BENITO PÉREZ GALDÓS EN LA CRÍTICA DE
EMILIA PARDO BAZÁN
(1880-1920)
José Manuel González Herrán
Desde la aparición de las cartas de Emilia Pardo Bazán a Benito Pérez
Galdós que descubrían la liason que tuvieron en 1889-1890,1 el estudio
de las relaciones literarias entre ambos escritores2 se ha visto muy
mediatizado por tal circunstancia: sus novelas de esos años reflejarían las
vicisitudes de aquellos amores y el fecundo diálogo que siempre hay entre
textos coetáneos -de ficción o de crítica- se reduciría a otra forma de correspondencia
amorosa. Reconociendo lo válido de esas consideraciones,
las soslayaré en estas páginas, dedicadas a analizar en los escritos críticos
de Pardo Bazán -no sólo los más conocidos sino algunos casi olvidados o
inéditos- su consideración y evaluación de la obra novelística y teatral
galdosiana.3 Y dado que es posible advertir un notable cambio en aquella
apreciación crítica, desde una reticencia inicial -más ideológica que estética-
hasta una incondicional admiración, ordenaré mi exposición en cinco
puntos, correspondientes a los cinco momentos que se advierten en la
atención crítica de Emilia Pardo Bazán a la obra de Benito Pérez Galdós.
Por lo que sabemos, la más temprana aproximación de la escritora
coruñesa a la obra del novelista canario data de 1881. Cuando la firma de
aquella empezaba ya a ser conocida en los ambientes literarios de la corte,
tras sus primeros artículos, versos y relatos en periódicos y revistas de
Galicia, Barcelona o Madrid a partir de 1865, y la aparición en 1879 de su
primera novela, Pascual López. En tres entregas sucesivas, correspondientes
a los números 316, 317 y 318 (en mayo y junio), la Revista Europea
publicaba un largo ensayo cuyo ambicioso título, «Estudios de literatura
contemporánea». Pérez Galdós, se explicaba en nota a pie de pagina: “este
estudio forma parte de una serie de juicios acerca del movimiento literario
actual y de los escritores que al frente de él caminan”.4
La historia bibliográfica de este artículo es un tanto agitada: además de
la Revista Europea, lo publicó la Revista de Galicia, que la propia autora
dirigía en su ciudad natal; aunque sólo una primera entrega,5 pues el número
en que apareció (el 20, correspondiente al 25 de octubre de 1880)
fue también el último de la publicación. Por otra parte, según confidencia
epistolar a Menéndez Pelayo, la Revista de España había rechazado este
ensayo por parecerles ultramontano; calificativo que -negado por su
autora-6 acaso no sea muy descaminado.
3-1
86
En efecto, tanto su dictamen acerca de la situación presente de la novela
española, como su valoración de la obra galdosiana están fuertemente
mediatizados por prejuicios ideológicos (o patrióticos). Ya en las líneas
iniciales pondera el benemérito esfuerzo de los autores que tratan “de
extirpar la mala simiente de la literatura imitada del francés, procurando
reflorezca la que tiene tradicionales raíces en el suelo de España”.7 Más
adelante, a propósito de la primera serie de los Episodios, opina que “el
novelista, con pérfida destreza, atrae las simpatías hacia los personajes
desafectos a la causa española y tizna con sombras desapacibles las
figuras de nuestros guerrilleros” (p.502); en Doña Perfecta le parece que
“es todavía más hábil y exquisito el desempeño y más palpable el propósito
de enegrecer a toda costa la Espana tradicional” (p.506).
No puedo atender aquí con el detalle que merece este interesante y
poco conocido ensayo deliberadamente preterido por su autora -por razones
obvias- y del que ni galdosistas ni pardobazanistas (con escasas excepciones)
8 suelen ocuparse. A la espera de la reedición que preparo de
este hoy casi inencontrable trabajo, recuperemos algunas de sus opiniones,
muestra de las que entonces sostenía la autora acerca de la novela
española coetánea y diferentes de las que tres años más tarde expondría
en La cuestión palpitante.9
Conviene recordar a este respecto lo que confesaba en sus Apuntes
autobioqráficos de 1886:10 cuando a los catorce años publicó sus primeros
relatos, sólo conocía de novela española coetánea las de Fernán Caballero;
y de los demás autores del género, “allá por los años de 74 y 75,
no sólo no manejaba yo sus obras, sino que ignoraba la existencia de
Galdós y Pereda, y apenas tenía noticia de la de Valera y Alarcón”. Por ello,
el ensayo que ahora nos ocupa concede a Galdós un papel histórico subordinado
al de la autora de La gaviota, a quien “se debe el primer impulso
de regeneración comunicado a la novela española”; muerta Cecilia Böhl
-añade- “vino a sustituirla una pléyade, escasa pero lucida, de novelistas,
que con brío y talento se consagran a la empresa de la novela nacional”;
entre ellos concede un lugar preeminente al autor de Marianela, aunque
en su opinión carezca de los meritos de otros colegas: “no eclipsa Pérez
Galdós a Valera en primor, elegancia e ingenio, a Selgas en humorística
profundidad, a Villoslada en amplitud majestuosa, pero posee el don de
ser fecundo” (p.492).11
Alternando los elogios y los reparos (aquéllos, al estilo; éstos, al pensamiento),
el ensayo pasa detenida revista a las primeras series de los Episodios
Nacionales, -cuya intención es “encarnar el alma de la patria, no en
forma histórica, que siempre resulta un tanto escueta y fría, sino anecdótica
y poéticamente, con la propia vida y frescura que debió tener la realidad”
(p.497)-, así como a La Fontana de Oro, Doña Perfecta, Gloria y Marianela.
