"GALDOS FIN DE SIGLO" 11
Ricardo Gullón
Esta tarde un periodista. por vIa delegada
porque él no estaba presente, me preguntaba qué finalidad y qué beneficios producía la
organización de un Congreso dedicado a la obra, a la persona, a la memoria de D. Benito Pérez
Galdós. Yo le contesté entre otras cosas, fundamentalmente, que me parecía que servía para
que los lazos entre los que estamos interesados en la obra de Galdós se fortalecieran, para
que nos conociéramos mejor y para que supiéramos de modo directo, por la información
directa no ya por libros, revistas o periódicos, qué es lo que cada uno estaba haciendo y cuáles
eran los gritos de su pensamiento en relación con las cuestiones que en este Congreso se
debaten. Debía añadir, y no lo dije pero lo digo ahora, que sirven también para que uno
recapitule sobre sus ideas, sobre las ideas personales, sobre las de los demás y sobre cuáles
serían posibles nuevas vías o nuevos métodos de acceso a la obra galdosiana. En realidad
yo en esta etapa tan avanzada de mi vida me planteo con frecuencia si los caminos que he
seguido son los acertados o sí podía haber marchado por otros de resultados quizás más
seguros. Pero inmediatamente, reflexiono, es decir, vuelvo la reflexión hacia mí mismo y me
digo que lo que he hecho es lo que tenía que hacer porque i'esponde a mi temperamento, a
mis conocimientos, a mi modo de ser y de trabajar. Lo que no impide para que esa reflexión
sea una reflexión crítica y para que me esfuerce en ver si hay posibilidades mejor de lo que
les he entendido hasta ahora.
Caso Galdós. Galdós en elfin de siglo
Evidentemente yo no les vaya hablar a ustedes aquí, o sólo de paso, de lo que representó
la herencia de Balzac, la herencia de Dickens y hasta cierto punto la herencia de Flaubert y
otros grandes escritores que él conoció entonces. No, no es de ellos de los que yo vaya hablar.
Porque lo que yo pienso es que en los años finales del s. XIX y principios del s. xx hemos
asistido a una especie de subversión callada de los valores que estaban tratando de imponer,
e impusieron, gentes como Emilio Zola. Es decir, que Galdós se da cuenta, como otros muchos
hombres de su época, de que algo no va bien en las ideas recibidas. Las ideas recibidas son
en ese momento, fundamentalmente, las del Naturalismo, las de darwinismo, y van a llegar
_ BIBLIOTECA GALDOSIANA
enseguida (todavía no han llegado) las ideas de Freud, también las ideas de Marx. (Fíjense
ustedes que estoy hablando de grandes subversivos, de grandes demoledores). Pero, por otra
parte, es evidente que Galdós a medida que han avanzado los años (sin desproblematizar el
problema español: sigue siendo problemática España, y lo es hoy todavía) se ha situado en
una perspectiva que podríamos llamar más universal, este es el caso de Clarín, es el caso de
Menéndez Pelayo es el caso incluso del propio Pereda. Estos hombres miran el mundo desde
una perspectiva menos provinciana, menos local que inicialmente. Es decir, Galdós se ha
universalizado y atiende a ese mundo que le rodea en una curiosa actitud que yo señalaría
como caracterizada sobre todo por la serenidad. Galdós ha llegado a estar tranquilo; como
Sócrates, pudiera aprender en las vísperas de su muerte una nueva aria de flauta; no lo hizo,
podía haberlo hecho perfectamente, porque alcanzó la serenidad, es decir, la tranquilidad.
