GALDÓS Y EL LLAMADO
“PROBLEMA DE ESPAÑA”
José Luis Mora
Aproximación al llamado “problema de España”.
Señalaba Ciorán que “ciertos pueblos, como el ruso y el español, están
tan obsesionados por sí mismos que se erigen en único problema: su
desarrollo, en todo punto singular, les obliga a replegarse sobre su serie de
anomalías, sobre el milagro o insignificancia de su suerte”.1 Con esta afirmación,
el filósofo rumano se refiere a una larga tradición nacida a finales
del siglo XVI, y aun no extinguida, por la cual los intelectuales españoles
habrían tratado de explicar lo que para unos es una singularidad y para
otros una anomalía: España.
Este largo periplo habría tenido sus tres principales momentos
fundacionales en los orígenes del movimiento novator; en la disputa de
ilustrados y casticistas, hacia finales del XVIII, con la primera polémica
sobre la ciencia española como principal evento; y en las décadas del
cambio de los últimos siglos con el 98 como fondo.2
Las ciencias, las artes y la historia han librado su particular confrontación
a propósito de este asunto y han conformado una tradición, en verdad
dos, cuyas interpretaciones han acompañado nuestra dual historia,
con una coincidencia: la singularidad de España. Pero con un diagnóstico
divergente: para unos, en el pensamiento moderno estaba la decadencia;
para otros, el aislamiento de España respecto de Europa era la causa real
de esa singularidad española, considerada, por tanto, negativa frente a la
primera tradición autoafirmativa.
De forma bastante lógica este debate llegó a esencializarse y mitificarse
a través de la estética y la retórica, bien tratando de remontarse a un
tiempo, previamente mitificado, que se ubicaría en la época de los Reyes
Católicos; o mediante la aplicación de ciertos postulados hiperpositivistas,
que se habrían consumado en la que Diego Núñez ha denominado “la
falacia de los caracteres nacionales”, teoría del biologicismo dominante
en las ciencias sociales del cambio de siglo.3
En ambos casos la posible terapia quedaba lastrada por la naturaleza
del diagnóstico que concluía en la palabra “marasmo”, es decir, parálisis
producida por causas crónicas y, prácticamente, de carácter constitutivo.
4.1-30
505
Esto terminó por sumergir a escritores e intelectuales, especialmente los
del grupo del 98, en la brillantez de su prosa pero también en la falta de
operatividad de sus propuestas.
El nuevo final de siglo y sus commemoraciones han resucitado este
debate que se ve ahora a la luz de las investigaciones historiográficas realizadas,
sobre todo, en las últimas tres o cuatro décadas.
Tres características, al menos, son comunes a los actuales estudios:
Toma de distancia de los postulados noventayochistas a propósito de
las esencias nacionales;4 corrección de la supuesta singularidad española
respecto de otros países europeos y presentación, más bien, de coincidencias
en los procesos de modernización;5 y, finalmente, olvido de las propuestas
de los hombres del 68, de Galdós en particular, aunque conviviera
con la generación siguiente hasta su muerte, en l920.6
Me ceñiré a esta última que, considero, sencillamente, que es un error.
No debe olvidarse hoy el análisis de quien supo enfocar este problema
dentro de las coordenadas históricas, por tanto, con la capacidad crítica
que proporciona el estudio de los acontecimientos; y con sentido moral,
es decir, desde la esperanza en las capacidades humanas para mejorar y
progresar.7 No cayó, pues, en los esencialismos que llevaron a la soberbia
o al pesimismo, ambos paralizantes aunque las razones fueran opuestas.
Y porque, además, ésta fue, en Pérez Galdós, una orientación permanente
desde su primer artículo, su primera novela y su primer Episodio,
acentuándose, si cabe, en las tres últimas décadas de su vida, hasta el
drama Santa Juana de Castilla que, como señalaré más adelante, cierra de
manera muy lógica su reflexión.
