LA PANTUFLA BUFA EN AMADEO I
Carmen Menéndez Onrubia
Utilizo esta “oportuna y sonora onomatopeya”, en palabras de Galdós,
con la intención de recuperar, ya desde el título y hasta en las impresiones
acústicas, lo que de mínimo, fallido y bufonesco tiene la historia del reinado
de Amadeo de Saboya para el cronista Proteo Liviano que la recuerda
en el Episodio galdosiano.
La onomatopeya del título y su caracterización de “oportuna y sonora”
son palabras del escritor pertenecientes a una de sus crónicas semanales
de La Nación, la del 2 de enero de 1868.1 Con su agradable tono desenfadado
sorprende la comprensión que este joven de 24 años, tan fiel y atento
a la actualidad como lo será después el envejecido Proteo Liviano, manifiesta
ante un espectáculo popular, el género bufo, que resultaba mal
mirado por los críticos del momento, del mismo modo que antes y después
la jerarquía cultural ha menospreciado el teatro de espectáculo, el
folletín o la astracanada.
Este fondo bufonesco del Episodio fue entrevisto por José Bergamín en
un trabajo dedicado al género chico, según se puede apreciar en estas
consideraciones suyas:
Pero digo que el género chico pasó a la historia, cuando en realidad
debo decir que no fue aquel género chico el que pasó a la
historia, sino que fue la historia —aquella historia— la que pasó
al género chico. Es el paso —¿el mal paso?— que señaló magistralmente
Galdós en sus Episodios Nacionales: el paso de la España
trágica a los Episodios siguientes; para los cuales inventó
fantasiosamente —o caprichosamente, disparatadamente, al
modo de Goya— Galdós aquella Mari-Clío harapienta y chulona y
su correspondiente escriba menor Tito Liviano.
La historia de España se nos muestra en los últimos Episodios
Nacionales de Galdós pasando de lo grande a lo chico como de
lo trágico a lo cómico. Y lo inquietante de este paso es que lo
cómico no deja, en su fondo humano y real, de seguir siendo
trágico; pero se enmascara de serlo para engañarnos o engañarse
a sí mismo de este modo. Diríamos que lo trágico se hace
grotesco. Es la historia de la Restauración Borbónica del 75, que
encuentra su expresión o espejismo vivo en aquel teatro de gé-
4.1-27
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nero chico que ella misma crea y en el que se recrea como en su
conciencia propia. Y lo es.2
Esta propuesta de Bergamín hecha en 1960 es el enfoque en que pretendo
desarrollar esta exposición. Pero desde el punto de vista más arqueológico
del escritor que piensa en el género bufo no sólo como
plasmación artística testimonial, ya configurada, de la naturaleza vacía de
aquellos años, sino también como el molde sobre el que montar los recuerdos
conservados sobre aquel reinado de Amadeo, según lo que le
permiten y le condicionan las circunstancias biográficas y sociopolíticas
de la actualidad que está viviendo durante el verano y el otoño de 1910 en
que compone la narración.
Que el escritor estaba pensando en un molde cómico-bufonesco queda
patente en unas declaraciones al Bachiller Corchuelo. En las conversaciones
que mantiene con González Fiol entre marzo y mayo de 1910, pocos
meses antes de que comience el Episodio, encontramos lo que sigue:
Me fijé en una cuartilla que tenía escrito este rótulo: Amadeo I.
- ¿Qué quiere decir eso?
- Es el título del nuevo episodio que voy a empezar. Lo haré en
forma dialogada, como Casandra, como El abuelo... Creo que se
estrenará arreglado para el teatro... Será una comedia satírica....
Al modo de las de Aristófanes... Ahora estoy preparando el cañamazo,
es decir, el tinglado histórico... Moret, que conoce bien el
Palacio, prometió darme muchos datos. Una vez abocetado el
fondo histórico y político de la novela, inventaré la intriga... ¡Ya
verá usted cómo le gusta!3
Aunque no hay aquí espacio ni tiempo para tratar de las relaciones existentes
entre lo teatral aristofanesco y lo bufo, sí resulta evidente que tales
relaciones existen y son suficientes para explicar la conexión que Galdós
establece entre ambos géneros compartiendo el tratamiento irónico y fantástico
de la realidad teatral construida.
Benito Pérez Galdós, que de forma tan positiva se había sentido impresionado
por el nacimiento de los bufos de Arderíus durante el periodo de
tiempo, “quinientos cincuenta días“, en que la censura gubernamental había
cortado sus relaciones con los lectores de La Nación, considera a este
género teatral como el emblema de aquella sociedad de 1871-1872 que
fue quien, a su vez, propició con su adhesión los extraordinarios éxitos,
así como la gran fortuna del actor que supo hacerlo prosperar.