Evidentemente el idealismo se le ha ido imponiendo poco a poco a Galdós. Yo no digo que
no fuera idealista anteriormente, pero aquí, a partir de Nazarín y quizá un poco antes, el
Galdós idealista predomina sobre el Galdós "realista" entre comillas, ese realismo tan
debatido que, por lo menos en los últimos 40 años, ha sido puesto en cuestión con no mala
fortuna. Pero quiero decir también que es un momento en que el humor galdosiano, la ironía
galdosiana, da una vuelta, toma un giro singular; el humor y la ironía van a tener un cierto
cariz dramático, un cierto cariz trágico: esto en las dos grandes obras idealistas del período
Nazann y Misericordia se pone de relieve muy claramente. De otra manera, también lo
vamos a encontrar en las obras que produzca en el s. XIX, pero ya entonces está de vuelta
de ese idealismo, no está de vuelta de esa ironía. Entonces, a la serenidad al idealismo y al
humor habría que añadir el escepticismo, un cierto escepticismo que va ganando a Galdós
poco a poco y que está muy claro en los últimos Episodios Nacionales en que el primer objeto
de sus chanzas se llama con diversos nombres, pero es siempre el mismo, Galdós. Nazarín
es una obra de 1895; es una obra que viene después de esa década maravillosa constituida
por lo que escribe en los años ochenta. Esa increíble década que yo creo que no tiene igual
en la Literatura española, pero en fin, profesores hay aquí que saben bastante más que yo
de la Literatura en general y que podrían corroborar o negar esta afirmación. Después de esa
década Galdós está en pleno poder de sus facultades escriturales. Su estilo es un estilo que
le sirve perfectamente, su prosa se amolda como un guante a lo que quiere decir. y lo que
quiere decir es a veces complicado. Puede recurrir a la descripción, puede recurrir a la
introspección monologan te, puede recurrir al diálogo, y siempre, siempre, casi me atrevería
a decir que en Nazarín sin excepción, y lo mismo en Misericordia, siempre acierta, siempre
la palabra se pliega, la expresión responde exactamente a la intuición, y esto es sumamente
difícil. Lo ha logrado en Nazann. Y ¿qué es lo que nos dicen las numerosas lecturas y diversas
lecturas que afortunadamente se han hecho de esta excelente novela? Nos hablan de
quijotismo, nos hablan de cristianismo, nos hablan de la figura de Cristo que está tan
presente en la obra de Galdós, (recuerdo un magnífico artículo de mi antiguo y pobre colega
recientemente fallecido Alexander Parker, sobre la figura de Cristo en Miau, en Villaamil),
pues aquí está muy clara, quizá excesivamente clara, y ahora trataré de matizar el adverbio
de modo. En definitiva, yo creo que puede ser todas esas cosas Nazarín, pero que es sobre
todo, un conflicto permanente entre la autoridad moral y el poder: el poder es por esencia
inmoral. Por esencia digo, no conozco poder que no se base en, si no en la inmoralidad, en
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la amoralidad, en el desdén de los valores que realmente han sustentado al hombre durante
todo el s. xx y gran parte del XIX. Ahora Galdós asiste a ese drama en el final de siglo. Ahora
todo está confuso, todo está revuelto, no se sabe bien es lo que queda. En una reciente lección
en Madrid yo he afirmado que no queda ya en este mundo nuestro, que es el español, y quizás
el occidental, no queda ya ningún valor más que uno: el dinero, ya él se supedita todo. Pues
algo de eso sabe Nazarín. Nazarín sabe que la fe es inconveniente para el poder, porque el
poder exige hombres dúctiles, hombres que se acomoden a las conveniencias de cada día,
y la fe es de por sí intransigente. Y de ahí, que este hombre de fe encuentra, donde tenía que
encontrarlos y no en otros lugares, encuentra sus seguidores: los creyentes. Horribles
creyentes sí nos atenemos a la descripción física del personaje. Yo he dicho alguna vez que
cuando Galdós describe a personajes que detesta, como es el caso del general Riego, o de
Fernando VII de los que abomina igualmente, por traidores los dos, el improperio brota con
una fuerza incontenible, la prosa se carga de violencia, de una violencia inusitada en D.
