FORNARINAjFORTUNATA: •

RAFAEL, FERNÁNDEZ y GONZÁLEZ,

y LA CREACIÓN GALDOSIANA

Martha G. Krow-Lucal

TOdOS recordamos muy bien la introducción

de Fortunata en la novela que lleva su nombre. Ese curioso

viaje de novios (1, v), tan analizado por los críticos, empieza como un

vulgar idilio pequeñoburgués. Jacinta, recordando las preocupaciones

de su suegra por las ccchulaperías .. del Delfín el año anterior, logra sacar

una ccconfesión .. (muy emperifollada, por cierto) acerca del amorío de

Juan con una mujer del pueblo. En sus viajes ferroviarios por España, a

través de los paseos por Zaragoza, Barcelona y Valencia, la flamante esposa

sigue pidiendo datos acerca de la relación amorosa, y de la antigua

querida. Juan se niega, varias veces, a pronunciar el nombre que

Jacinta desea saber, pero por fin, a la hora de acostarse, en Valencia, se

rinde. Vale la pena reproducir las palabras de Santa Cruz:

-Pues te lo voy a decir; pero con la condición de que en tu vida más ...

en tu vida más me has de mentar ese nombre, ni has de hacer la menor

alusión ... ¿entiendes? Pues se llama ...

-Gracias a Dios, hombre.

Le costaba mucho trabé\io decirlo. La otra le ayudaba.

-Se llama Forrr. ..

-For. .. narina.

-No. For. .. tuna ...

-Fortunata.

-Eso ... Vamos, ya estás satisfecha.

(1, 223)

¿Por qué escoge Jacinta el nombre f'ornarina, aparte de la semejanza

acústica? ¿Quién era? La siempre útil edición de Francisco Caudet

aclara en una nota al pie:

Fornarina, mujer romana, hija de un panadero (fornaio en italiano es panadero),

que, al igual que Fortunata, no tiene apellidos por su condición

de hija del pueblo. El pintor Rafael (1483-1520) la vio bañándose en el

Tíber y se enamoró de ella, llegando a ser amantes. La retrató en numerosas

ocasiones. No podíamos presentir que Jacinta tuviera tal erudición

(1, 223, n. 171).

_ BIBLIOTECA GALDOSIANA

En este caso la aclaración resulta casi tan interesante como la historieta

en sí, porque la .. erudición .. de Jacinta no es tal. En cambio, el nombre

nos puede mostrar algunos aspectos intrigantes de la sociedad del XIX

español. Vamos a indagar acerca de esta Fornarina. El punto de arranque

para los estudiosos de la vida de Rafael Sanzio es, sin duda alguna, el

libro de Giorgio Vasari (1511-1574), Las vidas de los más eminentes pintores,

escultores y arquitectos italianos. Veintiocho años menor que Rafael,

Vasari también era pintor y muy conocedor del ambiente artístico de

la época. Recoge algunas hablillas acerca de las relaciones amorosas

de Rafael; de unos grabados del pintor dice que .. Rafael los dio al Baviera,

su ayudante, encargado del cuidado de una de sus queridas, a la que

Rafael quiso hasta la muerte. Hizo un hermoso retrato de ella, muy al

vivo, que ahora se encuentra en Florencia en el poder del nobilísimo

Botti, un mercader florentino ..... (11, 237). Cuenta también que Rafael era

muy .. aficionado a las mujeres .. (11, 241), Y que el pintor descuidaba un

trabajo de su amigo Agostino Chigi por una de sus queridas ... Agostino,

desesperado, hizo que llevaran a la dama a su casa para vivir donde

Rafael trabajaba... Por esta razón la obra se llevó a cabo.. (11, 241). y finalmente,

dice Vasari, después de una .. orgía extraordinaria volvió a casa

con una fiebre alta, y los médicos creían que había cogido un pasmo.

Como no confesó la causa de su desorden, los médicos le sangraron imprudentemente,

debilitándole cuando precisaba restorativas. Por consiguiente,

hizo su testamento, primero ordenando a su querida que se

marchara de la casa, como buen cristiano, dejándole medios para vivir

honradamente .. (11, 247). No se menciona ningún nombre en particular.

ni tenemos autoridad para creer que todas estas queridas sean una y la

misma.

