BENITO PÉREZ GALDÓS Y JOSÉ MARÍA DE

PEREDA:

UNA AMISTAD A TRAVÉS DE LA LITERATURA

Mª Asunción Blanco de la Lama

Galdós y Pereda: el porqué de una amistad.

Es indiscutible la autoridad literaria de Benito Pérez Galdós admitida por

todo el mundo. Galdós se erige en el novelista que historia y realiza una

radiografía social de la España decimonónica. A su lado se alinean los

restantes escritores, algunos de los cuales alcanzan un lugar relevante en

la historia de la literatura como son Leopoldo Alas Clarín o Emilia Pardo

Bazán. De todos ellos, José María de Pereda fue el único con quien mantuvo

una fuerte amistad. Una amistad que tenía pocos puntos en común ya

que tanto el hombre como el literato estaban muy distanciados. El temperamento

liberal de Pérez Galdós se oponía al cántabro y rígido de Pereda.

Por otra parte las diferencias ideológicas entre ambos eran lo suficientemente

consistentes como para impedir una amistad. La heterodoxia

galdosiana encontraba una fuerte resistencia en la ortodoxia perediana

que suscitaba discusiones encendidas entre ellos.

Su cosmovisión personal determinaba su modo de entender el quehacer

literario. Por otro lado, existía entre ellos dos una diferencia en cuanto

a sus aptitudes literarias. Pérez Galdós tenía una gran facilidad para narrar

historias, es el novelista por excelencia de nuestro siglo XIX. Pereda es el

“artista nato” del que hablaba Montesinos.

Estas diferencias se manifestaban en su concepción del arte, de la literatura

y lógicamente actuaban en todo el proceso de composición de la

obra literaria. Pereda no quiso salir de su “huerto” -aunque las veces que

lo intentó tampoco le salió tan mal- y se convirtió en el novelista de la

naturaleza frente a Galdós que es el novelista de la ciudad. La antinomia

literaria campo/ciudad se encarna en estos dos escritores que reflejan en

sus novelas dos ámbitos distintos de la realidad. En una época de la sociedad

en que la industrialización había favorecido el crecimiento de las ciudades,

es comprensible que el interés que podía suscitar la novela de

Galdós fuera mayor. Pero a pesar de todas las diferencias entre ambos

escritores, hubo una amistad fundamentada en la admiración mutua que

confirmaba recíprocamente su categoría literaria.

4.1-8

234

Son muchos los aspectos que se pueden enjuiciar en la obra de ambos

literatos. Yo me voy a ceñir a aquellos que conectan a ambos escritores

con la realidad de su tiempo, ante los que los dos escritores actuaban de

modos distintos según su modo personal de entender el mundo, pero

partían del mismo punto. Los dos, idealistas, deseaban una transformación

de la sociedad. Para Pereda ésta debía fundamentarse en la tradición

sin perjuicio del progreso, pero eliminando de éste aquello que socavara

los valores de la tradición; para el escritor canario, la transformación debía

basarse en un cambio social, intelectual y económico más acorde con los

tiempos, pero no rechazaba la tradición más que en aquellos aspectos

que impedían la libertad de las conciencias y de los individuos.

Pérez Galdós y Pereda ante el siglo XIX.

1. El dinero y la transformación social.

Galdós es el radiógrafo de su época. El Madrid del siglo XIX aparece

descrito con todo lujo de detalles frente a la sociedad rural preferida por

Pereda. Este hecho ha repercutido en detrimento del interés novelístico

del autor cántabro ya que se le ha recriminado siempre su incapacidad de

reflejar la evolución y transformaciones sociales que se estaban dando en

la segunda mitad del siglo XIX.

Tanto el escritor canario como el cántabro retratan fielmente la sociedad

que describen. En las dos novelísticas aparecen las tres clases sociales

más representativas: aristocracia, burguesía y la clase popular. La desaparición

de la aristocracia de rancio abolengo sustituida por una nueva

clase social más dinámica, en la que el trabajo y las capacidades individuales

sustituyen los valores caducos de una nobleza de sangre incapaz

de incorporarse al progreso social y educativo, viene descrita en la novela

de Don Gonzalo González de la Gonzalera del escritor cántabro. Esta novela

en la que se enfrentan dos concepciones del mundo distintas, la simbolizada

por Osmunda, don Lope y Don Gonzalo y la representada por Magdalena

revelan que José María de Pereda defendía la tradición, pero los

valores que él consideraba permanentes en el individuo. Por otro lado,

critica la falta de educación y de inquietud del personaje femenino.

Pérez Galdós defiende esos valores permanentes del individuo y critica

también la falsedad de unos valores extinguidos. En ambos la lucha

dialéctica entre tradición y progreso se encarnan en personajes que simbolizan

lo falso y lo auténtico.

