GALDÓS FRENTE A LA HISTORIA.

EN LOS EPISODIOS NACIONALES

Y LAS NOVELAS CONTEMPORÁNEAS

Geoffrey Ribbans

AmPliamente reconocida es la

trascendencia que para Galdós tiene la historia. No menos importante es

el tratamiento distinto que el novelista canario proporciona a ésta en las

novelas contemporáneas y los episodios nacionales. Acaba de salir en

inglés un extenso libro mío 1 acerca de este complejo tema, y conviene

también tener en cuenta la estimulante colección Oaldós y la historia,

editada por Peter Bly 2, además de los muchos estudios perspicaces sobre

una u otra forma literaria, entre los cuales yo destacaría los de Hinterhauser,

Dendle, Bly, Gilman y Urey.3. En esta ponencia sólo cabe

ofrecer algunos ejemplos representativos de estas diferencias -de densidad,

de enfoque y de perspectiva narrativa-, fijándome especialmente

en aquellos incidentes históricos que son comunes a los dos géneros y

ciñéndome a una época limitada, «el sexenio revolucionarioH de 1868

a 1874.

Primero, hay que notar que la técnica narrativa de las novelas difiere

de modo sustantivo de la de los episodios. En aquéllas -salvo en el caso

de las narradas en primera persona- existe una distancia cronológica

muy apreciable -al menos diez años- entre el tiempo de la acción y el

de la narración, a la vez que éste coincide con el momento de composición.

De este modo, el lector acompaña, para decirlo así, al narrador en

sus actitudes -sin compartirlas necesariamente, por cierto- frente a

unas situaciones ya no inmediatas. En los episodios, en cambio, se desarrollan

simultáneamente la acción y la narración, pero la fecha de

composición viene mucho más tarde. Estamos, por tanto, frente a una

1 lfistory and Fiction in Oaldós's Narratives. Oxford, Oxford University Press, 1993,

310 págs.

2 Ottawa Hispanic Series: Doverhouse, 1988.

:3 HINTERHAUSER, HANS, Los Episodios nacionales de Benito Pérez Oaldós. Madrid, Gredos,

1963; DENDLE, BRlAN, Oaldós: The Mature Thought. Lexington, University Press of

Kentucky, 1980; BLY, PETER A., Oaldós' Novel of the lfistorical Imagination: A Study of the

Contemporary Novels. Liverpool, Francis Cairns, 1983; GILMAN, STEPHEN, Oaldós and the

Art ofthe European Novel, 1967-1887. Princeton, Princeton University Press, 1981; UREY,

DIANE F., The Novellfistories of Oaldós. Princeton, Princeton University Press, 1989.

_ BIBLIOTECA GALDOSIANA

reconstrucción histórica del pasado que se desarrolla ante nuestros ojos.

Además, el narrador de éstos suele ser un personaje destacado en la

acción, si bien siempre ficticio -BeramendL Santiuste, Halconero-,

mientras que en las novelas el narrador, sin ser oculto, es siempre

anónimo; suele ser amigo o compañero de los personajes, no muy destacado,

pero sí enterado de lo que pasa. Finalmente, importa señalar que

en las novelas contemporáneas lo que se ha llamado la historia grande

-los notables acontecimientos externos- tiene poca importancia comparada

con la historia pequeña o chica, es decir, los incidentes cotidianos

que revelan el espíritu de la época.

En cuanto a la presencia de la historia en las novelas, éstas utilizan

las peripecias históricas para ciertos fines determinados que podrán

clasificarse en tres grupos. La primera categoría será la de los resúmenes

históricos que relacionados con algún personaje ficticio dan al lector

una síntesis esquemática de algunos acontecimientos esenciales más

o menos recientes. La segunda categoría consiste en los incidentes de

cierto relieve desarrollados dentro de la actualidad de la trama novelesca.

