LA REVISION CRITICA DE GALDOS 11
EN LA GUERRA Y EL EXILIO;
SIGNIFICADOS ETICOS y CULTURALES
Víctor Fuentes
A 1 cincuenta aniversario del exilio español en América.
El momentáneo eclipse u olvido que suele acompañar a tantos famosos autores en las
fechas inmediatamente posteriores a las de su muerte, se acentuó en el caso de Galdós al
coincidir su desaparición con un relevo generacional y el surgimiento de la vanguardia y la
estética de "deshumanización del arte". Además, hay que tener que presente que, por las
mismas fechas que él, se puede decir que también moría el siglo XIX, tan vinculado a la obra
del genial autor canario. Se trataba, pues, en el caso del eclipse de Galdós, y como advirtiera
Angel del Río, de "una reacción en contra de todo un estilo vital y estético" (Estudios 92).
Es muy significativo, a este respecto, el duro ataque lanzado contra él -en el primer
número de la orteguiana Revista de Occidente, julio de 1923- por Antonio Espina, uno de
los adalides de la nueva narrativa experimental. El escritor madrileño compendia toda la
serie de juicios despectivos sobre Galdós hechos por los escritores del momento, aunque,
después de la guerra, los miembros de la generación del 27, uno por uno, cantarían su
palinodia!. Tampoco el advenimiento de la República -por el que tanto bregó Galdós ya entre
1906 y 1913- trajo su esperada revalorización crítica.
Una excepción a los juicios adversos y al olvido, sería la valoración de Federico de anís
precisamente en un acto celebrado en memoria de la muerte de Galdós en abril de 1920. En
la neoyorquina Universidad de Columbia, acto en donde le proclamará como al más grande
escritor español "desde que se apagaron los fuegos del Siglo de Oro"; destacándolo también
como "símbolo superior de nuestra cultura", lazo del pasado y del porvenir ("El españolismo
de Galdós"). Desde fuera de España, inmerso en el medio de la "extraña" cultura anglosajona,
"viva" y "pujante", De anís busca, en su interpretación de Galdós, la afirmación de las señas
de identidad cultural hispánicas, valiéndose de un enfoque crítico culturalista y ético. Nos
dice que Galdós, como hombre y como artista, "era fundamentalmente bueno" y destaca
como esencia de la cultura española la tolerancia moral "que hace posible la profunda
comprensión estética propia de lo que vagamente se llama el realismo español y que permite
ver en todo ser humano, hasta en los más bajos y miserables, la bella luz de la humanidad"
(El sentido 116)2. Esa comprensión -añade-, que adquiere sus formas supremas en
Cervantes y en Velázquez, ha logrado su más cabal expresisón moderna en la obra de Galdós.
_ BIBLIOTECA GALDOSIANA
En la estela de Federico de anís y también desde la misma Universidad de Columbia, su
discípulo, Angel del Río, abrió el camino a la revalorización crítica de Galdós -que aun
tardaría años en llegar- en su extenso prólogo a la edición escolar de Torquemada en la
hoguera, publicado en el mismo año, 1931, de la proclamación de la República. El ensayo
de Del Río -hecho ya con todo el rigor de la crítica académica de la época-hay que englobarlo
junto a otros intentos aislados de revalorización efectuados, tras la muerte de Galdós, por
De anís, Madariaga, Pérez de Ayala; hombres, todos ellos, de estirpe republicana-liberal,
"europeistas", como diríamos ahora, y que escribían fuera de España, tratando de conciliar
la tradición cultural española con los imperativos de la modernización. De aquí que valoren
la obra de Galdós como ese lazo entre el pasado y el porvenir ya destacado por De anís; que
encuentren en sus libros la huella viva de la lucha librada en la España decimonónica en pro
de los valores -liberalismo, progresismo- que apuntaban a la integración en la civilización
moderna y en la comunidad europea.
