¿POR QUE ES REALISTA LA NOVELA 11
DE GALDOS?
M. ª Teresa Herrera del Castillo
1 ndudablemente, el hecho de poner en tela de
juicio la existencia o no de realismo en la narrativa galdosiana, una cualidad que por otra
parte consideramos como intrínseca al novelista desde nuestro primer acercamiento a un
texto literario, en la adolescencia, puede parecer, en modo alguno, un auténtico desafío por
todo lo que ello conlleva; en efecto, tal atrevimiento no sólo supondría la ruptura de
esquemas asumidos hasta el momento sino también la impugnación de cuantas hipótesis
se han vertido al respecto, que constituyen la prueba más feaciente de un saber cultivado
con delicado y riguroso esmero por parte de numerosos entendidos en la materia. No se trata
pues, de analizar lo analizado, de juzgar lo sobradamente juzgado, en la medida, en que,
introducirnos en la obra creada por Don Benito supone relacionarla instantáneamente con
una especie de verismo, con una conducta o manera de ser del que se ajusta más a la realidad
que a la abstracción -el gran desafío romántico- y que parece hallar su ideal narrativo
abordando directa y abiertamente el mundo que lo circunda; desde esta óptica y sin olvidar
que Galdós forja sus novelas dentro de los límites designados al movimiento realista (2. ª
mitad del siglo XIX), un movimiento asincrónico con respecto a Europa pero igualmente
intenso, que logra asentarse en nuestro país, nada debe ser puesto en entredicho. Ahora bien,
ello no exime de pensar en la presencia de indicios, de elementos que no se ajusten a esa
"nueva forma de ver el mundo" que, efectivamente están presentes en sus historias y laten
con enérgica fuerza -reparemos, si no, en los encuentros amorosos, al gusto romántico, en
la naturaleza que aún porta la llama sentimental de un desconsolado amante, en el alza de
categorías humanas a otras más divinas, todos ellos como únicos supervivientes de esa ya
obsoleta manera de sentir-o Si partimos de esta premisa, se podría cuestionar la existencia
de vestigios románticos en Galdós, a pesar del desfase cronológico; o de reminiscencias
naturalistas, representantes de esa estética inmediatamente vecina, la personificada en
Zola, de evidente repercusión continental. Empero, el realismo de Galdós se deduce de sus
obras a poco que profundicemos en ellas y de este fundamento debemos partir, sin que los
posibles indicios de caducos movimientos planteen algún problema a la hora de emitir un
juicio sobre el mismo. En nuestro propósito, en definitiva, traspasar lo puramente epidér_
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mico, lo superficial, sin que un primer sobrevuelo por la lectura nos impida ahondar en lo
más profundo y críptico de la narrativa del escritor, intentando aterrizar en la misma con
suma lentitud y sutil cuidado; y ello es obvio si aceptamos que cualquier obra literaria lleva
inmersa infinitos mensajes ocultos, disfrazados de palabras y oraciones que pueden
descrifrarse a poco que nos adentremos en el texto; y en ello si que se encuentra contenido
nuestro gran reto: el de justificar, en la medida de lo posible, ese realismo galdosiano.
Hablar de la narrativa de Don Benito "el garbancero" es pensar, en primer lugar, en la
gran capacidad retratística que posee; en efecto, nadie como él ofrece un abanico de
posibilidades temáticas, limitadas en cuanto al número pero tremendamente reveladoras y
contenedoras del espíritu que lo embarga, un sentir contradictorio y hasta cierto punto
rebelde que se esfuerza en mostrar la realidad vivida por él mismo a la que conocía
perfectamente, sin prejuicios ni temores a posibles represalias; y es así como se atreve a
enseñar la sociedad madrileña, un aniversario en pequeño al que, sirviéndonos de la
oposición inaugurada por Sarmiemto, considerabarbane, en la que habitan unos individuos
que deambulan de un lado para otro en busca de unos ideales absurdos pero necesarios para
medrar en ella; unos personajes repetitivos, movidos por el ansia de acceder a lo inaccesible,
de alcanzar lo inalcanzable, y ese ideal falaz toma forma concreta en el dinero o como lo ha
dado en llamar algún crítico locura crematística1; en el anhelo de aparentar, un deseo en el
que "las damas parecen duquesas y no son más que esposas de tristes empleados que no
ganan para zapatos ~ I que "veranean con dinero prestado "3; en la adopción de una actitud
kitsch ante las cosas y ante la vida, actitud que supera cualquier intento filantrópico; en la
búsqueda de la verdad en mundos supraterrenales que den sentido a su existencia; una
sociedad que adolece de riqueza y pobreza, de personas carentes y pudientes, en la que ula
supremafelicidad consiste en tener mucho dinero y casarse con un tonto "4, de religiosidad
y ateismo, defidelidad y adulten'o, de estoicismo inicial y reacciónfinal, de aspereza, una
tosquedad sinónima de egoísmo, de ingratitud, y ternura, de niños y mayores, de mzyeres
y hombres,' y todo ello se refleja en esa sociedad corrompida por el vicio de los valores
mundanos que, utilizando el juego paronomásico, es suciedad y podredumbre; y es que, ya
lo advierte Galdós en boca de uno de sus personajes" somos así los españoles. Desollamos
vivo a un hombre y en seguida le apretamos la mano, y en esto se basa la holgazanería, la
idiosincrasia nacionafs; y esta serie de calificativos se justifican en esos ideales, dignos de
absoluta y tajante condena.
