ROSALIA EN EL PRIMER PELDAÑO •
DE LA REALIDAD CONTEMPORANEA
Félix Rebollo Sánchez
Anque Galdós no incluyó a Rosalía dentro
de lo que él denominó novelas de la primera época, una vez sacada a la luz no podemos
desgajarla de sus otras novelas puesto que con ellas conforma un mosaico literario y una idea
nítida de cómo Galdós se acerca al arte narrativo. Esta novela que nos ocupa, evidentemente,
entronca con la forma narrativa de La Fontana de Oro y El Audaz, aunque parta ya de otros
conceptos desde el plano ideológico. En ella, Galdós define, de manera diáfana, la naturaleza
de la novela en general. Es un aparte que el escritor realiza para que vayamos comprendiendo
el pensamiento novelístico galdosiano. En un alarde esclarecedor escribe: "Una novela se
parece a un río: caudal copioso de hechos y observaciones, de verdades y fantasmagorías,
de realidades y de sombras, avanza por el cauce ya superficial y anchuroso, ya profundo y
angosto, que le forma el estilo. De la inteligencia de su autor afluyen, como los manantiales
que se escurren por las grietas de una montaña, los arroyos que, juntándose después en la
llanura, forman la corriente abundante y serena que avanza con lentitud hasta perderse en
el océano de su desenlace". La realidad vista por el escritor le sobrecoge, pero quizá, no
contento cómo afloran las ideas, y pensando que puede quedar algo fuera de su alcance,
abandona este trabajo, y prosigue desde otra atalaya con otros problemas parecidos pero
más apremiantes. Pero esta base le servirá de soporte para converger después en las
coordenadas de su arte narrativo como quedó patente en el discurso de ingreso en la Real
Academia Española donde selló definitivamente su concepto personal de novela: "Imagen
de la vida es la novela, y el arte de componerla estriba en reproducir los caracteres humanos,
las pasiones, las debilidades, lo grande y lo pequeño, las almas y las fisonomías, todo lo
espiritual y lo físico que nos constituye y nos rodea, y el lenguaje, que es la marca de la raza,
y las viviendas, que son el signo de la familia, y la vestidura, que diseña los últimos trazos
externos de la personalidad: todo esto sin olvidar que debe existir perfecto fiel de la balanza
entre la exactitud y la belleza de la reproducción 1•
Las páginas que conforman esta obra sin títul02, aunque falten páginas, son más que
suficientes para entender el mensaje de Gald6s. Probablemente el novelista hubiera
prescindido ce algunas de las páginas que han salido a la luz pública. Como tampoco nos
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extraña que Galdós no publicara la novela. El tema fundamental de esta producción fue
tratado quizá con más fuerza en posteriores escritos. Con esta novela, Galdós abandona el
tra tamien to histórico de su primera época y recoge la antorcha de la realidad con tem poránea,
precisamente con esta novela aunque quedara en el camino y no se decidiera a publicarla;
y la razón probablemente estribe en que prefirió escribir Doña Perfecta y tratar el problema
de las religiones con más tino, y, sobre todo, construir unas bases certeras y abrir una puerta
a la cerrazón e intolerancia. En suma, pudiera ser un ejercicio para conseguir con más fuerza
lo que atisbó desde un primer momento. Sea lo que fuere esta novela ~omo bien señala Alan
Smith- se la puede ubicar, con más acierto que error, en el año 18723•
Hay un aspecto que sobresale en la obra y es la convivencia dentro de la variedaa temática
que la envuelve. En esto Galdós, al igual que hace con el resto de su producción, intenta aunar
las discrepancias de los diversos estratos sociales, incluido el espinoso realismo religioso.
Hay como una invitación a la reflexión. La unión entre los dos personajes capitales, Rosalía
y Horacio, resulta imposible. La sociedad decimonónica no puede aceptar, en modo alguno,
este maridaje. Era demasiado para la sociedad hipócrita y santurrona consentir lo que a todas
luces era impresentable: Un católico no podía transigir que se mezclara la sangre de una
católica con un protestante. Era mejor perpetuar la ideología del cabeza de familia, que,
aunque se equivoque, tiene derecho a ello. No importa que su decisión acarree sinsabores.
