GALDOS ENTRE EL 27

Vicente Granados Palomares

CuandO el día 4 de enero de 1920, fallece

Benito Pérez Galdós, los miembros que formaron lo que se dio en llamar "Generación

del 27" constituían un grupo heterogéneo y disperso, circunstancias fácilmente

explicables si tenemos en cuenta que el ya catedrático universitario Pedro Salinas había

nacido en 1891 y que Rafael Alberti, que ve la luz en diciembre de 1902, era entonces un

adolescente a quien la muerte de su padre, ocurrida una noche de marzo de 1920, inspiró

su primer poema. Luis Cernuda, otro joven nacido asimismo en 1902, y alumno durante el

curso escolar 1919-1920 de Pedro Salinas en la universidad sevillana, no había decidido su

actividad creadora.

Jorge Guillén, dos años menor que Salinas, comenzó a componer poesía en mayo de 1918.

Lector de la Sorbona entre 1917 y 1923, el vallisoletano es el primero de la Generación en

referirse por escrito a Galdós, como veremos luego, pero en sus artículos de esa época

comprobamos que se sentía más a gusto celebrando el centenario del nacimiento de

Baudelaire o el Premio Nobel de Anatole France -1921-que leyendo o evocando al novelista

canario.

De los tres nacidos en 1898 -Federico García Lorca, Dámaso Alonso y Vicente

Aleixandre- es este último quien con mayor veneración escribió sobre el autor de Angel

Guerra, aunque resulta aún emocionante la evocación del poeta granadino.

Los miembros de las generaciones que se interponían entre Galdós y aquellos jóvenes

manifestaron ante el viejo maestro actitudes diversas, y, a veces, contradictorias. Azorín,

en sus Conversaciones con Jorge Campos, confiesa que "de muchacho, en casa se compraba

Pereda, Alarcón, Galdós"l. Su padre "compraba las novedades de Pereda, Galdós, Alarcón y

Campoamor" (recalca en el mismo libro). No es de extrañar, pues, que entre las primeras

colaboraciones periodísticas del autor levantino figuren las dedicadas a la obra galdosiana:.

Entre los noventaiochistas, Miguel de Unamuno representa el caso más radical de

aversión al mundo y a la obra del autor canario. En su artículo "La sociedad galdosiana".

dictado por teléfono desde Salamanca aEI Liberal, de Madrid, para que saliera al día siguien te

de la muerte de Galdós, el catedrático de griego aventura que, cuando pasado el tiempo se

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lea la obra del autor de Tristana, se sentirá "toda la inmensa desolación de una muchedumbre

amorfa y amodorrada de hombres y mujeres anémicos, sin huesos, sin fe ni esperanza, de

un pueblo que soñaba en el puchero y la cama, diciendo: "Se vive"3. En el fondo, Unamuno

ataca en este artículo el mundo social de la Restauración y la Regencia "de una pobreza

intelectual y moral que pone espanto"4.

"Galdós en 1901" es otro artículo unamuniano, publicada e18 de enero de 1920, donde

comenta el éxito de Electra y ensalza -sobre todo- la laboriosidad de nuestro autor,

considerando que "su obra novelesca y dramática, que es su alma eterna, se salvará de la

terrible actualidad que tantos estragos hace y que a tantos mata"s. Con perspicacia,

Unamuno afirma al final del trabajo que la lengua de Galdós es su obra de arte suprema.

En "Nuestra impresión de Galdós" se trata de otra necrológica. El autor vasco insiste en

el aspecto social, y propone el título de un libro que se podría llamar El novelista Pérez Galdós

y la masa de la clase media española de 1868 a 1898, añadiendo que dicha clase ni fue clase

ni fue media6• Ahora, Unamuno recuerda su emoción ante la lectura de Glon'a, LaJamilia

de León Roch y Doña Perfecta, pero abomina de la España de Torquemada.

