IV CONGRESO GALDOSIATiO I
TORQUEMADA, UN USURERO ATIPICO
Dimitri Radulian
Eí tipo del usurero tiene en la Literatura una
tradición muy larga. La usura implicó para la mayoría de los autores y parecidos personajes
también la avaricia. En la mayoría de los casos, la codicia que amasaba el dinero tenía casi
obligatoriamente que desembocar en el afán de guardarlo todo para sí mismo.
Una actitud contrapuesta sería la del que lo amasa todo mediante la usura para poderlo
después derrochar. Los dos extremos constituyen casos pero el primero fue el que más
frecuentemente pareció darse en la vida o el que más explicable pareció para el creador
literario. Nadie hasta la fecha pensó escribir sobre el caso del picaro que en Habsburgo
encendió la leña en la chimenea para Carlos V con los recibos que tenían la firma de éste.
La tipología literaria del caso resultó muy pobre y siempre se insistió en el lado negro de estas
consecuencias. No es que queramos hablar de altas cualidades implicadas por la usura sino
tratar de notar hasta donde puede alterar dicho oficio a una persona.
La usura es, a fin de cuentas, un oficio aborrecido por una aplastante mayoría pero, sin
embargo, un oficio que hace al que lo practica correr lo que puede llamarse riesgos
profesionales que van hasta la pérdida de la calidad humana. También es posible la
aseveración recíproca, a saber: que la pérdida de toda calidad humana puede hacerle a uno
practicar la usura. Pero ¿por qué la usura especialmente y no otro oficio? Eso es algo que no
viene al caso. Lo que nos importa, volvemos a decirlo, es en qué medida esto hace que una
persona se manifieste tan unilateralmente.
Hasta el pasado siglo, el usurero era el personaje que casi siempre se confundía con el
avaro, porque éste último siempre practicaba, más o menos, la usura. De este modo el decir
avaro y usurero era lo mismo y las deformaciones causadas por la avaricia eran casi siempre
señal de la profesión de usurero, como en Harpagon de Moliere, por ejemplo. La
deshumanización del personaje iba hasta la pérdida total de los sentimientos que caracte
rizan a una persona. El de familia, el de justicia y justedad, el del amor al prójimo, hasta la
pérdida de todo atributo humano.
Aveces, dichos sentimientos se transferían sobre el dinero, como en el caso de Harpagon
quien concluye diciendo que está esperando ansiosamente volver a ver a su amado dinero.
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Más tarde, en Balzac por ejemplo, el tío Grandet, indiferente ante la muerte lenta de su esposa,
sólo se espanta ante el posible suicidio de su hija pero no por ello deja de castigarla cruelmente.
En la literatura española basta con mentar los escritos de Quevedo en los que el usurero
aparece convertido en un fantoche, en una caricatura. Con Galdós comienzan a plantearse
de nuevo los grandes problemas de la creación literaria. Admirador de Cervantes y Quevedo,
Galdós retoma algunas veces ideas literarias de éstos pero nunca se convirtió de admirador
en imitador. La mirada precisa de buen observador le hace notar los cambios profundos
experimentados por la España de su tiempo. La desorientación casi general le hace pensar
en una relativización de los valores en todos los planos hasta el punto de que ya no hay nada
rotundamentebuenoni malo. Eso reflejanosolamenteenelplano ideático sino tambiénenelde la técnica.
Claro que esta actitud suya evolucionó no siempre ni conscientemente en la prosa. Por
eso el Torquemada galdosiano no habrá de resultar un personaje tan monofacético como lo
fueron sus antecesores literarios. En el caso de Torquemada, el autor procedía de una manera
que, más tarde, en la crítica española habría de llamarse perspectivismo.
Entre Torquemada en la Hoguera y la trilogía las diferencias son notables, pero las tiene
no solamente el personaje sino también la actitud para con el personaje. Como usurero,
Torquemada tiene la necesaria avaricia. En ese sentido, las revelaciones de la tía Roma nos
demuestran ya la existencia de un individuo despótico que obligó a su mujer a pasar hambre.
Además, el miedo de los inquilinos que no tenían el dinero semanal, así como los comentarios
de Galdós, demuestran la existencia de un hombre que ya no tenía la mínima comprensión
para con nadie. Es el avaro deshumanizado llamado el peor para quien no cuenta ya nada
sino el dinero. Sin embargo, en la misma primera novela nos enteramos de que, después de
haber salido adelante con la fortuna de su mujer, la otra hormiga feroz como la llama Galdós,
dan ciertas muestras de lujo y variedad en la manera de vestirse. Eso quiere decir que ya no
se trata del avaro sórdido sino del que ya quiere vestirse en una sociedad tal como cree que
le conviene, tal como la comprende.
