EL FIN DE SIGLO Y LA BÚSQUEDA GALDOSIANA

DE UN PARADIGMA VITAL

Stephen Miller

A Alfonso Armas Ayala, guía, amigo y padre del galdosismo en Canarias

Introducción.

Desde la perspectiva del presente trabajo el tema galdosiano más significativo

de los últimos años del siglo XIX sería el de reconocer y reaccionar

al proceso de constante e importante cambio en la sociedad humana, y

cómo dicho proceso repercute en las obras de arte.1 Ya en octubre de

1886, cuando está en pleno proceso de crear Fortunata y Jacinta, Galdós

asevera que la temporada teatral que se inicia en aquellos días confirma

para él un patrón que “se acentúa más de año en año” (Obra inédita-II,

p.93). Es el de la decadencia del teatro serio. El público se interesa menos

por “la reproducción exacta de [las] mismas luchas y fatigas” con las que

“diariamente nos proporciona la vida ordinaria” (p.94). En su lugar Galdós

observa “la boga creciente de los espectáculos festivos, cortos y baratos”

(p.95). No concluye Don Benito “que el Arte muere y que viene la barbarie”

(p.95), sino que “el Arte . . . goza de perfecta salud . . . sujeto, como todo

lo humano, a transformaciones que nada puede impedir” (pp.95-96). De

esta observación relativa al teatro y el arte, Galdós sienta un principio

general aplicable a todo “el trabajo humano”: “está sujeto a rápidas mudanzas

en el transcurso de los siglos”, y que la “evolución va matando sus

diferentes formas de actividad [humana] para implantar otras” (p.96).

Con el fin de apreciar el impacto de este análisis del devenir humano,

conviene recordar que en octubre de 1886 don Benito pudo escribir sólo

al robarle tiempo al tercer tomo de la ya mencionada Fortunata y Jacinta,

la novela que realiza más plenamente el proyecto de la novela nacional de

costumbres contemporáneas urbanas programada en 1870 en “Observaciones

sobre la novela contemporánea en España”; y, la novela que representa,

por tantos conceptos, la cumbre del realismo/naturalismo español.

No obstante, la gran época de experimentación formal galdosiana no tarda

mucho en producirse:

—lo fantástico inverosímil del cuento Celín (11/1887) anticipa a

El caballero encantado (1909) y muchos tomos de la Cuarta y

Quinta Series de los Episodios Nacionales;2

—la novela epistolar La incógnita se escribe entre noviembre de

1888 y febrero de 1889;

2-3

72

—Realidad, novela en cinco jornadas se elabora en julio del mismo

año y su versión teatral inicia la carrera dramática galdosiana

en marzo de 1892;

—y, finalmente, los tomos titulados Torquemada en la hoguera y

La sombra, publicados en 1889 y 1890 respectivamente, reunen

narraciones cortas de índole realista y fantástica que representan

caminos estéticos ensayados por don Benito entre 1870 (La

sombra) y 1889 (Torquemada en la hoguera), pero dominando

cuantitativamente producciones de los años setenta.

Parece que don Benito no se limita a pensar sólo teóricamente en la

decadencia del teatro serio y en el tema del cambio y sus efectos, ya que

él mismo siente las presiones exterminadoras de lo que llama “la evolución”,

y reacciona en consecuencia.

La meta del presente trabajo es explorar cómo Galdós entiende y hace

frente a los cambios socio-humanos del fin de siglo. Por ser artista que

vive de las ganancias de su pluma, los ensayos y las creaciones galdosianas

de esta época son todo un drama de la lucha por la sobrevivencia. Una

cosa es notar y explicar desinteresadamente las transformaciones de los

gustos del público—por ejemplo, cuando don Benito escribe sobre el teatro

en 1886—, pero otra es crear obras propias cuyo éxito artístico y económico

depende de estar en sintonía con el proceso de cambio de gustos.

En el artículo de octubre de 1886 Galdós está lejos de proclamar el valor

artístico de “los espectáculos festivos, cortos y baratos” que sustituyen

obras serias realistas/naturalistas de más pretensión socio-artística. No

obstante, afirma como principio que el artista literario necesita crear formas

que atraigan al público y que encarnen lo mejor posible la situación

socio-humana de su momento histórico.

