RELEYENDO LA NOVELA
LA CORTE DE CARLOS IV
Eugenia Lisenko
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Mi versión de La Corte de Carlos IV fue
publicada en 1970. Pasados veinte años se relee esta novela bajo un nuevo punto de vista
y se ve más claro la trascendencia y la significación más general de los problemas tratados
por Galdós.
Al empezar la traducción deLa corte de Carlos IVya tenía yo publicadas mis traducciones
al ruso de tres novelas picarescas: Guzmán de Affarache de Mateo Alemán, El Diablo cojuelo
de Luis Vélez de Guevara y La Garduña de Sevilla de Alonso del Castillo y Solórzano. Me fue
muy agradable encontrar en la novela de Galdós ciertos rasgos comunes con la novela
picaresca en lo del estilo de la narración. Otro Tanto podría decir del protagonista de la novela
Gabriel Araceli, un Lazarillo trasplantado al primer decenio del siglo XIX, presentado como
participante de los sucesos históricos importantísimos para los destinos de España.
La intención de Galdós al crear sus Episodios nacionales se podría comparar a la de León
Tolstoy como autor de la epopeya Gue"ay Paz. En La corte de Carlos IV Galdós representa
con gran objetividad y realismo a la sociedad madrileña en vísperas de la invasión francesa
y la reacción de los representantes de diversos círculos sociales ante la amenaza de la guerra.
La acción de la novela tiene ciertas afinidades con los capítulos iniciales de "Guerra y Paz"
cuando los acontecimientos trágicos todavía no han empezado.
Pero a diferencia de Tolstoy quien en estos capítulos dedica su atención a la vida de la
nobleza rusa describe Galdós el estado de ánimo de diversas capas sociales concentrándose
especialmente -como lo demuestra el título- en la corte real. Junto con Gabriel ve el lector
la corrupción de los círculos dirigentes y de la familia real y observa el influjo de aquella
corrupción en el estado moral de la sociedad española.
La depravación de las clases dominantes contribuyó a despertar en el pueblo la actitud
crítica respecto a la nobleza afrancesada y a la familia real. Meditando en la elevación
fabulosa de Godoy empieza Gabriel, representante típico del español mediano, a soñar con
una carrera semejante. Pero la reacción del hombre del pueblo, del afilador Pacorro Chinitas
es diferente: no hay que esperar nada bueno de tales dirigentes, en caso de la agresión
francesa el pueblo tendrá que defender la independencia del país.
La semejanza de los acontecimientos históricos en España y en Rusia a comienzos del
siglo XIX está a la vista. Ambos países fueron víctimas de la agresión, en ambos tras las
mm BIBLIOTECA GALDOSIANA
derrotas de los primeros días vino un enorme entusiasmo patriótico del pueblo y una
resistencia heroica.
Pero lo que me ha sorprendido al releer ahora la novela de Galdós ha sido la semejanza
de la situación descrita en ella con la que se creó en Rusia zarista en los años precedentes
al 1917, el año de dos revoluciones. La corrupción de los círculos dirigentes y la indignación
del pueblo aumentaron enormemente en aquellos años cuando los destinos del país
dependían del albedrío del favorito Grigoriy Rasputin, este Godoy ruso.
Con la perspectiva de que disponemos ahora resulta bien claro que al describir la situación
histórica muy concreta creó Galdós una situación simbólica, una situación modelo. "Su
pasión por la realidad le hizo pintar cosas de la vida que son siempre eso y otras cosas más".
Aquí pienso que sería oportuno hacer una pequeña digresión para recordar la importancia
singular que adquirió en el transcurso de la historia -así en España como en Rusia-la
persona del monarca como símbolo del poder, de la vitalidad y salud moral de la nación.
