INFLUENCIAS SOCIO- •

CULTURALES EN LA NARRATIVA

DEGALDÓS

Germán Gullón

El estudio de un fenómeno de

universal manifestación, el que las obras literarias son con frecuencia

modificadas por alguien ajeno al autor en el tránsito del manuscrito a la

versión publicada, ha sido históricamente desatendida por la crítica dedicada

a la literatura moderna. Las causas de tal postergación se relacionan

con la inamovible (y falsa) creencia de que la fuente y el origen

(fons et origo) único del texto es el autor l. Concepción romántica de la

autoría que necesita ser revisada, pues, en realidad, el texto literario

sufre un momento de socialización (contaminador, diría un purista) importante

al entrar en el proceso de producción.

Todos los posibles lectores de un manuscrito, desde un amigo de

quien se recava una valoración sincera, a los editores a que se somete

el escrito para que consideren su mérito y eventual publicación, y sin

olvidar tampoco a los responsables de la imprenta ni a los encargados

de convertir el manuscrito en un producto comercializable, todos ellos

participan de la autoría. Naturalmente, la acogida y presentación de tal

producto en librerías y catálogos afecta a su recepción y al último destino

asignado al libro. La literatura de los siglos XIX y xx resulta muy suceptible

a los aranceles impuestos por este fenómeno, que permite a un

impulso psíquico individual, cifrado en signos verbales, convertirse en

el objeto libro, que el lector podrá evaluar, decidir si lo compra y con

posterioridad leerlo y juzgar si le gusta o no. El carácter del proceso que

se inicia cuando el libro deja de ser un primer borrador, y pasa a conformarse

en libro, hipoteca la libertad autorial.

Parece llegado el momento de inaugurar una nueva veta de investigación

galdosiana, dedicada al estudio del impacto del proceso editorial

en la obra, los cambios impuestos por el medio donde apareció, con

lo que veríamos rebajarse la autoridad del autor -y valga la redundancia-

sobre el texto y subir la responsabilidad de la sociedad ante la

I Jerome J. MCGANN (1982), A Critigue of Modern Textual Criticism (Charlotesville:

University of Virginia Press, 1992).

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escritura 2. Obtendremos así una visión cumplida de la obra y, a la vez,

haremos justicia a los presupuestos actuales de lo que es la lengua literaria.

Si cuantos nos afanamos en talleres de crítica adaptamos los presupuestos

adelantados por el eminente linguista suizo Ferdinand de

Saussure en el Curso de lingüística general (1915), que la lengua viene

arbitrada por sus hablantes, quienes deciden respecto al significado de

las palabras, no holgaría que aceptaramos también el contenido social en

la conformación de los contenidos textuales.

Debo precisar que lo social de que hablo nada tiene que ver con los

estudios realizados hasta ahora sobre la sociedad en la obra de don Benito,

firmados, entre otros, por los amigos Geoffrey Ribbans y John Sinningen

3. Ellos analizaron con destreza el reflejo del mundo social en la

página impresa, el cómo aparece allí representado en sus diferentes individuos

y clases. Mi perspectiva propone repasar el impacto de la sociedad

por medio de otros indicios; en lugar de enfocar los aspectos de la

representación, me fijaré en las marcas hechas por el proceso de producción,

el paso de original a libro, el cómo un texto redactado a pluma en

papel borrador se transforma en un volumen impreso con letra homogénea

y legible. Tampoco sugiero la línea de investigación propuesta por

Robert Escarpit o por Jean-Fran~ois BotreL imprescindible para ahondar

en los modos de producción editoriaL los tipos de lectores decimonónicos

o su cantidad. De hecho, el erudito trabajo Libros, prensa y lectura

en la España del siglo XIX 4, de BotreL supone una aportación fundamental

para cuantos deseen entender el contexto socio-cultural de la época.

Mi interés presente se dirige a examinar lo desechado en el paso de!

borrador a lo impreso, por ejemplo, los cortes sugeridos por allegados o

por un escritor, las posibles variantes o distintas versiones, las cartas

referentes a tales asuntos, las aportaciones de presuntos colaboradores.

