EL BECERRO

QUE ESTERCOLA:

DE PALACIO VALDÉS

AGALDÓS

Carmen Servén

Tanto la serie Torquemada, de Pérez

Oaldós (1889-1895), como La espuma (1890), de Palacio Valdés,

destacan a un personaje salido de las filas del pueblo y encumbrado

hasta la cúspide social: Francisco Torquemada y Antonio Salabert, respectivamente

l. En el curso de la narración, ambos son identificados con

el becerro de oro, coincidencia que no puede considerarse casual puesto

que en la construcción del personaje y en el tejido de las relaciones

que éste mantiene con el entorno, los dos novelistas relatan elementos

similares 2.

Torquemada y Salabert son amplios desarrollos novelescos de una figura

reiterada en la narrativa de la época y que sin duda es reflejo de una

realidad sociohistórica: el nuevo rico. En su caracterización, los dos autores

incluyen ciertos rasgos que no les son privativos, puesto que algunos

de ellos se presentan también en otras criaturas novelescas de la

ficción narrativa española del último cuarto del siglo XIX; pero lo cierto

es que, en el conjunto total de la figura, las similitudes resultan notorias.

En ambos casos se trata de un personaje de humildísimo origen (PV, OC,

11-192; PO, OC, 11-1340) 3, que posee sin embargo una extraordinaria

habilidad en lo pecuniario (PV, Oc, 11-2125-17; PO, Oc, 11-1454). Una

voracidad insaciable, la ferocidad más atroz y la suerte se combinan de

1 Francisco Torquemada es protagonista indiscutible de la serie galdosiana; La espuma

dibuja un protagonista colectivo: la clase dirigente (v. GUADAWPE GÓMEZ FERRER, Palacio

Valdés y el mundo social de la Restauración, Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos,

198.3, págs. 108 Y ss.), pero toda ella aparece girando en la órbita de Antonio Salabert.

2 En la biblioteca de Galdós figura un ejemplar de ARMANDO PALACIO VALDÉS, La espuma,

Impr. Henrich y Cía., 1890 (v. Sebastián de la Nuez, Biblioteca y Archivo de la Casa

Museo Pérez Oaldós, Gran Canaria, Eds. del Cabildo Insular de Gran Canaria, 1990,

pág. 190). Además conviene advertir que se trata de la primera edición de la obra y que

contiene una dedicatoria manuscrita del autor asturiano.

:3 ARMANDO PALACIO VALDÉS, La espuma. Obras completas, Madrid, Aguilar, 1970, vol. 11.

BENITO PÉREZ GALDÓS, Las novelas de Torquemada, Obras completas. Novelas, Madrid, Aguilar,

1990, vol. 11.

_ BIBLIOTECA GALDOSIANA

modo que este individuo ha acumulado riquezas sin cuento por métodos

nunca bien explicitados; sin embargo, se constata que entre sus actividades

financieras figuran el préstamo y las contratas de tabacos (PV, OC,

21 7 Y 21 7; PO, OC, 11-1339 Y 1478). El ascenso social ha sido tan vertiginoso,

que en el sujeto perduran ciertos rasgos primitivos: la tosquedad

nativa, la grosería de maneras y las dificultades de expresión (PV, OC, 11-

216; PO, OC, 11, 1374 Y ss.) son características resaltadas por los autores

en estos personajes. Y como resultado de su propia experiencia, estos

acaudalados individuos profesan el más fervoroso credo utilitario, y

son, aunque inmensamente ricos, declarados avaros, que nunca consiguen

darse por satisfechos con los logros obtenidos. Salabert se dedica

al negocio «no tanto por interés como por impulso irresistible de su corazón

.. (PV, OC, 11-217); a Torquemada, «su naturaleza exigía la preocupación

continua del negocio y los infinitos trajines que trae consigo la misma

ansiedad azarosa, la rabia de perder, la tristeza de ganar poco, el

delirio de la ganancia pingüe .. (PO, OC, 11-1490). Y si éste último proclama

«es preciso economizar. La economía es la religión del pobre.. (PO,

OC, 11-1462), el primero, a decir de su propia hÜa, «es un hombre que

no tiene más Dios ni más amor que el dinero .. (PV, OC, 11-337); ambos

profesan, por tanto, la religión del dinero.