En la velada necrológica que el Ateneo de Salamanca dedicó al maestro desaparecido, el

autor vasco pronunció las palabras más duras, justificándolas de esta manera: "Siempre hay

en los hijos tendencia a la crítica, a la rebelión contra sus padres"7. Y anunció Unamuno: "No

le volveré a leer", para evocar después: "/Guerra Junqueiro/ me decía al venir de Madrid que

se horrorizaba de que se comparara a Galdós con Tolstoy, con la diferencia de que éste tenía

a Jesús y Galdós a Sagasta". Y advierte: "A los jóvenes compete decir lo que de Galdós queda

encarnado en el alma de la raza; yo leía días pasados a Dostoyevski, y comprendía, por sus

personajes, por qué lo de Rusia puede acabar en una gran tragedia. ¡Ojalá lo de España no

acabe en el sainete grotesco de la clase media que pinta Galdós' "S. Estos reproches enlazan

con los del padre Conrado Muiños, quien hacia 1890 acusaba a Galdós de desconocimiento

del alma, de describir especialmente el exterior de la persona, para añadir que las únicas

figuras que sabe pintar de cuerpo entero son las prostitutas, las beatas y los curas groseros.

Entre la calma de Fuerteventura y el bullicio de París, Unamuno redacta los 31 capítulos

de Alrededor del estilo, "poema épico en prosa sobre el estilo", según lo definió el autor, y

publicados en los Lunes de El Impardal en 1924. Se diría que Fuerteventura ha reconciliado

parcialmente al vasco con el escritor canario. El confinado recuerda: "Este apunte responde

a la l~ctura -relectura en parte- que hice allí, en la isla, de la mayor parte de las obras de

Galdós. Lo que me permitió modificar y rectificar mi juicio estético de su obra, parte a mejor

y parte a peor"9 La falta de un estilo propio y la ausencia del sentimiento del mar serían dos

notas negativas, residiendo en la primera -según Unamuno- la mayor parte de la

popularidad galdosiana. Poco después, publica el artículo "El amigo Galdós sobre el estilo",

que es en realidad una reseña de El amigo Manso10, especialmente en lo que atañe a la

supuesta confusión galdosiana entre estilo pobre y pobreza de vocabulario. Pero la

mencionada reconciliación es más aparente que real. Aparte de una mayor simpatía

("nuestro Galdós"), pone a solfa la mayor virtud galdosiana que el propio Unamuno había

elogiado en los escritos de cuatro años antes. En resumen: si en Fuerteventura atenúa sus

ataques a Galdós, rebaja también su aprecio a su lengua, tan elogiada en las necrológicas ya

citadas.

IV CONGRESO GALDOSIANO 111

Dorio de Gadex, personaje de Luces de Bohemia, pronuncia el célebre "don Benito el

Garbancero", pero ha demostrado Luis Iglesias Feijoo que no se debe tomar el exabrupto en

sentido literal!!.

Antonio Machado nos recordó en 1938 que Valle-Inclán defendió "las aportaciones que

hacían al nuevo teatro las adaptaciones escénicas de un novelista muy justamente

consagrado: Don Benito Pérez Galdós"!2. Pero antes de entrar en el aprecio que Galdós

mereció a los del 27, me detendré muy brevemente en la opinión que el novelista canario le

merece a Baroja. En el prólogo a La nave de los locos (1925), el influjo -o al menos la

coincidencia con Unamuno-es total en lo referente a la endeblez de los personajes: "Veamos

un héroe histórico /-escribe Baroja-/, pintado por Galdós en uno de sus Episodios. Galdós

hace un tomo sobre el Empecinado. ¿Y qué es el Empecinado de Galdós? El Empecinado de

Galdós es un pobre patán muy noble, muy bueno, muy valiente, que no sabe hablar; es decir,

está caracterizado como un tipo de teatro, como un alcalde de aldea de género chico, por decir

marchemos por marchamos, dirpor ir, y cometer otras faltas y solecismos. La cosa no puede

ser más simple ni más primaria. Para mí, al menos, lo interesante en el Empecinado sería

lo interno, lo psicológico, el saber la evolución de su espíritu; no saber su manera de hablar,

que, a pesar de lo que supone Galdós, yo me figuro que el guerrillero, como castellano viejo,

hablaría bien, y probablemente con corrección"!3.

