EL SISTEMA DE CONTRASTES -
COMO RASGO DE MODERNIDAD
EN GALDOS: SUBLIMACION
y ESPERPENTO EN ANGEL GUERRA
Sagrario Ruiz Baños
Durante los últimos años, la crítica más
especializada en la obra de Benito Pérez Galdós viene insistiendo en los rasgos de su
novelística más decididamente "modernos" sin que ello suponga menoscabo alguno, sino
más bien al contrario, de la filiación cervantina del gran escritor canario, que lo entroncaría
con la línea más genuinamente tradicional del género narrativo. Ya en el análisis de las
novelas de Torquemada, Ricardo Gullón 1 comentaba ciertos aspectos de construcción
ficcional absolutamente actuales que dotaban a los personajes de un especial relieve
figurativo y, en consecuencia, de una muy "sui generis" autonomía. Desde este punto de
vista, resulta interesante el estudio del relieve ficcional de Angel Guerra, novela esencialmente
trazada sobre un sabio artificio de polaridades contrastivas que se configuran como
dualidades incluso esperpénticas, que han llegado a caracterizar la novelística de uno de los
más grandes admiradores de Galdós, Ramón Pérez de Ayala, como puso de manifiesto
Baquero Goyanes2, y que el mismo creador del esperpento literario, Ramón del Valle-Inclán,
reclamó como esencia del verdadero artista, el cual, en palabras del genial gallego, "se
caracteriza estéticamente por esa armonía de contrarios"3. Armonía de contrarios que es, en
última instancia, el resultado de un~ estilización en nada ajena a la tradición literaria
española, como señaló certeramente Pedro Salinas en su magistral estudio "Significación del
esperpento o Valle-Inclán, hijo pródigo del 98":
"Cuando se avance en la necesaria rectificación de conceptos sobre la literatura
española, podando ideas secas y ramas muertas, y se la vea con mayor pureza, saltará
a la vista que nuestra literatura, que lleva siglos ya padeciendo bajo el peso de una
inexorable calificación caracterizadora de realista, abunda tanto o más que otras en
soberbios estilizadores4•
El arte narrativo de Galdós, si bien inmerso en una tonalidad realista, ofrece ciertos
atisbos de estilización en la descripción de los personajes y en su caracterización psicológica,
de manera singular en Angel Guerra (1891) que presenta ya en su título una estilización
contrastiva en la nominación de su personaje principal, recortando el perfil de una figura
hondamente galdosiana, dibujado dentro de la dilatada obra del novelista de manera
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magistral: carácter huraño conviviendo, no siempre en armonía, con la sumisión amorosa,
en paradójica y a la vez trágica escisión. Galdós la presentará al lector estableciendo una
multiplicidad de perspectivas que ofrezcan la evolución, siempre contrastante, del gran
desarrollo psicológico del personaje, incluyendo, claro está, la voz del narrador-cronista que
actúa como hilo narrativo y, al tiempo, como un punto de vista más sobre el conflicto interno,
sumamente interesante, de la figura central.
El sistema de contrastes se nos ofrece ya desde el muy significativo título de la novela,
caracterizada por el nombre de su principal personaje, quien sustancialmente plantea ya un
conflicto, al igual que ocurriera con la novela, muy posterior, de Ramón Pérez de Ayala,
"Tigre Juan", cuyo protagonista se llama Juan Guerra Madrigal y cuyo problema es también,
como en el caso del galdosiano Angel Guerra, la dualidad constante e interna entre su
simbólico y contrastado nombre y apellido. Brían Dendle ha subrayado precisamente el
nombre del protagonista de la novela galdosiana como prototipo de un carácter antitético
y conflictivo: "Symbolican na mes are often given to characters in Spanish religious novel.
Galdós has, for exemple ( ... ) Angel Guerra (siymbolising his conflicting pacific and war-like
inclinations) "5.
De carácter violento y apasionado a sumiso y leal amador, de revolucionario a "quijote"
de la religión, también Galdós hace variar a su personaje de espacio vital para marcar una
vez más los contrastes (otra forma de perspectivismo, esta vez espacial), trasladando a
Angel Guerra desde Madrid, espacio-símbolo de la vida activa, hasta Toledo, espacio-símbolo
de la vida contemplativa ( ..... asomábase ( ... ) sobre el río, yse olvidaba del tiempo, del mundo
y de sí mismo, contemplando, como en las nieblas de un ensueño, las riberas ... "6), imbricado
el cambio de escenario con el cambio espiritual del personaje (de revolucionario, hombre de
acción, a sacerdote, hombre de oración).
