RELACION 11

MESONERO ROMANOS-PEREZ GALDOS.

HUELLA DE "EL CURIOSO PARLANTE"

EN TRAFALGAR Y CADIZ

María del Mar López Cabrera

l. Introducción

De todas las activas relaciones intelectuales que mantuvo Mesonero, las más trascendentales

son las que le unen -<iesde 1874 hasta su muerte-con el insigne autor de los Episodios

Nacionales, Benito Pérez Galdós. Y no sólo desde el punto de vista literario; porque la amistad

entre el viejo costumbrista y el joven y laborioso novelista resulta perfectamente definitoria

para el noble perfil humano de uno y otro.

La limitación imaginativa de Mesonero se convertirá en punto de partida para todo un

ciclo de la novelística española. En Mesonero hay que ver, sobre todo, al maestro, al

orientador decisivo, de los tres grandes: Alarcón, Pereda, Galdós. Los tres lo reconocen

explícitamente, y ésta será la suprema gloria de Mesonero.

En el caso de Galdós, la cosa no paró aquí; sino que, además, "El Curioso Parlante" llegó

a convertirse, para él, en una cantera viva de noticias e informaciones que hicieron posible

el vasto fresco de los Episodios Nacionales; hasta tal punto, que hoy podemos afirmar

rotundamente que una buena parte de 'aquéllos no se hubiera escrito, o al menos, tendría un

contenido muy distinto, sin esta estrecha colaboración entre los dos autores.

Lo curioso en esta estrecha colaboración entre don Ramón y don Benito es que supuso

una influencia recíproca. Mesonero, "maestro" y crítico de Galdós, acabó por ensayar -a su

modo- el camino de los Episodios. En efecto, parece indudable que fue la lectura de la obra

galdosiana la que decidió al "Curioso" a escribir las Memorias de un setentón.

En nuestro trabajo nos proponemos trazar las personalidades de ambos escritores, la

relación amistosa y profesional que les unió, así como los rasgos de Mesonero que aparecen

en dos Episodios de Galdós antes de que comenzaran a colaborar, a partir de la segunda serie

de los mismos. Estos rasgos los asimila Galdós de las lecturas que realiza de las obras de

Mesonero, sobre todo de los artículos de costumbres comprendidos en el Panorama y en las

Escenas. Hemos de advertir que las huellas de Mesonero son más perceptibles en los

Episodios que cuentan con Madrid como escenario; pero aún así se pueden encontrar en

otros, que, como es el caso de Trqfalgary Cádiz, tienen lugar en otras ciudades (en ambos

_ BIBLIOTECA GALDOSIANA

casos transcurren en la ciudad andaluza que lleva este último nombre, Cádiz); especialmente

en lo que se refiere a tipos, actitudes y comportamientos de los componentes de la sociedad

española.

11. Mesonero Romanos y Pérez Galdós

1.- Mesonero

Ramón de Mesonero Romanos nace el 19 de julio de 1803, en Madrid. Son sus padres

Matías Mesonero y Teresa Romanos, oriundo de Salamanca el primero y de Zaragoza la

segunda. A los diecisiete años queda huérfano de padre y se tiene que hacer cargo de su

madre, de su hermana y de los negocios de la familia. El triunfo de la Milicia Nacional hará

que Mesonero se presente voluntario a la Milicia. A su vuelta de Cádiz traspasa la agencia

de su padre y se dedica a vivir de las rentas y a escribir. En 1821 había escrito Mis ratos

perdidos, una serie de escenas de costumbres (todavía propias de un principiante), que

constituye un adelanto del género costumbrista. Su publicación abrió a Mesonero el camino

del periodismo: José María de Carnerero, director de una modesta revista, le pide que colabore

en ella. Cuando cierra la revista, empieza la aventura militar de Mesonero en Cádiz antes

referida.

El período que sigue al trienio fue de bienestar económico, si bien se hacía notar la falta

de libertad y la censura. El autor de Escenas matritenses se mostró cauto, abandonó los

artículos de costumbres y se dedicó a las refundiciones teatrales. Trató de "arreglar" algunas

obras del Siglo de Oro, pero se puede decir que sin lograr ningún éxito. La única obra original

que escribió no llegó a representarse; se trata de La señora de protección y escuela de

pretendientes. Aunque al principio trató de replicar a la crítica recibida por Agustín Durán

en Discurso sobre el iTJ!lqjo que ha tenido la crítica moderna en la decadencia del teatro

antiguo español, con motivo de su afán por adaptar las obras de nuestros clásicos del Siglo

de Oro, se convenció de su fracaso y en adelante se limitó a preparar ediciones de clásicos,

respetándolos en su integridad y abandonando decididamente el camino de las refundiciones.

Coincidiendo con la llegada de la Reina María Cristina de Nápoles a España, el ambiente

literario de la Corte experimenta un gran impulso. Por estas fechas termina Mesonero su

Manual de la villa, breviario de historia, guía y repertorio monumental. Cuenta con dos

antecedentes concretos, que no tenían la misma altura que consiguió esta obra: Guía

pequeña o el Lazarillo de Madrid en la mano, de Andrés Sotos (1805) Y el anónimo Paseo

de Madrid o Guía delJorastero en la Corte (1815).

En enero de 1832 comenzaron a publicarse en la revista Cartas Españolas, los primeros

cuadros del Panorama matritense, con los que Mesonero reivindica su paternidad del género

de los artículos de costumbres. Mesonero da a entender, sin decirlo muy claramente que, con

escasa posterioridad Estébanez y Larra comenzaron la serie de sus artículos de costumbres.

Especial intención pone Mesonero en señalar su anticipación sobre Larra, olvidándose de

N CONGRESO GALDOSIANO lB

que, si en lo que atañe a los artículos publicados en las Cartas Españolas puede tener razón,

el gran escritor había incuido ya en El Duende Satírico (1828) alguna piececilla imitada de

Jouy y artículos como El cqfé, de factura muy semejante a la de otros posteriores. Mas, aun

si no se admitiera la precedencia de Larra y se dejara de lado su obra primeriza -por más que

El cqfé y otros artículos clamaran contra tal arbitrariedad-, no es posible ignorar los títutlos

de "El Solitario", Serafín Estébanez Calderón. Desde el primer tomo de las Cartas Españolas,

que empieza el 26 de marzo de 1831, su colaboración en esta revista fue muy asidua y

variada, y por aquellas páginas van pasando varias de las que, al ser después recogidas en

un libro, habrán de titularse Escenas andaluzas. En 1831 Mesonero no había comenzado aún

su colaboración. Será, pues, "El Solitario" el segundo, entre los escritores de nota de aquel

tiempo, que sigue las huellas de Jouy, aplicando sus procedimientos a las circunstancias

españolas. Sólo aceptando la existencia de Mis" ratos perdidos, podemos atribuir a Mesonero

la paternidad del género costumbrista, muy relativa, por otra parte, teniendo en cuenta los

antecedentes del mismo existentes en las literaturas española y francesa. La peculiaridad

de Mesonero en el género está en que, al igual que Larra, destaca sobre sus modelos en cuanto

a espíritu, si no en cuanto a técnica. Su limitación principal radica en su incapacidad

creadora.

Entre 1833 y 1834 Mesonero estuvo viajando por espacio de diez meses, viaje que detalla

en Fragmentos de un diario de viqje, publicado por sus hijos después de su muerte. En 1834,

paralelamente al naufragio del antiguo régimen, se produce un acontecimiento decisivo en

la vida de Mesonero: la muerte de su madre. Sus aficiones literarias y matritenses

contribuyeron a superar su lógico abatimiento, y publica una Memoria como Apéndice a la

última edición del Manual de Madrid, en la que se propone contrastar la situación de los

servicios municipales madrileños con lo que él había visto en otras ciudades europeas que

acababa de visitar. A raíz de esta Memon·a, Mesonero colabora con el alcalde de Madrid en

diversos asuntos.

Mesonero tuvo un papel importante en el nacimiento del Ateneo y el Liceo, instituciones

donde el romanticismo reinante en la época iba a hallar marco y escenario apropiados. Así

lo recuerda él en sus Memorias de un setentón. En esta activa etapa de su vida funda la

famosa revista el Semanario Pintoresco Español, cuyo fin era generalizar la lectura y el

conocimiento del país. El voluntario alejamiento de la polémica política en esta publicación

favorecería un mayor fruto económico al atraer a todo tipo de público. En ella aparecen sus

artículos de costumbres, bautizados con el título de Escenas matritenses. Mesonero fue único

propietario de esta revista entre 1838 y 1842.