En generaL cuanto venga a implicar a otros en el proceso creativo, incluidos

los correctores de pruebas, que limpian la cara de la versión final.

Todos, sin excepción, varían las directrices autoriales al retocar la faz

definitiva de lo escrito, y su estudio permite entender a la novela como

lo que es: un producto social.

El haber literario galdosiano resulta tan abundante que simplifica la

búsqueda de huellas ajenas en sus obras. Pocos desconocen la ceguera

de Galdós, que durante los últimos ocho años de vida dependió de amanuenses

y secretarios, quienes tomarían sus palabras al dictado. Parece

que ya mucho antes gustaba de dictar sus obras 5. Cualquiera que por

2 En el mismo congreso galdosiano donde di esta plenaria, una joven galdosista de

la Universidad de Zaragoza, Pilar Esterán Abad, leyó una espléndida comunicación sobre

La fontana de oro, muy dentro del tipo de estudio que aquí propongo.

:3 Veáse mi recopilación Fortunata y Jacinta (Madrid: Taurus, 1987), donde aparecen

los trabajos de ambos eruditos traducidos al castellano.

4 (Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1993).

5 José Fernández Bremón, "Crónica general", La Ilustración Bspañola y Americana,

8 de abril de 1878, pág. 218. Agradezco la información y la referencia bibliográfica a

mi amigo el profesor Juan Avila.

V CONGRESO GALDOSIANO _

razones de oficio, cargos burocráticos, se ha valido de estas ayudas,

sabe que en ocasiones se ofrecen las directrices, y queda a la discrección

del ayudante la tarea de realizar el trabajo.

Quisiera en tan propicia ocasión reconsiderar ciertas cuestiones firmemente

asentadas en la mejor bibliografía crítica de Galdós, estimándolas

a partir de la perspectiva sugerida. Las posibilidades ofrecidas por la obra

del maestro canario a una indagación según el método propuesto resultan

innumerables, comenzando por cuál sea la primera obra, La fontana

de oro o La sombra, el porqué se publica una antes que otra. ¿Se redactó

primero La fontana o La sombra? ¿Las concluyó al alimón? Si así fue,

cabrá hablar de propósitos cruzados, y posiblemente de un agente externo

que los provocó. Otro tema a dilucidar: el examen de los cortacircuitos

producidos por los Episodios en las novelas propiamente dichas. La

sistemática indagación del doble propósito (Episodios/novelas) iluminará,

sin duda, el envés autorial del canario. Hoy me detendré en una cuestión

archiconocida y que los especialistas tienen entre dedos, aludo a la

problemática planteada por Doña Perfecta (1876), de la que existe una

plétora de materiales que apuntan a un entrecruce de propósitos autoriales.

DEL AUTOR AL AUTOR MEDIADO

Existe en torno a la novela una importante bibliografía crítica y una

excelente edición de Rodolfo Cardona 6, ésta me provee un punto de

referencia textual fiable y, a la vez, ejemplar del tipo de crítica autorial a

la que intento suplementar con un lectura social.

Cardona exhibe una alta conciencia de los problemas editoriales, trabaja

dentro de la tradición editorial clásica que pretende reestablecer la

intención original (y final) del narrador. Por lo tanto, basa su edición de

Doña Perfecta en la última corregida por don Benito, 1902, anotando a

pie de página unas setecientas y pico variantes aparecidas en ediciones

posteriores. Las apostilla con la esta advertencia: "Las notas siguientes

son las variantes que Galdós pudo introducir en el texto de la novela al

corregirlo después de publicar la edición de 1902» (pág. 69). Y dice también:

"Nos atrevemos a segurar que la mayoría de éstos (cambios) fueron

hechos por don Benito porque siguen, en general, el patrón que

observamos en los cambios que él hace en sus novelas al pasar del

manuscrito al texto: simplificación del léxico, inmediatez en la expresión,

deseo de concretar y objetivizar tanto las acciones como las descripciones"