I

Dentro del período propiamente finisecular el Discurso de ingreso a la

Real Academia, el 7 de febrero de 1897, sería el ensayo galdosiano más

conocido para apreciar el ambiente de crisis socio-histórica que don Benito

observa en España y el resto de Europa, y la influencia que dicha crisis

tiene en su pensamiento estético. Pero antes de hablar del contenido del

Discurso, vendría bien especular un poco sobre la fecha de composición

del mismo.

Se recordará que la primera candidatura galdosiana a la Real Academia

recibió un voto negativo el 19 de enero de 1889, y que el voto positivo se

produjo el 13 de junio del mismo año.3 Aunque Galdós alegó cierta pereza

para escribir el obligatorio discurso de ingreso como motivo de la demora

de ocho años en entrar en la Academia, seguramente había motivos más

poderosos para postergar un proceso que él, como candidato aceptado y

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oficialmente votado, controlaba ya. Sin entrar en especulaciones sobre

dichos motivos urge considerar un hecho. En el quinto párrafo (de quince)

del Discurso, Galdós apunta que la temática general del discurso de ingreso

sigue la costumbre de “vers[ar] sobre la forma literaria que ha sido [la]

ocupación preferente” del que estrena como académico (Discursos, p.11).

Pero, recordando siempre que la fecha de la presentación oral del Discurso

es el 7 de febrero de 1897, extraña notar que Galdós afirme que la

novela no sólo “ha sido [su] ocupación preferente”, sino su ocupación

“más bien exclusiva, desde que ca[yó] en la tentación de escribir para el

público” (p.11). A pesar de esta aseveración tan clara, consta que para

febrero de 1897 Galdós ha estrenado nada menos que ocho obras teatrales,

cuatro que son versiones para las tablas de novelas publicadas anteriormente

y cuatro originales. A diferencia del periodismo galdosiano, al

cual Galdós no concedió importancia artística en su vida, el teatro le condujo,

en la opinión de Leopoldo Alas, por ejemplo, a postergar su creación

novelesca, y con consecuencias para la novela que lamenta Clarín.4 Cuadra,

por consiguiente, elegir entre dos alternativas: o bien contradice Galdós

a un público que no podía ignorarlo con las ocho obras teatrales, o bien

Galdós escribe una parte significativa del Discurso pronunciado el 7 de

febrero de 1897 en una época anterior al muy sonado y exitoso estreno de

Realidad el 15 de marzo de 1892 en el Teatro de la Comedia de Madrid. Es

más lógico suponer que don Benito escribiera esa parte del Discurso en

los días o los meses posteriores a la elección a la Academia. Otro razonamiento

que apoya la tesis de una temprana fecha de composición del

Discurso de ingreso es que se observa que la filosofía del cambio socioartístico

del Discurso coincide con la del artículo del 23 de octubre de

1886.

Si se acepta esta tesis, resulta más sólido el mundo de Galdós. La experimentación

creativa que Celín, La incógnita y las otras obras antes citadas

señalan, es respaldada por la meditación teórica. Y dado que el joven

Galdós de finales de 1870 y principios de 1871 acompaña sus experimentos

de creación novelesca con las ensayo-reseñas “Observaciones sobre la

novela contemporánea en España” y “Don Ramón de la Cruz y su época”,

no sorprende que el Galdós maduro haga algo análogo en 1889, sobre

todo con motivo de tener que producir el Discurso de ingreso. Por consiguiente,

sugiero que bajo las apariencias de dos documentos, fechados

oficialmente en 1886 y 1897, hay tres: el no problemático de 1886; el

segundo que data de entre junio de 1889 y marzo de 1892; y, el tercero,

escrito en fechas mucho más próximas a febrero de 1897.

Al no existir la versión manuscrita del Discurso pronunciado el 7 de

febrero y publicado poco después, los criterios a emplear, para distinguir

entre las partes del Discurso impreso que pertenecen a lo que estoy llamando

el segundo y el tercer documento respectivamente, tienen que identificarse

por el análisis del contenido y del tono del texto del Discurso

impreso. De acuerdo con estos criterios creo obvio que los primeros cinco

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párrafos del Discurso impreso constituyen la parte principal del segundo

documento; comprenden el recordatorio elogioso de León Galindo de Vera,

el académico a quien Galdós reemplaza, y la autoidentificación como novelista

que va a hablar de la novela por ser ésta el género de su “ocupación

. . . más bien exclusiva” en la literatura. El punto de transición se

encuentra en el sexto párrafo donde Don Benito explica que va a evitar la

erudición “bibliográfica” en su Discurso para basarse en la “social”. Cuando

dice, pues, “Examinando las condiciones del medio social en que vivimos

como generador de la obra literaria”, es, en ese momento, cuando

veo comenzar el tercer documento, porque dichas “condiciones del medio

social” cambian —de acuerdo con la filosofía del artículo de 1886 y el

contenido del Discurso impreso en 1897— lo suficientemente rápido como

para que la vida socio-humana de 1886 fuese diferente de la de 1889 y

ambas de la de 1897. Como puntos de referencia y para aclarar posibles

dudas sobre este punto, conviene ilustrarlo.

