GALDÓS: VISIÓN ESPERPÉNTICA DE LA HISTORIA

EN MEMORIAS DE UN CORTESANO DE 1815

Robert W. Dash

Uno de los vínculos que une Benito Pérez Galdós con la Generación del

98 se encuentra en su visión de la historia de España y la crisis finisecular.

Baroja, Unamuno y Valle-Inclán, entre otros, se acercan a la historia novelada

o dramática aplicando diferentes estéticas muy personales.

En la presente comunicación se expone cómo Galdós en 1875 se acerca

a la Restauración fernandina de 1814, sirviéndose de una técnica que

anticipa la estética del esperpento valleinclanesco.

Memorias de un cortesano de 1815 se publica en 1875, justo en el

momento de la Restauración borbónica de Alfonso XII iniciada en Sagunto

el 29 de diciembre de 1874. Los sucesos del momento en que se escribe

habían de influir en Galdós en su actitud y manera de presentar los excesos

de la Restauración fernandina de 1814, que son satíricamente exageradas

en la novela galdosiana. Me pregunto, ¿Quiso, tal vez, el Galdós

liberal, hacer una advertencia velada de la posible repetición de los excesos

en la Restauración finesecular?

Sabido es que la sátira, la ironía y la caricatura han sido recursos de la

crítica socio-política en todo momento histórico. En Memorias de un cortesano

de 1815, Benito Pérez Galdós lleva estos recursos a extremos que

parecen anticipar la teoría del esperpento valleinclanesco.

Claro está que no se pretende establecer que Galdós sea el padre de la

estética de Valle-Iclán, aunque aquí se presentan elementos estilísticos

galdosianos que anteceden la llamada invención del esperpentismo por

Valle-Inclán. El mismo Valle establece el antecedente en Goya:

Max: ... El esperpentismo lo ha inventado Goya. Los héroes clásicos

han ido a pasearse el el callejón del Gato (Luces, p.106).

Visto desde la perspectiva de nuestros días, la opinión común y corriente

que tiene el lector común y corriente de las relaciones Galdós y Valle-

Inclán queda manchada por el requetecitado intercambio sobre la candidatura

de Max Estrella, protagonista de Luces de bohemia (1920), para la

Real Academia:

4.1-12

281

Clarinito: Maestro, nosotros los jóvenes impondremos la candidatura

de usted para un sillón de la academia.

Dorio de Gadex: Precisamente ahora está vacante el sillón de don

Benito el Garbancero (Luces, p.41).

Para recordar al lector de hoy la historia de las relaciones entre Valle y

Galdós, recurro a Rodolfo Cardona en su excelente estudio con Anthony

N. Zahareas, Visión del esperpento, donde anota: “A quien los cínicos jóvenes

(y no Valle-Inclán como se suele decir) designan de tal manera es a

Benito Pérez Galdós cuyo estilo consideraban los modernistas vulgar y

Prosaico” (Cardona, p.169). Alleen W. Phillips documenta en Anales

Galdosianos (Año VXIV 1979) las estrechas relaciones que Galdós y Valle

mantenían hasta que, como director artístico de El Español, Galdós, rechaza

la posibilidad de repesentar El embrujado de Valle provocando una

rotura en la mutua amistad en 1913 (Phillips, p.111). El recién salido libro

de Joaquín y Javier del Valle-Inclán, Entrevistas. conferencias y cartas. Ramón

María del Valle-Inclán, recoge completa la correspondencia y los artículos

al respecto. El libro trae documentos, aunque solo los publicados

durante la vida del “eximio escritor y extravagante ciudadano”, que el autor

de este estudio conocía únicamente por referencia.

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define esperpento

como “persona o cosa notable por su fealdad, desaliño o mala traza

2. Desatino, absurdo” (DRAE, p.571).

Cardona, en su exposición sobre el origen del término esperpento en el

ya citado texto nos dice: “Se ha documentado la palabra esperpento en

obras del siglo XIX, en Juan Valera por ejemplo, y sobre todo en muchas

novelas de Galdós, autor que como Valle-Inclán conocía muy bien el argot.

Ha documentado A. Zamora Vicente que el esperpento es: “palabra usada

en el sentido tradicional y directo, con relativa frecuencia, en la novela

realista (Miau, La de Bringas,... (Cardona, p.33). Más abajo en la misma

página agrega “Da la casualidad de que Galdós describe una figura en

Ángel Guerra (obra que reseñó Valle-Inclán en El Globo y que conocía muy

bien) emparentando “esperpento” y “estrafalario” de tal modo que bien

pudo haber influido en él a la hora de escribir Luces y Friolera” (Cardona,

p.33).