Incluye tanto los casos de amplios paralelismos establecidos entre

personajes de las novelas y los grandes movimientos históricos, como el

vaivén entre revolución y orden, que desemboca en una Restauración,

en la vida privada de Juanito Santa Cruz y la vida pública de España,

como el aludir de paso a algún personaje histórico para fijar bien un

momento, definir una actitud política o social determinada o enlazar alguna

circunstancia política con otra particular. Mi tercera categoria es la

que se refiere a acontecimientos de importancia pero definitivamente situados

en el pasado; éstos ya no forman parte de ninguna secuencia

cronológica que esté en marcha; son, al contrario, episodios aislados,

congelados, que proceden del pasado irrevocable, que podrán tan sólo

servir de modelos, advertencias o justificaciones de alguna acción que

está desarrollándose.

En contraste con las novelas, los episodios se proponen trazar con

cierta coherencia y continuidad una sucesión de acaecimientos externos

en el momento en que éstos tienen lugar, se nos presenta a las figuras

históricas actuando en el presente -su presente- y sujetas así a los

apremios e incertidumbres del momento. Dentro de esta esfera así delimitada

tienen un evidente propósito didáctico de suplir datos y de estimular

a los lectores a que mediten sobre los problemas del pasado

inmediato. Se acude al empleo consistente y meticuloso de detalles históricos

que se funden con incidentes ficticios para ofrecer un panorama

convincente de la vida colectiva en un período especifico; ahora reviste

más importancia la historia grande, sin excluir que la historia chica tenga

un papel muy sustancioso, si bien en última instancia queda supeditada

a aquélla. Se disminuye asimismo el grado de selección que se

permite al autor: éste no puede pasar por alto sucesos decisivos ni saltar

sin justificación de un período a otro, limitaciones que por otra parte

no atañen a las novelas contemporáneas. Todo lo cual no elimina por suV

CONGRESO GALDOSIANO _

puesto los problemas inherentes al discurso narrativo, pero sí les da una

orientación muy distinta.

Mérito esencial de los episodios, al que, a mi ver, importa dar especial

relieve por reflejar una preocupación fundamental galdosiana, es la

amplitud de puntos de vista a que da cabida: es lo que Dendle llama su

"proteísmo .. (200). Galdós se afana, sobre todo, por medio de personajes

ficticios cuidadosamente concebidos y superimpuestos sobre las

situaciones reales, por ofrecer un anchísimo espectro de opiniones sacadas

de la escena contemporánea. Se trata, no sólo de las direcciones que

por fin saldrán triunfantes, sino de todas las opciones posibles entre las

cuales los participantes de la época tienen que escoger, sin saber lo que

será el resultado de sus acciones.

Veamos ahora unos casos especificos. La Revolución Gloriosa de septiembre

de 1868 constituye el desenlace de La de Bringas, cuya acción

novelesca está confinada geográfica y espiritualmente al Palacio Real. En

los últimos capítulos presenciamos el rápido desmoronamiento de un

estilo de vida relacionado con la soberanía de Isabel 11, sin la acumulación

de las menudencias imprescindibles en un episodio. A este fin, o

fin aparente, de una dinastía y de un sistema surgen varias actitudes divergentes.

Primero, el convencimiento apocalíptico de Bringas, cómicamente

exagerado, de que todos los valores tradicionales se han ido a

pique y que las guillotinas se erigirán en las calles. Segundo, el ademán

expectante y casi gozoso de Paquito Bringas que ya se ha interesado, a

despecho de su padre, por la revolución y por el krausismo. Tercero, la

opinión de Doña Cándida, con la falta de consistencia que le caracteriza,

de que la Reina no tiene que hacer más que presentarse en Madrid

para disipar las fuerzas revolucionarias. Cuarto, la actitud cínica y acomodadiza

de Pez y Rosalía, que buscan maneras de adaptarse convenientemente

a las nuevas circunstancias, con la seguridad de que no va a

haber para ellos grandes trastornos. En este sentido el mayor salto es el

que da el anónimo narrador de la novela, que pasa de ser un amigo intrigante

de Pez y de Bringas a encargarse de la administración del Palacio

de parte de la Junta revolucionaria, pero que prudentemente acota

el alcance de la protección, pagada desde luego con favores sexuales,

que ha otorgado previamente a Rosalía.