Hace Angel del Río hincapié en que esta ideología aparece fundida, en las páginas de las
novelas galdosianas, en la vida: cuestionada y enriquecida por las contradicciones y
complejidades de ésta. Lo cual motiva que su liberalismo sea "más amplio que el frío
liberalismo de escuela" y que Galdós se salve "de la compañía de esos vulgares, intolerables
y vacuos progresistas de mítin -tan intolerables y vacuos como los tradicionalistas
inflexibles- haciéndole formar en la línea más pura de los reformadores españoles"
(Estudios 120).
Volveré sobre el tema de su liberalismo "no frío" y del Galdós reformador, y no
reformista. Baste decir, por ahora, que este liberalismo, además de llevar una fuerte dosis
de ironía, está imbricado en una serie de valores morales de la "esencia" e identidad cultural
española. Desde Estados Unidos, Angel del Río, como anteriormente lo hiciera Federico de
anís, vuelve a enarbolar a Galdós como "símbolo superior de nuestra cultura", ensalzando,
junto al Galdós universalista, su peculiar fibra moral española, nuestro posible adimento a
los ideales liberales y demócratas: la sinceridad, la tolerancia y comprensión de los otros,
basadas en la solidaridad y el "amor a la humanidad", encarnadas en las prácticas de Nazarín
y Benigna. El enfoque ético es el que predomina en la valoración que hace Angel del Río. Tras
un minucioso análisis de las distintas etapas y peculiaridades artísticas de la obra de Galdós,
concluye afirmando:
Se nos ocurrre, sin embargo, que cuando el tiempo vaya madurando un juicio sereno
y distante, Galdós deberá su grandeza, como otros muchos autores de la literatura
española, a su visión franca y moral de la vida que señala los valores más altos de ella
en esa mezcla de lo vulgar y de lo sublime, lo ruin y lo elevado, lo ideal y lo real que hay
inmanente en el hombre (Estudios 124)
Será durante la guerra civil, yen el bando republicano, cuando se plantee en España la
vuelta a Galdós como un imperativo de urgencia. Esta reivindicación tiene un sentido más
vitalista que puramente crítico-literario. Se lleva a cabo dentro de una coyuntura dramática,
cuando la raíz profunda que Galdós supiera ver hermanando a todas las facciones, en medio
de las guerras civiles y las discordias del siglo XIX, se vuelve a desgarrar. En aquel contexto,
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la revaloración de Galdós viene, en primer lugar, por parte del público receptor y vinculada
a una política cultural. Propiciando la tesis que veía el conflicto bélico español como una
guerra popular y de independencia, se reimprimieron, en la zona republicana, varios de los
Episodios Nacionales de la primera serie, Zaragoza, Gerona. Según evocara, en 1943,
Alberti, miles de estos ejemplares llegaron a las trincheras y "fueron recibidos alIado del fusil
de nuestros soldados con ansia parecida a la del pan en la trinchera, a la del anhelado refuerzo
en una agotadora batalla" (Cursosy CoTJ!erencias 16).
Por parte de la crítica, la revaloración de Galdós en la guerra, significativamente, corre
a cargo de dos mujeres, Rosa Chacel y María Zambrano, en sendos artículos publicados en
la republicana Hora de España. En aquella hora del "sudor de sangre" había llegado el
momento que el propio Galdós profetizara en una de sus últimas entrevistas: "Yo imagino,
sin embargo, un tiempo en que cambiarán de parecer los que hoy empiezan a verme como
un viejo maniático, obstinado en tomar en serio las luchas del siglo XIX y en ver por todas
partes supervivencias del absolutismo" (Estudios 125-26). y efectivamente, en unos
momentos, en que el absolutismo redivivo anegaba al país en el baño de sangre, la crítica
vuelve de nuevo a Galdós, valorándole como "símbolo superior" de nuestra cultura moderna.
Paul Ricoeur nos dice que cuando una comunidad experimenta una fundamental crisis
de existencia, cuando se siente amenazada por la destrucción externa o interna, se ve
obligada a volver a las raíces de su identidad, el núcleo mítico, que, en última instancia, la
cimenta y determina (Dialogues 38) Y mucho de esto hay en la vuelta a Galdós en la España
republicana en guerra y, después, en el exilio. Tanto Rosa Chacel como María Zambrano
identifican la obra de Galdós con las raíces de la identidad y el núcleo mítico e imaginario de
lo hispánico. En sus críticas recurren a lo simbólico ya lo mítico. Ven, en la obra de Galdós,
las claves vitales y simbólicas para superar el drama de las dos Españas, salvando la esencia
moderna, conjugada con nuestra entraña nacional-popular.