Benito, pero aquí no está hablando de personas a las que detesta, a las que desprecia (es el
caso de Riego al que da por bien abofeteado por el verdugo, lo da por bien abofeteado porque
Riego ha claudicado, ha traicionado). Entonces; aquí no. Aquí cuando habla de Andara,
cuando habla de la primera y esencial seguidora de Nazarín, de don Nazario, no ahorra
expresiones truculentas para referirse a ella; por ejemplo, dice que era como un espantapájaros;
dice que era un atadijo de osamenta, habla de sus labios y sus labios son labios
hemorroídicos; pero aquí el feismo sirve de contraste para destacar el alma noble, el alma
limpia, el alma buena, como luego, con menos violencia verbal, va a establecerlo en
Misericordia y en el personaje de Benina. Entonces este idealismo, este idealismo que le
viene, naturalmente, ante todo, de un cristianismo nunca muerto, del cristianismo que aquí,
en esta ciudad, implantó su familia en su corazón, este cristianismo está ahí. Pero ustedes,
o vuelvo a lo que decía hace un momento, de lo que el fin de siglo representó. Y ese fin de
siglo es un fin de siglo realmente mucho más denso y mucho más cargado a lo que se suele
decir. Porque yo he mencionado antes las figuras, o los nombres por lo menos, de los que
he llamado demoledores. He hablado de Marx, he hablado de Freud, que todavía no ha
llegado (la gran crisis de Freud es del año 97 y Galdós no tiene noticia de ello al escribir
Misericordia, y mucho menos claro al escribir Nazarín que es anterior). Pero debo decir, que
en esta ocasión, en este momento crítico, debemos ampliar nuestra visión, ver un poco más.
Ahí está Niestzsche decretando la muerte de Dios, y el pobre y genial demente de lo que no
se da cuenta es de que si no hay Dios, si ha muerto Dios ha muerto el hombre en cuanto a
espíritu. ¿Es que eso pasa inadvertido para Galdós? No, ni siquiera Schopenhauer, en ese
momento tan leído; no los pasa por alto, los tiene en cuenta por su relación con lo que ocurría
en este país, y con el movimiento ideológico de Inglaterra. En ese momento, en Inglaterra,
Newmann ha empezado a publicar sus Tracts, de ahí el Tractarianismo, ha empezado a
publicar sus soflamas apasionadas, en defensa del idealismo y de la fe, que él veía claramente
arrumbadas, o convertidas en figuración. Para entender a Newmann es necesario saber que
(él fue cardenal nuevo, pero cardenal presbítero por Roma, no el gran cardenal de la reina
Victoria que es el cardenal Manning, es decir. el hombre que representa la Iglesia de un modo
teatral) que la representa simple y sencillo. después de convertirse al catolicisll1l'.
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Pero ¿cómo olvidar que Galdós está nutrido de las lecturas de Zola, de las lecturas de
Taine, de las lecturas de Renan, el Renan espiritualista? Se ha publicado un gran libro sobre
él, sobre Renan, en España; yo que lo había leído antes de publicarse, ahora, hace unos
meses, lo he vuelto a leer y lo he encontrado excelente en su información y en la mayoría
de sus juicios, pero sigo teniendo mis dudas (a pesar del Renan en España y de lo que Clarín
había dicho cien años antes) sobre lo que Renan en realidad se proponía. ¿Cómo puedo saber
yo lo que se proponía?: Leyendo sus textos. Y La Vida de /esúsy LosApóstoles me convencen
de que quizás en Renan había un impulso fuerte, vigoroso, si ustedes quieren, pero muy
soterrado, hacia la admiración por quienes eran distintos que él, por aquellos a quienes sabía
que él no podía ni remotamente acercarse, y por eso los humaniza, por eso la vida de Jesús
es la vida de un hombre; y la de los Apóstoles. Creo yo que el espiritualismo, renaciente
entonces, y renaciente a lo largo de la vida de Galdós y después, no sólo no le fue desconocido
sino que influyó decisivamente en sus decisiones, y sus decisiones implican ante todo la
decisión de escribir en una determinada dirección. Ahí están Nazarln en el95 y Misericordia
en el 98 para dar prueba de ello, y para dar prueba de que el fenómeno no es un fenómeno
únicamente pertinente en lo que se refiere a D. Benito Pérez Galdós, señalaré que por esa
misma época, por esas mismas fechas, Leopoldo Alas en Oviedo está viéndolo todo de
distinta manera. ¿Por qué? Por que la luz ha cambiado, hay "un cambio de luz", y ese cambio
de luz ilumina profundidades del ser clariniano, del ser leopoldino si ustedes quieren más que
clariniano, de las que él mismo hasta ese momento, hasta el momento de escribir Cambio
de luz Y cuentos análogos, no tenía noticias; y claro está que en el año 97 publica D. Miguel
de Unamuno paz en laguerra, fljense ustedes que es otro "episodio nacional", un episodio
nacional que se va a mezclar en cierto modo con los Episodios de Galdós, y va a dar testimonio
de aquello mismo que Galdós había llevado a su novela, novelizándolo desde otro punto de
vista, introduciendo alteraciones técnicas tan importantes como la frecuencia del monólogo
interior, la metanovela, etc. No voy a entrar ahora en la novela de Unamuno, pero ahí está
en el 97 paz en la guerra, y en 1902 Amor y pedagogía. ¿Y qué es Amor y pedagogía?