En 1840 sale nuevamente de viaje, el cual relata pormenorizadamente en Recuerdos de

viqje por Francia y Bélgica en 1840-1841. Estos Recuerdos encierran una intención

práctica: recoger en forma de enseñanzas aprovechables para el propio país cuanto de bueno

puede aprenderse o estimarse en los demás.

La "década moderada" que vive España corre paralela a la época de plenitud de la vida

pública de Mesonero. En la transformación sufrida por Madrid (de carlotercista a isabelino)

desempeñó Mesonero un papel muy importante, puesto que sus planes de reforma urbana

se llevaron a cabo. Aun reconociendo los aspectos positivos de esta reforma, es criticable el

II.t;) BIBLIOTECA GALDOSIANA

afán de "El Curioso Parlante" por construir el nuevo Madrid sin respetar el antiguo,

destinando muchos edificios "a la piqueta". Es durante esta década cuando Mesonero

alcanza varios logros personales: proyección práctica de las reformas urbanas, salida a la luz

de sus dos mejores ediciones de las Escenas, la antigua del Manual y aparición de El antiguo

Madrid; se convierte en académico de número y contrae matrimonio.

Entre 1849 y 1854 cambia el ámbito vital de Mesonero y abandona los cargos oficiales

ante el cariz que toma la política de la época. Su actividad se reparte entre su familia, su

afición a las letras y su puesto de cronista de la Villa. Vende los libros de su biblioteca personal

a Madrid para formar la gran Biblioteca Municipal, al frente de la cual permanece hasta su

muerte.

En los años posteriores, Mesonero Romanos se siente mero espectador de los acontecimientos

políticos y se convierte en maestro de la nueva generación de prosistas: Alarcón,

Pereda, Galdós, etc. Mantiene relaciones intelectuales con ellos, siendo las más trascendentales

las que sostiene con Galdós. Además de la amistad les unirá una estrecha colaboración

literaria. Mientras ejerce este magisterio, Mesonero continúa escribiendo y bajo el influjo de

los Episodios Nacionales se decidirá a publicar sus Memon'as de un setentón, más que una

autobiografia, evocación de un mundo que ya ha pasado.

Mesonero muere a consecuencia de un derrame cerebral y su entierro constituye una gran

manifestación de duelo.

Fernández Montesinos1 estudia las características principales de la obra de Mesonero.

Considera que se emancipa más o menos de sus modelos franceses, que se limita su capacidad

creadora y que, a pesar de tener sus cLladros todos los componentes básicos de una novela

(acción, caracteres, diálogo), no logran ser novelescos por fracaso del autor. La superficialidad

y el afán de mostrar más el modo de estar que el modo de ser de los personajes, son

defectos propios del costumbrismo que se pueden apreciar en ellos. La moral predicada por

Mesonero convierte su costumbrismo en costumbrismo moral, en "homilía, disertación ética

o espectáculo sociológico". Se observa también en Mesonero una tendencia a volver a la

tradición, sobre todo en las Escenas. En cuanto al estilo, Fernández Montesinos lo nota más

ágil que el de otros contemporáneos suyos, aunque sin llegar al nervio y la gracia de Larra.

A pesar de sus defectos, Mesonero alcanza logros importantes como, por ejemplo, su

prioridad en el descubrimiento de muchos tipos, temas y motivos. Su importancia histórica

es considerable, al igual que su infuencia. Fernández Montesinos reconoce que Galdós le

debió mucho, sobre todo al facilitarle Mesonero abundante materia a algunos Episodios

Nacionales. Todas las iniciativas de Mesonero fecundaron en la obra ajena, dando ocasión

a intervenciones propiamente novelescas, mientras que en Mesonero raramente lo eran.

Seco Serran02, por su parte, analiza el mundo social de Mesonero y el resultado de su

propósito al elaborar el plan del Panorama matritense. En lo referente a "recorrer a placer

todas las clases, todas las condiciones, todos los tipos o caracteres sociales", este resultado

no es del todo satisfactorio, pues la inmensa mayoría de las Escenas se circunscriben a un

círculo social determinado: la clase media en sus distintos estratos.

La tendencia clasista palpita a lo largo de toda la obra de Mesonero. Es sobre todo en el

Manual de la vil/ay corte, donde se muestra más hostil hacia los estamentos populares.

IV CONGRESO GALDOSIANO mm

Como réplica a esta actitud aparece un opúsculo anónimo, en el que su autor hace una

defensa apasionada de las clases más bajas. Su título es ¡Madrid! Indicaciones de una

española sobre inmoralidades y miserias presentes y su remedio: a cuya redacción ha dado

margen el Manual de Madrid, descripción de la vil/ay la corte. Influenciado en parte por lo

que dice el opúsculo, y en parte por el positivo cambio producido en el tono de la sociedad

artesana del Madrid decimonónico, Mesonero introduce una serie de diferencias en la última

edición del Manual y corrige su visión deformada de 1831.

Con respecto a la aristocracia, Carlos Seco afirma que "el auténtico gran mundo apenas

ha sido entrevisto por Mesonero Romanos" y, de hecho, sólo lo refleja en cinco o seis escenas:

Las visitas del día, Las tres tertulias, Las tiendas, Las niñas del día, El viqje al Sitio,

Grandeza y miseria.

En cuanto a la clase media, ésta se convierte en el objetivo de Mesonero. Atribuye al

madrileño medio una serie de cualidades, viveza, penetración, ingeniosa tendencia a

satirizar, fina amabilidad. Como contrapartida observa algunas características también

propias de los estratos más elevados: afectación extranjerizante (snobismo), desdén por las

costumbres y las cosas propias, afán de hablar de todo con superficialidad. Como defecto más

grave se observa la indolencia. Seco Serrano, refiriéndose a las Escenas, califica de mayor

acierto el haberlas concebido como "una especie de registro, planteado desde diversos

ángulos, del fenómeno más característico de la época y de la ciudad: la contraposición entre

tipos, costumbres y formas de vida, que se codean en el círculo de la burguesía ochocentista

en trance de decisiva crisis" .

José Luis Varela3 considera como rasgo principal de Mesonero su nostalgia por el pasado

y su conservadurismo. Reconoce, además, las deudas de Mesonero y Larra con Jouy:

orientación general, estímulo y autoridad moral para introducir y cultivar en España un

género, que viene de Francia como tal. Por último, señala la paradoja en la que se encuentran

Mesonero y los demás escritores costumbristas españoles: siguen una moda foránea que

exalta precisamente lo autóctono.

2.- Galdós

Benito Pérez Galdós nació e11 O de mayo de 1843 en Las Palmas de Gran Canaria. Fueron

sus padres Sebastián Pérez Macías y Dolores Galdós Medina. Pasó en su ciudad natal la

infancia y los años de estudiante de secundaria. Una vez obtenido el título de Bachiller -septiembre

de 1862-marchó a Madrid con la intención de cursar estudios de Derecho; y después de unos

años de residencia temporal en la capital -inviernos en Madrid, veranos en la isla- acabó

por instalar en la Villa y Corte su residencia definitiva.

Sus años de aprendizaje comienzan en el prestigioso y liberal colegio de San Agustín, en

donde realiza el autor sus estudios de bachillerato con notable aprovechamiento. Fue, según

autodefinición contenida en sus MemoriClst un "bachiller aplicadito" que también mereció

-documentos hay- alguna amonestación por su tendencia al ensimismamiento: "Benito

Pérez, penado por distraído".

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La etapa colegial de Las Palmas de Gran Canaria conoció sus primeros intentos literarios.

Además de dirigir, redactar y publicar un periódico colegial titulado La antorcha, realizó una

interesante serie de trabajos literarios: un dramón histórico en verso, para empezar (Quien

mal hace, bien no espera); una sátira quevedesca de inspiración cervantina (Un viqje

redondo); un intento de prosa poética no exenta de burla (El so!); dos poemas satíricos

festivos (El pollo y El teatro nuevo). Conoce esta época además un intento -por inconclusode

amplio poema épico-burlesco en octavas reales titulado La Emilianada,cuyo héroe

inspirador fue un profesor del colegio. Todos estos escritos no son, claro está, más que pura

prehistoria literaria; pero ya puede observarse en ellos algunas de las claves básicas del

futrro gran escritor: ingeniosidad pronta y oportuna, destacado sentido del humor, tono

deseafadado y lúdico, agilidad estilística y léxico abundante, preciso y propio.

Ya instalado en Madrid se inicia la segunda etapa -la más im portante-de su aprendizaje.

