V CONGRESO QALDOSIATiO

LA CORTÍUCOPIA

DEL TEXTO Y DE LA OBRA

Jean-Francois Botrel

Qlaidos fue canonizado en vida o

sea inscrito en el canon literario español (Qullón, 1990), siendo la públi

ca «distinción conferida al ingenio literario» el banquete del 26 de marzo

de 1883 celebrado en honor de Don Benito quien emblemáticamente pa

saría a denominarse «el insigne autor de los «Episodios Nacionales» K Tal

reconocimiento social y estético viene acompañado por una clara y agu

da conciencia por parte del propio Qaldós de ser autor de una obra, crea

dor de un «opus» que le lleva a proyectar simbólica y comercialmente

(crematísticamente) la idea de la Obra en la materialidad de las obras y,

en menor medida, en la forma del texto. Dentro de una doble proble

mática de una sociología de la producción cultural atenta a las leyes y

jerarquías propias del campo literario, a las estrategias de carrera que

orientan y a su traducción en las propias obras, según P. Bourdieu, y de

una sociología de los textos atenta a la movilidad de las formas que per

miten o favorecen un reempleo y una reinterpretación de aquellos por

los distintos públicos alcanzados según D. F. Mac Kenzie (1991), obser

vemos, pues, cómo las estrategias del creador-editor encuentran o no

una validación en el público-lectorado, un ideal o una realidad que pue

de traducirse en la alegoría de la cornucopia, mítico cuerno de Almatea

que se llena de cuanto desea su poseedor o dorado motivo de adorno

que rebosa de flores y frutos para su propietario, interpretando todos

aquellos indicios cosechados en los archivos, libros o textos de Qaldós

o a él referidos que pueden permitir tal pertinaz, pero acaso nueva

aproximación.

Ya en 1879, al despreciar el menosprecio de la crítica periodística

«que no ayuda en lo más mínimo en fundar la reputación literaria», Qal

dós opone la fuerza o el poder de la «masa», del efecto de «masa», desta

cando que «es imposible de dejar de decir algo de quien ha aparecido

veinticuatro veces en los escaparates de las librerías» (Cartas, 1970). Se

1 Como puede comprobarse analizando las reseñas periodísticas de los estrenos tea

trales de Qaldós recopilados por Ángel Berenguer (1988).

31 BIBLIOTECA GALDOSIAFiA

notará esta primera (?) autocontemplación a través de la puesta a distan

cia de la tercera persona («quien») y de la metonímica proyección de la

persona en la obra, al autoexponerse en los escaparates... Entonces es

cuando empieza a manifestarse públicamente el deseo de verse impreso

de otra manera: «cuánto daría yo, escribe en 1879, por ver una edición

bonita y elegante de esta obra» (Armas Ayala), antes de concebir la em

presa magna de publicar los «Episodios Nacionales» (las dos primeras

series) en una edición «costosísima», empresa «casi superior a sus fuer

zas» (Cartas, 1943) que «va a ser cosa buena y no vista» y ha de ser

«nuestra salvación», según escribe en agosto y octubre de 1880 a su

socio Miguel Honorio de Cámara. Se observará cómo a los aspectos es

téticos y sociales de la cosa (las apariencias) está íntimamente asociado

el valor comercial del producto (o sea la sustancia), preocupación nota

ble ya en Qaldós quien, en 1880, proclama que está «decidido a ganar

mucho o abandonar para siempre las letras» (carta a Cámara del 5-10-

1880). Así, pues, nos encontramos ante una doble aspiración al reco

nocimiento, vía la escala muy zolesca del dinero que puede producir el

trabajo y la erección de un monumento editorial a su propia obra 2 a tra

vés de la edición ilustrada de sus Episodios versus la edición que, en

adelante, pasara a denominarse «económica».

Fuera de los testimonios de Julia Mélida y de las consabidas referen

cias al «fracaso económico» de la empresa (García Bolta, 1982), no cons

ta que haya habido interpretaciones del significado de la empresa como

intento de engrandecimiento del Qaldós-persona por el Qaldós-individuo

y, por consiguiente, como autoproyección de la idea de la obra en el ser

material la forma editorial y tipográfica de una obras al vestirla «con

magníficas galas»: «estos 20 libritos que durante ocho años han andado

por ahí feos y desnudos sin más atavío que la dalmática nacional, tan

venerable como abigarrada humildes entonces ganaron tus favores; cor

tesanos ahora, se creen con derecho a obtener tu privanza» escribe Qal

dós «Al lector» en 1881, en el primer fascículo de los Episodios naciona

les Ilustrados.

