LA IMAGEN DE ESPANA
EN EL ÚLTIMO GALDÓS
José Luis Mora
1 . PRESENTACIÓN
•
Cuando se cumple el 150 aniversario del nacimiento del universal
escritor canario apetece hablar de cualquiera de los muchos temas
presentes en sus páginas. Sin embargo, todos los detalles, aspectos, análisis
o juicios que nacen de su pluma se elevan a dos niveles de generalización:
el primero es el tema de España; el segundo, la vida humana
misma. Así lo supo ver María Zambrano, en su doble lectura de «Misericordiau,
quien metamorfosea la novela galdosiana hasta convertirla en un
denso texto filosófico tan dentro del realismo español como dotado de
dimensión universal.
Mas el discurrir diario, los espacios y tiempos concretos, y ese superior
nivel de reflexión entre la «realidad de la vidau y la «verdad de la vidau
encuentran su equilibrio como profunda meditación sobre la realidad de
España, tema que da razón de ser a toda su obra y ha sido punto
de referencia ineludible para las generaciones posteriores, lo hayan o no
reconocido. Parece, pues, oportuno recordar, en este nuevo final de siglo,
su memoria testamentaria para comprobar su vigencia.
2. ALGUNAS CONSIDERACIONES PREVIAS
La primera de ellas debería consistir en precisar alguna fecha que nos
permita hablar de un último Galdós. La segunda habría de tener en cuenta
los géneros empleados por él ya que, hacia el final de su vida, son
múltiples. Cada uno sitúa el puesto del narrador de diferente manera y
eso provoca dificultad y complementariedad de perspectivas hacia la visión
total. Finalmente, deberíamos hacer una consideración, por mínima
que fuese, sobre el espíritu del tiempo y su peso en el pensamiento galdosiano.
Tendré en cuenta la primera y esta última, exclusivamente.
En cierta forma, su discurso de ingreso en la Academia de la Lengua
pronunciado en 1897, al que respondió Menéndez Pelayo, muestra ya,
suficientemente, la distancia que había tomado desde sus primeras Ob,.
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servaciones sobre la novela contemporánea en España de 1870. Es el
tramo que va desde la fe en la clase media como protagonista de la historia,
sobre la cual debería haberse articulado el proyecto de la España
liberal, hasta la aparición de una, en palabras de Galdós, "muchedumbre
consternada, que inventa mil artificios para ocultarse su propia tristeza» l.
Mas, de ese año son, por ejemplo, Misericordia y El Abuelo que, si describen
esa descomposición, no conducen a la desesperanza ni marcan
una posición tan radical como después se producirá.
Más explícitamente ese nuevo talante está ya claro en Electra (1901)
que, como es sabido, constituyó un hito en la vida de Galdós y simbolizó
la lucha por la libertad frente a los intentos de controlar la conciencia.
Asimismo, el articulo La España de hoy, publicado ese mismo año
en Heraldo de Madrid, nos presenta, a un Galdós de palabra más dura.
Podría, quizá, invocarse el inicio de la quinta e inacabada serie de
Episodios en 1907 donde Galdós hace la historia de la España revolucionaria
y restauracionista, es decir, la España que ha vivido y que concluye
con el Episodio Cánovas cuyo final puede ser considerado como su testamento.
Dos novelas: El caballero encantado (1909) y La razón de la
sinrazón (1915) más su abundante producción teatral con títulos tan
significativos como Celia en los infiernos (1913), Sor Simona (19 15) o
Santa Juana de Castilla (1918), han sido vistos por los críticos con esa
misma valoración de testamento social y moral de quien ya ciego recuerda
la España que vio por última vez.
Como es igualmente sabido, Galdós militó en el bloque republicanosocialista
y, al margen de las distintas valoraciones que puedan hacerse
sobre cómo entendía el socialis~o, lo cierto es que para un hombre formado
en la España de los sesenta el camino andado era largo.
Sin tratar, pues, de buscar una sola fecha o una sola obra, creo que
los títulos citados además de esta militancia política forman esa última
etapa que concluye la vida y obra del hombre y escritor Benito Pérez
Galdós.
Sobre el espíritu del tiempo me limitaré a recordar unas palabras de
Urbano González Serrano quien, a la altura de 1883, decia en La Sociología
Científica lo siguiente:
"Si es verdad que muere y desaparece definitivamente, al menos en la
esfera de la ciencia, el dogmatismo intelectual, el pensamiento hecho y la
idea cortada con patrón fijo; si es cierto que el imperio de las escuelas se
derrumba, que nada dice el 'mote del sistema'; si parece indudable que
ningún 'ismo'(idealismo, positivismo, materialismo, etc.) caracteriza al
pensamiento, pues las doctrinas más antitéticas coinciden a veces en los
puntos fundamentales que dieran margen a su oposición, hemos de apresurarnos
a recoger, en síntesis, más o menos comprensivas, las verdades
parciales que en las distintas direcciones del pensamiento se señalan, sin
asustarnos ante nombres o calificativos, ni preocuparnos de c1asificacio-
1 B.P.G., La sociedad presente como materia noveJabJe, L. Bonet (ed.), "Ensayos de
critica literaria", Barcelona, Península, 1972, pág. 178.