Galdós, heterodoxo a su pesar.
Si algo revela la lectura permanente de los textos galdosianos, por más
que parezca imposible cualquier originalidad en nuestras aportaciones a
estas alturas, es su doble papel como intérprete del problema de España y
como protagonista del mismo. Así lo podemos ver a través de la extensísima
obra sobre nuestro autor que nos facilita un instrumental imprescindible
para su conocimiento: datos biográficos, lenguaje, fuentes, etc., pero, sobre
todo, para saber qué ha significado en cada momento de estos casi
setenta años desde su muerte. Su figura, como personaje de lectores a lo
largo de este tiempo, se nos aparece en sintonía casi perfecta con los
avatares de unos acontecimientos que han reflejado los problemas reales,
y quizá también los ficticios (pero no por eso menos reales) de una historia
que él demostró conocer muy bien. Y esa es una lección permanente que
justifica tanto la lectura de su obra que siempre ofrecerá matices nuevos
como la necesidad de seguir trabajando en las claves que nos desvelen las
múltiples sutilezas de nuestro clásico.
506
Así, p.e. resulta revelador el artículo de Antonio Cabrera, El problema
religioso y el sentimiento católico en Galdós para saber la reacción que
provocó en el señor Obispo de Las Palmas la apertura de su casa-museo a
mediados de los sesenta, hace, pues, casi nada. Como lo son las ponencias
del I Congreso Internacional de Estudios Galdosianos, cuyo primer
cuarto de siglo está a punto de cumplirse. Se trata de textos que forman ya
parte de la historia de la recepción galdosiana como los de Rodolfo Cardona
o Josette Blanquat para darnos cuenta de cómo lo leían ya a propósito
del tema que nos ocupa en este estudio. No era fácil entonces mostrar
esos descubrimientos de los que somos deudores. Era una interpretación
minoritaria y exigente, a la que se notan algunas tenues cautelas, pero
imprescindible para entender el proceso de una recuperación adecuada
del significado principal, que, como escritor, tuvo Pérez Galdós. Fueron
dos acontecimientos que coincidieron con los albores de la actual transición
política española y que no dejan de reflejar ese momento.
Pero los años trascurridos nos permiten seguir avanzando y decir o
subrayar todavía algunas cosas.
Así, a propósito de la contribución de Galdós a la construcción de una
conciencia nacional basada en la historia y el sentido moral y, también,
acerca de la tradición, en que le situó Menéndez Pelayo (hago ahora abstracción
de los motivos del historiador santanderino).8 Ambos aspectos
son claves para entender la naturaleza de este llamado “problema de España”
y las precisiones que sobre su formulación deben hacerse. Galdós
quedó, seguramente a su pesar, convertido en heterodoxo por su amigo
con quien compartía veranos en Santander, pero, a la vez, esta historia de
los heterodoxos nos puso en la pista de un pasado que quizá habría pasado
desapercibido. Y además nos mostró, quizá también a su pesar, la naturaleza
de ese pasado.
Conocemos ya, por tanto, cuál es la posición de Galdós: excéntrica respecto
de la cultura ortodoxa y dominante. Así, podemos saber que su
obra, extensa, larga en el tiempo e intensa en su concepción, que filtra y
reinterpreta buena parte de lo que se escribe en España y fuera, durante
medio siglo, es fruto de una perspectiva oblicua y libre: la proporcionada
por la observación, el Ateneo, las tertulias... que le presentan, al principio,
casi visualmente pero cada vez de forma más consciente, el que será su
propósito y exigencia: la necesaria sutura o reconciliación de la conciencia
con la historia, de la religión con la moral y del arte con la historia.
