MANERAS DE SOÑAR: • CERVANTES y MISERICORDIA
Juan F. Egea
En la novela Misericordia casi
cada personaje se da a soñar despierto. Por necesidad o por desesperación,
el individuo imagina para poder seguir adelante. Realidad e imaginación
sostienen una pugna prolongada cuyo campo de batalla se desdobla:
las ensoñaciones vanas de la depauperada clase media isabelina,
por un lado; por otro, las invenciones necesarias de las capas sociales
casi indigentes del Madrid finisecular. Es un sueño que podríamos llamar
quijotesco el que vertebra la narración. Sueño cervantino, más bien, que
ha caído en manos de una burguesía venida a menos, que es ya un mal
nacional.
Nuestra lectura de la novela de Galdós tendrá como continuo punto
de referencia ese universo creativo cervantino en el que la dialéctica imaginación/
realidad constituye el drama interior de los personajes. El seguimiento
de la evolución del personaje de don Romualdo nos sirve de cauce.
El clérigo inventado es, en puridad, un sueño que cambia de manos.
y no queremos invocar el nombre de Cervantes en vano. Ricardo
Gullón, Gustavo Correa, Francisco Ayala... el puente que se puede tender
entre los dos novelistas peninsulares por excelencia tiene ya abogados
de fama. En ocasiones la conexión ha llegado al detalle. Angel Guerra,
Nazarín, el título de La desheredada, las líneas iniciales de Tristana,
incluso el nombre de algún personaje en Lo prohibido ... en la novelística
del canario ya se han rastreado resonancias cervantinas de manera
muy puntual l. Pero lo puntual es muy a menudo mitad juego mitad tributo.
Más significativa nos parece la conexión Galdós/Cervantes en términos
generales; por ejemplo, como novelistas que sufren períodos históricos
bastante similares donde, a expectativas de prosperidad general,
les sucede el desengaño más sentido (ti. L. Dondle, 1985). O, también,
como escritores que, sustancialmente, trabajan y exploran esa tierra de
nadie que es el espacio que separa la realidad (la realidad social, la que
1 Para la ampliación de este punto, véanse las obras citadas más abajo: DOWDLE,
1985; DOLGIN, 1989, 1990; RODRÍGUEZ/HIDALGO, 1985 Y RODRÍGUEZ/DoNAHUE, 1983.
mm BIBLIOTECA GALDOSIANA
se acepta como creación colectiva) y la capacidad de resistencia a ella
del individuo por medio de la imaginación.
En Misericordia también se puede descender al detalle. El nombre de
Cervantes puede llegar a ser un eco constante. Existen coincidencias
de tono, de giros idiomáticos, de muletillas conversacionales que deliberadamente
obviamos. Excede también los límites de nuestro ensayo la
posibilidad de identificar Sanchos y Quijotes entre las atribuladas figuras
de ficción que pueblan la novela, aunque, si bien de manera tangencial,
parecerá que lo hacemos aquí. Más interés tiene leer Misericordia casi
con ojos cervantinos y atender a esas «zonas de realidad e imaginación ..
que se imbrican de continuo, según el ya clásico análisis de Joaquín
Casalduero (1961). Tómense, por ejemplo, las siguientes palabras de
Robert Russell: «Misericordia es un mundo donde el hambre es una bendición,
la escasez es abundancia, el criado es señor, la derrota es victoria
y la ilusión es realidad .. (1967, 104). Cámbiese el título Misericordia
por el de El Quijote, y la descripción de ese paisaje de fondo contra el
que se proyecta el deambular de los personajes novelescos sigue cuadrando.
Benina ha sido el personaje tildado con más generosidad de
quijotesco (Entrambasaguas, 1957). Sin embargo, puestos a asignar papeles
concretos a Nina, antes le corresponden otros. Para doña Francisca
Juárez, Benina tiene por momentos trazas de un Sancho Panza femenino
y mendicante, mientras que para el ciego Almudena a la anciana le
está reservado, muy a su pesar, el papel de "señora de sus pensamientos
.. (208) 2. Dudoso honor, si se considera que esta vez la dama debe
sufrir también los apedreamientos de su caballero. Y es que, a pesar de
las posibles coincidencias, es todavía difícil justificar la identificación
entre Benina y algún personaje cervantino en concreto. Las relaciones
que ésta establece con ama y marroquí, en cambio, sí son de la materia
de la que están hechas las que unen a los alucinados personajes de
Cervantes. En los diálogos nocturnos entre Benina y Doña Paca reverberan
aquellos otros en los que caballero y escudero entretienen sus desvelos.
