SESIÓN PLENARIA •

EL DEBATE EN TORNO

A LA FUNDACIÓN DEL REALISMO.

GALDÓS y LA POÉTICA DE LA

NOVELA EN LOS AÑOS 70

Joan Oleza Simó

PRIMER ACTO: EL REALISMO EN EL INFIERNO

Los años 70 del siglo pasado fueron años de euforia intelectual entre

los sectores liberales, y ello a pesar del tortuoso proceso histórico que

condujo desde la Revolución de 1868 hasta la Restauración de 1875 l.

En esta atmósfera de exaltación intelectual se elaboró la tesis de un .. Renacimiento

» de la novela española, que enlazaba con el brillante momento

inaugural del género, en el siglo XVI, y dejaba tras de sí una larga edad

oscura, esos .. oscuros días» de los que el joven Galdós de 1871 dejó dicho:

.. No puede negarse que hay en nosotros una repulsión infundada

hacia todo lo acontecido en España desde 1680 hasta la edad presente:

en aquellos años ni nos admira la historia, ni nos seduce la literatura, ni

nos enorgullecen las costumbres» 2.

Para que se pudiera elaborar esta tesis eran precisas dos condiciones:

que se contemplase el estado inmediatamente anterior de la novela española

como un panorama en ruinas, y que se profetizase que una

serie de obras y de autores recientes estaban en camino de conducir a

la novela española a una nueva plenitud. Ambas condiciones se dieron

sobradamente, harto es sabido, y no me extenderé a evocarlo, no obstante

ser los testimonios tan abundantes como -a menudo- pintorescos.

Quien trazó de mejor mano diagnóstico y terapéutica fue, sin duda,

Manuel de la Revilla, en el .. Boceto literario» que dedicó a Galdós en la

1 De esta atmósfera exultante es testimonio bien representativo aquella declaración

de los redactores de la Revista de Bspaña, en su número fundacional del 13 de marzo

de 1868: "El principio en que concuerdan todos los colaboradores y redactores de la

Revista de Bspaña , lo que ha de dar cierta unidad a esta obra , es la creencia de cuantos

escriben en ella en la marcha progresiva de la humanidad, por donde, sin desconocer

las faltas de nuestro siglo, sin hacer pomposos ditirambos de todo lo que forma en

conjunto la civilización presente, combatiremos por la ventaja relativa de nuestra edad

sobre las anteriores, y por la mayor excelencia y benéfico influjo de las ideas que hoy

gobiernan o están llamadas a gobernar las sociedades humanas» (año 1, t. 3; 5-6)

2 "Don Ramón de la Cruz y su época», enero de 1871, O.c., VI, M. Aguilar, 1968, 5.ª

ed, 1465 b.

mm BIBLIOTECA GALDOSIANA

Revista Contemporánea 3, pero para entonces -era el año de 1878- habían

pasado ya algunos años desde que en los circulas intelectuales

españoles se encendiera la hoguera del realismo, una virulenta controversia

que precedió primero y acompañó después a las primeras novelas

propiamente realistas de la década de los setenta.

Es poco lo que sabemos hoy en torno a la batalla poética del realismo,

a veces por el excesivo esquematismo de las primeras visiones de

conjunto, a veces por la apresurada y confusa reseña del debate en algún

pionero intento erudito. Estamos acostumbrados a dar por natural

el triunfo de la nueva novela de la mano de Galdós, y bajo su particular

concepción de la novela realista, de la misma manera que hasta hace

unos años estábamos acostumbrados a dar por natural el triunfo de la

«comedia nueva» de la mano de Lope de Vega y bajo su particular concepción

dramatúrgica. La genialidad de ambos autores eximía a la crítica

de toda explicación complementaria, se constituía por sí misma en

explicación suficiente. Y sin embargo, de lo que se trataba en ambos casos

-tan semejantes en muchos aspectos- era de una auténtica revolución

literaria, de un proceso que rompió la norma literaria dominante

(Mukarovski), o si se quiere el horizonte de expectativas de toda una

época ( Iser, Jauss). Para quien escuchara únicamente las voces procedentes

de los ambientes académicos entre 1868 y 1875 no hubiera sido

nada fácil barruntar que, a la vuelta de la esquina, iba a imponerse en

España una novela primero realista y, poco más adelante, naturalista.

La poética realista encontró en España tantos enemigos vocacionales

como los había encontrado en Francia, donde el movimiento propiamen- f

te realista -dejando ahora aparte los grandes precedentes realistas de

la época romántica, de Balzac a Victor Hugo pasando por Stendhal- se

inició programáticamente a partir de la revolución de 1848 y antes en la

pintura que en la literatura. Fue la obra de Gustave Courbet la que empujó

a Champfleury a la teorización de una poética realista y no al contrario.

Desde el primer gran cuadro de Courbet en que se reconoce la

ruptura realista, el Entierro de Ornans (1850), se suceden los hitos del

realismo francés, todos ellos acompañados de escándalo y agria polémica:

la carta de Champfleury a George Sand acerca del realismo (L'artiste,

2 de sept. de 1855), la fundación de la revista Le Réalisme, dirigida por

Edmond Duranty (1856), la publicación de la recopilación-manifiesto

Le Réalisme, de Champfleury (1857), la aparición en la Révue de Paris

de Madame Bovary (1856), la de Fanny, de Ernest Feydeau (1858), etc.

Hacia 1866 se puede dar por iniciado el declive del movimiento, pero no

por su desplazamiento a manos de una poética alternativa, sino por su

radicalización en una poética de presupuestos ideológicos materialistas,

.3 Y que recientemente ha sido estudiado por C. GARCÍA BARRÓN, Vida, obra y pensamiento

de Manuel de la Revilla, Madrid, Eds. José Porrúa Turanzas, 1987 , Y por S. MILLER,

Del realismo-naturalismo al modernismo: Oaldós, Zola, Revilla y Clarín (1870-1901).

Las Palmas, (1992).

V CONGRESO GALDOSIANO _

el Naturalismo. Como recordaba Luís López Jiménez 4 (1977), de 1868

es el prólogo de E. Zola a la segunda edición de Thérese Raquin, punto

inicial tal vez de la trayectoria teórica del concepto Naturalismo.

Estamos muy cerca del nacimiento del movimiento realista en España,

que se inicia justo cuando en el país vecino la poética del naturalismo

viene a sustituir, radicalizándola, a la del realismo.

y el ambiente que rodeó al realismo francés no fue muy diferente del

que rodeó al realismo españoL a pesar de que a menudo los historiadores

del hispanismo parecen convencidos de que el escándalo y las durísimas

condenas a que se vio sometido el realismo fueron fenómenos

exclusivos del modo de ser hispánico. Las mismas acusaciones que

escuchamos en España a partir de 1868 las podemos coleccionar en

Francia a partir de 1848. La primera de ellas, una acusación indiscriminada,

totalizadora, que generó el temor -y por tanto el peligro- de ser

tildado de «realista", y gracias a la cual el adjetivo fue manejado como

«una máquina de guerra para excitar el odio contra una nueva generación",

en palabras de Champfleury 5. Más acá de ésta pueden distinguirse

hasta otras cuatro acusaciones particularizadas. La que denuncia la

supuesta sordidez de una concepción de la vida que lo único que pretende

«es una imitación servil de aquello que ofrece la naturaleza de

menos poético y elevado" 6. La que se refiere a una cuestión no ya estética

sino ética y protesta contra la complacencia realista en situaciones y

personajes de inaceptable inmoralidad, muy especialmente situaciones

de adulterio y costumbres licenciosas, acusación que golpeará a la

Fanny de Feydeau no menos que a Madame Bovary . La que se lamenta

de la escasa autoexigencia artística del realismo, de su sacrificio del arte

en aras de la verdad o de la vida. Y por último la Que se escucha en voz

más baja y más oblicuamente, la Que vincula directamente el realismo

con la representación de cuadros de miseria y el alentamiento de la insurrección

social.

Estas acusaciones -en las Que la premura de espacio me impide detenerme,

aun cuando delimitan con toda precisión el negativo de la poética

y de la ideología antirrealistas- son la otra cara de la moneda de la

poética realista, una poética de la que quisiera evocar algunos -pocosaspectos,

posiblemente los menos obvios para muchos críticos e historiadores,

a quienes el simbolismo acostumbró a pensar en el realismo

como tradición y no como vanguardia, como lo tradicional frente a lo

moderno.

