PASADO, PRESENTE Y FUTURO DE LA PRENSA

EN AMADEO I

Pilar García Pinacho

Desencanto. Decepción. Éste es el triste nexo entre la Historia que narra

Galdós en Amadeo I y el momento que está viviendo cuando lo escribe. La

imagen de la Prensa, como siempre, espejo ejemplar y, a veces, casi

esperpéntico de la realidad galdosiana, simplifica de manera bastante gráfica

su espíritu presente que huye como un fantasma hacia el pasado.

No creemos descubrir nada nuevo al decir que en los dos períodos el

Republicanismo es protagonista indiscutible del devenir político y social

del país: en los dos momentos históricos la República es una posibilidad.

En 1868, las fuerzas de los grupos políticos más diversos se aunaron con

las voces unísonas de la Prensa, con la ilusión lozana y vehemente de los

estudiantes, con la esperanza de las clases sociales más castigadas y con

la indignación del Ejército. Todos juntos hicieron posible lo que se vio en

todo el mundo como una Revolución esperanzadora. Una Revolución que,

creían, tenía que tener un final feliz, el advenimiento de la República.1

Sin embargo, tras la euforia del triunfo de la Gloriosa, a la grave situación

heredada se empiezan a sumar cuestiones tan trascendentales como

la insurrección cubana o los primeros alzamientos locales, surgidos éstos

por la disolución de las Juntas revolucionarias. Las nuevas Cortes dan un

paso atrás al promulgar la Constitución del 69 que establece que el nuevo

régimen sería la Monarquía y la consiguiente Regencia, la de Serrano con

Prim de Primer Ministro, con el lógico desencanto, traducido en sublevaciones,

de un importante sector de republicanos. Los casi dieciséis meses

que duró la Interinidad, hasta que en noviembre de 1870 fue elegido

Amadeo I, enfriaron y erosionaron muchas de las ilusiones que hicieron

posible que Isabel II fuera derrocada: unionistas, progresistas y radicales

forman gobiernos que desgastan sus energías en normalizar una Monarquía

sin monarca y los carlistas ven cómo su pretendiente es rechazado. El

asesinato de Prim, el hombre que hizo posible que el saboyano ciñera la

Corona de España, fue un golpe que remató la política radical militar. El

rey extranjero no pudo más que abdicar y dejar paso a la República, cuyos

cuatro presidentes lucharon militarmente, desde su minoría ideológica,

contra los carlistas que consiguen importantes éxitos en los campos de

batalla, lo que, a su vez, aprovechan los defraudados de las provincias

4.1-19

372

para erigirse en cantones independientes. Ante este desolador panorama,

Alfonso XII, aunque hijo de la odiada Isabel, es la única alternativa.

Galdós, en La Revista de España, lo veía así de claro:

Épocas de confusión hemos visto aquÍ; pero ninguna ha igualado a

la presente. Caminan los hombres sin norte ni guía por senderos

desconocidos: la tribuna, cuando existe, y la prensa siempre, no

son otra cosa que un pugilato de estériles altercados, en que se

disputa cuál de nuestras novísimas e improvisadas eminencias ha

de ser elevada para caer al día siguiente.2

Galdós amadeísta; Galdós republicano.

Estas últimas palabras, escritas por el joven canario, las podríamos aplicar

a la situación que él mismo vive casi cuarenta años más tarde. La

elección en cada uno de los casos es diferente. Antes había sido amadeísta

y ahora se declara republicano. La participación es equiparable: antes su

incansable pluma, su más poderoso recurso, se puso al servicio del rey

galantuomo a través de dos grandes periódicos: El Debate y La Revista de

España; ahora, lo que aporta a la República es nada menos que su fama,

por lo que su participación periodística no es necesaria, pero su nombre

va y viene, con el mismo efecto, con alabanzas o insultos, en todos los

medios periodísticos.

Podríamos criticar a Galdós esta falta de coherencia, como lo hicieron

tantos,3 si pensáramos que su espíritu estuvo con el apodado Macarroni

primero y con gente como Melquiades Álvarez o Pablo Iglesias después.

Pero no es así, su espíritu siempre estuvo al servicio de su más verdadera

y profunda idiosincrasia: el Equilibrio, la Paz y el Progreso. Políticamente lo

podríamos traducir en Posibilismo, en definitiva, en Realismo. Defender la

República en 1870, como lo hace mientras lo relata en 1910, hubiera sido

defender el caos, el federalismo más feroz que tantos posibles facilitó a la

Revolución. En esta encrucijada, Galdós prefiere la gobernabilidad de un

rey extranjero dada por el consenso.

Esta circunstancia no es una prueba concluyente para poder decir que

no era republicano. Por el contrario, Galdós era gran conocedor y admirador

de las repúblicas clásicas. Sin embargo, no consideraba que las masas

republicanas de 1870 quisieran esta forma de gobierno tan depurada.

Estas masas estaban constituidas, entre otros, por los grupos feroces que

en provincias dieron el triunfo a la Gloriosa. Al margen de otros testimonios

españoles, los observadores extranjeros que nos visitaron en aquellos

tiempos vertiginosos apreciaban que el pueblo llano republicaneaba y

anhelaba la república federal. Galdós, entonces, se pone al frente de la

bandera periodística de un rey ostensiblemente odiado, sentimiento que

hacen constar incluso sus más adeptos, como Edmundo de Amicis.4

373

Quizás este sea el motivo de que, casi cuarenta años más tarde, ponga

en labios de su personaje Tito, uno de los que más se han identificado con

su creador, las siguientes palabras: “Escribo fácilmente, ajustándome a las

ideas que se me piden. Escribo en republicano, en conservador y hasta en

neo si fuese menester”. Sin embargo “Dentro de mí -continúa- quedan mis

convicciones inalterables”. Y concluye tajante: “Vendo por un pedazo de

pan mis tiradas de prosa política; mis ideas no las vendo por ningún tesoro”.

