GALDÓS: VISIÓN ESPERPÉNTICA DE LA HISTORIA
EN MEMORIAS DE UN CORTESANO DE 1815
Robert W. Dash
Uno de los vínculos que une Benito Pérez Galdós con la Generación del
98 se encuentra en su visión de la historia de España y la crisis finisecular.
Baroja, Unamuno y Valle-Inclán, entre otros, se acercan a la historia novelada
o dramática aplicando diferentes estéticas muy personales.
En la presente comunicación se expone cómo Galdós en 1875 se acerca
a la Restauración fernandina de 1814, sirviéndose de una técnica que
anticipa la estética del esperpento valleinclanesco.
Memorias de un cortesano de 1815 se publica en 1875, justo en el
momento de la Restauración borbónica de Alfonso XII iniciada en Sagunto
el 29 de diciembre de 1874. Los sucesos del momento en que se escribe
habían de influir en Galdós en su actitud y manera de presentar los excesos
de la Restauración fernandina de 1814, que son satíricamente exageradas
en la novela galdosiana. Me pregunto, ¿Quiso, tal vez, el Galdós
liberal, hacer una advertencia velada de la posible repetición de los excesos
en la Restauración finesecular?
Sabido es que la sátira, la ironía y la caricatura han sido recursos de la
crítica socio-política en todo momento histórico. En Memorias de un cortesano
de 1815, Benito Pérez Galdós lleva estos recursos a extremos que
parecen anticipar la teoría del esperpento valleinclanesco.
Claro está que no se pretende establecer que Galdós sea el padre de la
estética de Valle-Iclán, aunque aquí se presentan elementos estilísticos
galdosianos que anteceden la llamada invención del esperpentismo por
Valle-Inclán. El mismo Valle establece el antecedente en Goya:
Max: ... El esperpentismo lo ha inventado Goya. Los héroes clásicos
han ido a pasearse el el callejón del Gato (Luces, p.106).
Visto desde la perspectiva de nuestros días, la opinión común y corriente
que tiene el lector común y corriente de las relaciones Galdós y Valle-
Inclán queda manchada por el requetecitado intercambio sobre la candidatura
de Max Estrella, protagonista de Luces de bohemia (1920), para la
Real Academia:
4.1-12
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Clarinito: Maestro, nosotros los jóvenes impondremos la candidatura
de usted para un sillón de la academia.
Dorio de Gadex: Precisamente ahora está vacante el sillón de don
Benito el Garbancero (Luces, p.41).
Para recordar al lector de hoy la historia de las relaciones entre Valle y
Galdós, recurro a Rodolfo Cardona en su excelente estudio con Anthony
N. Zahareas, Visión del esperpento, donde anota: “A quien los cínicos jóvenes
(y no Valle-Inclán como se suele decir) designan de tal manera es a
Benito Pérez Galdós cuyo estilo consideraban los modernistas vulgar y
Prosaico” (Cardona, p.169). Alleen W. Phillips documenta en Anales
Galdosianos (Año VXIV 1979) las estrechas relaciones que Galdós y Valle
mantenían hasta que, como director artístico de El Español, Galdós, rechaza
la posibilidad de repesentar El embrujado de Valle provocando una
rotura en la mutua amistad en 1913 (Phillips, p.111). El recién salido libro
de Joaquín y Javier del Valle-Inclán, Entrevistas. conferencias y cartas. Ramón
María del Valle-Inclán, recoge completa la correspondencia y los artículos
al respecto. El libro trae documentos, aunque solo los publicados
durante la vida del “eximio escritor y extravagante ciudadano”, que el autor
de este estudio conocía únicamente por referencia.
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define esperpento
como “persona o cosa notable por su fealdad, desaliño o mala traza
2. Desatino, absurdo” (DRAE, p.571).
Cardona, en su exposición sobre el origen del término esperpento en el
ya citado texto nos dice: “Se ha documentado la palabra esperpento en
obras del siglo XIX, en Juan Valera por ejemplo, y sobre todo en muchas
novelas de Galdós, autor que como Valle-Inclán conocía muy bien el argot.
Ha documentado A. Zamora Vicente que el esperpento es: “palabra usada
en el sentido tradicional y directo, con relativa frecuencia, en la novela
realista (Miau, La de Bringas,... (Cardona, p.33). Más abajo en la misma
página agrega “Da la casualidad de que Galdós describe una figura en
Ángel Guerra (obra que reseñó Valle-Inclán en El Globo y que conocía muy
bien) emparentando “esperpento” y “estrafalario” de tal modo que bien
pudo haber influido en él a la hora de escribir Luces y Friolera” (Cardona,
p.33).