La primera mitad de La de los tristes destinos demuestra en más detalle

el proceso y la inevitabilidad del derrumbamiento de la monarquía.

Las célebres palabras del dramaturgo y político Adelardo López de Ayala:

"Esa señora es imposible .. , son repetidas a lo largo del episodio. Incluso

el viejo Narváez, "con la revolución enfrente y la reacción detrás ..

(111, 689) 4, según su conversación con Beramendi, se desespera de evitar

el cataclismo. En la última entrevista prerevolucionaria que tiene con

4 Todas las referencias remiten a la edición de Obras completas, ed. F. C. Sainz de

Robles. Madrid, Aguilar, IIl, 1968; IV, 1964; V, 1961. Se indican el tomo y las páginas

en paréntesis después de cada cita.

EDIl BIBLIOTECA GALDOSIANA

la Reina, Beramendi le profiere una serie de reproches y advertencias

mudos sobre la política absolutista y clerical a que tan sin juicio se ha

dejado llevar, aquí flaquea un poco, a mi ver, el criterio novelesco: todo

resulta algo artificial y pegadizo. Suceden las muertes de O'Donnell y Narváez,

«los dos puntales de la Monarquía •• , y la reina nombra a González

Bravo: «Fue un ademán de suicidio .. (111, 732), comenta el narrador.

La esencia de la trama es que corren parejas la historia de la inminente

revolución y la vida privada de Santiago Ibero. Este, conspirador revolucionario,

emigrante con Ruiz Zorrilla, Prim y Sagasta a Francia e Inglaterra,

y nuevo amante de Teresa Villaescusa 5, una de las figuras más

fascinantes de todos los episodios, busca a su querida en el Palacio Real

en el momento en que entran atropelladamente las fuerzas revolucionarias.

Allí presencia la gallarda hazaña de Casimiro Muñoz, humilde cajista,

que gracias a haberse puesto sus mejores trapos -levita y chisterapuede

asumir la dirección de la Junta revolucionaria y salvar de saqueo

el Palacio; el contraste con el narrador-funcionario oportunista de La de

Bringas es patente. Allí, entre los lujosos aposentos, Ibero sueña con

encontrar a la figura paralela, pero éticamente superior, a la reina expulsada

que es Teresa Villaescusa, con quien se reúne finalmente. Es significativo

que esta pareja irregular, que sin duda representa lo mejor del

país, decida dejar España, abandonando así la vida pública en favor de

la felicidad privada; al contrario de su ingenuo amigo Vicente Halconero,

A Santiago no le satisface ni siquiera la nueva perspectiva, ilusoriamente

esperanzadora, que ofrece la Gloriosa. Permanece Halconero en España,

y llegará a experimentar en episodios siguientes todas las incertezas y

todos los desalientos de la Revolución para acabar -con tantos- aceptando

la acogedora Restauración. Galdós sabe muy bien en 1907 que la

revolución tan llevada y traída no será, algunos adelantos constitucionales

aparte, más que un desplazamiento momentáneo y parcial del poder,

«un lindo andamiaje para revocar el edificio y darle una mano de pintura

exterior .. (111, 780), en palabras del loco inspirado Confusio, en este sentido

Pez y Rosalía también llevan la razón.

Si la caída de la dinastía es ineludible, Galdós, de modo típico, no

deja de apuntar las posibilidades de redención, por remotas que fueren,

que subsisten. La más factible es la sugerencia de Beramendi de que

abdique en favor del principe Alfonso, a la cual añade Eufrasia Carrasco

que le incumbe ir a Logroño a poner al nuevo Rey bajo la protección del

anciano Espartero como regente. Es una idea que rechaza por humillante

el amante de la Reina, Marfori. Galdós también apunta otras esperanzas

políticas, como la posible sucesión de Montpensier, apoyado por

Angel Cordero. Se fija mucho, además, en la crianza, descuidada y malsana,

del joven príncipe Alfonso, presenciada por el hijo de Beramendi,

5 Véase mi ponencia .. Una creación galdosiana -Teresa Villaescusa- entre la historia

y la ficción" I Actas del Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas (Irvine,

CA 1992), ed. Juan Villegas, 5 vols. II: 107-15.

