literario de Bou. El profesor Francisco Caudet trata el caso de Izquierdo

en un artículo ejemplar que saldrá próximamente en las Actas del Tercer Congreso Internacional de

Estudios Galdosianos.

9 En su valioso artículo de 1964, Helen Grant recoge unos datos preciosos acerca de la imprenta

del "impresor y librero catalán José María Marés" (311). Establecido en Madrid en 1842, "cambió de

dirección varias veces" y "estuvo en la calle de Juanelo de 1870 a 1876" (311 n. 9). Según Grant, "Este

Marés fue el modelo vivo de Juan Bou" (311).

10 Dirimir si Galdós poseía un conocimiento cabal de lo que ~ra el anarquismo no hace mucho al caso.

Los "errores" que aparecen en su retrato de Bou indican que no sabrían más en 1881 de lo que podía

leer en la prensa mayoritaria española y europea.

Berkowitz encontró en su biblioteca libros de Bakunin, Kropotkin y Louise Michel, pero carecen de

fecha y no es posible averiguar cuándo los leyó don Benito, si es que llegó a leerlos. Le bastaban sus

conocimientos del movimiento libertario para saber que no estaba de acuerdo con sus principios; la

reforma, que no la revolución, era su desiderátum hasta los últimos años de su vida. Ponía sus

esperanzas en la burguesía que los anarquistas querían destruir (como proclamaban abiertamente); por

lo tanto sus discrepancias eran, forzosamente, irreconciliables.

IV CONGRESO GALDOSIANO _

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