En Doña Perfecta, cuyo simbolismo fue estudiado por Ricardo Gullón,

Orbajosa, es el microcosmos a través del cual Galdós observa un problema

social de ámbito nacional. El ámbito rural en el que se desarrolla la

acción intensifica la radicalidad de las posturas. El espacio reducido y anquilosado

favorece el enfrentamiento entre el positivismo y tolerancia sim235

bolizados por Pepe Rey y el fanatismo e intransigencia de Doña Perfecta.

Los dos, Pereda y Pérez Galdós, se sirven del marco rural para dirimir

cuestiones que afectan a toda la sociedad.

José María de Pereda, al igual que el escritor canario, reflejó con su

visión satírica de la realidad, la transformación social importantísima que

se estaba produciendo. No es que estuviera en contra, abiertamente, del

dinamismo social, pero censuró en el tipo de Don Gonzalo, el advenimiento

de una nueva sociedad utilitarista y mercantilista que se apoya en la

aristocracia del dinero sustituyendo no la de la sangre, sino la de los valores

tradicionales.

Desde esta perspectiva Pereda conecta más con la crisis finisecular que

favoreció la aparición del Regeneracionismo y la Generación del 98. Galdós,

más inmerso en el positivismo del siglo XIX, criticó a través de Doña Perfecta,

una sociedad anquilosada, incapaz de aceptar un nuevo orden social.

Pepe Rey como Don Gonzalo simbolizan la nueva sociedad que emerge,

pero tal y como lo han visto sus creadores lo hacen de forma totalmente

opuesta. Ya he dicho que Don Gonzalo representa la sociedad utilitarista,

que también critica Galdós y Pepe Rey simboliza el intelectual positivista,

personaje que retratará Pereda en De tal palo tal astilla en la figura de

Fernando.

Galdós no trata en ninguna de sus novelas el tema del utilitarismo propio

de una sociedad advenediza que le da un valor prioritario al dinero.

Tema recurrente en muchas novelas del autor cántabro en que se observa

cómo el deseo de medrar se impone a otros valores. El tema del dinero es

tratado de modo distinto en la novelística de Pérez Galdós. Los personajes

femeninos son los que padecen esta fiebre en las novelas de la “locura

crematística”: El doctor Centeno, Tormento, La de Bringas y Lo prohibido.

Para Galdós la mesocracia significaba el advenimiento del liberalismo como

señala Montesinos con toda la apertura ideológica que esto significaba.

2. Feminismo y machismo.

Pérez Galdós ha sido considerado como uno de los escritores más expertos

en el trazado de caracteres femeninos. Reivindicado por la crítica

feminista, representada por Marie Claire Petit, Daria Montero Paulson y

Acosta de Hess, como uno de los autores que propone un nuevo modelo

femenino, el escritor canario describe una gama muy variada de mujeres

caracterizadas, algunas de ellas, por la perfecta simbiosis entre feminidad

e inteligencia.

José María de Pereda también ofrece un amplio repertorio de mujeres,

distintas a las galdosianas, pero no por esa razón menos interesante. Lo

que es importante destacar es que ambos escritores crearon un tipo femenino

interesante. El personaje femenino perediano se caracteriza por su

236

inteligencia y por proclamar con fuerza su independencia respecto al hombre.

Galdós crea algún personaje femenino, como Irene, en el Doctor Centeno,

típica mujer del Norte: racional e independiente. Sin embargo, los

personajes femeninos galdosianos parecen abocados a sucumbir al destino

adverso que les impone siempre, su antagonista, el hombre.

Hay que consignar que todos los escritores del siglo XIX tenían una

visión tradicional de la mujer y tanto Pérez Galdós como Pereda están

dentro de esta línea. Uno de los aspectos más debatidos en el siglo XIX fue

el de la instrucción femenina, tratado ampliamente por la crítica feminista.

Pérez Galdós aborda esta cuestión en su novela Tristana. Sobre el feminismo

de esta novela las opiniones son encontradas. Tristana, personaje cuya

inteligencia despierta al contacto con el amor, podría ser muy bien el primer

modelo femenino de mujer independizada. Pero acaba siendo víctima

de don Benito. Este proceso de instrucción fracasa como muy bien señala

Marina Mayoral cien años más tarde. Este mismo tema lo trata Pereda en

su novela La Puchera. En ella Inés sufre una transformación radical debido

a la instrucción que recibe. Inés al contrario que Tristana no será una

idealista fracasada. Las ideas de Pereda sobre la instrucción femenina revelan

una actitud más progresista de la que en ocasiones se ha dado a

entender. En Blasones y talegas, el amor despierta en Verónica la facultad

de pensar y descubrir un mundo distinto al que ha vivido hasta el momento:

“Como se ve la hija de don Robustiano empezaba, aunque un poco

tarde, a pagar su tributo a las leyes de la Naturaleza; que Dios no formó a

la mujer con el sólo destino de vegetar como un helecho” (Pereda, 1988,

I, p.402). En esta misma novela Pereda critica el anquilosamiento intelectual

de Don Robustiano, padre de Verónica que condena a su hija al ostracismo

doméstico por no querer que se trate con niñas de más baja alcurnia

en la escuela.2

3. La religiosidad.

Una de las cuestiones más debatidas en el marco cultural del siglo XIX

ha sido la religiosidad tratada extensamente por Francisco Pérez Gutiérrez

en su estudio, El problema religioso en la Generación del 68. Lógicamente

las posturas de Galdós y Pereda son diametralmente opuestas, pero quizá

no tanto como a veces se ha dado a entender.