Hay, por tanto, una destrucción de ese amor primigenio, y la culpabilidad se reparte entre
todos. Pero alIado de este problema encontramos la oposición que subyace entre la ciudad
provinciana y la capital. En la provincia, el sosiego, la tranquilidad, la virtud. Por el contrario
en la capital está el vicio, la intranquilidad. Aprovecha Galdós para adentrarse en los estratos
sociales del período que tienen su base inmediata en la mal llamada revolución de 1868, no
podemos olvidar que los acontecimientos que surgen entre el Gobierno provisional y las
Juntas revolucionarias inciden en la sociedad de estos años de una manera decisiva. Rosalía
surge en este entorno, en este período histórico donde la política está en auge. Casi al inicio
de la novela, Garratrapa, defensor de las clases conservadoras, recomienda a Guayaquil cuán
importante es invertir en política: "Pero hombre, si aquí no se va a ninguna parte como no
sea por el camino de la política. ¿Quiere usted ser literario? Pues es preciso ser político: sobre
todo para los negocios"'¡. Toda la conversación de Carratrapa está veteada de convencimien to
hacia Guayaquil para conseguir de éste que invierta y se decida, de lo contrario su clase se
hundirá: "Es preciso amparar a las clases conservadoras, alma y vida de la sociedad. Si los
que plliemos y sabemos defender a esas clases no lo hacemos, usted calcula los males que
podrían sobrevenir"5. En el fondo Carratrapa teme las tendencias del proletariado, de ahí que
de su boca siempre salgan alabanzas para los conservadores. Para él, el orden social estaba
amenazado y había que sanearlo como sea ya costa de lo que sea. Como contrapunto emerge
Pedro Picio, defensor del proletariado. Pero si por el dinero defendía Carratrapa sus ideas,
por dinero también Picio abandonará el espíritu revolucionario.
Este contrapunto, también, lo encontraremos en Mariano y Charo si lo comparamos con
el amor de los dos personajes fundamentales. ¿Es consciente Galdós al contraponer ambo')
amores? Yo creo que sí. Charito, después de haber leído novelas rosas, está convencida de
su amor. Bs más piensa que es tan digno como el de Horacio y Rosalía, aunque éste no se
realice. Al contraponer Galdós estos dos amores, nos está anunciando que los dos merecen
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respeto, y si el de Mariano no está bien visto por la sociedad es porque en el fondo existe
hipocresía, envidia o egoísmo.
Tampoco Galdós se olvida de lo absurdo que resulta, a veces, la convivencia cuando ésta
está cerca de la mentira, la apariencia y la intransigencia. Así don Juan quiere casar a su hija
con Cayetano Guayaquil por sus riquezas, y ella también espera una buena dote de don Juan,
aunque el lector sabe que esto no sucederá. Romualda está tras el engaño para asegurar su
porvenir. También Carratrapa, el defensor de la clase conservadora, engaña a Guayaquil en
la bolsa. Engaña también cuando Rosalía está en la Iglesia, y engaña cuando Horacio y
Rosalía buscan, de nuevo, alojamiento; pero el narrador atento nos atestigua: "Tal vez esto
sería alucinación propia de una cabeza debilitada por el insomnio y la meditación"6. Cuando
don Juan llega a Madrid no llega a entender muchas vicisitudes que le ocurren: "Ataré todos
estos cabos y veremos lo que resulta. En este diablo Madrid se vuelve uno loco, ahora oye
una cosa y después otra. Si es para perder el juicio( ... ) ¡Qué babel! y hay gente que gusta
de vivir aquí"7. El cuidado de don Juan es obvio desde el primer momento porque cree que
todo respira impudicia. Nunca había pasado por su imaginación, que esto ocurriera en su
tierra norteña. Esto no es extraño puesto que no tuvo demasiada preocupación por adquirir
conocimientos, de pensar en los problemas que pueden aflorar en la sociedad. Por eso se
extraña, sobremanera, al oír los acontecimientos que ocurren en la capital, y, sobre todo, al
final de la novela cuando D. Cayetano calumnia a su hija, y doña Romualda, por vez primera,
sale en defensa. D. Juan, grita: "¿Qué me están contando? O yo estoy loco o ustedes se han
propuesto quitarme el juicio"8. No es para menos el disgusto del anciano, de un pueblo
tranquilo, aparentemente sin problemas, se mete de lleno en las intrigas, propias de una gran
urbe que, a su vez, será la gran protagonista en los entresijos de la novela. Para don Juan,
Castro Urdiales lo era todo, en cambio Madrid representaba la perdición. En su pueblo
anidaba la hidalguía y la caballerosidad por encima de todo. Como contraposición ese Madrid
revolucionario, de intrigas, de egoísmos, de maldad, de desamor, de envidias, de negocios.