Interesa, pues, adelantar aquí alguna información sobre este fenómeno
socio-teatral llamado género bufo, que conoció su apogeo entre 1866 y
1872, y que tanto llegó a interesar a nuestro escritor.4
461
Su presencia en España se produce en septiembre de 1866. El cantante
de zarzuela Francisco Arderíus, tras asistir durante ese verano a las representaciones
de la opereta bufa parisina que triunfaba entonces, quiso probar
fortuna en Madrid. Contrató al periodista Eusebio Blasco, buen conocedor
de la actualidad cultural francesa, la creación de una obra bufa para
la temporada que iba a comenzar. Así nació El joven Telémaco, que fue el
primero de una sucesión extraordinaria de éxitos, hasta que en la Restauración
este teatro se convirtió en el modelo socioeconómico y, en buena
medida, artístico de lo que acabará siendo el teatro por horas.
En lo que toca al contenido del espectáculo, el género bufo se hacía
atractivo por dos motivos principales: por su desinhibición erótica y por
las posibilidades que su especial cercanía con la actualidad y lo exagerado
de sus montajes espectaculares, le proporcionaba para construir representaciones
paródicas en las que se hacían críticas veladas de personas,
acontecimientos sociopolíticos e instituciones.
Fue una modalidad de espectáculo que explotaba al máximo la espectacularidad
de la música, la imagen y la palabra. Lo bufonesco conserva
ese sentido ultracómico de la representación y la inconsistencia de lo
efímero y ocasional. Como creaciones que buscan el éxito fácil aprovechando
los contextos circunstanciales de la actualidad, los discursos repetidos,
los juegos lingüísticos, los camelos, se encontraban en esa frontera
que tan bien supieron aprovechar los sainetes entre la representación
escénica y la representación real de prototipos sociales.
Sin duda Galdós recordaba aquellos años felices del género bufo,
cuyo nacimiento había saludado el 2 de enero de 1868, cuando llegó a
estas fechas en su seguimiento de la historia isabelina a través de los
Episodios. Si el motivo de su utilización hubiera sido el grato recuerdo y el
prestigio popular del género, debiera haber comenzado su tratamiento a
partir de La de los tristes destinos, o en España sin rey y España trágica.
¿Por qué lo hace con Amadeo de Saboya cuando los bufos, como
modelo exitoso consolidado, ya no eran ninguna novedad? La explicación
parece encontrarse en la actualidad biográfica y sociopolítica del escritor
en los años que van desde principios de 1907 hasta finales de 1910. Sin
duda, un Galdós cuya candidatura republicana por Madrid había conseguido
el máximo de votos en las elecciones municipales de 1907, que alcanzaba
a organizar con Melquiades Álvarez el denominado Bloque de Izquierdas
contra Antonio Maura en 1908, y presidir con Pablo Iglesias la Conjunción
Republicano-Socialista en el otoño de 1909, no podía considerar que
las extraordinarias oportunidades históricas que estaba viviendo pudieran
conciliarse con el desmayo espiritual en que vive Proteo Liviano el periodo
amadeísta, ni que tampoco fueran adecuadas las grotescas figuras de la
mitología degradada con que tratará de reflejar el estado de postración en
que se encontraba el sentido de lo español en esos tiempos.
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Es preciso considerar, pues, la presencia de dos circunstancias de la
actualidad galdosiana del verano de 1910 incidiendo de modo directo en
el sesgo decadentista que toma su tratamiento bufonesco del reinado del
monarca saboyano. La primera es su definitiva incapacidad visual que deja
reflejada en el manuscrito, según nos informa Hinterhäuser.
El manuscrito de Amadeo I (agosto-octubre de 1910), cuya génesis
coincidió con la ceguera del autor, ofrece un cuadro patético.
Las trescientas treinta primeras páginas están escritas a lápiz por
el autor, las cuatro siguientes revelan la letra de su secretario
Pablo Nougués, después intenta Galdós de nuevo escribir hasta
la página 346, hasta la 370 le releva otra vez Nougués, y todavía
toma el lápiz Galdós para escribir dos páginas más, el resto lo
tiene que dictar definitivamente.5
En los meses de mayo de 1911 y de 1912 se le realizan al escritor
sendas intervenciones quirúrgicas de cataratas que terminan siendo infructuosas.
Sin embargo, ciego y todo Galdós escribe aún obras medianamente
optimistas como Celia en los infiernos o El caballero encantado.
Hay algo más que impulsa al escritor hacia ese ánimo escéptico y negativo
que refleja el Episodio. Es el convencimiento de que no existe ningún
partido, ni siquiera sus ya desidealizados republicanos, que pueda sustentar
un esfuerzo regenerador suficientemente eficaz dentro de la política
española. En la misma entrevista de González Fiol hace estas valientes
declaraciones de las cuales no hay noticia de que se retractara nunca.
D. Benito estaba nervioso, y ante las intrigas, las ambiciones, las
vanidades, todas las malas pasiones que dominan a una parte
de los republicanos, su pena y su indignación se desbordaron.