(pág. 57). Y los interpreta aSÍ: "La gran mayoría de los cambios registrados

parecen venir de manos del novelista y sólo pocos de manos

de editores y cajistas; y que, en generaL mejoran el texto, precisándolo,

6 Cito siempre por esta edición, segunda (Madrid: Cátedra, 1984), Y la paginación va

en el texto

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simplificándolo en su sintaxis y dando más detalles en algunas descripciones

( ... ) En todo caso es interesante notar que Galdós corrigió, en

efecto, sus novelas; y que es preciso, en el futuro, hacer estudios detallados

de algunos textos importantes de Galdós para determinar hasta

qué punto esas ediciones que estipulan que han sido 'esmeradamente

corregidas' lo han sido en efecto .. (pág. 63).

Los criterios empleados por Cardona son los mejores al uso, sin embargo,

resulta curioso que se suponga que Galdós en 1898, volviera a

retocar la obra, veintitres años después de su aparición iniciaL y que esta

referencia que aparece en la novena edición .. esmeradamente corregida ..

no sea puesta en entredicho. Don Benito retocó aspectos accidentales y

nada sustancial. A aquellas alturas, y dada la sofisticación intelectual

y creativa lograda, la reescritura de Doña Perfecta hubiera constituido

una auténtica locura, a no ser que hubiera decidido escribir un texto distinto.

Lo que sí hizo Galdós, si él actuó de corrector, cuestión necesitada

de prueba, fue adecuar el texto a las costumbres estilísticas de su momento

y poco más. A falta de obtener una documentación mayor respecto

a las correcciones, comentaré los primeros pasos de la novela, de lo

que sabemos bastante.

Conservamos el manuscrito de la misma, además conocemos que fue

publicada por vez primera en la Revista de España (1876), y que el mismo

año apareció en forma de libro dos veces, en junio de 1876 en idéntica

forma a la de la Revista, y en diciembre con un final distinto, y bajo

el sello editorial La Guirnalda -existe aún un tercer final-, publicado

por Geoffrey Ribbans 7, con el que no trabajo aquÍ, por razones de facilidad

de maniobra. La última versión de La Guirnalda es la estimada como

prima, pues este texto, con variantes posteriores, es el que se viene reproduciendo

con regularidad.

Desconozco el impacto concreto ejercido por el nuevo sello editoriaL

quizás el cambio tuvo que ver con la sustitución del final. Lo cierto es

que coincidiendo con la mudanza de editorial el final varió sustancialmente.

En la Revista de España aparecerían dos cartas, escritas por el egregio

Cayetano Palentinos, hermano del fallecido esposo de Perfecta. Figuraban

al final, a modo de final de rebote, que quitaba hierro al asesinato

del sobrino Pepe Rey. La primera contiene hechos novedosos con respecto

a lo contado: que Jacinto y Perfecta son prometidos, que si Perfecta

se ríe -la alegría no la caracterizaba hasta entonces-, que la señora

está rolliza y vistosa. La segunda cierra con noticias igualmente sorprendentes,

a saber: que sí, que se iban a casar el joven y la señora; que

preparando la carne para los chorizos el Jacinto se quebró, que al resbalarse

en una piltrafas fue a caer en el cuchillo que sostenía en la mano

su madre. Consternación y adiós. Los críticos pensamos que el final co-

7 Geoffrey Ribbans, "Doña Perfecta: Yet Another Endingu , Modern Languages Notes

105, 1990, págs. 203-225.

V CONGRESO GALDOSIANO _

nocido mejora el texto, no sé, depende de la clave en que se le lea,

porque en la folletinesca el telonazo último tiene su chiste.

Si aceptamos al autor como la exclusiva autoridad textual y sus intenciones

como única guía, las páginas preteridas carecen de todo interés a

no ser el circunstancial. Supone un escalón más en el camino hacia fértiles

horizontes. En cambio, deteniéndonos un momento para incluir en

la ficha de identidad autorial las circunstancias de la producción, alcanzaremos

una visión alternativa, y que permite entender la aportación del

proceso de construcción textual a todos sus partícipes.