5

Galdós y Tito, periodistas.

Por otro lado, el análisis de la Prensa en esta novela refuerza esta misma

idea: los elevados sentimientos del joven periodista, Tito-Galdós. La Prensa,

además de instrumento aglutinador y cosmovisionario, desempeña un

papel determinante en la configuración del contexto histórico y en la creación

de personajes. En Amadeo I esta circunstancia se descubre con especial

trascendencia en tres vertientes, puesto que: primero, Galdós era periodista

en la época que narra; segundo, era amigo y compañero de fatigas

de muchos de los más de cuarenta periodistas que menciona; y, tercero,

era conocedor de los entresijos de la Prensa.

Su faceta de periodista, como ya hemos mencionado, no es en absoluto

despreciable. Cuenta hasta la época que narra con una voluminosa colaboración

en periódicos de la talla de La Nación, de la calidad de La Revista

del Movimiento Intelectual de Europa, de la profesionalidad de Las Cortes

y del renombre de Las Novedades, hecho este último que se constata en el

número del 17 de enero de 1868 en el que se anuncia, en la primera

página, que abandona la redacción de “este periódico”, entre otros, “Don

Benito Pérez Galdós”, lo que indica una relación regularizada entre el periódico

y el novelista.6

Estas colaboraciones más o menos regulares, más o menos conocidas,

culminan con la colaboración, ya en el reinado de Amadeo, en La Ilustración

de Madrid, con la dirección de El Debate, la bandera amadeísta, y

colaboración y luego dirección de La Revista de España.7

No nos parece exagerado decir, por tanto, que Galdós era por aquel

entonces y, sobre todo, Periodista. No era un gran empresario como

Albareda, Calvo Asensio, Nilo Fabra o Manuel Santa Ana, pero sí era tan

profesional como Juanito Valero de Tornos, Edmigio Santamaría, Ducazcal

y otros muchos menos conocidos. Este hecho nos lleva a concluir que el

autor de Amadeo I era un perfecto conocedor de los periódicos de su

época y, conocedor también cómo no, de los círculos periodísticos y de

los periodistas. Además de sus amistades personales, como poco a través

de su trabajo de cronista de Las Cortes, fue compañero y, algo más, camarada,

en el hervidero de la tribuna de periodistas del Congreso. Más aún,

en 1871, los periodistas españoles formaban ya una gran familia que, al

374

margen de sus irreconciliables luchas políticas, se agrupaban al unísono

como Institución. Prueba de ello es que en un acto de hermanamiento con

Portugal aparecen en la misma mesa representantes de los medios más

distantes, desde las agencias, a El Debate, pasando por Las Novedades, La

Época, El Imparcial, El Cascabel o El Puente de Alcolea.8

Y, por otro lado, hasta el Sexenio Revolucionario la Prensa había sido un

juguete desaprovechado en manos de ilusionados idealistas, pero ahora

es, nunca mejor dicho, el Cuarto Poder: la Prensa también ha hecho posible

el triunfo de la Revolución. Galdós ya conocía el sabor de este nuevo

poder ejerciendo de “plumilla”, pero el ser director de un gran medio le da

una nueva y enriquecedora perspectiva: la de la manipulación y los más

profundos pecados y corrupciones de este poder.

Este hecho condiciona el desarrollo de la novela tanto como el de la

Historia Verdadera, hasta el punto de que tanto el protagonista de la novela,

Tito, como el de la Historia, Galdós, son periodistas, así como los personajes

más relacionados con ellos. Éste es el ambiente que el autor había

vivido y en el que se ha desenvuelto con perfecta soltura, tanta como

la de su personaje.

Prensa sinónimo de Ideología.

La Prensa es, pues, primero un espejo a través del cual el novelista mira

aglutinada y casi esperpénpentica9 la realidad de su momento histórico y

años más tarde vuelve a ella, a aquella prensa batalladora, como elemento

igualmente aglutinador y contextualizador imprescindible.

De esta forma, Galdós habla de ideologías a través de los periódicos y

los periodistas que las representan -no olvidemos que para Galdós “el

periódico también es el hombre”.10 Así que La Igualdad, La Ilustración

Republicana Federal, El Diario del Pueblo, La Discusión, El Tribunal del

Pueblo, son Mateo Nuevo, Sagasta, Pi y Margall, Roque Barcia, Rodríguez

Solís, Roberto Robert, Ramón Cala e, incluso, a veces, Tito y representan

al republicanismo; La Época y El Tiempo, con Juanito Valero de Tornos,

representan a los alfonsinos; La Iberia, como Llano y Persi, representa a lo

más “rabiosamente ministerial”11 y, en algunas ocasiones, se suman a los

ministeriales El Imparcial y La correspondencia de España. La Gaceta de

Madrid cruje al son de lo más radical, al son de Ruiz Zorrilla,12 como Las

Novedades; los neos y carlistas se iluminan con la luz de El Pensamiento

Español y La Regeneración son Nocedal, Uclés o Gabino Tejado;13 Las Novedades

es lo “monárquico radical”;14 y, por último, El Debate y La Revista

de España son sinónimos de amadeísmo, como lo son Albareda, Ferreras,

Rodríguez Correa o el propio Tito cuando los representa.