-Esto es insoportable -rugió entre resoplido y resoplido, dando
puñetazos sobre la mesa con tanta cólera y fuerza que yo me
quedé absorto y dejé caer las cuartillas, sin darme cuenta de
ello, pareciéndome hallarme en sueños o delirando... …Él prosiguió:
-Esto es nauseabundo. En este partido se tropieza por excepción
con hombres sinceramente republicanos, con hombres
que deseen el advenimiento de la República.
- Este partido está -continuó- pudriéndose por la inmensa gusanera
de caciques y caciquillos. Tiene más que los monárquicos. En
cada capital hay cincuenta que quieren imponer los caprichos
de su vanidad o de su ambición a todos sus correligionarios... Y
si nada más hubiera esos cincuenta, menos mal. Luego vienen
los caciques de distrito y los de barrio... ¡Oh! ¡Esos vejestorios
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endiosados de comité local y de barriada! ¡Papas rojos que se
creen infalibles e indiscutibles!... Para hacer la revolución, lo
primero, lo indispensable sería degollarlos a todos. Si estos trajeran
la República, estaríamos peor que ahora. Sería cosa de
emigrar. Suerte, que no hay miedo a que la traigan. ¡Hay cada
revolucionario que tiene un miedo feroz a la revolución!... Hubiera
usted visto a algunos de ellos cuando la semana roja de
Barcelona, cuando aquí se dijo que iba a estallar la huelga general,
irse huyendo de Madrid como ratas... No sé qué diablos ocurría
entonces, que a todos les salían negocios en provincias o
tenían por esas tierras de Dios parientes enfermos de gravedad
que les llamaban... Y para ver ese espectáculo [¡] me vine yo de
Santander e interrumpí mi veraneo!... Luego, son muchos los
republicanos que no quieren que venga la República porque no
les conviene; van muy bien en el machito, haciendo la farsa de
la oposición, sirviendo de comparsas en esta política repugnante,
representando su papel de diputados o de concejales, u otros
papeles peores... En este partido son muy pocos los directores
que trabajan desinteresadamente por el ideal; la desorganización
es indescriptible, no se puede imaginar; no hay espíritu de
disciplina, ni siquiera instinto de conservación... Si no fuera porque
veo a esos caciquillos ir a su avío, sin saber disimularlo,
creería que estaban locos. No se puede hacerlo peor para facilitar
la victoria al adversario e imposibilitar la propia... Estoy harto
de luchar sin esperanza de salvación entre tanta miseria. Así están
disgregando la masa republicana, infiltrando el escepticismo
entre los soldados de fila... ¡Oh! Usted no puede darse idea de lo
que aquí se persiguen unos odios a otros y unas vanidades a
otras... ¡Con qué ensañamiento, con qué perfidia, empleando
todos los medios, hasta la difamación y la calumnia!... [...]
- Ha habido día que pensé meterme en casa y no ocuparme de
política. Pero lo he pensado mejor. Voy a irme con Pablo Iglesias.
Él y su partido son lo único serio, disciplinado, admirable que
hay en la España política. De Maura hasta Iglesias no hay más
que aguas corrompidas que en vez de fertilizar las tierras las
envenenan. Uno y otro son las orillas de un río de cieno... La
seriedad, la organización, el dogma, la delicadeza y el desinterés
de Iglesias y los suyos me atraen cada vez más. Ahora mismo
estoy por renunciar a mi candidatura, publicar un manifiesto e
irme con ellos... No lo hago porque esto perjudicaría a la candidatura
de coalición y perderíamos lo mismo los republicanos
que los socialistas, los culpables que los inocentes. Pero como
esto siga así, como pasadas las elecciones no vea un cambio
radical e inmediato en la organización y en la marcha de mi partido,
me voy con los socialistas...6
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Parece difícil que Galdós pudiera reducir el complicado proceso histórico
de los dos años amadeístas reseñados, en el limitado espacio de una
representación teatral por muy fabuloso y expresionista que fuera su tratamiento.
Sin duda, como ocurre en sus tres o cuatro novelas dialogadas,
habría tenido que prescindir del tiempo histórico (más de diez acontecimientos
sociopolíticos son reseñados en el Episodio) y no se sabe cómo
hubiera podido organizar de un modo diferente al lineal cronológico la
serie de relaciones amorosas que le adjudica al protagonista.
Su intensa actividad política, aunque pueda parecer lo contrario, y sus
deficiencias físicas tampoco ayudaban en esa dirección mucho más trabajosa
de reducir la experiencia histórica a síntesis teatral. Sin duda hubiera
sido la creación de otro nuevo género narrativo, híbrido, no de novela y
teatro que es lo que había practicado hasta ahora, sino de Episodio Nacional
y teatro que, a pesar de las apariencias, es diferente y mucho más
complicado debido a esta imprescindible participación y reconocimiento
de la linealidad cronológica casi directa del Episodio frente a su menor
actividad en la novela.
