LA CRÍTICA DEL MUNDO SOCIAL Y POLÍTICO DE

LA RESTAURACIÓN HECHA POR MÉDICOS Y

NOVELISTAS. LA CRÍTICA DE GALDÓS EN LAS

NOVELAS CORRESPONDIENTES AL PERIODO

NATURALISTA (1881-1889)

Pilar Faus Sevilla

Antes de pasar al estudio de los precedentes de la crisis española

globalmente sintetizada en la fecha de 1898, conviene hacer una serie de

puntualizaciones. La primera es la de considerar que la crisis surgida en

torno a esta fecha no es un fenómeno singular, nuevo en la historia de

España. Con mayor o menor aparatosidad y diferentes matices, se han

producido antes y se seguirán produciendo; no solo en nuestro país. Es un

hecho general que surge en la vida de los pueblos a raíz de un gran desastre

militar y a propósito de las consecuencias que éste comporta. En España,

el más similar se produjo a finales del siglo XVII.l Los desastres militares

de los últimos monarcas austriacos con la consiguiente merma del

imperio colonial, era una consecuencia de la decadencia que en todos los

campos, excepto en el literario, se había experimentado a lo largo de ambos

reinados. Consecuencia inevitable posterior será la aparición de unas

minorías intelectuales que desde distintos campos tratarán de poner remedio

imitando, en gran medida, el modelo ofrecido por el país más poderoso,

que en ese momento era Francia. Así se produce ese movimiento de

recuperación nacional conocido bajo el epígrafe de la España ilustrada.2

Salvando los dos siglos que les separan, a finales del siglo XIX se produce

un fenómeno semejante. La derrota militar impuesta por Estados Unidos

con la que finaliza la guerra cubana, con la consiguiente pérdida del

resto del imperio colonial, no es un hecho fortuito. Es consecuencia de la

crisis que en distintos campos, afecta a la vida y política española de la

Restauración. Había sido detectada por destacadas personalidades bastantes

años antes de producirse el Desastre del 98. Someramente, y a

través de Pérez Galdós y la Pardo Bazán, la había analizado en la comunicación

presentada el V Congreso Internacional de Estudios Galdosianos

de 1993.3

Otra puntualización obligada se refiere al protagonismo concedido a

los miembros de la Generación del 98 en todo cuanto se refiere a dicho

acontecimiento. En este sentido hay que señalar la parcialidad con que

dicha generación ha sido abordada, pese a la abundancia de sus estu-

4.1-14

302

dios.4 Parcialidad considerada, no en cuanto a la falta de objetividad, sino

por haberse centrado en torno a las grandes figuras literarias. Hecho que,

probablemente,hay que atribuir a la personalidad brillante y agresiva con

la que la mayoría de éstos irrumpen en el escenario español en el momento

en que la crisis finisecular alcanza su punto álgido tras el Desastre.

Pero todavía no se ha escrito la última palabra sobre esta generación.

Falta profundizar en otros aspectos en los que, además del literario y

político,se analice rigurosamente la labor jurídica, sociológica y científica

de los restantes miembros de la generación. Tampoco se ha profundizado

en el estudio de sus raíces. Son todavía pocos, o menos de los necesarios,

los trabajos consagrados a los miembros de las generaciones anteriores,

especialmente a la inmediata de 1868.

Y aún dentro de esta generación los estudios se han decantado,

prioritariamente, hacia las figuras más señeras; Menéndez Pelayo, Pérez

Galdós o Clarín en el campo literario, o Ramón y Cajal en el científico.

Injustamente se ha restado importancia a los otros miembros de la generación

y, en consecuencia, no se han valorado debidamente sus aportaciones.

Se ha olvidado que su conjunto tipifica el periodo correspondiente al

último cuarto del siglo XIX.

Este hecho general también se hace patente a la hora de analizar las

aportaciones precursoras del 98. Éstas, básicamente, se han centrado en

torno a la labor ensayística de unos pocos autores: como Almiralí Gener,

Sánchez Toca, Mallada, Picavea, Azcárate, Salillas, Costa o Ganivet.5 No se

han resaltado suficientemente las aportaciones que proceden de otros

campos. Entre ellas hay que destacar las pertenecientes al quehacer científico-

médico y al novelístico. Objeto ambas del presente trabajo.

Se trata de un doble análisis. Uno, se refiere al impacto que sobre médicos

y novelistas produce el espectáculo de los grandes fallos que afectan

a la vida política y social de la Restauración, origen, en gran medida, de la

crisis en la que desemboca al finalizar la centuria. El otro, se refiere al

incremento de dicha crisis propiciado por la denuncia de unos y otros.

Los médicos como es natural, centran su atención en la miseria material

y moral en la que se hallan sumidas grandes masas de población pertenecientes

a las clases bajas. En contraste con el enriquecimiento de las

clases altas y sus ostentosas formas de vida, la de aquellos se ha ido

agravando durante los últimos años a causa de la crisis agraria que afecta

al jornalero del campo y del deshumanizado auge industrial que afecta al

obrero de la fábrica. Éstos, incluyendo las mujeres y los niños, son las

víctimas de unas lamentables condiciones laborales, con horarios excesivos,

escasa remuneración y locales insalubres. Falta de condiciones higiénicas

que también se hace extensiva a sus modestos hogares. Grave problema

social al que los políticos de la Restauración no han prestado la

atención que merecía.

303

Los primeros, repito, que ponen en evidencia esta realidad son los médicos

por su mayor y más directo contacto con ella. A través de su cotidiano

quehacer profesional han comprobado que los miembros de la clase

baja son los que sufren, en mayor medida, el impacto de la enfermedad

con el consiguiente incremento de la morbilidad. Hecho que confirman

las estadísticas demográficas y sanitarias.6 Se impone, en consecuencia,

junto al estudio científico de la enfermedad, el de las causas que la favorecen.