La relación entre señora y criada, además de otros ingredientes,
está constituida por un continuado comercio de sueños. Sueños que
nacen preferentemente de Benina, pero que las dos juntas se encargan
de moldear. Don Romualdo, como veremos, ejemplifica cabalmente ese
fenómeno.
La primera charla de ambas mujeres a la que asistimos trata precisamente
del inventado clérigo. Nótese que Benina sólo se acomoda al discurso
de su señora. Doña Paca es la que le da pie a la anciana para construir
su relato en torno al personaje ficticio; luego cae en ese estado de
ansiedad con el que el Caballero de la Triste Figura recibía a Sancho tras
alguna de sus mensajerías. Es el «cuéntame .. de la señora el que agranda
lo que fue mentira puntual e improvisada. Las dos terminan utilizando
2 La paginación de las citas que aparecerá entre paréntesis pertenece a la edición
de Luciano GARCIA LoRENZO, Misericordia, Madrid: Cátedra, 1982.
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relatos ficticios de toda laya y sueños de riqueza súbita "para atenuar las
horas tristes» (108). Pasan luego del relato a la acción. A instancias de
su señora, Benina llega a pasear por la alcoba en busca de pruebas que
confirmen la existencia de tesoros ocultos:
oyeron un retintín metálico, que no podía provenir más que de las enormes
cantidades de plata y oro (más oro que plata seguramente) empotradas
en la vetusta fábrica. Con esta ilusión se durmieron ambas, y en sueños
seguían oyendo el tin, tin ... (224).
Aunque mucho y bien se ha escrito de Benina como trasunto simbólico
de Cristo (Russell 1967), párrafos como el anterior delatan que el
mundo de ensoñación, la realidad inestable que circunda a la anciana y
las respuestas psicológicas que provoca en ella, sí pueden ser más cervantinas
que evangélicas. A la vuelta de San Bernardino Benina encuentra
el domicilio de doña Paca completamente transfigurado. "Benina», leemos,
"creía soñar. Sin duda los demonios habían levantado en peso la
casa para cargar con ella, dejando en su lugar otra que parecia la misma
y era muy diferente» (295). Y no sólo lo primero es echar mano a los
"encantadores que la persiguen» como explicación inicial; con ojos quijotescos,
que antes inventan que miran, ve piedras preciosas donde hay
mero cristaL joyería mágica donde cuelga una simple lámpara (296).
"Los sueños, los sueños», ha dicho Benina un poco antes, "digan lo
que quieran ( ... ) son también de Dios; ¿y quién va a saber lo que es verdad
y lo que es mentira?» (201). Por momentos, casi nadie en la novela
lo sabe. Cada uno de los personajes centrales tiene sus segundos de
vuelo sobre la gris realidad en la que de ordinario se mueve. Falta saber
si todos ellos son de la misma textura.
Parece quedar claro que los sueños de los personajes de clase media
y los de la pareja Benina-Almudena no nos dejan colocarlos en la misma
categoría. Según Eamonn Rodgers lo que los diferencia es que la actividad
imaginativa de los mendigos es "positiva» mientras que los demás
"abusan de su facultad creadora» (1986, 188). Podría ser. Pero creemos
que lo que puede diferenciarlos es, más bien, la razón por la que cada
cual sueña. La diferente manera en que Galdós nos deja contemplar los
vanos sueños de Obdulia o Frasquito y los de la sufrida Benina hace de
los primeros ridiculo anhelo por aferrarse al boato social perdido y de los
de la protagonista superstición de "almas que en ninguna parte hallan
consuelo» (187). Igual de perniciosos son el soñar huero del -según el
texto- "galán marchito» y la "marchita dama» que el de Benina, Almudena
y su rey Samdai. Pero mientras para el primero no hay razón de ser
posible, para el segundo encontramos una tímida justificación, digamos,
poética. "Si aquello no era verdad, debía serlo», se dice Benina pensado
en el espejismo de riquezas que el riffeño ha sembrado en sus esperanzas.