Los dos tacaños millonarios viven su madurez en un lujoso palacio,

que sostienen con el fin de engordar los negocios (pO, OC, 11-1491; PV,

OC, 11-219), pese a la dolorosa amargura con que afrontan ese gasto (PO,

OC, 11-1536-7; PV, OC, 11-223). En su opulencia, ambos gozan del favor

general: se verán ennoblecidos con un título 4, Y reconocidos como padres

de la patria y próceres eminentes. Los dos son objeto de un acto

de homenaje a lo largo del cual pronuncian un discurso; en él, los dos

avaros glosan el trabajo y la honradez como fuente de sus riquezas; y en

ambos pasajes novelescos, la actitud aprobatoria del auditorio queda

consignada mediante breves paréntesis (PV, OC, 11-333; PO, OC, 11-1532

Y ss.).

Salabert y Torquemada aparecen en el universo novelado como núcleos

centrales de atracción social exclusivamente en virtud de sus riquezas.

Sus más repugnantes o torpes hábitos son convertidos en graciosas

excentricidades por los aduladores y sus posesiones inmensas constituyen

un prisma capaz de dorar sus defectos ante los ojos ajenos; al recoger

la encomiástica actitud que rodea a estos potentados, los autores

advierten del espejismo que sufren quienes les aplauden: de modo que,

junto al retrato del rudo millonario, se traza el dibujo de una sociedad

fascinada por el brillo del oro. En el caso de Salabert, el narrador anota

que su rudeza y en general sus deplorables modales, «contribuían no

poco a su prestigio y al respeto idolátrico que en sociedad se le tributa-

4 Don Francisco Torquemada, con el marquesado de San Eloy en la serie Torquemada;

Antonio Salabert es duque de Requena en La espuma.

V CONGRESO GALDOSIANO ID

ba .. (PV, oc, 11-192; v. también pp. 264 Y 276). Y acerca de Torquemada,

indica el narrador:

'" de tal modo fascinaba a ciertas personas el brillo del oro, que casi por

hombre extraordinario le tenían, y conceptos que en otra boca habrían

sido gansadas, en la suya eran lindezas y donaires (PV, Oc, 11-1516).

y en ambos casos, al denunciar la exagerada reverencia que la sociedad

tributa a los dos millonarios, los autores recurren al «becerro de oro .. ,

motivo que ya ha sido destacado por Geraldine Scanlon 5 como elemento

clave para la interpretación de la serie Torquemada, pero que aparece

antes, y con idéntico significado, en La espuma, de Palacio Valdés.

La identificación de Antonio Salabert con el becerro de oro se produce

ya en la primera entrada del personaje: acude a la tertulia de la familia

Calderón y todos los presentes lo reciben con especial atención y

respeto. Como broche y síntesis de la escena, el narrador explica:

Representóse en la tertulia de Calderón la escena de los israelitas en el

desierto que más se ha repetido en el mundo: la adoración del becerro

de oro (PV, OC, 11-192).

De nuevo en la voz del narrador, y de nuevo referida a una situación

en que Salabert aparece rodeado de admiración incondicional, se repite

más tarde su identificación con el becerro de oro:

El duque, rodeado siempre de un grupo de fieles, se dejaba atufar a golpes

de incensario, soltando a largos intervalos algún gruñido espiritual

que los electrizaba, les hacia prorrumpir en exclamaciones de alegría. Las

señoras eran las que más se distinguían por su entusiasmo. El genio especulador

de Salabert les infundía vértigos de asombro, como si se pusiesen

a calcular cuántos vestidos podían comprarse con sus millones. ( ... 1

Sus chistes brutales, lo mismo caían sobre los hombres que sobre las

señoras. Gozaba en la ostentación bárbara de su fuerza. Si aquellos sus

devotos admiradores se dejaban humillar tan pacientemente no dándoles

nada, ¿qué no sucedería si repartiese entre ellos sus millones, si el becerro

de oro comenzase a vomitar monedas? (PV, OC, 11-307).

Por su parte, en Torquemada en el purgatorio, don Francisco es equiparado

al becerro de oro en boca de Rafael del Aguila, que con vistas a

su próximo homenaje, le propone pronunciar un discurso en que se incluye

lo siguiente:

Puesto que vosotros arrojáis a un lado la dignidad, yo arrojo la modestia,

y os digo que me tengo bien merecido el culto de adulación que me tributáis

a mí, reluciente becerro de oro. Vuestra idolatría me revolvería el estómago

si no lo tuviera bien fortalecido contra todos los ascos posibles.

¿Qué celebráis en mí? ¿Las virtudes, el talento? No; las riquezas, que son,

5 GERALDlNE M. SCANLON, «Torquemada: "Becerro de oro"», Modern Language Notes,

vol. 91, núm. 2, 1976, págs. 265-276.

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en esta edad triste, la suprema virtud y la sabiduría por excelencia (PO,

OC, 11-1525).