El amor a la esposa no sabemos cuan profundo podía ser, pero sí sabemos de qué
transigía. El usurero que lo hace todo por sus intereses en este caso transige, aunque se trata
de un lujo, el de Doña Ciria. Torquemada en la Hoguera menos y la trilogía algo más, pueden
considerarse como una clase de "román", palabra alemana, lo que no dista mucho de la
tradición picaresca que presenta al héroe en su devenir. En la trilogía, Torquemada va
cediendo paso a paso ante las pretensiones de su esposa y su cuñada. Desde este punto de
vista, Fidela y Cruz tienen para don Francisco un estatuto igual pues cuando se trata de
derrochar, las emplea a ambas bajo el rótulo de consortes.
Conoce muy bien su debilidad y se cuida mucho de decir cuáles son sus ingresos, y sin
embargo, cualquiera que fuera la intención o el capricho de Fidela se lo cumple. Además, aún
cuando quiera oponerle cierta resistencia, debe ceder porque ante los ruegos de Fidela todo
pasa a un plano distinto, secundario. No se trata de la tiranía de una esposa sino del
verdadero amor conyugal de un esposo. Para eso no basta con pensar en la escena en la que
Fidela le está preparando para decirle que iba a hacerse mártir de San Eloy.
Todos los argumentos razonables desaparecen ante las dulces palabras de Fidela.Don
Francisco se resiste más bien en virtud de la costumbre pero sabe de antemano que Fidela
terminaría saliéndose con la suya. No la teme sino que la quiere. Es decir, posee todavía uno
IV CONGRESO ÜALDOSIAHO
de los atributos humanos más definitorios como persona. Don Francisco es capaz de amor.
En virtud de este amor es capaz de transigir en la medida en que otras personas, otros
hombres, nunca habrían transigido: la compra de un palacio, de una colección de pinturas,
una legión de criados, etc.. Es verdad que en esas cesiones ante Fidela, un papel
preponderante lo desempeñan Cruz y Donoso. Pero el caso de ellos es diferente. Ante ellos
Don Francisco cede porque comete un error: considera en Cruz y Donoso a la gente culta
confundiendo la aristocracia de la sangre con la aristocracia del espíritu.
En Donoso, además de persona "culta", respeta al buen conocedor del intríngulis
administrativo. En Donoso respeta al buen conocedor del manejo del dinero. Es decir, se
puede notar en D. Francisco el respeto de un profesional ante otro profesional al que
considera superior desde este punto de vista. Respeta en Donoso la persona que sabe
comportarse en sociedad. Es decir: se trata en Torquemada de la conciencia profesional y
además, el respeto a la Ley, a la autoridad, de una manera que puede considerarse civismo.
Y ante el amor, ante la conciencia profesional y el civismo, Don Francisco se siente
inclinado a ceder, no por flaqueza sino por el deseo vehemente de mejorar su condición, de
completar su educación, de hacerse más persona; es decir, una conciencia perfeccionista, una
inteligencia viva y móvil. Eso no bastaría si no pensáramos también en la actitud de
Torquemada ante sus dos hijos, ante el primer Valentín, además del natural y entrañable
amor paterno, que le hace olvidar su avaricia cuando se trata de su educación, se da también
el respeto profundo a la Ciencia. Las Matemáticas llegan a ser para él una suerte de cumbre
del saber humano, cumbre ante la cual transige totalmente. Incapaz de comprender las
sutilezas de la Religión, es capaz de proponer un contrato con Dios y aun da el primer paso
para demostrar su buena voluntad. El usurero avaro se vuelve derrochador para poder
conservar lo que quiere: a Valentín.
Su actitud inmediata a la muerte del primer Valentinito es la del que ve frustrada una
propuesta que considera honrada. Pero el sentimiento moral no podía tenerlo Torquemada
porque nadie se había molestado en enseñárselo, ni mucho menos de infundírselo. En el
mundo donde había vivido, en el que encarnaba la ley del más fuerte y del más astuto, no
había lugar para la moral, noción ésta que habría resultado muy rara.
Lo que sí se daba era lo que eximorónicamente podría llamarse honradez amoral. Más
aún, al ir cobrando el sentido de las proporciones, casi deja de comportarse como prestamista
precisamente cuando se dan los casos del préstamo, como cuando dio el dinero prestado a
Matías. Es decir, la usura no lo había alterado hasta convertirla en su razón de ser. Además,
al transigir en los casos de los derroches impuestos por la familia, casi casi se da cuenta de
que lo que más le duele es, además del trabajo invertido en ese dinero, sus reflejos de joven
pobre que tuvo que arreglárselas sólo en la vida.