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nes nominalistas, que nada dicen de la virtualidad interna del pensamiento,
y que implican, las más de las veces, insidiosas acusaciones, ante las
cuales basta poner la cota de malla del amor desinteresado a la verdad .. 2.
Traspuesto del plano científico al ámbito de las ideas creo que Galdós
hubiera firmado estas palabras, incluído el diagnóstico que encierran
y las consecuencias que de ellas derivan, principalmente para la acción
política práctica en la línea de una mayor radicalidad contra los dogmatismos.
Este espíritu del tiempo hizo evolucionar a Galdós desde el realismo
utópico -expresado en su admiración juvenil por Prim- hasta la utopía
realista de su vejez que se expresa en las palabras con que terminaba el
texto que fue leído en la constitución del bloque republicano. socialista y
que son del que sigue llamando "primer estadista español del siglo XIX,
del glorioso, del inmortal Prim: '¡Radicales, a defenderse!'".3. Dicho de
otra forma: su actitud va del temprano optimismo pesimista a la altura
de 1869 hasta el recóndito pesimismo sobre el que se basa el optimismo
que rezuma su manifiesto al pueblo español del 5 de octubre de
1909. Ese protagonista de la última serie de Episodios yendo de un lado
al otro de las trincheras enfrentadas, no realiza otro papel que el filósofo
o científico que va de un ismo a otro buscando recomponer la unidad
perdida. El enemigo de ambos: el dogmatismo. La reacción de Galdós
durante estos años: radical.
3. ESPAÑA EN LA POSTRER VISIÓN DE GALDÓS
Su punto de partida podría resumirse de la siguiente manera: Pérez
Galdós concibe a España como unidad en el sentido manifestado por
Span cuando señala que "la nación es una modalidad espiritual, una
manera determinada de sentir y de pensar, de recibir y de plasmar ... » 4.
Esta unidad debe asentarse en un patriotismo que aune ciencia, moral y
libertad y ser regida por líderes nuevos que salgan de las entrañas de la
sociedad (entrañas curtidas a lo largo de la historia y a lo mejor de ellas
apela). Este patriotismo, no obstante, no debe confundirse con otros de
carácter teocrático que conducen a una unidad clerical que Galdós rechaza
con especial virulencia durante estos últimos años. Tampoco debe
confundirse con formas de unidad basadas sólo en el Estado sobre cuya
virtualidad Galdós es radicalmente pesimista al identificarlo con la clase
2 U. GONZÁLEZ SERRANO, La Sociologia Científica, "Revista de España», nQ .369, XCIII,
pág. 26.
3 B.P.G., Mensaje de don Benito Pérez Galdós que se leyó en el mitin de la constitución
del «bloque", A. Capdevila (ed.), "El pensamiento vivo de Galdós .. , Buenos Aires, losada,
194.3, pág. 2.38.
4. SrANN, cito por GUMBEL, Poesía y pueblo en Ermantiger, "Filosofía de la ciencia literaria
». Tr. C. Silva, Madrid, F.C.E., 1984, pág. 54.
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«profesional» gobernante de la Restauración. De ella piensa que poco
puede esperarse por corrupta e inútil, favorecedora del paternalismo del
Presupuesto, «¡la ubre del Presupuesto!» de la que todos terminan queriendo
vivir.
Esa unidad deberá ser una República (el título de La Primera República
fue clarividente como ha mostrado José María Jover por cuanto significaba
la esperanza de una segunda que, ciertamente, llegó aunque no
haya sido la forma definitiva de gobierno como él hubiera deseado).
Menos claro es que hubiera de ser federal, «¡la Federal!», no porque no
lo deseara en los últimos años de su vida, sino porque la visión que tenía
tanto del carlismo como del movimiento cantonal le hacía ser pesimista
a este respecto pues desconfiaba que las regiones fueran capaces
de guardarse fidelidad. La agitada vida sentimental del protagonista Tito
no es sino una visión alegórica de la falta de fidelidad a escala social.
Pero, si se trata de una unidad por rehacer, esta habrá de recomponerse
principalmente sobre el propio pueblo, «pueblo español», «sociedad
española», «España)), como le gusta decir, pues sólo ahí puede encontrarse
el verdadero patriotismo al que denomina «ese sentimiento soberano
(que) encontramos a todas horas en el corazón del pueblo, donde para
bien nuestro existe y existirá siempre en toda su pujanza»; habrá de concretarse
en «el restablecimiento de la Fe nacional, el Amor patrio y la
Conciencia pública para que sean nuevamente bandera de los seres viriles
frente a los anémicos y encanijados» 5.