Aún así, insistimos que para Galdós, como para Tito, ser amadeísta o

escribir en El Debate no significa defender a Amadeo I, sino partir una

375

lanza en favor de la única opción que consideran sensata, posible y, hasta

cierto punto, pacífica.15 El espectro periodístico y político antes de que el

extranjero llegara estaba dividido de la forma siguiente: Absolutistas, a su

vez, divididos en carlistas puros y carlistas disidentes; Moderados, también

divididos en partidarios de Isabel II y partidarios de Alfonso XII; Conservadores,

repartidos en canovistas, ex-monpensieristas, fronterizos y progresistas

históricos; Radicales, separados en progresistas democráticos,

cimbrios, demócratas y economistas; y, finalmente, Republicanos, que son

unitarios, federales y socialistas, quienes aún se subdividen en socialistas

con la Internacional y socialistas sin la Internacional. Galdós éticamente

no puede apoyar esta sinrazón, este caos. Sólo puede colocarse del lado

de lo éticamente más correcto, al lado de la gobernabilidad. De hecho los

artículos de Tito en El Debate son calificados por Clío, por la Historia, de

“específicos de la conciliación”.16

Si atendemos a la más pura proporcionalidad, los periódicos y los periodistas

de los que más se habla son precisamente republicanos:17 Tito hace

calaveradas con “Córdoba y López, federal exaltado y escritor valiente”;18

“Edmigio Santamaría, furioso propagandista republicano”;19 “Mateo Nuevo,

otro que tal, revolucionario de acción“;20 Tito escribe en el “ardiente

periodiquillo El Tribunal del Pueblo”, con los anteriores y con Juan

Contreras;21 con Ramón Cala, Roque Barcia, Roberto Robert y Rodríguez

Solís, escribía gratis en La Igualdad y La Ilustración Republicana Federal;22

y habla de tú con Luis Blanc.23

Sin embargo, a lo largo de la novela Tito va abandonando estas simpatías

de la mano de Clío. Recordemos, además, que Clío es buscada febrilmente

por el personaje en la imprenta de la Gaceta.24 ¿Es por tanto el

órgano periodístico oficial lo que permanece, insistimos, la Historia, más

allá de los tiempos? ¿Más allá de los periódicos que cuentan “el caso a su

modo, y con el aderezo y la salsa que cada bandería suele gastar en sus

guisos”?25 Probablemente. El periodista inquieto se acerca así a posturas

más templadas como la de Valero de Tornos o estrecha lazos con Ferreras,

“el periodista más discreto y agudo de todos los tiempos, hombre que

sabía, cual ninguno, poner el dedo en la parte doliente de todo suceso

político y mostrar el daño que padecíamos”.26

Se acerca así a un periodismo más profundo y de calidad. Periodismo y

periodistas que tienen el peso cualitativo en la novela y que enlazan el

pasado, reinado de Amadeo, con el presente del escritor. Precisamente

son Ferreras, Correa y Albareda los más mirados por Tito-Galdós. A lo ya

dicho de Ferreras hay que añadir que del cubano señala que era “un espíritu

liberal metido en la armadura de un eclecticismo elegante y conservador,

como el de Albareda”27 y, de éste, ya de sobra conocido, dice, entre

otras muchas alabanzas, que lo admira “por su talento macho y por la

viveza con que percibía y atrapaba las ideas culminantes en cada día, y la

claridad con que veía la fase de razón de esta idea, la fase de oportunidad

376

y la fase de peligro”28 y resulta contundente cuando proclama que “para mí

era el periodista ideal”.29 No parece ser además casualidad el hecho de

que lo más admirado de estos tres periodistas sea su especial clarividencia

para analizar el presente y su, podríamos llamarlo, eclecticismo y talante

moderador, cualidades que Galdós siempre valoró excepcionalmente

en las personas de relevancia social, política y cultural, como lo había

probado en su “Galería de figuras de cera”,30 una de sus primeras colaboraciones

periodísticas juveniles.

Prensa sinónimo de Libertad.

Por otro lado, en los Episodios Nacionales, aún en los más distanciados

cronológicamente, aparece una constante y es lo que arrastra al Episodio

que nos ocupa hacia el Pasado. La Prensa es Pasado en Amadeo I porque

Galdós la ha concebido como consecuencia y parte del advenimiento del

liberalismo que tiene su primer destello en Cádiz (Cádiz), para continuar,

también con más voluntad que acierto, en el Trienio Liberal (La Fontana

de Oro, El siete de julio). Y la Prensa es el Presente en Amadeo I porque su

desarrollo y participación determinan, como ya hemos dicho, la novela y

la Historia. También fue presente de Galdós, pues aunque escribe los hechos

después de transcurridos cuarenta años, la Prensa que presenta es la

que el más conoce, la de la época que narra, en la que él era un periodista

más de los que pululaban por las redacciones de aquellos periódicos que

derramaban ríos de tinta en terribles contiendas.

Así, en las cuarenta y seis novelas que componen los Episodios Nacionales

apreciamos la presencia de la prensa siempre al lado de la lucha por

la libertad, porque para el canario Prensa es sinónimo inalienable de Libertad.

De esta forma, en los Episodios en los que el gobierno es absoluto no

puede dejar de decir frases como “no había periódicos”, en Trafalgar; esta

frase textualmente la repite en El 19 de marzo y el 2 de mayo; estas mismas

palabras se reiteran dos veces más en 1813. Sólo en Cádiz y en El

Grande Oriente reconoce el autor la existencia de “una prensa no despreciable”

y, en El Terror de 1824, vuelve a decir, con la vuelta al absolutismo

que “ahora no hay periódicos” y que “la prensa no existía”.31

La gran diferencia entre estas dos primeras series y Amadeo I es precisamente

que en las obras juveniles los personajes debaten acerca de la

Libertad de Imprenta: los hay que declaman “¡Que sería de la sociedad sin

papeles públicos! y los hay que piensan que “la libertad de imprenta es

cosa que ha de darnos muchas jaquecas”.32 En Amadeo I, y gracias a la

Revolución, la Libertad de Prensa es ya indiscutible e incuestionable. Existe

de hecho y tiene una notable trascendencia política e histórica, ahora

los grandes periódicos que aparecen en las páginas de las novelas no son

como en Cádiz, “aquellos periodiquillos tan inocentes, mariposillas nacidas

al calor de la Libertad de Imprenta”; son periódicos que saborean el

gran poder recientemente adquirido, todavía sin digerir. Ahora, el autor

377

califica al periodismo de “excelente aprendizaje para mayores empresas”,33

observa que los medios nacen subvencionados “para crear opinión“,34 etc.