De hecho, Benina es responsable de la única actividad soñadora que
no apunta hacia lo pecuniario: " ... digo que no hay justicia, y para que la
haiga, soñaremos todo lo que nos dé la gana, y soñando, un suponer,
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traeremos acá la justicia» (202). Es un último grito de idealismo social
que, tal vez, se le escapa a Galdós por boca de su protagonista. Lo importante
es que si se cede en considerar esa actividad soñadora como
positiva, el signo de sus resultados parece contradecirnos. Irónicamente
son Obdulia, Frasquito y doña Paca los que, en cierto grado, ven cristalizar
sus anhelos. Benina que, en realidad, se ha dejado llevar por los sueños
de los demás -sea doña Paca o Almudena-, sufre más que nadie
el desengaño final. Y es que la anciana, lo hemos ya sugerido, es menos
un ser que sueña que uno que posibilita el sueño ajeno. En ella se incuban
tanto las fantasías de su ama como las de su ciego enamorado. En
ella pugnan con más virulencia hasta hacerla dudar de sí, y confundir lo
que es invención propia y férrea realidad. Ella misma se convierte momentáneamente
en ser de dudosa existencia. Es una evanescencia pasajera
que la afantasma mínimamente justo cuando la mixtificación de don
Romualdo tiene más visos de realidad.
En un episodio de nuevo sabor quijotesco, Benina es tomada por
quien no es, luego apedreada por ello. Los mendigos de las Cambroneras
parecen el reverso cruel de los galeotes o cabreros del Quijote. Si
éste no puede imponer sus ilusiones, a Benina llega a hacérsele imposible
imponer su realidad. Para la multitud de mendigos es doña Guillermina
Pacheco; cuando no pueden creerlo más, se lo hacen pagar. Benina
es semillero -cuando no vertedero- de sueños ajenos y es, ella
misma, invención de los que la rodean. Así lo es tanto para Almudena,
que la ha hecho señora de sus pensamientos, como para doña Paca que
también a construido su Benina. Una doña Paca que patéticamente le
recomienda a don Romualdo «que no haga ningún caso de las Beninas
figuradas que puedan salir por ahí, y se atenga a la propia y legítima
Nina» (269). La Benina «verdadera» que clama conocer doña Paca es sólo
la que ella idealiza, la que en realidad desconoce. Es también la que dio
principio a la ilusión de un don Romualdo que en la mente de la viuda
seguirá incólume cuando ya Benina se haya convencido de su calidad
ficticia. Si hemos hablado de dos formas de embellecer la realidad o falsearla,
Don Romulado es el eslabón que une a ambas mujeres, a ambas
clases sociales. Don Romualdo es un sueño compartido. Su evolución a
lo largo de la novela parece sugerir en qué ha dado la locura soñadora
que con Cervantes significaba la construcción de una realidad más digna,
a la medida del individuo.
La discusión que rodea al personaje parece haber descendido a los
dominios de la aritmética. ¿Cuántos don Romualdos hay en Misericordia?
Si uno (Kronik 1981), Benina puede ser personificación de un pequeño
dios, o, al menos, del propio novelista; si dos (Rodgers 1986), todo ha
sido una extraña coincidencia: podemos respirar tranquilos, Galdós no se
nos escapa del cajón realista en el que lo teníamos confinado. ¿O sí?
Probablemente son dos los don Romualdos. Uno es invención, el otro
realidad. Ambos comparten mágicamente el mismo nombre y apellido.
Ambos desempeñan idéntico oficio. Pero aun siendo dos, la inverosimiliV
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tud de su coincidencia onomástica y la oportunidad de la aparición del
real en tan estrecha relación con el ficticio, desdicen del verismo
del relato. Esa mágica casualidad no es propia de la estética que entendemos
como realista. Sin entrar en discusiones teóricas acerca de lo que
sea o no realismo, parece razonable convenir en que debe renunciar
voluntariamente a lo que, aun siendo posible en la realidad, sería increíble
en la literatura. "Si lo pongo en una novela, nadie me lo cree", es la
socorrida frase. Galdós no renuncia a poner a los dos don Romualdos en
Misericordia quizá por las implicaciones simbólicas que de ello se obtiene.