De esta manera, si esta Vieja-Nueva España 6 asume su protagonismo,
renacerá de nuevo:
«Que la Nación hable, que la Nación actúe, que la Nación se levante, en el
sentido de vigorosa erección de su autoridad; que no pida al Gobierno lo
que éste, enredado en la maraña de sus desaciertos, no puede dar ya:
verdad en las informaciones de la guerra; orden, serenidad y juicio de sus
acuerdos .. (oo.) iAy de España si no tuviera entre sus hijos cabezas y manos
que sepan poner fin a males tan fieros! .. 7.
Hallamos, pues, en el Galdós de la última época una distinción muy
nítida entre la clase dirigente y el pueblo español, entre quienes produjeron
la crisis y los que la sufrieron; entre los que han producido la razón
de la sinrazón haciendo de esta la normalidad y quienes conservan
energías en sus entrañas para crear una nueva forma de racionalidad
respetuosa con la naturaleza y con la historia para que se disuelva la
paradoja de tener que considerar como normal el caos en vez del orden
(final de La razón de la sinrazón).
5 B.P.G., Carta a uB] Liberal" en A. CAPDEVlLA, O.C., pág. 223.
6 Recuérdese el Prólogo a José Maria Salaverría puesto al libro Vieja Bspaña en W.H.
SHOEMAKER, «Los prólogos de Galdós .. , The University of Illinois Press. Ed. Andrea, México,
1962, págs. 79-98.
7 B.P.G., Al pueblo español en A. CAPDEVILA, O.C., pág. 231.
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Mas, ¿cuáles son las referencias de Galdós y cuáles las razones de su
diagnóstico hasta llegar a ese pesimismo radicaL base de su esperanza
radicalizada?
Respecto de lo primero es claro que Galdós tiene como referente la
experiencia de la Revolución del 68 que se convirtió en una realidad
psicosocial, sucesivamente reelaborada, como fenomenalmente ha estudiado
José María Jover 8. Creo que Galdós habría ido, efectivamente, participando,
de esas reelaboraciones: desde la visión negativa de los años
setenta hecha por hombres como Castelar, Manuel de la Revilla o el mismo
Menéndez Pelayo, pasando por los frutos tardíos del Sexenio en los
ochenta (simbolizados en el espontaneísmo ético de Fortunata) hasta el
tratamiento dado en las dos décadas siguientes. Así, los años 90 son los
de las historias generales que conforman, según Jover, tres orientaciones:
un tratamiento por separado de los componentes del Sexenio, una
visión negativa en el sentido de los años 7 O Y el mantenimiento de
la utopía republicana. Sería la década de incubación, nuevamente, de la
utopía que debilita las fronteras entre sueño y realidad. Misericordia y
El abuelo, o la duda resuelta a favor de la realidad del amor frente a la
aparente realidad legal que las palabras de Benigna expresan: «para que
haya justicia soñaremos todo lo que haga falta», simbolizan esta posición
en el umbral de la realidad y la utopía.
Esta utopía se recupera más decididamente en la primera década del
siglo en el marco de la mitología liberal-republicana a la que Galdós pertenece,
no sólo para polemizar acerca de la ocasión perdida sino para
integrar la común experiencia en un proyecto de futuro que, en palabras
de Jover, opta por «la garantía moral de un 'no compromiso' en el Desastre;
también por la ilusión mesiánica puesta en una clase trabajadora
en la que se veía la fuerza del futuro, la fuerza de la historia». Estos reflejos
condujeron a Galdós a la militancia política ya recordada, a su
adhesión visceral a la República como utopía frente a la Restauración;
favorecieron su disposición generosa e irónica en su tratamiento del pasado
«que no silencia dislates pero deja a salvo el decoro de sus amigos
y adversarios», y es sólo implacable con la estupidez. Sitúa su discurso
en un plano ético como reflejan El caballero encantado, el final de Cánovas
y sus obras de teatro, todas con un mensaje similar de justicia y
concordia.
En cuanto al diagnóstico, son, como se sabe, innumerables los textos
en que Benito Pérez Galdós se refiere a la situación de España.
Podría resumirse su juicio en una palabra: confusión. Presenta repetidamente
cómo el problema radical es el dualismo subyacente en la sociedad
española, propiciado por una historia incapaz de clarificar el régimen
político ni las relaciones entre las clases sociales. Vendría así a sostener
Galdós, implícitamente, lo que otros han dicho después: que nuestra
historia reciente ha venido condicionada por la ausencia de una auténti-
8 J. M. JOVER, Realidad y Mito de la Primera República, Madrid, Espasa Calpe, 1991.
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ca revolución burguesa. Eso ha provocado que la sociedad no sepa a
qué atenerse pues nada es nada de lo que parece, o, por mejor decir,
todo es apariencia.