Es en suma, la visión idílica de la provincia frente al todopoderoso e intrigante mundo de la
capital. Con motivo del primer aniversario de la entrada de Amadeo en Madrid, Galdós
escribía en la Revista de España9: "El estado actual de la política demuestra que la
desmembración de los partidos ha producido sus naturales frutos. Epocas de confusión
hemos visto aquí, pero ninguna ha igualado a la presente. Caminan los hombres sin norte
ni guía por senderos desconocidos. Es el reflejo de h.>s años de la revolución de 1868 donde
el egoísmo y la intransigencia son palabras que están enraizadas en la clase política". Hay
un momento en la novela en que D. Juan siente toda la aversión posible hacia la sociedad
madrileña en el capítulo treintaiuno. Don Juan, cansado de su propia abstracción, sintió que
aquellos rumores ... IO • Mucho antes también don Juan había sentido su desilusión por la
capital. Por eso cuando se entera de algunos hechos de su hijo, exclama: ¡Maldito Madrid
¡Madrid, sinónimo de pecado, de corrupción. También aparece la estampa típica del Madrid
del novecientos en el capítulo treinta y dos: sonidos, quehaceres, objetos, personas se
imbrican para dar ese colorido de gentes que deambulan pidiendo al transeúnte que pare y
contemple. Por el contrario, D. Juan intuye que los problemas son debidos a ese Madrid
infernal. Movimiento, fluidez económica se mezclan en la mente de don Juan con placidez, con su realidad.
En su imaginación revolotean dos conceptos aplicados a Castro Urdiales y a Madrid. Gráficamente así:
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EN CAMBIO
Dos formas de contemplar dos realidades que se contraponen. En Rosalía, la capital es
el eje por donde transcurre la esencia de la novela. Aquí discurre las tres cuartas partes de
ella; por eso Madrid cobra un papel protagonista. Encuentra la expresión adecuada para
cimentar y resolver los problemas que acucian a la sociedad en contrapunto con los que
CASTRO
URDIALES tranqu1l1dad
lnmov1l1dad
tradicionalismo
bondad
moralidad
Incorruptibilidad
cambiar, ver, transformar o simplemente evolucionar les parece algo monstruoso. Galdós,
conocedor de ambos criterios, por haberlos vivido de cerca, plasma este choque entre
MADRID
progreso
ciencia
dinero
mov1m1ento
perdición
corrupción
falsedad
IV CONGRESO GALDOSIANO _
mentalidades distintas para aunarlas y sacar un hombre nuevo que acarree la vitola del
progreso y la tolerancia.
Estructuralmente, Rosalía 11 se divide en sesenta capítulos con una serie de secuencias
que determinan el engranaje conceptual de cada uno de ellos. Como es costumbre en Galdós
los primeros capítulos los dedica a la presentación de los personajes fundamentales, y, sobre
todo, de D. Juan Crisóstomo, último vástago y representante de una egregia estirpe del siglo
XIX de la que estaba muy orgulloso, no en vano había estudiado sus orígenes hasta que la
oscuridad se interpuso; aunque el autor tiene cuidado de manifestarnos que sus antepasados
tenían algún entronque con la conquista de Málaga por Miza-Ben-Nacir. Dos personajes
ocupan el centro estructural de la novela: Rosalía y Horacio Reynolds. El amor mutuo choca
con la formación de cada uno: Rosalía es católica y Horacio protestante. En principio, por
consiguiente, observamos dos polos opuestos. Como consecuencia de un viaje que tiene que
realizar el padre de Rosalía a Madrid, el novelista aprovecha esta situación para que los
protagonistas se declaren y abandonen todas las barreras que impedían su amor. Entretanto
Doña Romualda, celestinesca de D. Juan, trata de conseguir que su sobrina se acerque al
indiano Cayetano Guayaquil para conseguir una posición económica más desahogada. Pero
al percatarse que Rosalía anda tras Horacio, averigua si este es rico; al comprobar que,
efectivamente lo es, fija todo su pensamiento en acercar a los jóvenes y así conseguir la
remunerativa unión. Al final no habrá matrimonio por la intransigencia de unos y el egoísmo
de otros. La trama es resuelta evitando los conflictos: Horacio se convierte al catolicismo y
Rosalía -cómo no- se aparta del mundo.