A lo largo del siglo XIX, pero de forma especial en su segunda mitad, la

medicina adquiere una dimensión social. Se presta mayor atención a los

problemas médico-sanitarios. No en vano la Higiene es una de las especialidades

médicas que viene experimentando un mayor desarrollo en esta

centuria. Dicha atención se bifurca en dos direcciones: una, referida al

papel desempeñado por el médico dentro de la colectividad en la que

ejerce su labor profesional; otra, basada en el testimonio que ofrece el

médico en tanto que directo testigo de la situación social del amplio sector

de la población principalmente afectada por la enfermedad.7

Sobre el primer aspecto existen abundantes testimonios escritos. Entre

ellos cabe destacar los muy importantes ofrecidos por el relato costumbrista

o naturalista. Son fruto, a su vez, del creciente prestigio de que goza

la ciencia como principal artífice del mítico Progreso, del que el médico

aparece como su más directo representante. Hecho que, a su vez, repercute

positivamente sobre su prestigio personal y profesional, pese a su

modesto “status” social. Buen ejemplo de ello nos lo ofrecen las figuras de

Teodoro Golfín o Alejandro Miquis, verdaderos héroes del mundo

galdosiano, o Máximo Juncal y el doctor Moragas figuras no menos importantes

de la obra de Emilia Pardo Bazán.8

Más importante todavía es el testimonio ofrecido por los médicos en

general, y los higienistas en particular sobre la incidencia y características

de la enfermedad sobre la sociedad a la que sirven profesionalmente. Ese

testimonio junto a las medidas que a su vez engendrarán, tanto en el aspecto

médico como político, acabarán por constituir un factor importante

en el desarrollo de una conciencia social de gran transcendencia. Hechos

diversos, típicos de la época, todos de índole sanitaria van a contribuir a

ello. En primer lugar, hay que reseñar las periódicas epidemias de cólera

que van a jalonar la centuria: la de 1834-35, la de 1865 y la de 1885. La

rapidez con que se propaga la enfermedad, con su masiva corte de defunciones

provoca el pánico de todas las poblaciones afectadas, con la consiguiente

huída de las clases pudientes. Solo las clases modestas,carentes

de medios para huir serán las principales víctimas de la enfermedad que

diezma sus filas. La incidencia de las epidemias trae como consecuencia

el mayor estudio de la etiología de la enfermedad, el tratamiento de la

misma y la denuncia pública de la lamentable situación que afecta a las

clases bajas de la población.9 Precisamente a esa situación es a la que hay

304

que atribuir la mayor incidencia de la enfermedad, y no solo en los casos

de cólera. Los estudios e informes sanitarios se multiplican. Hecho análogo

se produce cuando el médico detecta otra serie de factores negativos

que afectan a las clases pobres: inadecuada e insuficiente alimentación y

la falta de higiene en sus casas y lugares de trabajo. Especialmente se

denuncian las condiciones laborales de los obreros de las fábricas que se

van multiplicando en las zonas de mayor desarrollo industrial: horarios

agotadores, jornales bajos e insalubridad de sus locales.10

El médico se convierte en protagonista. Movido por su conciencia profesional,

y elementalmente de humanidad y justicia, será el divulgador de

una de las grandes lacras de la sociedad de la Restauración. El que como

consecuencia, adopte una actitud política de marcado signo progresista

con la participación activa en muchas ocasiones, es una consecuencia

bastante lógica.

Posturas análogas se producen entre los profesionales de otros campos.

Minoritariamente la protagonizan juristas y sociólogos. Con mayor

amplitud los novelistas. Con una particularidad. En tanto que las denuncias

realizadas por los profesionales indicados tienen un eco limitado a su

propio ámbito, las realizadas por los novelistas tienen un área de difusión

mucho mayor. Prácticamente son leídas por todos los españoles poseedores

de cierta cultura. En sus páginas, y de acuerdo con la técnica naturalista,

se ofrece el relato vivo de la realidad española. No solo la madrileña,

sino también la de muchas de sus regiones: la de Santander por obra de

Pereda, la de Asturias por Clarín y Palacio Valdés, la de Galicia por Emilia

Pardo Bazán; a su tierra catalana consagra sus novelas Narciso Oller,y algo

después, a la valenciana,dedica Blasco Ibáñez sus primeras novelas. La

compleja realidad madrileña se la reserva Pérez Galdós. Gracias a su prolífica

pluma, la vida madrileña de forma sistemática y exahustiva cobra

una profundidad y vigor extraordinarios.

Por otra parte, y debido al acusado centralismo de la época, la pintura

que nos ofrece de la capital española alcanza una dimensión nacional de

que carecen las descripciones regionales. En efecto, Madrid es, además

de la capital más grande de todo el territorio nacional, la sede del Gobierno

y de las más altas instituciones estatales. Sus recientes transformaciones

urbanísticas así parecen confirmarlo. También es el gran foco de atracción

de lo mejor de la intelectualidad española.11 El entramado de la vida

política típica de la Restauración, aquí se configura y de aquí arranca de

forma radial hacia las restantes regiones españolas. Pero esta irradiación

resulta tanto más débil en sentido positivo y más acusada en sentido negativo

cuanto más se aleja del centro. En las regiones, aun respondiendo a

los mismos principios del sistema político, sufren la lógica refracción producida

por el tránsito del medio capitaleño al provinciano y rural: se empequeñecen

y caricaturizan. En su conjunto la vida política nacional de la

Restauración se convierte en lo que Costa definirá como “oligarquía y caciquismo”.

12

305

Madrid viene a ser la síntesis o microcosmos de la vida nacional. Así lo

entiende Galdós. De ahí, su empeño en ofrecernos su más acabada pintura

en las Novelas Contemporáneas y más concretamente en las que corresponden

al período naturalista (1881-1889).

De acuerdo con su peculiar técnica literaria, el autor de los Episodios

Nacionales nos ofrecerá la descripción de ese período entrelazando los

hechos históricos con la ficción literaria; los públicos con los privados.

Acorde igualmente con la configuración clasista decimonónica, dicha pintura

de la población madrileña se tipifica de acuerdo con las características

de las distintas clases sociales, sus formas de vida, vicios y virtudes.

En algunas novelas como Fortunata y Jacinta el autor a lo largo de sus

cuatro tomos,nos ofrece la visión de prácticamente todas las clases que

pueblan la capital. Pero no es lo frecuente. En general, en cada una de

ellas, se centra en la descripción preferente de una sola. Las clases altas

en Lo Prohibido (1885), La Incógnita y Realidad (1889); las clases medias

en El amigo Manso (1882), Tormento y La de Bringas (1884) y las clases

bajas en La Desheredada (1881), El Doctor Centeno (1883) y gran parte de

Fortunata y Jacinta (1886-87). Prueba del rigor de su pintura social será la

plena coincidencia referida a las clases bajas hecha en estas novelas y las

que nos ofrecen los médicos. Resaltando en favor de aquellas, la viveza y

plasticidad del relato literario.

Como he apuntado, a lo largo de estas novelas la vida madrileña en

todos sus aspectos y clases sociales, ha quedado bien dibujada. Pero no

es ésta visión objetiva la que ahora interesa resaltar. Más bien importa fijar

la atención en aquellos pasajes y personas en los que Galdós marca el

acento en la consideración crítica a la política española,en tanto que principal

responsable de la situación denunciada. Ante la falta de respuesta,

dicha crítica seguirá una marcha ascendente hasta culminar en la fecha de

1898.

En realidad, el fracaso en la guerra de Cuba con la consiguiente pérdida

del resto de las colonias, es un capítulo -el más llamativo si se quiere- de

una trayectoria en la década anterior. Pero las lacras de la vida española se

hallan oscurecidas por el boato externo desplegado por las clases altas

que detentan el poder. El lujo, desarrollo urbanístico, mejora cultural, adelantos

técnicos y cierto refinamiento suntuario de importación, constituyen

el anverso de este período. Su propio brillo exterior ha contribuido a

desviar la atención de la mayor parte de la población hacia los problemas

que afectan al país. Como hemos visto, solo unas minorías atentas observadoras

de la parte negativa de esa realidad, se encargará de ponerla en

evidencia. La inmediata consideración crítica se hace inevitable y no es

obra exclusiva de Galdós. Otros novelistas participan de ella desde distintos

puntos de vista ideológicos. Tal sucede con Pereda, Palacio Valdés,el

padre Coloma...13

306

Pero antes de iniciar el análisis de dicha crítica conviene puntualizar

que, gran parte de la de tipo general, como cierta corrupción política, el

amiguismo, la pereza y la desidia administrativa, etc., no son patrimonio

exclusivo de este período. En realidad son defectos achacables a la naturaleza

humana; a lo sumo, acrecentados por la idiosincrasia hispana. Como

es lógico han florecido en todos los tiempos. Pero ahora cobran nuevo

protagonismo al sumarlos a los fallos específicos del sistema político vigente.