Podría ser que tal actitud del pueblo respeto a la persona de su rey (o de su zar) fuese formada
en el proceso de una lucha larga y difícil contra los invasores -los árabes en España y los
tártaros y mongolos en Rusia-. Para el éxito de aquella lucha que duró tantos siglos fue
necesaria una autoridad poderosa, una monarquía absoluta.
A pesar de diversos aspectos negativos del absolutismo, de la conducta amoral de los
coronados, de las intrigas y los crímenes que se cometían en los palacios reales, los pueblos
de ambos países seguían sintiendo un respeto profundo y una fe ciega en sus monarcas
denominándolos "los reyes católicos", el "zar batiushka", es decir "el padre".
Pero el tiempo llegó cuando aquella fe profundamente arraigada en la tradición popular
tuvo que ceder a la indignación con la decadencia moral de las capas dirigentes. Como
resultado, sobrevino el quebrantamiento del equilibrio social, perturbado ya en ambos países
por las calamidades de las guerras. En España tal momento llegó en los comienzos del siglo
XIX, durante la lucha contra la invasión francesa. También en Rusia, en el siglo xx, se creó
una situación parecida, parcialmente condicionada por los desastres de la primera guerra
mundial.
Durante muchos siglos la información de los acontecimientos en la corte rusa se difundía
difícilmente por el enorme territorio del imperio zarista. Pero en el siglo xx el nivel de
"glasnost" en Rusia ya se elevó bastante para que los rumores de los escándalos cortesanos
corriesen por todo el país. El prestigio de la familia de Romanov fue definitivamente
destruido, como había acontecido en el siglo anterior a la de Carlos IV, un hombre mediocre
sin otra preocupación ni orgullo que su atletismo y la caza -y Nikolas 11, aficionado a la
fotografía, un marido tierno, pero un hombre limitado, privado de calidades necesarias para
un monarca e incapaz de entender y, tanto más, de resolver los problemas del país. Ambos
monarcas vivieron bajo el dominio absoluto de sus esposas quienes, a su vez, prestaron una
obediencia ciega a sus favoritos.
Es cosa evidente que Godoy y Rasputin, aquellas dos personalidades siniestras para los
destinos de sus respectivos países, se distinguían mucho en lo que se refería a sus calidades
personales y sus actividades. En los hechos de Godoy aun se puede encontrar algunos
aspectos positivos: es sabido que él trató de injertar innovaciones progresivas llegadas de
Francia, patrocinó ciencias y artes. A pesar de todo aquello su influjo en el estado moral de
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la sociedad española fue nefasto y destructivo. Lo que vemos descrito de modo convincente
en La corte de Carlos IV, sobre todo cuando Galdós nos hace a nosotros seguir el curso de
los pensamientos de Gabriel que sueña con una carrera brillante, semejante a la de Godoy.
Mucho más fatales para la familia de Romanov fueron los rumores acerca de los excesos
que tenían lugar en la corte rusa donde mandaba a sus anchas el analfabeto campesino de
Siberia, "el santo anciano" Grigoriy Rasputin. En conjunto con las calamidades de la guerra
y la actividad de los partidos revolucionarios, la siniestra persona del favorito de la
emperatriz rusa desempeñó, sin duda, un papel relevante en la futura caída del régimen
zarista.
Abstrayéndonos de diferencias nacionales, de particularidades sociales y psicológicas
podríamos afirmar que en el desarrollo y en el desenlace de ambos dramas históricos, vistas
en sus líneas generales, también hay mucho parecido, aunque la variante española resultó
mucho menos trágica que el fin horrible de la familia del zar.
y esta semejanza condúcenos a la conclusión de que en ambos casos tuvo lugar la
situación que precedió a la catástrofe social, al derrocamiento del régimen responsable de
la decadencia del país y de la desmoralización del pueblo. El realismo de Galdós, su fidelidad
a la verdad histórica le ayudaron a crear en La corte de Carlos IVun panorama del estado
moral de la sociedad que puede considerarse como típico para el período en vísperas del
cataclismo social.