El tipo de diferencias del medio social a que Galdós se refiere puede

entenderse a través de algunos de sus artículos tocantes al ambiente social

y político español entre 1890 y 1895. Escribiendo para La Nación de

Buenos Aires a mediados de mayo de 1890, Don Benito comenta la tranquilidad

de las celebraciones del Primero de Mayo en España. Sin embargo,

sólo es el segundo año de dichas celebraciones en toda Europa, y

Galdós cree necesario hacer una advertencia a sus lectores: “Sólo hemos

presenciado los preliminares de una lucha que ha de tener su desarrollo

en los años sucesivos” (Las cartas desconocidas, p.401). Y, claro está,

Galdós tiene razón. La violencia social en España aumenta tremendamente

en la última década del siglo XIX, para continuar en aumento en el XX.

En un artículo del 12 de julio de 1893, titulado “Confusiones y paradojas”

por Ghiraldo, Galdós empieza con una dramática pregunta retórica: “¿Es

que se acaba el mundo?” (Obra inédita-II, p.183). Y, de manera que anticipa

la crítica del cura galdosiano Nazarín dos años más tarde, Don Benito

procede a enumerar los males de España y Europa: la ciencia, creada para

mejorar al ser humano, ha producido “la melinita, la sustancia explosiva”

la mayor destructora de vidas y bienes hasta entonces conocida; y la sociedad

se caracteriza por “la desilusión religiosa, seguida de la desilusión

filosófica”, “el desencanto político, seguido del desencanto social” (pp.184-

185). En cuestiones morales, en general, Galdós observa un relativismo

total que varía “según la ocasión, el lugar . . . la clase social”, y el sexo de

la persona (p.189).

Para mediados o fines de abril de 1895 Galdós vuelve al tema del Primero

de Mayo. En vísperas de las celebraciones de aquel año, da otro comienzo

dramático al correspondiente artículo: “Estamos sobre un volcán”

(Ensayos, p.183). Y, aunque el año 1895 dista de ser el peor en cuanto a la

violencia de aquel fin de siglo, el ambiente de injusticia y de terrorismo es

ya normal, y es el contexto que forma el contenido propiamente contemporáneo

del Discurso de ingreso galdosiano en febrero de 1897.

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De comentar las transformaciones del gusto del público y de la crisis en

el teatro discutidas en octubre de 1886, cuando Galdós habla el 7 de

febrero de 1897 es para comentar una evolución y cambio humanos mucho

más pronunciados y serios:

Examinando las condiciones del medio social en que vivimos

como generador de la obra literaria, lo primero que se advierte

en la muchedumbre a que pertenecemos, es la relajación de

todo principio de unidad. Las grandes y potentes energías de

cohesión social no son ya lo que fueron; ni es fácil prever qué

fuerzas sustituirán a las perdidas en la dirección y gobierno de la

familia humana (Discursos, pp.14-15).

En las “Observaciones sobre la novela contemporánea en España” de

1870, y en “Don Ramón de la Cruz y su época” de 1870-1871, Galdós vio

una sociedad europea y española liberal gobernada por las clases medias

que criticaron primero a las aristocracias hereditarias para después sustituirlas

en el poder. La novela debía ser el reflejo de la gestión de la clase

media, de su autocrítica y de su proceso de mejorar la sociedad. Pero para

la época fin de siglo es obvio que, para don Benito, el paradigma liberal,

del cual hacían eco estético “Observaciones” y “Don Ramón” en 1870-

1871, había perdido su vigencia, y que, por consiguiente, tenía que cambiar

el paradigma estético que dependía del socio-político. El artículo

galdosiano de octubre de 1886 hizo constar el inicio del proceso, y el

Discurso académico impreso en 1897 lo serio de la crisis. Examinemos

ahora la búsqueda galdosiana de un paradigma estético en sintonía con

los tiempos, un paradigma vital.

II

Lo que hemos llamado los dos documentos que contiene el Discurso de

1897 convive en los párrafos escritos en los días anteriores al 7 de febrero.