Sucintamente, una diatriba violenta contra la pedantería de los" sabios" entre comillas, algo
que ha recibido, él sí directamente de los tiempos diflciles, de los "hard time" de Dickens.
Nada de hechos, los hechólogos son sospechosos, el cientifismo es peligroso. ¿Quién lo dice?
Lo dicen en esos mismos años, Rubén Darío y Leopoldo Lugones; que a los científicos, a los
hombres que pretenden investigar y no respetar el misterio, les condenan inexorablemente
a muerte, o a ceguera. A muerte, Rubén Darío, en La extraña muerte de Fray Pedro; y a
ceguera, Leopoldo Lugones, en LaJuerza omega. Es decir, que no está sólo Galdós, ni Clarín,
ni Unamuno, sino que hay toda una pléyade de gente que descubre los riesgos de ese
racionalismo a ultranza que se está imponiendo en el mundo. He señalado Newmann, he
señalado ... , pero en Francia su equivalente, en menor altura, aunque no intelectual, es el
padre Graty, del que Julián Marías escribió una tesis doctoral hermosísima en sus primeros
libros. y hablo del padre Graty, pero hablo también de los escritores que ese momento
empiezan, de los escritores que van a cambiar la literatura francesa, de los escritores que se
convierten a la religión católica, e incluso van a profesar como oblatos o de otra manera por
el estilo, rara vez como sacerdotes, en diversas órdenes religiosas, es el caso de Huysmans,
el extraordinario autor de El abad de la catedral, el inventor del personaje carcterístico del
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fin de siglo, el personaje sobre el cual se basa toda la corriente finisecular, que es Des
Esseintes, ese personaje característico y típico. Pero, qué sé yo, no voy a hacer aquí una
enumeración de títulos, no es eso; quiero decir simplemente, que es el mundo occidental el
que se levanta contra esa ola de racionalismo, de materialismo, materialismo histórico o no.
Yeso que entonces se ignoraban muchas cosas que, si no afectan a la teoría afectan al
teorizante, como es la vida privada de Carlos Marx, muy poco ejemplar. Pero en fin, voy a
abreviar porque el tiempo se va muy deprisa y me han dicho que no debo exceder del que
se me ha señalado, porque hay otras cosas después. Yo entiendo que las relaciones de Galdós
con D. Francisco Giner, que saben ustedes que había elogiado desde el principio la obra de