Buen ejemplo de ello nos lo ofrece escritor al describir en las páginas

de La desheredada el tipo del burócrata de las altas esferas administrativas

madrileñas. Con notable acierto lo sintetiza en la persona de don

Manuel José Ramón del Pez. De él nos dice que era

lumbrera de la Administración, fanal de las oficinas, astro de segunda

magnitud en la política, padre de los expedientes, hijo de

sus obras, hermano de dos cofradías, yerno de su suegro el señor

don Juan de Pipaón, indispensable en las comisiones, necesario

en las juntas, la primera cabeza del orbe para acelerar o detener un

asunto, la mejor mano para trazar un plan de un empréstito, la

nariz más fina para olfatear un negocio, servidor de si mismo y de

los demás, enciclopedia de chistes políticos, apóstol nunca fatigado

de esas venerandas rutinas sobre que descansa el noble edificio

de nuestra apatía nacional, maquinilla de hacer leyes, cortar

reglamentos, picar ordenanzas y vaciar instrucciones, ordeñador

mayor por juro de heredad de las ubres del presupuesto, hombre,

en fin, que vosotros y yo conocemos como los dedos de nuestra

propia mano, porque más que un hombre es una generación, y

más que personaje es una casta, una tribu, en medio de Madrid,

cifra y compendio de media España.14

Otro tanto sucede con la generalizada visión de la política, que Galdós

ofrece en las páginas de El amigo Manso. El protagonista a propósito de la

repentina vocación política de su hermano recién llegado de Cuba, se

siente obligado a advertirle sobre la verdadera naturaleza de la política

que se practica en nuestro país:

Al oir esto del país,díjele que debía empezar por conocer bien el

sujeto de quien tan ardientemente se había enamorado, pues existe

un país convencional, puramente hipotético á quien se refieren

todas nuestras retóricas políticas, ente cuya realidad sólo está en

los temperamentos ávidos y en las cabezas ligeras de nuestras

eminencias. Era necesario distinguir la patria apócrifa de la auténtica,

buscando ésta en su realidad palpitante, para lo cual convenía,

en mi sentir, hacer abstracción completa de los mil engaños que

nos rodean, cerrar los oidos al bullicio de la prensa y la tribuna,

cerrar los ojos a todo este aparato decorativo y teatral, y luego

darse con alma y cuerpo á la reflexión asidua y á la tenaz observación.

Era preciso echar por tierra este vano catafalco de pintado

307

lienzo, y abrir cimientos nuevos en las firmes entrañas del verdadero

país, para que sobre ellos, se asentara la construcción de un

nuevo y sólido Estado.15

En ambos casos se trata de una crítica referida a determinados aspectos

de la vida nacional, válida para otros momentos de nuestra historia,

pero, que ahora, repito, cobran mayor importancia como parte de una

crítica más amplia y generalizada.

No ocurre lo mismo con otras novelas como en Lo Prohibido (1885), La

Incógnita y Realidad (1889). En ellas la tendencia crítica se hace más aguda

y concreta. No se trata como ocurre otras veces de disquisiciones personales

hecha por el autor a propósito de la trama novelesca. Ahora, los

protagonistas pertenecen a la clase alta y como tales son actores de la

política de la Restauración. Pero también los veremos actuar como críticos

de dicha política.

Sin embargo, conviene señalar unas pequeñas diferencias entre la novela

de 1885 y las de 1889, que también son perceptibles en el aspecto

formal. Aunque las dos obras tienen una longitud semejante: dos tomos

en cada una, en la primera, el tomo segundo no cambia de título porque

no existen diferencias entre las dos partes. Ambas presentan el mismo

ambiente, los mismos personajes y la misma filiación literaria. En esta

novela, el naturalismo galdosiano alcanza su punto álgido. Fiel al mismo,

el objetivo fotográfico del autor se va desplazando de unos personajes a

otros sin mostrar grandes diferencias entre ellos. Sólo uno, el que corresponde

al enfermizo aristócrata, Pepe Carrillo, marca una diferencia con

respecto a los restantes. Pero la consideración al mismo es breve. Representa

el ténue contrapunto idealista de la obra. Desaparece pronto simbólicamente

arrollado por la mentalidad burguesa en la que vitalmente se

halla inmerso. De forma análoga el innato idealismo del autor queda ahogado

por la corriente naturalista en boga expuesta en el resto de la novela.

En cambio en la novela de 1889, las dos partes tienen títulos diferentes:

La Incógnita y Realidad. También es diferente la forma narrativa: epistolar

en la primera y dialogada en la segunda. Pero sobre todo,y esto es importante

resaltar, entre una y otra se produce el tránsito del naturalismo a la

nueva corriente idealista de fin de siglo. La ausencia de verdadero idealismo

de La Incógnita da paso al idealismo representado por Federico Viera

y, sobre todo Tomás Orozco de Realidad. Si Federico, de forma mucho

más amplia, se halla en la línea de Pepe Carrillo de Lo Prohibido, el personaje

de Orozco adquiere una nueva dimensión. De origen burgués, su

idealismo no es de clase. Es estrictamente personal. Es fruto de su innata

bondad y de ese afán de justicia social que por estos años se hace más

patente en un sector de la sociedad en la que empiezan a hacer mella,

como en Galdós, las preocupaciones sociales y las ideas socialistas. El

idealismo de Orozco adquiere paulatino crecimiento a lo largo de la novela

hasta convertirse en el elemento fundamental de la misma.