Aunque Galdós dice en los primeros cinco párrafos (es decir, en el

documento próximo a junio de 1889) que va a tratar de la novela, de

hecho habla bastante y en términos generales del arte, a partir del sexto

párrafo (en el documento próximo a febrero de 1897), a saber: aduce

“términos pictóricos” y habla de pintar (p.14), menciona al “artista” (p.14),

la “obra literaria” (p.14), “la Poesía” (dos veces, pp.15, 26), “el Arte” (ocho

veces, pp.16, 19, 21, 23, 24, 25), “opinión literaria” (p.21), “ideas estéticas”

(p.21), “formas literarias” (p.21), la “opinión estética” (dos veces,

pp.21, 22), “un autor” y su “obra” (p.22), “orden literario” (p.22), “labor

artística” (p.24), “representación plástica” (p.25), y “la historia literaria general”

(p.26). Sólo en los últimos cuatro párrafos, a partir del que empieza

“En resumen”, recuerda que iba a hablar en 1889 del género que “ha sido

mi ocupación . . . más bien exclusiva”, es decir, “del Arte novelesco” (p.23),

“el Arte narrativo” (p.24), “el novelista” (p.24), y en el último párrafo de “la

novela” (p.28) y de “la literatura narrativa” (p.28). Esta convivencia de los

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documentos de 1889 y de 1897 forma la base de una indagación sobre las

dos apreciaciones principales del Discurso relativas a cómo el nuevo “medio

social . . . como generador de la obra literaria” afecta al arte y al artista.

La primera apreciación retoma el tema de octubre de 1886, el hecho

del cambio estético, pero considerado en 1897 con más urgencia por parecerle

a Galdós que el ritmo del cambio se había acelerado. “En otras

épocas”, asevera don Benito, “los cambios de opinión literaria se verificaban

en lapsos de tiempo de larga duración” (Discursos, p.21). Pero ahora,

como se vio arriba en la tan variada experimentación artística galdosiana

entre 1887 (publicación del último tomo de Fortunata y Jacinta, y de Celín)

y 1892 (estreno de Realidad), lo que Galdós denomina “la lentitud majestuosa

de todo crecimiento histórico” ha cedido “a unos tiempos en que la

opinión estética, ese ritmo social . . . determina sus mudanzas con . . .

caprichosa prontitud” (p.22). Don Benito cree que el espacio de “dos o

tres años entre el imaginar y el imprimir” puede dar lugar a una obra pasada

de moda para cuando sale a la luz (p.22). Observando el panorama

socio-literario entonces contemporáneo, nota que las bases ideológicas y

estéticas de las generaciones presentes alternan entre un “idealismo nebuloso”

y “los extremos de la naturalidad”, entre “el detalle menudo” y “las

líneas amplias y vigorosas”, entre “la sequedad filosófica mal aprendida” y

“las ardientes creencias heredadas” (p.23).

La segunda apreciación nos remite al artista, a su manera de reaccionar

estéticamente al rápido cambio social. En el mismo tono de las aseveraciones

de octubre de 1886, Galdós dice a los académicos reunidos: “no

creáis que de lo expuesto [sobre el cambio socio-estético] que intentaré

sacar una deducción pesimista, afirmando que [la descomposición social

analizada en los párrafos 6 a 10] ha de traer días de anemia y de muerte

para el Arte narrativo” en particular y a “la labor artística” en general (pp.23-

24). A pesar de esta constatación, a los dos párrafos y para el final del

Discurso, el tono cambia. De la mera afirmación don Benito pasa a una

exaltación no del todo convincente. Declama dudando:

Quizás aparezcan formas nuevas, quizás obras de extraordinario

poder y belleza, que sirvan de anuncio a los ideales futuros o

de despedida a los pasados, como el Quijote es el adiós del

mundo caballeresco. Sea lo que quiera, el ingenio humano vive

en todos los ambientes, y lo mismo da sus flores en los pórticos

alegres de flamante arquitectura, que en las tristes y desoladas

ruinas. (pp.28-29)

En El mundo de Galdós: teoría, tradición y evolución creativa del pensamiento

socio-literario galdosiano (1983), guiado por la compaginación de

los escritos críticos y creativos de don Benito, identifico tres estéticas según

las cuales se pueden organizar las tres nuevas maneras o estéticas

principales del autor de responder, en su obra creadora, al cambio social:

77

la estética humana que enfoca más sobre el individuo destacado que sobre

lo típico y representativo de la sociedad contemporánea; el simbolismo

ideológico el cual encarna ideas y conflictos sociales en los personajes y

acciones, para proveer una resolución liberal a los problemas expuestos;

y, el simbolismo de ensueño que expone problemas fundamentales, pero

sin insistir en su aspecto político y sin llegar a resoluciones fáciles. Sin

embargo ahora quisiera hacer lo que no hice en El mundo de Galdós, ni

después: ver si don Benito llegó a formular un paradigma para su obra

pos-socio-mimética pos-realista/naturalista, la de las grandes novelas contemporáneas,

la de “Observaciones sobre la novela contemporánea en

España” y de “Don Ramón de la Cruz y su época”. Hasta este punto es

obvio que Galdós se preguntaba si la sociedad nacional, “como generador

de la obra literaria”, contenía implícitamente tal paradigma. La experimentación

de las tres estéticas posteriores al socio-mimetismo constituye su

búsqueda de una expresión artística en sintonía con los tiempos y, por

consiguiente, vital. Se cuestiona, en términos del último párrafo del Discurso

de ingreso citado arriba, si don Benito sólo podía experimentar con

las diversas estéticas o maneras nuevas, o si logró una estética o manera

nueva que constituyera, en su producción al menos, una especie de Quijote

galdosiano, una obra “adiós” que apunta al mismo tiempo al futuro.

III

La acción más tremenda, a mi modo de ver, en toda la obra galdosiana

es cuando Casandra, protagonista de la novela epónima dialogada en cinco

jornadas, ataca y provoca la muerte de doña Juana Samaniego. Glosando

palabras del narrador de El coronel no tiene quien le escriba de García

Márquez, es como si Benito Pérez Galdós necesitara los veintinueve años

que separan el “Cristóbal, Cristóbal..., ¡mátale!” de doña Perfecta para

llegar al instante de sentirse “puro, explícito, invencible” y dar la muerte a

esa España anclada en un pasado de injusticia, fanatismo, estupidez. Sin

embargo, hay que tener presente que aún así esa España—la simbolizada

por doña Juana—saca sus buenas tajadas a Casandra y a todos los elementos

progresistas de la familia malamente manipulada y burlada por la

Samaniego. Como comenta don Benito en un corto ensayo de noviembre

de 1903, “Soñemos, alma, soñemos”, “las ideas y formas de la vieja España

. . . no acaban de morirse. Las enterramos, y se escapan de sus mal

cerradas tumbas”.5

Para comprender el alcance de este comentario, hay que recordar que

la cita en sí y “Soñemos, alma, soñemos” evidencian un ideario no originario

de Galdós, sino procedente de los escritos y discursos del más famoso

de los regeneracionistas españoles, el aragonés Joaquín Costa,6 nacido en

1844, muerto en 1911, y, por consiguiente, compañero generacional y

coetáneo casi exacto de don Benito. Sería, sin embargo, una desviación

no útil para nuestros propósitos resumir el pensamiento de Costa y, por

medio de una comparación y contraste serio, la deuda galdosiana para

78

con el mismo.7 Lo que nos antañe considerar aquí no es tanto la dimensión

costiana del pensamiento y creación galdosianos a partir de cierto

momento histórico, sino otro tipo de relación más sencilla y, dentro del

contexto presente, más significativa. El acceso más directo a dicha relación

puede encontrarse en los comentarios epistolares de Costa a Galdós,

fechados el 18 de diciembre de 1905. Costa comienza: “Recibo su

Casandra, admirable de invención, de diálogos, de retratos y de situaciones”

(Ortega, p.442). Entra en materia al comparar Casandra con Doña

Perfecta. Afirma que la primera es “hermana” de la segunda, “aunque con

otros horizontes” (p.442), los cuales consisten en que la “Razón”, tal y

como Costa e implícitamente Galdós la entienden, vence, por medio de

Casandra, el clericalismo representado por doña Juana. En Doña Perfecta,

claro está, el clericalismo triunfa.8

Dado este análisis puede sorprender el próximo juicio de Costa. Juzga

que Casandra es “obra exclusivamente de combate” y no obra “de soluciones,

de porvenir, de programa” (p.422). Matar a doña Perfecta/Juana en

1905 no es suficiente. Costa, lector de Galdós, no se contenta con la representación

y la victoria, desde su punto de vista, de la contienda de los

intereses encontrados. Pide “la com-posición, lo que ha de sobrenadar en

la tormenta” de la contienda “y pasada” la tormenta (p.422).