Por otra parte, los ambientes y los personajes que rodean al protagonista también serán
presentados como dualidades (Dulcenombre, su querida, y Leré, su mística dama) en sus
entornos, destacando los rasgos esperpénticos en la familia de los Babeles (Don Simón, la
"noble" Doña Catalina de Alencastra, padres de Dulce, y Arístides, Fausto, sus hermanos,
así como Don Pito), y su "guarida" madrileña, con la que Angel entrará en contacto por su
relación con DuIcenombre. Por el contrario, todo será sublime en la ascensional Toledo, a la
que Angel llegará tras las huellas de Leré, maestra de su hija Ción, de quien se enamora,
transformando lo esperpéntico en idealismo sublimado, paralelamente a su transformación
interior hacia una religiosidad espiritual. mística y heroica a la vez.
Novela de contrastes, dual, fundamentalmente perspectivística, dilatada en el desarrollo
de una evolución psicológica. "Angel Guerra", cimentada sobre la oposición "esperpentosublimación",
se nos ofrece como una gran obra equilibrada y armónicamente magistral en
su construcción ("armonía de contrarios" como principio estético moderno, según Valle-en
su teoría- y Ramón Pérez de Ayala -en su práctica novelística-), casi como una genial
muestra "breve" del dilatado universo galdosiano.
Utilizar la palabra" esperpento"7 en la caracterización narrativa de Pérez Galdós, obedece
a una cierta tendencia suprarrealista que aparece ya en la novela del genial escritor y que,
curiosamente, el propio Valle-Inclán señaló ya en una reseña acerca de Angel Guerra,
publicada en El Globo (13 de agosto de 1891), novela en la que Valle descubre "un cierto
IV CONGRESO GALDOSIANO _
realismo superior"8 que no es el realismo puramente mimético y que permite considerar un
estilo decididamente moderno, en io 4u{' a la novela española se refiere, que hallará en Galdós
una tradición que asimilar y una lección que aprender. Como ha señalado Ricardo Gullón,
destacando las facetas más modernas del gran novelista, éste "encaja perfectamente en la
tradición realista y visionaria española, maravillosamente ilustrada por Cervantes y
Velázaquez, Quevedo y Goya"9. Y no olvidemos que, en esa tradición en la que se inscribe
Goya, se inspira y se inscribe también ValIe-Inclán con esa forma de "realismo superior" que
es el "esperpento"IO, una nueva visión de la realidad humana o, en palabras de Gullón, un
"idealismo al revés".
y desde la caracterización física del protagonista, muestra el escritor su gusto por el
contraste tlescriptivo, símbolo del contraste interior y psicológico del exaltado personaje,
determinado 'por las contrarias señales de su identidad. Angel Guerra es hombre de
temperamento vivo, impresionable, que manifiesta ya en su apariencia física una cierta
propensión al idealismo, así como dualidades que se reflejan también en su vida espiritual:
"Bien se veía en sus facciones la mezcla de dos hermosuras de distinto carácter. Nariz,
ojos y boca carecían de belleza en conjunto, a causa sin duda de que la nariz pertenecía
a una cara, y los ojos a otra. La unión no resultaba, y algunas partes se habían quedado
muy hundidas, otras demasiado salientes. A primera vista, no ganaba las voluntades,
pues era el rostro ceñudo, áspero y de ángulos muy enérgicos. Pero el trato disipaba la
prevención, y mi hombre se hacía simpático en cuanto su palabra calurosa y su leal
mirada encendían y espiritualizaban aquel tosco barro" 11 •
El contraste entre los rasgos físicos de Angel Guerra nos ofrecerá una clave simbólica de
los encontrados afectos que operan sobre el espíritu del protagonista y que harán de la novela
un ejemplo máximo del anhelo humano hacia la depuración del "yo" que continuará en su
obra por los caminos de la espiritualidad y el misticismo evangélico en "Nazarín" y "Halma".