Si somos observadores, repararemos en que no fue Galdós el primero en adivinar las
posibilidades temáticas que este microcosmos y todo lo que en él se desenvolvía le brindaba:
en efecto, contamos con la aportación de Mesonero Romanos, ejecutor y visionario de una
sociedad estratística que no pasó al museo de la Historia por lo idealizada y, consecuentemente,
falaz de la misma; o de Don Cristóbal del Hoyo, que en su Madrid por dentro resalta
los valores que la sustentan, a los cuales le concede especial atención; el Vizconde del Buen
Paso, en este sentido, merece ser homenajeado desde estas páginas en tanto que, además
de plasmar aquel ambiente a la perfección, sin omitir detalle alguno, hace uso de una técnica
paradójica -por el subjetivismo que lleva implícita, dentro de un siglo objetivo por
antonomasia-, enfrentándose, de este modo, a las trabas que la razón neoclásica le supuso.
Hasta ese instante, nadie había osado retratar las clases sociales que allí luchaban por
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subsistir, con lo cual nos atreveríamos a hablar de revolución en la medida en que este reto
supone una nueva ruta de acceso al cosmos; y este procedimiento es el elegido por Galdós
para fraguar sus novelas, unas novelas de objetivos idénticos que la realizada por aquél, pero
de coordenadas temporales y espaciales distintas; si bien supo Don Benito adornarlas de una
técnica nueva, desconocida hasta entonces, en la que se halla contenida su gran consecusión.
Evidentemente, la sociedad es fuente inagotable de temas sugerentes, de ahí que el mismo
Pío Baroja coronara la gran preocupación galdosiana en La busca, novela en la que se
esfuerza por ser fiel a esa realidad en claves de objetividad, una objetividad que le aporta esa
frialdad reinante a lo largo de toda ella, a la manera científica. Todos, en definitiva, se
esforzaron en visionar lo que ocurría, lo que preocupaba, lo que pensaba aquel organigrama
rebosante de dilemas, unos dilemas que responden, sin lugar a dudas, a sus propias
inquietudes personales.
Pero centrémonos en Galdós: efectivamente, no sólo se limita el novelista a mostrarnos
la cara interna del Madrid decimonónico sino también la que se ve, la externa, una cara hasta
cierto punto objetiva, dotada de descripciones suntuosas en cuanto al lujo de detalles que
saltan a la vista y cautivan al lector; unas descripciones examinadas palmo a palmo, con
nombres de calles, de lugares, de reyes; lacónicas, objetivas, una objetividad que representa
el escondite de la subjetividad galdosiana, traducida en crítica; en él nada está fuera de su
sitio, todo se describe en el momento preciso; y ello sólo podía ser obra de un verdadero
observador, de una mente inquieta, preocupada por informarnos de todo y de todos; y no
sólo contienen sus historias datos basados en la observación directa sino que además
constituyen un depósito valiosísimo de conocimiento en el cual se vierte todo el saber
adquirido a lo largo y ancho de su vida; de ahí que no falten en ellos datos referidos a la
qftalmologfa, materia que tanto le interesó, al verse azotado por dolencias de esta índole;
y no es casualidad de esta manera, que el genio se obsesione por crear personajes mermados
de la vista, hecho que encierra cierto atisbo autobiográfico, un trasunto de su propia vida;
pensemos, si no, en el protagonista de Marianela, en Don Francisco Bringas, personaje de
Tormento y de La de Bringas, portador de una ceguera momentánea; en María Egipcíaca,
fémina de Lafamilia de León Roch, cuyo delicado dolor le hace perder, además de la noción
del mundo y con ella la de la vida, la visión; son éstos personajes conflictivos, atormentados
en cierto sentido, carentes de luz pero rebosantes de saber; y he aquí el logro real que es, a
la vez, paradójico: mediante personajes desvaidos fisicamente Galdós es capaz de captar
nuestra atención para hacernos reflexionar sobre la sociedad -remitámonos a la cita en la
que Francisco Bringas muestra claras dotes visionarias, a pesar de su obcecación, y "ve,
perdbe, las medias encamadas y muy finas con que un dfa sorprende a Isabelita"6, y que
no es más que un ferviente pretexto para lanzar una dura crítica a esos ideales materialistas
que envuelven al mundo que le tocó vivir, un mundo en el que éstos constituyen sus víctimas