D. Benito, no son intrascendentes, tienen una trascendencia evidente y rigurosa. Porque D.
Francisco enseña muchas cosas, pero una de las que enseña es que la paciencia y la
"santidad" entre comillas pueden ser insuficientes para levantar el ánimo, para levantar el
espíritu de este país, por eso me parece que Juan Ramón Jiménez acierta cuando da título al
libro nunca publicado todavía (lleva meses ... , años, lleva treinta años en manos del que lo
iba a publicar), su libro sobre D. Francisco Giner, se llama Un andaluz deJuego. Creo que
Galdós es un canario de fuego. No son las apariencias, ya se dice que éstas engañan. Lo que
ocurre es que Galdós no ponía el fuego en su comportamiento. El silencioso observador y el
hombre discreto en sus amores no tiene nada que ver con el fuego que este hombre pone al
escribir los Episodios Nacionales, especialmente la Segunda, la Tercera, la Cuarta Series,
quizá un poco menos en la Primera, a pesar de todo. Entonces ahí está, en ese modo de
verbalización al que me he referido al hablar de Fernando VII, del general Riego o de Andara,
en el caso concreto, o de Benina; en ese modo está Galdós, ahí esgá el fuego, el canario de
fuego. Solamente que pone la lumbre donde arde el papel, es donde él la pone y donde
tenemos que mirarla y sentirla. Hay algo más sobre este punto que quiero decirles, recuerden
que ¿nos parece que los escritores a los que ahora voy a referirme son más modernos que
Galdós?, sería dudoso, pero esto es otro problema. Recuerden ustedes que Chesterton ha
nacido en el año 1874, Y ha publicado Ortodoxia en el año 1908, y sobre todo, recuerdan que
Chesterton se ha convertido en su juventud primera (en el fin de siglo, y luego en el principio
de siglo) en un polemista infatigable, a Wells lo destrozaba literalmente. y hoy ¿qué nos
parece? Pues que con todo el talento de Wells, innegable talento, Chesterton sabía ajustarle
los tornillos de una manera tal que Wells, a veces perdía el aliento. Las polémicas están ahí
de modo que pueden ustedes verlas. Quiero decir, pues, que este movimiento se extiende,
incluso se extiende con mucha fuerza, por que no es sólo en Inglaterra y en esa época no es
sólo Chesterton; es también Belloc, y Belloc que es un poco mayor que Chesterton (ha nacido
en el año 70 y vive un poco más que él), es el hombre que en el año 1902, ha llegado ya, a
sus 32 años, a una plenitud de pasión y de devoción idealista sorprendentes. Fue
fundamentalmente biógrafo (al español se han traducido muchísimas biografías suyas) pero
no es ese el aspecto más extraordinario de Belloc, como no lo es el de Chesterton sus novelas,
las novelas policíacas, pero sí quiero señalar que el interés, por investigar los sucesos
oscuros, eso que hoy llamaríamos novela policíaca, se da también en Galdós: lo muestran
sus artículos sobre el crimen de la calle de Fuencarral y en unas cartas que publiqué hace años
a Higinia Balaguer, a la que visitaba para ver sus móviles. Galdós estaba muy interesado por
el crimen y escribe, además, por si fuera poco, La incá..gnita. Entonces, esto lo relaciona
_ BIBLIOTECA GALDOSIANA
claramente con el método chestertoniano de entrar en el examen de la realidad mediante la
novela policíaca, mediante la investigación policíaca. Yuna especie de loco genial, de hombre
que a José Bergamín le apasionaba, publicó textos suyos en Cruzy Raya, y él era una especie
de León Bloy (que este es el nombre del francés) con menos violencia, al menos en el principio
de su carrera. Este León Bloy si que es un coetáneo de Galdós, porque nace en el año 1846
y vive hasta 1917. Este es el hombre que escribe El desesperado (Le désesperé), una novela
autobiográfica de enorme impulso, de enorme fuerza en la desesperación. ¿Supo Galdós algo
de Kierkegaard? Yo creo que no. Pero, sin saberlo, hay este nivel de los tiempos, ese de que
en un momento determinado, en todos los países de una determinada cultura, como es la
cultura occidental se llega hasta un cierto plano. Porque si él no supo de Kierkegaard como
yo creo, sí pudo entender perfectamente que la desesperación puede padecerse sin conocer
su nombre, que es una de las ideas de Kierkegaard en su libro La eTJfermedad mortal. Y puede
ser que Galdós entendiera que la desesperación es la enfermedad mortal sin haber leído a
Kierkegaard porque tenemos Nazarin, tenemos posteriormente Misen'cordia, para probárnoslo,
para hacernos ver que realmente este hombre sentía que no se puede desesperar, que
hay que luchar, que hay que ser bueno como dice Benina al final de la novela: "vive en paz
y sé bueno". Es decir, que no hay que estar desesperado, que no tiene que desesperarnos la
enfermedad, la desgracia, la calamidad, la pobreza. Todo eso puede ser fuentes de energía.