En su "Un nombre al frente: Galdós", Rosa Chacel habla de la revolución española como
un acto de amor: "inmensurable nebulosa" que se nutre de las esperanzas futuras, pero
también del pasado, "sorbiendo todo nuestro pasado, reactivando en cada palmo de tierra
del planeta los gérmenes que el alma de España dejara a su paso en tiempos más felices".
y desde el fondo de esta nebulosa y fuente originaria destella la luz de la llama de un nombre:
Galdós. Curiosamente, tanto ella como María Zambrano ven la revolución española como
visión, como una creación, im pulsada desde la entraña del alma nacional: creación y entraña,
prodigadas ya, en las miles de páginas galdosianas, donde la historia, entretejida en lo
cotidiano, y el ser mismo de España -plural y diverso- aparecen transubstanciados en
poesía: en utopía liberal y popular. Celebran las dos críticas al Galdós, poeta, creador y hasta
visionario. Quintaesencian las cualidades de sus obras y de sus personajes en metáforas y
símbolos de la imaginación material: raíz, roca, agua, fuego, sangre, luz, aire.
En su artículo, significativamente titulado, "Misericordia", María Zambrano hace alardes
de sus dotes poéticas y de pensadora. Aporta a la interpretación de Galdós conceptos de
estirpe unamuniana y orteguiana: la intrahistoria, del primero, y la razón vital, del segundo.
Como De Onís, inscribe a la obra galdosiana dentro del tradicional realismo hispano,
extendiéndose sobre la forma de conocimiento que éste lleva aneja y que resplandece en la
obra galdosiana. Una razón no racionalista de la cual se ha nutrido toda nuestra cultura y
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saber popular, incluyendo la cultura analfabeta y las más altas y misteriosas obras de
nuestra literatura: una razón humilde, dispersa, misericordiosa que rezuma en las páginas
de Galdós.
Ve María Zambrano en Fortunata y Benigna, dos símbolos de la intrahistoria y del
protoplasma hispánico: dos fuerzas fascinadoras de la vida hispánica. La primera, inmensa
fuerza de la fecundidad, ilimitada y espontánea; y la segunda, la heroína de Misericordia,
símbolo de la fuerza sacada de la prodigalidad y del esplendor de la miseria. De la seña
Benigna, humilde Atlas que sostiene sobre su frágil espalda a todos los otros personajes de
su mundo novelesco, y que tiene mucho de figura alegórica de la savia popular, sobre la que
se nutre y descansa el ser histórico de España, Zambrano escribe que es en sí misma "agua
pura y viva brotando entre escombros". Agua, madre, vida, el simbolismo de Benigna, según
la interpretación de María Zambrano, se puede fundir con el de la España republicana,
inmortalizada en los versos de César Vallejo. De aquí que cuando aquella España cayó -"N iños
del mundo, si cae España ... " -, nuestros escritores del "éxodo y de llanto" fueran a buscarla,
de nuevo, en el espejo de la obra galdosiana. La revaloración de Galdós, en el exilio, está
inextricable mente ligada a esa búsqueda del imaginario nacional, de los símbolos fundacionales
de la identidad hispana.
Desde las primeras fechas del exilio, aparecen en revistas americanas las llamadas a
la vuelta a Galdós y a su revalorización3• César Arconada, en un artículo de junio de 1940,
escribe:
"Es claro que a Galdós no le ha llegado el momento triunfante. Pero le llegará. Durante
nuestra guerra estuvo ya cerca de él. Algunas de sus obras de teatro se representaron
y el pueblo -sin obstáculos delante- iba camino de fundirse con elgran escritor popular.
Pero aquello fue casi un sueño, uno de tantos sueños fallidos del pueblo español que,
como otras veces, como muchas, estuvo en los lindes de su felicidad y se desplomó en
las realidades. (Romance 2).