más directas-; de ahí el desfile de individuos enfermizos, de Francisco de Bringas, de María
Egipcíaca, de Luis Gonzaga, de Ramón Villaamil, de Pedro Polo ... ; de niños famélicos -Isabelita,
Luisito Cadalso, Monina, Marianela ... - que se debaten entre la vida y la muerte y que son
el más diáfano ejemplo en ocasiones de pobreza, en otras de riqueza; y es que todo en Galdós
es intencionado, toda causa lleva aparejada un efecto, todo posee un objetivo, un propósito;
su mundo es el mundo de las paradojas, de los viceversas7, como él mismo lo califica, a pesar
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de hallarse disfrazado de un derroche de saber variopinto en el que se combina medicinas,
pedagogírP, una pedagogía que ensaya con los niños, sus amigos inseparables, arquitecturalO,
pinturall , culturas diversasl2, carpinterial3, sastrerial4, astronomíal5, agricultural6,
tauromaquiaI7,gastromoníaI8 ••• y ello analizado con profunda crítica, una crítica igualmente
intencionada directa e indirectamente que en numerosas ocasiones se convierte en
irónica, en tanto en cuanto las posiblidades designativas de este procedimiento son
múltiples y Galdós es consciente de ello; ahora bien, la consecución de tal logro no supuso
un freno en su producción, una producción basada en artimañas apuradas hasta el extremo
de rozar el sarcasmo, con retazos socarrones, humorísticos, que llegan a convertirse en
caricatura, deformaciones que, por extensión, proyecta sobre sus personajes -nariz de
Rosalía 19, extrabismo ocular de Quintina y Ponce20, cojera de Guillén21 , aspecto animal de las
Miau22 ••• -, y sobre esos ideales a los que nos hemos referido; así se atreve a murmurar en
torno a terrenos inasequibles, como la propia Fe, de la que posee serias dudas; la religión es
para él "el culto al que las devotas asisten, mortjficándose en cómodas sillas reclinatorios,
rezan sobre cojinesy limpian con sus colas el polvo de las iglesias "23; empero, no sólo nos
presenta el hecho de forma general sino que tal inquietud la invierte en personajes, que serán
los máximos representantes del sentir incrédulo -así surge León Roch, acusado por su propia
familia (principal exponente del otro sentir) de no profesar la religión católica y es tachado
de "miserable ateo, il]{ame materialista"24; Víctor Cadalso, uno de los protagonistas de
Miau, al que "la antorcha de laJe se le había apagado hacia tiempo "25; Galdós, haciendo uso
de un antagonismo maniqueista que oscila entre el bien y el mal, se complace en presentar
las dos caras de una misma realidad; y por ello no prescinde de esculpir figuras contenedoras
de tales preocupaciones, como los sacerdotes que recorren las páginas de sus novelas, que
en ocasiones representan la personificación irónica en materia religiosa, haciendo reflexionar
a partir de su experiencia a los que se suscriben a sus enseñanzas, desatando entresijos
o incluso siendo cómplices de un acto; seres omnipotentes al gusto balzacquiano que se
presentan envueltos en la estela del elemento romántico por excelencia, el onírico, usado
para introducir en él a las víctimas sociales que una vez más se empeña en mostrar -María
Egipcíaca, Rosalía, Pepa Fúcar, León Roch ... -, y que son capaces de descender a la categoría
humana para actuar como tales -véanse, así, los encuentros de Luis Cadalso con Dios en un
mundo inimaginable, un Dios que tiene poder para juzgar a los malos y condenarlos,
adoptando una actitud burlona26; o la capacidad imaginativa con que Galdós retrata el
universo celeste y el hogar de Lucifer27, obra de un hombre perspicaz, que puede visionar lo
que no se ve: y todo esto sin eludir la utilización de símbolos cristianos con los que llega a
establecer una verdadera postura lúdica en el amplio sentido del términ028, invocando a todo
un arsenal de santos -acudamos a Miau, en donde se menciona a San Antonio, San BIas,
San Juan, Santa Lucía, San Lucas, San Lorenzo, San Luis, San Prudencio, Virgen de los
Dolores, agua de Lourdes ... Evidentemente, no se pone en duda la sagacidad del novelista,
practicante de la ironía, una ironía que, como ya advirtió algún crítico, se muestra en todas
sus facetas: situacional, verbal-con juegos onomatopéyicos y semánticos-y actancial, y
