BAROJA FRENTE A GALDÓS

Alfred Rodríguez

Algunos miembros de la Generación del 98 (Unamuno, Baroja, Valle-

Inclán) mantienen frente a Galdós, la figura de más relieve literario de la

generación que les precede, una actitud de duro rechazo. Aunque el proceder

de Baroja sea, en este sentido, más de omisión que de comisión,1

quizás impacte más sobre nosotros por asociarse con quien resulta continuador,

por excelencia, del género literario que identificamos con Galdós.

El frío desdén barojiano hacia su gran predecesor, que trasciende de

diferencias filosóficas y estéticas,2 carece de explicación razonada. Nos

proponemos intentar ofrecerla mediante la teoría de creatividad literaria

que expone Harold Bloom en su The Anxiety of Influence. Éste pretende

aclarar -en términos freudianos, principalmente- la problemática relación

entre los grandes creadores que se suceden en el tiempo, entre predecesores

y sucesores, que él denomina “efebos”.

La obra de Bloom destaca el estado psicológico que a menudo subyace

en la continuidad literaria: la ansiedad que produce en el efebo el conflicto

entre la poderosa inclinación a emular al gran predecesor, asimilado,

interiorizado, y la necesidad artística -en el creador de calidad- de liberarse

del mismo, superándolo:3

My concern is only with strong poets, major figures with the

persistence to wrestle with their strong precursors, even to the death.

Weaker talents idealized; figures of capable imagination appropriate

for themselves. But nothing is got for nothing, and self-appropriation

involves the immense anxieties of indebtedness, for what

strong maker desires the realization that he has failed to create

himself? (Bloom, p.5)

Aunque Bloom se ocupa preferentemente de lo lírico,4 ha recogido, en

palabras de Malraux, la presencia de esa conflictiva circunstancia psicológica

en todas las formas de creatividad literaria: “Every young man’s heart

is a graveyard in which are inscribed the names of a thousand dead artists

but whose only actual denizens are a few mighty, often antagonistic, ghosts”.

(Bloom, p.26)

Para nuestro fin, habría que matizar lo citado de Malraux, ampliando

hasta los coetáneos lo que el novelista francés parece limitar a “dead

4.1-39

607

artists”.5 Es decir, que el predecesor, el “ghost” que induce ese estado

psicológico, puede resultar -con ser cronológicamente anterior-6 coetáneo

del creador efebo.

Ahora bien, ¿qué síntomas, de orden literario, delatan la condición psicológica

que resulta del conflicto descrito entre sucesivos creadores? De

los numerosos ejemplos de la ansiedad creativa que estudia Bloom, se

desprende (pp.82-83) que la obra del efebo suele reflejar en sí su cristalización

mediante un agónico proceso de repetición/ruptura (imitación/superación)

frente al perturbante predecesor. Es decir, que la obra del joven

creador revelará (en su estructura, temática, caracterización, etc.) la presencia

del predecesor, y será, a su vez, en todos esos paralelos, un intento

de superarlo.

Bloom sugiere (p.144), además, que los síntomas de esa repetición/

ruptura creativa -que aparecen, de una forma u otra, en toda la obra del

angustiado efebo- se dan más claramente en los comienzos del artista

afligido. Es en los esfuerzos iniciales de éste, aún inmaduro, donde mejor

se percibe la presencia de esa influencia que genera la ansiedad creativa

que el estudioso identifica.

Nos parece, de hecho, que la obra de Baroja, especialmente su obra

inicial, es sintomática de la presencia, cara a Galdós, de esa creativa condición

psicológica. Como ejemplo concreto de lo que afirmamos, cabe

mirar de cerca la primera novela, precisamente, que Baroja publica, La

casa de Aizgorri, escrita en los últimos años del siglo XIX (Pérez Ferrero,

p.81; González López, p.107). Baroja abre su camino creativo con lo que

es, sin duda alguna, una novela dialogada, novela en siete jornadas.

