EL AFRICANISMO DE GALDÓS •

EN AlTA TBITAUBN

María Isabel García Bolta

Aita Tettauen, sexto episodio de la

cuarta serie, fue escrito entre octubre de 1904 y enero de 1905. La primera edicíón

que se conoce es de 1905, año en el que se Llevan a cabo cuatro reimpresiones,

siempre a cargo de la empresa editorial de su autor, «Obras de Pérez

Galdós» en la calle Hortaleza, 132, de Madrid; no obstante, en vida de don Benito

aparecerá otra más en 1 año 1917, ésta por cuenta de la libreria y casa editorial

Hemando, lo que hacen un total de seis. Es decir, que junto con O'Donnell

son los dos episodios más editados de estas dos últimas series. Pero sobre el

tema de África escribe también Galdós en Carlos VI en La Rápita, obra que

publica el mismo año de 1905.

Sabemos por Robert Ricard 1 y por el profesor Sebastián de la Nuez 2 que

don Benito, antes de 1901 o bien a partir de ese mismo año, tenía la intención

de escribir sobre la guerra de África de 1859-1860. Por medio de la correspondencia

con el arabista español e intérprete oficial residente en Tánger. Ricardo

Ruiz Orsatti, conocemos su corta estancia en esta ciudad, así como su deseo

de visitar Tetuán, lo que no pudo realizar debido al mal estado de la mar. Así

pues, Galdós conoció una parte del territorio africano sobre el que escribió. Al

regreso de esta escapada de nueve días a Marruecos, comienza a redactar los

primeros capítulos de este nuevo episodio. Para ello contaba, entre otras fuentes,

con las facilitadas por el propio Orsatti.

Sobre este texto, Mta Tettauen, entendido como «problema» intentaré hacer

una lectura del africanismo de Pérez Galdós y obselVar el paisaje intelectual de

la época, si bien convencida de que se trata tan sólo de una nueva relectura o

aproximación, como queramos llamarla, y no del sentido o contenido único y

último de este episodio, como solemos buscar los lectores.

1 Cartas de Ricardo Ruiz Orsatti a Galdós acerca de Marruecos (1901-1910) en Anales

Galdosianos. University of Pittsburgh, año m, 1968, págs. 99-117.

2 «España y el Norte de África. Bases históricas de una relación fundamental (Aportaciones

sobre Melilla) .. , en Actas del Primer Congreso Hispano-Africano de las Culturas

Mediterráneas HFernando de los Ríos Urrutr (11 al 16 de junio de 1984). Universidad de

Granada; Excmo. Ayuntamiento de MeJilla.

_ BIBLIOTECA GALDOSIANA

Aita Tettauen consta de cuatro partes, distribuidas de la siguiente forma:

la "Primera Parte, Madrid, Octubre-Noviembre de 1859», con siete

capítulos; la "Segunda parte, África -de Ce uta al Valle de Tetuán: Noviembre

y Diciembre de 1859-Enero de 1860» tiene trece capítulos; la

"Tercera Parte, Tettauen, Mes de Rayab de 1276» se desarrolla en diez

capítulos y concluye con la "Cuarta Parte, Tetuán, Enero-Febrero de

1860», la más breve con tan sólo cuatro capítulos.

Galdós comienza a redactar este episodio a finales del mes de octubre

de 1904, acuciado por las deudas y con numerosas letras de cambio

en la calle. Son fechas en las que España, sumida en un "pesimismo

colectivo», con una política marcada por la debilidad de los partidos,

procede a la firma de uno de los tratados con Marruecos. El tema de

África estaba candente y D. Benito se aplicó a él.

¿Había un sentimiento africanista en España? ¿Cuáles eran sus características?

La conquista de África siempre había sido considerada por los

españoles como una empresa digna y memorable, de tal forma que desde

la época de la Reina Isabel la Católica, la lucha contra los infieles era

una de las obligaciones de los bautizados. Sin embargo, los primeros

contactos con el territorio africano vinieron guiados por el afán de conquista;

más adelante fueron simplemente rezones de vecindad las que

nos forzaron a vigilar nuestras fronteras y consecuentemente a una política

intervencionista en el Norte de África, aunque ésta no fuera la postura

unánime a finales del siglo pasado.

La política española en los últimos tiempos se había propuesto, en relación

con el norte de África, mantener las fronteras, defender sus enclaves en la zona,

asegurar la navegación y el comercio, así como permitir el estudio y reconocimiento

de África, sin olvidar la misión espiritual e incluso la labor pedagógica.