Durante los primeros meses de su estancia en la capital debió de ir descubriéndola con

su mirada isleña observadora y curiosa. Empezaría sin duda por el corazón del viejo Madrid

en donde en principio residió (calle Fuentes, 3-22) para ampliar luego el círculo de una ciudad

en obras que decepcionó al recién llegado. La asistencia -bastante irregular- a la Universidad,

la presencia asidua en las tertulias del café Universal -<:entro de reunión dé los

canarios y privilegiado punto de observación humana-, la asistencia a los teatros y los

veranos en su isla debieron de llenar los dos primeros años madrileños. Entretanto colabora,

esporádicamente, en El ómnibus (periódico de su ciudad natal) caricaturiza hechos y tipos

humanos de la tertulia del Universal y ensaya intentos teatrales cuyo mejor logro (Unjoven

de provecho) llegará en 1867.

El año 1865 marca un hito de interés en esta etapa galdosiana porque es el de su inicio

profesional como periodista: en febrero comienza su colaboración en La Nación mediante

una "Gaceta musical" primero y una "Revista de la semana" después. Paralelamente es

mensual '¡esde el regreso de las pasadas vacaciones veraniegas- su "Revista de Madrid"

en El ómnibus que abandonará cuando comience su amplia colaboración en la Revista del

Movimiento Intelectual de Europa (filial del diario progresista Las novedades) en otoño de

este mismo año. Tal amplia labor periodística lo ata personalmente a Madrid y lo induce a

un conocimiento más profundo de sus peculiaridades. La situación política española,

mientras, ha ido empeorando; nuestro autor palpa el ambiente en su centro y vive hechos

históricos cruciales, algunos trágicos y luctuosos; ante ellos observa, reflexiona, asimila. Su

periodismo (dentro de lo que la censura permite) se hace más abierto y variado en temas:

junto a manifestaciones progresistas, escribe reseñas y crítica literaria; y narraciones con

visos novelescos. Comienza a frecuentar las sesiones del Ateneo y otras cátedras progresistas;

y continúa asistiendo a las tertulias del Universal y estampando sus impresiones en

dibujos caricaturescos.

1866 ve agudizarse la tormenta política y conoce el primer intento -frustrado y trágicode

revolución en la sublevación de los sargentos de San Gil. Consecuencia de todo ello es la

agudización de la censura y el cierre de muchas publicaciones periódicas. Galdós, que ya

había perdido -prácticamente- el curso por falta de asistencia a clase, se queda sin "sus"

periódicos. Callejea, reflexiona; seguramente se plantea con toda seriedad su camino futuro.

IV CONGRESO GALDOSIANO _

Terminado el verano vuelve a su isla en donde permanece hasta pasada la Navidad. Allí

colabora de nuevo en El ómnibus con crónicas amplias muy cercanas al cuento o a la novela

corta, plenas de ironía y humor (como Crónicas de G. Canaria y Necrología de un prototipo).

En 1867 realiza su primer viaje a París; visita la Exposición Universal, compra libros,

pasea ... Es su primer contacto con Europa. A la vuelta, afianzado sin duda su camino

vocacional comienza a escribir La Fontana de Oro, nos dicen sus Memorias, llevado de

"impulso maquinal, que brotaba de lo más hondo de mi ser". En noviembre reanuda su

actividad periodística con una" crónica de Madrid" en Revista del Movimiento Intelectual de

Europa; y en enero del 68 en La Nación con un amplio espacio: no sólo la revista literaria

semanal ("Revista de Madrid", "Galería de figuras de cera" y "Manicomio político-social")

sino crítica literaria y teatral. En ambos periódicos intenta burlar la censura con el humor.

Pero ya manifiesta cierto cansancio del periodismo.

En abril del 68 realiza su segundo viaje a París, con dilatado recorrido por Francia

acompañado de su hermano mayor, Domingo. El regreso coincide con el estallido de la

Revolución (está el autor en Barcelona) ¿Continuará el viaje a Canarias con sus hermanos

como éstos le proponen? No puede aceptar esta perspectiva abandonando así la atalaya

madrileña y lo que ello supone para su ya decidida vocación literaria.

El regreso definitivo a Madrid supone también la dedicación definitiva a la creación

literaria con el remate de su primer fruto novelístico: La Fontana de Oro.

En los años de aprendizaje que hemos resumido, Galdós ha ido conociendo y asimilando

los hechos que han conformado la historia española: unos a través de fuentes escritas; otros

a través de testigos presenciales (incluso de su propia familia, su padre, sus tíos Benito y

Domingo), que le narran los sucesos como experiencias personales. También ha tenido

ocasión de comprobar la fuerza de la manifestación popular y ha sido testigo excepcional de

primera fila en hechos cruciales de la historia presente. En el orden social ha contemplado

interesantes transformaciones: las grandes fortunas varían de manos, la clase media se va

afianzando, la aristocracia es cada vez más la del dinero. En el orden literario la novela

española sufre aguda crisis: la romántica está acabada (contra ello se ha manifestado

repetidamente Galdós) y la que se está escribiendo, de un costumbrismo apuntando a

realista, no acaba de hallar el camino, por ello Galdós vuelve sus ojos a los novelistas

europeos (Dickens, Balzac, Víctor Hugo) a los que ha leído y lee con gran interés. Por otra

parte, su profesión periodística lo incita a indagar, su interés histórico a explicar y su

vocación literaria a novelar.

Todo ello va conformando el mundo de Galdós y condicionando sus esquemas hasta

cuajar en la concepción clara de la historia como Comedia humana explicable en el marco

de la novela, muy en la línea de los novelistas decimonónicos europeos para quienes historia,

novela y biografía son manifestaciones casi sinónimas en cuanto refieren hechos vitales

considerados desde ángulos no muy distantes. La novela, a través de criaturas y marcos de

ficción, metaforiza la realidad; ésta resulta así recreada (es la realidad del autor) pero

también potenciada y enriquecida. A ello hay que añadir la personal convicción galdosiana

de que la historia es maestra de la vida y que de su conocimiento y de la explicación de sus

hechos pueden extraerse eficaces lecciones presentes y futuras: la convicción que le llevará

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a iniciar en 1873 las series de sus Episodios Nacionales y que se advierte en las claves de

algunas de sus novelas. Por eso inicia ahora su camino literario con una "novela histórica"

a la que seguirá muy pronto otra: El audaz (1871).

En 1871, además de publicar El audaz, colabora con Albareda en El Debate. En 1872,

Galdós colabora enLa Guirnalda, firmando un contrato con su propietario en 1873. Desde

esta fecha hasta 1883 escribe dos series de Episodios y bastantes novelas, Doña Perfecta,

Gloria, Man·anela, LaJamilia de León Roch, La desheredada, El amigo Manso y El doctor

Centeno, hace amistad con Mesonero Romanos (1875), comienza la correspondencia con

Pereda (1877) Y con el propio Mesonero, que le prestará una ayuda inestimable. Galdós se

consagró entre 1883 y 1890, fecha en que inicia sus sorprendente vocación teatral, como uno

de los indiscutibles novelistas del momento. El año 8'4 lo dedica a viajar por toda Europa y

a su regreso, optimista por el hcmenaje tan reciente, tiene la amargura de ver denegada su

entrada en la Academia. Quizá por eso, desaparece de la vida madrileña y se encierra en

Santander, en una finca que ha adquirido y a la que los amigos han bautizado con el nombre

de "San Quintín". y "los de San Quintín", gustan llamarse los contertulios de Galdós que

acuden a la casa todas las tardes y entre los que se encuentra Pereda, con quien viaja Galdós

a Portugal en otoño del 85. Cuando regresa a Madrid en noviembre de 1885, muere en El

Pardo Alfonso XII. Se proclama la Regencia de María Cristina y Sagasta sube al poder. Su

primera medida es la de convocar Cortes para el comienzo del año 86. Unas cortes donde de

forma insólita, aunque frecuente en aquel tiempo, se va a sentar Galdós en su escaño de

diputado, elegido por diecisiete votos telegráficos, representando a las Antillas. Sin embargo

Galdós no ejerció el cargo en su vida. Iba allí a mirar, a observar, a cambiar impresiones y

amistades con los grandes de la época. Cinco años estuvo Galdós en su escaño de las Antillas,

sin despegar los labios. Rumiando los cinco tomos de Fortunay Jacinta, escritos entre 1886

y 1887; Celín, Trompiquillo y Theros, Miau, La incógnita, Torquemada en la hoguera,

Realidad, los dos primeros tomos de Angel Gue"a.