A partir del año de escritura de Angel Gueffa ( 1890-91 ), Galdós entra en un mundo de ideas
espirituales que revelan una preocupación religiosa por la pureza y la caridad evangélicas
hasta entonces desconocida en el autor y que George Portnoff atribuye a la influencia de
Dostoievsky y, sobre todo, de Tolstoy, influencia que, por otra parte, ya señalará Menéndez
Pelayol2 y ha estudiado con detenimiento Vera Colin, concluyendo que, como el gran escritor
ruso, Galdós in "Angel Guerra" presents us with a character who is capable of a great
passion"13, que comrastantemente no puede resistir la presión de su humanidad y cede ante
la tentación de responder con orgullo ante el mal. Esa opuesta dualidad de tender a lo
espiritual y reaccionar ante lo mezquino colocándose a su nivel, supone en el protagonista
un contraste de efecto dramático, como ha notado Colin: "The impossibility of not resisting
stark avil, even for those wishing to do so, is dramatically portrayed by Galdós in the scene
where Arístides, Fausto and Policome to rob Guerra"14.
Ese dramatismo final procede ya del carácter dual aunque ú~ico de Angel (el idealismo
como base y las dos direcciones que toma) que contraponen sus ideas anarquistas y
revolucionarias en su etapa madrileña a sus tendencias místicas ya en la Imperial ciudad,
escenario de la segunda parte de la novela. Desde la llegada del personaje principal a Toledo,
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asistimos como lectores al desarrollo de su transformación espiritual, acentuado por el
también contraste escénico entre Madrid, tráfago casi esperpéntico de afanes políticos y
bullicios sociales, con la quieta, solemne y espiritual ciudad del Tajo, en que se recrea Angel,
sintiendo un brusco aquietamiento de su ser: (nótese, al paso, el tono casi modernista de la
descripción que recuerda no poco al primer Valle-Inclán, el cantor de "Flor de santidad" y
"Sonata de Otoño").
"Porque su ocupación única en los días primeros, fue vagar y dar vueltas recreándose
en el olor de santidad artística, religiosa y nobiliaria que de aquellos vetustos ladrillos
se desprende; ( ... ) De noche, el misterio y la poesía resaltaban más que a la luz del sol
( ... ). La soledad, la sombra ( ... ) avivaban más en el espíritu del vagabundo la impresión
de leyenda dramática o de histórico lirismo. ( ... ) Las campanas de los conventos y
parroquias llamando a misas tempranas producíanle una emoción suave que no lograba
definir" 15.
Es el ambiente místico de Toledo, un abrupto contraste con el espacio madrileño, el
escenario de la sublimación del idealismo de Guerra, tanto como fuera Madrid, Villa y Corte,
la escena de la farsa, manifiesta tanto en los ambientes descritos (la" cueva" de los Babeles,
los animalizados parientes de su amante) como su significado público, detonante del fiero
afán revolucionario del protagonista: ..... Nuestro organismo social y político es una farsa,
un verdadero Carnaval" 16. A esta impresión de desarrollo y ascenso psicológico en la novela
ayuda la posición que adoptará el narrador en esta segunda parte: diríamos que el personaje
se nos sitúa en el mismo punto que el escritor, observador de cuanto a sus ojos (ya los de
los lectores) aparece, y no sólo como un actor más de aquello que se nos relata, como ocurría
en la primera parte. No nos hallamos ya con el Angel-actor, sino con un Angel contemplativo,
y tal variación parece remitir a la interna de su espíritu que provoca en él una dedicación de
sus días a las visitas familiares y a los paseos por la bella ciudad, así como su pormenorizada
atención especial a los lugares sagrados. Asistimos con ello a la infiltración del sentimiento
religioso en el alma del ex-anarquista. Decidido a seguir el camino trazado por Leré, pondrá
todo su empeño en la adquisición deseada de la idea y la práctica cristiana, no el camino a
la fe por la razón sino por el sentimiento, evitando la agónica duda unamunista. Así inicia
una etapa ascética trasladando su residencia al cigarral toledano, apartado del "mundanal
ruido" , acercándose al ideal del anacoreta, y adquiere la total convicción de la existencia de
Dios: su idea acerca de lo sobrenatural varía; la máscara griega que acompaña a Angel desde
el dramático suceso de la sublevación y fusilamiento de los sargentos de paso a la imagen
angelical de su hija Ción con su amada Leré. Otro contraste dramático en la novela que
supone, en palabras de Casalduero, un "proceso espiritual que va de Dulcenombre a Leré,
de lo particular a lo universal, de la realidad al espíritu. Angel Guerra emprende su
perfeccionamiento moral, que le permitirá arrancarse de la política y vivir en el
Espíritu"17.