En el epistolario que desde 1907 mantiene con Teodosia Gandarias7
encontramos noticias más cercanas al proceso de la gestación de este
peculiar Episodio. Esta labor de medio millar de cuartillas comienza en el
mes de agosto de 1910 (p.200). El día 21 ya ha pasado el Rubicón, “es
decir, ya he hecho más de cien cuartillas. Una vez dominado el asunto, lo
demás irá rápidamente hasta el final” (p.205). De finales de agosto es el
trancazo (muerte de su hermana Dolores en Las Palmas de Gran Canaria,
cansancio y resfriado) que produce la primera intervención de Nougués en
el manuscrito (p.208).8 A partir de mediados de septiembre vuelve definitivamente
Nougués hasta el final.
Ésta es la última noticia de que se dispone de una gestación tan accidentada
en la última carta a Teodosia (p.218) del 16 de septiembre de
1910:
Y cuando acabe la corrección del libro me operaré del ojo izquierdo,
porque tengo mi vista en un estado tal, que de esto a la
ceguera hay muy poca distancia [...]
Voy a Madrid primero con la intención de verte, y con la idea de
que nuestras próximas conversaciones me ilustren el libro que
estoy escribiendo. De andanza en andanza, he llevado a mi protagonista
a Durango [...] Pues has de contarme tú mil pormenores
de la vida vasca, cosas de comidas, de costumbres, y cuanto
se te ocurra para dar a mi relato toda la verdad posible.
Ya desde el principio de su tarea compositiva Galdós había evolucionado
desde el molde teatral primero al narrativo autobiográfico de la picaresca
que es el que, además de la facilidad, permite el mantenimiento del
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ingrediente de comicidad que tanto le había motivado desde el principio.
No deja, sin embargo, de ser significativa la insistencia en justificar, incluso
con argumentos de crítica literaria inusitados en él, el uso de este molde
picaresco.
En carta a Teodosia del 21 de agosto (p.205) le explica que:
Como necesito variar los asuntos, los personajes y hasta el método
descriptivo para que la obra total no se haga pesada (el
tomo actual es el 43 de la serie) en Amadeo I me propongo
hacer una obra parecida a las del género picaresco que es la
más interesante tradición de la novela española.
Ya había comenzado con este modelo picaresco en la figura de Gabriel
Araceli y otros durante la primera serie de los Episodios y terminó rechazándola
por las servidumbres que imponía a la figura del narrador. El 8 de
septiembre vuelve sobre el tema (p.216). “En Amadeo I verás una obra
extraña, del género que llaman picaresca y que es el género más castizo
de la novela española, como el Lazarillo de Tormes, Guzmán de Alfarache
y Rinconete y Cortadillo del maestro de maestros”.
Mucho queda aún de lo bufonesco en la trama picaresca del Episodio y
a ello voy a referirme a continuación.
En primer lugar habría que destacar que la presencia de la actualidad
sociopolítica del periodo amadeísta es el principal ingrediente de la trama,
de modo que, al contrario de lo que ocurre en la picaresca, este personaje
deforme no parece ser más que el testigo de unos hechos que sólo le
afectan de un modo indirecto y como simbólico, durante los primeros
meses, hasta que Mariclío le toma como cronista a su servicio en el verano
de 1872.
Tal es la coincidencia de la evolución sociopolítica del periodo amadeísta
con las relaciones amorosas de Proteo Liviano que bien se podría decir
que éstas son una versión simbólica bufa, degradante y satírica sobre aquélla.
Obsérvense estas coincidencias.
¿Qué puede significar que Proteo tenga relaciones en los altos del Palacio
Real con María de las Nieves (cap.II) cuando se acaba de aprobar en el
Parlamento la propuesta del monarca saboyano, en noviembre de 1870, y
que volvamos a encontrarla en relaciones con un alabardero de Palacio en
el mes de junio de 1872 al comienzo del último gobierno monárquico
constitucional de Manuel Ruiz Zorrilla? Sin duda, María de las Nieves y sus
relaciones adúlteras, por su localización, están señalando algún simbolismo
relacionado con Palacio, a algo que afecta al principio y al final de tal
monarquía. ¿Qué puede significar la promiscuidad sexual de María de las
Nieves?, ¿inestabilidad?, ¿falta de integración en un grupo sociopolítico
predeterminado?, ¿absoluto democratismo?9
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El periodo electoral que culmina en abril de 1871 con la creación del
primer gobierno de coalición (Sagasta-Ruiz Zorrilla) de la monarquía
amadeísta, coincide con el encuentro y relaciones de Proteo con Obdulia.