La conclusión del estudio no oculta su discrepancia -más por razones ideológicas
que estéticas- ante lo que tenía por tendenciosidad progresista de
la obra galdosiana:
87
Sólo el empeño sistemático de hacer política, o quizá la flaqueza
de lisonjear el gusto del público, afea con lunares y manchas sus
magníficas producciones (...) novelas, que no nos ofrecen siquiera
bosquejo del rostro de la España futura, son picota ignominiosa
de la pasada España (...) sabiendo que ninguna nación del mun
do puede arrojarnos la primera piedra conociendo que la sínte
sis del periodo descrito por el Sr. Galdós es, a pesar de todo, un
poema eterno de gloria, nos duele que no escriba ese poema
quien, como el Sr. Galdós, posee dotes para ello. (p.513)
Dictamen (por cierto, meditado y trabajosamente elaborado, a juzgar
por las abundantes correcciones y tachaduras que se advierten en las
líneas finales del borrador autógrafo de este ensayo, que se conserva en
la sede coruñesa de la Real Academia Gallega) del que la autora no tardaría
en arrepentirse: tres años más tarde, cuando en el capítulo XIX de La
cuestión palpitante vuelva a la obra galdosiana, aludiendo a su artículo en
la Revista Europea advertirá: “Desde aquella fecha, mis opiniones literarias
se han modificado bastante y mi criterio estético se formó como se
forma el de todo el mundo, por medio de la lectura y la reflexión”,12 palinodia
que se justificaba también con la evolución del propio Galdós: si lo
que entonces disgustaba a la crítica era “la tendencia docente” y “el alegato
sistemático contra la España antigua” de aquellas novelas, que calificó
como “trascendentalísimas, simbólicas y hasta de tesis”, ahora advierte
que el autor ha retrocedido “para huir de ese callejón sin salida”, de modo
que El amigo Manso y La desheredada muestran que la novela hoy “más
que enseñar o condenar estos o aquellos ideales políticos ha de tomar
nota de la verdad ambiente y realizar con libertad y desembarazo la hermosura”.
Pero no era sólo que hubiesen cambiado el novelista canario y la
crítica gallega, sino que, según diversos testimonios, precisamente en 1883
se habían iniciado sus relaciones.13
1891-1893.
Tras aquellas primeras aproximaciones, hay en la crítica pardobazaniana
a propósito de Galdós un silencio de varios años, hasta 1891: son precisamente
los que corresponden a su consagración literaria, con una actividad
tan febril como fructifera (La Tribuna, 1883; El cisne de Vilamorta, 1885;
La dama Joven, 1885; Los Pazos de Ulloa, 1886; La Madre Naturaleza,
1887; La Revolución y la novela en Rusia, 1887 -conferencias que, por
cierto, fueron elogiosamente comentadas por Don Benito-;14 De Mi tierra,
1888; Mi romería, 1888; Al pie de la Torre Eiffel, 1889; Por Francia y Alemania,
1889; Insolación, 1889; Morriña, 1889; Una cristiana-La prueba,
1890). Es también la época de algunas de las mejores novelas galdosianas
(El Doctor Centeno, 1883; Tormento, 1884; La de Bringas, 1884; Lo
prohibido, 1884; Fortunata y Jacinta, 1886-1887; Miau, 1888; ReaIidad,
1889; La incógnita, 1889. Pero también son los años de la intensa relación
personal entre ambos (aspecto que deliberadamente quiero soslayar aquí).15
88
Es de advertir que el silencio crítico de la coruñesa acerca de los libros
galdosianos de esos años se compensa con las opiniones que encontramos
en cartas a ciertos amigos comunes;16 así, el 26 de julio de 1883
escribe a Narcís Oller:
El Doctor Centeno resulta, a pesar de tan engregia procedencia,
muy inferior a su modelo, David Copperfield de Dickens. Hay
demasiado pormenor, y poco fondo,y los árboles no le dejan a
uno ver el bosque. En fin, aguardaremos el tecer tomo ¿quien
sabe si encerrará la sustancia de los demás?
Para mí (no lo diga usted a nadie)17 Galdós no ha nacido para el
naturalismo. Una novela idealista, como Marianela, es su fuerte.
El quiere seguir generosamente las corrientes literarias, pero no
es ese su género. Quiera Dios que no me engañe.18
Un año más tarde sus opiniones parecen haber cambiado
sustancialmente:
Creo que La de Bringas nueva producción de Galdós habrá de
cautivarle a usted mas que Tormento. Lo que Galdós está haciendo
en una gran epopeya y cada novela un canto separado;
sólo pueden apreciarse debidamente colocándolas en el cuerpo
del poema y considerándolos en su respectivo lugar. Claro que
algunas aventajan a los otros, como por ejemplo Doña Perfecta,
la Desheredada y en menor escala, La de Bringas. Estudios humanos
maravillosos, auténticos y sangrientos algunos hasta no
más. Pero (...) falta en esta últimas obras del gran novelista algo
de redondez, de brío, de pulimiento, de no sé qué, que haga
cuerpo redondo de novela.19
Entre 1891 y 1893, en las páginas de su revista Nuevo Teatro Crítico,
doña Emilia se ocupa de las novelas Ángel Guerra (en el número 8, agosto
de 1891) y Tristana (en el nº 17 mayo de 1892), así como de las primeras
experiencias dramáticas del autor: Realidad20 (en el n0 16, abril de 1892),
La loca de la casa21 (en el nº 25, enero de 1893) y Gerona22 (nº 26, febrero
de 1893); además de esos trabajos críticos, en el número 8 (agosto 1891)
dedica un cordial reportaje -publicado también en El Heraldo, de Madrid,
el 15 de agosto- al “estudio de Galdós en Madrid”. Son trabajos suficientemente
conocidos (reunió algunos en su libro de 1892 Polémicas y estudios
literarios y todos se recogen el tomo III de las mal llamadas Obras
completas publicadas por Aguilar),23 aunque acaso no se hayan valorado
como merecen. Dado el carácter fundamentalmente informativo de mi
intervención, preferiré detenerme en otros artículos menos conocidos, no
sin ponderar en éstos sus aspectos más relevantes.