308

Muy similares, en cambio, son Lo Prohibido y La Incógnita pese a los

cuatro años que las separa. Pero es lo único. Todo lo demás es similar:

personajes,ambiente y tendencia literaria. Los protagonistas se hallan extraídos

de la misma cantera social. Su procedencia, posición económica e

idiosincrasia son idénticas. Representan el prototipo de las clases altas

españolas de la época y, especialmente, de la madrileña. Carentes de verdaderos

ideales religiosos o políticos y de sólidos principios éticos, sociales

o culturales, la corrupción a nivel privado y público será la consecuencia

más generalizada. Buena muestra de ello será la frecuencia en que se

incurre en el adulterio y la farsa política en que ha derivado el pacífico

turno de partidos en el poder con su inevitable secuela oligárquica y

caciquil.16

Los protagonistas de Lo Prohibido y La Incógnita, no escapan al tipo

reseñado. Ricos, y con familiares y amigos influyentes, apenas llegados a

Madrid son obsequiados con una acta de diputado. Sin haber contraido

mérito alguno en el servicio de la patria, se han convertido en padres de la

misma. Hecho que les permite hacer, desde dentro, el análisis crítico del

sistema político vigente. Aunque dicha crítica se agudiza en La Incógnita,

ya en Lo prohibido el autor denuncia la farsa política a la que se ha llegado

con el turno pacífico de los partidos liberal y conservador. Por boca de su

protagonista escribe:

A Severiano Rodríguez le trataba yo desde la niñez; a Villalonga le

conocí en Madrid. El primero era diputado ministerial, y el segundo

de oposición, lo cual no impedía que viviesen en armonía perfecta,

y que en la confianza de los coloquios privados se riesen de las

batallas del Congreso y de los antagonismos de partido. Representantes

ambos de una misma provincia, habían celebrado un pacto

muy ingenioso: cuando el uno estaba en la oposición, el otro estaba

en el poder, y alternando de este modo aseguraban y perpetuaban

de mancomún su influencia en los distritos. Su rivalidad política

era solo aparente, una fácil comedia para esclavizar y tener por

suya la provincia,que, si se ha de decir verdad,no salía mal librada

de esta tutela, pues para conseguir carreteras, repartir bien los destinos

y hacer que no se examinara la gestión municipal, no había

otros más pillines. Ellos aseguraban que la provincia era feliz bajo

su combinado feudalismo.

Por supuesto, el pobrecito que cogian por medio, ya podia encomendarse

a Dios... A mi me metieron más adelante en aquel fregado,

y sin saber cómo hiciéronme también padre de la patria por

otro distrito de la misma dichosa región. Para esto no tuve que

preocuparme de nada, ni decir una palabra a mis desconocidos

electores. Mis amigos lo arreglaban todo en Gobernación y yo con

decir si ó no en el Congreso, sugún lo que ellos me indicaban,

cumplía.17

309

Otro rasgo digno de ser considerado es el carácter autobiográfico que

campea en las novelas de 1889. Galdós, como tantos novelistas, no escapa

a la tentación de encarnar en alguno de sus personajes parte de sus

rasgos personales. Tal ocurre, por ejemplo con Evaristo Feijoo de Fortunata

y Jacinta, según confiesa a Emilia Pardo Bazán.18

Sin embargo, dichas similitudes parecen acentuarse en el caso de los

protagonistas de Lo Prohibido y La Incógnita. A semejanza de los mismos

Galdós ha sido agraciado por mediación de su amigo Ferreras, con un acta

de diputado por el partido Liberal.19 Tanto su elección como su labor como

padre de la patria, serán muy semejantes a las descritas al referirse a los

protagonistas de ambas novelas. Incluso coincide en muchos de los rasgos

personales atribuidos a dichos protagonistas: carácter analítico, excesiva

proclividad amorosa, horror a hablar en público... No cabe duda que

son las ideas y la experiencia personal del autor las que dictan las palabras

puestas en boca de estos personajes cuando escribe:

Yo era diputado cunero, y no me cuidaba ni poco ni mucho de los

deberes de mi cargo. Jamás hablaba en las Cortes, asistía poco a

las sesiones, no formaba parte de ninguna Comisión de importancia,

no servía mas que para sumarme con la mayoría en las ocasiones

de apuro... Francamente el Congreso me parecía una comedia

y no tenia ganas de mezclarme en ella.20

Pero Galdós desea dejar a salvo su moral privada y con ella la de alguno

de sus personajes. Así escribe refiriéndose al interesante Cisneros de La

Incógnita:

... siendo este hombre una calamidad en política, en el terreno

privado no hallarás persona de más formalidad. Fuera de ciertos

devaneos mujeriles, que con la edad van concluyendo, es Cisneros

lo que se llama un perfecto ciudadano, paga puntualmente sus

contribuciones, cumple con fidelidad todos sus deberes, y en sus

tratos resplandece la honradez más pura.21

Con todo, es en esta novela donde la crítica galdosiana al mundo político

y social de la Restauración adquiere una mayor dimensión hasta alcanzar

esos tonos disolventes que solo después veremos a raíz del Desastre

del 98.

Pero al llegar aquí conviene añadir un factor más. Aparte de que la consideración

crítica al sistema político siga una marcha creciente hasta culminar

el en 98, existe en el caso que nos ocupa la injerencia de la crisis

personal del autor. Galdós, profundamente enamorado de doña Emilia

Pardo, con la que mantiene relación sentimental desde finales de 1887,

acaba de sufrir el duro golpe proporcionado por la infidelidad de ésta.22 Es

más que probable que la redacción de las dos novelas de 1889 sean fruto

310

y válvula de escape de la decepción sufrida, y de la profundidad de sus

sentimientos heridos. El autor, a través de la identificación con los protagonistas

de ambas novelas -Manolo Infante en la primera y Orozco en la

segunda-, nos ofrece la visión profunda y minuciosa de su mundo interior

y de gran parte del que le rodea, aunque no pertenezca a él enteramente.

Siendo especialmente a través de su crítica con la que da rienda suelta al

pesimismo y tristeza que ahora le invade. Para ello, su compleja personalidad

ha tenido que desdoblarla en los dos personajes citados. En Manolo

Infante encarna la parte menos negativa del hombre-tipo de la Restauración,

al que en alguna medida también pertenece el Galdós de estos años.

Por ello ambos -autor y personaje literario- son actores, testigos y críticos

de sus propios fallos.23

En Orozco en cambio, trata de encarnar al hombre del futuro sobre el

que debe edificarse la regeneración de España. A nivel personal, don Benito

aspira a encarnar su mejor faceta humana: la del hombre bueno, idealista

y generoso capaz, como el protagonista, de perdonar a la mujer infiel.

A nivel público el autor da un paso más y se convierte en el escritor comprometido

políticamente en favor de las clases bajas de la sociedad.

Paralelamente a la crisis personal se produce la artística con la quiebra

del ciclo naturalista. Con una coincidencia asombrosa dicha crisis se materializa

en el breve lapso de tiempo que media entre las dos novelas. Con

La Incógnita, concluida en el mes de febrero, pone fin a su etapa naturalista.

Con Realidad, finalizada en julio, abre un nuevo ciclo literario más

idealista y espiritual. Ciclo que desarrollará a lo largo de los años de 1890

con obras tan significativas como Ángel Guerra, Nazarín, Halma o Misericordia.