Como ya hemos dicho, entre las más agudas críticas socio-políticas de

toda época se cuentan la sátira y la caricatura. La caricatura permite la

exageración del defecto para exponerlo en toda su deformación y exhaltar

sus falsos valores. Cardona nos ofrece una lista de estos “hechos absurdos

y desatinados que se encuentran comúnmente en España y entre los

españoles; por ejemplo, son absurdos de la España contemporánea (1920)

el tradicionalismo, el liberalismo, el carlismo, los pronunciamientos, el

vals de los ministerios, los desastres del 98 y de Melilla, el clericalismo, el

282

maurismo, etc.” (Cardona, p.37). Lo bueno se convierte en malo y viceversa:

Max: Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan

el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede

darse con una estética sistemáticamente deformada.

Don Latino: ¡Miau! ¡Te estás contagiando!

Max: ¡España es una deformación de la civilización europea!

Don Latino: ¡Pudiera! Yo me inhibo.

Max: Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas.

(Luces, p.106).

Sustituyamos unos cuantos de estos valores falsos por los de 1812 ó

1875 y tenemos el esperpento de Memorias de un cortesano de 1812.

Además de la definición de la estética del esperpento, es curioso el uso de

“¡Miau!” en la respuesta, dada la referencia anterior al uso de la palabra

“esperpento” en la obra galdosiana de Miau.

Don Juan Bragas de Pipaón, ya conocido por su participación en El equipaje

del rey José, antecedente inmediato de la presente novela, abre Memorias

de un cortesano de 1815 con la presentación del propósito de su

narración. El autor canario, con gran maestría de la técnica cervantina de

inventar nombres y apellidos irónicos cargados de simbolismo, hace que

nuestro protagonista, nacido como el ordinario Juan Bragas, nos releve

con típica técnica picaresca, su ilustre ascendencia, explicando el origen

creativo de su apellido adoptivo. Juan Bragas se inventa a sí mismo con

una identidad propia; y adopta, cual Lazarillo, Guzmán y otros de su género,

el nombre de su lugar de origen, Pipaón (una villa de la Rioja de Avala),

y abandona el desatinado y despectivo calificativo de Bragas. La técnica

deformadora, y me atrevo a decir esperpéntica, va afirmándose. En las

cosas deformadas, la realidad y la imagen ya no son sino la inversión de

valores. No podemos olvidar que el mismo don Ramón María del Valle-

Inclán, nació como Ramón José Simón Valle Peña e inventa hasta su propio

nombre y biografía recreada luego por Ramón Gómez de la Serna.

Pipaón nos narra “la serie de trabajos, servicios, proezas y afanes por

los cuales pasé, en poco tiempo, desde el más obscuro antro de la regias

covachuelas a calentar un sillón en el Real Consejo y Cámara de Castilla”

(Memorias , p.237). El autor (Galdós/Pipaón) se sirve del género despectivo

“covachuelas” y del modismo popular “calentar un sillón” para darnos a

entender desde un principio que no debemos tomarle demasiado en serio,

pues, el que calienta un sillón sólo lo ocupa sin méritos y sin necesidad

de realizar trabajo alguno. Don Latino en Luces de Bohemia afirma

283

que “En España es un delito el talento” (p.116). Pipaón se coloca por encima

de los demás cortesanos llamándoles “menguados ambiciosillos del

día”(Memorias, p.237). Nuestro héroe deformado en “pícaro” se queja de

los tiempos en que vive: son tan míseros de virtud ...que no se encuentra

un hombre de bien, aunque den por él medio millón de pícaros vividores.”

Pipaón se esconde irónicamente detrás de una falsa inocencia en haber

alcanzado tan alto estado, jurando que “antes que nada es la inmaculada

blancura de mi alma cristiana” (Memorias, p.237). En forma irónica se

sirve de una letanía de formularios de tipo religioso, empezando con “En

el nombre del Padre...” “Bendito sea Dios” “Dios Todopoderso” etc. hasta

llegar a la metáfora cristiana de “me llevó desde el Purgatorio de la obscuridad

y miseria al Paraíso del favor, de la fama y de la hartura” (Memorias,

p.238).