El escritor canario expresó claramente en sus novelas las lacras de la

Iglesia, sin ningún tipo de ambages. Esto no lo hubiera hecho nunca Pereda

por su clara filiación católica. En Tormento Galdós critica la falta de vocación

de Polo, pero sobre todo, como muy bien consigna Montesinos, la

falta de autenticidad de la sociedad española que obliga a representar a

los individuos papeles distintos para los que no están preparados.3

El elemento distanciador entre ambos autores es el planteamiento ante

la cuestión religiosa: Pérez Galdós, inmerso en su tiempo, aboga por el

237

libre examen, pero los personajes que sufren las crisis de conciencia de

Polo o detentan fanatismos como Doña Perfecta o los padres de Gloria,

adoptan actitudes en ocasiones demasiado vehementes, consecuencia

del sentimiento que ahoga la razón. La cuestión religiosa es para Pérez

Galdós un problema cultural y social que coarta la libertad de las conciencias

tal y como nos lo presenta en el personaje de Gloria.4 Galdós no se

opone a la fe auténtica,5 sino a aquella que deriva en imposiciones, aquella

que no es capaz de respetar la libertad individual. Y es en este punto

cuando las cuestiones religiosas saltan del ámbito individual al social. Pérez

Galdós no está en contra de la religión, sino de la intolerancia y de la

hipocresía que es un mal social. Los personajes que reflejan la religiosidad

en la novelística galdosiana padecen uno de estos dos males.

Pereda no plantea cuestiones de esta índole en sus novelas. Ya se ha

destacado en ocasiones el marcado carácter anticlerical de su narrativa en

que el clero brilla por su ausencia. Es curioso destacar cómo la religiosidad

la detentan los laicos. Y nunca lo hacen de forma intransigente o

intolerante. Soledad Miranda ha señalado la veta paganista que recorre la

obra perediana.6 El punto de vista del que parte Pereda es totalmente

opuesto. Para el escritor cántabro la cuestión religiosa no es de ámbito

social sino individual.

Sólo en una novela trata el tema de la cuestión religiosa de modo directo,

en De tal palo tal astilla. Se ha criticado duramente esta novela. Sobre

todo al personaje de Águeda. Yo quería establecer una diferencia fundamental

en el planteamiento de la cuestión religiosa en esta novela y en

Gloria de Pérez Galdós, sin emitir ningún juicio de valor al respecto. Es

interesante observar cómo las discusiones que mantiene Daniel Morton

con Don Juan Lantigua en Gloria acerca de la validez de la doctrina católica

se mueven siempre en el plano estrictamente social, verbigracia el cumplimiento

y sinceridad de unas normas.

Por el contrario, Pereda no se mueve nunca en este plano. Él va al

fondo de la cuestión. Lógicamente, para Pereda, Pérez Galdós tiene toda la

razón al criticar una religiosidad llena de prácticas y carente de contenido,

7 como la tiene Daniel Morton para don Juan Lantigua, si tenemos en

cuenta que este personaje podría ser perfectamente un hidalgo perediano

tal y como señala Montesinos.8 El escritor cántabro no lleva el conflicto al

orden social sino al intelectual.9 Fernando es un intelectual que niega la

existencia de Dios desde el plano puramente racional. Y desde el plano de

las ideas, Águeda combate las de su oponente.10 Fernando no critica la

Iglesia católica, no padece el anticlericalismo de Daniel Morton, sino que

niega la necesidad de la religión en la vida del ser humano. Está dentro de

la línea perediana que, en medio de todas sus limitaciones, conectaba con

un sentir que se estaba dando en el siglo XIX, pero no como un fenómeno

local, sino como algo extensible a Occidente, expresión del positivismo y

racionalismos decimonónicos. La antinomia ciencia/fe es el tema que se

238

dirime en esta novela perediana. El autor cántabro quiere demostrar en el

personaje de Águeda que la fe se opone al fanatismo y, por lo tanto, tiene

un fundamento racional. El tema de la oposición entre fe y razón será

retomado, posteriormente, por la Generación del 98. Pérez Galdós plantea

un conflicto de orden cultural hispánico como es el enfrentamiento

entre las dos religiones antagónicas del judaísmo y el catolicismo. En ninguna

de las dos triunfa el amor. En Gloria es la intolerancia de una sociedad

que coarta las conciencias y las impide actuar libremente, como es

propio en la narrativa galdosiana. En De tal palo tal astilla es la adhesión a

unas ideas por parte de ambos personajes lo que frustra el desenlace feliz.

En el escritor cántabro no hay una crítica a la sociedad española porque la

cuestión religiosa para él es un problema individual, que afecta al plano de

las ideas; en el escritor canario sí se da esa fuerte crítica a la sociedad

española que entiende la religión como un conjunto de convenciones

insalvables. A Daniel y Gloria los separa la sociedad; a Fernando y Águeda,

las ideas.