Porque las relaciones hispano-marroquíes, aparentemente corteses, se vieron

siempre empañadas por sacudidas violentas, debidas a la propia vecindad. Pero

a mediados del siglo pasado surge la idea expansionista y colonial, propiciada

por los intereses de otras potencias europeas en África; sin embargo, esta intención

no llegó a cuajar y el africanismo español fue más bien una necesidad y

un movimiento de defensa ante la expansión francesa.

Hay, pues, varias tendencias en relación con África, entre ellas la "intervencionista

» y la "abandonista», que ya venían desde el siglo XVIII, pero que agudizan,

a partir de un momento, sus posturas, y Donoso Cortés llega a decir: " ... si

asentar nuestra dominación en el África es para nosotros una cuestión de engrandecimiento,

impedir la dominación exclusiva de ningún otro pueblo en las

costas africanas es para nosotros una cuestión de existencia» 3. En un clima de

euforia, marcado por un marroquismo creciente y por la necesidad de escalar

puestos en la política intemacional se desarrolla la guerra de África, sobre la que

escribe Galdós a comienzos del año 1904 .

.3 Víctor MORALES LEZCANO, Africanismo y orientalismo en el siglo XIX. Madrid: Universidad

Nacional de Educación a Distancia, 1988, pág. 69.

V CONGRESO GALDOSIANO _

A esta mezcla de recuerdos victoriosos y de entusiasmos, se unen el

desánimo y el pesimismo reinantes a primeros del siglo y de ahí que comience

el episodio de Aita Tettauen con estas palabras:

"Antes de que el mundo dejara de ser joven y antes de que la Historia

fuese mayor de edad, se pudo advertir y comprobar la decadencia y ruina

de todas las cosas humanas ... Decaen los imperios, se desmedran las razas

... En fin, echando por delante estas retóricas, os dice el historiador

que la hermosura de la sin par Lucila ... » 4.

Pero de inmediato Pérez Galdós se suma al espíritu intervencionista

en Marruecos, con matizaciones, en los siete capítulos de la primera

aprte de Aita Tettauen: optimismo, gusto militar, afán de guerra, ganar al

moro la batalla, acción, y hasta supervivencia, con un reconocimiento de

que el vecino moro y el español eran como hermanos. En suma, reflejo

de la visión de los españoles, que junto a la del propio Galdós sobre

África van a caracterizar esta obra.

Un incidente en el otoño de 1859 le sirvió de motivo al General O'Donnell

para declarar la guerra. Los españoles, que levantaban tres fuertes para la defensa

de Ce uta, observan cómo unos moros derribaban el puesto de vigilancia

que las tropas de caballería habían montado para su protección. Luego estos

moros destrozan una y otra vez el escudo de armas de España, esculpido en la

línea divisoria, por lo que un nuevo altercado vino a sumarse a los muchos actos

de hostilidad y piratería. Se intentó poner paz pero los moros acechaban,

atacaban e insultaban a los españoles en las inmediaciones de las murallas, llegándoles

a llamar «gallinas» e incluso se atrevieron a hacer «aguas menores y

mayores» en los escudos que habían derribado, según relatan los atestados

referentes al asunto. Pero esto fue sólo la excusa que encontró O'Donnell, que

con habilidad, « ... conseguía de este modo encauzar las energías nacionales

hacia una empresa patriótica, desviándolas de la estéril y peligrosa lucha de

partidos» 5.

Galdós recoge primero el sentimiento de euforia:

"Yen esto ocurrió que un día de aquel mes y año (octubre de 1859) entraron

en la calle Jerónimo Ansúrez y don Vicente Halconero, este último

con el rostro encendido por ráfagas de entusiasmo que de los ojos le

salían, la voz balbuciente: "Lucila, hijos míos -exclamó, plantado en medio

de la sala-, declarada la guerra ... , la guerra ... de ... clarada en el Congre

... , ¿no lo creéis? .. greso ... Congreso levántase O'Donnell y dice:

"Gue ... al Moro guerra ... declarada por O'Donnelln 6.

y más adelante volverá repetidamente sobre el tema, reconociendo la

valía del General:

4 Aita Tettauen. Madrid: Libreria y Casa Editorial Hernando, S.A., 1954, págs. 5 y 6.

5 Antonio BALLESTEROS y BERETTA, Historia de Bspaña y su influencia en la Historia Universal.

Barcelona: Salvat Editores, S.A., 1936, La edición, tomo octavo, pág. 80.