El realismo francés de los años 50-60 puso un especial énfasis en la

categoría de lo nuevo, lo moderno, lo no codificado o no tradicional. «Se

4 El Naturalismo y España. Valera frente a Zola. Madrid, Alhambra, 1977.

5 G. Y J. LACAMBRE (eds), Champneury. Su mirada y la de Baudelaire. Madrid. Visor.

1992, 22.

6 L. GOUDALL en Le Fígaro de 11 de mayo de 1856 recoge estas palabras de boca de

M. Fould, ministro de Estado. Cfr. LACAMBRE, op. cito 24.

mm BIBLIOTECA GALDOSIANA

llama realistas -escribe Champfleury- a todos aquellos que plantean

nuevas aspiraciones. Llegaremos a ver médicos realistas, químicos realistas,

manufactureros realistas e historiadores realistas. El Sr. Courbet es

un realista, yo soy un realista: lo dicen los críticos, pues que lo digan.

Pero, para vergüenza mía, he de confesar que nunca he estudiado los

códigos en los que están contenidas las leyes que permiten al primer

recién llegado producir obras realistas» 7 • Y en el prólogo de 1857 a Le

Réalisme insiste en algo que nunca se cansó de repetir: «No me gustan

las escuelas, no me gustan las banderas, no me gustan los sistemas, no

me gustan los dogmas... Me es imposible anclarme en la pequeña iglesia

del realismo, ni aun siendo el dios».

Tan abierto y falto de límites se presentaba el concepto, y tan ligado

a lo nuevo, a lo moderno, que el mismo Baudelaire, amigo de Champfleury,

fue incluído a menudo entre los realistas, e incluso acusado de

realista por el juez en el proceso seguido contra Les Fleurs du ma1 8 .'Por

su parte el redactor de la voz Realismo en la Enciclopedia Espasa Calpe

escribía: «realismo y modernismo eran, bajo aspectos diferentes, la misma

cosa, la misma reinvindicación de los derechos de la realidad contemporánea

que cada generación intenta imponer».

Un segundo aspecto que quisiera evocar es el que reinvindica la libertad

del arte frente a cánones, autoridades y convenciones. «He de

reconocer, señora -escribe Champfleury a Oeorge Sand en la carta ya citada-

que pienso como ( ... ) todos aquellos que reclaman la libertad más

completa en todos los aspectos. Los jurados, las academias, los concursos

de todo tipo, han demostrado en más de una ocasión su impotencia

para crear hombres y obras». Por eso el gesto de Courbet, contestando a

la Exposición Universal de 1855, a su jurado y a sus normas y prejuicios

estético-morales, que habían excluído de la muestra sus obras más audaces,

con la organización de una exposición individual (una de las primeras

en la historia) alternativa, en un edificio alternativo -y próximo- al

oficiaL «es una audacia increíble, es el derrocamiento de todas las instituciones

por intermedio de jurado, es la llamada directa al público, es la

libertad, dicen unos. II Es un escándalo, es la anarquía, es el arte arrastrado

por los suelos, es un tenderete de feria, dicen otros».

De este segundo aspecto deriva un tercero, más práctico que teórico,

pero que no puede desligarse del contenido poético del Realismo, y es

su gesto iconoclasta, desafiante, insurreccionaL provocador, dirigido tanto

contra la burguesía ( los demoledores de la burguesía , así califica

Champfleury a los caricaturistas contemporáneos en su lfistoire de la

caricature moderne 9), como contra el academicismo (Ingres será uno de

7 «Du réalisme. Lettre él Mme. Sand» , L'artiste, 2-sept-1855. Cifro Ibid. 182.

8 Cuenta la anécdota CHAMPFLEURY en sus Souvenirs et Portraits de jeunesse. Paris. E.

Dentu. 1872.

9 París. E. Dentu. 1865. Y a propósito de DAUMIER dejó escrito: «La obra a lápiz de

Daumier permanecerá como la pintura más auténtica de la burguesía, junto a la Cornédie

hurnaine de Balzac; los burgueses han tenido en ellos a dos historiadores rigurosos

V CONGRESO GALDOSIANO DI

los mayores enemigos de los pintores realistas), o contra los cánones

morales y estéticos.

SEGUNDO ACTO: EL REALISMO EN EL PURGATORIO

La batalla en torno a la nueva novela y a la poética realista tuvo sus

primeras escaramuzas en fechas casi francesas. Puede darse por iniciada

con la diatriba de P.A. de Alarcón contra la f'anny de Feydeau, en el

mismo año de su publicación, 1858, y sólo un año después de la aparición

del manifiesto del realismo francés, el libro Le Réalisme de Jules

Husson-Fleury, alias «Champfleury". Del año 60 es el ensayo De la naturaleza

y carácter de la novela, de Juan Valera, y hacia 1865 comienza el

joven Oaldós a elaborar sus propias reflexiones a partir de la obra de

Dickens, la novela de folletín, Ventura Ruiz Aguilera, Ramón de Mesonero

Romanos, Ramón de la Cruz o sus propios cuentos programáticos,

muy especialmente «Un tribunal literario", de septiembre-octubre del 72.

Pero de estas tempranas escaramuzas se pasa a una controversia generalizada

entre los años de 1874 y 1877, a partir, según ya señalara O.

Davis 10, de un estimulante artículo de F. Pi Y Margall en la Revista de

Bspaña, al que siguieron, entre otros episodios, los debates del Ateneo

de 1875 y 1876, la polémica Vidart-Navarrete (1874-1876) en torno

a Pepita Jiménez, numerosos artículos de diversos autores y la andanada

de Alarcón, en 1877, con su discurso de ingreso en la Academia. Para

entonces, y en enero-febrero de este mismo año, Charles Bigot, en su

habitual correspondencia de París para la Revista Contemporánea, ya se

ha hecho eco del tremendo impacto de L'assommoir sobre la sociedad

literaria francesa, y en marzo de este mismo año de 1877, Pico de Mirándola

mezclaría, en su crónica de París, el comentario sobre las reacciones

francesas a los discursos de Alarcón y Nocedal con las noticias del

éxito de L'assommoir. El debate se desplazaba, por tanto, hacia la cuestión

del naturalismo, y a veces, como indicó O. Davis, hasta parecería el

mismo debate.

Salvo en las escaramuzas iniciales la cuestión se centró, en un principio,

más sobre el teatro que sobre la novela, tal y como muestran las

sesiones del Ateneo de 1875 y de 1876, aunque tuvo una clara tendencia

a escapar del terreno literario y de la controversia sobre obras y

autores concretos para plantearse en términos estético-filosóficos y morales.

Dejando aparte contadísmas excepciones, el debate se vio notablemente

perturbado por sentimientos de galofobia (O. Davis), bien diáfa-

( ... ) él pinta a la burguesía en su estúpida crueldad, con el movimiento y el dibujo del

movimiento» (La Silhouette, 22-julio-1849, citado por LACAMBRE, op. dt. .38).

10 «The Spanish Debate over Idealism and Realism before the Impact of Zola's Naturalism

», PMLA, N.Q 84, 1969, 1649-1656.

mm BIBLIOTECA GALDOSIANA

nos en estas palabras del culto y moderado Manuel de la Revilla: las exageraciones

del realismo se deben Hprincipalmente a los franceses, que

tienen dos cualidades: universalizar y popularizar todas las ideas de

que se apoderan, pero corromperlas también.» Los franceses retratan su

sociedad Hy como ésta es corrompida, su teatro lo ha sido también» 11.

Esta a menudo visceral galofobia tuvo su contrapartida en el prestigio filosófico

de Hesa Alemania llamada cien mil veces cerebro de la Europa»,

como decia el joven Clarín, de esa HTierra santa del pensamiento» 12. El

prestigio de Alemania está ligado al prestigio de la filosofía idealista, a los

nombres de HegeL Fichte, Schelling, y también al de Krause, cuyos discipulos

españoles, y muy especialmente Francisco Giner de los Ríos,

contribuyeron no poco a la desautorización de la cultura francesa. En la

medida en que el positivismo se abra paso en España, de la mano de los

neokantianos difundidos por José del Perojo, pero también de Comte, de

Taine, de Renan, o de Zola, la situación se irá invirtiendo y la literatura

francesa, y muy particularmente su novela, adquirirá una influencia indiscutible

y hegemónica.