V CONGRESO GALDOSIANO 1mB

quien hace la afirmación contundente -fácil empleo de la percepción

posterior- de que este joven regresará como rey (111, 778). Y no falta la

progresiva elaboración de la historia lógico-natural de Confusio, que

constituye una construcción ideal de lo que España pudiera haber sido,

aspecto estudiado en cierto detalle en mi libro 6.

Es natural que el nombre de Juan Prim, jefe de las fuerzas progresistas,

que no sólo llevó la dirección de la Revolución de Septiembre sino

que ejerció una autoridad rayaba en dictatorial hasta su asesinato en diciembre

de 1870, resuene con frecuencia en las novelas. En Fortunata y

Jacinta, Prim viene incluido en la lista de Estupiñá de los que protagonizan

los acontecimientos históricos presenciados en un balcón: es el

personaje que .. en fecha cercana.. iba .. diciendo a gritos que se habían

acabado los Reyes» (V, 167); se trata de nuestra primera categoria.

El problema más inquietante que aqueja a Prim es el de la sucesión a

la corona vacante, problema que va prolongándose en una peligrosa interinidad.

En un novelado único que se requiere es una rápida sinopsis

de las opciones según las normas establecidas antes en nuestra segunda

categoria. Tal técnica telescópica se realiza en Fortunata y Jacinta mediante

la caracterización de Juanito Santa Cruz. Además de subrayar la

poca seriedad personal y política de este individuo se ofrece a los lectores

un breve resumen de los candidatos esenciales: Montpensier, Amadeo,

la República, Alfonso.

Juan era la inconsecuencia misma. En tiempos de Prim, manifestóse entusiasta

de la candidatura del duque de Montpensier ... Vino Don Amadeo

y el Delfín se hizo tan republicano que daba miedo oirle... Pues, señor,

vino el 11 de febrero -fecha de la abdicación de Amadeo y la proclamación

de la República- y al principio le pareció a Juan que todo iba a qué

quieres boca ... Pero a los dos meses, las ideas pesimistas habían ganado

ya por completo su ánimo: -Esto es una pilleria, esto es una vergüenza ...

Por graduaciones lentas, Juanito llegó a defender con calor la idea alfonsina...

(V, 85-86).

En el episodio correspondiente, España sin rey, presenciamos, en la

figura extravagante de don Wifredo de Romarete, las pretensiones ingenuas,

anacronísticas y siempre risueñas del carlismo, la única fuerza política

no abrazada por Juanito, pero sí por Juan Pablo Rubín, en esta

misma novela. Se patentiza el fracaso de las ambiciones de Montpensier,

representadas por el oportunista Juan de Urríes, cuando el pretendiente

mata en un duelo al infante don Enrique de Borbón. En España trágica se

nos demuestra lo seductoras que son las ideas federales para personajes

tales como Halconero y Oarcia Fajardo. Vemos asimismo cómo los federales,

individualistas a ultranza, tienen la imprudencia de distanciarse del

único jefe progresista que abriga posibilidades de éxito: Primo

El asesinato de éste recibe, como merece, particular atención, desde

múltiples puntos de vista. Es significativo que doña Isabel Cordero mue-

6 Chapter 7: "The Idealistic Reconstruction of History)), History and fiction ... , 227-45.

_ BIBLIOTECA GALDOSIANA

ra al mismo tiempo que Prim, justamente cuando ha conseguido el triunfo

de casar a su hija con Juanito Santa Cruz. Así es que el joven matrimonio

se embarca en su vida conyugal al inaugurarse el período

turbulento, a caballo entre el orden y la revolución, que sucede al asesinato.

Y en La desheredada, su nombre se evoca heroicamente (<<¡Soy

Prim!))) entre la pillería de la calle, cuyos juegos guerreros, protagonizados

por Mariano, acaban en la muerte. Más tarde, José de Relimpio presencia

la decisión de Isidora de emprender una vida de deshonra en

brazos de Joaquinito Pez en aquel mismo lugar -esquina de la calle del

Turco- donde Prin fue matado a tiros: «aquella pared donde a balazos

estaba escrita la página más deshonrosa de la historia contemporánea ..