Pues bien, poca duda cabe -con existir una larga tradición española para

ese subgénero mixto: (La Celestina, 1499/La Dorotea, 1632)- de que es

Galdós quien, empezando con Realidad (1889), perfila su renacimiento en

las letras españolas (Del Río, pp.41-44). Nada difícil es -y quizás hasta sea

imprescindible- imaginar a Baroja, efebo en busca de la forma que plasmara

su anhelo creativo, sintiendo la irresistible atracción de la ‘innovación’

de Galdós.7

Ya la crítica barojiana, sin precisar modelo concreto, señala, en La casa

de Aizgorri, algunos paralelos con el predecesor canario (González López,

p.77; Bretz, p.46). Mas ésta, quizás influenciada por el propio Baroja, negador

de influencias galdosianas,8 rehusa destacar lo que más patentemente

procede de Galdós, la forma novelística en sí.9 Cabe subrayar, al

respecto, que en el esquema psicológico de Bloom la negación de influencia

(que en este caso quizás alcance hasta a los estudiosos) a menudo

refleja la ansiedad, precisamente, que aquélla provoca:

608

The great deniers of influence -Goethe, Nietzsche, Mann in Germany;

Emerson and Thoreau in America; Blake and Lawrence in England;

Pascal and Rousseau and Hugo in France- these central men are

enormous fields of the anxiety of influence... (Bloom, p.56).

En el caso del Baroja primerizo, resulta, además, que se puede identificar,

con no pocos datos, el modelo concreto, galdosiano, que asoma en La

casa de Aizgorri. Se trata de la segunda novela dialogada de Galdós, La

loca de la casa (1892), cuyo título tiene ya eco en ella.10 El tema galdosiano

de la fusión de clases sociales -central a La casa de Aizgorri (Baroja, La

casa, p.141) y señalado como tal por los estudiosos del vasco (González

López, p.77, p.110; Templin, p.112)- tiene en La loca de la casa su captación

más directa en Galdós (Del Río, pp.48-50). La crítica ha destacado el

carácter excepcional, en la novelística de Baroja, de la protagonista de La

casa de Aizgorri, y es el caso que las características que la singularizan en

Baroja son las que comparte con Victoria de La loca de la casa: su espiritualidad

(Elizalde, p.177), la intensidad vital de su imaginación, que es ”la

loca de la casa” galdosiana (Bretz, pp.44-45) y, cosa rara en Baroja, que la

novela esté centrada en ella (Elizalde, p.182). No menos raro en el novelista

que llega a ser Baroja es la resolución positiva del conflicto novelesco

(González López, p.110; Bretz, p.148-149), que también la aproxima a ese

modelo galdosiano.

Abundan, además, otras huellas concretas de la presencia intertextual

de La loca de la casa en la cristalización barojiana de La casa de Aizgorri.

Basten como muestra las siguientes: el trasfondo novelístico, repartido en

ambas obras entre la vivienda y la fábrica; el trabajo junto a los ardientes

hornos de ésta; el entonces raro ejercicio de la contabilidad de ambas

protagonistas, aunque haya gran discrepancia en la eficacia aritmética que

se les atribuye; la presencia central del “asilo” en ambas obras, aunque su

procedencia sea distinta.

No nos interesan estos datos para un estudio intertextual que comprobara

la influencia entre escritores. Ni siquiera hemos de emplearlos, aunque

buen fruto podrían rendir, de manera bloomiana, para penetrar el

proceso creativo de Baroja al estudiar su novela como ansiosa respuesta a

la obra de su predecesor, como expresión del intento del vasco por superar

a su inesquivable predecesor.11 Tan sólo nos interesa comprobar, aquí,

la probable presencia, en el “efebo” Baroja, de la condición psicológicocreativa

que Bloom comenta.12

Porque si la ansiedad creativa frente al predecesor inesquivable es,

como indica Bloom, más patente en el escritor joven, no deja de ser factor,

como también indica éste (p.107), en toda su vida creativa. Así, pues,

nada debe de extrañar la periódica vuelta de Baroja, hasta muy entrado en

su ciclo creativo, a la forma dialogada de La casa de Aizgorri:13 Paradox rey

(1906), La leyenda de Juan de Alzate (1922), El nocturno del hermano

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Beltrán (1927). Como tampoco lo es, por ejemplo, que, dadas las circunstancias

psicológicas descritas, dedique Baroja numerosos tomos (Las memorias

de un hombre de acción, 1913-35) a una novelística histórica

cronológicamente coincidente, en gran medida, con la Segunda Serie de

Episodios Nacionales.14

Volvamos ya, para concluir, sobre el fin que justifica estas páginas: el de

explicar la despreciativa actitud de indiferencia que muestra Baroja frente

a Galdós. La ansiedad creativa que siente el gran novelista que es Baroja

ante el gigánteo predecesor que halla delante de sí desde que hace sus

primeros pinitos de creador es, como explica Bloom (pp.56-58 y 135), un

estado psíquico nada agradable, un estado que impulsa a la represión y al

rechazo de su causa. Su intensidad y duración en la vida creativa del escritor

afligido lo expresa Bloom en términos inequívocos:

For the poet is condemned to learn his profoundest yearnings

through an awareness of other selves. The poem is within him, yet

he experiences the shame and splendor of being found by poems

-great poems- outside him. To lose freedom in this center is never

to forgive, and to learn the dread of threatened autonomy forever.