En la mayor parte de las intervenciones los oradores y articulistas

comienzan por reconocer el poderoso impacto del realismo en la escritura

contemporánea, hasta el punto de imponer un dominio sobre ella

que parecería fataL lógico, incluso necesario. En una prolija serie de articulos

muy representativos del clima del debate que Emilio Nieto publicó

en la Revista europea a finales de 1874 y principios de 1875 (t. III),

comenzaba por declarar: "El Realismo está de moda», es como si las

corrientes de la vida moderna condujeran inevitablemente a su triunfo,

público y artistas Hbuscan con exclusivismo, cada día más acentuado ( ... )

la representación minuciosa de los hechos ( ... ) el lógico desarrollo de

una tesis trascendental» (425a). España es hasta ahora el país que más

se ha resistido, refugiada como está en su tradicional idealismo, pero al

fin le ha dado entrada y Hhoy es el realismo moneda corriente entre nosotros

» (4 25a).

Buena parte de los interlocutores del debate parten de una convicción

enteramente moderna, que Schiller y los románticos habían teorizado, la

de que Hen cada época la literatura es el portentoso reflejo de la vida

humana en aquel momento histórico» (Luís Vidart en la Revista europea,

t. IV, 1875, 273 b), la de que Hel arte debe seguir el movimiento de la

historia y ser de su tiempo y de su siglo» (Moreno Nieto en Revista europea,

t. IV, 1875, 320a), incluso la de que la condición del gran arte está

inevitablemente ligada a su capacidad de expresión del mundo histórico

11 Revista europea, t. IV, 1875, 198b-199a.

12 "Un libro. Ensayos sobre el movimiento intelectual de Alemania, por D. José del

Perojo. Primera serie". El Solfeo, N.Q 40, 10-X-1875. Testimonio bien característico

del entusiasmo suscitado por Alemania en los ambientes culturales españoles es la serie

de artículos que, bajo el epígrafe "Correspondencia de Alemania", escribe Javier

GALVETE para la Revista contemporánea, y muy especialmente el del 28-Il-1877 (t. VIl) dedicado

a las universidades alemanas.

V CONGRESO GALDOSIANO _

que le es propio, como escribe con toda radicalidad F. Pi Y Margall:

"Byron se ha hecho eco de su siglo y es el primer poeta de Inglaterra;

Balzac ha removido el fondo de la sociedad y es el primer novelista

de Francia; Espronceda ha reflejado en sus cantos el espíritu de los pueblos

modernos y es hoy el primer poeta de España.. (Revista de España,

t. XXXVI, 1874,442). En cuanto a Goethe , él hizo en Werthery en Fausto

"la epopeya de su siglo .. , de la misma manera que Schiller "respondió

como un eco a las ideas y a los sentimientos de su siglo .. (446). Este ha

sido el gran déficit estético de España, argumenta Pi y Margall, en un

análisis que viene a coincidir con el de Galdós en sus "Observaciones ..

de 1870: los artistas españoles poseen una concepción estética equivocada

que les hace alejarse de las muchedumbres, no escuchar el hondo

sufrimiento de las sociedades modernas, no ser capaces de asumir a la

ciencia y a la industria en su sentido de lo estético. "Si el arte se empeña

en prescindir de estas transformaciones y en dejar lo accidental por

lo absoluto, ¿qué podrá ser más que una eterna y monótona reproducción

de sí mismo? .. (443). En España, al igual que en Francia o en Italia,

prevalecieron las ideas de los Schlegel, partidarios de la autonomía

del arte respecto de la vida, sobre las de Goethe, Schiller, defensores del

arte como expresión de la época: "ésta es a nuestro modo de ver la más

importante causa de la gran disociación sufrida por el arte en nuestro

siglo .. (447). Si las ideas estéticas de Goethe y de Schiller hubiesen llegado

al mediodía de Europa antes que las de los Schlegel, no se hubiera

abandonado en España la senda abierta por Goya, Espronceda y Larra

(447).

Si la literatura es la expresión no de un tiempo eterno sino de un tiempo

histórico, casi todos los polemistas parecen reconocer, tácita y fatalmente,

que el realismo -al que se oponen mayoritariamente- es la

expresión misma de la modernidad. Así Montoro, que es radicalmente

hostil a una estética realista, declara sin embargo: "El realismo, que tan

vigorosamente se apodera del teatro en algunos países (es) una manifestación

del tiempo histórico en que vivimos .. (Revista europea, t. IV, 1875,

lISa) , y por su parte Moreno Nieto, reticente respecto a toda poética

no cristiana, llega a cernir así el tema central de su discurso: "el juicio

sobre el realismo, o sobre el arte contemporáneo .. (misma revista, 349a),

discurso que acaba reconociendo por otra parte que los nuevos rumbos

realistas eran los propios del arte contemporáneo, por ley de su naturaleza,

y por las condiciones de la vida toda. Es como si quienes se enfrentaron

a la oleada realista lo hubieran hecho con una doble convicción,

la de que moralmente estaban obligados a oponerse y la de que de todos

modos tenían la batalla perdida.

En la idea de que el realismo como estética se adecua a los tiempos

que corren debió influir no poco el análisis que de estos tiempos hacian

nuestros polemistas. Tanto en los liberales como en los conservadores

es obsesiva la constatación de una profunda crisis espiritual en la que

"no aparece ideal alguno ( ... ) como impulso colectivo que mueve y arrasmm

BIBLIOTECA GALDOSIANA

tra los ánimos de todos con fuerza incontrastable .. , como escribe E. Nieto

en la Revista europea (t. III, N.Q 49, 1B75, 466a). Desde el punto de

vista conservador el señor Calavia llega a construir el siguiente razonamiento:

el arte necesita de ideal, luego ((si en los tiempos que corren

carecemos de ideal (oo.) ¿cómo hemos de tener arte propio y propiamente

definido? .. (mismo lugar, lIBa), mientras el señor Rayón se lamenta de

que hoy no existe un ideal concreto y, lo que es peor, no es posible

crearlo, porque los ideales no se crean. Sólo Moreno Nieto proporciona

verdadera altura teórica a esta perspectiva conservadora. Para él los tiempos

actuales prosiguen un ciclo histórico preludiado por el Renacimiento

pero realmente inaugurado con el Romanticismo, y en el que el ideal

cristiano, que fue el que separó la edad moderna de la edad clásica, ha

sido sometido a cuestión, desafiado e incluso sustituído por el panteísmo

filosófico. La única redención posible del arte moderno consistiría,

por consiguiente, en recuperar la referencia de un ideal universal y

aceptado por todos, en las altas regiones del espiritualismo cristiano

(mismo lugar, 31 Oa).

Desde el punto de vista liberal Manuel de la Revilla concuerda con

Calavia en constatar la crisis de los grandes ideales universalmente aceptados,

los ideales del Antiguo Régimen, la religión, el trono, la nobleza

(199b), y Emilio Nieto, en su articulo citado, precisa que al entrar en

crisis el ideal religioso se ha desvanecido el único valor universal, dejando

a la humanidad dividida entre ideales individuales: "el espíritu del libre

examen 1.3 que hoy todo lo invade no ha respetado la esfera donde

actúan (las religiones) y (oo.) tiende a convertir en individual la fe colectiva.

Parece que Dios ha descendido del Empíreo, a cuya altura ostentaba

para todos los mismos caracteres, viniendo a encerrarse en la conciencia

de cada hombre .. (t. 111, 534a).

F. de P. Canalejas protesta vivamente, en cambio, contra la idea de la

disolución moderna de los ideales universales. Poseemos, dice, todos los

ideales del pasado y además los propios de la poderosa y rica civilización

en que vivimos (194). Es la misma idea que expone gravemente Revilla14

y juguetonamente Valera, para quien: ((No hay un ideal, es verdad; no hay

una aspiración única y unánime (oo.) pero en cambio hay muchos ideales,

y esto, lejos de ser perjudicial, es convenientísimo, porque hay para

todas las inclinaciones, cada cual puede escoger el que guste .. (275a).