Cuando en fecha bastante temprana alude a la importancia en la novela
de la existencia de un plan por encima, incluso, del estilo muestra que
tuvo una conciencia temprana de la naturaleza del problema de la sociedad
española tal como a su tiempo había llegado y también de las razones
que la historia encerraba.9
507
Hoy podemos apreciar el significado de su obra, concluido en Santa
Juana de Castilla, como un ejercicio al servicio de la construcción de una
moral social capaz de articular la tradición católica cuya valoración quedó
muy clara en su artículo de 1885 pero corrigiendo los elementos
disgregadores y anacrónicos para hacer posible su incorporación a lo que
llamamos modernidad. En este sentido, Galdós es, claramente, un precursor
de la necesaria secularización que necesitaba la sociedad española
como base de la tolerancia y la pluralidad. Pero su apuesta estuvo en
realizar esta operación desde el respeto a la tradición que el primer
Menéndez Pelayo convertía en amenaza.
Ese era el asunto: la tradición como problema y solución. Y esto bastantes
años antes del famoso 98. ¿Cómo recuperarla, cómo utilizarla, cómo
reconstruirla para sacarla de su fondo mítico y reaccionario? Esa es la gran
contribución de Pérez Galdós que obligó a rectificar al propio Menéndez
Pelayo quien no sólo le propuso para el ingreso en la Academia sino cuya
respuesta en 1897 muestra la distancia respecto de 1881, año de la primera
edición de los Heterodoxos.10
¿Cómo pudo realizar esta labor nuestro canario insigne? Josette Blanquat,
a comienzos de los setenta, nos puso en la buena pista11 mostrándonos la
temprana influencia de la cultura renacentista, acrecentada tras el contacto
con Alfredo Adolfo Camús,12 y, concretamente, de Erasmo cuyo Elogio
de la locura se encuentra en la biblioteca de Galdós.
Bataillon, José Luis Abellán y otros13 nos han aproximado al carácter de
las reformas religiosas del XVI, críticas con el catolicismo ritualista y exterior
y defensoras de la vida interior, es decir, de la conciencia como ámbito
de la religiosidad auténtica. En su reciente libro sobre Juan de la Cruz,
Rosa Rossi lo dice así: “...aquella soledad profunda era el fundamento
necesario para la creación de ese (espacio interior) que es uno de los
descubrimientos de la mística moderna” (...) “...en aquella pasión y aquella
práctica suyas de la soledad y el silencio había una apremiante dimensión
moderna que iba más allá no sólo de la propuesta claustral sino también
de la comprensión de la mayoría de las personas que tenía a su alrededor”.
14
La reivindicación de la conciencia, como espacio de creatividad y de
libertad, es la base del humanismo moderno que en España adopta la
versión del realismo cervantino y la novela picaresca; anticipación, también,
de la razón cartesiana, origen de la filosofía moderna contra la que
se posicionó el catolicismo oficial, anclado en posturas políticas y filosóficas
medievales (ni siquiera la gran escolástica española de Vitoria, Soto o
Suárez fue capaz de cambiar la orientación).
508
La creación de un espacio de heterodoxia o disidencia sui generis encontró
ahí su semilla de libertad: novatores, ilustrados,15 liberales,16 católicos
liberales como Fernando Castro y Gumersindo de Azcárate,
modernistas (religiosos) como Unamuno hasta María Zambrano, vinculada
a través de su padre y de sus propias lecturas de Galdós, toda una tradición
de heterodoxos a su pesar, de españoles al margen como algunos los
han definido.17
Al margen pero con la vista muy en el centro como la tuvo Galdós.
Seguramente sin Menéndez Pelayo nos hubiera costado más encontrar la
pista de muchos de estos nombres que hubieran pasado inadvertidos y
que forman un elenco de intelectuales que nos permiten revisar “el problema
de España” corrigiendo el prejuicio sobre el secular aislamiento y
carencia en nuestro suelo de filosofía o ciencia. La historiografía moderna
ha corregido esta percepción en buena medida y con ello parte de la famosa
singularidad española se ha esfumado.