89
En los que se ocupan de las novelas24 destaca la fina apreciación de los
méritos y limitaciones de Ángel Guerra (“impregnada y perfumada de un
misticismo y una fe que, salvando la distancia, más geográfica que moral
que nos separa de Rusia, parece proceder de alguna de las mejores inspiraciones
de Tolstoi” [p.1101]) y de Tristana (“asunto nuevo y muy hermoso,
pero imperfectamente desarrollado [ ...] el despertar del entendimiento
y la conciencia de una mujer [...] idea que aparece embrionaria y confusa,
a través de una niebla, como si el novelista no se diese cuenta clara de
la gran fuerza dramática que puede encerrar” [pp.1120-1121].
Algunas de estas ideas las reitera en un trabajo menos conocido, «Los
novelistas españoles en 1891», en la Revista Ilustrada de Nueva York del
15 de octubre de ese año;25 al lado de recientes novelas de Coloma, Picón,
Pereda y Palacio Valdés, se ocupa brevemente de Ángel Guerra y, aunque
contenga escasas novedades con relación a lo dicho en Nuevo Teatro Crítico,
merece recordarse alguna observación. Así, además de reiterar las
alusiones al misticismo de los autores rusos (no es que los imite deliberadamente
-advierte- sino que “ha sentido su atmósfera [cursiva suya]: es
que la reacción literaria psico-mística que de ellos procede, llega de rechazo
hasta el escritor español mas capaz de asimilársela; el Galdós que muchas
veces estudió el problema religioso”, elogia en la novela sus principales
cualidades (“humorismo, fantasía, vida a raudales, y mucha España, de
la buena, de la neta, jugosa y tradicional España, que Pereda sólo ve por
encima, mientras Galdós la ve por dentro, en el sentir y en el pensar característico”),
pero considera demasiada su extensión y artificioso recurso la
muerte del protagonista.26
Por lo que se refiere a los artículos en Nuevo Teatro Crítico sobre las
obras teatrales, tampoco me demoraré en ellos, aunque sí quiero destacar
sus lúcidas opiniones acerca del carácter renovador de la propuesta dramática
galdosiana -aún con las deficiencias que advierte en La loca de la
casa y en Gerona-. En tal sentido resulta especialmente valioso el dedicado
a Realidad: antes de estudiar la obra y reseñar su estreno, refiere con
detalle- y muy directo conocimiento de causa- la historia de aquella experiencia,
que doña Emilia consideraba como algo suyo (“estoy entusiasmada
con la idea, en que tengo tanta parte”, decía en carta a Galdós).27 Además
de sugerir el traslado a la escena de aquella novela, ella había gestionado
su representación por la compañía de Vico y Mario,28 convencida de
que “este drama será el acontecimiento de la temporada”;29 y previa petición
de permiso al autor,30 había avanzado en el número 13 (enero de
1892) de su revista la noticia del próximo estreno: por tratarse de un texto
poco recordado, merece que dediquemos alguna atención a esta antecrítica.
Apuntando una idea que repetirá en diversas ocasiones, sugiere que ha
sido “el ejemplo de sus colegas los grandes novelistas franceses” (p.93)
lo que animó a Galdós a probar fortuna en la escena y aprovechar que los
dos tomos de Realidad y La incógnita “encierran un drama de acción por
90
fuera y por dentro” (p.95). Augura que la noche del estreno será memorable,
si no por el imprevisible exito, por la dimensión historica que atribuye
a esa experiencia:
No es el advenimiento de un dramaturgo más, sino el de una
nueva dirección dramática, que puede modificar nuestra vida
escénica, romper troqueles caducos (...) fundir en una misma
aspiración dos géneros que hasta hoy parecían inconciliables
(...) por ese camino se ha de ir para lograr infundir espíritus vitales
a nuestra desmayada escena (...) ¡qué benéfica agitación del
ambiente va a producir Realidad en el teatro ¡Qué empujón al
pasado, qué dilatación del presente, qué de problemas y cuánta
novedad! (¿PAG?)
En lógica consecuencia con tales previsiones, su crítica de la obra ya
estrenada insistirá en lo que tal innovación estética significa en la presente
situación del teatro y su relación con las de otros autores europeos:
¿Es realista o naturalista el drama? Yo diría que ni lo uno ni lo
otro; algo nuevo, sí, aunque no sin precedentes en la escena
española, en la francesa y particulamente en el extraño teatro de
Ibsen. Para definir lo menos mal posible este género, le llamaré
realismo romántico-filosófico. En el diálogo, en el medio ambiente
y en el desarrollo de la acción externa, veo el contigente realista;
en ciertos recursos y en los caracteres, el romántico(...); en el
alcance del drama, el filosófico (...) la verdadera novedad del
drama de Galdós consiste, pues, en abrir puertas al realismo en
la forma y al pensamiento filosófico en el fondo. (p.1117)
1905-1906.
Hasta pasados más de doce años no volveremos a encontar referencias
al escritor canario en la crítica de Pardo Bazán; nada sorprendente si recordamos
que por entonces su atención está más volcada hacia las letras
extranjeras o sobre autores ya desaparecidos (por razones que explicaba
así: “me propuse hablar lo menos posible de mis contemporáneos, hasta
que su muerte les sitúe dentro de la posteridad y permita emitir un imparcial
juicio”).31 Excepcionalmente, ofrece una escueta síntesis de la
novelística galdosiana en el panorama “La novela española contemporánea”
que escribe para el tomo XXI de la Antología Universal Ilustrada.