El texto de Doña Perfecta publicado en la Revista de España se reprodujo

facsimilarmente en un tomo financiado por el Banco Exterior de

España, titulado Galdós periodista (1980). Aunque resulta una edición

de lujo en muchos aspectos, carece de utilidad práctica, pues faltan las

fechas y la paginación de los periódicos de donde copiaron las contribuciones.

Al desconocido editor cabe achacarle -a parte de una cierta incuria-,

al menos dos propósitos: primero, reproducir la versión original

perdida, la inicial versión del argumento; y segundo, el aceptar que la

versión desdeñada corresponde al Galdós periodista, mientras la del libro

pertenece al novelista. Menciono estos dos propósitos porque apuntan

a diferentes disyuntivas que abren camino a la socialización del texto.

Un posible lector de la versión aparecida en el libro del Banco Exterior

entenderá Dona Perfecta de bien otra manera, debido al final insólito,

la dama enamorada de Jacinto, jugoso término, superior en calorías,

al final lógico y predecible de la trama en su forma canónica.

De cualquier forma, disiento de toda lectura basada en las intenciones

autoriales. Cada versión no es refinamiento, sino una manifestación

de influencias foráneas en el texto y, no caben dudas al respecto, de la

riqueza de la paleta del artista. Si contemplamos los finales desahuciados

a la luz del progreso de socialización de la obra, podremos comprender

la labor del colectivo social en el modelado del autor, del individuo.

EL AUTOR MEDIADO

El concepto de autor implícito, acuñado por el profesor de Chicago,

Wayne C. Booth, en su libro The Rhetoric of f'iction (1961), que colocó

a la figura del autor ideal en lugar del autor con biografía como objeto

de estudio, identificable en los huecos del texto, observando las diferencias

entre los sistemas de valores propuestos por el autor discernible en

la lectura y la norma existente en la época y vida del autor, ha servido a

la crítica por varias décadas, reforzando indirectamente la idea de que el

autor era el exclusivo responsable de los valores abogados en la página

impresa. Esta figura a la que me suscribí por muchos años, me parece

hoy necesitada de una merecida jubilación, o al menos el pasar a trabajar

a medio tiempo. El autor mediado será de mayor ayuda en los tiempos

venideros, y como su denominación indica, una figura autorial con

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un fuerte componente social, tanto al nivel psicológico (de la creación),

de cuanto el autor piensa e imagina dentro de los moldes que le permite

su educación y marco cultural, como en el que nos interesa, la modificación

de los textos mediante colaboraciones, opiniones de colegas,

correcciones profesionales, y demás. Lo esencial es cambiar la dirección

de los estudios textuales para recontextualizarlos de acuerdo con la incidencia

de lo social que hoy percibimos con mayor nitidez.

En vez de considerar a Galdós como un autor a lo romántico, puliendo

su obra con el supremo mimo de un ensimismado, a lo Shelley, a lo

Juan Ramón Jiménez, lo entendemos como lo que fue, un autor de vida

agitada, avasallado por impulsos contradictorios, que no dejó de ser influenciado

por las urgencias económicas, por la necesidad de acoplar

una obra novelesca al teatro, y cortar y cambiar según aconsejaba la circunstancia,

o aceptar recomendaciones que cambiaban el curso de las

obras en su forma original.

Me permito, a modo de inciso, citar a Andrés Amaros, a propósito de

Juan Valera: «Si Valera hubiera tenido más dinero, ¿habría escrito novelas?