(IV, 1060): la historia grande y la historia pequeña se entrecruzan y se

entre penetran, iluminándose mutuamente pero sin identificarse del

todo 7. Se recuerda, además, el vehemente jamás tres veces repetido que

Prim pronunció contra toda restauración borbónica en la reunión de las

Cortes llamada de Jos jamases. Esta declaración encuentra eco en la

boca de doña Lupe, cuando la profiere, con poco incongruencia, como

si Prim viviera aún, como muestra de la falibilidad humana. «Ya te he

dicho .. -afirma a Maxi- «que no es prudente soltar jamases tan a boca

llena sobre ningún punto que se refiera a las cosas humanas. Ya ves el

bueno de don Juan Prim qué lucido ha quedado con sus jamases)) (V,

361). El hecho es que ni la negativa de ultratumba del general reusense

ni la de Maxi vale para el caso: la restauración -doméstica en la novela,

política en la esfera pública- se efectúa a pesar de todos los jamases.

Estos son ejemplos de la tercera categoría de sucesos históricos:

sucesos que se contemplan a cierta distancia, arrancados del pasado

inmediato, que sirven para ilustrar o justificar algún gesto de la actualidad.

En cambio, en una compenetración entre las esferas real y ficticia

que caracteriza la segunda categoría, Bringas acoge con júbilo la noticia

-falsa, si bien anticipa su asesinato dos años después- de que en

el tumulto de 1868 había muerto Primo

El episodio España trágica trata de un modo mucho más consecuente

el asesinato como suceso contemporáneo. Utiliza a Halconero como

focalizador y sostiene cierta ambivalencia en cuanto al autor de la fechoria,

hasta el punto de quitar importancia a las pruebas contra Paúl y Angula,

el más sospechoso. Lo urgente para galdós no es ofrecer una solución

sino mantener indeterminado el asunto tal como lo era para los

coetáneos. Lo que sí establece es una especie de responsabilidad colectiva

de los españoles, que parecen victimas de una locura de masas. Así,

según García Fajardo, España ha encontrado un héroe trágico «para dar

cumplimiento al trágico designio de la fatalidad histórica... Y ésta nos

dice con acento de oráculo infalible: '¡Españoles, matad a Prim!' ..

(111, 975).

7 Gilman (l05) hace una completa identificación -que no comparto- entre Isidora

y España.

V CONGRESO GALDOSIANO liD]

En el episodio no existe duda sobre la importancia de la desaparción

del caudillo, como no lo había para José de Relimpio o don Baldomero.

Ya el coronel Santiago Ibero había afirmado que «Prim era la clave de la

libertad y del porvenir de España ... si aquel hombre faltase, volveriamos,

tarde o temprano, al reino de las camarillas ... » (111, 945). La conclusión

del episodio viene a afirmar lo mismo: Prim era «la puerta de los famosos

jamases", el único baluarte contra el regreso de «seres e institutos

condenados a no entrar mientras él viviera» (111, 1008), o sea, contra una

restauración dominada por el clero. El epitafio que se le da -demasiado

explícito, de boca del narrador- al principio de Amadeo 1 subraya

tanto su poder como su capacidad de tomar una postura mediana, cortando

las alas a la revolución a la vez que resiste las fuerzas de la reacción:

busca «una monarquía democrática, como artificio de transición, o

modus vivendi, hasta que llegara la plenitud de los tiempos» (111, 10 11).

Para Galdós, hacia 1909, Prim era la llave indispensable para mantener

vivo algún destello de la revolución.