En definitiva, no hay literatura y no hay política sin periodismo. Por eso, el

periodismo es una pieza clave para comprender la Historia y el Presente”,

33 observa que los medios nacen subvencionados “para crear opinión”,34

etc. En definitiva, no hay literatura y no hay política sin periodismo. Por

eso, el periodismo es una pieza clave para comprender la Historia y el

Presente.

La Prensa como Fuente Histórica y Subtema de los Episodios Nacionales.

Además de este matiz, debemos destacar un hecho común en ambos

momentos: ya el Padre Castillo, hombre ilustrado y ecuánime, dice, en

Napoleón en Chamartín, que “los papeles impresos son quien más que

otra cosa alguna dan a conocer lo que piensa y anhela un pueblo cualquiera”.

35 Pero esta idea estaba profundamente arraigada en el canario, hasta

el punto de que ya en 1866, en “Crónicas futuras de Gran Canaria” afirma

que “imposibilitados de vivir en el año 1950, por ejemplo, leemos los

periódicos de esa época”.35 Por tanto, es lógico que si Galdós quiere radiografiar

al pueblo español durante el reinado de Amadeo I, lo haga a través

de los títulos periodísticos y que si el pueblo español era republicano hiciera

constar la gran cantidad de cabeceras que defenían esta opción.

De esta manera, siempre aparece en los Episodios la impertérrita y eterna

Gaceta de Madrid, por encima de las disputas, como si los graves sucesos

del siglo XIX no fueran con ella; en la Guerra de la Independencia

aparecen medios patrióticos (capitaneados por el Semanario Patriótico y

las Gacetas de Zaragoza y Ministerial de Sevilla) irreconciliables con los

afrancesados (de la mano de El Imparcial) y los de los franceses (Gaceta y

Diario de Madrid) o los periódicos liberales, como el Conciso y El Robespierre

Español, en lucha abierta contra los absolutistas, como El Censor General

y El Amigo de las Leyes. A la vuelta de Fernando VII enfrenta a los

absolutistas La Atalaya de la Mancha y El Procurador General del Rey y de

la Nación con el liberal y satírico La Abeja Madrileña; en el Trienio denuncia

las diferencias de los distintos periódicos liberales: desde el exaltado

El Zurriago a los más templados, El Universal y Espectador, etc.37

Así lo hace hasta llegar a 1871 y no cambia su técnica: la lucha política

está representada por la lucha periodística y, matizando, las luchas

internas de los partidos políticos, su falta de unión y visión conjunta se

transparenta en sus medios. Por eso Galdós coloca separados a los periódicos:

alfonsinos, carlistas, republicanos federales, republicanos unitarios,

amadeístas, monárquicos, ministeriales, radicales, etc.

Sin embargo, ya lo hemos dicho más arriba, ahora se aprecia camaradería

entre los periodistas de los distintos bandos, como existe entre los

378

políticos de todos los partidos y entre los literatos de las más diversas

tendencias.

Por otro lado, otro gran elemento común a casi todos los Episodios lo

constituye la presencia de la prensa como fuente histórica. En las dos

primeras series sus fuentes más constantes son los periódicos oficiales:

La Gaceta de Madrid, la Ministerial de Sevilla, la de Zaragoza y el Diario.

Los utiliza copiando textos íntegros o simplificando sus contenidos, para

exaltar sus cualidades propagandísticas y como sinónimo del poder político.

De los periódicos ideológicos -Semanario Patriótico, Diario Mercantil

de Cádiz, el Conciso, El Robespierre Español, El Revisor Político, El Imparcial,

Atalaya de la Mancha en Madrid, La Abeja Madrileña, la Española y El

Zurriago- se sirve como instrumento cohesionante del grupo ideológico al

que representan.38

Lo mismo hace en Amadeo I, pero con dos salvedades: primero, recordemos

que Galdós no pudo acabar de escribir de su puño y letra esta

novela, por lo que su, llamémosla, investigación hemerográfica, ha quedado

evidentemente muy limitada a vagos recuerdos y, en especial, a relatos

de acontecimientos en la novela paralelos a las extensas y minuciosas

informaciones de El Imparcial;39 y, en segundo lugar, él mismo, sus artículos

y sus periódicos de 1871 y 1872, son sus fuentes periodísticas en

1910.

Así, habla de un periódico que cometió la indiscreción de relatar el entierro

masónico de Prim “con todos sus pelos y perendengues, sin omitir

las hojas de acacia”;40 descripción bastante parecida a la que hace El Imparcial

y a la que él mismo acaba de hacer y que coincide con la de La

República Ibérica del 4 de enero de 1871.41 Aparecen también, así de

borrosos, contenidos periodísticos en cursiva adjudicados a grupos de periódicos.