6 Ob. cit., pág. 12.

_ BIBLIOTECA GALDOSIANA

"Buena será esta campaña -decía-, y debemos alabar al señor de

O'Donnell por la idea de llevar nuestros soldados al África; que así echamos

la vista y el rostro fuera de este patio de Tócame Roque en que vivimos

» 7.

y luego dirá:

"Lo que no tiene duda es que el buen señor se acredita con esta guerra

de político muy ladino, de los de vista larga, pues levantando al país para

la guerra y encendiendo el patriotismo, consigue que todos los españoles,

sin faltar uno, piensen una misma cosa y sientan lo mismo ... » 8.

Galdós había comprendido, como otros contemporáneos suyos, que

"el agravio» de .Ios moros "no era de los que piden reparación en sangre»,

pero que España necesitaba, interiormente, embarcarse en otras aventuras

que la alejasen de una posible guerra civil, que la mantuviesen unida

en torno al gobierno, y si además emprendíamos acciones en el exterior

que nos permitiesen codearnos con las potencias extranjeras y recuperar

en parte nuestro prestigio, pues mucho mejor. Los españoles se sintieron

unidos en esta intervención militar en Marruecos, y así dirá Galdós: "Los

partidos de oposición, deslumbrados por el espejismo histórico, cayeron

en el artificio» 9. Se encendía, pues, la vena patriótica en nuestro pueblo:

"Contra el pobre agareno iba el furor de pobres y ricos, de Clero y Nobleza,

de niños pequeños y niños grandes» lO.

Llegó la hora de los preparativos de la batalla y muchos sintieron la

llamada de la patria, sin distinción de sexo. Galdós pone en boca de sus

personajes este sentimiento. Halconero no sólo soñaba con la victoria en

Marruecos, sino que pensaba que los nuestros, de paso y "al volverse

para acá victoriosos debían dejarse caer como al descuido sobre Gibraltar

». Don Benito refleja así sus pensamientos que no eran otros que los

de recuperar para España lo que los ingleses nos habían arrebatado:

"Una vez dueños del famoso peñasco, quedaria bien zurcido aquel jirón

de la capa nacional, y ya podíasmos los españoles embozarnos muy a

gusto en ella» 11.

Pero en los primeros capítulos el escritor recoge también otros aspectos

interesantes; moros o infieles y españoles o cristianos, como los llama

indistintamente, son como hermanos, apenas los separa la religión y

la lengua, por eso en algún momento llegará a decir que esta batalla se

parecía más a una guerra civil. ,,¿Y cuántos españoles vemos que son

11 Idem, pág. 14.

8 Idem, pág. 30.

9 Idem, pág. 44.

lO Idem, pág. 44.

11 Idem, pág. 14.

V CONGRESO GALDOSIANO _

moros con disfraz de cristianos? .. 12. Aun en los celos y en otras varias

costumbres, cree el escritor que nos parecemos, quizá la diferencia estaba

en las modas que dominaban a los españoles, frente a los respetuosos

y conservadores moros para con sus constumbres.

La mujer aparece también con estos ideales de la guerra, incluso con

ganas de participar en ella, como es el caso de la Reina Isabel, que «Sentía

... no ser hombre para coger un arma y acudir a tan santa guerra .. 1.3; o

el de Lucila que disfrutaba con los preparativos para la batalla y deseaba

conocer todos los pormenores, aunque por ser mujer tenía que disimular

su fervor ante los suyos y especialmente ante su hijo.

Pero dos personajes serán los protagonistas del episodio: Gonzalo

Ansúrez, español renegado que se había establecido en Tetuán, dedicado

al comercio y que había llegado a ser un «moro .. muy considerado y

respetado, incluso por el propio Sultán; el otro es Juan Santiuste, nuestro

héroe ·problemático, que se siente llamado como buen patriota a

defender el solar español en África.