La constitución de este gobierno en el mes de abril supone el primer desplazamiento
de Proteo hacia posiciones que están entre el radicalismo de
Ruiz Zorrilla y los demócratas. Entonces pierde a Obdulia, recuperada por
su bruto protector Aquilino de la Hinojosa. Pero este zorrillista que es Proteo
dispone de poder suficiente como para desquitarse del contrincante amoroso
sacudiéndole unos cuantos palos delante de la puerta del círculo
conservador alfonsino que aquél solía frecuentar.
La relación de Aquilino con los unionistas o progresistas conservadores
resulta confirmada cuando, al ser este grupo desplazado del poder hasta
el golpe de estado del general Pavía de enero de 1874, en el mes de julio
de 1872, con la entrada en el gobierno de Ruiz Zorrilla, Proteo Liviano
recupera casi de modo automático las relaciones amorosas con Obdulia
que entonces habían quedado interrumpidas.
De tres a cuatro meses dura el único gobierno de coalición que tuvo la
monarquía de Amadeo de Saboya. El tono conservador de este gobierno
ha quedado expresado en el hecho de que Aquilino de la Hinojosa acabara
apaleado pero poseedor de Obdulia, mientras que Proteo vive un tanto al
margen con Felipa, una mujer fuerte pero poco refinada, más prosa que
verso, sobrina de la primera versión de Mariclío, la vulgar Celestina Tirado.
Hacia el mes de julio de este año y coincidiendo con la ruptura de la
coalición política y el primer gobierno de los progresistas radicales de Ruiz
Zorrilla, Proteo Liviano cae enfermo y se agrava su situación económica,
es abandonado por Felipa y, al fin, entra en relación y al servicio de María
de la Cabeza Ventosa a través de los buenos oficios del “corredor de dependientes
de comercio” Plácido Estupiñá, al que conocimos como tal en
Fortunata y Jacinta.
Las conexiones genealógicas de Cabeza con el progresismo histórico de
los Cordero de 1822 son casi las mismas que las reseñadas para Isabel
Cordero en la citada novela de 1887.
Como se puede ver, en esta segunda mitad del año lo que prima es la
parte radical zorrillista de la coalición, el lado contrario del ambiente aristocrático
que representaban Obdulia y Celestina Tirado-Mariclío en los meses
de la primavera anterior. María de la Cabeza recuerda en su matrimonio
con el apocado Serafín de San José, una peculiar relación de agobiante
moderantismo político-matrimonial que Galdós suele repetir en otras parejas
de sus obras. Se puede recordar la que forman Laura Castaño y José
de Relimpio en La desheredada o la de José Ido del Sagrario con Nicanora
en El doctor Centeno y más aún en Fortunata y Jacinta, o la misma de
Barbarita Arnaiz con el sosote Baldomero Santa Cruz o Baldomero II en
esta novela.
467
Como corresponde a la situación revolucionaria del momento, revolución
en la que el progresismo tiene un papel de primera categoría, mientras
gobernaba la facción más moderada, la zorrillista María de la Cabeza,
en simbólica actitud de oposición agresiva, ha abandonado a Serafín y se
ha emparejado con un protector más apropiado, parecido al bruto Aquilino
de la Hinojosa anterior aunque ahora en el lado sociopolítico del progresismo.
Se llama Alberique y ya teníamos noticia de él como la moruna
pareja de Virginia en la pensión de estudiantes de El doctor Centeno (parte
II, cap.I, i).
Con Alberique se supone que Ventosa ha cumplido con su función
intrahistórica y simbólicamente literaria de enfrentarse contra el anterior
gobierno progresista moderado de Serrano. Pero ahora que es Ruiz Zorrilla
el nuevo presidente del gobierno, ya no es conveniente tal agresividad.
Aquí interviene Proteo Liviano enfrentándose con la brutalidad de Alberique,
derrotándola y reduciéndola a la nueva legalidad vigente. Al mismo tiempo,
el protagonista ha de comprometerse con la defensa del gobierno radical
constituido.
No le hubiera ido mal al personaje en este ambiente progresista de los
tenderos madrileños (Estupiñá y Ventosa) si no se hubieran producido dos
acontecimientos que le vuelven a sacar de su estabilidad. Por un lado, el
inquieto Sagasta logra reunir apoyos parlamentarios suficientes como para
derrotar a Ruiz Zorrilla en la primera sesión de sus Cortes a principios del
mes de octubre de 1871. Se forma un gobierno puente, el de Malcampo-
Candau, que durante el otoño de este año busca inútilmente la manera de
reconstruir la coalición. Esto afectará, por supuesto, a las relaciones amorosas
de Tito y María de la Cabeza, que se irritará exigiendo con agresividad
de Proteo Liviano que asista a apoyar el progresismo de Ruiz Zorrilla,
un cometido que, como se verá enseguida, resulta mucho más adecuado
a las aptitudes simbólicas de alberique. En esta nueva situación lo que
acaba de destruir la relación establecida es la celebración del Segundo
Congreso de la Internacional Socialista con la publicación de sus principios
y propuestas sociales y económicas: colectivización de la propiedad,
anarquía contra cualquier poder, federación económica de países, libre
asociacionismo para los obreros.