Según David Alan Brown y Konrad Oberhuber, .. A late sixteenth or early

seventeenth century writer annotated a 1568 edition of Vasari once in

the possession of the avvocato (s ) Giuseppe Vannutelli at the point where

the author speaks of Raphael's .. donna .. entrusted to Baviera portrayed

in the painting belonging to Botti: 'Ritrato de Margarita donna di Raffaello'

and again nearby: 'Margarita.' (11, 49). El nombre completo de esta

mujer, según Brown y Oberhuber (basándose en el crítico italiano Antonio

Valeri, 1897), parece haber sido Margarita Luti, hija de .. Francesco

Senese Fornaro .. ; esto es, Francesco, de Siena, panadero.

La costumbre de usar el nombre .. Fornarina .. para designar una serie

de retratos, algunos pintados por Rafael y otros no, parece arrancar de

la segunda mitad del siglo XVIII. En los primeros años del XIX aparece la

leyenda de la Fornarina trasteverina, amén de otras historietas sin fundamento

que llegan a encontrarse hasta en la obra de críticos de peso.

Observan Brown y Oberhuber, .. The late eighteenth and early nineteenth

century was a great period for fakes and made-up legends such as

Comolli's false Lite ot RaphaeJ .. (11, 51). La más difundida es la citada por

Caudet. Algunos escritores que la siguen propagando hasta hoy en día

añaden que la cara de la Fornarina de la Galleria Nazionale en Roma tieV

CONGRESO GALDOSIANO mE

ne las mismas facciones que la Virgen de la Capilla Sistina (Rosten,

118) l.

La segunda mitad del siglo XIX trajo el desprestigio de varias historietas

acerca de la Fornarina entre los estudiosos del arte; hasta se puso en

duda la autenticidad de varios retratos. Uno resultó ser obra del pintor

veneciano Sebastiano del Piombo (1485-1547), y el más famoso, el del

Palacio Pitti, a pesar del brazalete y la inscripción Raphael Vrbinas, se

empezaba a considerar, o una colaboración entre Rafael y Giulio Romano,

u obra exclusiva de Romano. Los eruditos de la pintura, por lo menos,

ya desdeñaban las historias románticas, prefiriendo otros aspectos

de las obras artísticas.

¿Qué sabría don Benito de todo esto? Es difícil averiguarlo. En su biblioteca

H. C. Berkowitz encontró un sólo libro sobre la pintura en Italia,

de Hippolyte Taine (Valencia, sin año), pero las páginas estaban sin cortar

(30). Es probable, sin embargo, que Galdós, como diestro dibujante

que era, supiera mucho más de lo que indica un inventario de su biblioteca

2.

¿Y Jacinta? "No podíamos presentir que Jacinta tuviera tal erudición»,

escribe Caudet. El narrador dice sin ambages en este capítulo que ,.Jacinta

no tenía ninguna especie de erudición. Había leído muy pocos libros

» (1. 216). ¿Cómo tendría, entonces, noticias de la Fornarina? Nos

toca volver los ojos a lo que llama Roland Barthes el "código cultural .. , el

cuerpo de conocimientos sociales sobre los que descansa la obra.

Como ha mostrado la profesora Alicia Graciela Andreu, existió en

el XIX una multitud de periódicos y revistas dirigidos a un público femenino:

religiosos, de modas, para la familia en general, para la educación

e instrucción de la mujer, etc. (150-93). Jacinta pertenece a la alta burguesía

(después de casarse, por supuesto) 3 una clase en la que no sería

1 Para acabar de confundir el asunto, según los investigadores del siglo xx, el retrato

de la Galleria Nazionale identificado como el de la Fornarina no es el mencionado por

Vasari como el de la casa del mercader Matteo Botti. El retrato de la casa Botti parece

haber sido el conocido como .. La Velata .. , que se encuentra actualmente en el Palacio

Pitti en Florencia. De manera que el retrato conocido como el de la Fornarina no lo es,

dado que existiera dicha persona.