El cambio de estatuto del texto «Episodios Nacionales» se produce

fundamental y espectacularmente con la introducción en el propio texto

de otro texto, de un «texto gráfico» (Miller, 1989) o sea, de un comenta

rio icónico bajo forma de ilustraciones con dibujos encargados a unos

lápices o punzones del establishment, Arturo y Enrique Mélida «artistas

de universal reputación» según el editor, cuya notoriedad y superficie

social están ya fuera de lo corriente en la España (o el Madrid) de la Res

tauración. Aquí pudo interferir también el exitoso modelo de la edición

ilustrada de los «Romans nationaux» de Erckmann-Chatrian por Hetzel en

una época en la que, según palabras de Pereda en 1881, tal empresa es

2 Monumental es el calificativo que aparece en el prospecto de los Episodios Nacio

nales Ilustrados: «Los editores de esta obra, verdaderamente monumental, creen...».

V CONGRESO GALDOSIANO

aún un caso raro en España 3, por lo menos para novelas contempo

ráneas ya que en Cataluña una casa como la de Montaner y Simón ya

acostumbraba asociar las ilustraciones a los clásicos y demás obras de

prestigio con unas tapas o encuademaciones que La Guirnalda tendrá

precisamente que encargar a la casa Domenech en Barcelona 4.

El ropaje de la obra es precisamente lo que, con el formato, más con

trasta con su otro y anterior aspecto: la presencia física del libro se ha

hecho más notoria con una duplicación del tamaño (de 17,5 ó 18 cm.

por 11.5 ó 12 a 26.5 por 17) y una vestidura de gala con profusión, «a

modo de lujo barato», de dorados en el lomo y en las tapas de «chagrín

legítimo» y las planchas con león rampante y coronado en un rombo de

plata con acompañamiento de hojas de encina y bellotas realizadas por

A. Mélida 5. Hasta las cubiertas de cada entrega o cuaderno «estampadas

al cromo» son «artísticas» con su león rampante colorado y sus adorna

das letra blancas y negras (cf. figura núm. 1) y también sirve un león para

el anuncio de los sucesivos títulos o de las informaciones editoriales (fi

gura núm. 2).

Pero donde seguramente culmina el proceso consciente de ennoble

cimiento de los «Episodios nacionales» y de su autor es con la realización

por Mélida y por expreso encargo de Qaldós del emblemático escudo: la

muy clásica esfinge que remite a un mito en el que se reconoce el mis

mo Qaldós (cf. figura núm. 2). A partir de la publicación de Fortunata y

Jacinta ésta figurará también en las ediciones de las «novelas españolas

contemporáneas» como reivindicación y sello de una obra.

Si añadimos a todo esto que en la nueva presentación de los Episo

dios cada tomo reúne dos títulos, consta de 360 a 450 páginas con ti

pos de cuerpo superior a las ediciones «económicas» y holgura en los

blancos de los márgenes y capítulos que empiezan en las paginas impa

res y no seguidamente, podemos suponer que todas esas convenciones

tipográficas tienen una función expresiva y conllevan la construcción del

significado: «organizados por una intención, la del autor o del editor, es

tos dispositivos formales están orientados a enmarcar la recepción, a

controlar la interpretación, a cualificar el texto; como estructurantes del

inconsciente de la lectura son los soportes del trabajo de la interpreta

ción» (Chartier, 1991); una nueva «puesta en libro del texto» a la que, en

3 «Verdaderamente va usted a jugar un albur en el negocio; y aunque también es

cierto que la obra se presta maravillosamente a él por su índole y su popularidad, eso

de ver entrar las partidas por medio millón de reales y salir por medios duros tiene tres

perendengues» (carta a Qaldós de 26-3-1881, apud. Armas Ayala 19, pág. 79).

4 En una carta a Qaldós del 4-5-1882, alude Pereda a las pruebas de las tapas envia

das por Domenech (apud Ortega (1964), pág. 79).