Con la celebración de su centenario, en 1943, sí llegó, al fin, el momento triunfante de
la revalorización de Galdós. Fueron muchas las revistas americanas -para no hablar de los
innumerables periódicos-que abrieron sus páginas a la celebración del centenario galdosiano,
con la colaboración de los escritores exiliados y, también de sus colegas latinoamericanos:
Cursos y Coiferencias, de Argentina, El hijo pródigo y Cuadernos amen·canos, de México,
donde también aparecieron artículos de los mexicanos Alfonso Reyes y Agustín Yañez,
Revista Nacional de Cultura, de Caracas, Atenea, de Chile, Revista hispánica moderna, de
Nueva York y la Revista Cubana, de la Habana4•
Como agudamente escribiera Ricardo Baeza, en aquella" glorificación" de Galdós, llevada
a cabo en América con motivo de su centenario, tenía lugar un acto de un hispanismo
auténtico, que el escritor situaba en los antípodas de la hispanidad, "fraudulenta" y
"decrépita", de la propaganda franquista. Dicho acto, como, en general (habría que añadir),
la obra de los exiliados en América, sentaban las bases para el hispanoamericanismo del
mañana: "nutrido -y cito sus palabras-de médula universalista, que considerará como una
gran comunidad la familia de las repúblicas hispano parlantes, con una cultura y un idioma
y un porvenir comunes ... " (Cursosy coTJ/erencias 133).
IV CONGRESO GALDOSIANO 111
De todos aquellos números-homenaje, en el que se da cita el más nutrido grupo de
destacados escritores exiliados es en el de la revista argentina, Cursos y co'lferencias, con
la colaboración de Rafael Alberti y María Teresa León. Guillermo de Torre, Jacinto Grau,
Alejandro Casona, Angel Ossorio y Ricardo Baeza. En sus revalorizaciones de los Episodios
Nacionales, las Novelas y el Teatro de Galdós podemos advertir un denominador común de
valores éticos que representan lo que significaba Galdós para las señas de identidad cultural
de la España republicana en el exilio. A grosso modo podemos agruparlos en cuatro
apartados principales.
1) Algo ya tratado magistralmente en el ensayo de María Zambrano sobre Misericordia,
en donde imbricaba la cuestión de la problemática unidad de España dentro de la diversidad
de elementos étnicos, culturales y religiosos contenidos en el pueblo español. Ejemplarizaba
esto con el ejemplo de Misericordia y Nazarín, donde esta diversidad de elementos aparecen
absorbidos en una poderosa corriente popular unificadora. Casona vuelve sobre el tema,
valiéndose del ejemplo de Gloria para hacer hincapié en la diversidad cultural y religiosa
hispana. Destaca la capacidad de amor y de absorción como nuestra mejor herencia que nos
llega desde los lejanos tiempos de Alfonso el Sabio y su escuela de Toledo, donde "árabes,
hebreos y cristianos eran hermanos en el trabajo y la canción", añadiendo:
De ahí arranca el noble pensamiento de Galdós; y los españoles que lo amamos y
sabemos que el agua químicamente pura no es potable y que la sangre químicamente
pura sólo engendra idiotas, nos enorgullecemos de levantar, entre las luchas racistas
de hoy, la bandera de nuestra sangre árabe-hebreo-cristiana, maravillosamente múltiple
y heredera de tres armas y de tres culturas (Cursosy Co'lferencias 109).