Sencillamente, hemos incorporado la España “heterodoxa” y en esta
tarea la aportación de Benito Pérez Galdós, y su propia recuperación, han
sido fundamentales. El llamado “problema de España” lo era de dualidad:
ortodoxia/heterodoxia; tradición/modernidad; catolicismo/liberalismo, etc.
y de una forma de unidad que no se realizara por exclusión. Desde la
actual situación podemos saber que se trataba de un falso problema -en
términos positivos- pero, no por eso, menos real y crudo por ser un mito.
Posiblemente, el arte mucho ha tenido que ver con su construcción y a
través del arte había que contribuir a disolverlo.
Miembro insigne, pues, de la España heterodoxa dedicó, al menos, veinte
años de su vida a denunciar las raíces del problema y a mostrar -estéticamente,
como él podía hacerlo- la forma de superarlo, es decir, de integrar
ambas partes. Me parece que el Galdós dramaturgo al lado del novelista,
desde los noventa hasta el final de su vida, no es ajeno a este proyecto.
Tampoco lo es la utilización simultánea de técnicas realistas y modernistas
que le permiten resaltar el papel liberador de la conciencia sin descuidar
la atención a los hechos históricos. Siempre en Galdós existe una gran
coherencia entre doctrina y técnica.
Así lo estudié en mi obra Hombre, Sociedad y Religión en la novelística
galdosiana (l888-1905).I8 Pensaba entonces que la sucesión de personajesprotagonistas,
desde Ángel Guerra hasta Casandra, pasando por Nazarín-
Halma y Misericordia completaban este proceso. Hoy creo que el mismo
continúa hasta El caballero encantado y su expresión del hombre nuevo
cuya interpretación ofrecí en el IV Congreso. Es una apuesta por la integración
de la autonomía de la conciencia (sentido) en términos de un sentimiento
moral laico y tolerante y su viabilidad histórica en la sociedad española
(fundamento).
509
La religión, problema y solución, causa de nuestros enfrentamientos
pero nervio de nuestra historia, debía quedar reducida a moral social, compartida,
sin exclusiones; moral laica, es decir, sostenida por las conciencias,
sin pretensiones de constituir una iglesia nacional alternativa, tan
inviable como inútil para resolver el problema de la integración. Sin caer
tampoco en formas falsas de misticismo caritativo de carácter individual
cuya operatividad social termina por ser contraproducente.
Pero la lección debía aprenderse colectivamente y practicarse como
pueblo y esto sólo es posible, en el campo del arte, a través del teatro. Por
eso, sus últimas obras dramáticas repiten machaconamente, para fijarlas,
estas ideas de concordia y de superación de los dualismos.
Quedaba, aún, una última acción donde la historia y el arte.
-“si mucho deshace el tiempo, más edifica la imaginación”, había
dicho Galdós-19 aunaran sus puntos de vista para mostrar al
pueblo español que, realmente, la integración era posible porque
en el principio fue ya la unidad. Simplemente que esta era
de naturaleza diferente a como se nos había enseñado. Sólo así
el “problema de España” quedaría realmente superado.20
El legado de Santa Juana de Castilla.
Esta obra de larga gestación, concebida hacia 1892,21 en fechas próximas
a Ángel Guerra donde Galdós “dialoga” con la propuesta de Fernando
de Castro acerca de crear una iglesia nacional22 para mostrar su inviabilidad
histórica, está “presente” a lo largo de toda su última etapa hasta su redacción
y representación poco antes de su muerte.