Ahora bien, lo que urge preguntar es cómo se debe ver esta reacción de

Costa. Teniendo presente que en la misma carta Costa caracteriza la representación

de la contienda entre las dos Españas como la “antítesis” y dice

esperar todavía la “síntesis”, ¿pide a don Benito algo que éste le puede

dar? Es decir, ¿cómo debemos entender que un pensador y activista político

quiera que un escritor de creación ofrezca soluciones a los problemas

reales de la sociedad en su literatura? Se trata, obviamente, de una visión

de la literatura como compromismo socio-político. Pero ésta es una visión

que el Galdós de “Observaciones sobre la novela contemporánea en España”

y el Galdós de las décadas de los setenta y los ochenta termina rechazando

a niveles teóricos y prácticos.9 En “Observaciones”, por ejemplo,

Galdós alude a ciertos problemas que afectan las bases de la organización

social, pero dice: “Sabemos que no es el novelista el que ha de decidir

directamente estas graves cuestiones”; y reserva para el novelista “la misión

de reflejar esta turbación honda, esta lucha incesante de principios y

hechos que constituye el maravilloso drama de la vida actual” (Madrid,

p.237). A continuación en el mismo ensayo afirma que el arte socio-mimético

de Balzac, Dickens y su propio arte futuro “sólo trata de decir lo que

somos unos y otros, los buenos y los malos” (p.242), dejando al público

lector actuar en consecuencia y según sus luces. De acuerdo con esta

manera de pensar, don Benito concluye: “Si nos corregimos, bien; si no, el

arte ha cumplido su misión, y siempre tendremos delante aquel espejo

eterno reflejador y guardador de nuestra fealdad” (p.242). Pero el Galdós

que Costa tiene más presente no es el Galdós de “Observaciones” y de sus

maestrales obras socio-miméticas. Costa piensa en Doña Perfecta precisa79

mente y el del arte abiertamente comprometido de las obras teatrales La

loca de la casa (16-I-1893) y La de San Quintín (27-I-1894), el cual continúa

hasta bien entrado el siglo XX. Costa reacciona, pues, a un Galdós

que, en sintonía con el cambio social, experimenta con otras estéticas, y

con la del simbolismo ideológico en particular. La tan influyente y controvertida

Electra (30-I-1901) es simplemente la más conocida producción de

la estética en cuestión, que empieza con las dos comedias que acabo de

mencionar, y que se desarrolla en Voluntad (20-XII-1895), La fiera (23-XII-

1896), Alma y vida (9-IV-1902), Mariucha (16-VII-1903), Bárbara (28-III-

1905), Celia en los infiernos (9-XII-1913), y tres novelas dialogadas: El

abuelo (8-9/1897), Casandra (7,8 y 9/1905), y El caballero encantado (7-

12/1909). O sea, un total de diez obras dramáticas y tres novelas comprometidas,

a lo cual se podría añadir varios tomos de la Cuarta y Quinta

Series de los Episodios nacionales, y otras obras no mencionadas de los

últimos años de don Benito.

¿Constituye, pues, el simbolismo ideológico de Galdós el nuevo paradigma

de su obra, su intento de contestar a la descomposición socio-estética

que nota por primera vez en octubre de 1886, y que explora en el

Discurso de ingreso de 1897? O, por el contrario, ¿es el simbolismo ideológico

una reacción de emergencia que produce la prolongada crisis de la

vida nacional que termina en el activismo republicano-socialista galdosiano

de 1907 a 1913, y en la Guerra Civil para España? La respuesta a estas

complicadas cuestiones es, como respecta al asunto, compleja. Por consiguiente,

en este ensayo me limitaré a esbozar mi contestación a las dos

cuestiones, dejando para un estudio más largo la explicación y la documentación

completas.

Primer Punto: En 1870 Galdós es heredero y continuador de una tradición

socio-mimética de arte no comprometida.10 Pero, a partir de octubre,

1886, al menos, don Benito es cada vez menos heredero y continuador, y

más explorador en busca de las tierras de un arte nuevo que sea la expresión

estética adecuada a los nuevos tiempos de cambio y evolución humanos.

11

Segundo Punto: El reto de esta etapa de exploración y experimentación

galdosianas es, por lo tanto, muy diferente de su etapa de heredero y

continuador estéticos. Ahora le toca a don Benito no reconocer una estética

e intentar crear dentro de la misma, sino inventar una nueva estética.