(p.26)

Creemos comprender algo mejor, ahora, la durísima actitud de Baroja

frente a Galdós,15 su predecesor inesquivable. Y como fruto de esa

comprehensión nos queda, además, la certeza de que mucho se ganaría

en el estudio de la obra barojiana -y quizás de la de otros destacados antigaldosistas

del 98- mediante la aplicación crítica, a partes significativas de

su obra, del esquema crítico que propone Bloom.

610

NOTAS

1 Para una apreciación del frío desdén de Baroja hacia su compatriota -expresado aun

hacia el final de su vida- véase todo el tomo I de Desde la última vuelta del camino.

Para juicios directamente duros, véase, en la misma obra, III, pp.231-240.

2 Dickens y Balzac, por ejemplo, siempre figuran entre los autores favoritos de Baroja,

BAROJA, P., Desde, 1, p.102.

3 Para la base freudiana de Bloom, que hace equivaler el predecesor literario al padre del

esquema familiar de Freud, véanse, entre otras, pp.11-12.

4 Para alguna referencia del propio Bloom al género novelístico, véanse pp.28 y 94.

5 En los ejemplos que aduce Bloom menudean los que comprenden escritores coetáneos,

aunque -para que haya predecesor y efebo- de distintas generaciones literarias.

Véase, por ejemplo, Bloom, p.28.

6 El predecesor coetáneo puede resultar -como es el caso de Galdós respecto a Barojacompetidor

directo por un reconocimiento público y hasta un mercado que se anhelan.

Pero ello no nos concierne aquí por despertar reacciones emotivas en el nivel

darwiniano que sugiere Wright (pp.275-277) y no en el freudiano, subconsciente, que

premisa Bloom.

7 Es de notar que la segunda novela de Baroja, El mayorazgo Labraz, también la comienza

como novela dialogada (GONZÁLEZ LÓPEZ, p.106; CIPLIJAUSKAITE, p.127).

8 La negativa es casi siempre por omisión: nunca nombrando a Galdós entre los autores

que pudieron influir en él y sólo rarísima vez aludiendo a su lectura del canario, aunque

su biblioteca pudiera desmentir esa impresión (ALBERICH, p.267). Cuando trata directamente

de la cuestión (BAROJA, Desde, 1, p.205; Obras, V, p.498), niega rotundamente

la posibilidad.

9 Elizalde (p.43) hasta declara la forma de La casa de Aizgorri innovación del novelista

vasco.

10 Para casos semejantes, de compulsiva repetición de lo reprimido, véase la explicación

freudiana de BLOOM, pp.77-78.

11 En un estudio bloomiano de La casa de Aizgorri, habría que destacar, está claro, las

“desviaciones” (BLOOM, p.44) que Baroja lleva a cabo, frente a La loca de la casa, en

su esfuerzo de superación.

12 Dada la presencia de la ansiedad creativa que indica Bloom, especialmente aguda en el

Baroja primerizo frente al gran predecesor canario, pensamos que el elogio que hizo el

propio Galdós de La casa de Aizgorri (NALLIM, p.90) sólo serviría para intensificar la

citada ansiedad.

13 Seguimos la cronología de PATT, pp.8-10.

14 En modo alguno agotamos los ejemplos de una posible persistencia, en Baroja, de la

ansiedad creativa frente a Galdós. Para otras conexiones intertextuales entre sus obras,

véanse, por ejemplo, HEREDIA, B., pp.149-157; PÉREZ, p.197; CASALDUERO, pp.219-

226; BLANCO AGUINAGA, pp.326-327.

15 Con todo, y aunque sea por indirección, alguna que otra vez -muy tardíamente, como

norma- asoma el tono admirativo de Baroja frente a Galdós. Véase, por ejemplo, BAROJA

Obras, VIII, p.963.

611

BIBLIOGRAFÍA

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