Más a la izquierda que ellos, en su pensamiento filosófico, Pi y Margall

formula la alternativa de una nueva moral: ((Nos separan de ayer revoluciones

sangrientas (oo.) vacilan al soplo de la filosofía nuestras cien-

1:3 REVILLA diría "el preponderante espíritu de crítica, negación y duda", que no reconoce

más guía que la ciencia (lbid. 198b)

14Aunque confusos e indefinidos poseemos los nuevos ideales del siglo, "grande cual

ninguno", y estos ideales son superiores a los de cualquier otro siglo: la ciencia, la industria,

"la grandiosa epopeya revolucionaria que se va desarrollando desde 89 acá, la

idea del progreso, única fe y esperanza del siglo XIX, la libertad ( ... ) ¿Qué mayor grandeza

que cantar la ciencia, la civilización, el progreso y la libertad?" (l99b)

V CONGRESO GALDOSIANO _

cias (oo.) Nuestro siglo tiene, sin embargo, fisonomía propia. Ha desconocido

a su Dios y lo busca a la luz de la razón y de la conciencia ( ... ) sienten

que se estremecen bajo las plantas de los pueblos las bases en que

durante siglos estuvieron constituidos ( ... ) coronan su frente las sombras

de la duda ( ... ) reproducir en el lenguaje del sentimiento las dudas, las

amarguras, los vaivenes y el temerario arrojo de este siglo, no sería, a

buen seguro, empresa indigna del arte. La ciencia tiene como la fe su

poesía (. .. ) las luchas del hombre contra la naturaleza es algo más grande

que las guerras de Troya; los héroes de la revolución y del trabajo,

no lo son menos que los que fueron a rescatar piedras de un sepulcro o

vertieron su sangre por su patria .. (R. de España, 1874, t. XXXVI, 442).

A un lado y a otro de un debate que despierta vibraciones muy actuales,

en torno a la crisis de los ideales que vertebraron la cultura occidental,

se dibuja la controversia tal vez central de la modernidad, la de la

secularización de la cultura, y en la conciencia de unos y de otros parece

como si el realismo fuera una respuesta lógica, casi necesaria, a esta

fase decisiva de la historia humana.

Por ello no tiene nada de particular que unos y otros asocien el realismo

a otros componentes de la cultura de la modernidad, y muy espe-cialmente

al positivismo, al utilitarismo, al evolucionismo científico y

filosófico. Para no aducir sino una cita de calidad, bien podemos valernos

de ésta de don Manuel de la Revilla: «El movimiento revolucionario que en

el terreno de las ciencias experimentales y filosóficas se realiza, bajo los

diferentes nombres de positivismo, realismo, naturalismo, evolucionismo

y otros semejantes, no se limita al espacio en que se produjo primeramente,

sino que se extiende a la vida entera y a todas partes lleva su influencia

.. (R. de España, mayo de 1879). Como ha observado en su reciente

libro S. Millerl5 «la visión de Revilla, como la de Federico de Onís

en torno al Modernismo, abarca el gran panorama cultural ( ... ) y dada esa

perspectiva, Revilla ve que diferentes nombres ( ... ) apuntan a una misma

realidad cultural». No era sólo Revilla, es preciso añadir, tanto el idealismo

como el monismo positivista habían acostumbrado a pensar en términos

de realidades globales y orgánicas, préstese sino la atenta oreja a aquel

brillante prólogo de Balzac a la Comedia humana en 1842.

Pero volviendo a nuestro debate, no es fácil entrar a distinguir las

posiciones de unos y otros en función de categorías suficientemente

explicativas, pues a menudo las posiciones son cambiantes y los interlocutores

se suelen entregar con delectación a distingos y matices

sutilísimos, facilitados por el escaso contraste con un material literario

concreto y por su propia incertidumbre.

A mi modo de ver dos son las posiciones que polarizan, en última

instancia, el debate. La primera es la de la tradición idealista y romántica,

en la línea de la estética hegeliana, la segunda es la de contestación

al discurso idealista. En la primera la tendencia absolutamente mayorita-

15 Op. cit. 52.

mm BIBLIOTECA GALDOSIANA

ria es hacia el arte por el arte; en la segunda el adversario a batir es el

arte por el arte, y en ello coinciden intelectuales ideológicamente enfrentados

en otros terrenos, intelectuales conservadores como Cándido

Nocedal o como Moreno Nieto, con intelectuales progresistas e incluso

republicanos, en la onda de Vidart, Navarrete o Alcalá Galiano.

La posición netamente idealista, partidaria de la autonomía del arte y

heredera de la estética hegeliana, a través o no de Krause, parece haber

sido ampliamente mayoritaria entre los intelectuales liberales, tal vez por

influjo directo -o indirecto- de Francisco Giner de los Ríos, cuyas ideas

estéticas constituyen una muy representativa muestra de esta posición 16.

En De la naturaleza y carácter de la novela (1860), un muy temprano

ensayo de Juan Valera, réplica polémica a otro de Cándido Nocedal, el

autor ataca en general la poética realista y en particular las novelas de

Feydeau, de Flaubert y de Champfleury, satiriza la pretensión docente del

arte, y contrapone un concepto de novela como poesía, de poesía novelesca

como «horror a lo común", y de la verosimilitud como «coherencia

en un mundo posible", que diríamos hoy con terminología arrancada

a la semiótica pragmática, un mundo incontrastable con el mundo de

la realidad y con plenos derechos a «los legítimos engendros de la fantasía",

a lo extraordinario, a lo sobrenatural, a lo fantástico. El ensayo de

Valera acaba con una brillante frase-manifiesto: «Feliz el autor de Dafnis

y Cloe, que no consagró su obrilla a Minerva, ni a Temis, sino a las ninfas

y al Amor, y que logró hacerse agradable a todos los hombres, o

descubriendo a los rudos los misterios de aquella dulce divinidad, o recordándolos

deleitosamente a los ya iniciados. ¡Ojalá viviésemos en

época menos seria y sesuda que ésta que alcanzamos, y se pudiesen escribir

muchas cosas por el estilo" 17.

En el debate del Ateneo de 1875 la postura está plenamente representada

por el señor Montoro, y fuera del debate por una extensa y prolija

monografía de Emilio Nieto publicada en la Revista europea a partir

del 31 de enero de 1875. Ambos trabajos coinciden en impartir una lección

de estética hegeliana, en rechazar frontalmente el realismo, por un

lado, y el fin útil o docente del arte por el otro, y en proponer a cambio

la fórmula hegeliana de la belleza (lo bello es la manifestación sensible

de la idea) y una poética en que si aparece lo real debe ser «como lo real

idealizado, glorificado, expresando fielmente la idea", una poética consciente

de que los tiempos modernos han producido la «emancipación del

arte" de cuanto no sea el propio objetivo de la belleza, en palabras de

Montoro, o en palabras de Nieto, una poética capaz de «hacer que lo real

sea ideal sin perder su realidad ( ... ) respetando lo esencial de esa realidad,

y reflejando en ella la idea de la belleza" (532a)

Desde esta posición netamente idealista hubo quien dio un paso en di-

16 J. LÓPEZ MORILLAS, Hacia el 98: literatura, sociedad, ideología. Barcelona, ArieL

1972.

17 Obras Completas, Madrid, Aguilar, t. II, 201.

V CONGRESO GALDOSIANO ,.

rección hacia el realismo, buscando la posibilidad de una síntesis, aunque

siempre desde presupuestos y fundamentos idealistas. Es el caso de algunos

de los más coherentes discursos del debate, y muy especialmente del

de Manuel de la Revilla, que luego comentaré. Pero quien más lejos avanzó

en esta dirección fue F. Pi Y Margall en el artículo ya citado, en el que

propugnaba un arte fiel a los tiempos, reflejo del espíritu de su época,

atento a la realidad y a la vida, desobediente por tanto de la consigna que

los Schlegel impartieran sobre la autonomía del arte y partidario de volver

a enlazar con las ideas estéticas de Goethe y de Schiller, tal vez a través del

panteísmo estético-religioso de Schelling. Pi y Margall acababa así su

apasionado alegato: "No rechazamos el idealismo, pero queremos el idealismo

hoy posible ( ... ) Todo lo real es ideal: queremos, no que el arte prescinda

de lo real para llegar al idealismo, sino que vaya y llegue al idealismo

por medio de la realidad ( ... ) La ciencia dirige los pasos de la humanidad

por la senda de sus destinos; la misión del arte consiste para nosotros en

mantener vivo el sentimiento de estos destinos mismos» (449).

