LA MULA Y EL BUEY. CUENTO DE NAVIDAD
COMO EJEMPLO DE LA LITERATURA INFANTIL
DE FIN DEL SIGLO PASADO Y LA PRUEBA DE
ADAPTARLO A ESTE FIN DE SIGLO
María Filipowicz-Rudek
La idea de este artículo nació en unas circunstacias muy específicas, ya
que es el fruto de la prueba de medirme con la traducción de uno de los
preciosos ejemplos de la narrativa galdosiana, como lo describe Baquero-
Goyanes (1949) “uno de los más bellos cuentos de niños de nuestra literatura
del siglo pasado” que es La mula y el buey. Cuento de Navidad de
Benito Pérez Galdós. Fue la intención de enfrentarme con la traducción
muy especial que trata el original (el cuento galdosiano) como ejemplo de
la literatura infantil y por lo tanto intenta conseguir -en el acto de la
recodificación del texto original- el texto analógico en polaco, teniendo en
cuenta que el destinatario y el receptor del texto traducido es el niño. Al
tener el niño como el destinatario de la obra significa estar de acuerdo con
las más importantes tendencias en la aproximación contemporánea a la
educación infantil. Teniéndolo como receptor, significa atraer la atención
del niño o del adulto -su consejero- por medio de las ilustraciones, de una
atractiva presentación gráfica, en otras palabras el éxito editorial: comprendido
como la posibilidad de editar el libro.
Para entender mejor el problema que plantea mi artículo, vale la pena
recordar en pocas palabras el argumento del cuento La mula y el buey.
La historia comienza con la muerte de una niña de tres años, Celinina.
Junto al dolor desconsolado de la madre y del padre, siente este último
un remordimiento muy agudo al no haber regalado a su hija una mula y un
buey para el Nacimiento de Navidad. Al buscar la procedencia de este
remordimiento, el narrador vuelve al momento en que la niña cae enferma,
y reconstituye sus últimos días. Esto ocupa los primeros cinco capítulos,
el sexto funciona como gozne entre el plano real-natural y el fantástico:
la única mujer que velaba el cadáver de Celinina se duerme, entonces
la niña se incorpora, le nacen unas alas y se marcha volando. Los dos
capítulos siguientes actúan como prepararación e introducción del segundo
escenario: el Nacimiento en una de las ricas casas madrileñas. En el
noveno y en el décimo los angelitos alborotan en el nacimiento, jugando
4.1-15
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con las figuritas y, cercano el día, vuelan al Cielo; en el trayecto convencen
a Celinina para que regrese un momento a devolver la mula y el buey que
ha tomado. Por último, en el capítulo undécimo, entre las manos del cadáver
de la niña aparecen una mula y un buey de barro.
La literatura infantil contemporánea sería, pues, el punto de referencia
para el cuento galdosiano que por una parte posee cierto valor literario y
por otra parte es un libro dedicado al público infantil, creado hace sólo un
siglo y a la vez hace tanto como un siglo.
Intentemos pues, por esta razón, echar un vistazo a la situación de la
literatura infantil de finales del pasado siglo y del presente, concentrándonos
sólo en algunos aspectos de este fenómeno.
Por lo general a lo largo del siglo XIX y a principios del siglo XX, hay que
destacar dos corrientes en la literatura infantil (Cieslikowski, 1981). Una
ostensiblemente didáctica y moralizante, en la que cuesta rastrear estilo y
lenguaje propios, ya que carecía de aliento y ambición literaria. Ésta superaba
decididamente, por la cronología y por la cantidad de sus manifestaciones,
las obras que hoy consideramos de alto valor literario.
A la otra corriente pertenece la literatura no dedicada a los niños, la que
no ha sido escrita especialmente para ellos, es decir la literatura para adultos,
dada a conocer a los niños, gracias a que ha sido incorporada en
varias antologías para el público infantil. Se puede clasificarla como literatura
ganada por los niños, recuperada por ellos (Cervera, 1991). La voluntad
literaria se separa de la pedagógica, aunque a lo largo del siglo XIX
muchas de las producciones literarias para niños están impregnadas de
fuerte didactismo y moralismo, hasta el punto de eclipsar en gran medida
sus valores literarios.
El siglo XX ha traído el cambio definitivo respecto a esta situación junto
con la revalorización de la institución escolar. Si hemos de creer a Juan
Cervera (1991) “los educadores reivindican el libro para niños tras la Segunda
Guerra Mundial, en un momento en que el mito de la escuela, como
el único medio de acceso al saber y al aprendizaje de la vida, comienza a
socavarse. Se toma clara conciencia diferenciadora entre lo didáctico y lo
literario. Puede decirse que el libro infantil pasa a integrarse y potenciarse
dentro de la otra escuela o escuela paralela. Y aunque en buena proporción
los promotores de este auge del libro infantil sean educadores, buscan
alejarlo del libro de clase, del libro didáctico, y persiguen el tratamiento
literario”.