Galdós se sirve de la bastardilla en su vocabulario irónico para destacar

su uso popular. Al referirse a la época antes de la llegada de Fernando el

suspirado, vemos que aunque Pipaón está al servicio del rey, ni el monarca

mismo escapará de la pícara ironía de su palabra. Como ejemplo vemos

“después del 10 de mayo, y de la caída de la Mamancia, y de la

entrada en Madrid del encantador Fernando... el fin de la horrible tiranía

de los mamos, caparrotas, cuácaros, lameplatos y ceposquedos. Pues estos

y otros graciosos nombres daba a los liberales en su Atalaya de la

Mancha el reverendo padre Castro” (Memorias, p.239).

Todo pícaro vive y sobrevive bajo la protección de un amo. Juan Bragas

no puede ser excepción y despierta nuestro interés escondiendo la identidad

del suyo con hipérboles irónicas y dichos populares.

¿Qué habría sido de mí si no hubiera tropezado de manos a boca

con aquel nobilísimo, con aquel sin par sujeto...” “No estamparé

aquí su nombre, porque los de personajes insignes no deben ser

puestos a la vergüenza de las letras de molde, donde corren riesgo

de que la Historia y la Posteridad (ambas señoras muy amigas de

meterse en vidas ajenas) le tomen por su cuenta, atribuyéndoles

esta o la otra picardía y desfigurando con pérfido criterio sus honrados

manejos. Pero sin nombrar al santo, puedo referir los milagros.

Era mi protector diputado en las Cortes del año 14... (Memorias,

p.238). (la cursiva es mía)

Don Juan de Pipaón bautiza a su protector con el nombre simbólico de

don Buenaventura (“algún nombre he de dar a mi buen protector para que

se le distinga entre los individuos de que haré mención)...” (Memorias,

p.243). La relación desigual de amo/pícaro se establece claramente desde

la primera intervención dialogada “Dime, Braguitas...” (Memorias, p.234)

empleando el dimutivo y su verdadero apellido para quitarle valor y establecer

su verdadera jerarquía. Don Buenaventura, después de asegurarle

284

un puesto como oficial segundo de Paja y Utensilios, pasa sin transición a

preguntarle si le ha limpiado las botas, así indicando la verdadera situación

en que se encuentra nuestro protagonista.

La amoralidad absoluta que reina en la administración se confirma con

la respuesta del protector ante la protesta de Pipaón de que el histórico

personaje de Antonio Moreno, peluquero de palacio, haya recibido el puesto

de consejero de la Hacienda, “Dime tú: ¿qué pedazo de pan nos quitan de

la boca haciendo a Moreno consejero?” (Memorias, p.244) Don Buenaventura

sigue con una lección de la verdadera amoralidad en escala nacional

resumiendo que “Así es el absolutismo, hijo mío; sus palabras podrán ser

bonitas, rosadas, luminosas y movibles; pero sus ideas son fijas, inmutables,

pesadas” (Memorias, p.244). Como muestra de la clara inversión de

valores en la adminsitradón de justicia en los primeros momentos del restablecimiento

del absolutismo nos indica don Juan que “todo no había de

ser blandura, porque en aquellos días restablecimos la Inquisición” (Memorias,

p.249). En el camposanto, uno de los sepultureros de Max Estrella

afirma que “En España el mérito no se premia, se premia el robar y el ser

sinvergüenza. En España sólo premian lo malo” (Luces, p.125).

El elemento picaresco va en aumento cuando Pipaón se encuentra sirviendo

a un nuevo amo sin contar como abandona a su don Buenaventura.

Es el confesor, don Blas Ostolaza, a quien conoce en la tertulia del

Infante don Antonio. El comentario crítico se intensifica en la descripción

de la absoluta incompetencia del Infante don Antonio, sirviéndose de los

elementos de la irónica comicidad. “Carlos III ante quien los ayos de don

Antonio se alzaron en queja, lamentando la desaplicación del niño, dijo ‘Si

el Infante no quiere estudiar, que no estudie.’ Y el chico lo hizo al pie de la

letra. Cuando fue grande se dedicó a los libros... Quiero decir que era

encuadernador” (Memorias, p.252).