Como ha visto muy bien Finkenthal23 se trata de una obra sobre los
orígenes, “un momento de la Historia de España pleno de posibilidades”,
centrado en 1555, año de la muerte de la reina Juana, poco antes de que
el rigor inquisitorial impusiera el absolutismo religioso contra la libertad
de cultos y las reformas religiosas. Cuando todavía hubiera sido posible
evitar el “problema de España” generado por la reina Isabel a quien Galdós
atribuye el “cruel propósito de meternos a todos en comunidad o rebaño,
con regla estrecha y absolutamente intolerable.”(...) “El litigio -añade- ha
seguido dividiendo en enconados bandos a los que, no ya castellanos,
sino españoles nos llamamos en el viejo solar europeo, y aun hemos podido
obtener sentencia definitiva”(...) “No vio o no la dejaron ver, que si
antes de morir hubiera desatado nuestras conciencias, habría hecho más
por nosotros que descubriendo cien Américas y conquistando doscientas
Granadas“.24
Pero la recreación estética puede reconciliarnos con la historia. Aún es
tiempo de desatar las conciencias, es decir, recomponer nuestra historia
510
religiosa hecha de conflictos; y de reconstruir nuestra historia social y política
con la ruptura de las clases populares y las dirigentes. La primera
función la cumple esa última escena donde la reina Juana, la princesa con
mejor formación humanista de la corte de los Reyes Católicos, a quien la
historiografía alemana de orientación modernista del XIX situaba dentro
de la orientación erasmista es asistida en sus últimos momentos por Francisco
de Borja, el caballero de Carlos V y clérigo-jesuita,25 doble representante,
pues, de la tradición absolutista religiosa y política. Es, precisamente,
el jesuita quien reconoce a Juana como santa, ¡Santa Reina!, porque
“socorriste a los pobres y consolaste a los humildes sin vanagloriarte de
ello, en el seno de Dios Nuestro Padre encontrarás la merecida recompensa”.
Reconciliación religiosa, en el origen, con anterioridad al nacimiento
de las Españas, la ortodoxa y la heterodoxa, que poco después surgirían.
Y la memoria de doña Juana sirve al segundo propósito: el recuerdo de
los Comuneros en Tordesillas, que Galdós recrea mediante la ficción estética
del encuentro de doña Juana con el pueblo. Pudo haber sido el origen
de “otra” historia política y social no absolutista si la reina hubiera firmado
la propuesta de los comuneros. La historiografía nos muestra que la rebelión
política conllevaba un aliado incómodo: el campesinado (el pueblo)
que proponía una rebelión social.27 Y Juana si bien aprobaba la postura
comunera no se decidió a firmar contra su hijo con lo cual éste salió reforzado.
Mas fueron dos meses y medio de libertad, breve sueño para una
vida dilatada y una historia larga, que salta en el tiempo mediante la imaginación
estética pues... lo que pudo ser, puede ser todavía:
D. Juana.- Comodidades, no; llaneza, igualdad con el pueblo.
Peronuño.- La Reina está en lo cierto. El pueblo debe gobernarse
a sí mismo, en conformidad con la Soberana.28
El artificio literario no encubre un aspecto que Galdós había manifestado
al menos desde Misericordia y que coincide con innumerables aspectos
de esos y posteriores años en la cultura española de la época: la toma
en consideración de los valores populares: “A las hegemonías determinadas
por los hechos de gesta, sustituye hoy el imperio de la fuerza espiritual,
y ésta le da los éxitos del trabajo y la riqueza”.29
Es el fin de Galdós, anticipación de su muerte, dice Carmen Menéndez.
Pero es el comienzo de una esperanza: reconciliación y progreso: “¡Desgraciado
el pueblo que no tiene algún ensueño constitutivo y crónico, norma
para la realidad, jalón plantado en las lejanías de su camino!”,30 había
casi gritado tras el 98. Que Galdós en este drama desvelaba esa norma lo
supo ver Manuel Machado en la crítica ya mencionada: “Yo he creído notar
en este drama sobrio y fuerte que la mano del genio entreabría las puertas
de la gran verdad artística y el estremecimiento de la suprema belleza ha
conmovido mi espíritu en ciertos momentos”.