Entre tanto, alguien se da cuenta de que muchas de sus novelas no son más que teatro,

situaciones, diálogos que bien pueden llevarse a la escena con sólo introducir unos ligeros

retoques. Así, Galdós mismo hizo la adaptación de Realidad, y el15 de marzo de 1892 se

anunció el estreno, obteniendo éste un éxito desbordante. Por la obra, por el nuevo estilo que

abría para la escena, y por la situación del público asfixiado por los altisonantes personajes

de Echegaray y su escuela, Realidad supuso en la escena el mismo aldabonazo de

naturalismo que los Episodios en el panorama de la dormida novela española.

La loca de la casa, que fue su segunda obra para el teatro, también adaptación de la

novela, se estrenó al año siguiente, en 1893, con más éxi to si cabe que Realidad. La siguien te

adaptación, en cambio, del Episodio Nacional Gerona en cuatro actos, fue un fracaso

tremendo y frío. Galdós se refugió de nuevo en Santander, y de allí vino con una comedia

que obtuvo un éxito clamoroso: La de San Quintín. Empujado por el suceso adapta Los

condenados, que constituyó un fracaso absoluto. Entre 1895 y 1896 estrenaDña Perfecta,

Voluntad y Fiera. La primera fue un éxito, pero las otras dos pasaron sin pena ni gloria.

En 1897 ingresa en la Academia, leyendo su discurso de ingreso, que versa sobre "La

sociedad presente como materia novelable", el 7 de febrero.

IV CONGRESO GALDOSIANO _

Por necesidades económicas, Galdós escribe a sus casi sesenta años, una nueva serie de

Episodios, diez tomos más dedicados a las guerras civiles en esta última parte del siglo.

Ante el desbarajuste político reinante, Galdós reacciona haciéndose militante republicano.

Su incorporación a la cosa pública, quizá a la política en su verdadera acepción, no pudo

ser más arrolladora. Y lo hizo éon las armas literarias: la puesta en escena de la obra Electra,

una obra de cinco actos que tuvo unas consecuencias imprevisibles. La salida del estreno fue

apoteósica. Cinco mil personas se congreraron en la plaza de Santa Ana en verdadera

revuelta política. A los pocos días la fiebre política alcanzaba tal temperatura que caía el

gobierno conservador de Azcárraga, tambaleado por mil cosas, "pero empujado por la obra

de Galdós", según César Ballester5• En poco menos de un año, la obra fue traducida a cuatro

idiomas -francés, inglés, alemán e italiano- y se representó en toda Europa y en el

continente sudamericano.

En unas elecciones municipales, a las que se presentan los republicanos y los conservadores,

el pueblo de Madrid vota en masa al Galdós republicano. Caro pagará estas incursiones

por la vida política. En 1905, la Academia sueca sugirió al Gobierno español que presentara

la candidatura de Pérez Galdós al Premio Nobel. Y el Gobierno, conservador entonces, se

negó.

Años tristes para Galdós. La enfermedad comienza a domar su firmeza. Se está quedando

ciego. Desde 1910, un buen amigo, Pablo Nogués, que había sido su secretario político, es

ahora secretario particular a quien dicta sus últimos Episodios Nacionales. Se intentan dos

operaciones inútiles, entre 1911 y 1913. Galdós está irremediablemente ciego. Muere e14

de enero de 1920.

Yolanda Arencibia6 en su edición de La Fontana de Oro, señala algunos rasgos

característicos de las novelas de Galdós, que a continuación esquematizamos.

Los temas constantes en su novelística son el histórico y el religioso. El costumbrismo

madrileño también hace su aparición, no siendo siempre positiva la visión que nos ofrece de

la ciudad. Las gentes del pueblo son interesante centro de atención temática: el autor las

caracteriza a través de su aspecto y de su habla: vulgarismos, expresiones castizas y

modismos particulares. Los sueños y las fantasmagorías como exploradores de conciencias

son también recurso temático. La atención a las enfermedades es también tema de atención

galdosiana. A lo largo de su evolución como narrador, Galdós limará ciertos excesos que

podemos observar en sus primeras obras: en la indagación realista desaparecerán concesiones

naturalistas apreciables principalmente en el espacio dedicado a los bajos fondos

ciudadanos y en las explicaciones de conductas; en las descripciones, se atenuarán

prolijidades y excesiva morosidad; en los marcos situacionales, disminuirán resonancias

romántico-folletinescas y disgresiones históricas desahogado ras o explicadoras.

En cuanto al estilo, éste es llano, sencillo y natural, en el que destaca un dominio perfecto

de la lengua y sus matices. El narrador es tanto el narrador-amigo que se dirige al lector con

total naturalidad y que enriquece su narración de coloquialismos, como el narrador-testigo

que refuerza la verosimilitud de los hechos con su presencia en ellos. La ironía es rasgo

característico del narrador Galdós que tiene continua presencia en la novela: para caracterizar

a lo religioso, para describir a los personajes, para des realizar las situaciones. Cuando

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de personajes se trata es muy fácil pasar de la ironía a la caricatura, rasgo en el que es maestro

nuestro autor. Otros detalles habría que destacar en el plano de las caracterizaciones: como

es la oportunidad del gesto, eficaz pincelada definidora magistralmente o aprovechada por

la aguda capacidad observadora de nuestro novelista. Y junto al gesto, la abundancia de

apodos para incidir en la identificación popular de los personajes. Un último detalle estilístico

constante en Galdós es la elección de nombres propios oportunamente consecuentes con el

personaje o con la situación. También se dan oportunas simbologías en los nombres de las

calles de sus novelas.

3. - Relación Mesonero-Galdós

Ya en su niñez en Las Palmas de Gran Canaria, Galdós debió de leer bastantes

costumbristas, con Mesonero a la cabeza. Su amor por la vida madrileña cuando se desplazó

a ia capital para estudiar Derecho, debió de inspirarle un nuevo interés por la persona y por

la obra de Mesonero. El Manual de Madn'd hubo de serle lectura indispensable, y el montón

heteróclito de "cosas" que llenaba el Panorama matritense y las Escenas matritenses

cobraba ahora nueva vida. Hasta el hecho de que por algún tiempo Mesonero y Galdós fuesen

vecinos y el futuro novelista pudiera observar a Don Ramón en sus andanzas por las calles

próximas debió de hacer más aguda su curiosidad. La relación personal entre ambos

escritores es algo más tardía, posterior a la publicación de Trqfalgar (1873) pero la mirada

admirativa de Galdós ha espiado la figura del "Curioso Parlante" en sus paseos por las calles

de la corte. De principios de 1866, antes, probablemente, de que se hubiera cruzado entre

ellos un saludo, es un interesante artículo de Galdós en que se evoca la simpática figura del

costumbrista en acción:

.. i cuánto nos complace el encontrarle en la calle, dirigiendo su curiosísima mirada hacia

todo lo que ofrecen de notable los rincones de la villa! El se pasea tranquilamente y se

detiene de vez en vez para observar un grupo, escudriñar una tienda o examinar una

fábrica, detiénese ante lo que llama su atención y parece tener especial complacencia

en analizar los bártulos de todo tenducho ambulante, los tipos de toda procesión, las

escenas del día de parada o de visita a Atocha; una paternal sonrisa ilumina su

fisonomía, que respira bondad y agudeza. La sonrisa de la ironía no asoma a sus labios;

examina más bien como quien busca bellezas que admirar que defectos que escarnecer

... Cuando por azar encontramos al autor de las Escenas matritenses nos detenemos

maquinalmente para mirarle; nos sorprende su modestia, su curiosidad y todo él nos

hace recordar el inmenso deleite que hemos experimentado leyendo sus encantadoras

Escenas".

En la "Galería de figuras de cera" (sección del periódico La Nación), de 1868, Galdós

dedicó a Mesonero un breve artículo. He aquí lo más sustancial del curioso texto:

"Su rostro es, como hemos dicho, perfectamente ceránico. Su cutis, sonrosado y

transparente, anuncia salud y felicidad: las sinuosidades, las depresiones y protuberanIV

CONGRESO GALDOSIANO _

cias de esta piel y sana y feliz forman las facciones, a saber: una nariz ni grande ni

pequeña, una boca contraída en perpetua y benévola sonrisa y unos espejuelos

azulados, al través de los cuales se alcanza a ver la tenaz y minuciosa observación

ocular del individuo atisbador de calles y plazuelas, examinador entusiasta de costumbres,

cuadros, grupos y personas.