Así, pues, las relaciones entre Tito y Cabeza duran lo que el gobierno de
Ruiz Zorrilla, entre julio y septiembre de 1871. Después Tito es secuestrado
por Graziella y Mariclío al tiempo que se producen las disputas parlamentarias
acerca de la Internacional Socialista entre octubre y noviembre
durante el gobierno de transición de Malcampo y Candau (septiembrediciembre
1871). Durante tres semanas, entre el 16 de octubre y el 7 de
noviembre, las Cortes discutieron acaloradamente la existencia de este
peligro para el orden público burgués. Terminaron por declarar ilegal la
Internacional Socialista. Cuando acaban los debates tanto Ruiz Zorrilla como
Sagasta hacen público el propósito de realizar un manifiesto sobre el tema.
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Éste es el momento en el que Proteo Liviano es raptado por la ninfa Graziella,
la joven amiga de Mariclío, en una gruta fantástica donde se le obliga a
componer otro manifiesto en el que quede patente la huera palabrería de
los otros dos. Graziella, entre tanto, se entretiene escribiendo cartas
insultantes a las damas aristocráticas alfonsinas.
Proteo Liviano le ha sido infiel de este modo a María de la Cabeza Ventosa
tanto por el lado sentimental como por el ideológico, dejándose llevar a
posiciones más radicales que las que presentaba el jefe del partido. La
tendera volverá a sus relaciones con Alberique y la pareja se irá haciendo
a partir de ahora cada vez más burguesa rehuyendo las posiciones cada
vez más inclinadas al republicanismo del resentido Ruiz Zorrilla.
Desde el 21 de diciembre de 1871 hasta mediados de junio de 1872
transcurre el periodo electoral del gobierno de Sagasta que acabará trayendo
a los unionistas y progresistas templados al poder y a Sagasta a la
presidencia del gobierno a pesar de la monstruosa coalición antisagastina
en que se implica Ruiz Zorrilla con los republicanos y con los carlistas.
Durante estos meses, Proteo Liviano, como Ruiz Zorrilla, mantiene complejas
relaciones simultáneas con una “zorrera”, Pepa Hermosilla (republicanos),
con Lucrecia (joven que acompañaba a un acaudalado cubano
cuando Proteo estaba con Felipa en el verano de 1871 (¿quizás algo relacionado
con los hacendados o los insurrectos cubanos?) y con Delfina
Gay, emparentada con el carlismo.
Éste es el momento, también, en el que el protagonista vuelve a encontrarse
en un nuevo bache de miseria económica, pero con la integridad
moral suficiente como para rechazar las invitaciones a colaborar con el
recién constituido gobierno de Sagasta.10 Torquemada, que ya no quiere
prestarle más dinero, le aconseja que se acomode en la casa de otro de
los grandes idealistas desahuciados de la creación galdosiana, la pensión
de José Ido del Sagrario y su mujer Nicanora. Desde aquí reanuda Proteo
sus relaciones sentimentales citadas, ahora mucho más marginales. Primero
con una descendiente de las “zorreras” de 1854 y de 1866 y 1868
(La revolución de julio y La de los tristes destinos), Pepa Hermosilla, que
es ahora “La Princesa“ por haber
estrenado en los Jardines del Retiro el airoso papel de La princesa
Colibrí, farsa medio lírica, medio bailable. Por la interpretación
-sigue diciendo el narrador- libérrima y desahogada de aquel
personaje mímico y cantable, quedóle entre el vulgo teatral el
mote de la Princesa. (cap.XI)
Enseguida, también con la Lucrecia marcada con resonancias de la represión
cubana que conociera en la primavera de 1871. Una insurrección
cubana y otra peninsular que acaban enzarzándose en agria pelea a principios
de 1872 cuando el encargado de llevar los recados entre los aman469
tes, Ido del Sagrario, trueca sin querer los destinos de los envíos. La solución
viene de la mano de Delfina Gay, un personaje dulce y tétrico de
orígenes vascos, que apunta a la insurrección carlista.
No resulta extraño, pues, que en esta situación en que se encuentra el
protagonista de absoluta marginalidad, sus relaciones amorosas se produzcan
con tres facciones revolucionarias del momento, el republicanismo
peninsular, y las insurrecciones vasca y colonial cubana, al tiempo colabora
con sus amigos los demócratas radicales en monstruosa coalición con
los carlistas en contra de Sagasta y en la lucha electoral que culminará con
el triunfo de éste y la apertura de Cortes sagastinas en abril de este año de
1872.