En el caso de Rafael, Torquemada demuestra aún una generosidad que pocos habrían
podido tener. Alberga amistosamente en su casa a un cuñado que le desdeña y ni siquiera
le habla. Tiene la esperanza de que las cosas van a arreglarse. Es una apertura al diálogo que
le hace parecer más humano que a toda su reciente familia. Todos entraron en su casa por
el interés y Torquemada les acoge con cariño. Y hay que notar que, entre él y su familia, es
Torquemada quién, a largo plazo, no practica ninguna usura mientras que los otros van
haciendo subir continuamente los intereses.
BIBLIOTECA QALDOSIAUA
Acabo de mencionar la conciencia perfeccionista de Torquemada. Ante la falta de
educación propia, Don Francisco se muestra siempre dispuesto a dejarse guiar y aún educar
por personas que cree que le superan por sus conocimientos. Entre Bailón y Gamborena
cultiva con este fin la amistad de Zarate y de Cruz, de Fidela, Donoso y aún de Rafael. Don
Francisco es el único personaje dispuesto a leer un libro, ora fueran los folletos caóticos de
Bailón, ora que fuese el Quijote, y lo hace. En rigor, Don Francisco es el único que, deseoso
de una educación muy cuidada, también se la habría merecido, mientras los otros personajes
se cuidaron de "eludirla" a pesar de sus posibilidades.
De este modo se plantea un problema: es de preguntarse si verdaderamente era el usurero
el personaje más odioso en toda prosa que gira en torno a Torquemada. Es verdad que carece
de educación pero ello se debe a la falta de oportunidades, mientras que los otros la
rechazaron en mayor o menor medida. Es verdad que no tiene el menor sentimiento moral
ni la conciencia de ésto, pero esa falta de sentimiento moral se debe a una carencia, también
educativa, de la cual tampoco es culpable, mientras que los otros se burlan de este
sentimiento moral a sabiendas de que ése existe o debiera existir.
Entonces, en una comparación entre Torquemada y sus circundantes, hay empate y el
mecanismo social general funciona. Eso quiere decir que lo odioso no reside en el personaje
sino en el mecanismo social que lo crea y lo ayudó a prosperar. Se trata de una sociedad que
finge abogar por una moral en la cual ya no cree. Y lo social ha de crearse también una
superestructura que implica asimismo a la Literatura.
Aquí entra de lleno en discusión el problema de la creación literaria bajo el aspecto tan
debatido de la verosimilitud. Es decir, ya no podía seguirse el camino de una seudo-moral
que descansaba en seudo-conceptos o en seudo principios, determinando de este modo la
aparición de una seudo-cultura, esto es, de una seudo-literatura.
El problema surge en términos referentes a la definición del realismo de Galdós, más o
menos contemporáneo de la llamada novela de Juan Valera. Tal como lo practica también
Galdós, el realismo es la selección polifacética de los momentos clave, sin embellecerlos, pero
tampoco sin cargar la nota caricaturesca. Lo que ocurre es que, por la selección se produce
también una acumulación de rasgos que pueden dar que pensar y por eso la fidelidad puede
parecer también una caricatura. El ambiente y las circunstancias parecen de este modo
resultar paradójicamente, errores aunque todo concurre a determinarlo todo cuando más
realísticamente. Este aspecto polifacético hace que la tipicidad de un oficio como el de usurero
se disuelva en la fluidez de las manifestaciones humanas entre las cuales cuentan también
las profesionales.
Ya no hay ninguna característica de ninguna profesión. El usurero ya no puede ser un
tipo. Es éste el sentido en el cual pensamos que Torquemada resulta atípico. Aquí cabe hablar
del concepto que Galdós tenía acerca del realismo. Tal como se advierte, se distancia ante
todo del naturalismo, aun del tan templado naturalismo español, mediante la selección de
la cual hablamos. Pero esta selección se opera en todos los campos de la expresividad de la
realidad, sin caer en la trampa de la opción por ciertas intenciones ideológicas, como los naturalistas.
Por otro lado, también se distancia del realismo que tenía una tradición de práctica tan
unilateral como la del naturalismo, pero de más extensas posibilidades en la selección de esta
unilateralidad.
IV CONGRESO GALDOSIATIO
Este enfoque galdosiano es, no sólo selectivo sino también móvil. Es por eso que la fluidez
de la imagen de la vida, en la novela resulta tan fluida. Además, no hay que olvidar el siempre
presente humorismo de Don Benito que hace que la presituación se vuelva un arma terrible
aún contra sus propias aseveraciones e ideas.