2 Aparte de las bien documentadas referencias a lo pictórico, sobre todo en los Episodios

Nacionales, resulta interesante recordar que Clarín y sus personajes recalcan, en

La Regenta, el parecido entre Ana Ozores y la Virgen de la Silla, de Rafael. Si, como

sugiere Stephen GILMAN, La Regenta es una presencia constante durante la redacción de

Fortunata y Jacinta, (Oaldós y el arte de la novela europea, cap. 6), no extraña encontrar

esta especie de incarnación de la imagen.

3 Antes de su matrimonio vive en un ambiente burgués-mercantil no muy desahogado.

Se recalca la diferencia de nivel económico entre los Santa Cruz y los Arnaiz al señalar

que para la madre de Jacinta, .. Aquel matrimonio había sido la ilusión de su vida

durante los últimos años, ilusión que por lo muy hermosa no encajaba en la realidad

No se había atrevido nunca a hablar de esto a su cuñada, por temor de parecer excesivamente

ambiciosa y atrevida .. (1, 196). De los nueve hijos de Isabel Cordero que logren

sobrevivir los peligros y enfermedades de la niñez, «Las más pequeñas y los varoncitos

iban a la escuela; las mayores trabajaban en el gabinete de la casa, ayudando a su mamE

BIBLIOTECA GALDOSIANA

extraño encontrar la lectura de revistas. Pero sin ninguna referencia a

revistas leídas por Jacinta debemos buscar más pistas.

La esposa de Santa Cruz no tendrá ninguna clase de erudición, pero

el caso es que, de todos modos, la fluctuante historia de la Fornarina no

debería clasificarse bajo ese rótulo. Se encontraría más bien entre las

actividades culturales de la época y la burguesía. Al llegar a la "consabida

palabrita de casamiento .. en la historia amorosa de Juan y Fortunata,

el narrador puntualiza: "Aunque Jacinta no conocia personalmente a ninguna

victima de las palabras de casamiento, tenía una clara idea de estos

pactos diabólicos por lo que de ellos había visto en los dramas, en

las piezas cortas y aun en las óperas" (1, 207). Así como Fortunata reconoce

una situación semejante a la de la Dama de las Camelias "por haberla

oído leer .. (1, 559), Jacinta reconoce la promesa matrimonial proferida

por Juan "por haberla visto ... Juan (y más tarde don Evaristo González

Feijoó) se burlarán de estos lugares comunes porque son hombres y

han podido instruirse más ampliamente; para las mujeres estas formas

culturales son, además de diversiones, posibles fuentes de información

utilizable en la vida.

Las instituciones sociales fabricadas a base de la palabra hablada

-la tertulia de casa y la de café- también resultan importantes para la

ilustración relativa de las que no asisten a la escuela por mucho tiempo.

El narrador mismo, hablando de "costumbres turcas", apunta en un largo

párrafo que merece reproducirse:

En nuestro café se habla de cuanto cae bajo la ley de la palabra humana

desde el gran día de Babel, en que Dios hizo las opiniones. Oyense en

tales sitios vulgaridades groseras, y también conceptos ingeniosos, discretos

y oportunos. Porque no sólo van al café los perdidos y maldicientes;

también van personas ilustradas y de buena conducta.... En un café se

oyen las cosas más necias y también las más sublimes. Hay quien ha

aprendido todo lo que sabe de filosofía en la mesa de un café.... Hay

notabilidades de la tribuna o de la prensa, que han aprendido en los cafés

todo lo que saben. Hombres de poderosa asimilación ostentan cierto

caudal de conocimientos, sin haber abierto un libro, y es que se han apropiado

ideas vertidas en esos circulos nocturnos por los estudiosos que se

permiten una hora de esparcimiento en tertulias tan amenas y fraternales.

También van sabios a los cafés; también se oyen allí observaciones elocuentes

y llenas de sustancia, exposiciones sintéticas de profundas doctrinas.