Biblioteca Internacional de Obras Famosas, obra publicada por una “Sociedad
Internacional” en Londres y Buenos Aires, asesorada en su parte
española por Marcelino Menéndez Pelayo y entre cuyos colaboradores figuraban
Miguel de Unamuno, Bret Harte, Paul Bourget, Ferdinand Brunetière,
Maurice Materlinck, el Vizconde de Vogüé. Aunque desconocemos la fecha
de publicación de este trabajo, alguna alusión del texto (la muerte de Valera
es “muy reciente aún”, pero aún vive Pereda) permite fechar su escritura
entre abril de 1905 y marzo de1906.
91
En el escaso par de páginas que le dedica, nuestra crítica apunta los
rasgos característicos de la narrativa de Galdós, “novelista urbano” para
quien la naturaleza “es sólo el fondo de la figura humana”. En los Episodios
Nacionales encuentra un “elemento épico-histórico” que “enlazan con
la novela romática, de la cual, por otros conceptos, difieren” (p.10262) y
considera el conjunto de las Novelas como una Comedia Humana; comparación
-explicable en una Antología Universal- que amplía luego en estos
términos: “Como Balzac, Galdós no está purgado de fermentos románticos,
y, como Balzac, admite y hasta cultiva el lenguaje callejero y las jergas
en uso” (p.10263). Como curiosidad señalaré que entre los papeles de
doña Emilia en la Real Academia Gallega se conserva el borrador mecanografiado
y corregido de este trabajo, que ofrece una lectura bastante diferente
en la expresión, aunque sustancialmente coincidente en su contenido.
Sirva como muestra este párrafo, que falta en la versión impresa:
Galdós sorprende los caracteres de la raza, es demótico (sic,
¿por ’democrático’?), reproductor de nuestra vida popular, condicionada
y forjada por nuestra trágica historia. En este sentido,
Angel Guerra, Misericordia, tantas páginas de otros libros, donde
Galdós ha desentrañado el arcano de nuestro espíritu, pertenecen
a la epopeya de los primeros Episodios (...) Cuando parezcan
desvirtuadas, y ya lo parecen, las tesis algo candorosas32
de Gloria. La familia de León Roch y demás alegatos contra la
intolerancia religiosa y a favor de la ciencia, simbolizada en
santos ingenieros y matemáticos, y en hebreos angelicales, quedará
en pie ese tesoro de noticias mucho más elocuentes, más
verdaderas que la historia, sorprendidas por un fiel retratista prendado
de las realidades, cualquiera que sea su jerarquia social...
En esto consiste el españolismo de Galdós; la España que hay
en sus libros los embalsama y los hará incorruptibles.
De esas mismas fechas33 es la ocasional alusión y defensa del teatro
galdosiano en un polémico artículo que Doña Emilia publicó en el número
2 de la revista Ateneo, en febrero de 1906, “Los novelistas en el teatro”,
en respuesta al que, con el mismo título, había firmado Mariano Miguel
del Val en el número 1,34 acerca de los fracasos teatrales de algunos novelistas
(Galdós, Alas, Valle-Inclán y la propia Pardo): “No estudio aquí los
dramas de Galdós -advierte ella-, pero afirmo que este vencedor de la
novela no es un fracasado en el teatro”; y añade que, de las estrenadas,
“cuatro o cinco persisten, agradando en el repertorio; y Electra ha sido el
mayor éxito de popularidad y taquilla de estos últimos años”.35
1912-1914.
La penúltima etapa que me he marcado nos sitúa ya avanzada la segunda
década de este siglo: gracias a las pesquisas de Cyrus DeCoster, disponemos
de una selecta recopilación de los artículos de doña Emilia en La
92
Nación, de Buenos Aires, entre1909 y 1921;36 dado que la actividad teatral
madrileña constituía uno de los más frecuentes asuntos de sus crónicas,
algunos estrenos galdosianos de esos años aparecen puntualmente criticados
en esas páginas.
El primero es en realidad una reposición, la de Doña Perfecta, en el
Teatro Español,37 reseñada en el periódico bonaerense el 12 de mayo de
1912; aparte de insistir, contra buena parte del público y de la crítica, en la
validez de su teatro (“Galdós es uno de los mejores autores dramáticos
con que se ha honrado la escena española” [p.126]), poco es lo que dice
de esta pieza, salvo evocar personajes y asunto según su lejana lectura de
la novela (que -recordemos- había juzgado severamente en aquel primer
estudio sobre el escritor, en 1880): “¡Ah¡ ¡Cuánto revive la juventud en el
recuerdo, al ver de nuevo alzarse a Doña Perfecta!” (p.127).
En 1914 se hace eco de dos estrenos: el de Celia en los infiernos en el
Teatro Español, el 9 de diciembre de 1913,38 se despacha en unas pocas
líneas de la crónica del 12 de abril (que también se ocupa de La malquerida,
de Benavente, Doña María de Padilla, de Villaespesa, La fuerza del mal, de
Linares Rivas, Los leales, de los Quintero y La hiedra. de Marquina), donde
califica la pieza de “especie de sueño humanitario en que el maestro ha
expansionado la ingénita bondad y el optimismo de su alma”, y percibe en
su protagonista ecos de “los príncipes benéficos de Sue y Tolstoi”. (p.189).
Más atención -todo un artículo, publicado el 1 de junio- le merece el
estreno de Alceste, el 21 de abril de 1914, en el Teatro de la Princesa.39
Nuestra autora aprovecha la ocasión para tomar partido a favor de don
Benito en la polémica suscitada en esos días a propósito de la suscripciónhomenaje,
encabezada por el propio rey Alfonso XIII (quien, por cierto,
asistió a aquel estreno), pero hostilmente recibida por determinados sectores
sociales:40 “Por mucha política que Galdós haya hecho, lo que ha de
resaltar en su figura es el escritor. La política de Galdós ha sido romántica
y hasta un tanto anticuada, con la eterna preocupación jesuítica” (p.193).