511
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512
NOTAS
1 Ciorán, «Pequeña teoría del destino», en La tentación de existir, Taurus, Madrid, 1979,
p.45,
2 Para un estudio de los principales momentos y obras de este largo debate véase NÚÑEZ,
D., «Raíces históricas del problema de España», en ABELLÁN, J. L., (coord.), El reto
europeo, Trotta, Madrid, 1994, pp.243-250.
3 “En definitiva -señala el profesor Diego Núñez-, este naturalismo determinista contaminó
de manera generalizada el pensamiento de la mayoría de estos escritores, e incluso
también y más de lo que se cree, el de aquellos que se rebelaron contra el imperialismo
de las ciencias físico-matemáticas”. «La historia del pensamiento español y el problema
de España», en ¿Existe una filosofía española?, Sevilla, 1988, p.167. Diego Núñez,
muy buen conocedor de la ciencia en España durante esta época, ofrece uno de los
más certeros análisis sobre cómo se construyeron esos postulados esencialistas. A ello
se ha referido Francisco Ayala, en su reciente discurso al ser investido doctor honoris
causa por la UNED, al hablar de ”postulados esencialistas y retóricos en exceso que a
partir del Idearium español, de Ganivet, informó aquella generación”, El País, 10/4/
97, p.33.
4 Baste como muestra JUNCO, A., «El falso problema español», El País, 21/12/96, p.14, y
VARELA, J., «El mito de Castilla en la generación del 98», en Claves de la razón práctica,
70, marzo, 1997, pp.10-16.
5 Así JULIÁ, S., «Anomalía, dolor y fracaso de España», en Claves de la razón práctica, 66,
octubre, 1966, pp.10-21. “Nosotros -afirma-, los nacidos después de la guerra, crecidos
en la seguridad de que lo nuestro no tenía remedio, que fracasaríamos también,
hemos visto aparecer, pegada a los talones, una nueva generación de historiadores
que ha arrojado todo ese lastre por la borda y ha proyectado sobre el pasado una
nueva mirada, menos dramática y, por tanto, menos fatalista” (p.10). Es lástima que lo
interesante de la propuesta se base en una serie de citas sesgadas que socavan la
solidez del texto y producen confusión.
6 Debe exceptuarse de este juicio a José María Jover quien nos ofreció un análisis muy
lúcido sobre la evolución de los hombres de esta generación, particularmente de Galdós,
en su Realidad y Mito de la Primera República, Austral, Madrid, 1991. A ello me referí
en la comunicación del anterior Congreso, «La imagen de España en el último Galdós»,
en Actas..., Las Palmas de Gran Canaria, 1995, pp.245-255.
7 La orientación de Trafalgar, por tratarse del primer Episodio es importantísima a este
respecto. A su análisis dediqué una breve intervención en las I Jornadas de Hispanismo
Filosófico. MORA, J. L., «La imagen de España y Europa en la España de Galdós» en
Abellán (coord.), O.C., pp.251-56.
8 MENÉNDEZ PELAYO, M., Historia de los heterodoxos españoles, II, BAC, Madrid, 1967,
pp.1005 y 1019.
9 En las jornadas que sobre la figura de Giner celebró la Universidad de Cádiz (1996)
analicé algunos de los aspectos más importantes del diálogo Giner-Galdós partiendo
de cómo Galdós se integra en el debate que sobre el papel de la literatura había iniciado
Larra (quizá con anterioridad los liberales de comienzos de siglo) y después continúan
los krausistas a propósito de esta reconciliación y la llamada “universalización de
España”. La novela de Galdós como interlocutora de la pedagogía gineriana (En prensa).
10 Desconozco hasta qué punto Pérez Galdós pudo influir en Menéndez Pelayo pero no es
improbable dada la evolución del cántabro. CAMPOMAR, M. M., La cuestión religiosa en
513
la Restauración. Historia de los heterodoxos españoles, Sociedad Menéndez Pelayo,
Santander, 1984.