¿Y los biznietos de Galdós, los que luego fueron bautizados como "Generación del 27"?

¿Qué pensaban del maestro? Podríamos considerar, en principio, la existencia de una

imprecisa comunidad espiritual que tendría como fondo común la Institución Libre de

Enseñanza. El insigne galdosista William H. Shoemaker escribió sobre "Sol y sombra de

Giner en Galdós"!4, donde queda claro el respeto que el primero despertaba en el segundo,

y el ascendiente que el fundador de la Institución tenía sobre el novelista canario. Recuerda

Shoemaker la crítica elogiosa de Don Francisco Giner de los Ríos a La Fontana de Oro, y el

largo y analítico estudio sobre LaJamilia de León Roch, donde el prestigioso maestro

encuentra que "el Sr. Pérez Galdós concibe siempre sus protagonistas como seres notoriamente

inferiores a la elevada representación que en ellos quisiera encarnar"!5, y le pide

mayor esmero, repitiendo que "abusa un tanto de su facilidad en el género", aunque debemos

recordar que esta crítica sólo atañe a la Primera parte de la novela, es decir, una tercera parte

de la misma.

El juicio, en lo que tiene de negativo, debió afectar a Galdós, que llega a replantearse su

novelística. Así, en 1879 -León Roch aparece el año anterior- escribió dos Episodios yen

1880 no redactó nada, hasta que por fin sale en 1881 La desheredada, comentada de la

siguiente manera por Giner al propio autor: "Ya no hay que hablar de Episodios, ni de León

Roch, ni de Glon'a, etc, etc. Ahora es V. el autor de La desheredada. Y esto ya es «harina de

otro costal»"!6.'

El elogio de Giner anima a nuestro novelista a prolongar los pasosdeLadesheredadahastaRealidad.

Pero don Benito muere cuando aquellos jóvenes buscaban otros nortes. De esta manera,

la concesión del Premio Nobel a Anatole France, le hace escribir a Jorge Guillén en enero de

1922: "A nuestro Galdós, por ejemplo, acaso fue la barba, la gran barba caudalosa, lo que

le faltó para consolidar y consagrar su imperio. El de Anatole France ya está consagrado con

el supremo crisma: el de Estocolmo, Roma Intelectual"!7.

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En su Arboleda evoca Rafael Alberti: "Sigo fijando mis recuerdos de 1920. Año de júbilos

y penas. Tres muertes, cada una de las cuales me impresionó y conmovió de manera distinta,

llenan sus meses primaverales: en marzo, la de mi padre, yen mayo, la del genial espada

Joselito y la del grande y popular novelista D. Benito Pérez Galdós" 18. Y añade poco después

(repitiendo el error de fecha): "En aquel mismo mayo madrileño también voló, no a la gloria

como José, sino tal vez al purgatorio, el alma de D. Benito Pérez Galdós, de quien yo en ese

tiempo no había leído apenas nada, pero que conocía de verlo en los jardines del Retiro

adonde iba a posar para Victorio Macho. El escultor, bajo el amparo de unos árboles,

cincelaba su estatua, y el pobre y triste D. Benito, completamente ciego, se prestaba, doblado

de paciencia, a escuchar los chasquidos de la piedra de donde iba saliendo su figura.

"Así como la muerte del torero, la del inmenso novelista dejó también en mí sus

escondidos hoyos, que más adelante se me abrieron, saltándome toda su grandeza, el

fervor que no pude tenerle en aquellos años juveniles de sectarismo y de pedrada contra

todo lo que suponía caduco" 19.