2) El arraigo de Galdós en lo popular; reconocido -como dan cuenta Alberti y Casonaen
la circulación de los "Episodios Nacionales" por las trincheras de la República durante la
guerra. Casona nos dice que si Galdós no tuviera otros títulos para merecer nuestra devoción,
uno le bastaría: "el de haber resucitado como guerrillero, a través de sus libros, en la nueva
guerra de la Independencia española" (Cursos y coTJferencias 106). El arraigo de Galdós en
lo popular viene de muy atrás. Como evoca Angel Ossorio, "el sentido popular de Galdós"
está en todas sus obras. Jacinto Grau y Ossorio insisten en la solidaridad de Galdós con los
humildes. Grau destaca cómo nuestro gran novelista nos muestra "esa parte noble no
disminuida antes todas las humillaciones habidas y tenidas por las gentes humildes, en el
mundo" (Cursos y coTJferencias 54-SS). y Ossorio insiste en la especial atención que hay en
Galdós hacia los más humildes: en los más míseros rincones de los barrios pobres madrileños,
nuestro autor encuentra, junto con la miseria, la piedad, unas generosidades inconcebibles
y unos corazones de los que irradia una luz esplendorosa (Cursosy CoTJferencias 114). De
aquí que la figura de la señá Benigna se señale, una y otra vez, como símbolo de esta
exaltación de lo más humilde de la sociedad española: del reconocimiento de la parte noble
de los humildes.
En otro trabajo posterior, María Zambrano destacaría a la figura del desharrapado (figura
multiforme en la pintura de Gaya, en la novela de Galdós y, en nuestro tiempo, en el cine de
Buñuel) como símbolo plástico de lo más ostensible del "realismo español" y viendo en él
un símbolo vital del hombre íntegro, en carne y hueso. Concluye María Zambrano su
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elucubración diciendo que en la intimidad de todo español "por muy alta que sea su
representación espiritual alienta siempre este desharrapado, esta criatura arisca y
desgarradora" (Pensamiento y Poesía 208).
3) Podríamos decir que esta presencia del desharrapado anida también, cuestionándolo
y atrayéndole hacia las reivindicaciones de los de abajo, en la concepción del liberalismo de
Galdós: otra de las constantes que destaca la revaloración crítica de los exiliados, viendo en
Galdós todo un símbolo de la España democrática y republicana.
4) Se destaca a la obra galdosiana como espejo del drama y de la vida española del siglo
XIX, y también del presente y del futuro. uGaldós, espejo trágico de España", es el título del
lúcido ensayo de Bergamín en que elucida sobre tal cuestión.
En la novelería de Galdós (escribe) encontramos, es cierto, la explicación -la exculpaciónde
una España pasada o muerta; pero ¿encontraremos también la justificación de una
España viva?: ¿la España venidera? Yo creo que sí, y esto es, en mi sentir, lo que hace
de Galdós una figura permanentemente española (De una España peregrina 55).
Den tro de la crítica académica, Angel del Río con sendos artículos, "Los ideales de Galdós"
y, u Aspectos del pensamiento moral de Galdós" y Joaquín Casalduero con su libro, Vidayobra
de Galdós, publicado en Buenos Aires, se suman a la recuperación de Galdós en el exilio con
motivo de su centenario. Estos estudios viene a poner el sello a la revalorización plena del
gran escritor canario por parte de la crítica que se extenderá a lo largo de la segunda mitad del siglo xx5.
Para el propósito del presente ensayo los estudios de Angel del Río, centrados sobre la
ideología y la moral, tienen mayor pertinencia. Analiza en ellos cómo en la obra galdosiana
la tradición viva, "la que da continuidad a un pueblo", se funde con las preocupaciones
artísticas, sociales, religiosas e ideológicas de su tiempo, vistas -habría que añadir- desde
las preocupaciones del tiempo en el cual Del Río escribe su crítica: los años de la posguerra
española, el exilio y la guerra mundial, vividos desde Estados Unidos.
En uLos ideales de Galdós" vuelve el profesor de la "Columbia University" a destacar los
ideales del liberalismo, profesados por Galdós con mucha ya de esa actitud del liberal ironista,
con la cual el filósofo norteamericano, Richard Rorty, reactualiza en nuestros días el
marchito y/o desvirtuado liberalismo. En cierto modo, adelantándose al mencionado
filósofo, ya Guillermo de Torre viera en Galdós un liberal ironista, cuando sintetizando la
u gran lección ética" de nuestro autor, escribe: "Frente al fanatismo, liberalismo, pero no débil
sino enérgico. Contra la intolerancia, ironía, su mejor disolvente" (Del 98 al Barroco 232).