11 BLANQUAT, J., «Lecturas de juventud», en Cuadernos Hispanoamericanos, nº 250-252,
Madrid, 1971, pp.161-220. «¿Galdós, humanista?», en Actas del 1 Congreso Internacional
de Estudios Galdosianos, Las Palmas de Gran Canaria, 1977, pp.43-59.
12 Aparte de la información que en el mencionado artículo, «Lecturas de juventud», Blanquat
nos ofrece sobre la figura de Camús y la conocida semblanza que le dedicó Galdós
quien demostró conocerle bien, Tomás Mallo en un exhaustivo estudio sobre los cursos
impartidos en el Ateneo, señala del propio Camús que impartió uno titulado “Estudios
histórico-críticos acerca de los humanistas españoles del Renacimiento” (1868) al
que bien pudo asistir Galdós. Tomás Mallo, La filosofía en el Ateneo de Madrid en el
siglo XIX en A. Heredia (coord.), Actas del VI Seminario de Historia de la Filosofía
Española e Iberoamericana, Universidad de Salamanca, 1990, pp.151-168.
13 Menos citado pero muy interesante es el estudio de Melquiades Andrés, «Corrientes
culturales en tiempos de los Reyes Católicos y recepción de Erasmo», en REVUELTA M.,
y MORÓN, C., (ed.), El erasmismo en España, Sociedad Menéndez Pelayo, Santander,
1986, pp.76-96.
14 E. Rossi, Juan de la Cruz. Silencio y creatividad, Trotta, Madrid, 1996, p.45.
15 Sobre la figura de Campomanes ha escrito Concepción de Castro una reciente monografía
que resulta muy interesante para conocer los antecedentes del XIX. Cuando se
refiere a su ideología religiosa señala cómo ”el catolicismo ilustrado se mantuvo, lo
mismo aquí que en otros países, dentro de la ortodoxia”; nuestros ilustrados “entroncaron
con el humanismo cristiano del siglo XVI”; “aspiraba, como los demás, a una iglesia
nacional menos rica, en la que cupiera un mayor papel a los laicos y que estuviera,
además, dirigida por los obispos españoles”. Campomanes: Estado y reformismo ilustrado,
Alianza, Madrid, 1996, pp.2l1-230.
16 Quizá J. M. Blanco White, el más significado, pero también Quintana como ha estudiado
D. Martínez Torrón, Manuel José Quintana y el espíritu de la España liberal, Alfar,
Sevilla, 1995.
17 Algunos de los aspectos más importantes del catolicismo liberal y el modernismo religioso
pueden verse en Luis de Llera (coord.), Religión y Literatura en el Modernismo
Español, Actas, Madrid, 1994. Especialmente el capítulo 2.
18 Cabildo Insular, Universidad de Salamanca, 1981.
19 PÉREZ GALDÓS, B., «Prólogo a José María Salaverría, Vieja España» en SHOEMAKER, W.
H., Los prólogos de Galdós, México, 1962, p.88. Fernando Pessoa ha dicho algo parecido
a esto: “Dejemos nuestro arte escrito para guía de la experiencia de los venideros
y encauzamiento plausible de sus emociones. El arte y no la historia es el maestro de
la vida”.
20 Posiblemente Galdós compartió con Unamuno esta idea sobre la función del teatro.
Además del conocido texto de «En torno al casticismo» al final del ensayo La casta
histórica Castilla, en una conferencia pronunciada en el teatro Juan Bravo de Segovia y
organizada por la Universidad Popular, Unamuno sostuvo lo siguiente: “Si en España se
ha salvado algo de la personalidad, ha sido por el teatro. Pero es necesario que haya un
protagonista”. El Adelantado de Segovia, 25/2/1922. Muchos aspectos de los ensayos
unamunianos podrían estudiarse en relación con esta última etapa galdosiana y no
menos que algunas afirmaciones del Epílogo de la Historia de los Heterodoxos de D.
Marcelino. Es imposible hacerlo en los márgenes de esta comunicación.