No es todo frivolidad, anécdotas callejeras y mentiras. El café es

una gran feria en la cual se cambian infinitos productos del pensamiento

humano. Claro que dominan las baratijas; pero entre ellas corren a veces

sin que se las vea, joyas de inestimable precio (11, 22).

dre en el repaso de la ropa, o en acomodar al cuerpo de los varones las prendas desechadas

del padre .. (1, 158). Con razón Jacinta no tiene ninguna clase de erudición: ¿de

dónde la iba a sacar, y con qué fin? ¿Qué provecho podría acarrearle a la familia semejante

gasto en la instrucción de una hija que ya era lo suficientemente mayor para ayudar

en la casa?

V CONGRESO GALDOSIANO _

Esto ocurre tanto en las tertulias de las casas particulares como en las

del café. Como sucede en la vida, la conversación en la novela provee

toda suerte de información -política, histórica, artística, sicológicaque

será utilizada por el/la oyente de varios modos, a cuál más peregrino.

Rosalía Bringas no es erudita 4-, ni muchísimo menos, pero cuando

desea realzar su supuesta importancia a la carrera de su marido, echa

mano a una referencia histórica soltada por su hijo: «Paquito decia ayer

que Napoleón no hubiera sido nada sin Josefina» (La de Bringas, 155a).

Las ideas acerca de la «alta cultura» circulan tanto (o más) en la conversación

trivial como en los libros impresos -que en algunas ocasiones

pueden ser triviales también-o Así como Jacinta tiene noticia de Wagner

y su música gracias a las peroratas de su maridos, puede llegar a enterarse

de la historia, apócrifa o verdadera, de la Fornarina.

Hay otra posibilidad más. José Ido del Sagrario, personaje principal en

el desarrollo de la primera parte de la novela, aparece en «Escenas de la

vida íntima» (1, viii) como «corredor de publicaciones nacionales y extranjeras

» (1, 297). Entre los libros por suscripción adelantada que ofrece a

los Santa Cruz figuran Mujeres célebres y Cortesanas célebres, mamotretos

en los cuales muy bien podría hallar acogida la amante de Rafael. No

sería extraño encontrar entre el tipo de obra corrido por Ido una Vida de

los pintores o ffistorias de retratos célebres (el género sigue prosperando

hoy en día). Pero las obras por entregas son lo de menos; al fin y al

cabo, Juan no piensa tomar ninguna y sólo busca divertirse a costa del

pobre corredor. Creo que Ido está mucho más ligado a la Fornarina de

lo que podría parecer a primera vista.

La identificación de Ido con el folletinista Manuel Fernández y Oonzález

(1821-1888) ha llegado a ser lugar común de los estudios galdosianos.

El ser lugar común no lo hace desdeñable: ya señaló el

destacado P. Walter J. Ong, en su estudio del alfabetismo y la oralidad,

que el lugar común es la única forma posible de la sabiduría en la sociedad

oral. Teniendo en cuenta el saludable caveat de Montesinos

acerca de la identificación de personajes novelísticos con personas reales

(1, 12), creo que tanto la vida como la obra de Fernández y Oonzález

han contribuido al retrato de Ido, tan importante para la primera parte

de Fortunata y Jacinta. Empecemos con la vida, para pasar luego a la novela.

4' Dice el narrador de Tormento que Bringas "No estaba suscrito a ningún periódico,

ni en su vida había comprado un libro, pues cuando Rosalía queria leer alguna novela,

no faltaba quien se la prestase» (30b-31a). En su casa hay una Biblia de Gaspar y Roig,

regalo de un amigo, y el Diccionario geográfico, histórico y estadístico de España de

Pascual MADoz, que no sabemos de dónde proviene (31 b).