Por lo que se refiere a la pieza, aparte de advertir en ella esa “tesis optimista
y humanitaria que, más o menos acentuada, predomina,antes que en
las novelas, en todo el teatro de nuestro Dickens” (p.195), sus elogios son
vagos y superficiales: “no hay signo ninguno de decadencia: los diálogos
son vivos, la exposición pronta, la acción bien trabada, el lenguaje entre
familiar y digno (...) el ambiente (...) entendido con el instinto de observación
del novelador” (p.195).
1919-1920.
El último texto crítico que vamos a considerar es un artículo aparecido
en el diario madrileño ABC el 27 de enero de 1919, ya en los años finales
de la vida de ambos escritores; se titula “Un poco de crítica. Estatua en
vida” y tiene como asunto la inauguración del monumento a Pérez Galdós
93
en el Parque del Retiro, homenaje que no fue del todo unánime:41 algunos
consideraban que -en palabras de la autora- “se debe esperar a la hora o al
siglo de la muerte de un personaje para consagrarle un recuerdo en bronce,
piedra o mármol”; a lo que replica: “triste sería no poder depositar la
rama del laurel sino en un sepulcro; y más triste que, por el olvido que
sobreviene sin causa ni razón muy a menudo para las obras más altas,
este deber de justicia con el autor de los Episodios Nacionales quedase
incumplido hasta sabe Dios cuándo y lo retrasase el avance de la ola
turbia del beocismo y la proscripción del arte y la literatura”. Pero de más
peso e influencia eran quienes mantenían hacia Galdós una hostilidad
ideológica y política, tanto por el significado de algunas de sus obras como
-más todavía- por sus actitudes y compromisos políticos.
Pues bien, a estos últimos es a quienes parece dirigirse la Condesa,
precisamente desde las páginas de un diario tan significado como aquel:
dato que conviene tener en cuenta para interpretar el sentido de este artículo.
Cuya importancia radica, a mi juicio, en que, más que una valoración
de la literatura galdosiana, constituye un intento de explicación -o justificación-
de su sentido político. Para ello parte de una idea muy querida
por ciertos sectores conservadores, deseosos de disculpar como veleidad
-insincera e insensata- la opción republicana y socialista de don Benito:
Hora fatal aquella en que el magnate literario se convirtió en
maniquí político. Y digo maniquí porque estoy convencida, y lo
estuvo la mayoría también, de que Galdós en el fondo no solamente
era indiferente a tal política circunstancial, sino que no
presentaba ninguna de las señales características de las agrupaciones
en que militaba aparentemente; iba a escribir
automáticamente.
En apoyo de tal consideración traía a colación el también muy extendido
tópico del patriotismo de sus libros, “el rebosar incesante de la devoción
a España, de la compenetración más estrecha con el alma ibérica, de
un interés piadoso y reverente por las antiguas grandezas y los sentires
genuinos”; especialmente los Episodios, “con su llamativa cubierta roja
y gualda: esos brillantes colores de nuestra bandera tiñeron constantemente
la producción de Galdós. Es el novelista que más España ha puesto
en sus ficciones”. Como no era posible olvidarlo, alude al escándalo de
Electra (cuando “trascendió a su estilo la peculiar afectación de los mítines
y de la oratoria de club”) como una “breve crisis”,42 pero, en el fondo,
tanto aquella obra tachada de anticlerical como sus discursos y pronunciamientos
políticos en esos años del cambio de siglo, todo se debía a su
intenso patriotismo:
No era el revolucionario profesional: en su mentalidad no cabía
tal conformación. Era meramente un patriota ulcerado por las
desgracias de España (...) y que sentía en torno suyo el
94
indeferentismo glacial hacia muchas cosas intimas y vivas, o que
debieran estarlo,y en que generaciones torpes y frívolas no reparaban
siquiera.
Por ello, abandonadas ya aquellas ligerezas (“se convenció de que no
había nacido para la política vulgar y al uso, sino para aquella más alta,
que consiste en engrandecer a la Patria con el trabajo y la obra”), lo único
que debía importar, lo que justifica plenamente ese homenaje, es su valiosísima
obra: “Lo otro debe borrarse de la cuenta en el estudio sereno que
merece tan relevante figura. Galdós debiera reunir las admiraciones unánimes,
y si alguna discrepancia pudo encontrar, hay que achacarlo al desacierto
de su etapa política”.43
Para concluir este repaso hay que lamentar una carencia: sabemos que
Doña Emilia publicó necrológicas sobre Valera, Menéndez Pelayo, Pereda,
Ferrari, Sagasta, Silvela, Ibsen, Zola, Tolstoi, Canalejas, Giner, Coloma,
Trigo, Echegaray;44 ¿no es sorprendente su silencio ante la muerte del
admirado y querido Don Benito? (recordemos que, según Ortiz Armengol,45
la coruñesa fue una de las primeras personas en acudir a casa de Galdós,
apenas sabido su fallecimiento). Sólo conozco una alusión, en carta a Miguel
de Unamuno46 fechada el 24 de febrero de 1920, donde muestra su
disgusto por lo que el Rector de Salamanca había publicado con tal ocasión,
en la que, como es sabido, fue bastante duro:47
No sé si U. sabe. que yo soy una de sus verdaderos amigos [subrayado
suyo]. Tengo esa confianza. Y eso no me impedirá que
le eche una peluca por lo que dijo de Galdós. Ya sé que lo han
aumentado mucho; pero la ocasión fue pésima. De todo esto se
tratará, si V. se me presenta como espero, dispuesto a la plática.