Es dudoso. Así se lo dice a Campillo ... 'Mi deseo de escribir novelas

procede de varias causas y es la más poderosa la necesidad de ganar

dinero. En suma, yo necesito más dinero y deseo escribir para ganarlo'.

y comenta Amorós: «Por rico que hubiera sido, siempre habría escrito:

crítica, cartas, relatos cortos; sobre todo, poesía. No es extraño que le

tentara el género entonces de moda, el que proporcionaba más populariad

y beneficios» 8. La reveladora declaración valeriana hay que tenerla

en cuenta, como hace el profesor de la Complutense, y no armo una

afirmación extravagante, sino por cuanto afecta a la construcción de la

novela, en concreto a la parca dedicación del genio andaluz, que nunca

superó las excelencias logradas en su primera muestra, Pepita Jiménez.

EL CASO DE DOÑA PERFECTA

Las ediciones de las obras modernas y la crítica que de ellas se vale

aceptan, como aduje, el principio de que la intención del autor se refleja

en la versión final, con lo que el forcejeo que se percibe en muchos

casos, el de Dona Perfecta, pasa a segundo plano, a las notas, y se ensalza

el tino del escritor en orillar lo omitido. Si pensamos en la primera

versión impresa de la célebre obra, reproducida en la primera en el libro,

y la considerada hoy como versión base (La Guirnalda, 1876) resulta

poco defensible el decir que Galdós aprendió en unos pocos meses a

escribir una novela más moderna, que el nuevo final supone un paso

decidido hacia adelante, por la sencilla razón de que si aceptamos que

la obra fue escrita, en parte, como respuesta a Pepita Jiménez (1874),

la presuposición de la supuesta mejora pierde validez, pues la obra de

8 Andrés AMOROS, "Introducción", Pepita Jiménez (Madrid: Espasa Cal pe, 1 992).

V CONGRESO GALDOSIANO ~

Valera viene organizada de acuerdo con un modelo folletinesco. Y si a

esto le sumamos que Doña Perfecta fue redactada a la vez que los episodios

nacionales La segunda casaca (1876) y/o El Grande Oriente

(1876), la presuposición parece aún menos sostenible. Por lo tanto, me

permito especular que las razones que explican la existencia de dos finales

distintos se relaciona más con la socialización del producto literario

que con las presupuestas mejoras, o una súbita epifanía de Pérez

Galdós.

A mí me parecen extraordinarias estas circunstancias, porque me indican

que el genial novelista tenía ante sí una doble opción, la de convertirse

en un novelista moderno o la de crear una serie de novelas paralelas

a los Episodios nacionales, su gran éxito, la serie Pepe Carvalho

de aquel entonces, que trataban temas de descarado atractivo. Galíndez

sería aquí el equivalente. Afortunadamente, el momento editorial, su

posición social, el ambiente que vivía en aquel Madrid, entre amigos recientes

y sus paisanos canarios, las buenas críticas que irían apuntalando

el empeño modernizador, de Francisco Giner de los Ríos, y luego de

Leopoldo Alas, y de tantos otros de cuantos a la vuelta de pocos años

denominarían intelectuales. Y dentro de estímulos complementarios, y de

otro orden, debo anotar, la creciente importancia del libro, y de la novela

en concreto, dentro del panorama cultural, el aumento de bibliotecas

y de salas de lectura, el crecimiento de la industria del libro.

Al encerrar la existencia de ambos finales como propongo, Galdós

sale notablemente beneficiado, porque podemos concebirlo en posesión

de una variedad de flechas en su arco composicional, unas provinientes

del romanticismo y otros del realismo, incluso del naturalismo que se le

echaba encima. Cabe hablar de conciencia de ismos en lugar de superaciones

rígidas que falsean la verdadera situación. Veamos las características

del primer final.

Se representa a Perfecta Palentinos riendo y rozagante, e incluso dice

su cuñado, "ha echado carnes y se ha puesto muy guapa .. , y sabemos

también que anda de novia de Jacintito, veintidos años menor. Nuestra

sorpresa, digo para los que nos criamos a los pechos de la novela en su

versión final, crece y nos pasmamos al saber el final del noviete de la

dama: Perfecta con unas amigas prepara en la cocina carne para hacer

chorizos y morcillas, cuando el pazguato se presenta: "Jacinto acercóse

al grupo, resbaló en una piltrafa y cayó ( ... ) El infeliz muchacho cayó violentamente

sobre su madre María Remedios, que tenía un gran cuchillo

en la mano .. (pág. 22). Y ya contamos lo ocurrido.