que no presenta más que ese otro lado de la realidad madrileña o si se quiere, una misma
realidad degradada, acompañada de incisos personales por si cupiera duda, así como ese
divagar a solas, esos soliloquios al estilo de Joyce en los que los personajes y él mismo se
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suscriben a la preocupación y la ratifican por medio de conclusiones tajantes que, además,
aportan mucho más conocimiento; sin embargo, si observamos su técnica, el soliloquio
aparece provisto de una doble funcionalidad: la meramente informativa, científica, y la de
servir de sustento a los conflictos que sus héroes mantienen; en efecto, hacíamos mención
anteriormente a su gusto por poner en acción personajes repetitivos, similares en cuanto al
carácter pero diferentes en apariencia; y no sólo hablamos de repetición desde la óptica
numérica -téngase en cuenta que su producción sigue un hilo de continuidad en la que ellos
nacen, crecen, se reproducen y desaparecen-, sino en cuanto a ese carácter contradictorio,
que se debate entre la impasibilidad y la acción, entre el estoicismo y la sublevación, función
además, que desempeñan los extensos monólogos que se despliegan por sus historias, el más
claro exponente de ese sentir afligido; no es de extrañar que tal procedimiento cobre vida
mediante la síntesis mimética de un puñado de individuos ante un mundo que les
empequeñece pero al que aceptan de buen grado para posteriormente sublevarse contra él,
no sin antes pensar en la autodestrucción; así pues, todos los personajes galdosianos rondan
esta idea, una idea que muestra debilidad externa y que se torna dureza cuando de su interior
ebulle una enorme fuerza moral; una situación de la cual sólo se sale huyendo; una huida
del bullicio que consideran la válvula de escape de una España gastada, de una sociedad
derrotada que nada les satisface, hacia la que personifica "la recepción de inocencias de
costumbres y verdadera igualdad"29 ( ... ), donde "a nadie se le pregunta lo que piensa "30; y
es justamente en la carente de valores en la que viven Agustín Caballero, cuya actitud final,
rebelde, dista mucho de aquélla que se corrobora en los primeros capítulos, en los que su
debilidad es la nota dominante; León Roch, que osa saltarse las normas y despertar de esa
aletargada disposición subyugada en la que era consciente de su esclavitud ante las leyes que
regían su tiempo, sin eludir esa idea de suicidi031 , para finalizar invocando a la libertad, una
libertad que sólo se concibe en lejanos lugares, en países de distinta idiosincrasia; no falta
en él una predisposición a la reacción que 10 convierte en un "anárquico social "32, al igual
que el primero; Ramón Villaamil, un individuo de comportamiento pacífico en gran parte de
la obra de la que es protagonista, que parece aceptar su injusto destino con suma resignación
pero que se recupera de ese caos psicológico y salta a cautivar la atención del joven lector
en los últimos capítulos, con un desgarrador y sorprendente canto a la lucha por unos
principios que nos corresponden por merecimiento y constancia: "sed libres, independientes,
y no tengáis cuenta con nadie "33 ( ••• ) "haced todos los disparates que se os ocurran,jóvenes,
y pecad todo lo que podáis, y reíros del mundo y de sus incumbencias "34, nos dirá el cabeza
de familia de los Miau; y es curioso contemplar cómo los individuos creados por Don Benito
se refugian en esos mundos más coherentes que el nuestro -no se debe olvidar que estamos
en pleno auge de la formación de las nacionalidades, portadoras de ese nuevo espíritu, un
espíritu renovado, abierto a ideas más innovadoras-; de la misma forma que Amparo,
Rosalía, María, Abelarda ... representan esa disconformidad, a veces dura, otras excesiv~mente
tierna, ante una realidad idéntica; todas ellas, como los tipos masculinos, monologan,
hablan a solas, intentando encontrar respuesta a todo ese corpus interrogatorio que se
formulan, del cual no existe respuesta fidedigna pero que las conduce a plantearse el fin
último: la reclusión; y es que consideran que la única forma de cumplir el castigo por haber
actuado en contra del poder supremo, esto es, la sociedad, es ingresando en un convento,