5 Existen ya en 1876 ejemplares encuadernados industrialmente en tela de los Epi

sodios nacionales, donde se da por primera vez la costumbre de reunir dos títulos bajo

una misma cubierta. Posteriormente se ofrecerán tapas más sencillas («se han suprimi

do dorados al lomo porque resultaba demasiado para una obra seria» afirma el sobrino

de Qaldós el 15-2-1897), con el escudo español y la mención «Episodios nacionalesdorados.

BIBLIOTECA GALDOSIANA

nuestro caso, Qaldos quien intenta controlar el «texto gráfico» lo mismo

que el texto verbal» 6, ha querido añadir un elemento nacional y perso

nal, haciendo un monumento de lujo a la gloria de su patria y de sí mis

mo: «no quiero renunciar a la parte de gloria que me toca en esta obra

editorial de relevante mérito» escribirá Qaldos en 1885, en el postfacio a

sus Episodios Nacionales Ilustrados. Tendremos luego que preguntarnos

si a la intención del autor y del editor ha correspondido el público, ele

mento imprescindible para la realización de la idea...

Doce años después del fin de dicha experiencia editorial, la recupera

ción por Qaldos de la absoluta propiedad (intelectual y material) de su

obra (son ahora 55 títulos) le suministra otra oportunidad de unificar la

idea de la obra con la materialidad de las obras a través de una expe

riencia limitada en el tiempo (de 1897 a 1904) como se sabe de autoedición

bajo la razón social «Obras de Pérez Qaldos» y al estudioso de ver

cómo se confirma una relación de tipo narcisista de Qaldos con su obra.

Con el mismo poder manifestado al delimitar en su propia producción

una época (para las novelas de la primera época) el nuevo escudo, con

el mismo lema (Ars natura Veritas), pero con una esfinge modernizada,

con un busto y una cara de mujer contemporánea, de perfil, con trenzas

atadas y alas alzadas y «rizadas» (cf. figura núm. 2). marca una nueva

época con la fecha 1897 que sustituye a la de 1881.

Dicho sello-esfinge debió de representar mucho para Qaldos ya que en

1902 encargará un nuevo sello, siempre con esfinge, a Arturo Mélida

«para ostentarlo —escribe el 14-9-1902— en libros y papeles administra

dos y manejados» (Mélida); la muerte de Mélida no permitirá la realiza

ción de esta tercera versión. Pero sin esperar a que las nuevas ediciones

permitan proclamar la nueva razón social y emblema en letras de mol

de, sabemos que con sello en tinta y etiquetas pegadas las antiguas edi

ciones de La Guirnalda resultan rápidamente apropiadas y rebautizadas

(Hernández Suárez, 1972, 253-255).

Otro detalle revelador de esa voluntad por parte de Qaldos de apro

piarse su obra y de afirmar su preeminencia es que en las cubiertas y

portadas el nombre del autor empiece ya a preceder el título, o sea, que

en vez de leer «Episodios nacionales por B. Pérez Qaldos» leamos «B.

Pérez Qaldós/Episodios nacionales... o B. Pérez Qaldós/novelas Españo

las Contemporáneas-Casandra...

La edición de carteles en colores «con todas las obras», la mención

casi sistemática de «esmeradamente corregido» en las nuevas impresio

nes, con menos páginas por lo común que las anteriores, pero sin ruptu-

6 Por lo menos al principio, según consta por las «calamitosas» visitas nocturnas

hechas a Arturo Mélida o esta recomendación: «lo hace Vd. en papel de media tinta?

Creo que sería conveniente para variar... si puede ser, convendría que metiera Vd. en

algún lado las armas de Inglaterra. No olvide que el título ha de estar comprendido en

la estampa» (Mélida). Se notará, por otra parte, la voluntad de ruptura con las tradicio

nales láminas de la novela por entregas y la utilización de los grabados insertos en el

texto.

V CONGRESO GALDOSIANO

ra notoria en la estética tipográfica que como sabemos serán clásicas

hasta después de la muerte de Qaldós o el proyecto de Almanaque-anun

cio con una viñeta para cada mes dibujada por A. Mélida (cf. figura núm.

5), son otros tantos indicios de esa tentación cosmogenésica para su

propio universo que creemos encontrar en Qaldós y culmina en la muy

cuidadosa puesta en escena de su obra que supone la instalación de la

librería en el núm. 132 de la calle Hortaleza.