En una lectura poética celebrada en el Ateneu Enciclopédic Popular de Barcelona en 1935,

Federico García Lorca -antes de recitar-le dijo al público: "j-... -j Yo no hablo, sino que leo

lo que escribo y no improviso para no tener ni un solo momento de divagación. Por eso yo

recuerdo con ternura a aquel hombre maravilloso, a aquel gran maestro del pueblo, don

Benito Pérez Galdós, a quien yo vi de niño en los mítines sacar unas cuartillas y leerlas,

teniendo como tenía la voz más verdadera y profunda de España. Y eran aquellas cuartillas

lo más verdadero, lo más nítido, lo exacto aliado de la engoladura y de las otras voces llenas

de bigotes y manos con sortijas que derramaban los oradores en la balumba ruidosa del

mitin "20. El doce de diciembre de ese año, Lorca estrenó Doña Rosita la soltera en el Principal

Palace de la ciudad condal. En un ensayo imprescindible, Roberto G. Sánchez estudia la

presencia de Galdós en esta comedia lorquiana: "La influencia de Galdós se perfila en Doña

Rosita de varias maneras: en aquel interés por modas y artefactos como materia para recrear

una época pasada, y aún más, en aquellos retratos tragicómicos de personajes secundarios.

Las Solteronas con sus colgajos pretenciosos y sus plumas nos recuerdan a otras cursilonas,

las Miau; el Ama, cariñosa y vivaracha, parece un eco de la Benina de Misericordia, y don

Martín, el profesor de escuela que hace su aparición en el tercer acto, tiene algo de momia,

Frasquito Ponte, o de un Ido del Sagrario. El madrileñismo de los personajes galdosianos se

transforma en un provincianismo dulzón e inocente, pero la mezcla de burla y compasión

con que los mira Lorca, proviene, creemos nosotros, del gran maestro del XIX"21. Galdós en

Lorca no es, pues, un solo recuerdo infantil sino cantera de personajes tragicómicos. Sobre

la relación entre Doña Perfecta y Bernarda Alba escribió Miguel García-Posada.

El primer centenario de Galdós ( 1943) pasó en España casi desapercibido. Sin embargo,

en 1952 la revista Insula le dedica páginas interesantísimas, empleando una de ellas en lo

que llamaron "revisión de Galdós". Formularon tres preguntas: l. ¿Qué impresión conserva

usted de su primer encuentro con la obra de Galdós? 2. ¿Cree usted que Galdós ha influido

algo en su obra o en los escritores de su generación? 3. ¿Cómo ve usted a Galdós hoy y qué

papel cree que ocupa en la historia de nuestra novela? Los encuestados eran: Pío Baroja.

IV CONGRESO GALDOSIANO ID

Azorín, Vicente Aleixandre, Juan Antonio Zunzunegui, Camilo José Cela y Carmen Laforet.

De la ilustre nómina nos interesa ahora el testimonio de Vicente Aleixandre, que manifiesta:

"Casi puedo decir que aprendí a leer en Galdós. Primero, de niño, con los Episodios

Nacionales, que arrancaba y devoraba en la modesta biblioteca de mi casa. Luego fueron las

novelas, sorbidas con hechizo hasta su agotamiento. De tal modo, que a los dieciséis y

diecisiete años yo conocía minuciosamente la obra de Galdós, viva para mí con un bulto que

no ha menguado desde entonces". De la segunda respuesta, importa especialmente este

párrafo: "Almorzando un día en una tabernita madrileña con Federico García Larca, nos

descubrimos ambos admiradores apasionados de Galdós ¡en aquella época! y amigos

«vividos» y sin falla, desde chicos, de Jacinta, de la Peri, de Orozco, de León de Albrit. .. " Poco

antes, Aleixandre dice: "De 1920 j-... -j a 1935, las nuevas generaciones se desentendían

generalmente del novelista". La contestación a la tercera pregunta es la más penetrante.