Vemos pues cómo ambos autores condenan una religiosidad carente de

contenido, y defienden desde planteamientos diferentes una autenticidad

y solidez mayores en el conjunto de creeencias individuales.

4. El amor y la sociedad.

El tema del amor tal y como se desarrolla en la narrativa del XIX, refleja

una cuestión social en la que se expresa la transformación que se estaba

dando. Los dos escritores rechazan el matrimonio convencional. Galdós

va más allá en su concepción del amor y defiende un amor natural que

está al margen de las leyes sociales.11 Son estas leyes sociales las que

impiden la consecución del amor. Ya hemos visto cómo las convenciones

religiosas impedían el triunfo del amor entre Daniel y Gloria en la novela

del mismo nombre. También las diferencias sociales son una rémora importante

que determina el matrimonio. Es el caso de Fortunata y Jacinta.

La esposa natural, el auténtico amor lo transmite Fortunata que no puede

casarse con un señorito por ser ella hija del pueblo. Otra vez las leyes

coercitivas falsean y destruyen cualquier expresión espontánea. Jacinta es

la mujer determinada por la sociedad para llevar a cabo el proyecto vital,

pero la naturaleza se impone y será Fortunata quien preludie ese cambio

social importantísimo. No creo que Pérez Galdós sea tan partidario de un

amor fuera de las leyes matrimoniales, como de un amor matrimonial auténtico.

Pereda aborda este tema en su novela Sotileza que suscita diversidad

de pareceres entre los críticos. No voy a dilucidar en esta ocasión cuál

es el motivo por el que Pereda no permite el matrimonio entre desiguales.

Lo que sí es cierto es que el conflicto está planteado; Pereda no emite

ningún juicio de valor y el lector es quien extrae las consecuencias pertinentes.

Sotileza, hija del pueblo, rechaza a Andrés, el señorito. Fortunata,

hija del pueblo se enamora de Santa Cruz. Ninguna de las dos contrae

matrimonio porque la sociedad no lo permite. En su novela, el escritor

239

cántabro no da su opinión al respecto, por lo menos de forma clara. Pero

en otras novelas critica el matrimonio convencional y, sobre todo, el matrimonio

cuyo fin único es el de conseguir escalar puestos en la sociedad. En

Oros son triunfos, doña Sabina impide el amor entre su hija, Enriqueta, y

César, muchacho desheredado.12 Doña Sabina convence a su hija para

que se case con don Romualdo, hombre del que no está enamorada

Enriqueta, pero cuya fortuna puede ser más atractiva que todos los encantos

personales. Al respecto es interesante la conversación que mantiene la

protagonista con su padre, don Serapio. La actuación de éste respecto a la

decisión de su hija es de mayor respeto que la de don Juan Lantigua ante

el posible matrimonio de Gloria con Rafael del Horro. El primero no quiere

ni dar su opinión al respecto, el segundo piensa que es ella quien ha de

decidir pero habiendo escuchado el consejo paterno. En ambos casos se

respeta la última decisión de la persona interesada, pero el escritor cántabro

hila más fino en el respeto a la libertad de las personas.13

No son tan sumisas las mujeres que salen de la pluma de Pereda a los

dicterios promulgados por los padres, sobre todo en lo que se refiere a

materia amorosa. Y el escritor cántabro no desaprueba la actitud de insumisión

de algunos de ellos. Julieta, hija de don Simón y doña Juana en Los

hombres de pro se rebela contra la decisión paterna de apartarla de Arturo

y al no aceptar sus padres el razonamiento de ella, decide, al modo romántico,

huir de casa para llevar a cabo su proyecto de vida. Determinación

que no condena para nada Pereda y que tiene un final feliz.14 En Doña

Perfecta, la protagonista impide el matrimonio de su hija Rosario con Pepe

Rey por motivos de índole religiosa. El matrimonio pasa pues por el consentimiento

materno15 y ante la rebeldía de Rosario y la posible huida con

Pepe Rey, Doña Perfecta provoca el asesinato de éste y la posterior locura

de ella. No parece muy proclive Pérez Galdós a tratar el matrimonio convencional

por razones clasistas, sino más bien ideológicas. Siempre es el

fanatismo, la intemperancia, el factor desencadenante del drama de los

personajes. Pereda no se inclina por soluciones tan drásticas. Quizá en

Sotileza podía haberlo hecho, pero desde una perspectiva más actual parece

más verosímil la actitud del escritor cántabro que la de Galdós. El

escritor canario está más inmerso en su tiempo y los desenlaces de sus

novelas enlazan con la moda romántica. El destino trágico pesa sobre los

personajes, las fuerzas ciegas que se oponen a su voluntad van determinando

su trayectoria y finalizan en la locura o en la muerte. En un tipo de

muerte que, como Montesinos señalaba, es desconocida y típicamente

romántica.16

Pereda se opone totalmente al matrimonio concertado y éste es el tema

de su novela Nubes de estío. Irene, hija de don Roque de los Brezales, se

va a casar con Nino Casa-Gutiérrez por deseo de sus padres y de quien ella

no está enamorada. Irene, al modo romántico, se rebela contra17 esta decisión

y se casa con la persona que ella había elegido. Otra vez, el escritor

cántabro rehuye los finales dramáticos y el motivo que separa a ambos

personajes no es el ideológico, sino el económico o social.