El texto permite varias lecturas, y no todas tan descabelladas como

el suceso. La más obvia se deriva de que Jacintito y su mamá pagaron

por las perfidias perpetradas en Pepe Rey, que Perfecta queda compuesta

y sin novio. Llamémosle el final de la justicia divina. Otra posible se

apoya en la horrible circunstancia de la muerte, y en vez de entender el

final a modo de conclusión de lo anterior, lo considera una increíble

vuelta del argumento, lo llamaremos con justicia el final folletinesco. Un

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amigo de especulaciones freudianas podría disfrutar con las múltiples posibilidades

que el noble y sabroso embutido español ofrece a los aficionados

al juego simbólico. Empero, lo que separa las dos primeras interpretaciones

advertidas, la coherencia del argumento o la sorpresa por el

rumbo insospechado que toman los sucesos, resulta inferior a lo que les

une. De la versión por entregas a la versión quasifinal en libro media no

un abismo, sino dos formas de representar la realidad, avaladas por filosofías

divergentes, entre las que se debatía el escritor de la época.

La versión folletinesca participa de las características propias de la

novela romántica, en particular de la posibilidad de jugar con la identidad

de los personajes, el que aparezcan completamente distintos de

cómo son de una página a la siguiente. Porque el motor o el carburante

de ese tipo de fabulación proviene de la pasión, del apasionamiento, y

lo caracteriza la discontinuidad, la capacidad de cambiar de signo y sino.

Por otro lado, el kantismo, bajo la guía del realismo, del método experimentaL

exige continuidad, coherencia, lazos causales, y de ello sabía

bastante Galdós y los de su medio.

Tanto la novela como género como el panorama intelectual de los

años setenta se debatía entre esas disyuntivas, de producirse el escritor

de acuerdo con maneras románticas, donde todo cabe, y los personajes

pueden adoptar cualquier guisa, y la realista, enfocada por los caminos

de la coherencia causaL de la construcción literaria de la lógica, psicología

y lógica de los personajes, que diría Ricardo Gullón. Cuánto me cansa

escuchar y leer que el realismo se da en Mesonero Romanos y los

costumbristas, e incluso antes en la Vida, de Diego Torres de Villarroel,

por que eso supone confundir los términos del realismo, y entender el

ismo como si consistiera en la descripción puntual de los objetos, las

personas, y sus habitaciones. El realismo implica una filosofía positivista,

un método de observación, en otras palabras, el roce del intelectual

con las ideas del filósofo Kant, aunque no sea directamente. Y los escritores,

como Galdós, sintieron su influjo, y les indicaba, como habían

presentido al leer las páginas de Honoré de Balzac, que el mundo en vez

de estar abierto a todas las posibilidades, se podía limitar, representar de

acuerdo a normas con perfiles definidos; así la realidad se veía mejor. Y

a la vez que Galdós, los editores lo sabían tambien, intuían las demandas

de un público urbano, que contemplaba los confines del horizonte,

muy distinto al de las clases rurales, cuyas ventanas daban todavía a vistas

ilimitadas.

Entre una versión y otra de Doña Perfecta se debatían dos formas de

representación, propiciadas por modos de composición distintos y las de

publicación diferentes, de la entrega al libro. Este último imprimía carácter

a la ficción, la hacía más respetable, un objeto que podía influir decisivamente

en el pensamiento de las gentes. No olvidemos que la novela,

cumplía funciones harto especificas, desde la de proveer al buen burgués,

con amplio tiempo para gastar en el ocio, una forma de entretenimiento

al que podía devengar réditos mentales, y no dejarse llevar por

V CONGRESO GALDOSIANO _

la adrenalina de las ideas, hasta la de suplir los sistemas de valores que

la Iglesia, en franco entredicho en ciertos ambientes, parecia cada vez

menos capaz de ofrecer, por su inadaptación a las circunstancias de entonces.