Que esos desesperados galdosianos no conocen su nombre, el nombre de la desesperación,
me parece evidente. Yo no puedo decir que se establezcan relaciones directas entre Galdós
y León Bloy porque sería una insensatez; ni entre Galdós y Paul Claudel, otro converso, pero
un converso que a Galdós le gustaría menos, porque es un converso al catolicismo del
cardenal Manning, no al catolicismo del cardenal Newmann. Es decir, a un catolicismo de
ostentación y de brillo, que puede ser admirable, a un catolicismo que es sobre todo la Iglesia.
Paul Claudel es también un contemporáneo de Galdós, ha nacido en el 1868, y vive luego
hasta mediados de nuestro siglo. Yo me acuerdo perfectamente, en vísperas de mi marcha
a Francia, los homenajes que en Francia recibió Claudel de sus adversarios, no digo ya de sus
amigos.
De todo esto que les llevo dicho a ustedes, apresuradamente, y eliminando muchas cosas
de las que convendría decir algo, ¿se deduce algo? Para mí sí. Para mí se deduce que la crítica
galdosiana debe enfocarse de dos maneras distintas, convergentes quizá, complementarias
desde luego. Una es la que yo llamaría microcrítica, la crítica de los lingüístas, la crítica en
que me decía el profesor Hirsch, profesor director entonces de la Asociación Internacional
de Lingüístas, me decía que no se puede ir más allá del análisis de la línea, del párrafo.
Posiblemente. Posiblemente ese es el tipo de microcrítica que yo recomendaría hacer. Calarse
la lupa y mirar con ella cada una de las frases integrantes, constituyentes de una novela y
ver cómo se enlazan entre sí, ver su marcha, y de ahí ir elevándose hasta que de pronto esa
micro~structura, ese microanálisis nos revela una estructura, quizá una estructura parcial,
una estructura elemental. Ahora desde Logmann, saben, o dicen que saben algunos, que no
se puede hablar de una sola estructura, que hay estructuras diferentes, que hay estructuras
múltiples. Es muy posible, evidentemente hay una estructura de fondo y una estructura de
profundidad. como dicen los propios lingüístas. Pero, aparte de eso, Logmann va mucho más
allá; no \'oy a entrar ahora en esa cuestión. que es otra lo que quiero decirles a ustedes. Como
IV CONGRESO GALDOSIANO (ti.@)
convergente y complementario con ese análisis yo recomendaría sin vacilar y sin la menor
duda una macrocrítica, una macroaproximación, es decir, que después de que nos hemos
acercado, o antes si la cosa surge de otra manera, que desde lejos, a la mayor distancia
posible, proyectemos el foco crítico sobre todo lo que es narración y lo que está detrás de la
narración, o del teatro, o de la obra que estemos examinando. Entonces, me parece que
tendremos una proyección, que esa sí, esa incluirá a Renan, incluirá al carenal Newmann,
incluirá a Huysmans, incluirá a Zola, claro que sí. Los incluirá a todos yeso nos permitirá
tener una perspectiva de altura sobre la totalidad de la obra galdosiana, el ambiente en que
se produce, el ambiente espiritual del que es en buena parte consecuencia. Y, evidentemente,
cuando tengamos esas dos visiones del texto quedarán otras cosas por hacer, pero esas cosas
son ya ajenas, diferentes de la crítica literaria. Yo he practicado la biografía (acaba de
reeditarse una de mis biografías, uno de mis libros biográficos, el dedicado a Enrique Gil y
Carrasco), pero estoy muy consciente de que si escribo una biografía de Pereda, como hice,
me atengo a su vida, no es un libro de crítica, aunque naturalmente que si es la vida de un
escritor, alguna crítica habrá, alguna crítica tiene que infiltrarse en nuestro texto biográfico.
Dejamos eso aparte, dejamos la biografía como lo que es, un género independiente, un género
que yo he echado de menos hasta ahora mismo que he leído el primer volumen de la biografía
de Alfonso Armas, y otros excelentes estudios, como algunos que vienen, según he visto los
títulos, en los tomos que nos han entregado de las Actas del anterior Congreso. Creo que ese
es otro camino, otra senda. Respecto a los estudios sociológicos, yo diré que, a mi juicio, no
merecen la consideración del crítico literario ni del biógrafo, porque según mi experiencia y
he leído muchos, no crean ustedes que pocos tienden fundamentalmente a utilizar la obra
literaria en beneficio de otras ideas, de ideas y postulados que tienen muy poco que ver con
esa propia obra. Entonces, cuidado con los estudios sociológicos. Pueden ser excelentes, pero
en general, mantengámoslos apartados de la crítica literaria. Esa sería mi última palabra en
relación con ellos.