Como ya hemos dicho, entre las más agudas críticas socio-políticas de
toda época se cuentan la sátira y la caricatura. La caricatura permite la
exageración del defecto para exponerlo en toda su deformación y exhaltar
sus falsos valores. Cardona nos ofrece una lista de estos “hechos absurdos
y desatinados que se encuentran comúnmente en España y entre los
españoles; por ejemplo, son absurdos de la España contemporánea (1920)
el tradicionalismo, el liberalismo, el carlismo, los pronunciamientos, el
vals de los ministerios, los desastres del 98 y de Melilla, el clericalismo, el
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maurismo, etc.” (Cardona, p.37). Lo bueno se convierte en malo y viceversa:
Max: Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan
el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede
darse con una estética sistemáticamente deformada.
Don Latino: ¡Miau! ¡Te estás contagiando!
Max: ¡España es una deformación de la civilización europea!
Don Latino: ¡Pudiera! Yo me inhibo.
Max: Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas.
(Luces, p.106).
Sustituyamos unos cuantos de estos valores falsos por los de 1812 ó
1875 y tenemos el esperpento de Memorias de un cortesano de 1812.
Además de la definición de la estética del esperpento, es curioso el uso de
“¡Miau!” en la respuesta, dada la referencia anterior al uso de la palabra
“esperpento” en la obra galdosiana de Miau.
Don Juan Bragas de Pipaón, ya conocido por su participación en El equipaje
del rey José, antecedente inmediato de la presente novela, abre Memorias
de un cortesano de 1815 con la presentación del propósito de su
narración. El autor canario, con gran maestría de la técnica cervantina de
inventar nombres y apellidos irónicos cargados de simbolismo, hace que
nuestro protagonista, nacido como el ordinario Juan Bragas, nos releve
con típica técnica picaresca, su ilustre ascendencia, explicando el origen
creativo de su apellido adoptivo. Juan Bragas se inventa a sí mismo con
una identidad propia; y adopta, cual Lazarillo, Guzmán y otros de su género,
el nombre de su lugar de origen, Pipaón (una villa de la Rioja de Avala),
y abandona el desatinado y despectivo calificativo de Bragas. La técnica
deformadora, y me atrevo a decir esperpéntica, va afirmándose. En las
cosas deformadas, la realidad y la imagen ya no son sino la inversión de
valores. No podemos olvidar que el mismo don Ramón María del Valle-
Inclán, nació como Ramón José Simón Valle Peña e inventa hasta su propio
nombre y biografía recreada luego por Ramón Gómez de la Serna.
Pipaón nos narra “la serie de trabajos, servicios, proezas y afanes por
los cuales pasé, en poco tiempo, desde el más obscuro antro de la regias
covachuelas a calentar un sillón en el Real Consejo y Cámara de Castilla”
(Memorias , p.237). El autor (Galdós/Pipaón) se sirve del género despectivo
“covachuelas” y del modismo popular “calentar un sillón” para darnos a
entender desde un principio que no debemos tomarle demasiado en serio,
pues, el que calienta un sillón sólo lo ocupa sin méritos y sin necesidad
de realizar trabajo alguno. Don Latino en Luces de Bohemia afirma
283
que “En España es un delito el talento” (p.116). Pipaón se coloca por encima
de los demás cortesanos llamándoles “menguados ambiciosillos del
día”(Memorias, p.237). Nuestro héroe deformado en “pícaro” se queja de
los tiempos en que vive: son tan míseros de virtud ...que no se encuentra
un hombre de bien, aunque den por él medio millón de pícaros vividores.”
Pipaón se esconde irónicamente detrás de una falsa inocencia en haber
alcanzado tan alto estado, jurando que “antes que nada es la inmaculada
blancura de mi alma cristiana” (Memorias, p.237). En forma irónica se
sirve de una letanía de formularios de tipo religioso, empezando con “En
el nombre del Padre...” “Bendito sea Dios” “Dios Todopoderso” etc. hasta
llegar a la metáfora cristiana de “me llevó desde el Purgatorio de la obscuridad
y miseria al Paraíso del favor, de la fama y de la hartura” (Memorias,
p.238).