5 "Mal humorada y soñolienta, (Jacinta) deseaba que la ópera se acabase pronto;

pero desgraciadamente la obra, como de Wagner, era muy larga, música excelente según

Juan y todas las personas de gusto, pero que a ella no le hacía maldita gracia. No

lo entendía, vamos. Para ella no había más música que la italiana, mientras más clarita

y más de organillo mejor» (1, 290).

mE BIBLIOTECA GALDOSIANA

Manuel Fernández y González nació en Sevilla en 1821, pero vivió en

Granada desde muy joven. Su padre era liberal que estuvo varios años

preso en la cárcel de Granada bajo el terror impuesto por Fernando VII;

su madre, según F. Hernández-GirbaL era amiga de Mariana Pineda. A

pesar de la falta de ingresos del padre encarcelado, la familia era, socialmente

por lo menos, netamente clasemediana. El joven Manuel empezó

a escribir desde muy temprano. Según Hernández-GirbaL se aficionó

mucho a la Alhambra e iba allí todos los días, supuestamente para escribir,

pero también para divertirse con un catalejo que armó ahí para espiar

a los vecinos (72). Llegó a fijarse, desde aquella atalaya, en una

mujer del Albaicin, Manuela Muñoz de Padilla, hija de unos panaderos.

Fernández y González averiguó dónde vivía, corrió a cortejarla, "y 'Fornarina,'

la panaderita del Albayzín (sic), como la llamaba el poeta enamorado,

fue la señora deste cautivo corazón» (76). Se casaron en diciembre

de 1850, un "final feliz» que no lograron el pintor italiano y su Fornarina.

Aunque falta saber si era realmente feliz, dadas las tendencias trasnochadoras

y a veces pueriles de Fernández y González, amén de su

huida a Francia en 1867 con una joven y su muerte en la más abyecta

pobreza.

Obviamente, el joven Fernández y González conocia una variante de

la historia de Rafael y la Fornarina, y la aplicó a su propia situación vital:

un hombre de regular estado social, de inmensos dotes artísticos (la

humildad no fue nunca del agrado del escritor), ve desde lejos a una

panadera, una mujer del pueblo, y se enamora locamente de ella. No

podemos precisar exactamente lo que sabrían los demás, los contemporáneos

del autor y, más tarde, los más jóvenes. ¿Qué sabría don Benito

-veintidós años menor que Fernández y González y ávido lector de sus

obras en su juventud- de la vida y milagros del sevillano, y cómo lo

sabría? Aquí encaja bien el encomio de las "costumbres turcas» citada

anteriormente. Fernández y González era parroquiano asiduo de los cafés

madrileños desde su llegada a la capital en 1847 hasta el fin de su

vida. El joven canario que llegó a la capital en 1862, mínimamente entusiasmado

por sus estudios legales, pasaba bastante tiempo en las calles

y el café según su propio testimonio (Memorias, 1430b). Es muy probable

que Galdós llegara a conocer personalmente a Fernández y González,

y seguramente conocería a muchos amigos de éste, Pedro Antonio de

Alarcón, sin ir más lejos. Por añadidura, parece que el folletinista se asemejaba

bastante (salvando las distancias) a Lope de Vega: gustaba de

que tanto su vida como sus obras fuesen asuntos de conversación pública.

Manuel Fernández y González murió en Madrid el 6 de enero de

1888, pocos meses después de aparecer la primera edición de Fortunata

y Jacinta. El 9 de enero Galdós publicó una extensa necrología (recogida

en el segundo tomo de las Obras inéditas) en la que se deja traslucir

un doble cariño: por las novelas febriles de Fernández y González, y

por el hombre mismo. Es dificil pensar que don Benito no conociera

personalmente al escritor a quien dedica estas sentidas palabras:

V CONGRESO GALDOSIANO mE

... era un hombre, como he dicho antes, de excepcionales cualidades, que

habría producido mayor número de obras duraderas, si el desorden y el

vértigo de su vida no se hubieran marcado tanto en su creación literaria.

y es que la vida del hombre y el trabajo del artista van tan íntimamente

ligados, y se compenetran de tal modo, que no hay manera de que por

separado se produzcan, sin afectarse mutuamente.

El carácter de Fernández y González se revela en sus novelas, accidentadas,

vertiginosas, llenas de ruido y emociones turbulentas, como un

gran huracán que sopla sin cesar, no dejando tiempo a la placidez de

un ambiente sereno. Vivía como sus personajes, con la diferencia exterior

que la diferencia de tiempos implica; todo en él era pasión, aventuras,

cambios bruscos, el ansia de lo desconocido, pendencias, la pobreza, alternando

con la esplendidez, carencia absoluta de sosiego y de orden doméstico

(2, 109-10).