Este juicio le condujo durante la última quincena del XIX -período de
referencia inmediatamente anterior al que consideramos último Galdós-,
a situarse en una posición bastante conservadora en algunas
cuestiones: así, en la llamada «cuestión social .. , como respecto de los regionalismos
o nacionalismos 9 y en el propio modelo de Estado (en línea
aún con lo manifestado por Jover durante los años 70). Dejando aparte
ahora el interesante artículo de 1885 10 donde se refiere a la mengua del
sentimiento religioso en España al que llama «fuerza poderosa .. , «nervio
de nuestra historia .. , «energía fundamental de nuestra raza en los tiempos
felices.. que habría impedido cualquier otro tipo de desarrollo científico
y estaría en la base de la quiebra de los tiempos presentes (hay textos
cuyo eco podemos encontrarlo después en el libro de Picavea El problema
nacional) y acercándonos un poco más hacia el finaL habla ya en
1990 de los pueblos del Mediodía como inventores de la moral doble,
que distinguen artificiosamente la pública de la privada «para de este
modo -continúa- tener abierto el camino para pecar contra la una y otra,
y satisfacer en todos los órdenes nuestros deseos y apetitos .. :
«Los ingleses, por las trazas, parecen inclinados a que no haya más que
una moral, cuyos cánones inflexibles deben aplicarse a todos los actos de
la vida así públicos como privados. ¿Quién está en lo cierto, ellos o nosotros?
Lo decidirá el tiempo. En el engrandecimiento o en la decadencia de
las naciones, dígase lo que se quiera, hay que apartar los ojos de lo externo
y buscar el principio que informe la realidad histórica. Este principio
aparece al liquidar los hechos y al buscar la síntesis de ellos. Mientras
se pone en claro quién tiene razón los pueblos del Norte nos abruman con
su grandeza, con su poder, a veces absorbente y avasallador, con su prosperidad
en el orden material, y nos entretenemos en atribuir todo esto a
causas secundarias, olvidando las primarias y esenciales» 11.
De aquí, en cambio, dice que
«las cosas políticas no andan bien, y peor, mucho peor andan las económicas
» ( ... ) «Síntoma característico de los tiempos es el escepticismo, la
9 Sobre este tema tenemos dos referencias, una de 1884 sobre la cultura vasca y
otra de 1888, titulada El principio de unidad a propósito de la Exposición universal de
Barcelona.
B.P.G. en SNOBMAKER, W., Las cartas desconocidas de Oaldós a "La Prensa" de Buenos
Aires, Madrid, Cultura Hispánica, 197.3, pág. 109.
Sobre Pi y Margall escribe un largo articulo en 1885 donde, si bien mantiene de él
un alto concepto moral como hombre de principios, no duda en considerarle «el verdadero
padre de la desdichada idea federal". lb. pág. 184. B.P.G. El principio de la unidad
en "Obras Inéditas" ed. A. Ghiraldo, v. IV, t. 11, "Política Española", Madrid, Renacimiento,
192.3, págs . .35 ss.
10 Me refiero a la carta enviada a «La Prensa" de Buenos Aires de ese año 1885. SNOBMAKER,
O.c., págs. 145-15.3.
11 lb. pág. 4.39.
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falta de fe en las ideas políticas, cual si se hubieran probado todas, y
después de la prueba se hubiera visto que todas eran malas. Los hombres
inspiran menos fe y convicción que las ideas. Y es que las ficciones doctrinarias
en que se funda todo el organismo político y legal de las naciones
están gastadas, como piezas de una máquina que ha servido mucho,
y sufrido innumerables reparaciones y composturas» 12.
Hacia 1901, como indicaba, ya se han producido modificaciones importantes
en la opinión que Benito Pérez Galdós tenía sobre buena parte
de estas cuestiones pero, principalmente, sus juicios sobre el estado de
la Nación son cada vez más radicales. Sus ácidas críticas se dirigen contra
la propia forma de hacer política con la artificial rotación de los
partidos; contra el caciquismo y la corrupción así como contra el clericalismo,
el dogmatismo y ultramontanismo que entran, de nuevo, en
escena de manera virulenta. Modifica, por otra parte, su posición en cuestiones
sociales que le llevarán a ingresar en la coalición republicano
socialista, como antes dijimos. Pierde fe en la monarquía, adopta la República
de la manera ya señalada con anterioridad, y creo que llega a admitir
el federalismo de una manera teórica aunque se muestre escéptico
respecto de su viabilidad. Precisamente de este año es La España de hoy
que comienza con las siguientes palabras:
«Bien puedo asegurar que la situación presente, de las más críticas en la
trágica historia de mi país, ofrece un nudo muy difícil de desatar. Los que
no dudan que será forzoso cortarlo, discurren sobre si ello debe hacerse
violentamente, con cuchillo, o cuidadosa y suavemente, con tijeras. Esto
sería lo mejor; pero nadie puede prever en qué ambiente y con qué manos
ha de efectuarse tan delicada operación» 1.3.