Es evidente que un sentimiento africanista, intervencionista impregna

esta primera parte de la obra galdosiana, si bien el escritor parece mantenerse

a una prudente distancia de lo que piensan sus personajes, y no

hay duda de que un cierto sabor romántico, con resabios orientales, se

esparce por todo el episodio. África es ese otro mundo en el que el fanatismo

religioso y el despotismo de sus gobernantes, junto al colorido

de lo extraño, misterioso e imaginario de un mundo soñado, domina a

sus habitantes. Sin embargo, las huellas del «Islam interior .. constituyen,

fundamentalmente, en Aita Tettauen, uno de los rasgos de ese africanismo

y orientalismo que, al decir del profesor Morales Lezcano, invaden la

época. «Las huellas del "Islam interior", por petrificadas que se encontraran

hacia la mitad del siglo XIX eran demasiado abundantes en las

siluetas de las ciudades y pueblos, medinas y minaretes, alcazabas y alcázares,

fuentes y jardines, como para pasar desapercibidas ..... 14. Si a

esto unimos los siglos de convivencia en la España peninsular y el importante

sustrato lingüístico del español, nos explicaremos ciertos comportamientos

históricos, así como esa facilidad para adoptar rápidamente

las costumbres y las formas de vida de los moros, como le ocurre a

Gonzalo Ansúrez, que dificilmente se le puede reconocer como español,

pero ¿de qué lado estará Ansúrez? Problema que Galdós plantea al comienzo

de la obra, cuando Vicentito, el hijo de Lucila, la interroga:

"Madre -le decia-, y ahora, con esta guerra, ¿qué hará mi tío Gonzalo

Ansúrez, que se hizo moro antes de que yo naciera, mucho antes, y allá

vive como un príncipe? .. 15.

12 Idem, pág. 15.

1.3 Idem, pág. 44.

14 "La "imaginería" orientalista en España .. , en Tánger. Bspace imaginaire. Rabat:

Université Mohammed V; Tánger: Université Abdelmalek Es-Saadi, 1982, pág. 123.

15 Idem, págs. 16 y 17.

_ BIBLIOTECA GALDOSIANA

Lucila preocupada por esta inteligente cuestión consulta a su padre,

quien sin titubear le responde que Gonzalo no traicionará a los suyos, los

moros, porque aquél se ha instalado en Tetuán Hvive considerado de

grandes y chicos, y el mismísimo señor Sultán le llama su amigo ... » 16.

Abundan en el texto de la obra bastantes ejemplos de este orientalismo

africano o mejor marroquí:

«En el enjambre bullicioso distinguí las rudas facciones del bereber, de

ojos encendidos y ágiles movimientos ... ; vi al árabe de Oriente, cuyo rostro,

de belleza descarnada, trae a la memoria la imagen del Profeta, de

fina tez, fácilmente reconocido por su compostura aristocrática. ¡Y qué

variedad de trajes y atavíos! ... Aquí veo la rica variedad de colores que me

dice los gustos de cada tribu y de cada país» 17.

Pero Juan Santiuste llega a Ceuta y desembarca con mal pie, lo mismo

que le debió suceder a don Benito, a causa del mal estado de la mar

y por ello a los constantes vaivenes del barco, de tal forma que Hllegó a

sentirse como un pellejo vacio que no podría jamás tenerse en pie ... ».

Sin embargo, Hla mirada de las hembras levantó un poco su espíritu y le

entonó el desmayado cuerpo» 18. Pronto nuestro hombre, que es la voz y

el sentir de Pérez Galdós, comienza a distinguir la realidad de su Hloca

fantasía» y como Pedro Antonio Alarcón lo hiciera en su Diario de un testigo

de la guerra de África, se dispuso a cumplir con la promesa hecha a

Vicentito y a Lucila de escribirles puntualmente, contándoles lo que en

aquellas tierras sucedía. Mas al poco tiempo contempla con dolor los primeros

heridos y muertos y H.. . sintió la misma lástima ante los muertos

berberiscos- que ante los cristianos» 19.

Poco a poco la inevitable violencia de la guerra le va desilusionando

a la vez que le hace sufrir, hasta llegar a expresiones como ésta: HSOy español

de paz, por no decir moro de paz» 20. Es curioso su encuentro con

Pedro Alarcón el cronista y autor de una de las fuentes que Galdós utilizó

para este episodio. Don Benito, por boca de Santiuste, y Alarcón, a

través del personaje de este nombre, Perico, sostiene en varias ocasiones

conversaciones dispares sobre la guerra que van a marcar las

diferencias entre uno y otro, así como nos van a ir descubriendo el africanismo

de Pérez Galdós que no debió compartir la intervención militar

en África. Decía Santiuste a Perico:

« ... yo sostengo que la guerra es un juego estúpido, contrario a la Ley de

Dios y a la misma Naturaleza ... al ver en estos días el sinnúmero de muertos

destrozados por las balas, no he sentido más lástima de los españoles

que de los moros. Mi piedad borra las nacionalidades y el abolengo,

que no son más que artificios. Igual lástima he sentido de los españoles

16 Idem, pág. 19.

17 Idem, pág. 221.

18 Idem, págs. 66 y 67.

19 Idem, pág. 77.

20 Idem, pág. 87.

V CONGRESO GALDOSIANO _

que de los africanos ... Sin quererlo, tu piedad ingénita ha reconocido el

gran principio humanitario ... que dice: "No matar".