¡Qué no daríamos por haber sido testigos de tal plática! Aunque no sea
difícil imaginar los argumentos de ambos polemistas en aquella discusión,
respetemos el discreto silencio de la historia en este punto...
95
BIBLIOGRAFÍA
APPENDINI, G., «Tres cartas inéditas de Emilia Pardo Bazán a Benito Pérez Galdós revelan
el amor secreto que exitió entre ellos», Excelsior, México, 14 de noviembre de 1971.
ÁVILA ARELLANO, J., «Doña Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós en 1889. Fecunda
compenetración espiritual y literaria», IV Congreso Galdosiano, Ediciones del Cabildo
Insular, Las Palmas de Gran Canaria, 1993, pp.305-324.
BATLLES GARRIDO, A., «Tres cartas inéditas de Emilia Pardo Bazan a Galdós», Ínsula, nº
447, Febrero de l984, p.4.
BERENGUER, A. (ed), Los estrenos teatrales de Galdós y la crítica de su tiempo, Comunidad
de Madrid-Consejería de Cultura, Madrid, 1988.
BRAVO-VILLASANTE, C., Galdós visto por si mismo, Madrid, Novelas y Cuentos, l970;
2ª edición, corregida, Galdós, Mondadori, Madrid, 1988.
——-, Vida y obra de Emilia Pardo Bazán, Madrid, Ediciones de la Revista de Occidente,
1962; 2ªedición, corregida y aumentada, Magisterio Español, Madrid, 1973.
——-, «Aspectos inéditos de Emilia Pardo Bazán (Epistolario con Galdós)», Actas del Cuarto
Congreso Internacional de Hispanistas, Asociación Internacional de Hispanistas-Consejo
General de Castilla y León-Universidad de Salamanca, Salamanca, 1982, pp.199-
204.
CLEMESSY, N., Emilia Pardo Bazán, romanciére (La critique, la théorie, la pratique),
Paris: Centre de Recherches Hispaniques, 1973; trad: Emilia Pardo Bazán como novelista,
Fundación Universitaria Española, Madrid, 1982.
——-, «Une correspondance littéraire: Emilia Pardo Bazán á Narciso Oller», en Travaux
XXIV. Aspects des Civilisations Ibériques, Amerique Latine, Espagne, Centre
Interdisciplinaire d’Étude et de Recherche sur l’Expression Contemporaine, Université
de Saint-Etienne, 1979, pp.169-189.
DeCOSTER, C., «Pardo Bazán and her Contemporaries», Anales Galdosianos,1984, pp.121-
131.
GONZÁLEZ-ARIAS, F., A voice, not an echo: Emilia Pardo Bazán and the modern novel in
Spain and France, (tesis doctoral, Harvard University, 1985); University Microflims
International, Ann Arbor, 1986.
——-, Portrait of a Woman as Artist. Emilia Pardo Bazán and the Modern Novel in France
and Spain, Garland, New York, 1992.
——-, «Diario de un viaje: las cartas de Emilia Pardo Bazán a Benito Pérez Galdós», en J.
KRONIK y H. TURNER (eds.), Textos y contextos de Galdós, Castalia, Madrid, 1994,
pp.169-175.
GONZÁLEZ HERRÁN, J. M., «Emilia Pardo Bazán en el Epistolario de Menéndez Pelayo»,
Cuadernos de Estudios Gallegos, 101 (1986-1987), pp.325-342.
MAYORAL, M., «Cartas inéditas de Emilia Pardo Bazán a Narcis Oller (1883-189O)», en
Homenaje al Profesor Antonio Gallego Morell, II, Universidad, Granada, 1989, pp.389-
410.
MENÉNDEZ PELAYO, M., Epistolario, edición de M. Revuelta Sañudo, IV, Fundación Universitaria
Española, Madrid, 1983.
OLLER, N., Memòries literáries. História deIs meus llibres, (1918), Aedos, Barcelona, 1962.
96
ORTEGA, S., Cartas a Galdós, Revista de Occidente, madrid, 1964.
ORTIZ ARMENGOL, P., Vida de Galdós, Crítica, Barcelona, 1996.
PARDO BAZÁN, E., Polémicas y estudios literarios, Obras completas, Tomo VI, Madrid,
ed. de la autora, s. a. [1892].
——-, «Los novelistas en el teatro», Ateneo, 1, nº 2 (febrero 1906), pp.181-184.
——-, Obras Completas, III, Aguilar, Madrid, 1973.
——-, Cartas a Benito Pérez Galdós (1889-1890), Edición de C. Bravo-Villasante, Turner,
madrid, 1975.
——-, La cuestión palpitante, Edición de J. M. González Herrán, Anthropos-Universidade
de Santiago, Barcelona-Santiago de Compostela, 1989.
——-, Crónicas en La Nación de Buenos Aires (1909-1921), edición de C. DeCoster, Pliegos,
Madrid, 1994.
PATTISON, W. T., «Two Women in the Life of Galdós», Anales Galdosianos, 1973, pp.23-
31.
PÉREZ GALDÓS, B., «Conferencias de Emilia Pardo Bazán en el Ateneo» (Madrid, 15 de
Abril de 1887), en Arte y Crítica, Vol. II de Obras inéditas, ordenadas y prologadas por
Alberto Ghiraldo, Renacimiento, Madrid, 1913, pp.203-208.
TARRÉS PICAS, M., La introducción del realismo en España (1868-1881). Memoria de
licenciatura presentada en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma
de Barcelona, 1975. (Inédita).
UNAMUNO, M. de, Obras Completas, tomo V, De esto y aquello, Vergara, Barcelona, por
concesión de Afrodisio Aguado, 1958.
VAL, M. M. de, «Los novelistas en el teatro», Ateneo, 1, n0 1 (enero 1906), pp.62-63;
recogido en Los novelistas en el teatro, Bernardo Rodríguez, Madrid, 1906.