Tras hablar de la distancia que hay entre las leyes y la realidad, dedica
las otras tres partes del artículo a hablar de la debilidad del liberalismo
y la fuerza del clericalismo o ultramontanismo que liga a los
períodos de absolutismo y a la presencia del carlismo que no se ha sabido
destruir:
«Las debilidades del liberalismo, motivadas en un excesivo temor a la
autoridad romana, las estamos pagando ahora, y henos en pleno siglo XX
con el mal en aterrador aumento, la muchedumbre eclesiástica cada
día más dominadora y absorbente, el carlismo amenazado con nuevas tentativas.
¡Triste situación la de España por no decidirse a poner mano
varonil en este conflicto, afrontando las amenazas del absolutismo con el
firme propósito de tenerlo a raya, que medios le sobran para ello, y de enterrar
ese espantable muerto en forma tal que se a su resurrección imposible!
» 14.
12 lb. pág. 466.
1.3 B.P.G., La España de hoy en «Ensayos de crítica literaría». Ed. Laureano Bonet, Barcelona,
Península, 1990, pág. 225.
14 lb. pág. 229.
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Habla a continuación en términos muy duros de la educación de los
jesuitas de quienes dice que son uhombres de tenaz ambición, maestros
en el arte de introducirse y arraigarse, que han sabido implantar dentro
del Estado un Estadillo escolar con todos los organismos docentes, desde
la enseñanzas elementales, hasta las universitarias, y en ellas reparten
el pan de la Ciencia, que, según dicen los que lo han catado, y son
muchos, ¡ay!, no es sabroso ni nutritivo .. y que tienen un enorme poder
de influir en las conciencias sobre todo las femeninas.
uLo grave de esta dolencia social -concluye- es que ha cogido el
cuerpo político debilitado por el caciquismo. España carece hoy casi por
completo de fuerza fisiológica que la preserve contra las invasiones que
atacan su epidermis, y luego su tejido, sus entrañas, su organismo todo ..
( ... ) UY siendo tan débil la oligarquía reinante, lo más seguro es que se la
tragará el clericalismo, recogiendo de su victima la soberanía, para transmitirla
al Papa, que vendrá pronto a ser, si Dios no lo remedia, nuestro
indiscutible soberano temporal. No es esto un sueño, sino realidad al
alcance de los observadores menos atentos. Veremos, pues, redivivos
en nuestro suelo los Estados Pontificios, por cuyo restablecimiento suspiran
algunos católicos con más fervor religioso que patriotismo ...
Ahora bien, uen este inmenso pleito entre una nación y el jesuitismo
insaciable, no se pone en tela de juicio ningún principio religioso de los
que son base de nuestras creencias; lo que se litiga es el dominio social
y el régimen de los pueblos.
Desembarazada España de la 'turba-multa' de frailes y jesuitas, quedaría
bajo su tradicional constitución religiosa, gobernada espiritualmente
por sus obispos y su clero secular que, actuando solo y libre, sin la
diabólica inspiración del jesuitismo, reinaría pacificamente, respetuoso y
respetado.
Por esto, el buen arte político aconseja que no se complique el problema
confundiendo en un solo anatema a las dos familias sacerdotales;
y si en otro tiempo dijo alguien 'no toquéis a la Marina, ahora todos debemos
decir a los gobernantes: 'no toquéis al clero secular'. ( ... ) uNo
perdamos la esperanza de que así sea, porque en las naciones se corrige
la anemia más fácil y prontamente que en los individuos: se cura con
una fiebre que España padece ahora en altísimo grado, y en el ansia de
vivir ...
Este articulo, junto con el último enviado a uLa Prensa .. donde elogia la
figura de Costa, explica muchas de las cosas del porqué de planteamientos
de las novelas Misericordia, Casandra o El caballero encantado donde
si la religión debe seguir siendo aquellas cosas que decia en 1885, ahora
deberá serlo exclusivamente como moral, como sentimiento de Humanidad,
que aparece en la conciencia pero sin la presencia de la institución.
Por otra parte, se muestra ahí también ese deseo de mirar al futuro, de
hacer prospectiva más que de recrearse nostálgicamente en el pasado
sino es para rebuscar en la historia acontecimientos, gestas y energías que
justifiquen, incluso más allá de toda razón teórica pero más acá de toda
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razón histórica que incluye el sentimiento, las ansias de vivir, como dice al
final del artículo. En última instancia, las naciones asientan su historia sobre
el ansia de vivir y los esfuerzos que hacen se plasman en gestas que
prueban esa capacidad colectiva de superar las dificultades.
Es el diagnóstico que sugiere ya la terapia y que desarrolla más extensamente
en la incompleta última serie de Episodios, escrita entre 1908
y 1912. Al narrar su presente está haciendo una valoración del fracaso
del liberalismo español del XIX, incapaz de superar la confusión de ideas
y realizaciones, como ya deciamos anteriormente. Una vez perdido el
miedo a los movimientos obreros, cierra su testamento con una propuesta
de esperanza en el futuro de España que pasaría por tres parámetros:
la asunción de la historia, la recuperación de la sociedad -¿el pueblo?- y
del sentido ético.