-Cierto, Juan, que llevamos dentro del principio; ... pero luego salen los

hechos, la historia, el concepto de patria y de nación... pero ante

los moros vivos, que brincando y aullando vienen contra nosotros, ... veo

las razas, el Cristianismo y Mahoma frente a frente ... Celebro, pues, con

toda el alma que nuestros soldados les maten, único medio de impedir

que ellos nos maten a nosotros ... » 21.

Santiuste estaba convencido de tener la razón y pensó incluso en

abandonar África pero andando y huyendo de aquel sufrimiento, que le

llegaba a enloquecer, se encuentra herido en Tetuán donde es atendido

por tres judías. Da comienzo aquí la tercera parte del episodio, para cuya

narración Galdós se basa, en parte, en la historia que sobre Marruecos

escribe El Nasiry, texto que el intérprete Ruiz Orsatti le ha traducido al

escritor. Don Benito aprovecha este personaje y lo convierte en Gonzalo

Ansúrez, el español renegado. En esta parte, la guerra es narrada desde

el lado contrario; Santiuste, Juan el Pacificador, asiste a estos hechos

como el protagonista que participa no en la guerra, sino en la vida de un

pueblo en guerra, en el que se sentía cómodo y a gusto, sin echar en

falta a los suyos.

Marruecos se había convertido en el punto de mira de los españoles

y consecuentemente del africanismo hispano teñido de orientalismo.

A partir, pues, de la guerra de 1859 se revive esta gesta casi románticamente,

como un recuerdo de la vieja lucha del cristiano contra el infiel.

Parece que este hecho, la guerra, da origen a un reconocimiento de nuestro

pasado, en el que convivían musulmanes y judíos con cristianos, un

reencuentro con la historia. Ahí parece estar la diferencia entre la obra

de Alarcón y la de Galdós; a pesar de que en ambas observamos un africanismo

orientalista, respeto y pena por el moro y hasta parecido y relación

entre Granada y los lugares próximos a Tetuán. Pero las circunstancias

en las que Alarcón escribió, corresponsal de guerra y soldado

voluntario, frente a los cuarenta y cuatro años que distan de la guerra,

cuando don Benito redacta Aita Tettauen, se advierten de inmediato. Son

dos perspectivas diferentes que el novelista enfrenta.

Alarcón, en su Diario de un testigo de la guerra de África, pensaba al

alistarse:

" ... que en África estaba el camino de aquella verdadera grandeza nacional

que los españoles perdimos ... fue el ver tan claro como la luz del sol

que la política exterior de la Nación española debía reducirse á una constante

expansión material ó moral, guerrera ó política, comercial ó religiosa

... » 22.

21 Idem, págs. 99 y 100.

22 Pedro Atonio de Alarcón: Diario de un testigo de la guerra de África. Madrid, Imprenta

y Fundición de Manuel Tello, 1892, .3. a edición, tomo L pág. 8.

_ BIBLIOTECA GALDOSIANA

Pero luego, en el último capítulo, titulado «De cómo cambié de idea y

salí para España», se expresa de forma muy distinta:

«Hoy creo, en una palabra, que la cuestión de paz ó guerra, que el interés

de la Nación que la gloria del Ejército, que los destinos de España no se

ventilan ya aquí, sino allí; ... que el grito de paz, lanzado por quien tanto

y hace tan largo tiempo deseó la guerra, será atendido» 23.

Galdós contrapone la figura de Santiuste a la de Perico. Aquél, casi

desde el principio de su llegada a las tierras africanas, se transforma y

comienza a hablar de paz y de reconciliación, no de guerra, y es que en

el novelista va a influir principalmente la corriente africanista práctica

que parte de 1860. Alarcón al contrario, exaltado, ilusionado, cree en la

guerra hasta el final. Galdós, escéptico, verá a distancia los estériles resultados

de la batalla.

Tras la dura contienda librada en Marruecos contra los moros y la victoria

de los españoles, se firma la paz, sin que por ello cesen las complicadas

relaciones hispano-marroquíes. Todo ello fue motivo más que suficiente

para que renaciera un espíritu de acercamiento a Marruecos, con

cierta vitalidad, que propiciará desde una intervención militar hasta una

mediación pacifica y civilizadora. Mientras, la política del Gobierno, sin

renunciar a sus derechos legítimos, permanecia «recogida» o «replegada

en sí misma», más atenta a sus problemas internos que a los externos.