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lejos de lo que, en su momento les inspiró desobediencia -Abelarda, apoyada por Víctor,
Amparo por Rosalía, María por ella misma ... -; y este claro síntoma de abandono, esta
desconfianza general se hace patente, incluso, en el aspecto físico de los personajes; de ahí,
según observo, la presencia obsesiva de la barba o en última instancia del abundante pelo
en el hombre que, como ya advirtió Sorrello "es uno de los elementos biológicos menos
dotados de expresividad e inteligencia y que manifiestan rusticidad, incultura, descuido
físico "35, o lo que es lo mismo, índice de barbarie; basta acudir al aspecto de cuantos hombres
desfilan por sus novelas para sentenciar el hecho, desde León Roch, "moreno de color,
expresivo en su mirada, poseedor de una barba negra al igual que su cabello "36 hasta Ramón
Villtamil, "de barba corta, rala y cerdosa, con canas distribuidas caprichosamente,
formando r4fagas blancas entre lo negro "37, además de diversos personajes relacionados con
ellos como Mendizábal, "cuya barba se dividía en tres compartimentosflácidos, de pelambre
grisy ralo "38, Guillén el cojo, "de barba oscura y corta "39, sin dejar de mencionar a Francisco
de Bringas en el que Galdós se detiene a analizar "su cabello gris, espeso y su copete
pirfforme"4°, y Agustín Caballero "con barba, caray bigote poblados "41. Todos, de alguna
manera, se esconden detrás de ese mentón cubierto de cabello del mundo subversivo,
paupérrimo, desolador que crece a su alrededor y que incluye, además, al Ser Supremo, Dios,
un Dios "de barbas blancas "42; un cosmos en el que también las mujeres demuestran esa
escasez a través de oQjetos maten·ales -la opulencia de vestuario de Rosalía, Carolina Pez
o Milagros Tellería, evidente indicio de pobreza moral o Amparo y Refugio, las Miau, cuya
pobreza constituye un hecho natural y azaroso que las aleja de las primeras por el aspecto
externo y, en consecuenica, por el interno; en efecto, los héroes galdosianos aparecen
contenidos en los bloques diferenciados estratísticamente, cuyo móvil es el asunto económico;
de ahí que Refugio y Amparo, Abelarda y Milagros se contrapongan a Rosalía y la de
Pantoja respectivamente, por la carencia de unas frente a la abundancia de otras; sin
embargo, "los pobres" están dotados de una fuerza moral que les ayuda a salir del abismo
en el que se han introducido, pasando del tormento a la claridad, de la tempestad a la calma
-recuérdese el cambio producido por Amparo, que pasa de ser la mujer buena y blanda que
se empequeñecía ante las palabras de su hermana Refugio, a la dura y hasta indócil criatura
del final, capaz de hacer frente a lo que antes era motivo de tantas lágrimas; o Abelarda
Villaamil, cuya condición económica le lleva a sentirse infravalorada, indigna de amor, y que
nos remite a la tierna y dulce Marianela-; obviamente, las diferencias sociales se ponen de
manifiesto en sus obras, lo que se puede constatar claramente en el magnífico retrato,
intencionado e irónico, que realiza a partir de la descripción de una plaza de toros en cuyos
tendidos los individuos se disponen en virtud de la clase social a la que pertenecen, a gozar
del evento: así pues, Galdós ironiza y critica tal división y a la fiesta nacional, utilizando como
herramienta esta última, de la cual se sentía terrible detractor43; empero, ambas clases se
interrelacionan y hasta se intercambian, produciéndose, en ocasiones, la inversión de
términos que da lugar a una nueva paradoja; y es que Rosalía "la rica" no hubiera salvado
su apretada situación de no haber sido por Refugio, "la pobre" en el binomio femenino, de
la misma forma que Pura, la mayor de las Miau, sólo supera su escasez por la aportación de
Ponce y de Víctor, a los que no soporta pero ante los que actúa sarcásticamente; ambas
vertientes pecan de avaricia, una avaricia ramificada en afluentes que desembocan en un
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mismo mar, un mar que es sociedad, y sociedad es carencia moral, una consecuencia de ese
"querer ser" que los lleva de un "pasado glorioso", donde la familia Bringas, ubicada "en una
de las habitaciones de Palacio que sirven de albergue a los empleados del Real "44 (",) "con
un criado para cada uno "45, deben mudarse a un hogar más humilde, o en aquél en que las