240

Pérez Galdós trata en muchas de sus novelas el tema del adulterio. Pereda

lo trata menos, pero también lo hace. Tanto el escritor canario como el

cántabro rehuyen las escenas escabrosas, y en este punto, en ocasiones

Pereda es más sugerente que Pérez Galdós y éste supera en pudibundez a

aquél.18 Los dos atribuyen el adulterio a las mismas causas: el matrimonio

sin amor y el afán de dinero.

Eloísa en Lo prohibido, engaña a su marido con José Bueno Guzmán del

que está enamorada. Pero subyace otro tema importante el de la prohibición

tentadora que aparece también en La Montálvez. El amor

extramatrimonial ofrece más encantos que el amor burgués, dentro de las

leyes sociales. Se trata del amor cortés en el que la mujer casada es la

pieza deseada. Sin embargo en Lo prohibido, este tema aparece al final

como si Pérez Galdós lo obviara, siendo como es el título de la novela.

Hasta Montesinos duda de la veracidad de los sentimientos de José Bueno

de Guzmán.19 El amor o pasión que Guzmán siente por sus amantes tiene

mucho de donjuanesco. Casualmente, el amante de Verónica Montálvez,

en la novela del escritor cántabro, se llama de forma muy similar, Pepe

Guzmán, y como el personaje galdosiano induce a su víctima al adulterio.

Tanto Verónica como Eloísa están enamoradas de sus respectivos amantes

y las dos acaban, tras la decepción sufrida y el abandono de ellos,

viviendo únicamente entregadas a la avidez de dinero.20

El adulterio puede darse por amor, pero también el dinero es un factor

importante para su aparición. Rosalía Pipaón en La de Bringas y Clara

Valenzuela en Pedro Sánchez llegan a esta situación por la ambición económica.

5. La relación paterno-filial.

Por último, una de las transformaciones que se estaban dando en la

sociedad decimonónica afectaba a la relación paterno-filial. Pérez Galdós

nos muestra a unos padres que otorgan una educación inflexible a sus

hijos y la relación está siempre determinada por el respeto a la jerarquía y

al orden social. Recordemos el caso de Rosario en Doña Perfecta que no

sólo se ve obligada a acatar las órdenes de su madre, sino que se ve

recluida por ésta en una habitación, e incomunicada con el exterior. En la

narrativa de Pereda se da un caso similar en La Puchera. Inés, forzada por

La Galusa, permanece encerrada durante varios días en el interior de una

habitación sin ningún tipo de contacto con el exterior. Pero en ninguno de

los casos, aparece un personaje como doña Perfecta, que se la podría

calificar de madre desarraigada. El escritor cántabro está totalmente en

contra de esta relación distante y jerárquica y propone un nuevo modelo

más cercano al actual, basado en la confianza y respeto mutuos.

En Al primer vuelo aborda este tema de la confianza en los hijos, tema

impensable en el siglo XIX. Nieves, la protagonista de la novela, en el

241

episodio “Mar afuera” actúa en todo momento con plena libertad, sin consciencia

alguna de que su actuación pueda interpretarse como un acto de

desobediencia paterna o de irresponsabilidad. Su comportamiento revela

que no actúa bajo la presión del miedo a la autoridad paterna, ni tampoco

bajo un condicionamiento social. Por otro lado, el padre no pierde la

confianza en la hija, aunque tenga sus inquietudes. Este respeto a la libertad

de los hijos es revalorizable desde la perspectiva del siglo XX, aspecto

que comenta Clarke: “No se puede saber hasta qué punto quiso crear una

protagonista “liberada” -los años noventa abundan en ejemplo y variantes

de esta clase de heroína- pero es cierto que el autor da a Nieves una mente

y un modo de ver las cosas muy independientes y hasta modernas”. (1985,

p.143). No pienso que José María de Pereda quisiera crear un personaje

liberado, sino un personaje que actuaba con libertad en una sociedad en

que los convencionalismos asifixiaban el menor asomo de independencia.

6. Madrid versus Cantabria.

Hemos ido viendo cómo en los temas, ambos autores, aunque desde

perspectivas distintas, conectaban plenamente con la realidad de su tiempo.

Es cierto que las ideas determinaban un modo de enfocar los problemas,

pero no de obviarlos. Tal vez la gran diferencia se hallaba en el marco

en que se inscribían sus novelas: el ámbito cosmopolita en el escritor

canario y el ámbito provinciano en el escritor cántabro. Pereda, sin embargo,

justifica su escenario rural en Nubes de estío argumentando que la

riqueza y variedad que se halla en la capital cosmopolita también puede

encontrarse en la capital de provincias. Cito textualmente: “¿Cómo podrá

usted convencerme de que el arte tiene una patria y un teatro determinados?