La novela por entregas carecia, ayer como hoy, pienso en los

cuadernillos que Antonio Muñoz Malina y Arturo Pérez Reverte -novelistas

con buenos títulos- han ofrecido a los lectores del verano pasado y

del presente en Bl País, de mayor función que no fuera la del entretenimiento.

En abono de tal explicación aduciré argumentos que todavía no se

han utilizado con respecto a nuestra novela, y me refiero al distinto tratamiento

del tema del amor que implican ambas versiones. En el final

por entregas encontramos a la Perfecta rozagante, una atractiva mujer,

con sólidas carnes, dispuesta a casarse con un hobrín al que aventaja en

dos décadas, lo cual indica que la unión tiene un fuerte componente

instintivo. La preclara orbajocense se revela en estas páginas presa de

un sofoco; la observamos con las mangas remangadas y manejando carnes

de relleno, indicios infalibles de que la señora necesita un desahogo.

Muy al contrario, el otro final deja las cosas como las conocemos. El

único amor de la obra es el existente entre Pepe y Rosario, que nunca

realmente pasó por esa primera etapa del amor, la instintiva, de atracción

física, que hombres y animales compartimos, y fracasó porque la segunda,

en que el amor se domestica por las coincidencias de los amantes

en determinadas prácticas culturales, los gustos compartidos por las

mismas cosas fue impedido. Pepe y Rosario, que tantas cosas tenían en

común, vieron su amor impedido, porque se negaba que compartían lo

que sí compartían, los mismos gustos e inclinación por llevar una vida

regida por la moderación que incluía las negadas respecto a los mayores

y a la iglesia.

O sea, que si el amor se manifiesta en dos etapas, la primera en que

por razones neuro-fisiológicas sentimos la atracción del otro, y la segunda

en que ese impulso se aclimata (calma) gracias a las semejanzas de

gustos, nos encontramos que Galdós en la version inicial incluyó ese

componente, el instintivo, mientras en el segundo, no. Esto, en mi opinión,

supone un acallar de lo físico, que sumado a la disminución de lo

pasional ya mencionado, nos indica que los cambios o la alternancia de

impulsos creativos resulta grande, y que don Benito escribía bajo presiones

de muy distinto signo.

Si todo lo dicho, este componente instintivo-pasional, lo tachamos o

recubrimos con un papel blanco, como la Inquisición hacia con los libros

censurados, Doña Perfecta gana en unidireccionalidad, y pierde en riqueza

como lugar literario, como texto. Yo no dudo que la razón por la que

Pérez Galdós cambió el final tuvo que ver con presiones del ambiente, y

no exclusivamente al propio discurso, porque como aduje antes, modelos

a seguir tenía bastantes con antelación a escribir la primera versión

de la obra. Eso tampoco quiere decir que todos los cambios y correcciones

efectuados en ella, y Cardona los especifica y trata con sumo acier_

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to en su edición, se deban a los editores. Estoy convencido que salieron

de la pluma del escritor, y que, sin duda, mejoran el texto.

Habría razones adicionales para justificar ciertas lecturas de Doña

Perfecta atendiendo a fenómenos sociales que ocurrren en un marcosociocultural.

Por ejemplo, la actividad desarrollada por el autor de las

cartas que constituyen el otro final, el historiador de Orbajosa, don Cayetano

Polentinos, a quien se ha relacionado incluso con una publicación

de Santander, Don Cayetano, de filiación conservadora, cabría con no

menor plausibilidad entender toda la actividad del historiador orbajocense

como una manera de burlarse del recién promulgado Real Decreto

(1-1-76) en el que se limita la libertad de prensa 9. Galdós al colocar al

singular personaje y narrador de Cronista Oficial de Orbajosa, autor de

libros pesadísimos, llenos de sutilidades históricas de bostezo, podía burlarse

de la reglamentación vigente, que sólo afectaba a la prensa. Sus

libros parecen acogerse a la nueva situación redundando en cuanto a su

falta de interés, a su contenido libre de cualquier veleidad.