Su cuerpo, pequeño y bastante robusto, ofrece poco de particular, y sus ademanes,

excesivamente sencillos, no proporcionan tampoco grandes rasgos pictóricos al

dibujante, exceptuando aquel hábito inveterado de llevar unidas atrás las manos, como

si fueran un estorbo en su majestuosa marcha investigadora.

En esta actitud, más bien humilde que presuntuosa, recorre "El Curioso Parlante" las

calles de Madrid. Le habréis visto muchas veces en los sitios más públicos, examinando

con atención los progresos de la villa en sus edificios y en sus calles, contemplando el

esplendor de nuevas tiendas abiertas al comercio de bisutería, investigando cómo

adelanta y se acicala y afeita esta querida e inolvidable villa, cuya imagen tiene él

grabada en las telas del corazón".

Pasados los años, y al remitir este retazo de prensa al propio Mesonero, Galdós se

excusaría por la "frivolidad" e "irreverencia" de su "boceto o coup de crayon":

"Mi respetable maestro: revolviendo papeles he encontrado un articulejo, retrato o

semblanza del "Curioso Parlante", la cual pieza fue engendrada por mí en la época de

mis primeros atrevimientos literarios. Aunque en aquellos tiempos me hubiese causado

mucho gusto y extraordinario orgullo que usted fijase la atención en el mencionado

parto de mi ingenio, hoy me avergüenzo al pensar que Ud. lo va a leer, pues no sólo es

detestable por su estilo, sino que en el fondo y en la forma tiene mucho de frívolo y aun

de irreverente. Sin embargo de esto, no vacilo en mandárselo a usted. Es tan sólo una

silueta o bosquejo, de género francés; y como se ve, atendiendo sólo a la figura, no me

cuidaba de señalar la inmensa importancia literaria del Curioso, como verdadero

creador de la literatura de costumbres y cimentador de la novela española contemporánea

a la cual ha dado los tipos, las costumbres y las localidades.

Yo estaba en aquellos días muy enfrascado en El antiguo Madn'd, que leía con

verdadera devoción, y estudiaba sobre el terreno por las calles, callejuelas y derrumbaderos

matritenses. Esta preocupación constante es la causa de que en mi boceto o "coup

de crayon" me fijase más en aquella obra que en las célebres Escenas, que conocía desde

mi niñez, y cuya lectura despertó en mí la afición a las pícaras letras y especialmente

a los escritos de costumbres"7.

A Mesonero le conoce Galdós cuando comienza la publicación de sus primeros Episodios.

El maestro del costumbrismo, al leer su obra de Trqfalgar, quedó sorprendido de sus

conocimientos del pasado, ya demostrados en La Fontana de Oro, y con gran curiosidad dejó

recado para que el autor pasara por su casa. Así lo cuenta Galdós:

"Don Ramón de Mesonero Romanos, dijo a un amigo mío que le gustaría conocerme;

pocos días después de llegar esto a mi noticia, encontré en casa de Cámara. mi amigo.

un papel de aquel insigne novelista literato en el cual me suplicaba que fuese a su casa

de visita. Fui a eso de las dos de la tarde y al punto me recibió. Estaba el "Curioso

D BIBLIOTECA GALDOSIANA

Parlante" (pseudónimo de don Ramón) en su despacho y cuando entré se hallaba en

mangas de camisa; se vestía. Me recibió amablemente y con cariño, hízome sentar a su

lado y me rogó que hablase alto porque -decía- "me he quedado sordo".

Me causó extrañeza encontrar en él una locuacidad viva y una energía pintoresca, pues

yo le conceptuaba más decaído. Tiene ahora setenta y un años, se expresa con

muchísima gracia y vehemencia; constantemente lleva la mano para arreglar la peluca

o los espejuelos, que suelen inclinarse a un lado. Le gusta llevar la voz cantante en la

conversación y la circunstancia de la sordera, impidiendo al interlocutor dejarse oír,

contribuye a que él hable mucho. Su conversación no puede ser más agradable y relata

sucesos pasados con una imaginación y amenidad encantadora.

Primero me dijo que había cometido algunos e~rores, pero que me había leído con mucho

gusto ...

"Yo creí que era usted de más edad" -me dijo. "He preguntado por usted en la librería

de Durán y allí me han dicho que era usted joven". Añadió que me tenía por "de su

escuela" , lo mismo que a Pereda, y me expresó una gran benevolencia ... Luego me hizo

mil ofrecimientos, me dijo que él podría proporcionarme muchos datos, a partir de 1823.

Me despedí. La visita a Mesonero me ha sido sumamente agradable ... "

Esta entrevista, efectuada el 7 de marzo de 1874, iba a ser punto de partida de una

amistad afectuosísima, e incluso de una estrecha colaboración literaria. Las ayudas de

Mesonero comenzaron a materializarse muy pronto, especialmente por cartas. El epistolario

Galdosiano con Mesonero y las cartas de éste, se encuentran en los archivos de Galdós

intactos y completos, y han sido publicados. Constituyen uno de los epistolarios más

interesantes de todo el siglo XIX. Galdós agradeció siempre a Mesonero la amabilidad con que

le tendiera la mano, generosamente, para darle alientos en sus primeros, y ya seguros pasos

de escritor. Por su parte "El Curioso Parlante -testimonia Clarín8- quería como a hijo de sus

más caras aficiones al autor de los Episodios, y admiraba que, sin haberlos vivido, conociese

tan bien aquellos tiempos a que Mesonero Romanos consagraba su culto. Yo he visto un

regalo de Mesonero a Galdós ... : era un pedazo de pan del año del hambre" .

La segunda serie de los Episodios tal vez no fuese lo que es si Mesonero no hubiese

franqueado al novelista los archivos inagotables de su memoria. Puede decirse que a partir

de Memorias de un cortesano de 1815 (18 7S), Mesonero está siempre alIado de Galdós para

comprobar la exactitud del detalle histórico o topográfico, como antes lo estuvo para señalar

lunares o imperfecciones y alentar al autor del colosal ciclo novelesco. A Mesonero le

sorprendía la capacidad de intuición histórica que adornaba a Galdós, como admiraba sin

duda la celeridad prodigiosa del proceso inventivo. Lo que Galdós estaba haciendo era aquello

mismo que él hubiera querido cumplir, sin llegar nunca a conseguirlo por no haber nacido

novelista. En carta a Galdós le dice cómo "sin asomo de envidia" había visto realizado en los

Episodios "un pensamiento mío ... que yo, por mi edad, no puedo convertir en hecho". y no

sólo en cartas, que podían ser un inane halago, se deja decir eso, sino que lo repite en público

en sus Memon'as, refiriéndose a aquel proyecto de novela que tan pronto abortó y del que

fueron sucedáneo insuficiente los cuadros de costumbres. Aquel "propósito infantil" lo había

visto por fin realizado "sin celos, antes bien con gran contentamiento ... por mi joven amigo

Don Benito Pérez Galdós en uno de sus preciosos Episodios Nacionales que se titula

IV CONGRESO GALDOSIANO _

Memon'as de un cortesano de 1815'. Hubiera debido decir, según nuestra modesta opinión,

que lo había realizado en todos ellos.

Sin embargo, las valiosas ayudas que Mesonero proporcionaba a Galdós iban a tener un

punto de roce bastante serio, aunque cortés, por parte de los dos escritores, como demuestran

algunas de las cartas, especialmente las relativas a las noticias literarias, que no a las

políticas.

Galdós, tímidamente primero y acribillándolo después a preguntas, tratará de ahondar

en los documentos del viej o costumbrista. En un tono de lo más cordial y amistoso, sin recelos

de ninguna clase, como ocurrirá más adelante, Mesonero escribe su primera carta de

contestación a Galdós, diciéndole:

" ... Ya le he dicho que cuando quiera consultar algún punto referente a las épocas que

abarca su nueva serie, puede hacerlo con franqueza, y aún acaso le podré dar nuevas

notas respecto a la primera corte de Fernando, del 14 al 20 ... "

Galdós, vencida ya su timidez, comienza a acribillar al maestro, a acosarle a preguntas.

Sus cartas son un ejemplo de cortesía, pero sus posdatas son terribles, pregunta por infinidad

de temas, minucias, anécdotas ... , sobre ellas centraba todo su interés. Una de las posdatas

de las cartas de Galdós es todo un tratado de costumbrismo. Dice así:

"Envíeme la fisonomía del duque de Alagón, Chamarra, Ostolaza, Lozano de Torres,

Ugarte, el duque de San Carlos, Don Pedro Ceballos, Don Martín Gary. Vida doméstica

de don Antonio Pascual y Don Francisco y Don Carlos infantes. Dichos y agudezas de

Fernando VII. Anécdotas galantes. Trato, modales y conversación del rey. ¿Chamarra

era criado de librea? Noticias y crónica escandalosa de la camarilla ... "

Es un examen que pasaría todas las semanas, con paciencia, el bueno de Mesonero, con

harta generosidad. El maestro se hallaba entonces dedicado a su descomunal obrita

Memon'as de un setentón.