¿No hay en las provincias hombres y mujeres como en Madrid? Pues

¿qué más da que el escenario en que se representa un pedazo de la comedia

o del drama de la vida humana tenga por fondos estos mares infinitos

o aquellos montes abruptos, o los árboles y los coches en hileras de la

Fuente Castellana?” (1988, II. p.869).

En su visión de Madrid las posturas de ambos escritores están más cerca

de lo que a veces se ha dado a entender. El rechazo que sentía Pereda

por Madrid era manifiesto, pero Pérez Galdós también ve en la capital

cosmopolita los defectos de los que la acusa el escritor cántabro: “hombre

que conocen en Madrid hasta las piedras, como le conocían antes los

garitos, también diputado de la mayoría, de éstos que no hablan nunca

pero que saben intrigar por setenta y afectando independencia andan a

caza de todo negocio no limpio. Constituyen éstos, antes que una clase,

una determinación cancerosa que secretamente se difunde por todo el

cuerpo de la patria desde la última aldea hasta los Cuerpos Colegisladores.

Hombre de malísimos antecedentes políticos y domésticos, pero admitido

en todas partes y amigo de todo el mundo, solicitado por servicial y respetado

por astuto... Solíamos echar grandes párrafos, él mostrándome su

242

escepticismo, tan brutal como chispeante, yo poniendo a las cosas políticas

algún comentario que concordaba, ¡extraña cosa! con los suyos. De

esta clase de gentes está lleno Madrid; son su flor y su escoria, porque al

mismo tiempo le alegran y le pudren (El amigo Manso, p.1194).

En la Guía espiritual, el escritor canario escribe una crónica sobre Madrid

donde critica algunos aspectos de la gente que vive en la capital de

España. Si a Pereda le escandaliza la perversión y la falta de moralidad,

Pérez Galdós ataca sobre todo la hipocresía21 y también la religiosidad

popular como una manifestación de fanatismo.22

Conclusiones.

En definitiva, ambos escritores comparten puntos de vista, por lo menos

en lo esencial, quizá difieran en el modo de solucionar los problemas

que afectaban a la sociedad del XIX. Por otro lado, las técnicas narrativas

utilizadas por los dos hacía de ellos dos grandes escritores. El presente

trabajo no puede abarcar por falta de espacio este aspecto interesante de

su novelística. Me limitaré a enumerar algunas de ellas como es la utilización

del monólogo interior, el cervantismo, la capacidad esperpéntica, la

descripción de los personajes femeninos, el realismo y naturalismo siempre

en pugna con el elemento espiritual que impedía en el escritor canario

una aplicación rigurosa de las leyes naturalistas, elemento que también

actuaba en el escritor cántabro. Los dos estuvieron insertos en la realidad

de su época. Ni Pérez Galdós era tan liberal como a veces se ha dado a

entender, ni Pereda tan tradicional y rígido como a veces se le ha calificado

por la crítica. Sus posturas, desde la perspectiva humana y literaria, estaban

muy cercanas. Los dos estaban en contra de la hipocresía, del arribismo

político y social, de la avidez de dinero, de los convencionalismos, de la

intolerancia, del machismo, del doble estandard-moral; defendían los derechos

de la mujer en el ámbito intelectual y educativo, la autenticidad en

todos los campos, las libertades individuales, el decoro y sutileza en la

escritura. La amistad es posible cuando las avenencias son mayores que

las discrepancias y cuando la empatía se da en lo fundamental. Pérez Galdós

y Pereda se diferenciaron en muchos aspectos, pero en lo esencial se

mantuvieron unidos y este hecho propició esa admiración mutua en lo

humano y en lo literario.

Pérez Galdós, consignó todos los rasgos negativos de Pereda pero él

mismo justificó su amistad con el escritor de Polanco con el argumento

que ha dado pie al título de esta comunicación: “Veo que te haces cruces,

¡qué simpleza!, pasmado de que al buen montañés le haya caído tal panegirista,

existiendo entre el santo y el predicador tan grande disconformidad

de ideas en cierto orden. Pero me apresuro a manifestarte que así

tiene esto más lances, que es mucho más sabroso, y si se quiere, más

autorizado. Véase por dónde lo que se desata en la tierra de las creencias

es atado en los cielos puros del Arte. Esto no lo comprenderán quizás

243

muchos que arden, con stridor dentum, de donde no los sacará nadie. Tal

vez lo lleven a mal muchos condenados de uno y otro bando, los unos

encaperuzados a la usanza monásticas, otros a la moda filosófica. Yo digo

que ruja la necedad, y que en este piadoso escrito no se trata de hacer

metafísicas sobre la gran disputa entre Jesús y Barrabás. Quédese esto en

lo más hondo del tintero, y a quien Dios se la dio, Cervantes se la bendiga”

(1970, III, p.1204).