Abruptas dualidades configuran el especial relieve descriptivo de la obra, manifestándose
sobre todo en el retrato de determinados personajes como el tío de Dulce, Don Pito
(reducción esperpéntica de su nombre completo, Luis Agapito):
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"El resplandor indeciso de sus ojos azules parecía llamarada de alcohol, flotando sobre
la aspereza del corcho insensible. Cara más áspera, más amojamada no se podía ver,
comparable ( ... ) a una esponja vieja y reseca ( ... ). Era su frente cuarteada, como la piel
del cocodrilo; su pescuezo como un manojo de raíces de droguería"t8.
Esta caracterización cercana a la caricatura de corte quevedesco y valle-inclaniano, es
uno de los muchos ejemplos que podríamos hallar en la novela galdosiana, fruto de aquello
que, según Baquero Goyanes, podríamos denominar "perspectiva cambiante", "caracterizada
muy frecuentemente por su designio burlesco o satírico" 19. Esa "perspectiva cambiante"
es la que, operando bruscamente, nos ofrece contrastes marcadamente abismales. En lo que
se refiere a los ambientes y escenas toledanas, asistimos con el transcurso de apenas tres
páginas y en plena ascensión espiritual de Angel, ya decidido a marchar por el camino
sacerdotal, al descenso brusco desde la sublimación de Leré ("Es criatura sobrenatural,
mensajera de Dios, y ante ella abdico mi razón, me aniquilo ( ... ) y soy y seré lo que ella quiere
que sea") hasta una escena carnavalesca y de índole esperpéntica, en que aparece incluso
el vocablo inmortalizado literariamente por Valle:
"Vio venir dos figuras grotescas, mamarrachos envueltos en colchas, el uno con careta
de negro bozal, el otro representando la faz de un horroroso mico, ( ... ) "Ya no me
acordaba de que hoyes domingo de Carnaval" , pensó Angel, apartando con un empujón
las dos máscaras, ( ... ). Vió a un tío muy sucio, el cual llevaba una especíe de caña de
pescar, con una cuerda de la cual pendía un higo ( ... ). Empujábanse unos a otros y con
la boca abierta daban brincos pretendiendo coger el deseado "higuí", que saltaba en el
aire con las sacudidas de la cuerda, a los golpes dados en la caña por el homole
esperpento, que tan estrafalariamente se divertía"20.
Cabe recordar en este pasaje, el gusto de Galdós por las escenas y figuras carnavalescas,
escenas que funcionalmente adquieren dimensiones contrastivas, como parece corroborar
la repetición del pasaje en una novela posterior, "Nazarín" (1895), presentando el ambiente
grotesco en el que se ve inmerso Don Nazario, el sublime peregrino evangélico, personalidad
espiritual siempre en abrupto contraste con su medio:
"Eran dos máscaras: la una, toda vestida de esteras asquerosas; la cara, tiznada de
hollín, sin careta, con una caña de pescar y un pañuelo cogido por las cuatro puntas
lleno de higos, que más bien boñigas parecía" ("Nazarín". Primera parte. l.)
Cabría aseverar que cuanto más sublime se propone representar Galdós al protagonista
de sus novelas (en esta etapa de su producción), tanto más se complace en rodearlo de
ambientes y personajes grotescos, incluso de "monstruos" o personajes deformes. Volviendo
así a Angel Guerra, la sublimidad de Leré ( ..... su presencia, su mirar, su voz, acortan la
distancia entre mi pensamiento y la divinidad") contrasta con la fealdad grotesca y
deformada de su hermano Juan, el "monstruo", quien recuerda no poco a Laureano, el enano
hidrocéfalo de Divinas palabras, a quien Mari-Gaila pasea en un carretón en la obra de Valle:
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" ... unas piernas arrolladas formando ruedo, y más parecidas a tentáculos de pulpo que
a extremidades de persona, y en el centro de aquello una humana cabeza del tamaño
común en el adulto. El mirar, aunque idiota, no carecía de expresión dulce ( ... ). Cabellos
lacios cubrían algunas partes de su cráneo, y en su cara crecían pelos ásperos y
larguiruchos, que por lo escasos se podían contar ( ... ), un cuello raquítico y un busto
enteco, del cual pendían brazos flácidos y como sin hueso, al modo de las piernas"21.
También en "Nazarín" aparecerá el enano "feo, deforme y ridículo", el pobre Ujo, "una
cabeza carnavalesca":
.... .los chicos del pueblo tenían con él un Carnaval continuo ( ... ). La cabeza era más
voluminosa de lo regular, feísima, con una trompa por nariz, dos alpargatas por orejas,
unos pelos lacios en bigote y barba ( ... ). Los que entraban por la iglesia ( ... ) quedábanse
aterrados viendo avanzar a tres cuartas del suelo una cabeza de gigante ... "
("Nazarín". Cuarta parte. IV.)