Por medio de su protector Ostolaza, don Juan entra en la tertulia de las

señoras de Porreño, donde conoce al personaje femenino de

Presentacioncita de quien se siente enormemente atraído. La niña, en cambio

no hace más que hacerle el blanco de sus bromas, primero ligeras y

luego pesadas. Sin embargo, es por su intervención que se abre el único

momento de verdadera acción de la novela que nos llevará a la caída

figurada y literal de nuestro héroe.

Ahora el tono satírico/irónico se acerca más a la técnica del esperpento

en las descripciones de una sociedad de personajes que se sirven uno de

otro para sus propios fines, deformándose con la matemática de la pluma

de don Benito. Don Juan de Pipaón se jacta de su nueva persona; de cómo

se viste, se comporta, se expresa y la gran estima en que aparentemente

todos le tienen. Por medio de su amistad con el confesor y con don Antonio

Ugarte, Pipaón logra entrar en la Camarilla del Rey. “Este (Ugarte) y

Ostolaza fueron los dos arcángeles que tiraron (permítaseme la figura) del

285

carro celestial de mi encumbramiento. Si uno me introdujo en el cuarto

del Infante, llevóme el otro al del Rey. Muchas y no despreciables cosas

tengo que contar de mis conexiones con los primeros cortesanos de la

época;” (Memorias, p.257).

Volviendo a Presentacioncita, es ella la que quiere aprovecharse del

poder de don Juan de Pipaón, cuando su novio Gasparito Grijalva se encuentra

preso por el absurdo delito de haber dicho “que Su Majestad era

narigudo”. El argumento se complica aún más al saber que Gasparito es

hijo de don Monso de Grijalva (aquí se supone que don Monso es pariente

de Juan Antonio de Grijalva, confidente y secretario del rey). Las señoras

de Porreño quieren obtener una moratoria de una deuda que le deben a

don Monso. Nuestro vividor pícaro no puede resistir a la tentación de aprovecharse

de la ocasión para su propio beneficio, comprando la deuda en

la mitad de su valor a cambio de la libertad de Gasparito. Se les niega la

moratoria y Pipaón se convertiría en terrateniente.

Mientras tanto, Gasparito se fuga de la cárcel y se refugia en los barrios

bajos. Presentacioncita le obliga a Pipaón a acompañarle en una visita

nocturna, donde los policías le persiguen y le toman preso de nuevo. Como

es sabido, Fernando VII también hacía sus excursiones nocturnas a los

barrios populares para visitar a las damitas del momento. Se da la feliz

coincidencia de que en aquella noche se encontraran con el Monarca que

socorre a la linda Presentacioncita cuando ésta tuerce un pie al caer desmayada.

Es el Rey en persona que le lleva en sus propios brazos. Lo más

gradoso de la vergonzosa situación es la minuciosa descripción de la regia

persona.

Era un hombre admirablemente formado, de cuerpo estatuario y

arrogante. Su edad no pasaría de los treinta y dos años hallándose,

según su apariencia, en aquella plenitud de la fuerza, del

vigor y del desarrollo físico que marcan el apogeo de la vida.

Vestía sencillo y elegante traje negro y ancha capa, que

habiéndosele caído en los primeros momentos del lance, fue

recogida por el Duque. Sus ojos eran negros, grandes y hermosos,

llenos de fuego, de no sé qué intención terrible, flechadores

y relampagueantes. Bajo sus cejas, semejantes a pequeñas alas

de cuervo, centelleaba, deshecho en ascuas mil por las movibles

pupilas, el fuego de todas la pasiones violentas. Su nariz era

desaforadamente grande, corva y caída: una especie de voluptuosidad,

una crápula de nariz. La carne. superabundante, había

crecido, representando con fértil desarrollo su preponderancia

en aquella naturaleza. El labio inferior, que avanzaba hacia afuera,

parecía indicar no sé qué insaciabilidad mortificante. La personificación

de la sed habría tenido una boca así. Una línea más

de desarrollo, y aquel belfo hubiera tocado en la caricatura. Observándole

bien, se veía en la tal fisonomía peregrina mezcla de

286

majestad y de innobleza, de hermosura y de ridiculez. Tenía de

todo y era difícil deslindar en aquel rostro híbrido las líneas pertenecientes

a las grandes razas de las que pertenecían a la degeneración

propia de todo lo humano. Por su mandíbula inferior se

filiaba remotamente con Carlos V; mas por sus ojos truhanescos

y las patillas cortas se iba derecho a la majería. El cráneo era

bien conformado; el pelo negro y corto, con mechoncillos vagabundos

sobre la frente y sienes. En suma; el perfil de aquel hombre

solía verse en las onzas de oro (Memorias, p.277). (Las cursivas

son mías)