En las cartas de Qaldós a Mélida publicadas por la hija de éste, encon

tramos confirmada la voluntad de asociar la imagen de Qaldós con Espa

ña, a través de su animal emblemático, el león, «insignia y timbre del

pueblo español»; así lo prueba el «remedo de leones como ornamenta

ción de la portada o la sugerencia (al verso) de que el número de la casa

se ponga «en un blasón que sostengan los leones», aquellos mismos leo

nes rampantes dibujados por el propio Qaldós para «los paramentos de

1.20 de ancho por dos de alto» para su chalet de Santander

La voluntad de dotar sus obras de un «estuche» digno de la idea que

de ellas se hace queda confirmada por el resultado final de la librería

diseñada por Mélida (cf. figura núm. 2). y realizada por el «espejo» de

los carpinteros Galo Cuervo: es, según Madrid Cómico de 20-2-1898,

que publica una foto, una «artística muestra de madera pintada que en

cuadra las ventanas de un piso bajo. En letras de oro sobre fondo ne

gro, se lee: Obras de Pérez Qaldós y entre los huecos de las ventanas

en anchos cartelones, se ven los títulos de las obras del maestro». Lo

costoso de la realización (como la edición ilustrada de los Episodios

Nacionales) evocado por el propio Qaldós («todo lo que sea gastar mu

cho dinero me pone carne de gallina») no será remora para que se cum

pla la voluntad de Qaldós gracias al espíritu de sacrificio de Mélida y del

carpintero...

Otro proyecto de Qaldós también relacionado con sus obras acentúa

la impresión aludida de que existe en él el deseo de adueñarse como un

demiurgo de todo el mundo que rodea su obra para darle la máxima

coherencia física: a partir de la idea indicada por Mélida de un timbalero

a caballo para presentar un anuncio, Qaldós guía literalmente la mano

del artista al presentarle un dibujo del atabalero a caballo «de frente así»,

prosiguiendo: «Por supuesto cuide de dejar un espacio cuadrangular aba

jo para el texto. En el dibujo no ponga más letras que las de Benito Pé

rez Qaldós. Episodios ilustrados.

Puede dejar abajo dos huecos laterales que llenara la composición

tipográfica.

Que la reducción sea al tamaño de Blanco y negro y con este mismo

dibujo haremos un cartel grande para las esquinas en colores y en grue

so», y el 31 de octubre le transmite más consignas: «Me parece muy bien

y muy feliz la idea de la puerta de hierro, retorcido con el nombre y títu

lo. Pone usted en los timbales los lemas del oscurantismo y la libertad

con los emblemas que usted crea más al caso y el espacio para la letra

quede en la proporción que resultó/en el croquis que usted me envía.

BIBLIOTECA GALDOSIANA

Supongo que será una cartela arrollada a los extremos «(lo acompaña

con un dibujo); pero no termina aquí la prescripción sino que Qaldós

insiste para que se vea» ya que no las patas, el pecho del caballo con el

lujoso arreo delantero que es de rigor»: de nuevo la idea de lujo y pres

tigio asociado con el arreo y el emblemático caballo y atabalero que da

de por sí una nota clásica y casi regia al anuncio (cf. figura núm. 2).

Sabemos por otra parte que al mismo tiempo que el autoeditor contem

pla los medios de dar nueva y mejor marcha al negocio, peculiarmente

al de los «Episodios Nacionales Ilustrados» con una abundante campaña

publicitaria en la prensa de Madrid y de provincias (cf. García Bolta,

1982) y la instauración de un sistema de cupones, está imaginando la

edición de una Gloría ilustrada (las ilustraciones de Mélida ya están he

chas) y también de Doña Perfecta, lo mismo que, según su sobrino, la

tercera serie de los Episodios había de merecer una edición ilustrada «de

la misma forma que los actuales».

La falta de recursos debida, entre otras razones, a la escasa respues

ta del público de Qaldós acabará con tan recurrente idea, pero interesa

comprobar como Qaldós no deja de asociar la forma tipográfica a la idea

de la obra que a todas luces ha de merecer todos los signos y detalles

de un lujoso y noble clasicismo real y nacional con escudo, esfinge,

oros, leones, coronas y atabaleros, muy distante, pues, del aspecto aus

tero y «económico» de las primeras ediciones de las primeras novelas y

episodios del plebeyo novelista.