Del Río nos advierte de que dichos ideales liberales, "aunque a veces nos hayamos burlado
de ellos", sin embargo, brillan en la obra galdosiana encarnados en seres verdaderos y en
la vida, con todas sus contradicciones: ideales tales como la fe en las posibilidades del
progreso moral de la humanidad, vinculada al amor al prójimo, a la tolerancia, ya la libertad
para que cada uno pueda ser lo que es con todas sus limitaciones y con todos sus ensueños
(Estudios 88).
Enunciados así, pueden sonar con ese carácter universalista, abstracto y racionalizante
del viejo o frío liberalismo, contra el cual el propio Del Río nos ponía en guardia, en su trabajo
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sobre Galdós, de 1931, pero encarnados en el vitalista y concreto mundo novelesco
galdosiano adquieren todo su sentido contigente, irónico y utópico, que destaca Rorty en su
redescripción del liberalismo.
En "Aspectos del pensamiento moral de Galdós" Del Río arraiga estos ideales de la obra
galdosiana en valores morales que constituyen el núcleo mito-poético, imaginario, de la
tradición hispánica. De aquí que podamos considerar este ensayo como la suma de los rasgos
de la visión moral y ética de Galdós, privilegiada por la crítica de la que me he venido
ocupando, remontándonos a la temprana reivindicación de Federico de Onís, en 1920.
Influido asimismo por la filosofía existencialista de la época, insiste Angel del Río en ver la
moral de las obras de Galdós, no como una moral impuesta por imperativos categóricos o
intelectuales, sino por algo que radica en el carácter de sus personajes, en una manera casi
inconsciente de sentir hispánico de la vida.
Las fuentes de esta visión moral provienen del fondo católico de la cultura española, del
meollo opaco constitutivo de esta cultura. Como lo hicieran María Zambrano y otros
escritores del exilio. Angel del Río analiza esto a partir de Misericordia. Esta novela,
constituye para él, una admirable síntesis de ideas religiosas y sociales que preocupan al
pensamiento europeo a fines del siglo XIX, y un arranque directo fundamentalmente español.
La paradójica Benigna, que entronca por ese costado con el Lazarillo, Don Quijote y Sancho,
es, como éstos, un símbolo viviente de un sentimiento radical de la igualdad humana,
entrañado íntimamente en la psicología del español y del cual dimanan casi todas las
cualidades de su carácter y también sus "defectos tremendos"6. Como cualidades, el crítico
destaca la simpatía hacia el caído, la protesta ante la injusticia, y la tolerancia hacia la
conducta ajena y las debilidades del prójimo. Estas cualidades hispánicas aparecen vinculadas
en la obra galdosiana --en la estimativa de su crítico- a los valores del liberalismo
democrático de la Europa moderna, claro que, con la ya mencionada dosis de ironía y humor.
Como María Zambrano, Del Río destaca cómo en la obra galdosiana, frente a los
desafueros de la razón razonan te, se opone otras formas de conocimientos, en las cuales los
sentimientos ocupan un rango primordial: especialmente el sentimiento del amor. A este
respecto, Del Río trae a colación (en unas fechas muy próximas a la tragedia de la guerra
fraticida española y en plena guerra mundial) unas palabras de El audaz, novela situada en
el reinado de Carlos IV, cuando en Espáña empezaba el proceso revolucionario moderno: "Los
hombres -dice Muriel a su amada- no han de ser iguales destruyéndose, no; no ha de haber
igualdad en el mundo sino por el amor" (Estudios 33).