21 Así lo ha documentado CARDONA, R., «Las fuentes históricas de Santa Juana de Castilla»,
en Actas del I Congreso Internacional de Estudios Galdosianos, Las Palmas de Gran
Canaria, 1977, pp.463-459. Con posterioridad Carmen Menéndez ha estudiado la secuencia
de invención, composición, ensayos y estreno de manera rigurosa. Introduc514
ción al teatro de Galdós, Madrid, CSIC, 1983. Asimismo ofrece datos de interés la tesis
de ÁVILA-ARELLANO, J., «El personaje femenino del teatro de Galdós (una aproximación
al simbolismo histórico del escritor)», Univ. Complutense, Madrid, 1992.
22 Sobre este tema contamos con el estudio de Ramón Chacón, U. Fernando de Castro y
el problema del catolicismo español, UAM, Madrid, 1996 (ed. microfilmada).
23 FINKENTHAL, S., El teatro de Galdós, Fundamentos, Madrid, 1980, pp.175-189. De él
tomo prestado con alguna variación el título del epígrafe.
24 PÉREZ GALDÓS, B., Prólogo..., p.96. Manuel Machado en la crítica publicada en El País,
9/5/1918, señala esta idea: “... con indudable intuición genial, ha cifrado en la hija de
Isabel la Católica toda la España muerta en el momento de su renacer propio y genuino,
ahogada por la universalidad ambiciosa de Carlos V, destrozada en Villalar, fracasada
en sus más nobles anhelos de libertad, de democracia, de vida propia nacional. Y lo
que es más aún de su autonomía de la conciencia“. La cursiva es mía.
BERENGUER, A., (ed.), Los estrenos teatrales de Galdós en la crítica de su tiempo,
Madrid, 1980, p.480.
25 Nieto, doblemente ilegítimo del Papa Alejandro VI y del propio Fernando el Católico y,
por tanto, un personaje con gran carga simbólica a los efectos buscados por Galdós.
Dalmases, El padre Francisco de Borja, BAC, Madrid, 1983, p.6.
26 PÉREZ GALDÓS, B., Santa Juana de Castilla, O.C., VI, Madrid, 1968, p.1346. La moderna
investigación histórica no corrige sustancialmente la que bien pudo ser esta escena.
No lo hace el propio DALMASES, O.C., pp.121-123; PRAWDIN, Juana la loca, Juventud,
Barcelona, 1953, interpretó esta escena como un juego de astucias, p.223; y
FERNÁNDEZ, M., Juana la loca, Palencia, 1994, pp.233-239, subraya aquí que consiguió
que abandonara la indiferencia religiosa y que tuvo un trato religioso con ella. La
interpretación de PFADNL, Juana la loca, Austral, Madrid, 1937, necesitaría una explicación
un poco más larga.
27 Galdós debía conocer bien la tesis de Ricardo Macías Picavea sobre los orígenes del
“problema de España”. El problema nacional, ed. de A. de Blas, Biblioteca Nueva,
Madrid, 1977, pp.213-255.
28 Ibíd., p.1340.
29 PÉREZ GALDÓS, B., Prólogo..., p.97, Muchísimos aspectos de la educación, con anterioridad
a la guerra, tienen que ver con esto que aquí indicamos: universidades populares,
ateneos obreros, bibliotecas ambulantes, recuperación del folklore de forma
bien distinta a como después se hizo, etc. En esta idea coincidieron personas de distintas
ideologías, liberales, socialistas, anarquistas que desarrollaron una actividad cultural
inmensa. Galdós anticipa y después participa de esta estética que mejor desarrollaron
los del 27 que los del 98. Valga como muestra el estudio de CAUDET, F., «Lorca: por
una estética popular», en Las cenizas del Fénix, Ed. de la Torre, Madrid, 1993,
pp.381-406.
30 «Soñemos alma, soñemos», Alma española, noviembre, 1903, p.2.