Por ejemplo, habla en general de La Correspondencia, La Iberia,

Las Novedades, Eco de España, Tiempo, El Pensamiento Español, El Universal

y La Discusión, para relatar “que la fórmula resbalaba cual anguila

en las manos de aquellos respetables majaderos”, que “si puedo encontrarle

la fórmula”, para hablar de que “su credo es tal o cual cosa” o los

terribles “sacrifiquémosnos“, contenidos evidentemente en los periódicos

citados42 e incluso entrecomilla textos periodísticos, entre otros, de El

Imparcial y de El Debate.43

Más específicamente Galdós cita diecinueve periódicos en la novela y,

por lo que ya hemos podido comprobar,44 si utilizó fuentes periodísticas,

éstas fueron la Gaceta de Madrid, fuente habitual mas un único periódico

de los citados. Así, recorriendo el Episodio y dividiéndolo en “escenas”,45

hemos observado lo siguiente:

1º. Llegada de Amadeo I a Madrid y entierro masónico de Prim:46 La

frialdad de la acogida y la climatología es recogida por todos los periódicos

379

y, dependiendo de las ideologías, se habla de una mayor o menor temperatura.

La más parecida es la de El Imparcial,47 debidamente matizada por

la ideología republicana-federal del personaje en ese momento. En cuanto

al entierro masónico los periódicos que más se hacen eco de lo publicado

en La República Ibérica son los reaccionarios.48

2º De la apertura de las Cortes hasta la caída de Ruiz Zorrilla:49 La apertura

y el discurso quedan reflejados en todos los periódicos; los adjetivos

con los que Tito los califica son perfectamente contrastables.50 En cuanto

a datos también concretos, podemos señalar que el manifiesto del que se

habla en la novela51 es reproducido textualmente en la Prensa informativa52

y El Imparcial y el reflejo de los movimientos obreros en la Prensa

también citado por el autor lo apreciamos igualmente entre mayo y noviembre

en los medios.53

3º La llegada de la Reina Mª Victoria y las curiosidades de los estandartes

que destacaban por su ausencia es relatada en La Época y El Imparcial.

54 El acontecimiento es relatado con frialdad en periódicos del espíritu

de La Época, El Debate y El Tiempo, es decir, como señala Tito, “con respeto,

pero sin entusiasmo”;55 mas cuando decide “dejando a un lado la

reseña oficial escrita para mi periódico daré a los beneméritos lectores de

estas páginas la veraz impresión de un honrado testigo”56 y esta descripción

coincide con la de El Imparcial.57

4º Caída de Zorrilla; subida de Sagasta y alborotos de los estudiantes

en Madrid:58 reflejado, de la misma forma, en todos los medios impresos,

excepto en lo referente a los estudiantes que no aparece en El Imparcial.59

5º Ministerio Malcampo y conflicto con la Internacional.60

6º Manifiestos “Sagastorros” y “Zorrillescos”:61 estos manifiestos no sólo

están reproducidos en la Prensa, sino que estos apelativos son apodos

puestos en ella.62

7º Ministerio Sagasta y su caída:63 Especialmente relevante es la “transferencia

de los dos millones”64 relatada igualmente en un extenso artículo

de El Imparcial titulado “Los dos millones”65 que traían locos a Sagasta y

Romero Robledo, a quien “la gente dio en llamar los dos Apóstoles“,66

apodo puesto también en los periódicos.

8º Los sucesos de la noche del 18 de julio de 1872 y día siguiente:67 en

este caso es también El Imparcial el que hace un relato muy exhaustivo y

parecido al de Galdós en otro artículo también titulado “Los sucesos de

anoche”.68

9º Tiros en la Plaza de Antón Martín (diciembre de 1872):69 El Imparcial

vuelve a ser el periódico que da más información sobre este acontecimiento.

380

10º La abdicación:70 en cualquier medio periodístico de la época podemos

encontrar el texto casi íntegro de la abdicación y en cuanto a sus

repercusiones hay que matizarlas por las distintas ideologías, ya que, como

es lógico, es La Esperanza la que recoge la propuesta de Rivero o El Debate

incluye el texto remitido al rey y que Galdós dice que es de Castelar

mientras que el periódico lo adjudica a la Asamblea Nacional y es también

El Debate el que da íntegramente los resultados de la votación de las

Cortes y la composición íntegra del nuevo Gobierno que también reproduce

el autor de la novela.71

Por ello, a la vista de la investigación y teniendo en cuenta que Galdós

no es exhaustivo en su investigación hemerográfica, sino más bien práctico,

pensamos que su fuente periodística fundamental fue El Imparcial de

Gasset y Artime, al que recurrió en acontecimientos concretos que a él a

priori le iba a interesar destacar, aunque no descartamos la posibilidad de

que consultara algún otro para algo más puntual, aunque esto no sería lo

habitual en su método de trabajo.

Pero, en especial, con sus propios artículos de La Revista de España

podría haber escrito su novela. Desde la primera “Revista de Política Interior”

centra la atención sobre tendencias generales, como una síntesis de

la situación política española. Comienza analizando la debilidad en la que

se encuentra la alianza radical y las divisiones existentes en los dos partidos

extremos: el carlista y el republicano. Completa la situación general

con el partido Moderado reducido “a una insignificante fracción a causa de

su mortal caída en 1868” y establece como centros de discusión, desde

este primer artículo, las Cortes y la Prensa. Más adelante muestra preocupación

por el socialismo y el anarquismo. El primer año de reinado queda

rememorado en la Revista como el año de las conspiraciones, tanto monárquicas

como republicanas, culminadas en la coalición antiamadeísta.

También están presentes las contiendas de la Prensa, los cambios del Ministerio

Sagasta, comenta la circular a los gobernadores y culpa finalmente

a Ruiz Zorrilla de la innoble propaganda que causó los resultados electorales.

Del mismo modo, desaprueba el Convenio de Amorevieta y las idas

y venidas de los progresistas, la exaltación de la prensa en manifestaciones

sin control y, finalmente, Galdós respira hastío.72 ¿No es esto

Amadeo I? ¿No es La Revista de España la crónica de Amadeo I?