Miau nadaban en la abundancia, rodeadas de bellas suntuosidades; un hogar donde
alternaban "entredoses negros, conflletes de oro y lacas, y cubiertas de mármol, con sillería
de damasco, alfombra de moqueta y cortinas de seda "46, para pasar a ahogarse en la
auténtica miseria en la que la novela se desenvuelve, Todos los indicios apuntan, así pues,
a esta tan esencial apariencia, la culpable del nefasto final en el que se envuelven los sagaces
y los bondadosos; es más, Don Benito encierra la pretendida moraleja en individuos que se
engloban en la misma clase social para poner de relieve su crítica; no faltan en él la
contraposición entre León, antirreligioso, rebelde, sublevado, y María, ternura y belleza
intrínseca, religiosa y practicante; entre Amparo, más idealista, débil, honrada, y Refugio,
representante de la realidad, fuerte, vividora: entre Rosalía, envuelta en un áurea ideal, en
una estela rosa, y Francisco Bringas, cuya religión es "la economía" ; entre Ramón Villaamil,
resignado y paciente, y Pura, apariencia y pretensión; entre Carolina Lantigua, todo
credibilidad, y Pez, antirreligiosidad, Ahora bien, este hecho se nos brinda bajo múltiples
formas, dentro de las cuales la toponimia juega un papel fundamental, una topografía que
es paradójica, al igual que los nombres que se utilizan a lo largo de sus novelas, signos
provistos de doble significado, que descubren los dos lados de la realidad; así toparemos con
León, estoicismo inicial yflereza final, María, celesteyangelical, criada en Avila, como
Teresa la Santa, Pura, el más claro ejemplo de impureza de acción, Víctor Cadalso, de vida
agitada y en cierto sentido, llena de altibqjos, Amparo, de existencia atormentada desde la
puesta en escena de su amado, Refugio, el único asilo de Rosalía, Isabelita Bringas, criada
como una reina, Prudencia, todo síntoma de negligencia, Cándida, astucia y apariencia,
Celedonia, familiar de religiosos al servicio de un ateo, Golfín, médico en Man'ane/a y La de
Bringas, pi/lqje y sarcasmo,' o "la calle de Sante Fe", residencia de Pedro Polo, "de la
Primavera", domicilio del anciano padre Nones, "de los Reyes", hogar de Quintina Cadalso,
"del Amor de Dios", casa del prestamista de los Miau .. , Pero si, en realidad, llevamos el
fenómeno a sus últimas consecuencias, repararemos en que son las mujeres las que
contienen mayor dosis de heroísmo accional, en la medida en que son las que salvaguardan
el honor familiar, las que "por mucho tiempo habían sido esclavas "47 ( .. ,) "que tanto se
habían sacrfficado "48; heroínas que brillando con luz propia suscitan otra paradoja: mientras
se empeñan en supravalorar esa honra, en torno a la cual gira en núcleo familiar, un corpus
en el que el que lleva las riendas, el hombre, el débil de espíritu, claudica en su mujer, la dotada
de mayor fuerza en la pareja -prueba del heroísmo femenino son los títulos con que Galdós
gusta de encabezar sus historias, con evidentes reminiscencias románticas-; esa dignidad
contenedora de valores morales -religiosidad, fidelidad, sinceridad", -se pone en entredicho
cuando sobreviene la acción; de ahí que mientras María Egipcíaca y su hermano Luis
Gonzaga dialoguen en torno al catolicismo, su familia comete numerosos pecados; mientras
Rosalía da consejos y pide "pacienciay serenidad", cuando sobreviene el acto no puede ser
más impaciente e intranquila, atormentada y conflictiva; laJamilia, otra de las grandes
preocupaciones galdosianas es, pues, vista desde distintas ópticas, dentro de las cuales
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reconoce abiertamente sus vicios y virtudes, mostrándose airoso cuando tiene que serlo así
como alentador cuando tales preocupaciones encajan dentro de sus ideales; es así cómo se
detiene y se atreve a juzgar el ágape, la institución matrimonial, a la que tacha de "vida
reglamentada, oprimida, compuesta de estrechecesyfingimientosn49, para posteriormente
proclamar "la necesidad de ella para el adelantamiento de las sociedadesy el perfeccionamiento
de las condiciones "50; en el fondo subyace una idea duplicada, gracias a la cual existe
un campo de reflexión moral, hecho susceptible de la adscripción y consecuentemente
preferencia del novelista a uno de los dos polos enfrentados.