244

NOTAS

1 MONTESINOS en su estudio sobre Galdós comenta: “En este caso concreto, a lo que

nos hace asistir Galdós es al advenimiento de la burguesía liberal y progresiva... Y es

que el progreso que ellos ven y aceptan es sobre todo un progreso económico. Este

progresismo mercantilista fue por desgracia muy débil entre nosotros...” (1969, p.213).

2 Cfr. PEREDA, 1988, I, p.389.

3 “Cuando en Tormento Galdós despliegue ante nosotros su tremendo drama, cuando

veamos la otra mitad de la esfera, la que ahora se nos oculta, comprenderemos que es

mucho mejor que los más de los que le rodean, víctima sólo de esa terrible condición

de la vida española por la cual casi nadie es verdaderamente lo que representa. Polo,

honradísimo, de una delicadeza extremada no obstante su nativa rusticidad... hubiera

estado bien en cualquier parte menos en la Iglesia... Pero en la Iglesia tiene que estar,

pues su España no le ofrecía otra morada donde instalarse”. MONTESINOS, 1969, p.68.

4 “Asistía la joven al culto religioso con devoción minuciosa y con regocijo, y en lo demás

mostraba afición a las cosas nimias, detallando hasta un extremo pueril todos los actos

de la vida. Tenía cortadas las alas. Así la hemos hallado”. PÉREZ GALDÓS, 1970, p.525.

5 “Toda la clase media, con raras excepciones, es indiferente. Se practica el culto, pero

más bien como un hábito rutinario, por respeto al público, a las familias y a la tradición,

que por verdadera fe. Las mujeres se entregan a devociones exageradas; pero los

hombres huyen de la Iglesia todo lo posible, y la gran mayoría de ellos deja de practicar

los preceptos más elementales....”. PÉREZ GALDÓS, 1970, p.560.

6 “Es más a la vista de la veta paganista que corre por la novelística de Pereda estaríamos

tentados de pensar más de una vez que este pueblo es cristiano por instinto más que

por educación. Las brujas, las apariciones, los exorcismos, ocupan en su obra un

espacio superior que en cualquiera de los otros grandes prosistas coetáneos, incluidos

Palacio Valdés y la Pardo”. MIRANDA, 1983, p.278.

7 Águeda le dice a Fernando en cuanto a la fuerza de sus argumentos: “Pero entiende que

no se quebranta mi fe con argumentos sutiles. Guárdate de hacerlos, y no olvides que

solo con la ley de Dios, no en los labios, sino en el corazón, has de reinar en el mío”.

PEREDA, 1988, p.1032.

8 “Lo que se nos refiere de Don Juan y de Don Ángel, que no es poco, nos da a conocer

al primero como uno de los hidalgos de tipo perediano a que nos referimos antes. Don

Juan ha llegado a “considerar la fe religiosa no sólo como gobernadora y maestra del

individuo en su conciencia, sino como un instrumento oficial y reglamentado que debía

dirigir externamente todas las cosas humanas”. MONTESINOS, 1969, p.205.

9 “-Tú, Águeda, aunque creas lo contrario, fascinada por el brillo de un sofisma corriente;

causa inverosímil de que aún subsista en todo su vigor el conflicto en que tú y yo nos

vemos ahora, conflicto que es el oprobio de la sociedad que le respeta.

-También es del oficio esa palabra, Fernando, y tampoco resuelve la dificultad. Ese

conflicto no es más ni menos inevitable que otros muchos que existen, han existido y

existirán mientras exista el género humano. Lo absurdo, lo insensato está en el empeño

de pedirle cuenta de él a la sociedad, que, en todo caso, dispondría de su propia

conciencia, pero no de la mía”. PEREDA, 1988, I, p.1055.

10 Cfr. el capítulo XIV de la novela De tal palo tal astilla. Pereda, 1988, I, pp.1053-1058.

11 Marie Claire Petit observa que la moral tradicional mantiene una difícil convivencia

con el amor en la narrativa galdosiana. Cfr. de esta autora, 1972, p.11.

12 “-¿Y qué es un matrimonio ventajoso? -se atrevió a preguntar todavía a poco rato. -

Matrimonio ventajoso -contestó César- es el que se contrae con un hombre muy rico...

-¿Aunque no se le quiera? -Aunque no se le quiera. -¿Aunque no sea bello ni joven? . -

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No puede ser eso -exclamó la joven con admirable ingenuidad. -No puede ser -repitió el

primito con un poco de amargura-, y sin embargo, se ve muy a menudo”. PEREDA,

1988, I, p.537.

13 “-Pero ¿usted no ha formado juicio alguno?... -Supongamos que no. -¿Ni hay siquiera

una razón por la cual pudiera usted desear que yo aceptara ese pretendiente? -No hay

razón para mí que alcance a obligarme a violentar tu voluntad, ni siquiera a influir en

ella, en asunto tan importante”. PEREDA, 1988, I, p.561.