Al estudiar este fragmento uno no puede sino pensar en nuestro querido

Quevedo “Erase un hombre a una nariz pegado”... o la descripción del

licenciado Cabra. No podemos olvidar tampoco que la supuesta ofensa de

nuestro Gasparito fue el haber dicho que el rey era narigudo. Tampoco se

debe olvidar que todo esto ocurre en las calles de la más exaltada majería

madrileña; Bastero, Águila, Mira el Río; lugares muy galdosianos y por lo

visto, regios.

El tema de la nariz del Monarca se repite en una entrevista entre

Presentacioncita y Pipaón cuando éste trata de convencerla del interés del

mismo Rey en su persona.

¡Qué gallardía en su persona! ¡Qué nobleza y grave hermosura

en su semblante! ¡Qué caballerosidad e hidalguía en sus modales!

¡Qué dulce música en su voz! No existe otro más seductor

en el conjunto de los hombres... Usted podrá conocer por sí

misma que las cualidades de ese angélico ser, a quien Dios ha

puesto al frente de la infeliz España, exceden con mucho a sus

altas perfecciones físicas.

-La nariz es un poco grande- dijo Presentacioncita con una salida

de tono que me hizo estremecer-; pero no por eso deja de ser

admirable el conjunto del rostro

-¡La nariz grande¡ Así la tuvieron Trajano, Federico de Prusia; así

eran también la de Cicerón, la de Ovidio y tantos otros hombres

eminentes... (Memorias, p.305).

El esperpentismo se presenta en repetidas ocasiones cuando con frivolidad

e hipérbole se distribuyen prebendas, puestos, destinos, y destituyen

Ministros. Uno de los mejores ejemplos es la absoluta negación de

enfrentarse a la verdadera realidad española del momento. “Como se ha

visto, en las tertulias de Su Majestad nadie podía vanagloriarse de tener

ascendiente absoluto y constante. Unos días privaba éste, otros aquél,

según las voluntades recónditas y jamás adivinadas de un monarca que

debiera haberse llamado Disimulo I" (Memorias, p.299).

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Como ejemplo, veamos el caso de Juan Pérez Villamil:

-Señor-dijo Villamil-, el estado del Erario no se oculta a Vuestra Majestad.

El escaso producto de los impuestos no basta ni con mucho

a cubrir los enormes gastos, aumentados cada día con la creación

de nuevos destinos. El Reino no tiene recursos para costearse su

Ejército ni su Marina, ni para dotar dignamente la Casa Real, ni su

regia Guardia; España es pobre, pobrísima. Necesita los caudales

de América para vivir con algún decoro entre la naciones de Europa....

Reflexione Vuestra Majestad, como Rey Previsor, sobre la gravedad

de esta situación. La América está toda sublevada, y las Juntas

rebeldes funcionan en Buenos Aires, en Caracas, en Valparaíso,

en Bogotá, en Montevideo. Si Méjico está aún libre del contagio,

los americanos de Washington se encargarán de trastornar también

aquel país,... (Memorias, p.295).

Frente a esta realidad, Antonio Ugarte, nuestro irónico Antonio 1,

propone al Rey mandar un ejército expedicionario a América... en

“magníficos navíos finaciándolo todo con la indemnización que le

va a dar Inglaterra. “-Pero es para resarcir a los negreros. -Eso es,

pagar a los negreros y que se pierdan las Américas. ¿No vale más

dejarles sin indemnización y conservarles los esclavos y las tierras?”

(Memorias, p.297).

¿Cuál es el resultado de esta franqueza de Villamil frente al adulador de

Ugarte?

De aquella conversación brotó el poder oculto que don Antonio

Ugarte tuvo durante algún tiempo, y en virtud del cual hasta llegó a

celebrar tratados con potencias extranjeras en calidad de secretaño

íntimo del Rey de España. ¿Y Villamil? “—Es que no puedo pensar

en el desarrollo de mis proyectos mientras sea ministro de Haciendo

el señor Villamil....” (objetó don Antonio Ugarte) “—Pipaón—

dijo al fin (el monarca); extiende la destitución de Villamil...Que se

le lleve esta misma noche. ... Así cayó Juan Pérez Villamil; así cayeron

también Echavarri, Ballesteros, Macanaz, Escóiquiz, el mismo

Vallejo (nombrado aquella noche), Moyano, León Pizarro, Lozano

de Torres y otros muchos (Memorias, p.299).