Pero estas relaciones, como la coalición antisagastina de Ruiz Zorrilla,
acaban mal y la enfermedad y la miseria vuelven, por tercera vez, a apoderarse
de Tito. Su padre, Matías Liviano, se lo lleva a Durango al mismo
tiempo que se está planteando una de las batallas decisivas de la lucha
con los carlistas. Derrotados por el general Moriones en la batalla de
Oroquieta, Serrano firma con ellos el Convenio de Amorevieta, similar al
de Vergara de 1839. De igual modo, antes de la derrota pretenden casar a
Proteo con la mastodóntica Facunda Iturrigalde. Después, coincidiendo
con la firma del Convenio, pronuncia su famoso discurso sobre la República
Pontificia, auténtico discurso bufo, y mantiene relaciones con la recatada
Pepa Izco antes de que la Madre Mariana le saque de las garras de los
furibundos carlistas burlados.
Rescatado por Mariclío de Durango, y antes de llegar a Madrid, Proteo
Liviano alcanza su liberación definitiva de las servidumbres corporales e
históricas cuando Mariclío acaba reconociendo sus buenas aptitudes y le
nombra su cronista particular. Este es el momento crítico.
Pronto veremos la claridad del alba -le dice Mariclío que tiene al
pequeño Proteo sentado sobre su muslo izquierdo- (cap.XIX). El
día nos saluda siempre en este paso de la Vieja a la Nueva Castilla.
Y pues estamos, como quien dice, a las puertas de esa Villa,
cueva o nidal de todas las alimañas que intervienen en la vida
pública, aquí recobro la plenitud de mis funciones, y uno de mis
primeros actos será tomarte a mi servicio, utilizando tu agudo
ingenio y la sutileza con que te cuelas allí donde algo se guisa
que pueda interesarme. Tu vista y oído son excelentes órganos
de observación. Pequeño eres; más pequeño, casi imperceptible,
serás cuando me sirvas en calidad de corchete, confidente y
mensajero.
Aquí está ya, al final del verano de 1910, dando sus primeros pasos un
anciano Galdós que, desvinculándose de proyectos y expectativas
sociopolíticas concretas, comienza a colocarse en la posición de un ecuá470
nime y desapasionado testigo de la Historia, como su secretario y confidente.
Desaparecen sus perturbaciones psico-físicas y emocionales mientras
la historia de los hechos y de los hombres sigue su curso. Convertido
en duende (otro modo de irrealidad bufonesca), Tito espía los movimientos
dentro y fuera de palacio del rey Amadeo, hasta que desaparece de la
Historia de España.
Y para concluir este recorrido, que ya no tiene de experiencia humana
más que el tono distendido del memorialista, recordar que en el último
momento de la narración Tito se concede la satisfacción de pasar la Nochebuena
y el fin de este año de 1872 en casa de Dulce de Babel que,
conectada a través de Ángel Guerra con la intentona del general Villacampa
de 1886, acabó casándose con Casiano, un primo suyo de Bargas, pueblo
cercano a Toledo. Allí puede mantener a salvo un republicanismo que
ahora recupera Galdós como preludio del ya próximo 11 de febrero de
1873. Curiosas incongruencias cronológicas de los simbolismos galdosianos
en sus juegos con la historia y la actualidad.
Muchas citas se podrían proponer del tono bufonesco del lenguaje, de
las referencias culturales, de la caracterización estereotipada y grotesca
de los personajes. Pero, sin lugar a dudas, la enunciación, el ritmo siempre
humorístico, descontrolado y todo poderoso de la voz narrativa quizá
sea el rasgo de desinhibición más relevante y sintomático del enorme desprecio
con que el copresidente de la Conjunción Republicano Socialista
recuerda aquellos años estériles de la monarquía saboyana.
Si Galdós, al fin, hubiera tenido tiempo y ganas para construir una comedia
aristofanesca con sus recuerdos y conocimiento del periodo de
Amadeo I, según fue su proyecto primero, no cabe duda de que la protagonista
hubiera sido la musa Clío o Mariclío. Como ya adelanté, siendo Proteo
Liviano víctima y testigo de la Historia, este es el primer episodio galdosiano
que carece de los Calpenas, Íberos, Beramendis, Ansúrez o Halconeros
que daban antes el sentido medio histórico medio utópico que Galdós va
encontrando al pasado desde su actualidad de escritor. Ahora son los propios
hechos los que pasan al relato a través del discurso poco homogéneo
y controlado de este testigo proteico. Desnortado este relato por la inconsistencia
de su narrador autobiográfico, los hechos históricos se presentan
en su apariencia histórica externa como tales, y en su trasfondo moral
intrahistórico a través de su símbolo mítico, la musa Clío. La evolución
sociopolítica del reinado conforma la película superficial de la historia.
Mariclío aflora a la superficie del discurso histórico cuando éste se debilita
o carece de suficiente densidad.