Mas, por último, la Prensa en Amadeo I es además Futuro, un futuro

periodístico que se configura definitivamente en el sexenio, cuando por

fin se asoman los grandes rotativos y los grandes hacedores de la prensa

de los primeros años del siglo XX. A Amadeo I se asoman, decimos sólo

asoman, estos gigantes, como El Imparcial, que hicieron posible la Restauración.

Ahora, ya en el siglo XX, en otro momento de profunda politización del

país y de la sociedad, es hora de vestir recia armadura y luchar de nuevo,

381

con fuerza y renovadas ilusiones, por los viejos ideales: el Equilibrio, la

Paz y el Progreso. Como siempre ha hecho, el paladín esgrime su más

preciada arma: la pluma; y al servicio de su pluma La Prensa, como un

elemento absolutamente cotidiano en la novela, tanto como lo es en la

vida del canario.

382

NOTAS

1 Véase AMICIS, E. de, Spagna, G. Barbera, Florencia, 1873. Las citas corresponden a la

traducción española de Augusto Fernández Figueroa, Imprenta y estereotipia de El

Imparcial, Madrid, 1877, pp.35-36; V. Samuel Sullivan COX. Search of Winter sunbeans

in the Riviera, Corsica, Algiers, and Spain, C. Applelton & Company, Nueva York, 1870.

En general el republicanismo español es una idea constante en todo el libro. En particular,

v. pp.290, 310-312, 323, 391, 396-400 y 435; v. ELWES, A., Through Spain by

Rail in 1872, Effigham Wilson, Londres, 1873; v. HAY, J., Castilian Days, James R.

Osgood and Company, Boston, 1871, p.389; v. PIRALA CRIADO, A., El Rey en Madrid y

en Provincias, Quirós, Madrid, 1871, pp.209, 246-255 y v. TESTE, L. de, L´Espagne

contemporaine. Journal de un voyageur, Germer-Ballière, París, 1872.

2 BANCO DE CRÉDITO INDUSTRIAL.(BCI). Galdós, Periodista. Madrid, 1981, p.342.

3 Dentro de que es un tema que no pasa desapercibido a los investigadores galdosistas,

destacamos como fuentes principales, y obviamos los testimonios de sus contemporáneos,

los siguientes estudios: BERKOWITZ, H. Ch., Pérez Galdós. Spanish Liberal

Crussader, University of Wisconsin Press, Madison, 1989; CASALDUERO, J., Vida y Obra

de Galdós (1843-1920), Gredos, Madrid, 1974; DENDLE, B. J., «Galdós in contest: the

republican years, 1907-1914», Anales Galdosianos, XXI, 1986, pp.33-44; FUENTES, V.,

Galdós. Demócrata y Repúblicano (escritos y discursos 1907-1913), Cabildo Insular de

Gran Canaria y Univ. La Laguna, Las Palmas de Gran Canaria, 1982; GUIMERA PERAZA,

M., Maura y Galdós, Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria,

1967; ORTIZ-ARMENGOL, P., Vida de Galdós, Crítica, Barcelona, 1996.

4 Cfr. AMICIS. Op.Cit. pp.35-36.

5 PÉREZ GALDÓS, B., Amadeo I. En Episodios Nacionales, Vol V, Aguilar, Madrid, 1993,

p.273. Se citará siempre como Amadeo I esta edición. La cita completa es la siguiente

(p.273): “escribo fácilmente, ajustándome a las ideas que se me piden. Escribo en

republicano, escribo en conservador y hasta en neo si fuera menester. Pero esto es,

como si dijéramos, producción inconsciente de mi ser, un chorro con variados criterios,

que brota de mí sin más valor que el de un juego de palabras. Dentro de mí

quedan mis convicciones inalterables. Si se me piden parrafadas anónimas, dispuesto

estoy a darlas; pero si me quieren afiliar púamente al sagastismo, o como se le llame,

no accederé nunca, aunque usted me ofrezca posiciones, destinos o jamón con chorreras.

Vendo por un pedazo de pan mis tiradas de prosa política; mis ideas no las

vendo por ningún tesoro”.

6 V. GARCíA PINACHO, P., La Prensa como fuente y subtema de los Episodios Nacionales

de Benito Pérez Galdós, Tesis Doctoral, 5. VII,1994, Universidad Complutense de Madrid,

Facultad de CC. de la Información, Departamento de Historia Contemporánea, V.

Capítulo I: «Galdós Periodista», pp.34-185.

7 Íd. pp.136-185.

8 V. COSTA GOODOLPHIM, J. C. da, Visita a Madrid, Lisboa, 1871; v. PEREIRA RODRIGUEZ,

J. M., Una visita a Madrid, Lisboa, 1871. El encuentro entre periodistas se celebra el 16

de mayo de 1871. V. El Imparcial; La Correspondencia de España; Las Novedades; El

Diario español; La Opinión Nacional; etc. 17.V.1871 y 18.V.1871.

9 Matizamos que la utilización el término esperpéntico es en la cuestión periodística de

especial trascendencia, ya que precisamente hay ocasiones en las que para hablar de

un periódico de una ideología lo hace a través de la visión que de él tiene el periódico

que se le opone, es decir, lo utiliza de espejo, por su puesto, deformado por su propia

perspectiva. Por ejemplo, esta técnica es evidente entre La Abeja Madrileña de Gallardo

y La Atalaya de la Mancha en Madrid del padre Castro en El Equipaje del Rey José y

Memorias de un cortesano de 1815. Cfr. GARCÍA PINACHO. Op.Cit. pp.286-296.

383

10 SHOEMAKER, Los artículos de Galdós en La Nación,1865-1868, recogidos, ordenados y

dados nuevamente a la luz con estudio preliminar, Ínsula, Madrid, 1972, p.370.