Los sucesos clave que preceden el nuevo orden de la Restauración se

presentan claramente en las novelas contemporáneas, especialmente en

La desheredada y Fortunata y Jacinta. En la primera las «Efemérides)) de

José de Relimpio sintetizan rápidamente los acontecimientos principales

tanto en la esfera política como referentes al cantonalismo y a la renovada

guerra carlista, temas que se desarrollan en más detalle en los últimos

episodios nacionales. Destaca asimismo en esta novela uno de los sucesos

más curiosos del breve reinado de Amadeo. Se trata del llamado incidente

de las mantillas blancas, en el que las señoras alfonsinas hacen

alarde de su españolismo vistiéndose de manolas y mofándose del rey

extranjero. Se utiliza el incidente no sólo para patentizar lo precario de

la dinastía saboyana sino para poner de manifiesto dos facetas típicas de

Isidora: su apego flamante a la ostentación externa y su respeto a priori

a la jerarquía reinante, sea amadeísta o alfonsina. En el momento de la

abdicación de Amadeo, Isidora, dolida por su rechazo por la marquesa

de Arensis, se identifica con este suceso de un modo sutil y ambivalente.

Por una parte, abraza amargamente la idea de renuncia (<<ella también

despreciaba una corona. También ella era una reina que se iba» (IV,

1058)) Y por otra se regocija por despecho en la destrucción del orden

establecido que le ha menospreciado.

Punto común entre Fortunata y Jacinta y Amadeo 1 es el célebre pronunciamiento

de Pavía, que al entrar con la tropa en el Palacio del Congreso

destruye la República. La interpenetración entre este suceso tan

dramático y la reaparición en Madrid de Fortunata constituye uno de los

puntos álgidos de la novela realista: historia y vida privada se tratan

como dos caras de una misma realidad. En cambio, la atención detallada

que se presta al golpe de Pavía en De Cartago a Sagunto, si bien en

algunos aspectos no deja de ser viva y consecuente, peca de una estructura

narrativa harto artificial, de una tendencia moralizadora demasiado

evidente y de un afán desmedido de acumular nimios detalles.

_ BIBLIOTECA GALDOSIANA

Finalmente, la Restauración misma. Cabe señalar una extraordinaria

anticipación de este acontecimiento decisivo en Fortunata y Jacinta.

Durante la luna de miel del joven matrimonio Santa Cruz en mayo de

1871, ellos pasan por Sagunto. Jacinta no demuestra apenas interés:

c<¡Ah! Sagunto; ya ... un nombre. De fijo que hubo aquí alguna

marimorena. Pero habrá llovido mucho desde entonces)) (IV, 56-57). En

efecto, mucho ha ocurrido desde el año 218 antes de Cristo, cuando

Aníbal saqueó la población durante la segunda Guerra Púnica, pero es

archievidente que no es este incidente el que le preocupa a Galdós, sino

la c<marimorena)) moderna -el pronunciamiento de Martínez Campos que

dio lugar a la Restauración- que iba a ocurrir tres años más tarde. Por

otra parte, se evoca de manera brillante el ambiente de la Restauración

en la descripción de una tertulia de café, donde prevalece c<una confabulación

tácita ... por la cual se establece un turno en el dominio)), de modo

que c<la mora pública es como una capa de tantos remiendos, que no se

sabe ya cuál es el paño primitivo)) (V, 29). En los episodios, en contraste,

en una coyuntura histórica cuando hubiera sido especialmente grato

disponer de una reconstrucción imaginativa de lo que iba sucediendo, el

tratamiento de la historia, a partir de la muerte de Prim, sufre un radical

cambio de enfoque, que a mi parecer padece de graves inconvenientes 8.

Se crea un nuevo protagonista, Tito, estrambótico y humorístico, y se

abandona deliberadamente el realismo en favor de una tendencia alegorizante,

para mí poco eficaz. Me falta tiempo ahora para entrar en este

problema -para ello remito a mis oyentes a mi libro antes citado- pero

confío que los ejemplos aducidos de las dos clases de narrativa histórica

galdosiana sirvan a contribuir a elucidar las diferencias de orientación

y de técnica que caracterizan el proceso de integración estructural en

una y otra forma narrativa de la triste realidad histórica española del

pasado inmediato.

8 En este criterio disiento del estudio, por otra parte penetrante, de Diane Urey, citado

en la nota 3. Véase también GULLóN, Ricardo, «La historia como materia novelable",

en Douglas M. Rogers (ed.) Benito Pérez Qaldós. El Escritor y la Critica. Madrid, Taurus,

1973: 403-26.