Otra dimensión, más o menos explícita, es la del reconocimiento eu

ropeo de la obra galdosiana: sabemos por confesiones del propio Qaldós

que fue esta una gran ilusión suya poco correspondida, sobre todo en la

Francia de Zola, y llama la atención la expresa mención, en 1899, que

de las traducciones de Doña Perfecta se hace en la sexta edición de El

terror de 1824 (Hernández Suárez, 1972, 257).

Al contrastar tan pertinaz preocupación por el ambiente de la obra y

por decirlo así su «puesta en escena» o su escenografía, con la peculiar

problemática de la sociología de los textos a que nos referimos, no deja

de extrañar el que aquélla no tenga una clara correspondencia a nivel de

los textos y casi menos aún a nivel del público.

En efecto, aun cuando, como queda probado con los minuciosos es

tudios de Whiston (1983), Arencibia (1987) y M. López-Baralt (1992) y

demás, la génesis del texto en el manuscrito, pero también en las gale

radas y su fijación suponen por parte de Qaldós una importante atención

e inversión de tiempo para llegar a una versión «autorizada», también es

de notar que, a diferencia de Pereda, Clarín o después Juan Ramón,

Qaldós, diciéndolo con palabras suyas, «no se entretiene demasiado en

estos perfiles», «sería demasiada inocencia» añade, y para Francisco Yndurain

«la copiosa obra de Qaldós, su naturaleza —la de su obra— no

consentían ni necesitaban con exigencia perentoria lima y bruñido que

la acicalasen hasta el preciosismo» (apud Arencibia, 1987).

Sin llegar a afirmar por falta de registro de toda la información dispoV

CONGRESO GALDOSIANO

nible (peculiarmente las cartas a Gerardo Peñarrubia vistas por Shoemaker)

que el «no estilo» afecte también a las formas tipográficas, fuerza

es de comprobar que no menudean alusiones al respecto en los docu

mentos disponibles: alguna vez da Qaldós indicaciones precisas sobre la

puesta en forma tipográfica de su texto al pedir por ejemplo que se au

mente una línea a esta página o a la anterior para que en lugar de ser 4

como hay sean 5 (páginas) (en las pruebas de imprenta de Fortunata y

Jacinta), pero su interés por el frasco (la «fióle») no parece mayor, hasta

tal punto que según sugiere Enrique Miralles en un trabajo inédito sobre

«Qaldós esmeradamente corregido-, encargue a una tercera persona (Gerardo

Peñarrubia tal vez) la tarea de limpiar su texto, el que hasta des

pués de su muerte no había de sufrir enmiendas ni rectificaciones, sin

que, por otra parte, se den nuevas opciones tipográficas ni respecto al

tamaño ni respecto la presentación del texto (los capítulos siguen sien

do presentados seguidamente, por ejemplo, en el caso de los Episodios

Nacionales y novelas a dos pesetas a diferencia de las novelas a 3 pese

tas).

nada parecido por lo visto al interés de un Pereda por la calidad del

papel que ha de servir para la reimpresión de sus obras (imitación

del de hilo que «ya tiene contratado») o por el «primor de arte tipográfi

co» que viene a ser sus Tipos trashumantes. Tio encontramos en su co

rrespondencia indicaciones como las que Clarín hace a su editor Manuel

Fernández Lasanta para la edición de El Señor y lo demás, son cuentos:

«debe de ser de letra clara y no pequeña. Bastantes, espacios; las divi

siones señaladas por estrella en el libro deben suponer página distinta»,

dibujando hasta la portada (cf. Blanquat, Botrel, 1981, 72 y nota 24).

Más bien encontraremos indicaciones sobre la marcha de la produc

ción con, al menos en dos ocasiones símiles que corresponden perfec

tamente con esta idea de masa acuñada por Unamuno al compararse

Qaldós con un vapor («ya están calientes las calderas y marcho a gran

velocidad») o con el forjador de obras en el «yunque» y, en opinión de

M. H. Cámara, con un árbol caracterizado por su savia aunque en una

referencia negativa («falta nueva savia», escribe el azorado editor)...

nada más lejos, pues, de los exquisitos detalles que pueden represen

tar la elección de un tipo o la presentación de una portada o cubierta

y contrasta ese aparente descuido con su preocupación por dibujar o

construir su imagen social, la patente, como si en la fama literaria que

dara algo de frustración sino compensada por otro tipo de reconoci

miento.