11 Cfr. Amadeo I, p.246.

12 Cfr. Amadeo I, p.252.

13 Cfr. Amadeo I, p.241.

14 Cfr. Amadeo I, p.258.

15 Cfr. Amadeo I, pp.246-249, 251.

16 Cfr. Amadeo I, p.282.

17 Habla, como hemos visto, de cinco periódicos republicanos, frente a dos radicales, dos

progresistas, tres ministeriales, uno moderado, dos amadeístas, dos alfonsinos y otros

tantos católicos y/o carlistas. Asimismo, los periodistas republicanos que se pasean

por las páginas de Amadeo I son bastantes más que del resto; debemos tener en

cuenta que muchos de ellos no son reconocidos como tales históricamente y que, de

los que sí que lo son aparecen frecuentemente siete de ellos (Mateo Nuevo, Sagasta, Pi

y Margal, Roque Barcia, Edmigio Santamaría, Roberto Robert y Ramón Cala) frente a

nueve periodistas del resto de todas las demás ideologías. A ello debemos añadir el

hecho de que el protagonista de la novela colabora en varias ocasiones en alguno de

ellos, por orden cronológico, en El Tribunal del Pueblo, La Igualdad, La Ilustración

Republicana Federal, El Diario del Pueblo, es decir, cuatro de los seis periódicos en los

que trabaja son republicanos.

18 Cfr. Amadeo I, p.234.

19 Íd.

20 Cfr. Amadeo I, p.234.

21 Cfr. Amadeo I, pp.236-237.

22 Cfr.. Amadeo I, p.254

23 Cfr. Amadeo I, p.259.

24 Cfr. Amadeo I, pp.324-325. Por comparación, podemos añadir que Clío es buscada en

la Armería Real o en la Academia de la Historia, es decir, en instituciones que objetivamente

son consideradas de trascendencia histórica, o, al menos, con un poder objetivo.

25 Cfr. Amadeo I, p.282.

26 Cfr. Amadeo I, pp.325-326.

27 Cfr. Amadeo I, p.273. Al cubano le dedica atención especial, hasta el punto de que

hace una extensa descripción y mantiene una interesante conversación sobre ideologías

con Proteo Liviano: “a la vera de mis antiguos camaradas de El Debate (...) me

encontré a Ramón Correa, que del Príncipe venía muy embozado en su capita. Del

teatro solía ir a sus tertulias de gente de tono, y después se zambullía en el Casino

hasta el amanecer. (…)

La hora a que me levanto era, en el reloj de la vida de Correa, las siete de la tarde.

Hombre más nocturno no he visto nunca. Vivía en un pisito bajo de la Calle de Claudio

Coello. Retirábase al despuntar el día. Despertaba de doce a una; se incorporaba, y sus

criadas le servían un buen almuerzo en una mesilla de patas muy cortas, construida ad

hoc para formar un plano sólido sobre las telas del rebozo. Después de bien almorzado,

seguía durmiendo hasta las seis y media o las siete. Era la hora de recibir a los

amigos, y lavándose y vistiéndose, charlaba con ellos hasta que salía para la casa rica

en que había de comer. Tal era el vivir de Ramón Correa, que se pasaba meses y años

sin conocer al sol más que de oídas. En la noche social resplandecía la luciérnaga de

su grande ingenio. Por ser Correa Cubano, debo decir cucuyo, de noche brillaba más

384

que de día, y hablando más que escribiendo, pues la indolencia ponía diques a su

talento para mostrarse en la literatura escrita. Su gracia, su exquisito gusto literario y su

inmenso saber de cosas humanas corrían sin tasa en los raudales de la conversación

Desde que iniciamos la nuestra, todo lo que me dijo mi amigo, acabado de salir de la

cama, iba encaminado a catequizarme para que me hiciese sagastino. Con burlas y

razones quería convencerme de mi estulticia, y alabó a don Práxedes y al duque de la

Torre,presentándolos como los únicos hombres que podían traer a España la paz, el

bienestar y la cultura. Era Correa un espíritu liberal metido en la armadura de un eclecticismo

elegante y conservador, como Albareda y demás políticos procedentes de El

Contemporáneo. Con el buen gusto y la pasta de un positivismo del mejor tono adornaba

sus argumentos. Pero con todo su donaire y amenidad no lograba convencerme.

- Mire usted, amigo Correa- le dije. Yo, bien lo saben Albareda y Ferreras, escribo fácilmente,

ajustándome a las ideas que se me piden. Escribo en republicano, escribo en

conservador y hasta en neo si fuera menester. Pero esto es, como si dijéramos, producción

inconsciente de mi ser, un chorro con variados criterios, que brota de mí sin más

valor que el de un juego de palabras. Dentro de mí quedan mis convicciones inalterables.

Si se me piden parrafadas anónimas, dispuesto estoy a darlas; pero si me quieren

afiliar públicamente al sagastismo, o como se le llame, no accederé nunca, aunque

usted me ofrezca posiciones, destinos o jamón con chorreras. Vendo por un pedazo de

pan mis tiradas de prosa política; mis ideas no las vendo por ningún tesoro.

Sin pensarlo, me ponía yo en la cuerda paradójica en que él, con gracioso balancín,

sabía moverse y bailar.

- Todos guardamos en nuestra alma, querido Tito, un depósito grande o chico de convicciones,

que vienen a ser nuestro equipaje para el siglo que viene. Pero no cambiemos

de siglo antes de tiempo. La vida presente nos tira del faldón cuando queremos

lanzarnos hacia un lindo porvenir, y nos dice: “Detente, amigo, y no corras hacia las

fechas de 1910 ó 1915, que el estómago y tu estómago te dirá “Estoy como caño de

órgano. Échenme algo pronto que si no, me muero y te mueres.““

28 Cfr. Amadeo I, pp.246-247.

29 Cfr. Amadeo I, pp.246-247.

30 Cfr. GARCÍA PINACHO. Op.Cit. pp.61-65.

31 Cfr. GARCÍA PINACHO. Op.Cit. pp.247-438.

32 Íd.