Las posiciones que atacan el idealismo hegeliano parten de los dos

extremos del abanico ideológico. En el lado más conservador se alineó

un temprano articulo de Cándido Nocedal al que Valera, en su monografía

de 1860, reprochó sus principales tesis: "El señor Nocedal condena

( ... ) la novela, valiéndose de la autoridad del Diccionario (de la RAE), a

que se limite a lo pedestre y vulgar, ya que ha de estar siempre tejida de

los casos que comunmente sucedenll • Valera acusó a Nocedal de haber

caído en "el error teórico de los realistasll, de defender un concepto realista

de la verosimilitud, de negarle a la novela el recurso a lo extraordinario,

fantástico o sobrenatural, y de exigirle una utilidad moral. Otro

temprano artículo, esta vez de P. A. de Alarcón, y dirigido contra la novela

de E. Feydeau, F'anny, no posee la misma coherencia que el de NocedaL

que no he podido manejar más que a través de las opiniones de

Valera, sino que entre muchas exclamaciones e interrogaciones retóricas

y muy poco rigor, se limita a negar la condición de novela y de literatura

a Fanny : "Semejantes novelas no son novelas: son historias particulares

que antiguamente se contaban al confesor; que después fue moda referir

sotto voce a los amigos, y que hoy se pregonan desvergonzadamente

en los sitios públicos: lo cual da completa idea del estado actual de las

costumbres parisienses.» Alarcón, que acababa su articulo imaginando

que Feydeau pagaría su culpa al tener que ocultar a sus hijas, si es que

las tenía, sus propias novelas, añadió al editar sus Obras Completas una

addenda a este artículo muy citada por la crítica: "por manera - dice refiriéndose

a lo escrito veinticinco años antes -que mi opinión acerca del

naturalismo es antigua» (1 774b). Alarcón tenía la virtud de confundirlo

casi todo, quede sin embargo consignada aquí su posición inicial en el

debate, diferente de la de Nocedal y de la que posteriormente hará suya

en 1877, una posición que denuncia el realismo por su falta de ideal

moral (no por su falta de ideal estético, reproche que podría haber sido

hegeliano) y por la consiguiente inmoralidad.

mm BIBLIOTECA GALDOSIANA

Mucho más consistente, fundamentado y riguroso es el discurso de

Moreno Nieto en el Ateneo. Lo que expone en él es una brillante crítica

de las insuficiencias del idealismo hegeliano y una poderosa visión filosófica

de la historia. Su punto de vista final coincide, sin embargo, con las

ideas -mucho más rústicas- de Nocedal. Frente al materialismo y al sensualismo

del realismo francés propone un arte que fiel a su tiempo, y por

tanto, se sobreentiende, de acuerdo con su propio discurso, realista en

cierta medida, se vea vivificado por el espiritualismo y esté al servicio del

ideal cristiano. De hecho Moreno Nieto parece anunciar más el espiritualismo

de finales de siglo que la novela católica de tesis a lo Pereda,

Valbuena, Alarcón o Coloma, y en sus ideas puede rastrearse la huella que

van a dejar en algunas convicciones muy profundas de Clarín.

Los defensores estrictos del realismo en los debates del Ateneo respondieron

con tanta vehemencia como escaso eco. A uno le queda la

posibilidad de elegir entre dos sospechas: o no intervinieron con la preparación

teórica de otros oradores (Montoro, Moreno Nieto, Revilla), o su

transcriptor (posiblemente el propio Revilla) quiso que pareciera así. El

discurso de D. José Navarrete podría haberlo firmado igualmente D. Pompeyo

Guimarán, por su grandilocuencia, su credulidad, su mesianismo,

pero también por su valor. Según el ínclito orador el arte "es la primera

manifestación material del ideal científico» (R. europea, t. IV, 1875,

475b), la ciencia es la que ha de "redimir» a los seres humanos, la misión

del teatro es mostrarnos el camino del porvenir. Su tono se hace apocalíptico

cuando denuncia a "los oscurantistas» que temen que el teatro difunda

"la luz de la democracia» y que denuncie "los talleres donde forjan sus

planes liberticidas los explotadores del humano linaje» (476a). "El autor

dramático debe ( ... ) escribir para la sociedad en que vive, poniendo ante

los ojos del público todas las miserias sociales, con implacable realismo,

por desconsolador que sea; pero mostrando siempre al lado de los vicios

( ... ) las virtudes que para sustituirlos hayan de edificarse». Esto es precisamente

lo que falta tanto en el dramaturgo más aventajado de España, el

señor Gaspar, como en la Pepita Jimérnez del señor Valera: "sobre el fondo

negro del presente, proyectar el rayo de luz del porvenir».

Muy parecidas son las ideas de fondo expuestas por José Alcalá Galiano

y por Luís Vidart, que reclaman un arte realista y docente. De Luís

Vidart, sin embargo, vale la pena recordar que es el único que en el debate

de 1875 acepta y defiende abiertamente el realismo francés. Según

las reticentes palabras de su transcriptor, el señor Vidart "declarose partidario

del realismo, tal como lo proclama y practica la escuela francesa

representada por Dumas hijo, y Victoriano Sardou, y dice que a nuestros

escritores les falta el valor suficiente para cultivar resueltamente esta

escuela, que es la única que puede salvar nuestro teatro, por lo mismo

que es la única verdadera»18.

18 Ambos discursos en el segundo debate, el de 1876, reseñados en la Revista europea,

t. VIL 1876, 237-239.

V CONGRESO GALDOSIANO mm

ACTO TERCERO: EL REALISMO EN EL PARAÍSO

Si todavía en 1875-76 la reinvindicación de una poética realista y "docente

» era muy minoritatia en España y sostenida únicamente por críticos

de un peso -digamos- menor, ¿cómo explicar que en esos mismos

años, entre 1875, en que se publica El escándalo, y 1880, fecha de De

tal palo tal astilla, se imponga de manera avasalladora una novela que

tiene por fundamento esa misma poética?

A mi modo de ver la respuesta a esta pregunta no puede ser ni única

ni simple y debería contemplar la interacción de diversos factores. El

primero de ellos en el tiempo es, según creo discernir, el impacto producido

entre críticos y lectores por las primeras novelas de Galdós, capaces

por sí solas de alterar la norma literaria de la época. El segundo es

la influencia creciente del positivismo en la mentalidad liberal, en la que

contamina primero, y desplaza después, al hasta entonces hegemónico

idealismo hegeliano o krausista. El tercero es la definitiva y radical decantación

del pensamiento estético conservador por el arte docente.

Comencemos precisamente por el tercero, que tuvo su momento álgido

en el ingreso en la Academia de Pedro A. de Alarcón, con su "Discurso

sobre la moral en el arte», leído el 25 de febrero de 1877, y

contestado con un discurso de apoyo a sus tesis por Cándido Nocedal.

Independientemente de la ingenua petulancia y de la escasísima calidad

intelectual del discurso, el revuelo que levantó, de Revilla a Valera y de

Clarín a Valbuena, fue enorme, y ha sido bien descrito por la bibliografía

crítica de nuestros días. Desde mi punto de vista sólo añadiré que su

principal tesis, que Alarcón está seguro de haber probado irrefutablemente

con ayuda de la Filosofía y de la Historia universal de la literatura, y

que probablemente nadie le hubiese discutido, por su obviedad, la tesis

de que "nunca, en ninguna edad ni en ningún pueblo, bajo los auspicios

de ninguna religión ni en las tinieblas del más feroz ateísmo, han caminado

separadas la Bondad y la belleza, o sea la Moral y el Arte» 19, se

convirtió en la práctica en un alegato contra el esteticismo y en una descalificación,