Cuando comenzaron a publicarse las Memorias, Mesonero pide a Galdós que no se salga

de lo político e histórico y le deje a él hablar de la literatura de la época, a propósito de su

petición de datos sobre el mundillo literario, no político ni costumbrista. A partir de este

momento, los dos autores se distanciaron un tanto, el uno molesto, el otro contrariado, y

las colaboraciones fueron escasas. Galdós no aceptó este acuerdo tácito para delimitar el

campo de introspección en la Historia y no evitó el terreno o las alusiones al mundillo

literario, y replicó a Mesonero con estos corteses argumentos, bastante alejados de la timidez

con que inició su correspondencia:

lO ••• La indicación que usted me hace en su apreciable carta ha llegado tarde, porque

aproximadamente la mitad del libro Los Apostólicos está ya escrita, y lo que es

peor, impresa y publicada en el folletín del periódico El Océano. No obstante, la

parte que yo dedico a los asuntos literarios es relativamente insignificante, y como

carecía de datos y noticias anecdóticas me circunscribí a hacer un retrato o

_ BIBLIOTECA GALDOSIANA

semblanza de cada uno de los más destacados poetas y escritores. No podía pasar

por alto y en silencio la aparición de aquella ilustre pléyade que constituía uno de

los más notables fenómenos de la vida española en el siglo presente ... " Por lo que

vemos a Galdós le pareció excesiva la petición de su viejo maestro Mesonero, y por

la última afirmación que hace, no es dificil adivinar que no accedió a renunciar a

semejante parcela de la vida española, tanto en Los Apostólicos como en muchas

de sus obras.

Por su parte, Mesonero tampoco accedió en lo sucesivo a ser tan generoso con el joven

y peligroso autor de las novelas históricas de las que sospechaba iban a restar bastante

interés, o al menos lectores, a sus Memorias. Hay que tener en cuenta que las dos obras iban

viendo la luz -las Memorias y los Episodios- casi al mismo tiempo, en dos periódicos

distintos, por lo que los celos profesionales en cuanto a lectores se refiere eran más que

explicables.

4. - Episodios Nacionales

Los Episodios Nacionales de Galdós no habían recibido hasta ahora la atención que

merecen9• Sabemos que son parte capital de la obra del más importante de los escritores

españoles del siglo pasado, que fueron muy leídos en su época, y que lo son todavía hoy.

Sabemos que su popularidad fue tal que le bastaba a Galdós, si se veía en apuros pecuniarios,

escribir un Episodio para salir a flote, por lo menos de momento. Pero han sufrido, por

contagio, el desprestigio que ha alcanzado a todas, o casi todas las novelas históricas.

Para Galdós los Episodios fueron una ocasión insustituible de definirse a sí mismo al

mismo tiempo que definía a su época y que precisaba cuáles habían sido las antecedentes

inmediatos de su generación.

Hemos de reconocer que no obstante los extraordinarios méritos de los Episodios, son

las novelas contemporáneas las que han llamado más la atención de los críticos. Las novelas

contemporáneas son, en cierta forma, más completas, más actuales, más perfectas,

artísticamente, que la mayor parte de los Episodios; en ellas no se nota ningún apresuramiento,

no parecen hechas de encargo, cosa que ocurre a veces en algunos Episodios. Pero

si queremos enfrentarnos con el pensamiento total de Galdós, no sólo con el artístico, sino

además con el histórico y político en indisoluble unión con aquél, hay que acudir, una y otra

vez, a los Episodios, obra que ocupó al autor largos años, y que registra los cambios con

respecto a su patria. A través de ellos, por ejemplo, podemos darnos cuenta de la forma en

que los trastornos, las disensiones, el caos causado por la primera República, acabó por

asustar a Galdós, por infundirle una actitud de reserva ante todo lo revolucionario, que se

trasluce en formas muy variadas, y que tiñe de melancólica incertidumbre tanto algunos

Episodios como algunas novelas contemporáneas.

En el fondo, el Galdós de los Episodios es el mismo que el de las novelas, con sus variados

y ricos personajes de la clase media, con sus pobres gentes, con su ingenio y humorismo

IV CONGRESO GALDOSIANO IDJ

cervantino, con su amor a lo cotidiano, incluido hasta lo vulgar, sabiendo ver como nadie

la hermosura oculta entre la maleza de lo trivial.

La colección de Episodios Nacionales consta de cuaren ta y seis Episodios distribuidos en

cinco series, escritos de 1873 a 1912. Abarcan desde la batalla de Trqfalgar hasta el período

de protagonismo político de Cánovas. Las cinco series se elaboran, por tanto, a lo largo de

mucho tiempo en momentos nacionales muy distintos. La primera y la segunda, entre la

revolución y la restauración. La tercera serie se planea y elabora mucho tiempo después

-transcurridos diecinueve años desde que el autor puso fin a la segunda. La cuarta y quinta

series ocupan a Galdós durante la primera etapa del reinado personal de Alfonso XIII; los

grandes programas regeneracionistas, estimulados por el clima depresivo y agónico del

noventa y ocho.

En la compleja armazón de cada una de las novelas que integran las cinco series de los

Episodios se distinguen con claridad tres elementos o estratos constitutivos: a) El esquema

de los sucesos políticos, que va condicionando cronológicamente el relato; b) la anécdota

novelesca, insoslayablemente pautada por aquél; c) la pintura del "cuadro social" en que se

enmarca todo el conjunto. De estos tres elementos, el menos consistente es el segundo,

aunque sirva de hilo a cada serie. En la serie inicial -la que se desarrolla entre Trafalgar y

la batalla de los Arapiles- es lógico que predomine la atención prestada a la primera: el

carácter épico, impuesto por las circunstancias de la guerra de la Independencia, se impone

aquí sobre la observación o el reflejo de unos medios sociales muy alejados cronológicamente

del autor, y al otro lado de la frontera marcada por el "antiguo régimen" --estos episodios

son los que han obligado a don Benito a un mayor esfuerzo de información indirecta o

bibliográfica. De aquí también que, en opinión de Seco Serrano, "sea la primera serie la menos

estimable de las cinco en que se agrupan los Episodios Nacionales. En eso coincido

plenamente con Montesinos; como disiento, desde luego, de Sainz de Robles, demasiado

proclive a subrayar los méritos evocadores, a lo goyesco, de los primeros episodios".

"La primera serie de los "Episodios -ha escrito Montesinos- es una novela sumamente

engañosa ( ... ) La novela que hace Galdós no es todavía de la mejor calidad, aunque siempre

se lea con gran interés, y arrastra, sí, arrastra al lector, pero como arrastra el folletín".

Hay, en todo caso, en esta primera serie, un episodio que anuncia ya el gran Galdós:juan

Martín el Empecinado. Como es mucho más sincera --en cuanto concreto escenario urbanola

evocación del sugestivo Cádiz de las Cortes que la de la Zaragoza heroica, en cuyos detalles

no escasean verdaderos errores de bulto.

Es a partir de la segunda serie -y sobre todo al llegar a la tercera- cuando los Episodios

cobran su verdadero carácter: el de profundo análisis de las raíces de un inmediato ayer.

El acierto de Galdós al describirnos, como un retratista magistral, los grandes personajes

"auténticos" que desfilan por los Episodios -reyes y príncipes, políticos, militares, diplomáticos-,

tiene su clave no en los datos allegados por el autor a través de toda clase de fuentes,

sino en su manera de interpretar estos datos para captar el hombre concreto a que se refieren.

Por lo general, los grandes protagonistas históricos están tratados con uniforme generosidad

por Galdós y aquí reside pre~isamente la máxima prueba de su criterio objetivo. Solamente

en contados casos la objetividad así entendida no logra vencer a una antipatía profunda que

_ BIBLIOTECA GALDOSIANA

envuelve al personaje hasta convertirlo en un símbolo de maldad o de torpeza: así, en la opaca

imagen de Fernando VII; así, sobre todo, en la odiosa evocación de doña Nieves de Braganza,

En los demás casos no puede percibirse encono alguno en la pluma del escritor, ya se trate

de Zumalacárregui, de Cabrera o del propio don Carlos.