En Amadeo I encontramos juicios sobre el estado de España a la altura
de los comienzos de 1871 -que en la mente de Galdós no difiere
mucho del momento en que escribe- cuando Amadeo I llega a Madrid
procedente de Cartagena. «ManicomioH, ¡Cómo está la sociedadL ¿Cuándo
se vio pisto igual? -exclama el protagonista- ¿Es que Dios y Luzbel
han llegado a un arreglo? Civilización de España, ¿quién te entiende?
¿Somos un país europeo, o aquel 'País de las monas', descrito por un
inglés, de cuyo nombre no me acuerdo?»; «¡Que un país, donde hay
un sinfín de hombres que discurren con juicio y sienten en sí mismos
y en conjunto el malestar hondo de la Patria; que una nación europea y
cristiana esté en manos de esta cuadrilla de politicajos por oficio y rutinas
abogaciles, hombres de menguada ambición, mil veces más dañinos
que los ambiciosos de alto vuelo!. .. H 15, son las expresiones que surgen
del análisis que hace de alfonsinos y federales y no digamos de los carlistas...
cuyo credo ofrece en un discurso esperpéntico que pronuncia el
protagonista para salvar su vida.
Más interesantes, sin embargo, para saber qué pensaba Galdós sobre
la República y el federalismo son La Primera República y De Cartago a
Sagunto, ambos escritos en 1911.
Así, refiriéndose a Pi y Margall, señala que
«si usted, mi señor don Francisco y sus compañeros hubieran volcado con
un audaz gesto revolucionario la Asamblea llamada Nacional, quitando de
en medio a puntapiés a toda esa caterva de ambiciosos egoístas, tendrán
despejado el terreno para fundar desahogadamente el régimen nuevo. No
se pasa de aquello a esto sin cerrar con cien llaves el arca de los escrúpulos,
aplicando calmantes heroicos a las conciencias demasiado irritables
» 16.
Por esto llega a exclamar la Historia: «Pasarán días, años, lustros, antes
de que junten y amalgamen estas dos ideas: Paz y República». Y lo
15 B.P.G., Amadeo J, O.c., V, Madrid, Aguilar, 1986 (2ª ed.), passim.
16 B.P.G., La Primera República, O.c., V, Madrid, Aguilar, 1986, pág. 355.
,. BIBLIOTECA GALDOSIANA
mismo respecto del Federalismo: "La idea federal es hermosa -dice la
Historia-; es mi mayor encanto, la ilusión de mi vida en esta y en todas
las tierras que visito. Pero dudo, iay! que pueda implantarla de una manera
positiva y duradera un pueblo que ayer, como quien dice, ha roto
el cascarón del absolutismo.»
y responde el protagonista Tito Liviano:
"El federalismo nos vino aquí de aluvión, salió del cerebro de un hombre
de extraordinario talento (se refiere a Pi). A todos cautivó este ideal por
su grandeza, sin que llegáramos a penetrar las condiciones externas y
materiales que son precisas para llevarlo a la práctica. Es como un bien
caído del cielo; lo admiramos y celebramos sin saber qué tenemos que
hacer para disfrutarlo» 17.
y completa la Historia:
,,¿Piensas tú que puede establecer sólidamente este bello régimen un país
que hasta hace cuatro días no ha conocido la libertad, una raza que, aun
siendo heterogénea, ha vivido amamantada con la leche de la unidad, y
aún se adormece en el regazo de la nodriza? Considera lo que pesan sobre
tu país el Catolicismo y eso que llamáis el Papado, las viejas rutinas
monárquicas y los enormes intereses inseparables de estas abrumadoras
máquinas sociales. Tú, que no puedes traspasar los límites fisiológicos
de la existencia humana, no verás realizado el ideal federalista en
toda su pureza; yo que soy vieja y eterna espero ver algún día ... » 18.
El Episodio concluye descubriendo la intención de Oaldós al escribirlo:
"De tales enseñanzas podía resultar que acelerasen el paso las generaciones
destinadas a llevarnos a la plenitud de los tiempos .. 19.
De Cartago a Sagunto historia 1874 y narra los hechos que constituyeron
el final de la República donde Figueras queda como cobarde, Pi
como "filósofo sin realidad», Salmerón, brillante y vibrante, "el gran metafísico
» (lo que es difícil de saber si es un elogio) y Castelar acaba con
semblante estoico sentado en su escaño del banco azul. Esa imagen resume
plásticamente lo que sucede cuando el presente se construye sin
superar el pasado, más aún si este pasado ha sido absolutista. Por eso
la Historia sentencia: "Di a tus amigos republicanos que lloren sus yerros
y procuren enmendarlos para cuando la rueda histórica les traiga por
segunda vez al punto de ... » 20. Y el protagonista apostilla:
"El grave mal de nuestra Patria es que aquí la paz y la guerra son igualmente
deslavazadas y sosainas. Nos peleamos por un ideal. y vencedores
17 lb., pág. 427.