Galdós se sirve de la bastardilla en su vocabulario irónico para destacar
su uso popular. Al referirse a la época antes de la llegada de Fernando el
suspirado, vemos que aunque Pipaón está al servicio del rey, ni el monarca
mismo escapará de la pícara ironía de su palabra. Como ejemplo vemos
“después del 10 de mayo, y de la caída de la Mamancia, y de la
entrada en Madrid del encantador Fernando... el fin de la horrible tiranía
de los mamos, caparrotas, cuácaros, lameplatos y ceposquedos. Pues estos
y otros graciosos nombres daba a los liberales en su Atalaya de la
Mancha el reverendo padre Castro” (Memorias, p.239).
Todo pícaro vive y sobrevive bajo la protección de un amo. Juan Bragas
no puede ser excepción y despierta nuestro interés escondiendo la identidad
del suyo con hipérboles irónicas y dichos populares.
¿Qué habría sido de mí si no hubiera tropezado de manos a boca
con aquel nobilísimo, con aquel sin par sujeto...” “No estamparé
aquí su nombre, porque los de personajes insignes no deben ser
puestos a la vergüenza de las letras de molde, donde corren riesgo
de que la Historia y la Posteridad (ambas señoras muy amigas de
meterse en vidas ajenas) le tomen por su cuenta, atribuyéndoles
esta o la otra picardía y desfigurando con pérfido criterio sus honrados
manejos. Pero sin nombrar al santo, puedo referir los milagros.
Era mi protector diputado en las Cortes del año 14... (Memorias,
p.238). (la cursiva es mía)
Don Juan de Pipaón bautiza a su protector con el nombre simbólico de
don Buenaventura (“algún nombre he de dar a mi buen protector para que
se le distinga entre los individuos de que haré mención)...” (Memorias,
p.243). La relación desigual de amo/pícaro se establece claramente desde
la primera intervención dialogada “Dime, Braguitas...” (Memorias, p.234)
empleando el dimutivo y su verdadero apellido para quitarle valor y establecer
su verdadera jerarquía. Don Buenaventura, después de asegurarle
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un puesto como oficial segundo de Paja y Utensilios, pasa sin transición a
preguntarle si le ha limpiado las botas, así indicando la verdadera situación
en que se encuentra nuestro protagonista.
La amoralidad absoluta que reina en la administración se confirma con
la respuesta del protector ante la protesta de Pipaón de que el histórico
personaje de Antonio Moreno, peluquero de palacio, haya recibido el puesto
de consejero de la Hacienda, “Dime tú: ¿qué pedazo de pan nos quitan de
la boca haciendo a Moreno consejero?” (Memorias, p.244) Don Buenaventura
sigue con una lección de la verdadera amoralidad en escala nacional
resumiendo que “Así es el absolutismo, hijo mío; sus palabras podrán ser
bonitas, rosadas, luminosas y movibles; pero sus ideas son fijas, inmutables,
pesadas” (Memorias, p.244). Como muestra de la clara inversión de
valores en la adminsitradón de justicia en los primeros momentos del restablecimiento
del absolutismo nos indica don Juan que “todo no había de
ser blandura, porque en aquellos días restablecimos la Inquisición” (Memorias,
p.249). En el camposanto, uno de los sepultureros de Max Estrella
afirma que “En España el mérito no se premia, se premia el robar y el ser
sinvergüenza. En España sólo premian lo malo” (Luces, p.125).
El elemento picaresco va en aumento cuando Pipaón se encuentra sirviendo
a un nuevo amo sin contar como abandona a su don Buenaventura.
Es el confesor, don Blas Ostolaza, a quien conoce en la tertulia del
Infante don Antonio. El comentario crítico se intensifica en la descripción
de la absoluta incompetencia del Infante don Antonio, sirviéndose de los
elementos de la irónica comicidad. “Carlos III ante quien los ayos de don
Antonio se alzaron en queja, lamentando la desaplicación del niño, dijo ‘Si
el Infante no quiere estudiar, que no estudie.’ Y el chico lo hizo al pie de la
letra. Cuando fue grande se dedicó a los libros... Quiero decir que era
encuadernador” (Memorias, p.252).