desde el punto de vista conservador, de la teoría del arte por

el arte. Esta teoría "supone la peregrina especie, nacida en la delirante

Alemania, adulterada por el materialismo francés y acogida con fruicción

por el insepulto paganismo italiano, de que el Arte ( ... ) es independiente

de la Moral ,,(1750a), y es peligrosísima en la medida en que no viene

sola "pues demasiado sabréis que la teoría de el Arte por el Arte está hoy

relacionada con otras a cual más temible, y que juntas socavan y remueven

los cimientos de la sociedad humana» (1761 b). En último extremo

todas estas teorías, actuando de modo conjunto, conducen a la demagogia

de los Internacionalistas, a "la anarquía universal, el amor libre y

la irresponsabilidad de las acciones humanas» (1761 b). Alarcón culminaba

su alegato con una vibrante llamada a la movilización de los acadé-

19 Obras Completas. Madrid, Eds. Fax, 194.3, 175.3a.

_ BIBLIOTECA GALDOSIANA

micos y, en general, de la humanidad creyente: "Vosotros rechazaréis

altivamente esa teoría sacrílega, fruto ponzoñoso de un nuevo satanismo,

enemistado con el Bien, que desea proscribir la Moral de todas partes,

que ya ha reducido mucho el imperio de la Virtud, y que hoy nos

declara sin rebozo (en nombre de no sé qué Belleza sin alma) que quiere

ser dueño de practicar el mal (. .. ) hay que dar hoy la batalla a los

impíos. Ya no se trata de comparaciones y diferencias entre ésta y aquella

Moral o entre tal y cual religión positiva. ¡Ni tan siquiera se trata de si

hay o no hay Diosl... El mal está más profundo: la gangrena roe más

abajo. Se litiga si hay o no hay espíritu, si hay o no hay alma, y con probar

nosotros que la hay, lo habremos probado todo. ¡De haber alma, tiene

que haber mejor vida; tiene que haber Dios; tiene el hombre que

responderle de sus actos; hay necesidad de Moral; podemos subsistir

sobre la tierral / / ¡Defended, pues, ¡oh soldados del sentimientol, los timbres

de vuestra naturaleza empírea, de vuestra divina alcurnial ¡Defended

que sois hombresl ¡Defended que sois inmortalesl» (1762a).

El segundo de los factores ha sido bien estudiado por la bibliografía

critica que se ocupa de la penetración del positivismo en España 20 y no

insistiré en los términos en que se produce. Las publicaciones periódicas

más ricas en material literario de esta época, la Revista de España,

la Revista europea, la Revista contemporánea, nutren sus ambiciosos y

cosmopolitas índices de la década de los 70 de ensayos sobre el evolucionismo,

el materialismo, el positivismo, sobre las leyes genéticas y el

origen de la vida, sobre el avance de las ciencias médicas y naturales,

sobre arqueología e historia antigua, sobre la psicología empírica, la

sociología o la historia comparada de las religiones, sobre la ciencia española

21, Y cuentan con colaboraciones de Spencer, Renan, Taine, J. del

Perojo, Littré, Huxley, Haeckel, C. Bernard, etc.

Sí me detendré -por lo poco estudiado hasta ahora- en el impacto

que este cambio de mentalidad produjo en las posiciones del crítico

literario más relevante de los años 70, Manuel de la Revilla, verdadero

paradigma de las apuestas, inflexiones, sutilezas y dudas que el cambio

introdujo en nuestra literatura.

El Manuel de la Revilla que interviene en el debate del Ateneo de 1875

mantiene posiciones de raigambre idealista y de moderación teórica: el

realismo, declara, "procede de la escuela positivista que hoy lo invade

todo, para él la única realidad es la fenomenal, sensible, exterior al artista,

reputando idealismo y condenando como tal todo lo que se aparte de

esta reducida esfera» (R. europea, IV, 197b). Insiste Revilla en la depen-

20 Muy especialmente por C. GARCÍA BARRÓN, op. cit. ; J. LófEZ MORILLAS: El krausismo

español, Méjico, r.e.E. 1956; D. NÚÑEZ: La mentalidad positiva en España. Desarrollo y

crisis. Madrid, 1975, y El darwinismo en España, Madrid, 1977; E. TERRÓN: Sociedad e

ideología en los origenes de la España contemporánea, Barcelona, Eds. Peninsulares,

s.f.; E. TIERNO GALVÁN: Idealismo y pragmatismo en el s. XIX español. Madrid. 1977.

21 Véase a título de ejemplo los índices de los tomos III y IV, reiteradamente citados

en este trabajo, de la Revista europea (1874 -75).

1

V CONGRESO GALDOSIANO fBI

dencia de la estética realista respecto de la filosofía positivista, en la hegemonía

de ésta sobre el pensamiento del siglo, se sitúa a sí mismo en

«las últimas trincheras» del espiritualismo, y reconoce que «el arte, reflejo

fiel del estado social, no ha podido sustraerse a esta influencia, y se ha

hecho necesariamente positivista; esto es, realista)). A ello han contribuido

no poco los excesos idealistas del romanticismo, que han alimentado

una reacción realista igualmente exagerada. Para Revilla «la teoría estética

del realismo es insostenible)), pues si tiene razón al vincular arte y verdad,

al inspirarse en lo real, al combatir lo sobrenatural, lo arbitrario, lo

fantástico, al exigir al arte idea, pensamiento, sentido social, al sublevarse

contra la tiranía de la forma artística, «yerra (en cambio) al reducir el

arte a la imitación y reproducción fiel de la realidad, y al entender por ésta

lo meramente exterior al artista» (198a), o al carecer de selección, al imponer

un fin docente o al complacerse en las más torpes aspectos de la

naturaleza humana (199a). Revilla propone una poética del justo medio,

ecléctica de realismo e idealismo: «El artista debe inspirarse en la realidad

y no entregarse a los ensueños y delirios subjetivos de su fantasía; pero

lejos de reproducirla y copiarla servilmente ha de representarla en su obra

idealizada, sublimada, embellecida por la belleza ideal que él concibe y

contempla, y que ha de desentrañar de la belleza real. Al reproducir la

realidad, ha de descubrir el artista la idea que en ella existe oculta; ha de

corregir sus imperfecciones y límites, ha de depurarla ... ))(198a). Revilla

se adhiere a la fórmula de Rayón en el debate: el arte debe ser «la unión

de lo ideal con lo real bajo lo racional».

Pasando del terreno abstracto al concreto Revilla reconoce que «la teoría

del arte por el arte, tan racional y exacta, goza en la práctica éxito

escaso)) (198b) y que la sociedad entera exige del artista un arte útil, docente,

realista: «Verdad, ciencia, enseñanza, lección práctica, problema

dilucidado; esto es lo que pide al teatro el público moderno, y por esto

reina el realismo ( ... ) Esto es lógico, fatal y necesario, y en el fondo legítimo;

lo deplorable es la exageración con que se hace)) (198b), una exageración

con un culpable que Revilla no duda en identificar: la literatura

francesa. En definitiva: «el realismo, tal como comúnmente se entiende,

y sobre todo el realismo francés, es funesto para el arte; pero que despojado

de sus exageraciones y prescindiendo de su teoría estética, que es

falsa, hay en él verdad y enseñanzas que no podemos desaprovechar))

(199a).

El Revilla que colabora con reseñas críticas y articulos teóricos en las

más importantes publicaciones del momento puede inclinar aún más su

posición del lado idealista en trabajos como «La tendencia docente en la

literatura contemporánea)) 22, donde oponiéndose a esta tendencia docente

llega a afirmar: «La belleza reside en la forma pura y el arte, representación

y realización de la belleza, es forma también. La forma, y no el

fondo, es el producto verdadero de la creación artística y su elemento

22 La Ilustración Española y Americana, mayo de 1877.

_ BIBLIOTECA GALDOSIANA

estético más importante. El fondo puede, sin duda, ser bello, pero también

puede no serlo, y esto no obsta sin embargo, para que la obra lo

sea si hay belleza en su forma ... Y en otro momento de este mismo trabajo

decanta con toda nitidez su posición: «nuestra fórmula es la del arte

por el arte, o mejor por la belleza .. , pues, «el fin docente ( ... ) siempre ha

de ser secundario y subordinado al puramente artístico ...

Pero en estos mismos años, y más concretamente a partir de 1875,

Manuel de la Revilla entra a formar parte de la estructura de colaboradores

asiduos de la Revista contemporánea, que dirige José del Perojo,

que este mismo año ha publicado sus Ensayos sobre el movimiento

intelectual en Alemania , libro decisivo para el giro neo-kantiano y positivista

en España, y que como revista expresa el proyecto intelectual de

su director. «En tales circunstancias trabó Perojo amistad con Manuel

de la Revilla -escribe J. López Morillas 23_, a quien sin mucho trabajo

hizo romper con la escuela krausista y sentar plaza en las huestes del

neo-kantismo .. 24. D. Núñez ha mostrado la convergencia de neo-kantianos

y positivistas en el movimiento intelectual español y C. Garcia Barrón, en

su estudio ya citado sobre el pensamiento de Revilla confirma plenamente

el giro filosófico de éste: «Nuestro biografiado -escribe- dedica numerosos

articulos a defender tanto el neo-kantismo como el positivismo ..