¿Qué notamos en el último Galdós, que no notáramos en el primero? Notamos, lo que
les he dicho a ustedes inicialmente, una gran serenidad, una paz de espíritu. Incluso cuando
trata los temas más dramáticos, los temas de la pobreza y de la miseria, encuentra un modo
de hacer que refuljan ciertos brillantes ocultos y escondidos. Porque Mordecai tiene un
tesoro. Almudena tiene un tesoro. Lo que ocurre es que ese tesoro no tiene, como ahora dicen
los banqueros, liquidez, pero eso es lo propio del tesoro. El tesoro lo es mientras no se reparte,
mientras no se le pretende hacer efectivo. Galdós cree en esos tesoros; inventa esa
maravillosa creación de Almudena, ese ciego de vista penetrante, que penetra en los reinos
de la sombra y los encuentra llenos de luz. Y encuentra que sus ojos ciegos calan en las almas,
concretamente en la de Benina, pero en la de los demás que le rodean, mucho mejor que
aquellos que ven. Ya sabemos que este es un tema de Galdós, no estoy negando, no estoy
pretendiendo decir que esto sea nuevo. De ninguna manera es nuevo. Lo que es claro, es que
Galdós ha dado una vuelta de 90 grados desde que escribe Dña. Perfecta, o LaJamilia de León
Roch, o Gloria, hasta que escribe estas obras. Su idealismo le ha llevado a un tipo de
invención o de superinvención que realmente constituye quizá la cumbre de su carrera. Yo
he pensado siempre, claro, que la novela más importante de Galdós es Fortunara)' ¡acinra.
y aún la novela más importante de la literatura española después de El Qu!j"orc. pero ahora.
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vamos ahora. hace unos meses, dando unas lecciones en Madrid, en la Universidad, sobre
novelas de Galdós, volví a leer estas que hoy estoy comentando y me impresionaron
muchísimo, porque aquí si hay que decir, como decía Azorín, "todo es lo mismo y no es lo
mismo", porque todo depende de la inflexión, todo depende del acento, de dónde se ponga
ese acento, de cómo ese acento y el tono de lo que se está diciendo impone un diferente
sentido a lo que se expresa. Quiero decir, o quiero aclarar esto: Generalmente se piensa que
se escribe de acuerdo con lo que se piensa, no lo creo. Piénsenlo ustedes mismos en su propio
caso, son las palabras, es el verbo lo que viene primero, y es el verbo lo que nos dicta la idea.
Lo dijo explícitamente Rubén, y lo dijo más categóricamente todavía D. Miguel de Unamuno:
"Cuando tengo la palabra tengo la idea", o de otra manera, cuando tengo el nombre tengo
la cosa. Claro, el Hacedor lo primero que hace es dar nombre a las cosas para reconocerlas.
Yen esos nombres, en esas imágenes y en esos símbolos, el autor está presente, siempre.