18 lb., pág. 428.
19 lb., pág. 437.
20 B.P.G., De Cartago a Sagunto, O.e., V, Madrid, Aguilar, 1986, pág. 473.
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y vencidos nos curamos las heridas del amor propio con emplasto de arreglitos
y anodinas recetas para concertar nuevas amistades y seguir viviendo
en octaviana mansedumbre. En aquel día tonto, el Parlamento y el
Pueblo fueron dos malos cómicos que no sabían su papel, y el Ejército
suplantó, con sólo cuatro tiros al aire, la voluntad de la Patria dormida»
( ... ) "Republicanos condenados hoya larguísima noche: cuando veáis
amanecer vuestro día sed astutos y trágicos» 21.
Al hilo de lo que señalaba en su artículo de 1901 ya citado, este es el
juício que le merecen al protagonista las guerras carlistas:
"Ved aquí lo que pensaba y pienso: liberales y carlistas se desgarraron
cruel y despiadadamente por dos ideales que luego han venido a ser uno
solo. ¿Cabe mayor imbecilidad de una parte y otra? Los liberales derramaban
a torrentes su sangre y la sangre enemiga sin sospechar que entronizaban
lo mismo que querian combatir. Los carlistas se dejaban matar
estoicamente ignorando que sus ideas, derrotadas en aquella memorable
fecha, reverdecerian luego con más fuerza de la que ellos, aun victoriosos,
les hubieran dado» (. .. ) "Sí, sí, porque la Restauración primero, la
Regencia después, se dieron prisa a importar el jesuitismo y a fomentarlo
hasta que se hiciera dueño de la heroica Villa. Con él vino la irrupción
frailuna y monjil, reinó el Papa, y las leyes teñidas de barniz democrático,
fueron y son una farsa irrisoria.
Los desdíchados carlistas, que entonces lloraron su retirada, vinieron
luego a instalarse sin rebozo en la ciudad opulenta, y a dar en ella carta
de naturaleza a las ideas sombrías que no pudieron imponer con las armas
» 22.
Cánovas es el primer juício a la Restauración al que habrían seguido
los restantes si la serie hubiera podido completarse. No obstante ahí
encontramos elementos suficientes para saber lo que Galdós pensaba de
'maese'Cánovas, repartidor de formulillas afectuosas y equívocas, dulces
ofertas que a nada comprometen, de quien recuerda un personaje: "Ya
sabe lo que dice don Antonio: que viene a continuar la Historia de España
... »; del «familión político triunfante», «en el cual todo es nuevo, desde
el Rey, cabeza del Estado, hasta las extremidades o tentáculos en que
figuran los últimos ministriles; es un hermoso y lucido animaL que devora
cuanto puede y da de comer a lo que llamamos pueblo, nación o
materia gobernable»; los supra e infrahispanos, términos que había ya
empleado en algunos artículos de principios de siglo; sobre el Parlamento
formado por el «montón grande la mayoria conservadora y el montón
chico de la minoría liberal dinástica, sin olvidar unas cuantas figuras sueltas,
sacadas de las urnas o de los cubiletes con un fin ornamental y pintoresco
»(. .. ) «espléndida mentira de la Soberanía Nacional». Vuelve sobre
las guerras civiles carlistas: «es tan vivo mi odio a ese medio siglo de
lucha fratricida» ( ... ) "tanto me amarga esa guerra, que me incomodan
21 lb.
22 lb. pág. 509.
,. BIBLIOTECA GALDOSIANA
hasta las victorias, me carga el heroísmo y me revientan los laureles»;
sobre el borbonismo, "aquí y allá, en la guerra y en la paz, es siempre el
mismo, un poder arbitrario que acopla el Trono y el Altar para oprimir a
este pueblo infeliz y mantenerlo en la pobreza y en la ignorancia. El problema
religioso lo enjuicia parafraseando el arto 11 de la Constitución de
1876: "Todo ciudadano será molestado continuamente por sus opiniones
religiosas y por el ejercicio de su respectivo culto, conforme al menosprecio
debido a la moral universal» 23; "como nosotros no podremos impedir
que España se convierta en un gran monasterio, nuestro papel es
ver y esperar. Si llega el caso de que no haya más remedio que ser yo
monja y tú fraile, no te apures, Tito, que ya encontraremos conventos
donde convivan ambos sexos.