¿Habría sido ésta la idea primera que tuvo Galdós, una Mariclío
polifacética controlando bufonescamente, con “borceguíes de tacón dorado”
o “hecha un pingajo, con chinelas” (p.37),11 “la ambición de estos
hombres raquíticos y de cortas luces [que] se limitan, como ves, a la vani471
dad de ser ministros, sin otros fines que darse tono, repartir empleos, y
que la señora y los niños paseen en coche galonado”. (p.65)
De haber sido así, buenas posibilidades de espectáculo hubiera conseguido
Galdós con el continuo transformismo de esta vieja que unas veces
aparece “con mantón y delantal, arrastrando gastadas pantuflas en chancleta”
(p.34), como “vieja medio loca que (...) charlotea de trifulcas que
pasaron y de las que están pasando, y es una criticona que no hace más
que gruñir” (p.37), y otras “sube a más, y se pone unas botas al modo de
borceguíes de cuero carmesí, con tacones dorados, y de gordinflona y
ordinaria se te vuelve esbelta y elegante” (p.63). O como la describe Proteo
en uno de sus momentos de irritación olímpica,
Sus cabellos, que antes me parecieron blancos, tenían irisaciones
y reflejos que en las ondas del rizado tan pronto eran oro como
plata. Su rostro se había tornado apacible, tirando a hermoso, y
el volumen de su cuerpo quedaba reducido a las proporciones
de una mujer de medianas carnes. (p.63)
El transformismo fue un espectáculo muy popular dentro del
popularismo de aquel reinado y del Sexenio democrático. Pero lo que pretendía
Galdós sin duda superaba con creces sus propias fuerzas y las posibilidades
del espectáculo popular de 1910, con un cinematógrafo aún en
sus inicios.
A pesar de todo, y atendiendo a la peculiar configuración diegética de
un relato en el que el transformismo se encuentra repartido entre el cronista
testigo, Proteo Liviano, y el símbolo mítico de la Historia, Celestina
Tirado-Mariclío, resulta posible una lectura como esta del texto galdosiano
en la que se reseña la presencia del horizonte cultural de los bufos de
Arderíus como un estímulo y molde expresivo propio del autor que debiera
también estar en la conciencia cultural de los lectores.
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NOTAS
1 SHOEMAKER, W. F., Los artículos de Galdós en La Nación. 1865-1866, 1868, Ínsula,
Madrid, 1972, p.362.
2 BERGAMÍN, J., «Vida y milagros del género chico. Preludio a un libro futuro», en De una
España peregrina, Al-Borak, Madrid, 1972, p.111.
3 El Bachiller Corchuelo [Enrique González Fiol], «Nuestros grandes prestigios. Benito Pérez
Galdós. (Confesiones de su vida y de su obra)», en Por Esos Mundos, julio 1910, año XI,
vol. XXI, nº 186, p.34.
4 Un estudio de conjunto sobre Arderíus y los bufos puede leerse en HUERTAS VÁZQUEZ,
E., El teatro de los Bufos Madrileños, Artes Gráficas Municipales, Madrid, 1993. (Ciclo
de conferencias: El Madrid de Isabel II).
5 HINTERHÄUSER, H., Los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós, Gredos, Madrid,
1963, pp.53-54.
6 El Bachiller Corchuelo, «Nuestros grandes prestigios...», pp.805-807.
7 NUEZ, S. de la, El último gran amor de Galdós. Cartas a Teodosia Gandarias desde
Santander (1907-1915), Concejalía de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Santander-
Librería Estudio, Santander, 1993. (La numeración de las páginas de este epistolario
aparecerán en el texto entre paréntesis).
8 Véase lo dicho por HINTERHÄUSER, H. en nota 5.
9 Dentro del proceso de simbolización sociopolítica en que se desarrolla la fábula
galdosiana, en ésta y en general, la falta de legitimidad oficial (por ejemplo, la que
proporciona el matrimonio legalmente constituido) y de consistencia en los
esparejamientos sentimentales apunta siempre y de modo insistente a la provisionalidad
de la situación sociopolítica en que se encuentran inmersos, en este caso la monarquía
amadeísta, los personajes.
10 Como es sabido, en la dinámica sociopolítica de la mayor parte del siglo XIX y como
consecuencia de la prerrogativa real de poner o de destituir gobiernos, primero era el
Rey el que los designaba si se consideraba oportuno, y después era el gobierno nombrado
y oficialmente constituido el que tenía que organizar unas elecciones generales
para confeccionarse las Cortes parlamentarias que hubieran debido corresponderle si
el relevo gubernamental se hubiera producido por el cauce normal de la consulta
pública y no por la privada decisión de un rey más o menos asesorado respecto de la
oportunidad del cambio por los intereses oligárquicos.
11 Las citas se hacen por la edición de Amadeo I, 1ª reimp.Alianza, Madrid, 1987. Las
páginas aparecen entre paréntesis en el texto.