24

De acuerdo con la dualidad apuntada,y volviendo al tema que ahora

importa, es lógico que sea en La Incógnita donde se agudice la crítica que

venimos comentando. En esta novela,como apuntaba, llega a alcanzar los

tonos más disolventes y revolucionarios hasta arremeter con la parte más

positiva de la Restauración: la fructífera paz conseguida tras los turbulentos

años que suceden a la revolución de l868. Buena muestra de ello nos

la ofrece por boca del personaje Cisneros. Éste dirigiéndose a su sobrino

exclama:

También tratarán de meterte en la cabeza esa monserga de paz de

la paz... que necesitamos paz para prosperar, y enriquecernos con

la... la... industria, la agricultura... y dale que le darás. Esto, chico,

es como si al que no tiene que comer se le dice que se siente a

esperar que le caigan perdices, en vez de salir y correr en busca de

un pedazo de pan. ¡La paz!... Llamar paz al aburrimiento, a la somnolencia

de las naciones, languidez producida por la inanición intelectual

y física, por la falta de ideas y de pan, es muy chusco. ¿Para

qué queremos la paz? ¿De qué nos sirve esa imagen de la muerte,

311

ese sueño estúpido, en cuyo seno se aniquila la nación...? En el

fondo de este sueño late la revolución, no esa revolución pueril

por la que trabajan los que no tienen el presupuesto entre los dientes,

sino la verdadera, es decir la muerte, la que todo debe confundirlo

y hacerlo polvo y ceniza, para que de la materia descompuesta

salga una vida nueva, otra cosa, otro mundo, otra sociedad

modelada en los principios de la justicia.25

No es extraño que después de leer La Incógnita, en la que se ha reconocido,

encarnada en la protagonista, doña Emilia aluda a la dualidad existente

entre el pacífico Galdós de la conversación y el subversivo autor de

la páginas de la novela que acaba de leer. Aludiendo a este hecho le escribe:

Ya he leido La Incógnita,como supondrás. Es cosa rara. Cuando tu

escribes, eres tan nihilista e insensato como sensato y ministerial y

burgués en la conversación.26

En estas novelas la crítica a la política gubernamental alcanza también a

la administración de los territorios de ultramar, especialmente a la isla de

Cuba. Las promesas hechas al firmar la Paz de Zanjón (1878) tras la última

contienda, no se han cumplido. No se han atendido sus reivindicaciones y

la corrupción administrativa sigue siendo un mal endémico. La población

cubana se divide entre autonomistas e independentistas y al finalizar la

década de 1880 el malestar y descontento es claramente perceptible. Pero

como de costumbre, el Gobierno actúa con la indecisión y desidia de siempre.

La necesidad de abordar el problema cubano con el rigor que exige,

no se produce. El problema se agudiza ahora por la ingerencia interesada

de los Estados Unidos.

No es extraño que el problema cubano se convierta en candente y como

tal, Galdós lo tratará con análogo juicio crítico en las novelas de 1889. En

ellas la corrupción administrativa estará representada en el personaje irónicamente

apodado el Catón ultramarino. En Gobiernos anteriores había

desempeñado un alto cargo de la administración de Cuba y, como la mayoría

había tratado de enriquecerse a costa de la sufrida isla. En la actualidad

se halla cesante y rabia por el deseo de nuevo cambio político que le

permita volver para reponer su economía. Por ello es enemigo furibundo

de la solución de la venta de la isla que empieza a barajarse en las altas

esferas. Hecho que pone en evidencia el protagonista de la novela.

Mi padrino y el Catón ultramarino sostenían viva discusión, porque

el primero cree que debemos vender la isla de Cuba a los Estados

Unidos. El segundo no está por la venta, al menos hasta que él se

deje caer allá otra vez, para poner cual una seda la administración

de tan desgraciada como generosa isla.27

* * *

312

La crítica de los grandes fallos de la Restauración y el cuestionamiento

de sus postulados no ha surgido, como creyó gran parte de la población

española, a raíz del desastre del 98. Como hemos visto, se había gestado

bastantes años antes y sus protagonistas de entonces tampoco fueron los

miembros de la generación del 98. La mayoría pertenecían a la generación

anterior, la de 1868.

Para los jóvenes que hacen acto de presencia política y literaria a finales

de siglo, las imágenes críticas les resultaban conocidas. Con ellas se habían

familiarizado en la vida real y, literariamente, las han visto reflejadas

en las páginas de sus autores favoritos. Entre ellos Galdós ocupa un lugar

preferente.

También son los escritores de la generación anterior los que mejor han

tipificado las principales posturas ideológicas que se han ido abriendo

paso a lo largo del siglo XIX. Tradicionalismo y conservadurismo por un

lado, y progresismo o liberalismo por otro, han cuajado en distintos partidos

hasta llegar a la fecha de 1875. A partir de ahora, y de forma más

convencional y pragmática; se han polarizado en los partidos turnantes en

el poder: el liderado por Cánovas y el liderado por Sagasta. Pero son fruto

del cansancio experimentado por la mayoría de los españoles tras el agitado

periodo revolucionario. Cansancio que en forma de compromiso político

ha sabido aprovechar Cánovas, el artífice de la Restauración28 representaba

la evolución ideológica diseñada por la revolución de 1868, abortada

a finales de 1874. Por ello, son probablemente los escritores, mejor

que los políticos, quienes encarnan con variedad de matices, las corrientes

ideológicas apuntadas. La tradicionalista y conservadora, que asume

los ideales históricos de unidad nacional, catolicismo activo y culto a los

valores familiares tradicionales, aparece representada en Pereda y Menéndez

Pelayo. La liberal, que a lo largo del siglo XIX, se presenta como antagónica

de la anterior es partidaria, políticamente, de un gobierno fuertemente

constitucional y democrático,del progreso material y cultural al que unen

un afán de mayor justicia social. Sobre esta base, y a imitación de otros

países, aspiran a situar a España entre las naciones desarrolladas de Europa.

En esta ideología se inscriben, entre otros, Galdós, Clarín y los

institucionistas.

Situada entre estas dos, aún se perfila una tercera opción más moderada

y contemporizadora. La representa Emilia Pardo Bazán que, con su

peculiar eclecticismo desea conciliar lo más positivo de ambas. De la primera

defiende la unidad de España y los valores religiosos, aunque despojando

a estos últimos de buena carga de integrismo y fanatismo, especialmente

acusado en los tradicionalistas. A su juicio, dichos valores no tienen

por qué ser incompatibles con el deseo de progreso económico y

cultural propios de la Europa desarrollada y culta que defiende el otro

bando. Pero doña Emilia fracasará como han fracasado antes y después

cuantos han intentado posturas semejantes.29

313

Probablemente porque esta mentalidad no cuadra con el temperamento

apasionado y poco racionalista de los españoles.

Por tanto, son las otras dos posturas ideológicas, con variantes y matices

propios de las distintas circunstancias históricas, las que volverán a

reproducir los miembros de la generación del 98 durante las primeras

décadas del siglo XX.

Sin embargo, durante los años inmediatamente anteriores y posteriores

al Desastre, dicho dualismo no se produce. Al contrario. Los ardores juveniles

reclaman una acción más contundente de tipo anarquista y socialista.

Sus posturas políticas y sociales se hallan más cerca del Galdós de los

años finiseculares al que superan en apasionamiento. Recordemos a título

de ejemplo el filosocialismo de Unamuno anterior a 1895.30 Pero pronto,

muy pronto, la mutante inquietud unamuniana, acrecentada por la crisis

de los años de 1890, le lleva a elucubrar en otras direcciones. Fruto de la

misma es En torno al casticismo aparecido en 1895 en las páginas de La

España Moderna.31

Su deambular filosófico de Hegel a Proudhon y a Marx y su regreso al

primero a través de Taine, le conduce a la reflexión sobre el carácter nacional.