Ya es mucho comentario el que tiene que llevar a cuestas esta pobre

Fornarina. ¿Con qué fin? Pretendo mostrar en forma micro cósmica lo

que parece ser un mecanismo creador común a todos los seres humanos,

desarrollado más plenamente en los grandes artistas de la palabra.

Si es cierto que se hunden las raíces de José Ido del Sagrario en la personalidad

de Manuel Fernández y González, el nombre de Fornarina cobra

un valor multifacético que lo vuelve casi inevitable. Santa Cruz le ha

contado a Jacinta una historia (algo acicalada desde luego) de un joven

burgués de mucho talento, que queda fascinado por una hermosísima

mujer del pueblo. Pero como "buen cristiano», después de hacerla su

querida no se casa con ella. El nombre sugerido por Jacinta encaja perfectamente

en esta historia; es más, el nombre es la forma taquigráfica

de la historia, por así decirlo 6. Pero Galdós no va a repetir esta historia;

la mujer del pueblo, para los demás y para sí misma, se volverá de objeto

en sujeto. Fornarina no, sino Fortunata, y la que pronuncia el nombre

completo no es Juan, sino Jacinta. Como una inversión de la teoría de

Eve Kosofsky Sedgwick, el disminuido Delfín acaba siendo medio de comunicación

entre las dos mujeres cuyos nombres dan título a la novela.

La historia de Fortunata se cuenta varias veces en la primera parte de

la novela. Juan cuenta hasta donde sabe, pero el asunto queda colgando

(como buen folletín o entrega). Este cuento sin final hace posible la

"novela pitusiana» de José Ido del Sagrario, que busca desesperado

«la novela dentro de aquella gárrula página contemporánea» (1, 343) de

José Izquierdo. Si al escribir "Viaje de novios» Galdós ya sabe cómo va a

acabar la primera parte de la novela (ese "FinaL que viene a ser principio

»), sabe que la historia de Fortunata es también la entrada de Ido. ¿No

podrá ser "Fornarina» también un recuerdo particular de Fernández y

González bajo su avatar novelesco?

Esta sugerencia no es más que sugerencia; queda más allá de cual-

6 Amado ALONSO, en su clásico artículo sobre la estructura de las Sonatas de VALLEINCLÁN,

expone esta misma idea con el uso de términos musicales (ver especialmente

págs. 228-32).

mE BIBLIOTECA GALDOSIANA

quier prueba absoluta. Pero para terminar, me apoyaré en dos de las

sensibilidades más finas que han gozado las letras españolas en este siglo:

las del yerno Stephen Gilman y el suegro Jorge Guillén. Gilman nos

subraya la "fiebre novelística" y su fecunda confusión de lo vivido y lo

novelado por Balzac y Galdós al escribir: "Cuando Balzac llamó a gritos

desde su lecho de muerte al doctor Bianchon, o cuando a Galdós, ya

ciego, le llevaban a una representación de la versión dramática de Marianela,

y al oírla hablar, exclamó, '¡Es mi NelaJ ¡Es mi NelaJ' nadie rió. Estas

dos anécdotas (y muchas otras por el estilo) pueden ser verdaderas

o no; sin embargo, una cosa es cierta: al repetirse fueron interpretadas

con reverencia como casos patéticos de conciencia novelística in extremis,

y no como ejemplos de senilidad cómica" (Qaldós y el arte de la

novela europea, 186). Cualquiera que lea esas Memorias de un desmemoriado

verá con qué ahínco mezcla don Benito lo vivido con lo novelado.

En 1978 el suegro de Gilman, don Jorge Guillén, tuvo la amabilidad

de escribir en mi ejemplar de Aire nuestro una meditación sobre Galdós

y el episodio Las tormentas del 48. Acabó diciendo lo que he querido

decir yo, sólo que, siendo Jorge Guillén, lo dijo en cinco palabras: "Galdós:

gran imaginación de poeta." Ni más ni menos.

V CONGRESO GALDOSIANO mil

OBRAS CITADAS

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