Por medio de su protector Ostolaza, don Juan entra en la tertulia de las
señoras de Porreño, donde conoce al personaje femenino de
Presentacioncita de quien se siente enormemente atraído. La niña, en cambio
no hace más que hacerle el blanco de sus bromas, primero ligeras y
luego pesadas. Sin embargo, es por su intervención que se abre el único
momento de verdadera acción de la novela que nos llevará a la caída
figurada y literal de nuestro héroe.
Ahora el tono satírico/irónico se acerca más a la técnica del esperpento
en las descripciones de una sociedad de personajes que se sirven uno de
otro para sus propios fines, deformándose con la matemática de la pluma
de don Benito. Don Juan de Pipaón se jacta de su nueva persona; de cómo
se viste, se comporta, se expresa y la gran estima en que aparentemente
todos le tienen. Por medio de su amistad con el confesor y con don Antonio
Ugarte, Pipaón logra entrar en la Camarilla del Rey. “Este (Ugarte) y
Ostolaza fueron los dos arcángeles que tiraron (permítaseme la figura) del
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carro celestial de mi encumbramiento. Si uno me introdujo en el cuarto
del Infante, llevóme el otro al del Rey. Muchas y no despreciables cosas
tengo que contar de mis conexiones con los primeros cortesanos de la
época;” (Memorias, p.257).
Volviendo a Presentacioncita, es ella la que quiere aprovecharse del
poder de don Juan de Pipaón, cuando su novio Gasparito Grijalva se encuentra
preso por el absurdo delito de haber dicho “que Su Majestad era
narigudo”. El argumento se complica aún más al saber que Gasparito es
hijo de don Monso de Grijalva (aquí se supone que don Monso es pariente
de Juan Antonio de Grijalva, confidente y secretario del rey). Las señoras
de Porreño quieren obtener una moratoria de una deuda que le deben a
don Monso. Nuestro vividor pícaro no puede resistir a la tentación de aprovecharse
de la ocasión para su propio beneficio, comprando la deuda en
la mitad de su valor a cambio de la libertad de Gasparito. Se les niega la
moratoria y Pipaón se convertiría en terrateniente.
Mientras tanto, Gasparito se fuga de la cárcel y se refugia en los barrios
bajos. Presentacioncita le obliga a Pipaón a acompañarle en una visita
nocturna, donde los policías le persiguen y le toman preso de nuevo. Como
es sabido, Fernando VII también hacía sus excursiones nocturnas a los
barrios populares para visitar a las damitas del momento. Se da la feliz
coincidencia de que en aquella noche se encontraran con el Monarca que
socorre a la linda Presentacioncita cuando ésta tuerce un pie al caer desmayada.
Es el Rey en persona que le lleva en sus propios brazos. Lo más
gradoso de la vergonzosa situación es la minuciosa descripción de la regia
persona.
Era un hombre admirablemente formado, de cuerpo estatuario y
arrogante. Su edad no pasaría de los treinta y dos años hallándose,
según su apariencia, en aquella plenitud de la fuerza, del
vigor y del desarrollo físico que marcan el apogeo de la vida.
Vestía sencillo y elegante traje negro y ancha capa, que
habiéndosele caído en los primeros momentos del lance, fue
recogida por el Duque. Sus ojos eran negros, grandes y hermosos,
llenos de fuego, de no sé qué intención terrible, flechadores
y relampagueantes. Bajo sus cejas, semejantes a pequeñas alas
de cuervo, centelleaba, deshecho en ascuas mil por las movibles
pupilas, el fuego de todas la pasiones violentas. Su nariz era
desaforadamente grande, corva y caída: una especie de voluptuosidad,
una crápula de nariz. La carne. superabundante, había
crecido, representando con fértil desarrollo su preponderancia
en aquella naturaleza. El labio inferior, que avanzaba hacia afuera,
parecía indicar no sé qué insaciabilidad mortificante. La personificación
de la sed habría tenido una boca así. Una línea más
de desarrollo, y aquel belfo hubiera tocado en la caricatura. Observándole
bien, se veía en la tal fisonomía peregrina mezcla de
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majestad y de innobleza, de hermosura y de ridiculez. Tenía de
todo y era difícil deslindar en aquel rostro híbrido las líneas pertenecientes
a las grandes razas de las que pertenecían a la degeneración
propia de todo lo humano. Por su mandíbula inferior se
filiaba remotamente con Carlos V; mas por sus ojos truhanescos
y las patillas cortas se iba derecho a la majería. El cráneo era
bien conformado; el pelo negro y corto, con mechoncillos vagabundos
sobre la frente y sienes. En suma; el perfil de aquel hombre
solía verse en las onzas de oro (Memorias, p.277). (Las cursivas
son mías)
Al estudiar este fragmento uno no puede sino pensar en nuestro querido
Quevedo “Erase un hombre a una nariz pegado”... o la descripción del
licenciado Cabra. No podemos olvidar tampoco que la supuesta ofensa de
nuestro Gasparito fue el haber dicho que el rey era narigudo. Tampoco se
debe olvidar que todo esto ocurre en las calles de la más exaltada majería
madrileña; Bastero, Águila, Mira el Río; lugares muy galdosianos y por lo
visto, regios.