Sigamos la evolución de este "milagro realista" (Gullón 1974) que es
Misericordia por mor de nuestro don Romualdo Cedrón.
Es en el capítulo VI donde doña Paca nombra por primera vez en el
texto al sacerdote ficticio. Que don Romualdo sea una invención de Benina
para excusar su tardanza, se confirmará tres capítulos más tarde. En
primera instancia sospechamos de que la criada no ha pasado la tarde
en casa de don Romualdo, no de la existencia de éste. Ya hemos señalado
que Benina se acomoda "al son que le toca su señora" (97). Si una
miente, la otra necesita de esa mentira, se solaza en ella y, en cierto
modo, la usufructa. Se nos dice que:
(doña Paca) deseaba conocerle, y por las noches, engañando las dos su
tristeza con charlas y cuentos, le pedía noticias de él y de sus sobrinas y
hermanas, de cómo estaba puesta la casa, y del gasto que hacia; a lo que
contestaba Benina con detalladas referencias y pormenores, simulacro
perfecto de la verdad (119).
Benina, por su parte, pronto empieza a confundir realidad e ilusión.
Cae en momentos de caos mental en los que se deja engañar por su
propia entelequia (114). Don Romualdo pronto se acomoda de diferente
modo en la mente de las dos personas en las que habita. Cuando Benina
baja la guardia y lo empieza a creer real, es en la vecindad de esa otra
veleidad imposible en torno a las riquezas escondidas del rey Samdai.
Las dos se desvanecen por igual: fungibles como el sueño de la lotería.
Doña Paca, en cambio, se apropia del clérigo inexistente para soñarlo
pieza importante en las noticias de una hipotética herencia. Ya sabemos
que cuando el verdadero don Romualdo aparezca, se amoldará más al
sueño de la dama rondeña que al de su creadora. Entretando, al ritmo
que sus apariciones menudean, aumenta la perplejidad de Benina y, por
ende, la del lector. Galdós deliberadamente prolonga la creencia de que
el milagro se ha obrado, de que Benina ha inventado a don Romualdo
Cedrón. El capítulo XXXIII debería deshacer el espejismo. Aunque el interrogatorio
de doña Paca no termina de aclarar algunos puntos oscuros,
don Romualdo parece confirmar que no es él el clérigo que Benina
creara. Pero si al lector se le permite por fin escapar de la ilusión,
no así a las dos mujeres. Para doña Paca don Romualdo pervive como
el que Benina inventó. De esta manera se lo dice a su recién recuperada
criada:
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nos lo ha hecho tu D. Romualdo, ese bendito, ese arcángeL que en su
modestia no quiere confesar los beneficios que tú y yo le debemos ( ... )
Pero es éL es éL porque no puede haber otro, no, no puede haberlo, que
realice estas maravillas (297).
No puede haber otro don Romualdo. Benina no puede haberse dedicado
a la mendicidad en su nombre. Doña Francisca Juárez no puede
haber sobrevivido todo este tiempo de limosnas. El sueño ha cambiado
ya de mente; sobrevive en manos de una burguesía que sólo se cura de
sí misma. Benina, al finaL debe volver en sL debe acabar cuerda. Por fin
le es dado conocer al verdadero padre Cedrón, al que diagnostica que
España es ya ,dnmensa gusanera de pobres» (269). "Ya estoy segura», dice
Nina, "después de mucho cavilar, que no es el D. Romualdo que yo inventé
» (317). Desengaño beneficioso, cuando la locura soñadora ya no
puede ser la que con Cervantes se elevó a digno batallar con lo real y
desciende en cambio a simple auto-engaño, a prurito de continuismo, a
un cerrar los ojos a la existencia de los demás. El "muera Don Quijote»
que, de acuerdo con José Montesinos (l968L Galdós grita en su obra,
está justificado. El sueño es ya mal nacionaL no embellece la realidad,
ni siquiera la hace doler menos, mucho menos la dignifica; vuelve a esconder
la mediocridad de una clase media isabelina que a finales de siglo
no hace sino perpetuar la ubicua sombra de la ubicua Orbajosa.
V CONGRESO GALDOSIANO _
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