Siempre. Por eso no hay que buscar al autor fuera del texto. Las teorías de Wayne Booth,
sobre el autor implícito, corroboradas luego a sensu diferente por Iser cuando habla del lector
implícito, tienen a mi juicio una validez indiscutible. ¿Y por qué es eso? Pues porque el texto
me lo dice, porque sostengo que en el enunciado está fatalmente el enuncian te. Quiero decir
fatal en sentido estético. Fatalmente, estéticamente, de modo estéticamente fatal está el
enunciante en lo que enuncia. ¿Cómo no? ¿Quién ha escogido el léxico? ¿Quién ha impuesto
la ideología de sus personajes? él; hasta cierto punto, porque los personajes, el texto mismo,
se le rebela, como aquí, en Canarias, yo traté de demostrar a propósito de LaJamilia de León
Roch. Entonces, si eso es verdad, naturalmente que el autor implícito está ahí. Lo que ocurre
es que cuesta trabajo entender que la tarea literaria, o la tarea de la lectura, debe estar
reservada a aquellos que la aman. La lectura exige amantes. La lectura exige amantes
apasionados, yesos amantes apasionados no pueden asustarse por el hecho de que se les
diga: para entender bien a Galdos es necesario conocer, no ya los textos aislados de Galdós,
sino el supertexto galdosiano, y el supertexto es el conjunto de las obras de Galdós. En un
artículo publicado hace años, (me parece que en Insula lo publiqué), sobre el supertexto, yo
afirmé que el ideal del lector, el lector de genuina competencia, es aquel lector que acumula
en sí todos los saberes posibles, todos los referentes a Galdós, los referentes a su época, los
referentes a los que escribían entonces, a los que escribían antes y a los que escribían
después. Porque recordemos siempre que la novela, el teatro, el poema, son parte de un
diálogo, son siempre o respuesta o pregunta que espera una respuesta de otro libro. Galdós
lo ha hecho. Ustedes la encuentran en otro que ha aparecido, o que aparece, dos años
después. ¿Es válido esto para la novela? Yo creo que sí. Yo creo que sí, porque las novelas
se contestan las unas a las otras, se van rectificando. Gloria es una pequeña rectificación
sobre Dña. Perfecta, y LaJamilia de León Roch una respuesta y rectificación total. No me
olvido del reloj, estoy muy vigilante a él, pero hay algo que quiero que suene aquí, son por
lo menos dos nombres. Pedro Ortiz Armengol, gran curioso y gran lector de Galdós y de sus
alrededores, se ha planteado si Galdós leyó o no Crimeny castigo. Esta es su pregunta. Yo
no sé si lo leyó o no lo leyó, pero creo que si no esa, otros libros de Dostoievski si que leyó;
y leyó los libros de Tolstoi, porque recuerdan ustedes que en ese movimiento dramático de
materialismo, tanto Tolstoi y el tolstoyismo, como Dostoievski y sus novelas, son novelas
basadas en el idealismo. El racionalismo brutal de la novela Demonios es una prueba y un
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testimonio de cómo Dostoievski había reaccionado contra sus propias furias, contra esos
propios entes que le habían dominado en su juventud y no le dominaron en su madurez. y
digo que aquí tienen que estar las novelas de Tolstoi, y de Dostoievski, porque como bien sabe
el profesor Chamberlin, especialista en este tipo de investigaciones galdosianas, para
entender a Galdós conviene entender a los rusos, conviene entender a los grandes escritores
de la gran Rusia, esos escritores que ahora espero que van a renacer.
No puedo decir más. Se acerca la hora de que yo me despida de ustedes. y antes de
despedirme quiero decir unas palabras que no se refieren a Galdós, sino a los galdosianos,
por tanto, quizá indirectamente a Galdós también. y ello es sobre personas que faltan en este
Congreso. Mañana yo ya no estaré aquí, estaré camino de León; mañana van ustedes a
dedicar un recuerdo a Joaquín Casalduero y Alberto Navarro. Yo no estaré aquí. Pero quiero
que sepan ellos desde su cielo (porque hay un cielo, creo yo para los críticos galdosianos, por
lo menos yo a él espero ir algún día), que tarden muchos años en esperarme, pero que allí
me encuentre, y que yo les daré noticias de este Congreso al que ya no han podido asistir.
Joaquín Casalduero ha sido el pionero de los estudios galdosianos; el uno y el otro han
trabajado activamente por la Literatura y por la enseñanza, yen el ejemplo de Joaquín nos
hemos inspirado los que vinimos después. Aunque no siempre hemos compartido sus ideas,
si hemos compartido la admiración que él sentía por Galdós y hemos experimentado un
profundo respeto ante todo el esfuerzo y todo el trabajo que él dedicó a Galdós, y no sólo a
Galdós, a su gran predecesor D. Miguel de Cervantes Saavedra. Ellos habrá acogido con un
abrazo en ese reino del silencio al que yo les deseo que tarden mucho en llegar. Muchas
gracias.