Al igual que Ganivet, capta la importancia de la evolución histórica

de los pueblos hasta llegar a la conclusión de que “cualquier método económico-

social de regenerar a España solo podía triunfar si se adaptaba a la

personalidad nacional”.32 Así, frente a la europeísta, se perfila su posición

casticista, que tiene puntos en común con las mejores aportaciones de

tradicionalistas y conservadores.

En el caso de Ramiro de Maeztu se produce una evolución similar aunque

mucho más radical y acentuada.33 Menos llamativa es la evolución de

Azorín.34

A este contenido puramente ideológico hay que añadir el de tipo social.

Se trata del paulatino abandono del filopopulismo tan generalizado en los

años finales del siglo. A medida que las clases bajas van elaborando su

propia conciencia de clase, y gestando su revolución bajo consignas internacionales

anarquistas y socialistas, dicho populismo va desapareciendo

de gran parte de sus antiguos defensores. Contribuye a ello la forma violenta

de la actuación popular (terrorismo, huelgas, etc), el descubrimiento

de sus grandes fallos como clase (aunque puedan atribuirse a su incultura

y miseria) y, sobre todo, el que hayan desertado de cualquier posicionamiento

a las ordenes de la clase media o burguesa.

La verdad es que gran parte del generalizado populismo de la época

tenía más de carácter forklórico que auténtico contenido social. A él había

contribuido, no poco, el especial costumbrismo artístico, musical, y literario

de los años que le preceden, (1875-1890) que alcanza su mejor expresión

en la pintura de género, el sainete y la zarzuela.35

314

Distinta es la evolución política y social experimentada por otros escritores

de la misma generación como Antonio Machado y Pío Baroja. El primero,

nacido en 1875, es el más jóven de la generación. Desde su infancia se

halla vinculado a la Institución Libre de Enseñanza por lazos familiares y

por haberse educado en ella.36 Fiel a sus principios sigue la tradición

idelógica propia del liberalismo progresista hasta desembocar en la Alianza

Republicana (1936). Igualmente participa de la idea regeneracionista

basada en la educación. Especialmente la considera fundamental para

que el pueblo pueda acceder al protagonismo político y mejora social que

merece. Idea no del todo compartida por Galdós.

El autor de La Desheredada, sin desdeñar la importancia del factor educativo,

considera la pacífica incorporación del pueblo a su protagonismo

político como un fenómeno de dinámica histórica, basada en la fusión de

clases. De igual modo que antes se produjo, con resultados positivos, la

fusión de la caduca aristocracia con la vital burguesía, ahora tras el desgaste

de las clases altas fruto de aquella fusión, se impone la fusión de las

clases bajas, espiritualmente sanas y vigorosas, con los más cultos representantes

de la clase media y pequeño burguesa.

En cuanto a Baroja, el camino seguido será distinto al de Machado. Su

izquierdismo presenta matices diferentes. Va desde el anarquismo juvenil

al republicanismo. Desde 1909 a 1918 había participado en las elecciones

por el partido Radical Liberal. Su temperamento crítico y pesimista le hace

incurrir en no pocas contradiciones fruto de esa ácida sinceridad que le

lleva a criticarlo todo: ideas, instituciones y personas. De esa crítica no se

librarán ni Galdós, ni ciertos aspectos de la II República y de la acción

popular. No es extraño, por tanto, que acabe refugiándose en la soledad

huraña de su labor literaria.

Vemos, como a medida que se remontan las primeras décadas del siglo

XX, se hace más visible el rumbo divergente seguido por la mayoría de los

escritores del 98 con respecto a Galdós y a gran parte de esta generación.

De igual modo, a medida que se afianza la personalidad literaria de aquellos,

inserta en nuevos postulados artísticos, también se pierde aquella

admiración inicial. En su lugar surge el inevitable proceso de incomprensión

y antagonismo generacional. Los del 98 no vieron los puntos de filiación

que les unían con la generación anterior. Incluso renegaron de cualquier

semejanza basándose en aspectos de tipo personal y estético. El

hecho no tiene nada de extraño. Es la confirmación de un fenómeno natural,

casi biológico: el de la conflictiva relación paterno-filial trasplantada al

mundo de la cultura.37 Habrá que esperar a la aparición de la nueva generación

de 1914, la de los nietos, para que de acuerdo con el mismo fenómeno,

se produzca la revalorización de Galdós y de cuanto representaba

su generación.

315

NOTAS

1 BALFOUR, S., El fin del Imperio español (l898-l923), Barcelona, l997.

2 En el siglo XIX la admiración de los liberales españoles se dirige hacia Inglaterra que a lo

largo de este siglo ocupa el primer puesto en el concierto internacional. Dicha admiración

es especialmente ostensible entre algunos krausistas como Gumersindo de Azcarate

o Giner de los Ríos. A este respecto véase: CACHO VIU, V., La Institución Libre de

Enseñanza, Madrid, 1962.

3 FAUS SEVILLA, P., «La España finisecular vista por Benito Pérez Galdós y Emilia Pardo

Bazán», en Actas del V Congreso Internacional de Estudios Galdosianos, 1993,

pp.185-203.

4 Entre la amplia bibliografía general consagrada a la Generación de 1898, cabe destacar

los estudios ya clásicos de:

- BAROJA, R., Gente de la Generación del 98, Barcelona, 1952.

- BLANCO AGUINAGA, C., Juventud del 98, Madrid, 1970.

- DIAZ PLAJA, G., Modernismo frente a 98, Madrid, 1951.

- FERNÁNDEZ ALMAGRO, M., En torno al 98, Madrid, 1948.

- FOX, E. I., La crisis intelectual del 98, Madrid, 1976.

- FRANCO, D., España como preocupación, Madrid, 1960.

- GRANJEL, L., Panorama de la Generación del 98, Madrid, 1959. Baroja y otras figuras

del 98, Madrid, 1960.

- GULLÓN, R., La invención del 98 y otros ensayos, Madrid, 1969.

- JESCHKE, H., La Generación de 1898 en España, Madrid,1945.

- LAIN ENTRALGO, P., La Generación del 98, Madrid, 1945.

- LÓPEZ MORILLAS, J., Hacia el 98, Barcelona, 1972.

- PÉREZ DE LA DEHESA, R., El pensamiento de Costa y su influencia en el 98, Madrid,1966.

- SENDER, R., Los noventayochos, Nueva York, 1961.

- SHAW, D. L., La Generación del 98, Madrid, 1978.

- TIERNO GALVÁN, E., Costa y el regeneracionismo, Barcelona, 1961.

- Varios, La crisis de fin de siglo, Barcelona, 1974.

5 ALMIRALL, V., (1841-1904), L’Espagne telle qu’elle est, 1886.

- GENER, P., (1848-1920), Herejías, 1887.

- SÁNCHEZ TOCA, J., (1852-19), La crisis agraria en Europa y sus remedios en España,

1887.

- MALLADA, L., (1841-1921), Los males de la patria y la futura revolución española.

Consideraciones generales acerca de sus causas y efectos, 1890.