(66). Sin embargo, en los textos que aduce no deja de reflejarse una irreprimible

tendencia del autor a la componenda ecléctica, que si acepta

los principios de la mentalidad positiva es en la medida en que puede

encontrar un espacio independiente de ella donde no negar la eficacia

del ideal o de la fe: «El conflicto que hoy existe entre la ciencia y la fe

religiosa, sólo puede resolverse por una demarcación de jurisdicciones,

perfectamente indicado por Spencer. Sea soberana absoluta la ciencia en

el dominio de lo cognoscible y resérvese la fe el de lo incognoscible;

renuncie la primera a ser teológía y la segunda a ser cosmología y antropología

y la dificultad quedará resuelta.. (R. contemporánea, t. XVIII,

1878, 122). El propio Garcia Barrón, a la vista de este tipo de textos,

concluye que «Revilla no acepta la totalidad de los postulados neokantianos

y positivistas, pero sí el método científico que aportan y la viabilidad

de su aplicación al entorno de su sociedad .. (69).

¿Influyó esta aproximación ético-filosófica al positivismo en las ideas

estéticas de Revilla sobre el realismo y la nueva novela? A. Sotelo 25 ha

comprobado la inicial coincidencia de las posiciones poéticas de Revilla

y Juan Valera en torno a la «novela psicológica .. como «tipo ideal de no-

23 El Krausismo... op. cit. 101.

24 Es bien ilustrativo a este respecto el articulo, tan radical, que REVILLA publica en

el t. XIII, de enero-febrero de 1878, de esta revista, celebrando de manera entusiasta el

mismo giro ideológico -abandono del krausismo y nueva militancia positivista- de otro

intelectual español, Nicolás Salmerón.

25 "Juan Valera y el arte de la novela, según Manuel de la Revilla", en Y. LISSORGUES

(ed), Realismo y naturalismo en España en la segunda mitad del siglo XIX, Barcelona,

Anthropos, 1988.

V CONGRESO GALDOSIANO _

vela contemporánea .. , a la convicción de la primacia de lo bello sobre lo

útil en arte, y a la mutua dependencia de la estética de Hegel. Sin embargo

a partir de 1877-78 se produciría una inflexión en la actitud de

Revilla que lo aproximaría a las posiciones de un realismo docente

de signo liberal y lo separaría de un Valera que, por el contrario, se mantendría

cada vez -si cabe- más firme en su defensa del arte por el arte.

La inflexión de Revilla -que no sería tan poderosa como la de Clarín y

que no le permitiría apostar por el naturalismo- se debería en parte a

su filiación krausista (el mismo Giner prefería «en igualdad de circunstancias,

las obras que hacen pensar, sentir y gozar a las que sólo hacen

gozar y sentir .. , mientras que los krausistas más cercanos estéticamente

a Krause y menos a Hegel, como tal vez G. de Azcárate, compartían la

herencia ilustrada de un arte vocacionalmente didáctico), pero sobre

todo al influjo neo-kantiano y positivista, que compartió con Perojo y

Montoro en la experiencia de la Revista contemporánea. «Fue aquí donde

Montoro, Revilla y Perojo publicaron los articulos de tan fuerte incidencia

periodística, y donde éste daba a conocer los famosos ensayos

sobre el movimiento intelectual en Alemania, indicadores de la distancia

que mediaba ya respecto al «racionalismo armónico .. y de cómo, en adelante,

el pensamiento más progresista iba a estar vinculado a los introductores

del positivismo, el neokantismo, a spencerianos y darwinistas .. ,

escribe por su parte R. Asún 26.

A medida que Revilla se apartaba de la obra de Valera se acercaba a la

de Galdós. Esta es a mi modo de ver la experiencia decisiva en

la transformación -relativa- de las ideas estéticas de Revilla, como lo

será en las del joven Clarín, que sigue la misma evolución que Revilla

(pese a las reticencias y críticas que le dedica) pero radicalizándola y llevándola

hasta la aceptación del naturalismo. Revilla, como testimonió el

propio Clarín, «fue el primero que reconoció en Galdós al mejor novelista

contemporáneo» 27, Y su conocimiento de la obra de Galdos fue exhaustivo,

por lo menos hasta 1879, ya que desde La Fontana de Oro y El audaz

reseñó cada una de las nuevas novelas galdosianas hasta La familia de

León Roch (1878), incluídos buena parte de los Episodios nacionales

de la primera y segunda series. La temprana muerte de Revilla (1881), antes

de llegar a la cuarentena, interrumpió este excepcional seguimiento.

El mismo año de 1877 en que publicó el articulo anteriormente citado

sobre «La tendencia docente en la literatura contemporánea», con su

declaración de fe formalista 28, publicó también su reseña de la primera

26 "Las revistas culturales y la novela: elementos para un estudio del realismo en

España.», en ibid. 80.

27 Sermón perdido, Madrid, Fernández y Lasanta, 1885, 137.

28 Aunque con sutiles distingos, ya ensayados por Giner de los Ríos, su maestro, y

según los cuales "El poeta habrá cumplido su misión si se realiza la belleza, y poseerá,

sin duda, una perfección más si a esto agrega la expresión de un pensamiento trascendental.

En igualdad de circunstancias, entre dos obras de idéntica belleza y de distinto

valor filosófico, valdrá más la que idea más alta y verdadera entraña».

_ BIBLIOTECA GALDOSIANA

parte de Gloria (R. contemporánea, t. VIL 30 de enero de 1877), en la

que subrayaba que Galdós había emprendido, desde Doña Perfecta, un

nuevo rumbo que le situaba «en aquellas alturas en que el artista confina

con el filósofo, y la obra de arte es a la vez acabada manifestación de

la belleza y fuente de trascendentales enseñanzas» (280). Tal vez por

ello, cuando Revilla examinó el segundo volumen de Gloria, el 15 de

junio de 1877, despachó rápidamente el juicio estético de la obra para

centrarse en el moraL y desde este terreno precisamente proclamó a la

novela «la más trascendental que en nuestros días se ha escrito en castellano,

y que basta para declarar a su autor el primero de los novelistas

españoles)) (t. IX, 381). En este mismo tomo de la revista, y en artículo

del 30 de junio, esto es mes y pico después de publicar en La Ilustración

Española y Americana su citada declaración de fe en la estética

idealista, escribe Revilla sobre la democracia en Inglaterra y su habitual

sorna respecto a la figura de Canalejas se afila todavía más en una frase

que llama poderosamente la atención en pensador tan cauteloso como

Revilla: «se obstina hoy (Canalejas) en defender, como cosa peregrina y

actualidad triunfante, idealismos que descansan tiempo ha en la tumba

que guarda los restos de Hegel)) (507).