Por otra parte, el final de nuestro siglo se enfrenta al hecho extraordinariamente
inquietante de la dominación de los medios audiovisuales, tiene
lugar, pues, una simplificación profunda de la literatura infantil, que se
manifiesta mediante la simplificación y esquematización de la referida pro322
blemática, mediante la simplificación lingüística, no sólo a escala lexical o
gramatical, sino también metafórica. No sólo se realiza la adaptación de la
literatura para adultos de diversas formas, sino también, lo que es más
agravante, de la misma literatura infantil, por ejemplo las adaptaciones de
Winny the Pooh de A.A. Milne, de Pinocho de Collodi y hasta la traslación a
un final feliz, para citar un ejemplo, en los cuentos de Andersen o de los
hermanos Grimm. El proceso sólo logra un efecto empobrecedor del lenguaje
del niño y una limitación de la estimulación creativa en la imaginación
del jóven lector y crea falsas imágenes, por no decir que cambia los
canones literarios y culturales. Como nos asegura Crista Meves (1978): “si
se introduce a los niños antes de tiempo en las formas de vida del adulto
moderno... fijándolos apresuradamente en cierto sentido al realismo de lo
superficial, se estarán cegando de modo con frecuencia irrecuperable los
manantiales de la fantasía, de la intuición creadora, de la creatividad, provocando
un empobrecimiento del ser humano”.
Otro de los aspectos, de nuestro especial interés, es el cambio de problemas
y temas presentes en la literatura infantil durante el siglo XIX y el
presente siglo. Se refiere ante todo a los cambios que consisten en la
desaparición o incluso en el tratamiento sobre temas tabúes de situaciones
vivenciales difíciles, tristes, dramáticas y trágicas, en especial la muerte.
Sin embargo, la literatura infantil del siglo XIX no elude esta problemática,
la trata de la forma más natural, basta con mencionar los cuentos de
Andersen, de los hermanos Grimm o el caso más extremo, el muy conocido
por todos y traducido a varias lenguas Der Struwwelpeter de Heinrich
Hoffman. Los autores de hoy, o más bien la crítica de hoy tienen miedo de
“asustar a los niños” e incluso se suele condenar los textos que, según
ellos, intentan con su problemática, pasar el límite de edad. Uno de los
ejemplos más destacados es la polémica que se entabló en Francia en
torno al libro de Michel Déon Tomas y lo infinito, cuyo tema central es el
sufrimiento y la muerte de un muchacho y que plantea los problemas más
esenciales de la vida.
La prueba de traducir con éxito editorial, ahora al cabo de un siglo y en
vísperas de la llegada del nuevo siglo, el precioso cuento de Galdós La
mula y el buey se enfrenta por una parte con todos los problemas y fenómenos
ya mencionados y por otra con lo específico de la tradución donde
el destinatario es el niño, es decir, con el aspecto funcional de la traducción.
Stanislaw Baranczak en su ensayo Rice pudding o kaszka manna (1992)
describe y clasifica las señales que debe respetar el traductor de literatura
infantil. El niño, según él, no puede disfrutar suficientemente de los valores
artísticos y educativos de un libro si el mundo representado en él, le es
completamente ajeno, y no se refiere a sus propias experiencias. Hay que
señalar que no se trata de la representación fantástica del mundo, al que
la imaginación del niño, sin duda, tiene acceso más fácil que la de cual323
quier adulto, sino de la representación que, por estar fuertemente vinculada
con el lugar, tiempo, costumbres, o relaciones sociales ajenos al joven
receptor, exigiría para su desciframiento, demasiadas aclaraciones, tales
como estrategias explicitativas (Klaudy, 1996) transposiciones enriquecedoras
(Jäger, 1975) o simplemente notas.
En otras palabras, el traductor debe intentar evitar la situación en la que
la realización de la función cognoscitiva eclipsaría otras funciones del texto,
como la función emotiva o, tan importante, la función literaria-poética.
Dado todo lo anterior el traductor se ve obligado a servirse de varios
tipos de estrategias adaptativas en el proceso de recreación, recodificación
a su propia lengua de este tipo de texto, provisto además de valor literario.
Más adelante me concentraré en mostrar los tipos de transformaciones
hipotéticas que podría padecer el texto de la traducción de La mula y el
buey de Benito Pérez Galdós e intentaré ofrecer una respuesta a las preguntas
cuáles son los límites de aquellas transformaciones y hasta qué
punto estas transformaciones siguen siendo beneficiosas.
Las estrategias adaptativas se realizarán en tres niveles, mostrados en
el siguiente esquema:
1) Adaptación en el nivel del contexto cultural: abarcaría las transformaciones
semióticas -dentro de los dos códigos culturales polaco y español-
por lo que se refiere a algunos elementos de la realidad navideña:
1.1. La mula y el buey - en polaco funcionan como el asno y el buey
1.2. Las figuras características del nacimiento español, ausentes en la
realidad polaca como: el guardia civil, el chico que vende el periódico La
Correspondecia, la vieja que vende buñuelos o la castañera exigirían la
sustitución por las del nacimiento característico para la cultura polaca
1.3 El menú navideño: mazapán, peladillas, turrón, besugo, pavo, abundancia
de naranjas etc. exigirían la sustitución por los platos análogos del
menú polaco.