Para concluir, veamos una de las aventuras más esperpénticas. Como

arriba notamos, Pipaón había impedido que Gasparito saliese a libertad

hasta que pudiera aquél comprar al padre de éste las deudas de las señoras

de Porreño, y convertirse en terrateniente. No sería completo el elemento

picaresco ni el sentido de ridículo si el pícaro no llevase alguna vez

su merecida.

Terminaremos con la venganza que prepara Presentacioncita con la entera

colaboración de las señoras de Porreño, de Gasparito y de su padre,

288

don Antonio Grijalva para frustrar los propósitos de nuestro esperpéntico

protagonista. Presentacioncita, ya al corriente de que su belleza ha llamado

la atención del Monarca, finge colaborar con las intenciones de Pipaón,

que cree que en tal asunto podrá aumentar su estado con la Real Persona.

Pipaón se propone a arreglar una entrevista entre ella y el Rey. Como es de

rigor, la no tan inocente niña resiste, o por lo menos finge resistencia, y

habla de comprometer su honor. A pesar de sus protestas, despierta una

duda en la mente de don Juan de que le está engañando.

Presentacioncita se cubrió de nuevo el rostro con las manos.

Entonces pasó por mi mente la sospecha de que fuese yo en

aquel instante víctima de un bromazo tremendo. Pero ¿cómo

era posible que el fingimiento de la muchacha fuese tan magistral?

No; ninguna actriz de la tierra, aunque se llamase María

Ladevant o Rita Luna, era capaz de simular esos sentimientos

con tal perfección, disfigurando el rostro, estudiando las palabras,

midiendo las actitudes, sin que ni un solo momento se

descuidase y revelara el pérfido artificio. (Memorias, p.306)

Don Juan, convencido de haber logrado su propósito, arregla que ella,

en compañía de su hermano, visiten la real posesión de la Casa de Campo.

De acuerdo con su plan, los recoge en la Cuesta de la Vega en un

simón, y proceden a la real posesión. Don Diego, hermano de

Presentacioncita y cómplice del plan, les saca a pasear en un bote. Pipaón,

que quiere deshacerse del pelmazo de don Diego, se desespera sintiéndose

mareado, porque éste no le hace caso cuando quiere que vuelva a la

orilla. En esto llega el Rey. “—¡Buena la hemos hecho—exclamé reconociendo

los coches de la Casa Real—. Ahí está Su Majestad.. Cuando menos,

nos mandan a la cárcel” (Memorias, p.313). Presentacioncita que está

en sus trece, aprovecha la ocasión e incita a Pipaón a que se ponga de pie

para saludar al Rey que se ha fijado de su presencia.

Púseme en pie, sombrero en mano..., y en el mismo instante,

¡Dios Todopoderoso y Misericordioso!..., sentí unas pequeñas

pero enérgicas manos que empujaron mi espalda..., recibí un

implulso terrible, del cual no pude defenderme, por estar desprevenido,

y caí como una piedra al agua... ¡¡Horror incomparable!!

Sentí un rumor espantoso de carcajadas, y sobre mí la voz de

Presentacioncita, que con el ardor de la venganza gritaba... —

¡Por tunante! ¡Por cobarde! ¡Por pillo! ¡Por traidor! ¡Por al...! La

última palabra no la copio por respeto a mí mismo (Memorias,

p.313).

La novela nos vuelve a la realidad de un momento histórico con la noticia

de que Napoleón ha vuelto de la isla de Elba. La deformación, la hipér289

bole, la caricatura conducen al esperpento, armas galdosianas para poner

de relieve la triste realidad del absolutismo fernandista, escrito en el momento

de una nueva restauración. Como lo dijo Max Estrella “El sentido

trágico de la vida española sólo puede darse con una estética

sistemáticamente deformada” (Luces, p.106).

Si el esperpentismo lo ha inventado Goya, Galdós se sirve libremente

de sus elementos y don Ramón lo perfecciona, pero queda evidente que

nuestro “don Benito el garbancero” también sabe llevar a sus héroes clásicos

a pasearse por el callejón del Gato.

BIBLIOGRAFÍA

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