97
NOTAS
1 Como es sabido, fue C. Bravo-Villasante quien dio la primicia en una comunicación al
Cuarto Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, que tuvo lugar en
Salamanca en agosto de 1971 (recogida en las correspondientes Actas, 1982); posterior
en algunos meses es el artículo de Appendini, 1971 (que no he visto). En 1973 la
misma Bravo-Villasante, en la segunda edición de su biografía de Pardo Bazán, adelantaba
fragmentariamente algunas de aquellas cartas, que publicaría en 1975.
2 De los que merecen destacarse GONZÁLEZ-ARIAS, 1992, pp.101-147, y ÁVILA ARELLANO,
1993.
3 De COSTER, 1984, pp.121-123 ofrece un sucinto, pero ajustado repaso de los escritos
de Pardo Bazán sobre Galdós.
4 “A no ser que la autora se refiera a sus artículos sobre Fernán Caballero, Nicomedes
Pastor Díaz y Salvador Rueda, aparecidos en El Heraldo Gallego y la Revista de Galicia,
no tenemos noticia de que tal serie sobre “el movimiento literario actual” llegase a
publicarse (GONZÁLEZ HERRÁN, “Estudio introductorio” a Pardo Bazán, 1989, p.66).
5 Tal vez por ello CLÉMESSY (1973, p.50), que no parece haber manejado la versión de
la Revista Europea (aunque la menciona) sino la recogida en la Revista de Galicia,
afirma: “11 devait traiter de Galdós, et de son oeuvre. mais seule la première partie de
cette étude fut publié”.
6 En carta del 3 de agosto de 1880 le promete un artículo en la Revista Europea (“donde
publiqué ya el Estudio sobre Galdós y sus obras”) y advierte: “tendré que usar algo del
balancín, para que en la Europea no le pongan la tacha de ultramontano, que excluyó
de la [Revista] de España mi art0 sobre Galdós, que tiene bien poco de ultramontano,
sin embargo” (en MENÉNDEZ PELAYO, 1983, p.298; cfr. GONZÁLEZ HERRÁN, 1986-
1987).
7 TARRÉS PICAS, 1975, p.488; en adelante, las citas remiten a esa fuente, indicando
entre paréntesis las páginas corespondientes..
8 GONZÁLEZ ARIAS, en su tesis de 1985, pp.169-174, resumidas en las pp.102-107 de
su libro de 1992.
9 Lo he señalado y comentado en las pp.47-50 del “Estudio introductorio” a mi edición
de Pardo Bazán, 1989, que aquí reelaboro o resumo.
10 Publicados como introducción al primer volumen de Los Pazos de Ulloa, en 1886;
recogidos en PARDO BAZÁN, 1973, pp.698-732, por donde cito: los testimonios a los
que enseguida aludo, en las pp.706 y 711, respectivamente.
11 Por supuesto que no es eso lo único que en él elogia: además de reconocer que posee
la impasibilidad egregia con que los grandes trágicos conmueven a la multitud, sin
dejarse ellos contagiar de la emoción que despiertan”, pondera su estilo: “excelente
prosista, de estilo fácil y sabroso ( ...) exhumador hábil de los bellos arcaísmos de
nuestra lengua”; pero encuentra que carece de “un alma apasionada, entusiasta, intensa
en la sensibilidad cual lo fue la de Fernán Caballero” y que está “más ricamente
dotado de inventiva, imaginación y talento que de sensibilidad” (pp.494-495).
12 PARDO BAZÁN, 1989, p.314; los textos que luego cito, en la p.315.
13 BRAVO-VILLASANTE (1970, pp.168-169), basándose en unos comentarios epistolares
de Alcalá Galiano a Galdós fechados en marzo de 1884, deduce que su amistad con la
98
coruñesa era ya conocida desde el año anterior; en la nueva edición de este libro
(1988, p.72) corrige esas fechas, aunque no ofrezca datos para tal rectificación: “es
probable que la correspondencia [de Pardo Bazán] con Galdós date del año 81”.
GONZÁLEZ-ARIAS (1994, p.102) sugiere que acaso fue Giner quien les puso en contacto
y apunta (p.170) que su relación epistolar se inicia con motivo de la participación de
doña Emilia en el homenaje a Galdós de marzo de 1883; recordemos que se alude a tal
homenaje en las palabras finales del artículo penúltimo de La cuestión palpitante (PARDO
BAZÁN, 1989, p.320; cfr. mi nota 31).
14 Cfr.. PÉREZ GALDÓS, 1923, pp.203-208. Según su biógrafo Ortiz Armengol (1996,
p.418), Don Benito, “cada vez más cerca de Doña Emilia (... ) figuró en primera fila.
Literalmente, porque ocupo un asiento en la fila primera en el salón de actos del Ateneo
de Madrid”. Por su parte, Arellano (1993, p.307) afirma que a raíz de estas conferencias
las relaciones entre ambos autores “parecen ganar en intimidad”: lo demostrarían
no sólo los “breves pero apasionados elogios [de Galdós] a las conferencias de
doña Emilia”, sino algunas notas personales que cita en su artículo.
15 Y cuyas consecuencias y reflejos en las respectivas obras literarias ha estudiado ÁVILA
ARELLANO, 1993. Además de las referencias mencionadas en la nota 1, cfr. también
PATTISON, 1973; De COSTER, 1984; GONZÁLEZ-ARIAS, 1994; ORTIZ ARMENGOL, 1996,
pp.442-449 y 453-462.
16 Cfr. en GONZÁLEZ-ARIAS, 1992, pp.107-109 sus comentarios a algunas cartas de Pardo
Bazán a Oller y al propio Galdós.