Pero hay un dato importante en la estructura novelesca: ¿Cuál es la posición del
narrador? Es fundamental observar cómo, a veces, se sale del desarrollo para plasmar ciertas
ideas que le interesa que el lector comprenda. Así al final del capítulo trece nos dibuja los
pormenores de la novela: "Una novela se parece a un río ... "12. Llama la atención y manifiesta
que la novela es un espejo fiel de la realidad, y ésta debe contribuir a la transformación y al
progreso. Es más en el año 1870 arremete contra la novela folletinesca al escribir que:
"cuando vemos un acontecimiento extraordinario anómalo y singular, decimos que parece
cosa de novela, y cuando tropezamos con algún individuo extremadamente raro, le
llamamos héroe de la novela, y nos reímos de él porque se nos presenta con toda la extrañeza
e inusitada forma con que le hemos visto en aquellos extravagantes libros" 13. El propósito
de Galdós es nítido y refleja un conocimiento de cómo debe desenvolverse la novela.
Mas el escritor no sólo quiere trazamos una visión de cómo debe ser la novela en la
segunda mital del siglo XIX, sino que también se adentra en la trama novelesca. Hay
momentos en que mantiene en vilo al lector al no suministrarle los datos suficientes, que él
ya conoce. Estamos, por ende, ante una exigua información, y esto, quizá, sea fruto de su
aprendizaje en el arte de novelar. El propio Galdós en el capítulo once se muestra
transparente al narramos: "Es, pues, el caso que ... pero antes de seguir, hagamos una
revelación, que no por ser indiscreta deja de ser necesaria. Es costumbre en los que escriben
novelas engañar al lector por medio de ingeniosos artificios, burlando su curiosidad y
preparando sorpresas y celadas de todo género ... 14. Aunque Galdós quiere quitarse de encima
el bagaje folletinesco, hay momentos en que ese espíritu revolotea por su pluma. Así cuando
Mariano comete una fechoría, narra que el joven ha salido de Madrid, para a continuación
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espetarle: "No había salido de Madrid, no ... " 15. Es decir son datos que dificultan innecesariamente
la acción del hecho narrativo, y más aún cuando en sus dos primeras novelas no
dejó entrever esta forma. De ahí se puede colegir que el autor no estaba satisfecho con su
novela y modestamente creo que no era necesaria su publicación.
Adentrándonos en la función propiamente activa de la novela, diremos que, Galdós
estructuralmente traza las líneas de cualquier comedia clasista. Es decir, presentación, nudo
y desenlace sin más. De ahí que su carácter lineal sea de fácil comprensión. En la
presentación, aparte del origen egregio de la familia santanderina, como ya dije al principio,
sobresale la descripción de cada uno de los personajes familiares. Gráficamente podtan
quedar así:
I JUAN CRlSÓSTOMO ..................................................... lSIDORA F·I
1 1 De carne enjutas
Cuerpo largO. Buen caminante.
Mejor cazador.
Pertenectente a una
ltnajuda famWa del
valle de Cabuémiga.
Aunque la presentación llega hasta ei capítulo diez incluido, es notorio que sin estos
personajes no pueden darse las bases para la construcción novelesca. Ya, desde el principio,
nos percatamos que el eje fundamental estaría en el binomio Juan Crisóstomo-Rosalía o, al
Sólo se nombra en
la presentaclón.
Cierto trres1st1ble
encanto: Mirar dulce.
Cuerpo esbelto.
menos, van a ocupar la mayor parte de la novela. En una detallada descripción se nos hace
ver, sobre todo, el espíritJ y la ideología de Juan Crisóstomo, así como todo lo que le rodeaba
en ese pueblecito de la región santanderina: CASTRO URDIALES. Llama la atención cómo
de su mujer doña Isidora Frías tan sólo se dice que pertenece a "una linajuda familia del valle
de Cabuérniga". De Mariano, sólo se le nombra; sin embargo Rosaía es el centro, el narrador
se recrea en esta feliz y hermosa muchacha. Para completar las noticias de la familia, el
novelista nos recuerda que don Juan Crisóstomo tenía un hermano, hombre excéntrico,
"pues además de excederle en avaricia le dejaba muy atrás en ideas anticuadas" 16. Y, cómo
no, el cura del pueblo muy amigo de la familia. Esta es la estampa que Galdós dibuja en su
primer capítulo y que servirá de trampolín para los acontecimientos que vendrán
después.
IV CONGRESO GALDOSIANO _
En este aspecto, Galdós prosigue la línea de sus dos primeras novelas.