El censo de los personajes "inventados", de que el autor se vale como clave para definir

la circunstancia histórica sin apelar a las figuras reales, es extensísimo en los Episodios -aunque, a

veces, su papel representativo pierde autenticidad cuando eleva a la categoría de símbolo y

el símbolo aparece forzado con exceso: recordemos el caso de don Felicísimo Carnicero. Pero

en ocasiones no es un personaje, sino un paisaje o un ambiente lo que nos sitúa de lleno

dentro de la circunstancia evocada. Pensemos, por ejemplo en el Cádiz de la primera serie.

Con frecuencia es, mejor que un paisaje, un ambiente lo que sirve para situarnos de lleno en

la época y en la circunstancia. Galdós es magistral en la morosa evocación de interiores:

interiores burgueses, sobre todo, que nos permiten entrar en el mundo ambiental de la clase

media en los años centrales del siglo XIX.

En lo que se refiere a las fuentes, hemos de decir que éstas son de dos tipos: escritas y

orales. Para cada serie de los Episodios utilizaba Galdós una obra histórica que le servía de

pauta general: para la primera, la Historia del levantamiento, del Conde de Toreno; para la

segunda, la Historia de Fernando VII, anónima, atribuida a Estanislao de Koska Bayo; para

la tercera, la Histon·a de laguerra civil de los partidos liberaly carlista, de Ildefonso Bermejo.

Además de estas "fuentes originarias", utiliza aquí y allá otras obras en las que se basan

varios Episodios; por ejemplo, la Historia general de España, de Modesto Lafuente (tomos

XXII-XXV), las memorias del General Córdova, El antiguo Madrid, de Mesonero Romanos,

y otras muchas. Al mismo tiempo, escoge de donde le parece más conveniente algún modelo

especial para cada episodio (uno, dos o, a lo sumo, tres títulos). Por lo que respecta a las

orales, éstas son de índole muy diversa: un superviviente del combate de Trafalgar con el

que se entrevista en Santander pasados sesenta y siete años del suceso histórico, la propia

reina Isabel n, o el mismo Mesonero.

Para finalizar este somero repaso a lo que son los Episodios Nacionales, vamos a

reproducir unas palabras de Galdós, en sus Memorias de un desmemon·ado (1916), acerca

de su génesis:

"A mediados del 72 ... me encuentro que, sin saber por qué sí ni por qué no, preparaba

una serie de novelas históricas, breves y amenas. Hablaba yo de esto con mi amigo

Albareda y, como le indicase que no sabía qué título poner a esta serie de obritas, José

Luis me dijo: "Bautice usted esas obritas con el nombre de Episodios Nacionales". Y

cuando me preguntó en qué época pensaba iniciar la serie, brotó de mis labios, como

una obsesión del pensamiento, la palabra Trafalgar".

5.- Huella de "El Curioso Parlante" en "Trqfalgar"y "Cádiz"

El héroe de estos Episodios, así como de los otros ocho que componen la primera serie,

es Gabriel Araceli, que procede de una familia pobre de la Caleta de Cádiz, y por su propio

IV CONGRESO GALDOSIANO l1li

esfuerzo llega a obtener altos puestos y a entroncar con la nobleza. Su evolución a través

de los diez volúmenes representa el ideal de progreso de la clase media española en el siglo

XIX. Encarna Galdós en la folletinesca figura de su personaje las ilusiones y deseos de la clase

media, a la cual van dirigidos los Episodios, representándola no en su realidad actual, como

es, sino en sus ideales, como debe aspirar a ser. Ya en esto coincide Galdós con Mesonero,

quien circunscribe la inmensa mayoría de sus Escenas a un círculo social determinado: la

clase media en sus distintos estratos.

Al igual que Mesonero atribuye al madrileño medio una serie de cualidades (viveza,

penetración, ingeniosa tendencia a satirizar, fina amabilidad) y como contrapartida, observa

algunas características también propias de los estratos más elevados (afectación

extranjerizan te, desdén por las costumbres y las cosas propias, afán de hablar de todo con

superficialidad, indolencia), hace Galdós con sus personajes. Recordemos si no a cualquiera

de los componentes de las tertulias de doña Flora (Trqfalgary Cádiz) y de "la de Rumblar"

(Cádiz).

En otro punto coinciden Galdós y Mesonero, y es en la plasmación de tipos, es decir, sus

personajes suelen resaltar, no como personalidades individuales, sino como tipos específicos

representativos de una cierta clase social. Entendemos a este propósito la palabra tipo en

el sentido que se le da en Costumbrismoy novela, de F. Montesinos: "Individuo de la sociedad

que representa a una clase a la cual convienen costumbres propias, que de ningún modo

pertenecen a otra alguna". En Trqfalgar y Cádiz encontramos multitud de ellos:

- El viejo lobo marino, Medio-Hombre, muerto en Trafalgar: "Marcial (nunca supe su

apellido), llamado entre los marineros Medio-Hombre, había sido contramaestre en los

barcos de guerra durante cuarenta años. En la época de mi narración, la facha de este héroe

de los mares era de lo más singular que puede imaginarse. Figúrense ustedes, señores míos,

un hombre viejo, más bien alto que bajo, con una pierna de palo, el brazo izquierdo cortado

a cercén más abajo del codo, un ojo menos, la cara garabateada por multitud de chirlos en

todas direcciones y con desorden trazados por armas enemigas de diferentes clases, con la

tez morena y curtida como la de todos los marinos viejos; con una voz ronca, hueca y

perezosa que no se parecía a la de ningún habitante racional de tierra firme ... "

- El cesante, don Alonso Gutiérrez de Cisniega (Trqfalgar, 189).

-Doña Francisca, "una señora excelente, ejemplar, de noble origen, devota y temerosa

de Dios, como todas las hembras de aquel tiempo ... " (Trqfalgar, 189).

-Rosita, la niña (Trqfalgar, 197), que podría ser cualquiera de Las niñas del día, de

Mesonero.

-Doña Flora de Cisniega que, con su afán de permanecer joven bien podría ser un calco

de la madre del Antes, ahoray después, del "Curioso Parlante":

" ... la cual era una vieja que se empeñaba en permanecer joven: tenía más de cincuenta

años; pero ponía en práctica todos los artificios imaginables para engañar al mundo,

aparentando la mitad de aquella cifra aterradora. Decir cuánto inventaba la ciencia y

el arte en armónico consorcio para conseguir tal objeto, no es empresa que corresponde

a mis escasas fuerzas. Enumerar los rizos, moñas, lazos, trapos, adobos, bermellones,

_ BIBLIOTECA GALDOSIANA

aguas y demás extraños cuerpos que concurrían a la grande obra de su monumental

restauración, fatigaría la más diestra fantasía ... " (Trqfalgar, 208).

"El tiempo sin embargo, iba imprimiendo su huella cada día más hondamente en aquella

agitada persona; pero ella, tenazmente sorda a sus avisos, disputaba paso a paso al

viejo alado la victoria, en términos que, a creerla, tenía el singular privilegio de caminar

hacia su origen; porque si un año confesaba cuarenta, al otro no tenía más que treinta

y cinco y al siguiente treinta y dos. hasta que se plantó en veintinueve. y ya no hubo

forma de hacerla adelantar más.

A la implacable rueca de las parcas oponía ella las tijeras de la modista, y la mediacaña

del peluquero, y las preparaciones del químico; allí donde empezaba a amanecer la

blanca cabellera, el arte sabía correr el denso velo de un elegante prendido" (Antes,

ahoray después).

- El charlatán, José María Malespina, el mentiroso de Trafalgar (199).

- El tradicionalista y nostálgico, don Pedro del Congosto, aferrado a sus costumbres

(Cádiz, 858).

-Doña María, con sus hijas Presentación y Asunción, son las arquetípicas "mamá y las

niñas", que diría Mesonero. La historia de Asunción con Lord Gray es paralela a la de Jacinta,

la hija de don Melquiades, en Los aires del lugar, de Mesonero.

En la elección de nombres "significantes", también sigue a Galdós a Mesonero. Así,

Marcial, Medio-Hombre, es guerrero, bélico (Trqfalgar) , las tres infelices muchachas

dominadas por doña María viven en la Calle de la Amargura (Cádi~ 873); lo mismo que en

la utilización de apodos para acercar más al personaje y resaltar en él alguna peculiaridad,

ejemplo: Medio-Hombre, porque Marcial está lisiado.

Hay algunos personajes de Galdós que expresan las mismas opiniones que los de

Mesonero en relación con la tiranía de la moda y el afrancesamiento de las costumbres:

- "Pero la moda era entonces tan tirana como ahora. y aun en aquel tiempo imponía de

un modo apremiante sus enfadosas ridiculeces" (Trqfalgar, 215).