17 Extraña advertencia, si tenemos en cuenta que -según consta en el encabezamiento de
la carta- ésta fue enviada por doña Emilia a José Yxart con la petición de que la hiciera
llegar a su primo, Narcís Oller.
18 MAYORAL, 1989, p.398; (cfr. también CLÉMESSY, 1979).
19 La autora es consciente de lo confuso de su expresión, pues añade: “Esto va muy mal
explicado; pero como coincidimos en el pensamiento, nos entendemos a media palabra
suficiente” (OLLER, 1962, p.72).
20 Se estrenó el 15 de marzo de 1892 en el Teatro de la Comedia, en Madrid (cfr. en
BERENGUER, 1988, pp.31-72, datos de las críticas coetáneas y selección de algunas).
21 Se estrenó el 16 de enero de 1893 en el Teatro de la Comedia, en Madrid (cfr.
BERENGUER, 1988, pp.73-94).
22 Se estrenó el 3 de febrero de 1893 en el Teatro de la Comedia, en Madrid (cfr.
BERENGUER, 1988, pp.95-106).
23 PARDO BAZÁN, 1892, pp.159-261 y PARDO BAZÁN, 1973, pp.1093-1137; cito por esa
edición, indicando entre paréntesis las páginas correspondiente.
24 GONZÁLEZ-ARIAS, 1992, pp.109-112 pasa sumaria revista a estos dos artículos de
Nuevo Teatro Crítico.
25 Entre los papeles de doña Emilia que se guardan en la Real Academia Gallega hay un
recorte de prensa -que no permite identificar el diario a que pertenece- con un artículo
de idéntico título y muy similar contenido, que parece resumen del publicado en la
revista neoyorquina.
26 “peca de larga: demasiadas páginas: cantidad adecuada para el lector sajón, no para el
meridional”; “la muerte violenta de Ángel Guerra parece recurso para desenlazar el
libro y cortar el análisis cuando precisamente llegaba a lo más hermoso, íntimo y recatado”;
art. cit., pp.718-720.
27 En carta que su editora fecha en septiembre de 1891 (BATLLÉS GARRIDO, 1984, p.4);
cfr. también PATTISON, 1973, p.26 y ÁVILA ARELLANO, 1993, n.47 en p.323.
28 En una carta de Emilio Mario a Galdós fechada el 12 de febrero de 1892, el actor le
comunica que a causa de “un trancazo horrible” no puede avanzar en su lectura de
99
Realidad; pero advierte que “así se lo participo a la Excma. Sra. Dª. Emilia Pardo de
Bazán [sic]” (ORTEGA, 1964, p.357).
29 Según dice en la carta de septiembre de 1891 antes citada; y en otra posterior -recogida
también en BATLLÉS reitera: “ya verás el exitazo de ruido sobre todo ( ..llevará en si la
vitalidad de la discusión y de la batalla”.
30 “Dime si en el n0 de Enero del teatro puedo hablar de eso ya y lanzar la cosa como se
debe”, en BATLLÉS, 1984.
31 Cit. por De COSTER, 1994, p.11
32 “algo candorosas”, tachado.
33 Según CLÉMESSY , 1973, p.744, en La Ilustración Artística, nº 1216, 1905, p.234,
hay un artículo de doña Emilia acerca del drama galdosiano Bárbara, estrenado el 28
de marzo de 1905 en el Teatro Español; pero el dato es erróneo: hay efectivamente en
ese número (p.250) una crítica de dicho estreno, pero firmada por “Zeda”.
34 De VAL, 1906.
35 PARDO BAZÁN, 1906, p.183. De Val respondió en la misma revista con un “Comentario
a la rectificación de doña Emilia Pardo Bazán”, recogido en las pp.16-55 de su libro.
36 PARDO BAZÁN, 1994, las citas remiten a esa edición, indicando entre paréntesis las
páginas correspondientes.
37 Se había estrenado en el Teatro de la Comedia, de Madrid, el 28 de enero de 1896; cfr.
BERENGUER, 1988, pp.154-182.
38 Cfr. BERENGUER, 1988, pp.425-440.
39 Cfr. BERENGUER, 1988, pp.449-462.
40 Cfr. ORTIZ ARMENGOL, 1996, pp.745-747.
41 Cfr. ORTIZ ARMENGOL, 1996, pp.804-805.
42 Como ha recordado De COSTER (en su edición de PARDO BAZÁN, 1994, p.14), Doña
Emilia no se ocupó del estreno de Electra en 1901, pero sabemos que la obra no le
había gustado: “Electra, en su teatro, fue una excepción, y, artísticamente hablando,
lo menos estimable. Política y no más”, decía en uno de los artículos de La Nación (12
de mayo de 1912; en PARDO BAZÁN, 1994, p.127); lo que no impide que -como antes
cité, en su polémica de 1906 con M. M. de Val recordase que “Electra ha sido el mayor
éxito de popularidad y taquilla de estos últimos años”.
43 No está de más recordar aquí la lectura política que de la obra galdosiana había hecho
doña Emilia en su lejano artículo de 1880.
44 Cfr. los listados de artículos confeccionados por CLÉMESSY, 1973, pp.733-762.
45 ORTIZ ARMENGOL, 1996, p.815.
46 Inédita: agradezco a mi colega Cristina Patiño -quien prepara la edición de varias cartas
de Pardo Bazán a Unamuno- la noticia y copia de este documento; y también su valiosa
ayuda en la localización de otros materiales aducidos y comentados aquí.
47 Cfr. sus artículos «La sociedad galdosiana» en El Liberal, Madrid, 5 de enero, “Galdós
en 1901” en España, Madrid, el 8 de enero y “Nuestra impresión de Galdós” en El
Mercantil Valenciano, también el 8 de enero; recogidos en Unamuno, 1958, pp.465-
474.