De irónico contraste paralelístico (muy del gusto de Ramón Pérez de Ayala) cabría
calificar el proceso amoroso de Jusepa, una sirvienta de Guerra, la "loba" enamorada del
"zorro" (en animalizada denominación galdosiana), que resulta ser un hermano de Dulce,
proceso esperpéntico frente al sublime de Angel ("Jusepa, en tanto, no era la misma mujer,
y si alguien se hubiera cuidado de observarla, habría notado en ella radical mudanza"),
descrito con una técnica animalizan te que Galdós empleará también para describir a otro de
los "Babeles":
"Fausto, tendido boca abajo, estirados los cuatro remos. Despertó ( ... ) y alzándose
sobre las patas delanteras, bostezó y volvió a echarse, recogiendo las manos y
apoyando en ellas la cabeza ladeada "22.
Los ejemplos se multiplican. Novela de contrastes, quizá rasgo fundamental en la obra
de un novelista moderno que da cuenta de la compleja realidad, la visión del esperpento y
la idea de lo sublime se entreveran en una complicada red de dualidades. Tarea ardua y
siempre incompleta resultaría intentar una delimitación de temas, fuentes e influencias en
la gran obra de Galdós. Angel Guerra constituye por sí sola un mosaico preciosamente
trabado en el que todo, individual y conjuntamente considerado, adquiere las proporciones
peculiares y magistrales que caracterizan a la obra de arte verdadera. Por ello, esta gran
novela presenta sus temas y formas en imbricación perfecta, configurando una unidad que
debe su efecto final a la confluencia armónica de todos sus motivos principales. Y dos de sus
modelos paradigmáticos, atravesados igualmente por la dualidad "real-sublime" o "degradación-
idealización", van a ser precisamente el Quijote de Cervantes y la Divina Comedia de
Dante, obras ambas que muestran un gradual proceso espiritual de orden similar al que
mostrará Galdós en la novela que nos ocupa. El tema del "león enamorado", fundamental
en ella, se configura como eje determinante que orienta la evolución de la espiritualidad de
Angel e inventa a su alrededor un sueño tan místico como poético en aquellas horas
toledanas. La influencia del amor que Leré inspira al protagonista se refleja en esta otra no
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menos importante, aunque sí de distinto signo, que hará cambiar de forma tan radical su
sensibilidad: el paisaje toledano, áspero y seco, sugiere a Guerra la idea que animará desde
entonces su existencia ("ser al propio tiempo amparador de la Humanidad y solitario
huésped de aquellos peñascales"). Ese ideal, claramente caballeresco, le lleva a adoptar la
quijotesca idea de ser "amparador" de menesterosos, como quiso ser el ingenioso hidalgo
manchego, Y como él, Angel, en compañía del sanchesco Don Pito (de nuevo otro contraste),
recorrerá los cigarrales en busca de infortunios que socorrer.
Leré transformó a Angel en enamorado Héroe, cuyo servicio a Dios y a su dama
culminarán en esa sublimación de su amor" a lo divino" (en la mutación ascensional del amor
humano imposible para el protagonista a causa de la vocación religiosa de Leré) que es el
"ensueño dominista", ensueño tan quijotesco como dantesco. Alguna vez, cierto comentarista
de la Divina Comedia, se ha preguntado "si a Dante, al crear su "Paraíso", no le movió
ante todo el propósito de fundar un reino para su dama"23, y si esto puede no trasponer el
límite de la conjetura, nos autoriza sin embargo a imaginar a Angel creador de otra "Divina
Comedia", ofreciendo a su amada la cúspide de su ensoñación amorosa a lo divino: "Por ella
y para ella fundaré yo la Orden más grande, más bella, ( ... ) la pondré en el eminente lugar
que le corresponde" .