Es notorio que se trata de una situación paralela a las que cimentaban

la equiparación Salabertjbecerro en La espuma: don Francisco va a

recibir un homenaje colectivo y podría explicar la exagerada reverencia

que le profesan equiparándose al ídolo de una falsa religión: la del dinero.

La equiparación Torquemada-becerro de oro se mantiene poco más

adelante de nuevo en boca de Rafael: "Yo, que fui el mayor enemigo del

becerro, ahora le pido hospitalidad en su sacristía ... » (PO, OC, 11-1526).

En la obra galdosiana, el desarrollo de la identificación entre el nuevo

rico y el becerro de oro es anterior a Torquemada en el purgatorio; ya

en La loca de la casa (1892) 6 aparece esa comparación en boca de

distintos personajes, en distintas escenas de la obra, y siempre con el

mismo valor de referencia a una exagerada atención hacia el rico Cruz o

su dinero. En el acto primero, escena V, la tía Eulalia alude a "Estos

hombres descreídos, metalizados, idólatras del becerro de oro ... » (PO,

OC, 111-429); el agente Huguet adopta la metáfora irónicamente y explica

sobre las consideraciones pecuniarias:

-Eso se deja para nosotros, los adoradores del becerrito. Estas señoras,

cristianas bien curtidas, conservan sus almas en vinagre, o sea en el desprecio

de las riquezas (PO, OC, I1I-4.31).

De nuevo, en al acto tercero, escena VII, Eulalia pide a su hermano

que se aleje del rico Cruz:

-Hermano querido, no adores más al infame becerro (PO, OC, 111-460).

La utilización sistemática de la metáfora del becerro se produce, por

tanto, en la obra de Oaldós con anterioridad a su explotación en Torquemada

en el purgatorio. Y precisamente, con el mismo valor significativo

que en este relato -un feroz nuevo rico es objeto de idolátrica reverencia

social- la hemos hallado en la novelística de Palacio Valdés.

Ninguno de los dos inaugura sin embargo la explotación novelesca de

la expresión "becerro de oro» 7 en relación con la adoración de la riqueza:

esa metáfora se reitera en la obra de Pilar Sinués titulada precisamente

El becerro de oro (1875) 8. En ella, la fascinación ejercida por la rique-

6 ROBERT R!CARD, Aspects de Qaldós, París, Presses Universitaires de France, 1963,

pág. 62, señala la separación cronológica habida entre Torquemada en la hoguera

(1889) y el resto de la serie, que aparece entre 1893 y 1895; además observa que entre

la primera y segunda novelas del ciclo, Galdós publicó Realidad (1889), Angel Querra

(1890-91), Tristana (1892) y La loca de la casa (1892). JOAQUÍN CASALDUERO, Vida y obra

de Qaldós, Madrid, Gredas, 1974, 4. a ed., págs. 114-15, hace hincapié en las diferencias

existentes entre la primera novela y el resto de la serie.

7 La utilización popular de esa expresión para referirse a la riqueza viene atestiguada

por MARÍA MOLINER, Dkcionario de uso del español, Madrid, Gredas, 1986, que, bajo la

entrada "becerro», recoge: "El becerro de oro (fig.) Las riquezas».

8 Se trata de una novelista moralizante en que una de las dos jóvenes protagonisV

CONGRESO GALDOSIANO _

za, la adoración al becerro de oro, se liga al conflicto central, pero no

aparece personaje alguno como encarnación de ese becerro de oro ni

como objeto de idolatría colectiva.

Así, a principios de la década de los noventa, Palacio Valdés y Galdós

coinciden no sólo en su crítica a la idolatría del dinero, sino además en

la construcción de una figura novelesca que encarna al becerro de oro:

Antonio Salabert (1890) y Francisco Torquemada (1894: Torquemada en

el purgatorio).

Pese a las evidentes semejanzas entre la construcción de Salabert y

la de Torquemada, también hay diferencias notorias. Palacio Valdés presenta

a Salabert como figura repugnante sin paliativos: escupiendo en la

alfombra ajena para fastidiar (PV, OC; 11-192), escamoteando la herencia

a su propia hija (Cap. VII), soliviantando el ánimo de su mujer agonizante

(Cap. VII), envileciéndose en el vicio de la lujuria (PV, OC, 11-223) ... Y

hasta incapaz de idear sus propias maniobras financieras (PV, OC, 11-215-

7), de lo cual resulta que su enriquecimiento es en realidad producto de

las iniciativas de otros. Salabert, el riquísimo avaro, es de una maldad sin

fisuras y de una grosería contumaz; no hay en él asomo de duda, ni afecto

ninguno; no hay asomo de conciencia moral (PV, OC, 11-216). El lector

ha de suponer que se enfrenta a un personaje bestial. Le ha' siQO. -n~a-:

do todo rasgo capaz de humanizar su retrato. - -. '> • .