- COSTA, J., (1846-1911), Colectivismo agrario en España, 1898.

- PICAVEA, M., (1847-1899), El problema nacional: hechos, causas y remedios, 1891.

- AZCÁRATE, G. de, (1840-1917), El régimen parlamentario en la Práctica, 1892.

- UNAMUNO, M. de, (1864-1936), En torno al casticismo, 1895.

316

- SALILLAS, R., «Estudio sobre el submundo criminal» en Hampa, 1898.

- GANIVET, A., (1865-1898), Idearium español, 1898.

Como puede observarse por las fechas de nacimiento, la mayoría de estos escritores

pertenecen a la generación de 1868.

6 Boletín Mensual de Sanidad. Publicación de la Dirección General de Sanidad desde

1888.

- REVENGA, R., La muerte en España. Estudio estadístico sobre la mortalidad, Madrid,

1904.

- JIMENO AGIUS, J., La natalidad y la mortalidad en España, Madrid, 1883.

- COMENGE Y FERRER, L., Mortalidad infantil en Barcelona según las clases sociales,

Barcelona, 1900.

7 LÓPEZ PIÑERO, J. M., El saber médico en la sociedad española del siglo XIX en Medicina

y Sociedad en la España del siglo XIX, Madrid, 1964.

- Íd. «El testimonio de los médicos españoles del siglo XIX acerca de la sociedad de su

tiempo. El Proletariado industrial», en Medicina y sociedad...

8 Teodoro Golfín, famoso médico oftalmólogo de Marianela de Galdós es uno de los

personajes más importantes de la novela. Otro tanto ocurre con el joven Alejandro

Miquis de El Doctor Centeno.

En la novelística de E. Pardo Bazán destacan Máximo Juncal, el interesante médico

rural de Los Pazos de Ulloa y Madre Naturaleza y el doctor Moragas, figura extraordinariamente

atractiva que aparece en La Diedra Angular, Doña Milagros y Memorias de un

solterón. Según la autora este personaje está extraído de la realidad.

Sobre la valoración de la figura del médico por parte de la sociedad, véase : GARCÍA

BALLESTER, L., El testimonio de la sociedad española en el siglo XIX acerca del médico

y su actividad, en Medicina y sociedad...

9 FAUS SEVILLA, P., en Epidemias y sociedad en la España del siglo XIX. El cólera de 1885

en Valencia y la vacunación Ferrán, en Medicina y sociedad...

- El cólera en Valencia en 1885. Memoria de los trabajos realizados durante la epidemia.

Presentado por la Alcaldía al excelentísimo Ayuntamiento en nombre de la Junta

Municipal de Sanidad, Valencia, 1886.

10 Sobre la situación de los obreros y las condiciones sanitarias de sus casas, lugares de

trabajo e incidencia de las enfermedades véase:

- SALCEDO GINESTAL, E., Higiene de las industrias y con especialidad de las de España,

Madrid, 1895.

- Íd. - Higiene y Patología del obrero, Madrid, 1902.

- Íd. - Estudios elementales de higiene industrial. Directorio de los patronos en la

higienización de las industrias, Madrid, 1904.

- MAMBIEL Y SALGADO, R., Higiene popular. La cuestión obrera en España, o estado de

nuestras clases necesitadas y medios para mejorar su situación, Santiago, 1885.

- BAGLIETTO, M., Influencia de la higiene industrial en el progreso y bienestar de la clase

obrera, Madrid, 1892.

- BELMAS, M., La crisis del trabajo y los obreros de Madrid, Madrid, 1893.

- SANTIAGO, A. C. de, La higiene de las profesiones, La Coruña, 1891.

- VALENTÍ VIVÓ, J., Profilaxis profesional, Barcelona, 1892.

317

Sobre la vivienda, trabajo infantil, etc.:

- APRÁIZ Y SÁENZ DE BURGO, La vivienda del pobre; su influencia en la salubridad pública

y necesidad urgente de mejorar sus condiciones higiénicas, Vitoria, 1893.

- BERTRAN RUBIO, La habitación del obrero..., Barcelona, 1896.

- HERNÁNDEZ IGLESIAS, Construcción de viviendas higiénicas y económicas para obreros,

Madrid, 1890.

- SERRANO FATIGATI, Alimentos adulterados y defunciones. Apuntes para el estudio de la

vida obrera en España, Madrid, 1893.

- BALAGUER OROMÍ, El trabajo de los niños. Necesidad de limitarlo..., Barcelona, 1889.

- DIAZ DE QUINTANA, A., El niño obrero. Apuntes de higiene y educación, Madrid, l887.

- PESET Y CERVERA,V., La miseria, sus causas y remedios, Valencia, 1884.

- MOLINER, F., Liga Nacional contra la tuberculosis y de socorro a los físicos pobres.

Proyecto de estatutos y reglamento, Valencia, 1899.

- BOTELLA MARTÍNEZ, J., De la asistencia a la embarazada pobre en Madrid, Madrid,

1903.

- LARRA CEREZO, Los convalecientes proletarios en España, Madrid, 1899.

11 Refiriéndose a las grandes transformaciones de Madrid escribe Galdós por boca de uno

de sus personajes: “Mis primeras impresiones fueron de grata sorpresa en lo referente

al aspecto de Madrid, donde yo no había estado desde los tiempos de González Bravo.

Causabanme asombro la hermosura y amplitud de las nuevas barriadas, los expeditivos

medios de comunicación, la evidente mejora en el cariz de los edificios, de las calles y

aún de las personas, los bonitísimos jardines plantados en las antes polvorosas plazuelas,

las gallardas construcciones de los ricos, las variadas y aparatosas tiendas, no

inferiores, por lo que desde la calle se ve, a las de París o Londres, y, por fin, los

muchos y elegantes teatros para todas las clases, gustos y fortunas. Esto y otras cosas

que observé despues en sociedad, hicieronme comprender los bruscos adelantos que

nuestra capital habia realizado desde el 68... Lo Prohibido, I, C.I,p.6

Otras ciudades españolas muestran transformaciones importantes. Entre éstas destaca

Barcelona, cuya riqueza, fruto del desarrollo industrial y comercial, será exhibida

en la magnífica Exposición Internacional de 1888.

12 COSTA, J., Ologarquía y caciquismo como la forma actual de Gobierno en España:

urgencia y modo de cambiarla, 1901.

13 Pereda hace la crítica de la política de la Restauración en Pedro Sánchez y de las clases

altas madrileñas en La Montálvez. Análoga crítica de las clases altas madrileñas nos la

ofrecen Palacio Valdés en La espuma y el padre Coloma en Pequeñeces.

14 PÉREZ GALDÓS, B., La Desheredada, Madrid, 1890, vol 1, cap.XII, pp.206-207.

15 Íd. -El amigo Manso, Madrid, 1882, pp.71-72.

16 Referidas a este aspecto existen varios testimonios del autor expresados por el protagonista

de Lo Prohibido: “Observé que sus ideas religiosas venían a ser poco más o

menos como las mías, débiles, tornadizas, convencionales y completamente adapatadas

al temperamento tolerante, a este pacto provisional en que vivimos para poder vivir.”