La estética socio-mimética se montó sobre más de un siglo de creación y

de pensamiento filosófico y político que justificaba e inspiraba la formación,

la acción y el progreso liberales de las clases medias europeas. Pero

para el fin del siglo en Europa y España, el pensamiento y las instituciones

liberales de los cien años anteriores están primero en transición (p.ej.,

octubre de 1886 para Galdós) y en crisis después (la década de los noventa).

El pensamiento regeneracionista difiere de la tradición liberal de la

etapa 1870 a 1880 y tantos galdosiana por ser no de consolidación, sino

80

de exploración y búsqueda. Ni Joaquín Costa, ni Benito Pérez Galdós, ni

ninguna otra persona de su tiempo había logrado el tipo de síntesis que

Costa le pidió a don Benito en la carta de 1905 sobre Casandra.

Tercer Punto: En los prólogos de diciembre de 1894 a Los condenados

y de abril de 1902 a Alma y vida, Galdós explica primero, y luego condena,

el simbolismo ideológico de obras dramáticas propias tales como La loca

de la casa, La de San Quintín y Electra. Sin embargo, a lo largo del período

delimitado por los dos prólogos y después, la estética no socio-mimética

más dominante de la producción galdosiana es, precisamente, de signo

simbolista ideológico.

Cuarto Punto: La otra nota innovadora de la producción galdosiana posoctubre

1886 es la experimentación: la formal, especialmente de 1887 a

1892, y el recurso a lo fantástico-inverosímil, que empieza de manera notable

con el cuento largo Celín en 1887, y que se desarrolla más completamente

en El caballero encantado de 1909, en muchos episodios de la

Cuarta y Quinta Series, y otras obras de la segunda década del siglo XX.

Conclusiones.

La cuestión a resolver a lo largo de este trabajo es la de si Benito Pérez

Galdós, cambiando y evolucionando con los tiempos, logró la esperanza/

sueño formulado en el Discurso académico de 1897: es decir, crear una

obra —un Quijote dice— que sirviera “de anuncio de ideales futuros” y “de

despedida a los pasados”. A mi modo de ver la respuesta a esa pregunta

es afirmativa, con una obra en dos versiones: Realidad, novela en cinco

jornadas de julio de 1889 y Realidad, obra teatral de marzo de 1892.

Para justificar esta aseveración diré poco aquí, pero, espero, lo suficiente

para que todos puedan seguir las bases del razonamiento. Las dos Realidad

son productos de la estética humana galdosiana. Y, como tales, se

remiten al arte de la modernidad que se centra en el individuo, o en el

reducido grupo de individuos, que ha dejado de orientarse por los usos,

las costumbres y los códigos de la sociedad en que vive. Son exploradores

del yo, y su problema vital es la incomunicación en la que se desarrolla su

vida, la cual es un acto de fe, un acto de auto-creación. En las dos Realidad

don Benito experimentador tantea, mediante la aparición fantasmagórica

de Federico Viera, cómo, en una época de crisis y alienación, el ser humano

puede franquear las barreras que la farsa social erige entre grupos y

personas que deben y quieren comunicarse.

Galdós anticipa en treinta y nueve años —más de dos generaciones

según el sistema generacional de Ortega y Gasset— la gran creación del

dramaturgo clave del Modernismo, el Eugenio O’Neill de Intermedio extraño

(1928).12 Más de veinte años antes del arte del ser interior de Proust y

más de treinta antes de Joyce, Don Benito inicia la auto-exploración del

81

ser interior humano cuando éste se abre a la totalidad de sus anhelos y

necesidades.

El Galdós del resto del fin de siglo, y de las primeras décadas del XX,

crea obras de más o menos mérito, pero sin encontrar, a mi parecer, la vía

para continuar y desarrollar el paradigma de las dos Realidad.

Y termino con las siguientes preguntas. Primera: ¿hay quién crea que un

Cervantes no muerto al terminar la segunda parte del Quijote hubiera podido

continuar y desarrollar el paradigma que creó? Segunda: ¿por qué

extrañarnos, sobre todo conociendo las crisis socio-políticas y personales

que se le echaban encima a Galdós conforme iba terminando el siglo, de

que don Benito no comprendiera el alcance de lo que logró con lo que

podemos llamar Realidad I y II, y que no pudo superar? ¿No sería mucho

que el mismo escritor creara una obra cima de una gran estética —la socio-

mimética del realismo/naturalismo europeo— y que no sólo creara una

nueva estética —la humana de la exploración del ser interior— sino que

agotara también todas las posibilidades de su nueva visión? A Proust, Joyce,

O’Neill y sus colegas de generación les correspondía esa magnífica labor.