Torquemada, al igual que Salabert y otros avaros literarios, es también

mezquino de espíritu y de físico poco atractivo 9; de hábitos no limpios

en lo doméstico e incapaz de dejar escapar un real que pase por delante;

pero su prurito utilitarista, su completa entrega al afán de lucro, su

absoluta alienación, lo convierten en un personaje atormentado y patético,

que despierta la compasión del lector 10. Torquemada aparece como

víctima de sí mismo, y como resumen y caricatura de toda una época.

su vacobulario y expectativas recogen los lugares comunes, los tópicos

vigentes, revelando simultáneamente la degradación de valores que padece

la sociedad de su tiempo. En esta figura, Galdós no se ha limitado

a mostrar los rasgos repelentes y ridiculos visibles desde el exterior; ha

ido más lejos que Palacio Valdés, y sin detenerse en lo meramente aparenciaL

ha señalado las grandes contradicciones sociales que- convierten

la vida de Torquemada en un largo tormento íntimo. Torquemada, tras

tas pierde la virtud a causa de su insensata afición a la riqueza, mientras que la otra,

laboriosa y resignada, logra bienestar y feliz matrimonio. He hallado las reiteradas alusiones

al becerro de oro en PILAR SINUÉS, El becerro de oro, Madrid, Victoriano Svárez,

1910, págs. 170, 173 Y 184. .

9 Características habituales en el usurero de ficción y que responden a la memoria

literaria común. V. al respecto P. MANUEL SuÁREz, "Torquemada y Gobseck", Actas del I1

Congreso Internacional de Estudios Galdosianos, Las Palmas, Excmo. Cabildo Insular de

Gran Canaria, 1980.

10 ARTHUR L. OWEN, "The Torquemada ofGaldós", lIispania, 7,1924, págs. 165-170,

Y RICARDO GULLÓN, l'sicologías del autor y lógicas del personéUe, Madrid, Taú~··l979 .. cap.

IV, han destacado los aspectos que en la caracterización de Torquemada contribuyen a

humanizar la figura y aproximarla al lector. . ~ ~< ,.

-."

t

_ BIBLIOTECA GALDOSIANA

una larga y penosa evolución, de la que el autor consigue dar cuenta con

enorme sutileza, muere frente al lector, que puede suponerlo condenado

o no; Salabert, cuya antipatía impasible no se ha alterado a lo largo

de toda la novela, como consecuencia de una desgraciada convergencia

de sucesos -muerte de la esposa, revés económico, desafecto de la

hija, rebelión de la amante-, sufre una conmoción repentina y sus facultades

mentales quedan reducidas a las de una bestia. La espuma se

cierra mostrando al antes glorioso Salabert en su definitiva condena:

sometido al capricho de los criados, que lo injurian y apalean. Palacio

Val dé s antepone su intención de condena moral a cualquier otra consideración,

y nos permite ver, sólo desde fuera, a una figura monobloque

y repelente 11.

Junto a la crítica social de la oligarquía madrileña y a la denuncia de

la idolatría del dinero, tanto en la serie Torquemada como en La espuma

se recoge otro de los temas generalizados entre los novelistas de la Restauración

12: la decadencia de la familia aristocrática. En la serie Torquemada,

la profunda miseria al bárbaro usurero para sobrevivir, muestran

esa decadencia; en La espuma, los vicios y corrupción de la vieja aristocracia

se encarnan en varios personajes, y particularmente en Pepe Castro,

ocioso, soberbio, arruinado por el juego, los caballos y los amores

mercenarios, y sostenido econt:>micamente por su amante.

En ambas novelas, estos ejemplares de la decadencia aristocrática

rehacen su situación económica por el procedimiento de aliarse con la

nueva élite del dinero: Fidela del Aguila saca a su familia de la miseria

casándose con el enriquecido Torquemada; Pepe Castro lo hará atrapado

a la heredera de un nuevo rico: Esperancita Calderón. Y en ambas

novelas, la alianza entre la nobleza decadente y la nueva riqueza es aludida

con la expresión «tomar estiércol.. o «estercolar ...

En La espuma, Pepe Castro intenta recabar ayuda de su reaccionaria

y noble tía, la marquesa de Alcudia, para acceder a un matrimonio que

lo sacará de la penuria. Halagando los prejuicios de clase de la aristocrática

señora, denomina «tomar estiércol .. (PV, OC, 11-185) al hecho de contraer

matrimonio con una linda y riquísima millonaria, una niña sin títulos

pero capaz de alejar el fantasma de la ruina.