El capítulo segundo viene conformado por cuatro secuencias donde aparece el aspecto
ideológico y su apego a las tradiciones. Para don Juan oír hablar de progreso es ir contra su
espíritu, se sulfura cuando oye hablar "que estamos mejor que antes. Para él el goce y la
diversión son malignos, que, por otra parte, es el fruto del liberalismo y la llamada
civilización moderna". Don Juan se refería a la filosofia idealista de K. C. F. Krause, que estaba
de moda. Por el contrario él tenía sus ideas carlistas y de ahí no se iba a apear. En este capítulo
no podía faltar la descripción fisica del Sr. D. Cayetano. Hijo, también, de nobilísimo linaje,
que tuvo que emigrar. En el año 1869 volvió a la montaña precedido de la tronadora forma
de sus riquezas y dispuesto a casarse con Rosalía para dar nuevos y preclaros hijos a Castro
Urdiales. En este contexto el cura párroco, don Juan de la Puerta, llama la atención a D. Juan
manifestándole que su hijo Mariano, que se encuentra en Madrid, no era modelo de hidalguía
y cristianas costumbres. Para enderezar los desvaríos de su hijo y también para casar a su
hija con Cayetano, decide ir con su hija a Madrid. Así finaliza el capítulo tercero. Después
de una digresión en el capítulo cuarto, se traslada a Madrid. El narrador ha querido
introducirnos en Madrid, donde se desarrollará la gran mayoría de la novela. De nuevo
abandona la capital y retoma el hiio del capítulo cuarto y vuelve a narramos el naufragio del
Británico.
El capítulo once es el nudo de la narración. Rosalía estaba enamorada de Horacio, que
es protestante y, lo que es más temible aún, que es clérigo. Es la segunda parte estructural
de la novela y la más importante. El final es duro, nítido y sobrecogedor. Los capítulos
cincuenta y nueve y sesenta resuelven el conflicto planteado. Horacio se convierte al
catolicismo y RosaHa se aparta del mundo por deseo de su padre.
Desde una vertiente diagramática esta estructura quedaría así:
D. JUAN
D. CAYETANO
Romualda
~trapa~ i
D. ~yetano ~'
D.Juan~
mm BIBLIOTECA GALDOSIANA
y por otra parte la pareja:
CHARITO MARIANO
Tampoco podemos olvidar que en la novela hay ideas contrapuestas. Así D. Juan había
tomado la determinación de casar a su hija con D. Cayetano, indiano muy rico, recién venido
de Méjico, pero cuando Rosalíaa vio por primera vez a D. Cayetano no encontró en él cosa
alguna que le hiciera digno de cariño o desprecio. Cuando se le notifica la voluntad paterna,
Rosalía queda insensible. Es decir, cuando comienza la novela se traza el contrato
matrimonial:
Concierto
------- = Estipulación de contrato
Aceptación
Sin embargo no hay aceptación plena por parte de Rosalía. Es más cuando el indiano tuvo
la humorada de dirigirle algunas palabras amorosas, comprendió que no le gustaba gran
cosa. El conocimiento de los prometidos, por ende, se produce sin ilusión, al menos, por parte
de uno de ellos, y, al mismo tiempo, el narrador se detiene en describir a cada uno, que pueden
diagramarse:
... Irresistible encanto
... cuerpo esbel ___ _
... ojos negros.-____ -I
... nariz correcta y n"~-.
... boca un poco grande
..--....:J"Denlo innato
mer todas las cosas
IV CONGRESO GALDOSIANO _
... indiano muy rico
... emtgrante ~--_-i
... educa.clón primarta
... codicia ~-----..,
La petición quedaría así:
O.Juan
Ca tano 8
Pero pronto comienzan las pruebas, los sinsabores, las tensiones ideológicas, los
intereses secretos que perturbarán lo que D.Cayetano Guayaquil había deseado. Desde el
planteamiento de esta boda conoce el lector que Rosalía no ve en Cayetano ni la más mínima
brizna, no ya de amor, sino ni siquiera de cariño. Para coadyuvar al primigenio pensamiento
de R0salía se perfila como rival Horacio. Pero el hecho de ser protestante y clérigo resultará
para el padre de Rosalía impresentable; por eso deciden, por el momento callar. Dos fuerzas
oponentes están incidiendo sobre los deseos de D. Cayetano sin que él lo sepa. Gráficamente
quedaría así:
f1'
Horac1o-Rosalía
La fuerza oponente de Rosalía destruirá cualquier comunicación con don Cayetano, y se
convertirá en realidad con el apoyo de Horacio; quizá sin él, Rosalía no hubiera tenido la
suficiente entereza, por su formación, para romper con las ataduras que su padre y don
Cayetano consiguieron. Como contrapunto las declaraciones amorosas secretas entre
,. BIBLIOTECA GALDOSIANA
Horacio y Rosalía cambian cuando diversos acontecimientos son juzgados de distinta
manera en la capital. Madrid será contemplado como la ciudad maldita que no colabora al
amor eterno que se han declarado dos jóvenes. Sin embargo el que rompe con todos los lazos
es don Juan cuando pide a su hija que se aparte del mundo. Que marche a Castro Urdiales
donde la verdad, el decoro y el respeto tienen cabida. Horacio que ya se había percatado del
pensamiento cerrado en cuestión de religión del padre de Rosalía, sacrifica también su idea
de casarse con Rosalía y abraza el catolicismo.