El tema de la nariz del Monarca se repite en una entrevista entre
Presentacioncita y Pipaón cuando éste trata de convencerla del interés del
mismo Rey en su persona.
¡Qué gallardía en su persona! ¡Qué nobleza y grave hermosura
en su semblante! ¡Qué caballerosidad e hidalguía en sus modales!
¡Qué dulce música en su voz! No existe otro más seductor
en el conjunto de los hombres... Usted podrá conocer por sí
misma que las cualidades de ese angélico ser, a quien Dios ha
puesto al frente de la infeliz España, exceden con mucho a sus
altas perfecciones físicas.
-La nariz es un poco grande- dijo Presentacioncita con una salida
de tono que me hizo estremecer-; pero no por eso deja de ser
admirable el conjunto del rostro
-¡La nariz grande¡ Así la tuvieron Trajano, Federico de Prusia; así
eran también la de Cicerón, la de Ovidio y tantos otros hombres
eminentes... (Memorias, p.305).
El esperpentismo se presenta en repetidas ocasiones cuando con frivolidad
e hipérbole se distribuyen prebendas, puestos, destinos, y destituyen
Ministros. Uno de los mejores ejemplos es la absoluta negación de
enfrentarse a la verdadera realidad española del momento. “Como se ha
visto, en las tertulias de Su Majestad nadie podía vanagloriarse de tener
ascendiente absoluto y constante. Unos días privaba éste, otros aquél,
según las voluntades recónditas y jamás adivinadas de un monarca que
debiera haberse llamado Disimulo I" (Memorias, p.299).
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Como ejemplo, veamos el caso de Juan Pérez Villamil:
-Señor-dijo Villamil-, el estado del Erario no se oculta a Vuestra Majestad.
El escaso producto de los impuestos no basta ni con mucho
a cubrir los enormes gastos, aumentados cada día con la creación
de nuevos destinos. El Reino no tiene recursos para costearse su
Ejército ni su Marina, ni para dotar dignamente la Casa Real, ni su
regia Guardia; España es pobre, pobrísima. Necesita los caudales
de América para vivir con algún decoro entre la naciones de Europa....
Reflexione Vuestra Majestad, como Rey Previsor, sobre la gravedad
de esta situación. La América está toda sublevada, y las Juntas
rebeldes funcionan en Buenos Aires, en Caracas, en Valparaíso,
en Bogotá, en Montevideo. Si Méjico está aún libre del contagio,
los americanos de Washington se encargarán de trastornar también
aquel país,... (Memorias, p.295).
Frente a esta realidad, Antonio Ugarte, nuestro irónico Antonio 1,
propone al Rey mandar un ejército expedicionario a América... en
“magníficos navíos finaciándolo todo con la indemnización que le
va a dar Inglaterra. “-Pero es para resarcir a los negreros. -Eso es,
pagar a los negreros y que se pierdan las Américas. ¿No vale más
dejarles sin indemnización y conservarles los esclavos y las tierras?”
(Memorias, p.297).
¿Cuál es el resultado de esta franqueza de Villamil frente al adulador de
Ugarte?
De aquella conversación brotó el poder oculto que don Antonio
Ugarte tuvo durante algún tiempo, y en virtud del cual hasta llegó a
celebrar tratados con potencias extranjeras en calidad de secretaño
íntimo del Rey de España. ¿Y Villamil? “—Es que no puedo pensar
en el desarrollo de mis proyectos mientras sea ministro de Haciendo
el señor Villamil....” (objetó don Antonio Ugarte) “—Pipaón—
dijo al fin (el monarca); extiende la destitución de Villamil...Que se
le lleve esta misma noche. ... Así cayó Juan Pérez Villamil; así cayeron
también Echavarri, Ballesteros, Macanaz, Escóiquiz, el mismo
Vallejo (nombrado aquella noche), Moyano, León Pizarro, Lozano
de Torres y otros muchos (Memorias, p.299).