1, C.IV, p.76.

17 Lo Prohibido, Madrid, 1885, vol.I,cap.III, p.61.

18 En carta fechada el 16 de junio de 1887, E. Pardo Bazán escribía a Galdós: “¿conque

Feijoo es personaje representativo en algún modo del autor? No lo había sospechado“.

Archivo de Galdós en la Casa Museo de Las Palmas de Gran Canaria.

318

19 José Ferreras, zamorano, gran periodista dirigió varios periódicos. De muy sensato

talento político fue hombre de confianza de Prim primero, después de Sagasta. Su

fidelidad fue recompensada llegando a desempeñar el Gobierno civil de Salamanca y

la Dirección General de Obras públicas. Para más datos relacionados con Galdós véase:

ORTIZ-ARMENGOL, P., Vida de Galdós, Barcelona, 1995.

20 Lo Prohibido, 1, X, p.159.

21 La Incógnita, Madrid,1889, p.43.

22 Para la relación amorosa entre Galdós y Doña Emilia véase: BRAVO VILLASANTE, C.,

Vida y obra de Emilia Pardo Bazán, Madrid, 1973; PARDO BAZÁN, E., Cartas a

Galdós, Pról. y ed. por C. Bravo Villasante, Madrid, 1978; ORTIZ-ARMENGOL, P., op cit.

Con mayor extensión trato el tema en mi libro Emilia Pardo Bazán y su época, próximo

a publicarse.

23 Demuestra la identificación del escritor con el desarrollo de las dos novelas, la total

coincidencia cronológica de los hechos narrados y la redacción de estas. Especialmente

este hecho se patentiza en La Incógnita. En ella, las fechas de las cartas escritas por

el protagonista a su amigo coinciden con las fechas con que empieza y acaba la novela,

noviembre de 1888 y febrero de 1889.

24 Ángel Guerra está fechada en 1891, Nazarín y Halma en 1895 y Misericordia en 1897.

25 La Incógnita, pp.28-30.

26 PARDO BAZÁN, E., Cartas a Galdós, p.81.

27 La Incógnita, p.178.

28 SECO SERRANO, C., Alfonso XIII y la crisis de la Restauración, Barcelona, 1969.

29 El ejemplo más inmediato, anterior a Emilia Pardo nos lo ofrece el partido La Unión

Liberal, surgido trás la revolución de 1854.

30 Hasta 1894 Unamuno colaboró activamente en el Semanario socialista La lucha de

clases de Bilbao. Desde Salamanca escribía a un corresponsal: “Yo hago propaganda

francamente socialista desde un periódico de aquí”. Cita de BLANCO AGUINAGA, C., en

Juventud del 98, Madrid, 1970, p.55. El 31 de mayo de 1895 Unamuno escribía a

Clarín: “Sueño con que el socialismo sea una verdadera reforma religiosa, cuando se

marchite el dogmatismo marxiano”. Epistolario a Clarín. Madrid, 1941, p.53. Véase:

SHAW. D., La Generación del 98, Madrid, 1978.

31 La España Moderna (1889-1914). Fue fundada y dirigida por José Lázaro Galdeano en

1889 bajo la inspiración y ayuda de Emilia Pardo Bazán. Durante los 25 años de extencia,

y gracias a contar con la colaboración de las personalidades más destacadas dentro

del mundo de las Humanidades, llevó a cabo una extraordinaria labor de renovación

de la cultura española.

32 Este es el tema principal de su ensayo “De regeneración en lo justo” de 1898. SHAW,

D., op cit., p.78.

33 La evolución ideológica es radical pero lenta. Es fruto de las distintas influencias que va

recibiendo a lo largo de su vida. En 1910 aún se considera socialista. La posterior

influencia del socialismo gremialista inglés se reflejará en La crisis del humanismo

(1920). La influencia de Nietzsche y el contacto con la hispanidad durante su estancia

como embajador en Argentina, le acerca a los tres grandes mitos de la cultura española

Don Quijote, Don Juan y la Celestina (1928) La vivencia del mundo de los Estados

Unidos le conducirá a la Defensa de la Hispanidad (1934). En esta obra sintetiza su

nueva postura ideológica anclada en los valores tradicionales de España

(catolocismo,autoridad,imperio...). MAINER, C., Modernismo y 98, Barcelona, 1979.

34 La evolución de Azorín es menos llamativa, aunque no menos real. Pasa del “anarquismo

literario” en frase de Clarín hacia posturas más conservadoras en las que se enlaza

319

la ”educación de la sensibilidad literaria, la alianza de la inquietud nacionalista-radical

y las formas del pensamiento conservador” MAINER, op.cit., pp.376-377.

35 Antes de producirse el auge de la pintura social tan prodigada en los años de 1890 y

con la que concluye la pintura histórica, se ha prodigado la pintura de género descrita

por Galdós en La Incógnita. El protagonista al referirse a la pintura que adorna la casa

de Augusta escribe: allí no verás más que pinturas frescas, nuevecitas... escenas andaluzas

o madrileñas. Tipos gitanescos... majas y además paisajes”, pp.91-92.

36 Antonio Machado Ruiz (1875-1939) era nieto de Antonio Machado Núñez (1812-1895),

doctor en Medicina, en Ciencias Naturales, Farmacia y Filosofía y Letras, fue catedrático

y Rector de la Universidad de Sevilla. Del partido progresista tomó parte activa en

la revolución de 1868 y después desempeñó los cargos de Gobernador y Alcalde de

Sevilla. Fue amigo de Sanz del Río y de los miembros de la primera generación de

alumnos krausistas, especialmente de Giner. En 1883 pasó a la Universidad de Madrid

en donde desempeñó el Decanato de la Facultad de Ciencias Naturales. Su único hijo

fue Antonio Machado Álvarez (1848-1892),padre del poeta, se licenció en Derecho y

Filosofía y Letras en la Universidad de Sevilla. Aunque ejerció como abogado, su vocación

le llevaba por otros rumbos. Desde 1878 enpezó a publicar el Folklore andaluz

que continuó hasta 1888 con el título de Biblioteca de Tradiciones Populares. Cuando

su padre marcha a Madrid en 1883, le acompaña para que sus hijos puedan estudiar

en la Institución Libre de Enseñanza. Tía del poeta era María Machado con la que

estuvo a punto de contraer matrimonio Francisco Giner. Para más datos véase: CACHO

VIU, La Institución Libre de Enseñanza, Madrid, 1962. Muchos más datos ofrece JIMÉNEZ

LANDI, La Institución Libre de Enseñanza, Madrid ,1973, v.I. Para María Machado: FAUS

SEVILLA, P., Semblanza de una amistad. Epistolario de González de Linares a F. Giner

de los Ríos, Santander, 1986.

37 Recuérdese entre análogos fenómenos culturales la actitud de los jóvenes románticos

de principios del siglo XIX con respecto a la generación clasicista anterior. Reacción

similar la protagonizan los realistas y naturalistas con respecto a los últimos representantes

del romanticismo.