Por último, la idea de que Doña Perfecta indica su adscripción galdosiana

a la causa liberal debe matizarse, en especial si se tiene en cuenta

las burlas dirigidas a la masonería española, y el adjetivo debería ir subrayado,

en Bl Grande Oriente, terminado de redactar en junio de 1876,

cuando andaba fraguando el afamado trueque de finales. Si en Doña

Perfecta y en La segunda casaca se burla de los absolutistas en Bl Grande

Oriente los masones no salen mejor parados. Total, que las simplificaciones

al uso se complican cuando se amplía el contexto, y Galdós

aparece más independiente de las adscripciones autoriales que parezcan

sugerir talo cual texto.

OTROS EJEMPLOS

Galdós me parece un escritor moderno prototípico, al que conviene

someter a una estricta crítica textuaL que alleguemos cuantos textos

ofrezcan luz sobre la manera y las razones por las que el insigne autor

realizaba cambios. Desde a C. A. Jones que estudió por primera vez las

variantes de Doña Perfecta en 1959 lO, pasando por los estudios de manuscritos

de Robert J. Weber (Miau), de W. T. Patttison (Gloria), de Diane

B. Hyman ( Fortunata y Jacinta), de James Whiston (Lo prohibido), hemos

ido acumulando pruebas de la importancia de las correciones autoriales

y de las otras. Sabemos también, gracias a Carmen Menéndez Onrubia

11, de la azarosa relación con sus editores y su propia experiencia.

Del teatro, por ser el género propicio a correcciones, digo sólo que del

9 Consúltese la citada obra de Botrel en la nota 4, págs. 284-285.

10 C. A. JONES, "Galdós'Use of the Christ-Symbol in Doña Perfecta!>, Modern Language

Re view, 54, 4, 1959, págs. 570-573.

II Carmen MENÉNDEz ONRUBIA, Introducción al teatro de Benito Pérez Qaldós. Anejos de

la revista "Segismundou (Madrid· Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1983).

V CONGRESO GALDOSIANO _

texto original (el de las musas) al puesto en escena solía mediar abismo

y medio. Incluso ahora, leyendo las cartas de Galdós en la formidable

aportación del galdosísimo Sebastián de la Nuez 12, conocemos de que

Teodosia Gandarias colaboró en parte con Galdós, que ella leía y daba

su opinión con respecto a cómo iban saliendo las obras.

La evidencia la tenemos allí, suficiente para refrendar lo alegado y

sugerir que tanto la edición de los textos galdosianos como el estudio de

sus obras debe hacerse teniendo en cuenta toda esta cantidad de materiales,

que no son exactamente fuentes secundarias según se les solían

llamar. Debemos concederles el estatus que les corresponde, manifestaciones

de que Galdós no era un genio solitario que tenía que amoldarse

a las demandas del mundo editorial, de la sociedad. Hay que enterrrar

de una vez por todas la falsa moción de que los novelistas geniales no

necesitan de nadie y que su talento brillará sin necesidad de ayudas. Eso

es imposible: editar es socializar. En fin, que la marginalia debe recibir

una parte del protagonismo autorial. Entiéndaseme bien, no doy patente

de corso para sustituir el estudio crítico por el menudeo crítico erudito

de tan larga e infeliz solera en todas las tradiciones académicas. Pido que

busquemos a Galdós en su proyección social, y así confirmar su maravilloso

talento para escuchar los latidos de la sociedad de su tiempo. Confirmar

lo que los galdosistas de ayer intuyeron, la capacidad de sintonizar

con su tiempo.

12 Sebastián DE LA NUEZ CABALLERO, El último gran amor de Galdós: Cartas a TeodosJa

Gandarias desde Santander (1907-1915) (Santander' Colección Pronillo, 1993)