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BIBLIOGRAFÍA

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BERKOWITZ, H. C., Pérez Galdós. Spanish liberal crusader, University of Wisconsin Press,

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MILLER, S., El mundo de Galdós: teoría, tradición y evolución creativa del pensamiento

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——»Realidad de Galdós y Extraño intermedio de O’Neill:modernismo y verosimilitud».

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——-Las cartas desconocidas de Galdós en “La Prensa” de Buenos Aires, ed. William H.

Shoemaker, Ediciones Cultura Hispánica, Madrid, 1973.

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NOTAS

1 Escribiendo a mediados de mayo de 1890, Galdós indica que para esas fechas han

empezado ya “las postrimerías del siglo” (Las cartas desconocidas, p.400). Aunque la

tan importante fecha 1898 puede galvanizar la atención hacia años más tardíos en el

fin de siglo, por la índole de nuestro trabajo impera tener en cuenta el proceso y la

evolución galdosianos del fin de siglo, no sólo una o dos fechas especialmente significativas.

2 Me refiero, por ejemplo, en la Cuarta Serie a la Historia lógico-natural de los españoles

de Santiuste, y en la Quinta a la colaboración entre Tito o Proteo Liviano con Mariclío,

la musa de la historia.

3 Para información y opiniones sobre Galdós y la Academia se debe consultar: BERKOWITZ,

pp.227-235; y ORTIZ-ARMENGOL, pp.424, 433-435, 440-442, 450-451, 526-527, 529-

532.

4 Véase GALDÓS, pp.185-270; son las páginas donde se registran más intensamente las

reacciones clarinianas al teatro galdosiano y su relación con la novelística. De forma

sintética, sin embargo, quizás sirva la cita continuación como botón de muestra de la

frustración que produce en Alas la experimentación galdosiana de esta etapa; procede

del final del segundo artículo suyo sobre la novela dialogada El abuelo (8-9/1897):

“Deseo que en vez de otra obra mezclada, Galdós nos regale, en breve, una novela

magistral, completamente novela, y un drama que no sea un libro de cuatrocientas

páginas, sino bueno par el teatro” (p.306). Se puede consultar también: MILLER, Del

realismo/naturalismo al modernismo, pp.173-183.

5 Novelas y miscelánea, p.1258.

6 Sin embargo, las palabras del título “Soñemos, alma, soñemos” son un octosílabo de

La vida es sueño, Jornada III. Lo pronuncia Segismundo después de declarar que “la

vida es sueño” y al aceptar el mando de las tropas rebeldes que mantienen su derecho

al trono de Polonia. En un próximo libro que será la versión completa del presente

ensayo, se hablará de la relación entre Calderón, Costa y lo que denomino en El mundo

de Galdós “el simbolismo de ensueño” galdosiano.

7 Empezando con un breve artículo de 1968 de CHEYNE, G.J.G., y continuando hoy en el

VI Congreso Internacional Galdosiano, la relación Galdós-Costa es tema de estudio

merecido e interesante. Una base de dicho estudio es lo que se preserva del epistolario

entre los dos contenido en CHEYNE (pp.95-97), de la NUEZ (pp.278-282) y ORTEGA

(pp.417-423).

8 Con esta aseveración no se quiere simplificar indebidamente Doña Perfecta. Aunque

existe una dimensión personal, no ideológica muy significativa en la oposición a Pepe

Rey (la organizada por María de los Remedios, sobrina del penitenciario don Inocencio

Tinieblas y madre de Jacintito, pretendiente a la mano de la hija de Perfecta), la oposición

pública parte de las actitudes de Rey para con la religión y la Iglesia.

9 En el trabajo que se menciona en la nota 6, se hablará con detenimiento de las llamadas

novelas de tesis galdosianas: de Doña Perfecta (4/1876) a La familia de León Roch

(6, 10, 12/1878). ¿Huelga decir que es una modalidad del arte comprometido de la

cual la práctica creativa galdosiana huye hasta el fin del siglo?

10 Véase MILLER, El mundo de Galdós, pp.37-72.

11 Véase MILLER, Del realismo/naturalismo al modernismo, pp.9-22, 105-108, 139-140,

153-163.

12 Véase MILLER, «Realidad de Galdós y Extraño intermedio de O’Neill: modernismo y

verosimilitud».