Merece la pena señalar que hay un elemento del contexto cultural español
que puede funcionar tal como funciona en el original. Se trata de la
costumbre de los ángeles (es decir el jugar con los nacimientos). En este
caso, el elemento reconocible de la cultura española, actúa simultáneamente
en el plano natural-real del original galdosiano y en su plano sobrenatural.
Al poder funcionar como elemento fantástico, no exigiría ningunas
adaptaciones ni aclaraciones, porque, como ya hemos dicho lo fantástico
es bien accesible a la imaginación del joven lector.
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2) Adaptación en el nivel del lenguaje que abarcaría las transformaciones
intralingüales (2.1) en relación a la creatividad del lenguaje galdosiano
y transposiciones estilísticas (2.2) en relación a la emotividad y expresividad
de su estilo.
2.1. El lenguaje infantil, empleado por el autor dos veces:
- Las palabras de la pequeña protagonista Celinina: “pa mi” que es
para mí (p.160)
- El recuerdo del lenguaje propio de Celinina, que “llamaba al sombrero
tumeyo y al garbanzo babancho” (p.142)
2.2 Los elementos descriptivos de carácter naturalista, con las que
describe el autor el cadáver de la niña muerta, que pueden resultar demasiado
reales y por eso macabros para el joven lector hoy:
- “enfriáronse sus miembros y quedó rígida y dura como el cuerpo de
una muñeca” (p.139),
“las heladas mejillas de la pobre niña” (p.141),
“el espectáculo de la misma criatura moribunda” (p.143),
“pidió a su padre [...] con un grave murmullo que no parecía venir ya
de lenguas de este mundo”(p.149),
“la linda Celinina fue un gracioso bulto, inerte y frío como mármol,
lanco y transparente como la purificada cera que arde en los altares”
(p.150),
“el precioso cadáver de Celinina” (p.161),
“apretando en sus frías manecitas” (p.161)
3. La adaptación en el nivel del contexto socio-temporal se basaría en:
- Tranformaciones estilísticas y transposiciones de reducción empleadas
con el fin de disminuir la función emotiva - expresiva de los fragmentos
del texto, los primeros seis capítulos del cuento, que constituyen el
plano real de la obra y los que describen de modo muy naturalista el momento
de la muerte de la niña, el dolor inconsolable de sus padres, el
proceso de vestir del cadáver de Celinina, el colocarlo en el caja fúnebre,
la costumbre del velorio junto al cadáver, esta última casi desconocida en
la actualidad, por lo menos a los niños en Polonia.
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El esquema propuesto tiene como objetivo el deseo de señalar las direcciones
hacia las que llega la literatura infantil a finales de este siglo.
Si los dos primeros tipos de procedimiento de adaptación presentados
por mí intentan salvar la función literaria, expresiva del cuento de Galdós,
pese a que pierde al mismo tiempo una parte muy importante e integral de
su naturaleza, la cual es por demás su contexto geográfico-cultural que
pueda ayudar al joven lector a reconocer otro mundo que el suyo propio,
ampliar sus horizontes, a despertar su curiosidad y sensibilidad, luego el
tercer tipo de transformaciones, el que aparentemente se acerca a salvar
la obra mediante la presencia de Galdós en el mercado editorial, tiende en
realidad a restarle valores al cuento, no sólo sus valores literarios sino
ante todo también a su autor.
¿Existe pues la posibilidad de salvar para el niño contemporáneo el
cuento bello y conmovedor de Benito Pérez Galdós La mula y el buey?
Soy de la opinión de que existe esa oportunidad.
En actualidad se discute mucho sobre el tema de la renovación de la
literatura infantil y ante todo sobre el tema de elaborar otra, distinta de la
de ahora, formación de la sensibilidad e imaginación del niño. Tove Jansson
(1978) en su ensayo Seguridad y temor en los libros infantiles dice: “que el
temor también sea soledad en los libros para niños, pero ellos deben dejar
la sensación de consuelo”. Una opinión similar comparte Janine Despinet
(Kuliczkowska, 1978) al hablar de la necesidad de “romper el tabú de la
muerte” en la literatura infantil. De esta manera surgen libros que no eluden
esta difícil problemática. Basta mencionar los libros de Ferenc Molnar,
St. Exupéry, Michel Déon o los cuentos de Ana María Matute.
Pienso que la oportunidad para la buena literatura infantil de finales del
siglo pasado constituye hoy una situación paradójicamente parecida a la
del siglo anterior. Tratemos esa literatura antigua, hoy aparentemente fuera
de moda, sin violar sus estructuras perfectas, las cuales, a mi modo de
ver, serán capaces de despertar el interés de los pequeños lectores mediante
la fuerza de su expresión artística, metafórica y emocional. Entonces,
los niños que se sentirán tratados seriamente, la recuperarán, sin
duda, la ganarán, como hizo mi propio hijo de 5 años quien fue el primer
lector de mi traducción de La mula y el buey, si les permitimos acercarse
a estos textos.
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BIBLIOGRAFÍA
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