“-Mis ideas en esto son hija, que al matrimonio debe proceder una elección libre del

corazón, previo el consejo de las personas mayores. Pero si admito el consejo y, a

veces, la oposición a inconvenientes afectos de las niñas, rechazo la violencia y la

imposición para realizar el gusto, a veces equivocado, de los padres”. PÉREZ GALDÓS,

I, 1970, pp.532-533.

14 “Cuando ustedes reciban esta, hará muchas horas que he abandonado esa casa, amparada

por el elegido de mi corazón: el mismo a quien ustedes arrojaron de ella. Estoy en

la de una persona de toda respetabilidad hasta tanto que se me conceda el más cordial

beneplácito para unirme ante Dios al que ya es dueño de mi libertad. Si este mi deseo

vivísimo les merece una respuesta favorable, dirijánmela por el correo, que yo cuidaré

de recogerla en la Lista. Si con el silencio me responden, me acogeré al derecho que

me da la ley, pues estoy resuelta a todo menos a renunciar a un enlace en el cual fundo

toda mi felicidad”. PEREDA, 1988, I, p.654.

15 “-¡No queriendo yo!... -repitió la dama-. Sí, y lo digo y lo repito: no quiero, no quiero. -

Ella y yo lo deseamos. -Menguado, ¿acaso no hay en el mundo más que ella y tú? ¿No

hay padres, no hay Sociedad, no hay conciencia, no hay Dios?”. PÉREZ GALDÓS, 1970,

I, p.473.

16 “Gloria... muere de una de esas enfermedades que la medicina ignora pero que los

novelistas románticos explotaron a maravilla como medio de desenlazar problemas

insolubles -cuando lo más terrible de esos problemas es que no mueren cuando lo

desean los que gimen bajo su pesadumbre”. MONTESINOS, 1970, I, p.228.

17 “Irene, después de repetir una y cien veces que jamás se prestaría al sacrificio que

querían imponerla, volvió a incomunicarse con todos y a pedir al silencio y a la soledad

los consejos que necesitaba para hallar una salida, si la había, en el negro abismo en

que la habían arrojado”. PEREDA, 1988, 1, p.832.

18 “Don Benito llega a superar en pudibundez a Pereda mismo, que en Pedro Sánchez, -

novela publicada poco antes-, con gran escándalo de Laverde y otros neos por el estilo

se atrevió a hablar de un beso”. MONTESINOS, II, 1970, p.174.

19 “La muerte de Carrillo va a a determinar un cambio radical en la situación de los

amantes. “... la muerte de Pepe había sido como uno de esos giros de teatro que

destruyen todo el encanto y trastornan la magia de la escena” (1763, b). Ahora llegaba

el momento de legalizar la relación, devolviendo su honor a Eloísa; si realmente la

hubiera amado así hubiera sido, así tenía que ser. Es lo que ella espera; es lo que

espera el inocente Rafaelito, el pobre niño que tanto quiere a José María y tan contento

se muestra ante la idea de que éste sea ahora su papá. Y esto es lo que no ocurre pues

queda en claro que no había tal amor”. MONTESINOS, 1970, I, p.180.

20 “Estas ausencias pusieron a Nica en gravísimos apuros en muy señaladas ocasiones. En

Madrid... y en el mundo entero hay quien sabe explotar a maravilla esta clase de conflictos,

y la marquesa de Montálvez, que estaba obligada a mirar por el patrimonio de

su hija y sabía muy bien cuán cerca estaba de cero la temperatura amorosa de Guzmán,

no teniendo para qué pararse en barras de menos con amigos y protectores que la

habían enseñado a saltar sobre lo más, hizo alguna vez lo que tantas otras mujeres:

dejarse explotar por los explotadores lo más”decorosamente” posible; quiero decir,

quitando la odiosidad de lo “útil” con el pretexto de lo agradable”. ¿Me comprendes?”.

PEREDA, 1988, II, p.473.

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21 “Mucho me engaño en esta época de todo se ocupan los pecadores menos de disciplinarse

las costillas y comer yerbas cocidas“. PÉREZ GALDÓS, 1970, III, p.1282. “Sin

embargo de que la Cuaresma no altera en nada la holgada vida madrileña, y que la

gula, la lujuria, la pereza, la avaricia y las demás amigas y compañeras del infortunado

mortal se pasean por las calles...”. PÉREZ GALDÓS, 1970, III, p.1278. “El Madrid elegante,

almibarado; el Madrid que se ocupa de exhibir corbatas, en ser escaparate vivo

de las habilidades de Clemente y de Caracuel; aquel cuya vida está cifrada en la presunción,

en la coquetería, que vive de tramar amores necios, de escribir billetes

insulsos...“. PÉREZ GALDÓS, 1970, III, p.1285.

22 “Siempre me ha parecido escandalosa la tal procesión. Es un conjunto híbrido de

fanatismo y de descaro; tiene algo de terrorífico y de sainetón abigarrado; es un símbolo

que en vano trata de divinizarse...”. PÉREZ GALDÓS, 1970, p.1284.

BIBLIOGRAFÍA

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