Hay referencias interesantes a la razón de Estado: "Oh la razón de
Estado! Esta pícara norma de vivir de los reyes, no siempre compatible
con los sentimientos humanos ... »( ... ) "La razón de Estado, sorda y ciega
ante los casos idílicos tocantes al augusto fuero de la pasión humana,
continuaba elaborando tranquilamente la vida externa de España ... ». y,
alusiones al positivismo al que califica de glacial y cuyos progresos
-dice- en nuestra sociedad conocianse no sólo en las caras sonrosaditas
y alegres de los que se procuraban enormes sueldos para dulcificar
la vida, sino en las incorporaciones de diversos grupos al Partido Constitucional,
de que resultó el inmenso conglomerado llamado 'fusionismo'.»
El Episodio finaliza con una tremenda reflexión, tantas veces citada,
de la Historia-Galdós sobre el porvenir de España,
«Alarmante es la palabra Revolución. Pero si no inventáis otra menos aterradora,
no tendréis más remedio que usarla los que no queráis morir de
la honda caquexia que invade el cansado cuerpo de tu Nación. Declaraos
revolucionarios, díscolos si os parece mejor esta palabra, contumaces en
la rebeldía. En la situación a que llegaréis andando los años, el ideal revolucionario,
la actitud indómita si queréis, constituirán el único síntoma
de vida. Siga el lenguaje de los bobos llamando paz a lo que en realidad
es consunción y acabamiento ... Sed constantes en la protesta, sed viriles,
románticos, y mientras no venzáis a la muerte, no os ocupéis de 'Mariclío'
... Yo, que ya me siento demasiado clásica, me aburro ... , me duermo
... » 24.
CONCLUSIÓN
Pero, en realidad, ¿en qué se traduce esa «Revolución» para Benito
Pérez Oaldós? Podríamos sintetizarlo así: República como modelo de
Estado; liberalismo católico como forma religiosa (es interesante a este
respecto la Santa Juana de Castilla erasmista que pinta en la que fue su
última obra de teatro representada y el papel de mediador asignado a
23 B.P.G., Cánovas, O.c., V, Madrid, AguiJar, 1986, pág. 583.
24 lb. pág. 634.
V CONGRESO GALDOSIANO ,.
S. Francisco de Borja); educación laica según el modelo gineriano que se
simboliza en el personaje de Cintia-Pascuala, maestra ca-protagonista de
El caballero encantado, es decir, la educación como correctora de la
política no como su alternativa; socialismo humanista, compendio de
amor y justicia, como programa económico donde no cabe el antagonismo
de las clases sino su unión o, al menos, su contacto (así lo supo ver
el crítico de «El Liberal)) en el estreno de Celia ... ); regeneración moral
como programa nacional tal como lo desarrolla en sus últimas obras de
teatro y necesidad de que surja el «hombre nuevo)) que los dirigentes
restauracionistas no han sabido ser porque «¡Ay de España si no tuviera
entre sus hijos cabezas y manos que sepan poner fin a males tan fieros!))
25
En definitiva, busca la superación de los dualismos políticos que son
la expresión externa de otro dualismo de base: la distancia existente
entre la voluntad moral como expresión de la conciencia amorosa y la
legalidad como plano en el que aquella tiene realizarse a nivel social. El
final de Sor Simona (1915), ambientada en las guerras carlistas, quiere
simbolizar, precisamente, esa superación, así como en Celia en los infiernos,
la caridad se hace justicia o en El tacaño Salomón que simboliza
en Crucita (Cruz = encuentro) esa unidad. «Crucita es bondadosa, caritativa
y, al mismo tiempo, guarda en una hucha sus ahorritos; me conviene.
Seremos felices)) (p. 1329).
Cuando Galdós murió al comienzo de 1920, los intelectuales noventayochistas
se habían olvidado prácticamente de él. Unamuno escribió
que "Galdós -ante su muerte hay que decirlo con sinceridad- no sintió lo
que llamamos cuestión social, como no lo sintieron nuestros progresistas
de 1868 que creían que las heridas de la libertad con libertad se
curan; sintió, en cambio, el problema de la libertad de conciencia y de
la libertad civil)) ( ... ) «El mundo, que pasando por el alma de Galdós nos
ha quedado para siempre en su obra de arte, es un mundo sin pasiones
ni acciones, que se deja vivir, pero que no hace la vida)) 26 y bien claro
queda que se trata de un juicio injusto. Otros dijeron cosas parecidas;
lo cierto es que por su tumba desfilaron miles de obreros madrileños.
Ciertamente Galdós pertenece aún a la generación de los escritores, la
generación de los intelectuales fue la siguiente, como se sabe, pero estos
ontologizaron el problema de España hasta llevarlo a un callejón sin
salida cuando Galdós y su generación lo habían dejado en el terreno ético-
político donde las soluciones eran viables y el entendimiento posible.
25 B.P.G., Al pueblo español en CAPDEVILA, o.C., pág. 232.
26 M. de UNAMUNO, La sociedad galdosiana en "De esto y aquello)), O.c., III, Madrid,
Escelicer, pág. 1204.