Para concluir, veamos una de las aventuras más esperpénticas. Como
arriba notamos, Pipaón había impedido que Gasparito saliese a libertad
hasta que pudiera aquél comprar al padre de éste las deudas de las señoras
de Porreño, y convertirse en terrateniente. No sería completo el elemento
picaresco ni el sentido de ridículo si el pícaro no llevase alguna vez
su merecida.
Terminaremos con la venganza que prepara Presentacioncita con la entera
colaboración de las señoras de Porreño, de Gasparito y de su padre,
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don Antonio Grijalva para frustrar los propósitos de nuestro esperpéntico
protagonista. Presentacioncita, ya al corriente de que su belleza ha llamado
la atención del Monarca, finge colaborar con las intenciones de Pipaón,
que cree que en tal asunto podrá aumentar su estado con la Real Persona.
Pipaón se propone a arreglar una entrevista entre ella y el Rey. Como es de
rigor, la no tan inocente niña resiste, o por lo menos finge resistencia, y
habla de comprometer su honor. A pesar de sus protestas, despierta una
duda en la mente de don Juan de que le está engañando.
Presentacioncita se cubrió de nuevo el rostro con las manos.
Entonces pasó por mi mente la sospecha de que fuese yo en
aquel instante víctima de un bromazo tremendo. Pero ¿cómo
era posible que el fingimiento de la muchacha fuese tan magistral?
No; ninguna actriz de la tierra, aunque se llamase María
Ladevant o Rita Luna, era capaz de simular esos sentimientos
con tal perfección, disfigurando el rostro, estudiando las palabras,
midiendo las actitudes, sin que ni un solo momento se
descuidase y revelara el pérfido artificio. (Memorias, p.306)
Don Juan, convencido de haber logrado su propósito, arregla que ella,
en compañía de su hermano, visiten la real posesión de la Casa de Campo.
De acuerdo con su plan, los recoge en la Cuesta de la Vega en un
simón, y proceden a la real posesión. Don Diego, hermano de
Presentacioncita y cómplice del plan, les saca a pasear en un bote. Pipaón,
que quiere deshacerse del pelmazo de don Diego, se desespera sintiéndose
mareado, porque éste no le hace caso cuando quiere que vuelva a la
orilla. En esto llega el Rey. “—¡Buena la hemos hecho—exclamé reconociendo
los coches de la Casa Real—. Ahí está Su Majestad.. Cuando menos,
nos mandan a la cárcel” (Memorias, p.313). Presentacioncita que está
en sus trece, aprovecha la ocasión e incita a Pipaón a que se ponga de pie
para saludar al Rey que se ha fijado de su presencia.
Púseme en pie, sombrero en mano..., y en el mismo instante,
¡Dios Todopoderoso y Misericordioso!..., sentí unas pequeñas
pero enérgicas manos que empujaron mi espalda..., recibí un
implulso terrible, del cual no pude defenderme, por estar desprevenido,
y caí como una piedra al agua... ¡¡Horror incomparable!!
Sentí un rumor espantoso de carcajadas, y sobre mí la voz de
Presentacioncita, que con el ardor de la venganza gritaba... —
¡Por tunante! ¡Por cobarde! ¡Por pillo! ¡Por traidor! ¡Por al...! La
última palabra no la copio por respeto a mí mismo (Memorias,
p.313).
La novela nos vuelve a la realidad de un momento histórico con la noticia
de que Napoleón ha vuelto de la isla de Elba. La deformación, la hipér289
bole, la caricatura conducen al esperpento, armas galdosianas para poner
de relieve la triste realidad del absolutismo fernandista, escrito en el momento
de una nueva restauración. Como lo dijo Max Estrella “El sentido
trágico de la vida española sólo puede darse con una estética
sistemáticamente deformada” (Luces, p.106).
Si el esperpentismo lo ha inventado Goya, Galdós se sirve libremente
de sus elementos y don Ramón lo perfecciona, pero queda evidente que
nuestro “don Benito el garbancero” también sabe llevar a sus héroes clásicos
a pasearse por el callejón del Gato.
BIBLIOGRAFÍA
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