Aleixandre considera a Galdós como un autor que se renueva después de muerto, y de esta

manera "a la visión de escritor atenido, gigante de alma mediocre j-... -j, trabajador

infatigable sobre una realidad de la que obtenía resultados extensos j-... -j, faltos de la

suprema síntesis del espíritu superior, sucede hoy el novelista alzado a su última dimensión,

contemplador del mundo de sus humanos, sobre los que desciende y a los que baña la luz

unificadora que los trasciende y universaliza"22. Aleixandre ha captado magistralmente lo

que supone la revisión de Galdós, es decir, la re lectura del "realismo" a la luz del proceso de

espiritualización que se aprecia en la evolución del maestro. La objeción del padre Muiños

quedaría así salvada, pues el poeta sevillano exalta "el «realismo», también interior, del

único maestro que no cede sino ante su por tantos motivos fraterno Cervantes"23.

En Los encuentros (1958), Vicente Aleixandre dibuja un complejo retrato de Galdós, a

quien ve por primera vez en el teatro Infanta Isabel de Madrid, una noche de diciembre de

1915 en el estreno del drama galdosiano Sor Simona. El novelista canario era por entonces

para Aleixandre el patriarca de las letras españolas, aunque matiza: "Figura casi sobrevivida

que había tenido que contemplar -con qué silenciosa serenidad- el desvío, cuando no la

mención agresiva de la generación que le heredaba: la del 98. Unamuno, Baraja, Valle-Inclán,

con esa ley de la a veces necesaria incomprensión de las edades literarias, habían arrojado

la primera piedra, y la poderosa figura, ya granito para mañana, la había recibido en el rostro

sin mellarse (¡qué bien se le ve hoy!), pero en medio de la completa indiferencia de los que

entonces eran la fuerza viva de la literatura militante, y también de los que lo serían

mañana"24. Frente a esa indiferencia, el joven se acerca despacio al maestro para contemplarlo,

y luego evoca: "Se metió entre las otras figuras y quedó aliado de don Benito. ¡Cómo

le miraba, sin despegar los labios, sin parpadear! Oía el pausado respirar próximo. La piedra

latía. Una oleada de ternura le subió del pecho. ¡Don Benito! ¡Galdós! ¡Galdós!"2s.

Aleixandre repite ahora que aprendió a leer en Galdós, y confiesa que a los doce o trece

años la primera novela que cae en sus manos es El doctor Centeno, para seguir -a los quince,

a los dieciséis, a los diecisiete años, ayer- con la masa bullente, cálida, contagiadora de

humanidad y conocimiento de las Novelas Contemporáneas.

Por otra parte, el retratista no dejó escapar la oportunidad de opinar sobre Sor Simona.

"con sus ya débiles resplandores, se inscribía en la última época del autor. la que se abre con

Realidad y culmina con ella, con Misericordia, la novela de la ardiente caridad. COI1 El

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abuelo ... , escritas desde la visión espiritualista que aquel realista español supo arrojar

sorprendentemente sobre una zona tardía de sus criaturas, ungiéndolas con esa luz de piedad

que sólo posee, en su madurez, el alma de algunos artistas. Y que en Galdós alcanzó el grado

supremo"26.

Años más tarde, Aleixandre vuelve nuevamentp al viejo maestro. El poeta evoca al joven

que él mismo fue, y la escena reproduce la visita a la trastienda de la madrileña librería de

Fernando Fe, donde su dueño había colocado los retratos de los escritores tratados por él.

Estas son las palabras de Aleixandre: "¡Galdósl El nombre lo decía todo, y yo me inclinaba

sobre la cara madura, pero firme, todavía lejos de la misericordia de su rostro último. Alta

la frente, seguro el trazo de su bigote gris y debajo la boca, desmentida o confirmada por unos

ojos puros"27.

Vicente Aleixandre ha preferido revelarnos la afición galdosiana desde su niñez, y el

fervor que siempre sintió por nuestro autor, construyendo con su "encuentro" una estatua

no menos espléndida que la erigida en el Retiro madrileño.