Pero no todo en Don Benito se halla inmerso en un mar tempestuoso, oscuro y revuelto,
sino que siendo fiel a ese principio arbitrario, la ternura aflora en sus historias con intensa
dulzura, en la expresión diminutiva de -los nombres propios, hecho que obedece a la
educación recibida por el escritor, una educación teñida de léxico insular, tan afectuoso,
tierno y acaramelado, en franca oposición a la sequedad y tosquedad del lenguaje de los
mayores; una dulzura que simboliza el mundo en miniatura representado por los diversos
niños que pululan por sus capítulos, los hombres precoces que encierran, paradójicamente,
inocencia y sagacidad, torpeza e inteligencia, actitud pueril y madura; unos individuos que
sufren en su fisico el mal social, traducido en enfermedades -Luis Gonzaga, María, Monina,
Isabelita Bringas, Luis Cadalso ... con unJatum desesperanzador, concertado desde su mismo
nacimiento y que se palpa en la obsesión de sus padres por imponer su porvenir- Paquito
Bringas y su amiguito Joaquinito, practicantes de una abogacía lúdica que se convertirá en
realidad; Gustavo Tellería, que sigue "la carrera genuinamente nacional''51: Isabelita y
Monina, que necesariamente deberán tocar el piano y hablar francés porque "la músicay los
idiomas son indispensables para la buena sociedad "52; Luis Gonzaga, cuya madre alberga
la esperanza de ver ordenado sacerdote a su hij053 ••• ; unos personajes que son queridos por
sus mayores, por ser u el rifugio idear de los desertores de una sociedad real; y es
sorprendente analizar el grado de afectividad que proyectan sobre ellos, no sólo sus padres
legítimos sino también los que por ley natural se vieron despojados de tal felicidad, al
vedárseles las posibilidad de descendencia; para ellos, para Agustín Caballero, Isabelita, para
Quintina, Luis Cadalso, para León, Monina, estos niños son los hijos que nunca tuvieron,
considerados falazmente "una eTJfermedad de nueve meses y una convalecencia de toda la
vida "54 son, en realidad, la viva consecuencia de los mayores; y es que Galdós es consciente
del potencial significativo que el mundo infantil le brinda y por ello se complace en recrear
su saber pedagógico por medio de incursiones y reflexiones en torno al mundo de los grandes
con perspicacia y picaresca, intencionalidad y sarcasmo; y es así cómo aborda los momentos
más decisivos de sus planteamientos, cuyo resultado provendrá de la revelación de los niños
que, como tales, juegan a ser criaturas, recreándose en sus juguetes, máximos exponentes
de esa ternura e ingenuidad a la que nos hemos referido; así se justifica la presencia de los
animales, del perro de Leopoldo Tellería, de la gatita de angora de María, de la jaula de pájaros
de Gustavo, del perro de Luis Cadalso, "el Canelo", o el de Marianela; y es precisamente el
mejor amigo de Cadalsito el que aporta mayor dosis de afectividad e información, una
información que se conoce a través de esos silencios reveladores en los que la palabra se hace
innecesaria55, y que muestran complicidad accional y coincidencia de parecer; y además la
existencia de material lúdico en sentido estricto -las porcelanas de Pepa Fúcar56, los
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cachivaches de Isabelita57
••• -, unos niños que representan el eslabón de la cadena que toma
forma en LaJamilia, el corpus consistente, duro e irrompible sobre el que descansa el
principio básico; un núcleo que no siempre se halla en la civilización pero al que se busca
desesperadamente58, sobre todo los que, por el destino, se vieron obligados a salir de España;
y el vehículo material que los mantiene en relación es la epístola, contenedora de
información referente a ese mundo alejado en el que viven y que, paradójicamente, es más
civilizado que el propio -cartas de Agustín Caballero a sus primos y amigos-, sin dejar de
portar sentimentalidad de un amor desbordado- el de María por León, el de Polo por
Amparo ... , secretos nunca revelados en torno a los cuales gira el enigma de algunas novelas
-LaJamilia de León Roch, por ejemplo, con una técnica inicial y final idéntica, cíclica-, así
como esa evidencia de pobreza que se traduce en súplica y que portan los mensajes que
Villaamil envía a su benefactor; la familia, el único madero flotante tras el nefasto maremoto
en el que la sociedad sucumbe, al que se agarran, incluso, todos esos personajes desprovistos
de ella: "¡laJamilia prestada que en corazón del solitario ocupaba el desierto hueco y se
apropiaba del calor reservado a la propia "59; y toda esta visión despreocupada, complaciente
y sin problemas se hilvana con la otra, la dudosa e insegura, constituyendo la columna
vertebral sobre la que recae su importancia; y es que una novela no es grande porque tenga
un argumento interesante, lo que se constata perfectamente en Galdós, el en que el análisis
temporal, los personajes, la técnica empleada con todos sus elementos -ironía, reflexiones
en primera persona, incisos, monólogos, sensaciones que conectan con el ya cercano
movimiento Modernista ... - simbolizan todo un corpus narrativo opulento y único cuya base
principal es el Realismo, el que hemos intentado justificar en este somero estudio; un
realismo funcional, porque todo en nuestro novelista posee tal carácter, que hoy por hoy se
ofrece a ese público, a ese lector, capaz de entender esa otra forma de concebir el cosmos;
un realismo que es real, tan real como la misma existencia.
1111 BIBLIOTECA GALDOSIANA
Notas
I Montesinos, Prólogo de La de Bringas, pág. 19.
2 Tormento, pág. 134.
3 La de Bringas, pág. 235.
4 LaJamilia de León Roch, pág. 35.
s LaJamilia de León Roch, pág. 28.