En cuanto al público de los «Episodios nacionales» que siguen siendo

en opinión de M. ti. Cámara «más positivo, conocido y seguro» se mostró

«frío y reservado» con respecto de la edición ilustrada y por lo que sabe

mos siguió siéndolo a pesar de los derroches de imaginación comercial

como si, según queda sugerido en otro estudio (Botrel, 1994), el público

de los Episodios de las dos primeras series no pudiera ser más ni otro para

un texto identificado con una forma tipográfica y una solución comercial

BIBLIOTECA GALDOSIANA

casi arquetípica 7; interesa ver que al iniciar la tercera serie el flamante

editor Qaldós se someterá al molde anterior en todos sus aspectos (inclu

so editoriales, por consiguiente) aun cuando no consiga recuperar el mis

mo nivel de audiencia que las dos primeras (Botrel, 1984-85).

Podría decirse, pues, que el intento por parte de Qaldós de dar otro

sentido a sus Episodios con una nueva puesta en libro no dio claros re

sultados y en cierta medida incluso fracasó 8, ilustración o confirmación

de las teorías arriba expresadas que también podrían ilustrarse a través

de la producción dramática de Qaldós o de sus novelas dramatizadas: de

la recomposición de La loca de la casa por una compañía teatral 9 hasta

la extrañeidad para el público galdosiano de las acotaciones en la nove

la dialogada (Botrel, 1994).

El mito de Qaldós, según la fórmula de J. Beyrie (1980), con «la cris

talización alrededor de su persona del entusiasmo o del resentimiento de

los partidarios o adversarios del orden nuevo» nos revela un imaginario

colectivo, pero también un imaginario muy privado, el del propio Qaldós

quien participa, consciente o inconscientemente, en la construcción de

su imagen y en el fortalecimiento y orientación de su mito y de su senti

do. Sin embargo, lo revelado por la peculiar intromisión de la idea más

o menos mítica de la Obra por parte de un demiurgo con visos de Pantocrator

de su microcosmos dentro del mundo de la España de la Restau

ración, nos enseña que si efectivamente «el paso de un texto de una for

ma editorial a otra puede trasformar separadamente o a una la base so

cial y cultural del público» (Chartier, 1991), la obra puede más que la

idea de la obra: Qaldós tenía una idea de su propio valor más amplia y

más halagüeña de la que le atribuyó el mercado sino la opinión, evoluti

va y varia ésta (Botrel, 1994) y la escala que acaba por imponerse no

permite, a pesar de lo impresionante del opus, encumbrarse como ínti

mamente lo apeteciera. La ley del público y del mercado mantiene sepa

radas las dos entidades de Qaldós y su obra sin permitir a ése apode

rarse íntegramente ni del valor ni del sentido de la obra que en cierta

medida no le pertenece: ésta puede ser la lección de la historia literaria

desarrollada en ese nuevo espacio intelectual y galdosiano que, como re

cuerda R. Chartier (1991, 11) permite «articular el estudio de los textos,

el análisis de sus formas y la historia de sus usos».

7 Llama la atención la voluntad de los editores de los Episodios nacionales Ilustra

dos de atribuirles de antemano un público «ecuménico»: «uno de esos libros que se ha

cen indispensable en todas familia española, los Episodios nacionales, que tanto agra

dan a los adultos, tienen encantos indecibles para los niños. No sólo interesan a todas

las edades sino a todas las condiciones y jerarquías. Su contenido no está en pugna con

las ideas de ningún partido político. Para que la nueva edición realice su objeto estará

al alcance de todas las fortunas» (Prospecto de los Episodios Nacionales Ilustrados).

8 En 1918 aún intenta Qaldós vender, anunciándolos en El Sol los ejemplares o

colecciones que quedan (más de 300 por lo visto) (Ortega, 1964, 111) y siguen siendo

de su propiedad.

9 Según consta en el ejemplar de Doña Enriqueta Palma (Primer apunte) con supre

sión de varios pasajes.

Y CONGRESO GALDOSIAHO

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Armas Ayala, Alfonso (....), «Qaldós y sus cartas». Papeles de Son Armadans, CXVIII, t. 40,

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Beyrie, Jacques (1980), Qaldós et son mythe, Lille, Atelier de Reproduction des théses.

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BIBLIOTECA QALDOSIANA

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Y CONGRESO GALDOSIANO

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BIBLIOTECA GALDOSIANA

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