La rigidez, la intransigencia, el fanatismo y el egoísmo rompieron con el amor que se
profesaron Rosalía y Horacio. El desenlace se resuelve obviando los conflictos aparecidos.
En d desenlace no sólo se aclaran los malentendidos que hubo sino que Rosalía se convierte
en la protagonista contemplando cómo su pasado, que en breve tiempo fue recorrido, no
halló más que penas y desconsuelos. La alegría fue contada por minutos y el dolor por
semanas. Ellas seguía amando a Horacio, incluso más que antes. De vez en cuando
recordaba, como aldabonazo, las palabras de su padre: "pasar la vida en oscuro retiro, lejos
del mundo y labrando la paz del alma". Este estado era el más propicio para huir de los errores
ajenos y entregarse a Dios.
Sinópticamente podríamos contemplar, así, la estampa final:
MARIANO
(se busca la vida)
ROSAUA
(se aparta
del mundo)
(sin conoc1m1ento)
HORACIO
ROMUALDA
(avara e hip6crtta)
~
~
(se hace sacerdote catól1co
Al final la última voluntad de don Juan es que Lía se marche a Castro Urdiales y se
encierre. Como no se fía de nadie recurre a Horacio, en quien tiene plena confianza, para que
le acompañe: "Usted es un buen sacerdote, y mi hija una esposa de Jesucristo" 17. Para su hijo
Mariano que seguía con sus lecturas, le ordena que se busque la vida él solo. El bueno pero
avaro y fanático don Juan consigue la gloria al inclinarse el platillo del lado del bien.
IV CONGRESO GALDOSIANO _
Notas
1 Discurso de ingreso de Galdós en la Real Academia Española en ANGEL DEL RIO, Historia de la
literatura española, n. Nueva York, 1963, pág. 199.
2 Siguiendo la costumbre del mismo Galdós, al faltar el título del manuscrito, el crítico A. Smith
le da el nombre de Rosalía en honor a la heroína.
3 Como parte de la acción pasa en Castro Urdiales ,eñalar Pattison- es difícil suponer la novela
anterior al verano de 1871, época de la primera visita de don Benito a esa región. Además el texto
menciona la batalla de Sedón (1 de setiembre de 1870), y don Juan Gibralfaro (padre de Rosalía), que
tiene 70 años es "de edad poco menor que la del siglo". Estas indicaciones señalan el año 1872 como
la fecha probable de la novela. Extraído de la edición de Alan Smith, Rosalía. Madrid, Cátedra, 1983.
4 Pérez Galdós, R., Rosalía. Madrid, Cátedra, 1983, pág. 102.
5 Ibídem, pág. 48.
6 Ibídem, pág. 123.
7 Ibídem, pág. 147.
8 Ibídem, pág. 154.
9 Pérez Galdós, B., Los artículos políticos en la Revista de España, 1871-72. Edición Brian J,
Dendle y Joseph Schraibman, Kentucky, 1982, pág. 27 (en el tomo XXIV, 13-01-1872, núm 93, págs.
145-52 de la revista).
10 Pérez Galdós, B., Rosalía. Madrid, Cátedra, 1983, págs. 262-63.
11 El nombre de Rosalía, en honor a la heroína (A. Smith)
t2 Ibídem, pág. 102.
13 Pérez Vidal, J., Madrid. Madrid, Afrodisio Aguado, 1957, págs. 228-29.
14 Pérez Galdós, B., Op. cit., pág. 80-81.
15 Ibídem, pág. 325.
16 Ibídem, pág. 22.
t7 Ibídem, pág. 379.