En Torquemada en la cruz (1893), el usurero Torquemada piensa: «La

aristocracia, árbol viejo y sin savia, no podía ya vivir si no lo abonaba

(en el sentido de estercolar) el pueblo enriquecido .. (PO, OC, 11-1404). En

Torquemada en el purgatorio (1894), aludiendo a su propia boda con

11 La benevolencia cordial de Palacio Valdés hacia sus figuras novelescas se convirtió

en un tópico critico: véase por ejemplo el artículo de ANDRtS GONZÁLEZ BLANCO, "El

patriarca de la novela española. Don Armando Palacio Valdés», Nuestro tiempo, núm .

.307, agosto, 1924, págs. 149-165. Sin embargo, A. PSEUx-R!CHARD, "Armando Palacio

Valdés», Revue Hispanique, XLII, 1918, pág . .387, ya destacaba el tono excepcionalmente

ácido de La espuma.

12 Según han mostrado NARCISO ALONSO CORTÉS, "De La Montálvez», Boletín de la Biblioteca

de Menéndez Pelayo, 19.3.3, XV, págs. 51-8, y HERlBERTO DEL PORTO, La decadencia

de la familia aristocrática en la novela española moderna, Ann Arbor, U.M.I., 1985.

V CONGRESO GALDOSIANO _

una aristócrata, comenta el miserable avaro protagonista: "No sé qUIen

dijo que la nobleza esquilmada busca el estiércol plebeyo para fecundarse

y poder vivir un poquito más .. (PO, OC, 11-1543).

La identificación estiércol-dinero y precisamente con referencia a una

situación parecida -un individuo de la nobleza casa con un adinerado

plebeyo- se produce primero en La espuma (1890), de Palacio Valdés;

y se repite después en la obra de Oaldós. Pero lo cierto es que cinco

años antes, en Lo prohibido, el propio Oaldós había sugerido ya la capacidad

fertilizante del dinero 13: José María se complace en la elegancia de

Eloísa como en cosa propia, porque piensa que la había "fertilizado con

mi dinero .. (PO, OC, 11-268).

Así, la trayectoria literaria del estiércol, como la del becerro de oro,

parece larga y compleja, y contribuye a emparentar la serie Torquemada

con La espuma. Pero en la serie Torquemada, Oaldós ha tenido el acierto

de combinar la metáfora del estiércol con la del becerro en la figura

del protagonista: don Francisco es así el becerro (encarnación de la nueva

religión del dinero) que estercola (revitaliza la nobleza). Oaldós recoge

y anuda dos hilos fundamentales en el entramado socio-histórico de

la Restauración: el ascenso de la burguesía hasta la cúspide y el injerto

vieja nobleza/nueva riqueza. En el discur~o que Rafael del Aguila propone

a Torquemada, le conmina a decir: '

y mientras vosotros me aclamáis con delirio, yo mugiré, repito que soy

becerro, y después de felicitarme de vuestro servilismo, viéndoos agrupados

debajo de mí, me abriré de las cuatro patas y os agraciaré con una

evacuación copiosa, en el bien entendido de que mi estiércol es efectivo

metálico. Yo «depongo .. monedas de cinco duros y aun billetes de banco,

cuando con esfuerzo de mi vientre quiero obsequiar a mis admiradores. Y

vosotros os atropelláis para cogerlo; vosotros recogéis este maná precioso;

vosotros ...

Si bien Oaldós entreteje y estructura los elementos comunes con una

peculiar coherencia, las coincidencias entre sus novelas de Torquemada

y La espuma, de Palacio Valdés, son notorias y contribuyen a esclarecer

las relaciones literarias establecidas por ambos autores.

1.3 Nótese, sin embargo, que la identidicación entre el dinero (oro) y la inmundicia

(estiércol) es común "en todos aquellos casos en que dominan o perduran las formas

arcaicas del pensamiento, en las civilizaciones antiguas, los mitos, las fábulas, la superstición,

el pensamiento inconsciente, el sueño y la neurosis .. , asi como en el folklore

y las antiguas leyendas (SIGMUND fREUD, "El carácter y el erotismo anal .. (1908), en Obras

Completas, XIII, Psicologia de la vida erótica, Buenos Aires, Santiago Rueda ed., 195.3,

pág. 12.3). Por tanto, a la hora de valorar las relaciones habidas entre dos obras literarias

concretas es conveniente recordar que la asociación genérica estiércol/dinero se

halla honda y ampliamente arraigada en el patrimonio cultura colectivo.