El acercamiento de Luis Cernuda es tal vez el más completo entre los del2 7, pues se refiere

a nuestro autor en su breve ensayo "Galdós", fechado en 1954, y en la segunda parte de

"Díptico español", cuya data es de febrero de 1961. Este poema fue incluido en Desolación

de la Quimera (1962). La mencionada parte iba a titularse también "Galdós", pero acabó

llamándose "Bien está que fuera tu tierra", escrita dos meses después que la primera,

aparecida bajo el título "Es lástima que fuera mi tierra".

En "Galdós" Cernuda aísla varios aspectos: el novelista es un autor leído pero no

comprendido, pues "aún no han nacido sus lectores verdaderos"28. Además, su "discreción"

le ha perjudicado al no hablar de sí, frente a los del 98 que hicieron de su obra su propio

reclamo.

Galdós es para Cernuda el mayor escritor moderno. Al comparar su poder creador, le

vienen a la memoria Calderón, Lope y Cervantes. Con respecto a los dos primeros, la afinidad

residiría sólo en la estatura y en que sus respectivas obra se proyectan sobre la vida y la

historia nacionales con significación equivalente. "Con respecto a Cervantes /-transcribo a

Cernuda-/ sí tiene afinidad, y ambos son, probablemente, nuestros únicos escritores, sin

aludir ahora a los poetas, que conocieron lo que es generosidad y que fueron capaces de

comprender y respetar una actitud humana o un punto de vista contrarios a los suyoS"29.

Cernuda, que sintió poca simpatía por los dramas y comedias galdosianos, salva incluso

las últimas series de los Episodios Nacionales, tan vilipendiados. En cuanto a la vigencia de

la obra galdosiana, opina que no ha envejecido, como sí han envejecido -añade-la de Balzac

y la de Dickens. Frente a quienes creen -como Unamuno- que Nazarín es un perfecto

extranjero en el Madrid del último tercio del siglo pasado, Cernuda opina que es de estirpe

quijotesca. La única coincidencia con el autor vasco respecto a Galdós radica en el escaso

aprecio al teatro de éste. Sin embargo, en el ensayo que comentamos se ha vislumbrado un

aspecto fundamental, desarrollado luego por Manuel Alvar30

, pero que ha merecido la

atención de otros críticos. Me refiero al "instinto dramático", que pudo aconsejarle el uso del

diálogo y del monólogo en sus novelas, "dejando que sus personajes hablaran y esquivándose

él", en palabras de Cernuda. Alvar, al ahondar en este pensamiento, demostró que no

es novela dialogada lo que Galdós llevó al teatro, sino estructura dramática lo que llevó a la

IV CONGRESO GALDOSIANO _

novela. Para Cernuda, las páginas donde hablan Rosalía de Bringas, Máximo Rubín,

Fortunata, Mauricia la Dura o Torquemada serían ejemplo de espontaneidad discursiva que

nos dan al personaje entero. Los soliloquios de Torquemada, cuando la enfermedad y muerte

de su hijo, son modelos de estilo hablado. Esta y otras razones hacen que Torquemada en

la hoguera sea "acaso para mí /-confiesa Cernuda-/ la obra máxima de Galdós.

La escena en que Mauricia la Dura quiere robar la Custodia y colocar así el Santísimo

junto a la Virgen, da pie al autor de La relidady el deseo para definir la escala que va del nivel

más familiar de la realidad a lo más hondo de las posibilidades del ser humano hasta juntar

en uno los dos planos en que vive Don Quijote: el de lo imaginario y el de lo real. Todo ello

tiene como fundamento ideológico la evolución de Galdós, que creyó en los beneficios

espirituales que la industria y la ciencia acarrearían a nuestra sociedad, y ahí están Doña

Perfecta y LaJamilia de León Roch para probarlo. Fracasado este proyecto, nuestro novelista

intenta unir las creencias religiosas españolas tradicionales con las ideas del socialismo

naciente. De ahí sale una serie de reformadores, visionarios y locos: Ramón Villaamil,

Guillermina Moreno, Ido del Sagrario, Máximo Rubín, Benigna, Nazarín, Halma y Angel

Guerra, entre otros. La novela con el título de este último inaugura para Cernuda la fase

espiritualista.