Ecos dantescos que se revelan tanto en la estructura de la obra (dividida en tres partes
simétricas de siete capítulos cada una), como en determinadas alusiones literales de Angel,
talla consideración, al comienzo de la novela, de hallarse en la mitad de su vida ("N' el mezzo
del camin di nostra vita ... "): "Treinta años tengo, querida mía", y en el hecho de considerar
a Dulce como su guía "en una selva oscura", mientras que Leré será su guía en el "paraíso"
toledano. Incluso, en el otro extremo de lo sublime, Galdós llega a recrear en la obra un muy
peculiar" descenso a los infiernos" o "catábasis" mediante las alucinaciones de Angel al caer
en un barranco pedregoso a las afueras de Toledo. Incluso la hiperbólica belleza que Angel
atribuye a Leré (sublimación evidente): "Angel veía a su dama hermosa sobre toda
ponderación. ") es atributo no sólo de la toledana, sino también de Beatriz y de la quimérica
Dulcinea en la mente de Don Quijote. Contrastando con la realidad, deforme, realmente
esperpéntica, las tres damas subliman el idealismo del caballero aunando heroísmo y
religiosidad, ofreciendo a la literatura un tríptico admirable de sublimación poética.
_ BIBLIOTECA GALDOSIANA
Notas
1 GULLON, Ricardo: PSICOLOGIAS DE AUTOR Y LOGICAS DEL PERSONAJE. Tauros, Madrid,
1979.
2 BAQUERO GOYANES, Mariano: "Dualidades y contrastes en Ramón Pérez de Ayala". En Rev
"Archivum", XII. Universidad de Oviedo, 1963.
3 Citado por GOMEZ DE LA SERNA, Ramón: DON RAMON MARIA DEL VALLE-INCLAN. Austral.
Madrid, 1969, pág. 182.
4 SALINAS, Pedro: LITERATURA ESPAÑOLA DEL SIGLO xx. Alianza, Madrid, 1979, pp. 89.
5 DENDLE, Brian: THE SPANISH NOVEL OF RELIGIOUS THESIS (1876-1936). Castalia, Madrid,
1968, pp. 129.
6 PEREZ GALDOS, Benito: ANGEL GUERRA. Hernando, Madrid, 1970, pág. 264.
7 Iris M. Zavala ya anotó que la palabra "esperpento" aparece en la obra de Galdós, tanto en los
"Episodios Nacionales" como en las "novelas contemporáneas". ZAVALA, Iris M.: "Del esperpento".
En VV AA: HOMENAJE A JOAQUlN CASALDUERO. Gredos, Madrid, 1972, págs. 493-496. Al margen
de las citadas "La de Bringas" y "Lo prohibido", lo hemos registrado también en "Miau" yen la misma
"Angel Guerra".
8 Citado por PHILIPS, Allen W.: "Galdós y Valle-Inclán: a propósito de un texto olvidado". En Rev.
"Anales Galdosianos". Año XIV, 1979, Madrid, 1980, págs. 105-118. Cita en pág. 106.
9 GULLON, Ricardo: GALDOS, NOVELISTA MODERNO. Gredos, Madrid, 1973, pg. 160.
10 Recordemos la filiación literal que el propio Valle establece en su obra "Luces de bohemia": "El
esperpentismo lo ha inventado Goya".
11 P. GALDOS, Opus. cít, pg. 34.
12 PORTNOFF, George: LA LITERATURA RUSA EN ESPAÑA. Instituto de las Españas. New York,
1932, págs. 126-131.
13 COLIN, Vera: "Tolstoy and "Angel Guerra". En VVAA: GALDOS STUDIES. Tamesis Books.
London, 1970. págs. 114-135.
14 Ibidem, pago 134.
15 PEREZ GALDOS, B.: Opus. cít pago 235. La admiración de Galdós por Toledo queda patente en
las "Memorias de un desmemoriado" , fundamentalmente en los capítulosAngel Guerray Toledo y Visita
a una catedral. En OBRAS CO~\PLETAS. Aguilar, Madrid, 1982. Vol. m, págs. 1.430-1.473.
IV CONGRESO GALDOSIANO _
16 PEREZ GALDOS, B.: Ibídem, pp. 157.
17 CASALDUERO, Joaquín: VIDA Y OBRA DE GALDOS. Losada, Buenos Aíres, 1943, pg. 100.
18 PEREZ GALDOS, Benito: Ibídem, pg. 59.
19 BAQUERO GOYANES, Mariano: "La perspectiva cambiante en Galdós". En VVAA: HOMENAJE
A JOAQUIN CASALDUERO. Opus. cit., págs. 71-83. Cita pg. 72.
20 PEREZ GALDOS, B.: Opus. cit., págs. 484-485.
21 Ibídem, pg. 262.
22 Ibídem, pg. 648.
23 BORGES, Jorge Luis: NUEVE ENSAYOS DANTESCOS. Selecciones Austral. Madrid, 1983, pg. 43.