33 Cfr. Amadeo I, p.234

34 Cfr. Amadeo I, pp.248-249.

35 PÉREZ GALDÓS, B., Napoleón en Chamartín, Alianza, Madrid, 1984, pp.48-49.

36 H. de V. (PÉREZ GALDÓS, B.), «Crónicas Futuras de Gran Canaria I y II», en El Omnibus,

17 y 19. XI, 1866, Las Palmas de Gran Canaria.

37 GARCÍA PINACHO. Op.Cit. pp.424-435.

38 Íd.

39 Aunque evidentemente todos los periódicos que el autor cita cuentan los mismos

sucesos que él narra la mayoría de las coincidencias son con El Imparcial, lo que nos

lleva a pensar que es éste periódico su mayor fuente de información, pues ya pudimos

comprobar en las dos primeras series que concentra sus fuentes hemerográficas, aunque

existan coincidencias entre éste y otros periódicos, como poco, Tiempo, La Igualdad,

La Esperanza, La Regeneración, La Discusión, etc.

40 Cfr. Amadeo I, p.236.

385

41 Cfr. La República Ibérica, 4/1/1871, pp.3-4.

42 Cfr. Amadeo I, pp.258-272.

43 Cfr. Amadeo I, pp.242-257.

44 GARCÍA PINACHO,V., Op.Cit. pp.422-433.

45 Llamamos escenas a sucesos públicos que son susceptibles de aparecer en periódicos,

por lo que eliminamos de nuestra investigación lo que podríamos llamar Historia privada.

46 Cfr. Amadeo I, pp.233-236.

47 Cfr. desde La República Ibérica (3.I.1871) que habla de que “sólo hubo entusiasmo

oficial”, a La Regeneración, neo-católico, (2.I.1871) que habla de que las tropas tienen

tomadas la terrazas y calles, pasando por El Eco de España que habla de que la nieve

parece que envuelve a Madrid en un inmenso sudario (2.I.1871). La más neutra parece

la de El Imparcial que habla de “simpático y marcial aspecto de D. Amadeo” y del calor

de las aclamaciones cuando atravesaba la calle Mayor (4.I.1871).

48 La Regeneración. «Los masones y el general Prim» (7.I.1871) y El Pensamiento Español.

«Profanación del Santuario de Atocha» (5.I.1871).

49 Cfr. Amadeo I, pp.252-258.

50 De los periódicos citados en la escena por Galdós, por aludir a los periodistas más que

al medio, lo destacan La Igualdad Año IV. Núm. 726, 4.IV.1871 y El Imparcial, año V,

núm. 1.392, 4.IV.1871.

51 Cfr. Amadeo I, p.253.

52 Cfr. por ejemplo, Las Novedades (XXII. núm. 6.455. 9.VIII.1871) y El Imparcial (V. Num.

1.516, 9.VIII.1871).

53 V. por ejemplo, Las Novedades y El Imparcial de esos meses.

54 Cfr. Amadeo I, pp.240-244 y La Época y El Imparcial 19 y 20 de marzo de 1871.

55 Cfr. Amadeo I, p.242.

56 Cfr. Amadeo I, p.242.

57 Cfr. El Imparcial, 19.III.1971.

58 Cfr. Amadeo I, pp.252-258.

59 Cfr. La Esperanza de 3 y 5.X.1871, El Imparcial de 24.X.1871, La Regeneración y La

Igualdad de 6.X.1871.

60 Cfr. Amadeo I, pp.258-272 y cfr. La Época (5 y 6.X.1871), La Nación (6.X), La Regeneración

(6.X), La Esperanza (1 y 5.X), El Imparcial (16 y 18.X) y Las Novedades (18.X).

61 Cfr. Amadeo I, pp.272-312.

62 Cfr. La Esperanza, La Regeneración, La Igualdad (16, 17 y 18.X.1871).

63 Cfr. Amadeo I, pp.285-292 y La Discusión (21.XII.1871 y 12,14 y 23.V.72), El Imparcial

(21.XII.71 y 14, 15 y 23.V.72), La Iberia (21.XII.71), El Tiempo (20.XII.71, 12 y 23.V.72)

y Eco de España. “Crónica Parlamentaria” (14,18 y 22.V.1872), El Debate (18.V.72 y

23.V.72), La Política (18.V.72 y 23.V.72), La Época (18.V.72).

64 Cfr. Amadeo I, p.285.

66 Cfr. Amadeo I, pp.285-292.

65 Cfr. El Imparcial (15.V.72).

66 Cfr. Amadeo I, pp.285-292.

386

67 Cfr. Amadeo I, pp.316-326.

68 Cfr. El Imparcial (19 y 20.VII.1872). Son representativos también el relato de los periódicos

republicanos La Discusión, La Libertad, El Pueblo (19 y 20.VII) y de La Correspondencia

de España y los neos La Esperanza, El Pensamiento español (19 y 20.VII.1872).

69 Cfr. 69 Cfr. Amadeo I, pp.327-329. La narración completa de este hecho es de El

Imparcial «Los sucesos de anoche» (11.XII.1872). Véase también La Correspondencia,

La Discusión, El Pueblo y La Libertad de 12.XII.1872.

70 Cfr. Amadeo I, pp.332-334.

71 Cfr. El Imparcial, La Esperanza, Eco de España, La Igualdad, La Discusión, La Época y El

Debate (11 y 12. II.1873).

72 V. GARCÍA PINACHO. Op.Cit. pp.146-171.