6 La de Bringas, pág. 215.
7 LaJamilia de León Roch, pág. 24.
8 La de Bn'ngas, pág. 156.
9 LaJamilia de León Roch, pág. 174-75.
10 La de Bringas, pág. 53.
ti Tormento, pág. 132, 194.
12 Tormento, pág. 58, La de Bringas, 13l.
13 La de Bringas, pág. 55.
14 La de Bringas, pág. 120.
IS LaJamilia de León Roch, pág. 135.
16 LaJamilia de León Roch, pág. 169.
17 LaJamilia de León Roch, pág. 176.
18 LaJamilia de León Roch, pág. 341.
19 La de Bringas, pp. 190, 197,247.
20 Miau, pp. 94,116.
21 Miau, pp. 64.
22 Miau, pp. 122.
23 LaJamilia de León Roch, pág. 55.
24 LaJamilia de León Roch, pág. 277.
2S Miau, pág. 71.
26 Miau, pp. 25, 34, 60, 190.
27 Miau, pág. 63.
28 Tormento, pág. 100.
29 Tormento, pág. 101.
30 Tormento, pág. 102.
31 LaJamilia de León Roch, pág. 433.
32 LaJamilia de León Roch, pág. 434.
33 Miau, pág. 272.
34 Miau, pág. 284.
35 Facundo, "heterogeneidad y persuasión".
36 LaJamilia de León Roch, pág. 83.
37 Miau, pág. 14.
38 Miau, pág. 64.
39 Miau, pág. 66.
40 La de Bringas, pág. 150.
41 Tormento, pág. 34.
42 Miau, pág. 22.
N CONGRESO GALDOSIANO _
43 Separata del periódico El Dia, "Prensa del domingo", día 20-11-88.
44.45 La de Bn·ngas, pp. 234-235.
46 Miau, pág. 37.
47 La de Bringas, pág. 236.
48 LaJamilia de León Roch, pág. 59.
49 La de Bringas, pág. 127.
50 LaJamilia de León Roch, pág. 45.
51 LaJamilia de León Roch, pág. 76.
52 Tormento, pág. 45.
53 LaJamilia de León Roch, pág. 60.
54 La de Bringas, pág. 81.
55 Miau, pp. 47,53.
56 LaJamilia de León Roch, pág. 27.
57 La de Bringas, pág. 26.
58 Tormento, pág. 55.
59 LaJamilia de León Roch, pág. 318.
_ BIBLIOTECA GALDOSIANA
CUADROS DE ORIENTACION
(m)
Tormento Rosalía Bringas Feo. Bringas
La de Bringas (H)
¡-Isailita--¡
María Gloria Irene
(C)
Amparo
(Am) ~
P. Polo
(A) ~
P. Nones
Nicanora
Prudenci
Celedonia
Cándida
Juana
Teresa
Felipe Centeno
(H).- Hijos.
(A).- Amigos.
(C).- Criados.
(Am).- Amantes.
(V).- Vecinos.
(m).- Matrimonio.
(n).- Novios.
(Am)
(C)
(C)
(H)
rPaquit°l (A) (A)
}oaquinito Gustavo
A. Caballero (C)
Refugio
(A) Milagros
Carolina
Pez
Lafamilia de
León Roch
Miau
IV CONGRESO GALDOSIANO _
(m)
(H)
Milagros Tellería Marqués de Teller.
María Polo Luis Gustavo
~ (m) (H) (H) (H)
León
~
Pepa I
~ (m) Monina(H)
Cimarra I
I
Rosalía I Feo. Bringas
(A) Felipe Centeno
Juana
Carolina I Pez
(A)
Teresa
(m)
Ramón Villaamil Pura
(C)
Milagros r--Luisa Abelarda
Luisito JH) (m) (H)
(A) I(H)LVíctor ~ (n)
~ Ponce
Posturitas Dios
LcaneloJ
Pantoja (A) Mendizábal No criados
Guillén Paca
_ BIBLIOTECA GALDOSIANA
BIBLIOGRAFíA
Obras:
PÉREZ GALDÓS, Benito: Tormento, Ed. Alianza, Madrid, 1982.
--La de Bringas, Ed. Cátedra, Madrid, 1983.
--Lafamilia de León Roch, Ed. Alianza, Madrid, 1985.
--Miau, Ed. Alianza, Madrid, 1988.
BAROJA, Pío: La busca, Biblioteca Básica Salvat, NQ 18, 1982.
Generalidades:
GULLóN, Ricardo: Galdós, novelista moderno, Ed. Taurus, Madrid, 1960.
RUlz RAMÓN, Francisco: Tres personqjes galdosianos, Revista de Occidente, Madrid, 1964.