"Díptico español" es una de las composiciones más célebres del poeta sevillano, y

representa como pocas la actitud ambivalente de su autor ante la patria. En la primera parte

("Es lástima que fuera mi tierra"), confiesa:

Soy español sin ganas

Que vive como puede bien lejos de su tierra

Sin pesar ni nostalgia.

En la segunda, utilizando ahora la segunda persona para referirse a sí mismo, resulta que

Galdós fue desde su infancia -tenía diez u once años al descubrir sus libros-quien le conduce

a un mundo mágico:

Gabriel, Inés, Amaranta,

Soledad, Salvador, Genara,

Con tantos personqjes creados para siempre

Por su genio generoso y poderoso,

Que otra España componen,

Entraron en tu vida

Para no salir de ellaya sino contigcf3l.

Cernuda nos descubre que fue Salvador -protagonista de la segunda serie de los

Episodios Nacionales- quien le enseñó la fidelidad a los propósitos. Y en el mismo poema

confiesa -como Aleixandre-que cronológicamente primero fue para el niño el mundo de los

Episodios, para seguir con las novelas:

Rosalfa, Elofsa, Fortunata,

Mauricia, Federico Viera,

mi BIBLIOTECA GALDOSIANA

Martin Muriel, Moreno Isla,

Tantos que habrían de revelarte

El escondido drama de un vivir cotidiano:

La plácida existencia realy, bqjo ella,

El humano tormento, la paradQ/a de estar vivo.

Galdós -su obra-levanta para Cernuda una patria ideal, que redime a la otra España

obscena y deprimente.

En resumen, cuando Unamuno afirma que a los jóvenes compete decir lo que de Galdós

queda encarnado en el alma de la raza, no imaginaba que, pasado el tiempo, las contestaciones

serían favorables al autor canario. Creía el Rector de Salamanca que lo que él llamaba

muchedumbres amorfas y amodorradas de hombres y mujeres anémicos poco interesarían

a los jóvenes vanguardistas. Alberti, por su parte, nos recuerda que aquellos tiempos -1920-

eran años juveniles de sectarismo y de pedrada contra todo lo que suponían caduco. Por la

suya, Aleixandre evoca el poco aprecio que la obra galdosiana mereció entre 1920 y 1935

a las nuevas generaciones. Por eso sorprende aún más la simpatía que sintieron por él tres

miembros clave del 27 como Larca, Aleixandre y Cernuda. Sin embargo, la sorpresa

desaparece al comprobar que para los tres la figura del maestro quedó grabada en sus

espíritus en los años de su niñez y adolescencia, es decir, durante la formación de su fantasía,

iluminada para siempre con los personajes que tan escasa simpatía merecieron a Unamuno.

El viejo maestro no sólo fue modelo de liberalidad y voz pura, sino que con su ejemplo y su

recuerdo Larca, Aleixandre y Cernuda construyeron obras tan importantes como las

nombradas antes.

IV CONGRESO GALDOSIANO mi

Notas

1 Jorge Campos: Conversaciones con Azorln, Taurus Ediciones, Madrid, 1964, p. 61.

2 Ibídem, p. 68.

3 Miguel de Unamuno: "La sociedad galdosiana", en El Liberal, Madrid, 5 de enero de 1920.

Recogido en Obras completas de -, T. 111, Nuevos ensayos, Madrid, Escelicer, 1968, p. 1.204.

4 Ibídem, p. 1.203.

5 Miguel de Unamuno: "Galdós en 1901" en España, Madrid, 8 de enero de 1920. Recogido en

Obras completas de -, T. 111, Nuevos ensayos, Madrid, Escelicer, 1968, p. 1.206.

6 Miguel de Unamuno: "Nuestra impresión de Galdós", en El Mercantil Valenciano, Valencia, 8 de

enero de 1920. Recogido en Obras completas de -, T. 111, Nuevos ensayos, Madrid, Escelicer, 1968,

pp. 1.207-1.209.