Pero el testimonio más elaborado y más sistemático del influjo determinante

de Galdós en la novelística y en la crítica de su tiempo es, sin

duda, el «Boceto literario» que le dedicó Revilla en marzo-abril de 1878,

en el t. XIV de la Revista contemporánea. En este artículo, en el que Revilla

celebró a Galdós como al regenerador de la novela española, pasó

revista a su entera producción hasta enances. Pensaba Revilla que con las

primeras novelas, con La Fontana de Oro y con El audaz , «el realismo

embellecido por una idealidad racional y prudente triunfó entonces en la

novela ( ... ) y España comprendió que era la hora de recorrer el glorioso

camino trazado por los cultivadores del género novelesco en Francia, Italia,

Alemania e Inglaterra)) (120). Estas primeras novelas vendrían así a

encarnar la poética propuesta por Revilla en el debate de 1875. Sin embargo,

con los Episodios nacionales, un nuevo elemento se incorporaba

a la fórmula galdosiana: «lecciones valiosísimas -escribía-, consoladoras

unas, amargas otras, brotaban de aquellas novelas que no puede leer sin

emoción y vivo interés quien de buen español y de liberal se precie». Con

Doña Perfecta y Gloria Galdós ha dado un tercer paso adelante, el de «cultivar

la novela más adecuada a los gustos y necesidades de la época; la

que pudiera llamarse psicológico-sociaL por ser vivo retrato de la agitada

y compleja conciencia contemporánea y plantear los arduos problemas

( ... ) que perturban la vida pública y privada de nuestra sociedad.)) Revilla

llegó a perdonarle, incluso, la influencia francesa: «Inspirado, a no dudarlo,

en la novela inglesa)) ha sabido integrar la novela francesa (se refería a

Balzac y G. Sand) y dar al conjunto «un marcado sabor español)). Forzado

a cohonestar las posiciones teóricas mantenidas hasta entonces con la

adhesión al realismo galdosiano, Revilla extrema las matizaciones de su

argumentación: «Modelos de perfecto realismo son las novelas de Pérez

V CONGRESO GALDOSIANO _

Galdós; pero no de ese realismo que está reñido con toda belleza y todo

ideaL sino de aquel otro que sin traspasar los límites de la verdad, sabe

idealizar discreta y delicadamente lo que la realidad nos ofrece)) (123). A

estas novelas galdosianas "no menos que sus méritos literarios, las avaloran

el pensamiento y la intención que en ellas se advierten. Sin sacrificar

jamás la forma a la idea, ni caer en los extravíos del arte docente, en

todas ellas ha sabido encerrar su autor un pensamiento filosófico, moral

o político, de tanta profundidad como trascendencia. Sus Episodios nacionales

no son meros relatos históricos ( ... ) sino discretas e intencionadas

lecciones políticas, de utilidad suma ( ... ) En sus últimas obras, ha

planteado Pérez Galdós el más terrible de los problemas de nuestro siglo:

el problema religioso. Amante sincero de la libertad de pensamiento, con

el criterio de la verdad ha resuelto el problema; pero lo ha hecho con tanta

discreción y tanta delicadeza y con tal respeto a los sentimientos

religiosos, que nada hay en tales obras que pueda ofender en lo más mínimo

a los verdaderos creyentes, por más que haya mucho que disguste

y amargue a los fanáticos)) (124).

Ese mismo año de 1878, el 30 de abril, reseñó Revilla la novela Marianela

, y la interpretó en clave antiidealista, en unos términos que evocaban

con toda precisón los del debate de 1875, pero ahora desde el

otro lado: "él, que no tiene idea de la forma -escribe del protagonistacree

que la hermosura del cuerpo debe corresponder a la del alma, e

ignora en qué consiste la belleza. Quiere concebirla a priori , por medio

de la idea pura, y no sabe que la belleza es forma sensible, y que sólo la

experiencia puede concebirla. ¡Profundo problema estético, gallardamente

expuesto por el señor Galdós, de acuerdo con la estética realista de

nuestros días!)) (507).

En enero-febrero de 1879 Revilla reseñó La familia de León Roch en

la Revista contemporánea y en El Globo. Son sus últimos escritos sobre

Galdós (hasta donde ha podido documentar García Barrón), y Revilla

añadió una nota más a su adhesión a las novelas de tesis galdosianas, la

aceptación de su militancia: "son brillantes jornadas (Doña Perfecta, Gloria

y La familia de León Roch ) de esta terrible batalla contra la intolerancia

religiosa)) por lo que "obligación es de cuantos abrigan sentimientos

liberales, coadyuvar al triunfo del señor Pérez Galdós y ver en el distinguido

novelista, no sólo una gloria de nuestra patria, sino uno de los más

ilustres representantes de la causa nobilísima que defendemos)). Su conclusión

no podría ser más definitiva: "Presentar a los ojos de la humanidad

el espectáculo de la belleza, es sin duda empresa meritoria; pero

¡cuánto más grande es llevar una piedra al magnífico edificio del progreso

y contribuir al glorioso triunfo de la verdad y del bien!)).

No obstante, cuando ese mismo año de 1879, y unos meses más tarde,

en mayo, Revilla se ocupó de "El naturalismo en el arte)), en la Revista

de España (t. LXVIII, n. Q 270), lo hizo para enfrentarse al naturalismo,

que "tal como lo propone Zola en la novela no es más que la demagogia

del realismo)). En lo que es probablemente su testamento estético Revi_

BIBLIOTECA GALDOSIANA

lla se mostró partidario de un realismo que consistiera en «reproducir fielmente

la realidad, bella o no bella .. y cuya fórmula implicaría «la realidad

como materia, fundamento y fuente de inspiración ( ... ) la forma como

instrumento de idealización; la belleza como fin; la verdad como ley; el

gusto y el decoro como límites y frenos .. , y que se apartaría tanto del

idealismo como del naturalismo en aras del «racional consorcio entre lo

que hay de fecundo y verdadero en la tradición realista, cuyo principio

fundamental -la reproducción exacta de la naturaleza- será de hoy más

la base de la estética, siempre que se complete con el principio de idealización,

debida a la actividad libre, creadora y original del artista y manifestada

principalmente en la belleza de la forma ...

Es decir, cuando Galdós no está presente con sus novelas, Revilla

parece volver a su punto de partida, o casi, pues si su poética sigue

postulando la misma simbiosis de idealismo y realismo, lo hace ahora a

partir de la aceptación del principio de representación exacta de la realidad,

que antes no asumía, aunque a la vez exija selección y buen gusto

en los materiales novelescos y primor estético en la forma. Cuando habla

en abstracto su eclecticismo le hace tan escurridizo y cauteloso que

al cabo de mil revueltas parece que siga diciendo lo mismo que al principio,

y sin embargo en el entreacto ha asumido y se ha adherido al realismo

docente de Doña Perfecta, Gloria o La familia de León Roch y ha

hecho retroceder sus trincheras desde la oposición al realismo a la oposición

al naturalismo, al que ahora, en 1879, contrapone los mismos

argumentos que en 1875 contraponía al realismo.

Galdós poseía la fortuna de esos escritores elegidos, de esos escritores

de pura raza, que como Lope de Vega en un momento muy similar

de la historia literaria, son capaces de concitar por la vía práctica un

consenso que se les hubiera negado en la discusión teórica. Ni siquiera

el propio Galdós asumía, en sus primeros ensayos teóricos, la condición

docente del realismo. Sus artículos sobre Don Ramón de la Cruz y sobre

Ventura Ruiz Aguilera insisten una y otra vez en que el arte, si se quiere

realista, debe postular moralmente únicamente aquello que sea capaz

de mostrar estéticamente. Sus novelas, sin embargo, orquestaron toda

una batería ideológica destinada a la persuasión, incluso extra-argumental,

autorial, del lector, consiguieron neutralizar -si no desarmar- los recelos

de la inteligencia liberal española hacia el realismo y la novela de

tesis, y arrastraron al debate de los problemas suscitados a novelistas y

críticos. ¿Cómo hubiera reaccionado Revilla, tan sólo dos años después,

ante La desheredada, si hubiera podido leerla? ¿Haciendo retroceder una

vez más sus trincheras, seducido por el Galdós naturalista, o permaneciendo

firme en ese límite que no se sentía capaz de traspasar, dada su

formación idealista? El naturalismo de Galdós de los años 80, como

su realismo de los años 70, era un naturalismo susceptible de asentimiento

en el clima intelectual español, no era el naturalismo sino un naturalismo

posible en nuestro país, y la mayor parte de los críticos y

novelistas liberales que lo aceptaron lo hicieron desde su pasado hegeV

CONGRESO GALDOSIANO _

liano o krausista y desde una perentoria exigencia de moderación, limando

la influencia de Zola, relativizando su vocación de fórmula estética

definitiva de la modernidad, desligándolo del positivismo filosófico y del

materialismo científico, purgándolo de escabrosidades poco adaptables

al gusto de las clases medias hispanas, reduciendo su distancia con el

realismo clásico españoL.. Probablemente -y permítanme al final de mi

trabajo una pequeña fantasía- es lo que habría acabado haciendo Don

Manuel de la Revilla: hubiera aceptado el naturalismo a cambio de teorizar

sus límites. Al menos eso es lo que hizo Leopoldo Alas, que sustituyó

a Revilla en el liderazgo de la crítica literaria española, pero ésa es ya

otra historia, la historia de otro debate, el naturalista, y de otro diálogo,

el de Galdós y Clarín, y de otra comedia, pues aquí, ilustre senado, da

fin la comedia del «Debate del realismo», la que os fue prometida.Besoos

las manos.