-"No me importan burlas de la gente afrancesada ... y si yo prefiero este traje a los

franceses que venimos usando hace tiempo, y ciño esta espada, ( ... ) es porque quiero

ser español por los cuatro costados y ataviar mi persona según la usanza española en

todo el mundo, antes que vinieran los franchutes con sus corbatas, chupetines. pelucas.

polvos, casacas de cola de abadejo y demás porquerías, que quitan al hombre su fiereza"

(Don Pedro del Congosto, Cádiz. 859).

- "Las modas francesas han corrompido las costumbres ( ... ), y con las modas. es decir,

con las pelucas y los coloretes. han venido la falsedad del trato, la deshonestidad, la

irreligión, el descaro de la juventud, la falta de respeto a los mayores, el mucho jurar

y votar. el descoco e impudor. el atrevimiento, el robo, la mentira. y con estos males los

no menos graves de la filosofía, el ateísmo, el democratismo yeso de la soberanía de

la nación que ahora han sacado para colmo de la fiesta" (Don Pedro del Congosto, Cádiz,

859).

-"Yo frecuento en el día una de las casas más elegantes de Madrid. Todas las

circunstancias que deberían embellecer la exitencia de un hombre se habían reunido en

IV CONGRESO GALDOSIANO _

el amo de ella; salud, fortuna regular, un buen empleo, una mujer con quien se casó

enamorado, dos hermosos niños, consideración en Madrid, todo se le ofrecía para hacer

su dicha; pues este hombre por seguir el sistema de la moda ha hallado el medio de ser

infeliz" (1808 Y 1832).

También hay personajes de ambos autores que coinciden al opinar sobre otros temas.

Veamos, por ejemplo, lo que dice Lord Gray (Cádiz) y comparémoslo con lo expresado por

el protagonista de Grandezay misen'a:

"Uno de los principales martirios de mi vida, el mayor quizá, es la vana aquiescencia

con que se doblegan ante mí todas las personas que trato. No sé si consistirá en mi

posición o en mis grandes riquezas; pero lo cierto es que, dondequiera que me presento,

no hallo sino personas que me enfadan con sus degradantes cumplidos. Apenas me

permito expresar una opinión cualquiera, todos los que me oyen aseguran ser de igual

modo de pensar. Precisamente mi carácter ama la controversia y las disputas" (852).

-" ¿Y qué me sirve este concepto equivocado? Esta turba de aduladores y egoístas que

me aplauden, ¿me ofrece acaso un amigo sincero y desinteresado con quien desahogar

mi corazón?".

En cuanto a comportamientos similares de los personajes, que sirven para caracterizar

a un determinado sector de la sociedad, podemos ofrecer dos fragmentos en los que se pone

de manifiesto la semejanza que existe entre ambos autores:

"Saludaba yo a la Condesa, cuando se me acercó doña Flora, y pellizcándome

bonitamente con todo disimulo el brazo por punto cercano al codo, me dijo:

-Se está usted portando, caballerito. ¡Casi un mes sin aparecer por aquí! ( ... ) ¡Bonita

conducta! Yo empeñada en apartarle a usted del camino de la perdición, y usted cada

vez más inclinado a seguir por éL .. " (Cádiz, 857) .

.. ¿Es usted, mi querida Narcisa? -exclamó don Pascual con un arrebato verdaderamente

dramático- ¡Don Pascual! Usted ... pues ... ¡quién había de pensar ... ! -¡Ingrata! y ¡qué

poco ha conservado usted la memoria de un cariño! -¡Ingrato! y -¡cuán mal ha pagado

usted mi amor!" (Los cómicos en Cuaresma).

En relación con el estilo, también encontramos puntos de contacto entre Galdós y

Mesonero, sobre todo en lo que se refiere a reproducir distintos tipos de habla y a introducir

vocablos franceses en el habla cotidiana, como muestra del afrancesamiento que todo lo

invade. Ejemplos del primer caso los encontramos en el modo de hablar de Marcial

(Trqfalgar), Vejarruco, Lombrijón y Poenco (Cádiz) yen el primo del autor de La calle de

Toledo, respectivamente. Del segundo caso, tenemos:

"Vestían las tres conforme a lo que entonces el vulgo, no menos galicista que ahora,

llamaba un savillé". (Cádiz, 884).

"Aún reíamos de ello, cuando una mamá y dos niñas, éstas en un interesante ncgligé

y aquella en una espantosa toilette, entraron en la tienda ..... (Las tiendas'.

_ BIBLIOTECA GALDOSIANA

Además, hemos de destacar la ironía que demuestran tanto el maestro costumbrista,

como el joven novelista en sus apreciaciones y comentarios; al igual que emplean el

diminutivo en señal de afecto.

Por último, podemos afirmar que lo mejor que Galdós hace como novelista histórico es

costumbrismo histórico. Como intuye e imagina de un modo casi milagroso, y como ha oído

bien y leído mejor; como más tarde -ello no pudo afectar todavía los resultados de la primera

serie- Mesonero le enseñará muchas cosas sobre el antiguo régimen, los resultados son

increíbles y cada vez mejores. La pintura de los "incroyables" de Cádiz en los días de Trafalgar

(Trqfalgar, 233); el paseo por Cádiz con doña Flora (Trqfalgar, 212-213); la sesión de las

Cortes oída en los comentarios de los espectadores y no descritas directamente (Cádiz, cap.

IX); la visión de la Calle Ancha de esa ciudad, con sus damas a la moda y sus hombres

arreados con los más extraordinarios uniformes (C ád iz, 896-897), que hacen recordar a los

descritos por Mesonero en La Romería de San Isidro; la descripción del Carmen Calzado

(Cádiz, 913); los mendigos de la sopa boba (Cádiz, 913-914), son buena muestra de lo que

decimos.

111. Conclusión

Hemos tratado de demostrar que la admiración que Galdós sentía por Mesonero antes

de conocerle personalmente y las repetidas lecturas que realizó de sus obras, cuajaron en

multitud de elementos constitutivos de sus Episodios Nacionales. Del análisis que hemos

realizado podemos extraer la conclusión de que sin haber comenzado la colaboración del

viejo costumbrista en los Episodios (como fuente oral y como autorizado crítico), ya muchas

de las características de sus obras se habían plasmado en ellos. De los dos Episodios

estudiados, estas huellas son más evidentes en Cádiz que en Trqfalgar, aunque ya en éste

aparecen algunas.

IV CONGRESO GALDOSIANO lB

Notas

1 Fernández Montesinos, José: Costumbrismo y novela. Ensayo sobre el redescubn'miento de la

realidad española, Madrid, Castalia, 1960, 3i ed. 1972.

2 Seco Serrano, Carlos: Sociedad, literaturay politica en la España del siglo XIX, Madrid, Guadiana,

1973.

3 Varela, José Luis: El costumbnsmo romántico, Madrid, Magisterio Español, 1970.

4 Pérez Galdós, Benito: Memon'as de un desmemoriado, en Obras Completas, Madrid, Aguilar,

1961. Tomo VI.

5 Ballester, César: Caminos abiertos por Pérez Galdós, Madrid, Hernando, 1977.

6 Pérez Galdós, Benito: La Fontana de Oro; edición de Yolanda Arencibia, Biblioteca Básica

Canaria, Tomo 13, Islas Canarias. Viceconsejería de Cultura y Deportes. Gobierno de Canarias.

1988.

7 Pérez Galdós a Mesonero Romanos, Madrid, 18 de mayo de 1875. Publicado por E. Vare la y

Hevias: Cartas de Pérez Galdós a Mesonero Romanos, Ayuntamiento de Madrid, Publicaciones de la

Sección de Cultura e Información, Madrid. 1943.

8 Alas. Leopoldo (Clarín): Benito Pérez Galdós. Estudio cria'co-biognifico, Madrid, 1889 (2. 2

ed.).

9 ver Introducción del libro Los "Episodios Nacionales" de Benito Pérez Galdós, de Hans

Hinterhauser, donde éste señala la situación de los estudios galdosianos.

_ BIBLIOTECA GALDOSIANA

BIBLIOGRAFíA

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--Escenas matritenses (Segunda serie de "Escenas J. 1836 a 1842, Tomo 11, Madrid, Renacimiento,

1925.

-- Tipos y Caracteres. Bocetos de cuadros de costumbres: 1843 a 1862, Tomo IlI, Madrid,

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--Trqfalgar, en Obras Completas, Tomo 1, Madrid, Aguilar, 1970.

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