7 Miguel de Unamuno: "Discurso en el Ateneo de Salamanca en la velada en honor de Don Benito

Pérez Galdós con ocasión de su muerte", en El Adelanto, Salamanca, año XXXVI, nQ 10956, 1920.

Recogido en Obras completas de -, T. IX, Discursosyartículos, Madrid, Escelicer, 1971, pp. 365-367.

8 Ibídem, p. 367.

9 Miguel de Unamuno: "El estilo de Galdós", 17 de agosto de 1924, artículo XVII de Alrededor del

estilo, en Obras completas de -, T. VII, Meditacionesy ensayos espin'tuales, Madrid, Escelicer, 1967,

p.916.

10 Miguel de Unamuno: "El amigo Galdós sobre el estilo", 7 de setiembre de 1924, artículo XX de

Alrededor del estilo, citado en la nota anterior, pp. 921-923.

11 Luis Iglesias Feijoo: "Valle-Inclán y Galdós", en Anales de Literatura Española Contemporánea,

VI, 1981, pp. 79-104.

12 Antonio Machado: "Prólogo a La Corte de los Milagros, de Ramón del Valle-Inclán", en Prosas

completas de -, T. 11. Madrid, Espasa- Calpe Fundación Antonio Machado, 1989, p. 2.270.

13 Pío Baroja: "Prólogo casi doctrinal sobre la novela que el lector sencillo puede saltar impunemente",

a La nave de los locos, en Obras completas de -, T. IV, Madrid, Biblioteca Nueva, 1948, p. 316.

14 William Shoemaker: "Sol y sombra de Giner en Galdós", en Homenqje al Prc¿f. RodrlguezMoñino,

1966. Recogido en Estudios sobre Galdós, Madrid, Castalia, 1970, pp. 259-275.

1~ Ibídem, p. 265.

](, Ibídem, p. 274.

mi BIBLIOTECA GALDOSIANA

17 Jorge Guillén: "El premio Nobel-Anatole France", en España, Madrid, nQ 303,14 de enero de

1922, p. 12. Recogido en Hacia «Cántico», Barcelona, Ariel, 1980, p. 227.

18 Rafael Alberti: La arboleda perdida, Buenos Aires, Compañía General Fabril Editora, p. 138.

19 Ibídem, pp. 143-144.

20 Federico García Lorca: "La poesía de García Lorca dita per eH i per Margarita Xirgu", en Obras

completas de-, Madrid, Aguilar, 5i ed. 1963, pp. 1793-1794.

21 Roberto G. Sánchez: "García Lorca y la literatura del siglo XIX: apuntes sobre Doña Rosita la

Soltera", en Feden'co García Lorca, Madrid, Taurus (El escritor y la crítica), 1973, p. 329.

22 Vicente Aleixandre: "Revisión de Galdós", en Insula, año VII, nI! 82, Madrid, 15 de octubre de

1952, p. 3.

23 Ibídem.

24 Vicente Aleixandre: "Don Benito Pérez Galdós, sobre el escenario", en Los encuentros, Madrid,

Guadarrama, 1958, p. 158.

25 Ibídem, p. 160.

26 Ibídem, pp. 160-161.

27 Vicente Aleixandre: "Tres retratos de Rubén Darío" , en Obras completas de -, Madrid, Aguilar,

1968, p. 1.368.

28 Luis Cernuda: "Galdós" (1954), en Poesíay literatura, Barcelona, Seix Barra!. 1965, p. 77.

29 Ibídem, p. 78.

30 Manuel Alvar: "Novela y teatro en Galdós", en Prohemio, 1, nQ 2, 1970, pp. 158-202. Recogido

en Estudiosy ensayos de literatura contemporánea, Madrid, Gredos, 1971, pp. 52-110.

31 Luis Cernuda: "Bien está que fuera tu tierra", en Poesía completa de-, Barcelona, Barral Editores,

1973, p. 480.