y este amor lo funde Galdós en la actitud del liberalismo democrático favorable a resolver
los problemas producidos por las nuevas ideas igualitarias mediante la conciliación y no
mediante la lucha: clave --como revela Del Río- del pensamiento galdosiano en lo referente
a la resolución de los conflictos sociales de clase. De aquí que, a partir de Realidad y de
Fortunatay Jacinta, en sus novelas y obras de teatro, se den numerosas uniones amorosas
que llevan a la fusión de la burguesía y/o la aristocracia con el pueblo bajo. Su liberalismo
democrático queda así inextricablemente vinculado a la solidaridad con el pueblo y sus
sectores más marginados7•
y desde 1909, al frente de la Conjunción republicano-socialista, Galdós se esforzará por
plasmar en la praxis de la vida unos valores que, antes, él había llevado de la vida a la
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literatura. Evocando aquella gesta, Angel Ossorio escribe en 1943: "Entonces recorrimos
España con él y Pablo Iglesias ... Y de aquellos magníficos viajes, surgió, años después,
nuestra República que no vino el 14 de abril porque se forjó algunos años antes ... (Atenea
18). Para terminar citaré los últimos versos del poema, "Bien está que fuera tu tierra" (Poesía
480-482), dedicado por Cernuda -tan parco en elogios- a Galdós; poema en donde ha
quedado quintaesenciado el sentir de los escritores españoles del exilio por Galdós y su espejo
de España: una panacea para el dolor del" éxodo y el llanto ", una fe de vida y una razón del
ser histórico español por encima de la contingencia de la derrota y de la España franquista.
Hablando el poeta consigo, nos dice:
Lo real para ti no es esa España obscena y deprimente.
En la que regentea hoy la canalla.
Sino esta España viva y siempre noble
Que Galdós en sus libros ha creado.
De aquélla nos consuela y cura ésta.
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Notas
1 Unas palabras de Buñuel resumen la actitud compartida por su generación. Nos dice: "No soy
un galdosiano viejo. En mi juventud Galdós nos interesaba muy poco a mí y a mis amigos. Galdós nos
parecía anticuado y un poco farragoso. Fue más tarde, en el exilio, cuando empecé de verdad a leerlo,
y entonces me interesó (Luis BuñuelI22). Habría que añadir que ese interés plasmó en las versiones
filmicas buñuelianas de Nazarín y Tristana y a que Buñuelllegara a reconocer la impronta galdosiana
como la mayor influencia en su obra cinematográfica.
2 Recordemos que el propio Galdós, en su prólogo a La Regenta, es uno de los primeros en filiar
este realismo hispano, que él también remonta a Galdós y Velázquez, como una de las características
"perdurables" del arte y la literatura españolas. Será Menéndez Pidal, en un artículo de 1916, quien
"canonice" el concepto.
3 La obra de Anthony Percival, Galdós and his en·ties, contiene una completísima lista bibliográfica
de los artículos de esta revalorización. En marcado contraste con el interés por Galdós en la España del
exilio, en la franquista el centenario de Galdós fue silenciado.
4 El artículo de María Zambrano en esta revista, "La mujer en la España de Galdós" se puede
considerar como precursor de la crítica feminista hispánica. En él leemos: "Galdós es el primer escritor
español que introduce valientemente las mujeres en su mundo. Las mujeres múltiples y diversas, las
mujeres reales y distintas, "ontológicamente" iguales al varón" ("La mujer" 81).
s En la obra de estos dos críticos se da una divergencia. una polémica en ciernes -<¡ue hace eclosión
en nuestra época-entre formalistas y culturalistas. Del Río, en su reseña del libro de Casalduero aduce
que la crítica de éste es excesivamente intelectualista y conceptual. "La rica substancia humana -escribe-,
popular, española, cómica y patética. vulgar y sublime, grotesca y trágica que palpita en las páginas
del novelista y en los infinitos seres de ficción por él creados se nos escapa, y su mundo poético-vital
queda reducido a un sistema de abstracciones (Estudios 142).
6 Entre estos "tremendos" defectos, Del Río incluye: la soberbia, la envidia, la intransigencia hacia
el pensamiento original y hasta la crueldad, "pasiones todas -añade- cuyo origen es el ciego furor que
se apodera del hombre, y muy particularmente del español. cuando sospecha que "el otro" puede en
ningún momento sentirse superior (Estudios 26).
7 En los años sesenta. algunos de los críticos que podemos considerar como del segundo exilio. tales
como Rafael Bosch. Rodríguez Puértolas. Carlos Blanco -niño en el primer exilio-y yo mismo. tratamos
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de relacionar esta vertiente galdosiana con las reivindicaciones populares de la clase obrera-campesina
española, tan pujante a principios de siglo.
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