Hay que tener en cuenta que esta aproximación a Marruecos no fue

algo pasajero, hubo todo un movimiento en el que participaron diversos

sectores de la sociedad. Se hablaba de África con frecuencia en reuniones

y cenáculos políticos y poco a poco se fue creando un clima favorable,

a través de las propias sociedades científicas, africanistas y

colonialistas. África se pone de moda y surgen varias expediciones interesadas

y prácticas más que aventureras. Los políticos se pronunciaron

y también los militares y los diplomáticos, corriente a la que se sumaron

escritores, pintores y hasta músicos, como reconoce el profesor Morales

Lezcano. A pesar de estos gustos, modas y presiones España nunca

prestaría atención a Marruecos, más que como campo de batallas, como

vecino peligroso, hostil y poco de fiar; en definitiva, Marruecos, identificado

con África sería un foco de preocupaciones, que nos permitía por

razones estratégicas mantener una posición más o menos importante

entre los países europeos y de ahí que estas características formen parte

de nuestra identidad como pueblo.

Don Benito refleja las dos posiciones en Santiuste; primero, aquel

ímpetu vitalista que parecia indicar que nuestra supervivencia dependía

de África, para pasar, casi de inmediato, a defender una postura mucho

más serena y ponderada como fue la de Joaquín Costa, intervención sí,

pero pacífica, con afán de contribuir, a través de la instrucción, al progreso

de África:

23 Ob. cit., tomo 11, pág. 249.

V CONGRESO GALDOSIANO _

«Tu cara dice que de padres altos naciste, y tu lenguaraje suena con lustración,

que yo no entiendo, porque so inorante ... ¡Ay, Yahía, qué bestia

bonica verías en mí si me trataras despacio!

-Si eres joya sin pulimento, más me agradas así. ¿Quieres que este

pobre maestro te instruya ... ?

-Sí que deseo polirme ... que aquí en nuestras partes de Marroco no

ha escuelas ande deprender cosas muchas y finas de lustración de Espania,

Viena o La Rumanía» 24.

Galdós cerró este episodio recuperando nuestra identidad histórica y

contemplando a Tetuán como ciudad ideal en la que convivían las tres

culturas que antaño poblaron España. Y es que el novelista narra un

episodio de la historia de España a cierta distancia, lo que le permite una

perspectiva más auténtica. D. Benito lleva los lectores una cuestión candente,

África, en la que vierte los hechos reales en un contexto mucho

más amplio.

El africanismo y orientalismo de Galdós, contrario a la intervención

militar y partidario de una necesaria relación pacifica, constituyen en Aita

Tettauen una lección histórica, no exenta de intriga amorosa y de cierto

misterio con el fin de que su lectura sea fácil, popular y sirva también

de enseñanza. En esta sabia conjunción de africanismo, popularidad y

enseñanza parece que encontramos las claves de su éxito, que sin duda

el escritor procuró, buscó y halló.

CONCLUSIONES

El novelista se interesa por un tema que está de moda, del que se

habla en todas partes y cuyo escenario preocupa a muchos españoles,

con una curiosidad incluso científica.

Pérez Galdós, como otros de su época, conoce el lugar y capta perfectamente

todo el misterio y la magia de aquellas tierras, su orientalismo.

Pero además con las fuentes conocidas, españolas y marroquíes entre

otras, Alarcón y los textos de Orsatti, diseña para su público el episodio.

Santiuste será el coautor e intermediario con sus lectores, a los que

sigue en sus gustos. Por ello Santiuste siente la llamada de la patria, pero

tan pronto llega a Marruecos y contempla la realidad experimenta algo

diferente, que le permite reconocer en aquella tierra una parte de la

suya, el patriota se transforma y el escritor teje así la parte novelesca que

entremezcla con la historia.

Africanismo, pues, el de Galdós muy particular, humano y vitalista.

Marruecos es el país vecino con el que nos unen fuertes lazos de afecto,

pero además Marruecos nos deslumbra y nos envuelve misteriosamente.

24 Ob. cit., pág. 291.

_ BIBLIOTECA GALDOSIANA

Pérez Galdós forma parte de la corriente africanista que llega hasta la

defensa de ese otro mundo, que no es el nuestro pero que sin duda tiene

mucho que ver con España.