GALDÓS Y AZORÍN: HACIA UNA TEORÍA DE LA

ESCRITURA FINISECULAR

Diane F. Urey

La simpatía y admiración que Galdós inspiró en Azorín es bien conocida,

y sin duda fue el más entusiasta lector de su obra entre los

noventayochistas. El autor de La Voluntad reconocía en el escritor canario

al genial renovador de la novela española, al gran maestro cuya labor

de 50 años había sabido captar y transmitir el espíritu nacional a los españoles.

En 1913 Azorín publicó en Lecturas españolas que "la nueva generación

de escritores debe a Galdós todo lo más íntimo y profundo de su

ser: ha nacido y se ha desenvuelto en un medio intelectual creado por el

novelista".1 Este volumen inició el trabajo de Azorín sobre "una teoría de

libros", obra "revolucionaria en su tiempo" porque su "espontánea aproximación

a los clásicos" contravenía "los juicios estereotipados" y secos de

esos años. Además, "fue novedad asombrosa" presentar a Galdós, todavía

contemporáneo suyo, entre sus lecturas de autores españoles clásicos,

según Elena Catena («Introducción», pp.37-38). Azorín estimaba quizás sobre

todo las novelas tardías de Galdós, elogiando en particular la quinta

serie de los Episodios nacionales por su notable complejidad, la presencia

de elementos desusados en su estilo, y por el cambio de rumbo génerico

y temático que marcaban en su producción literaria. En 1912 dijo de

Cánovas, imprimido ese mismo año, que "El libro está escrito de un modo

admirable, sencillamente maravilloso. Pocos libros habrá escrito Don Benito

Pérez Galdós de tan soberbio modo".2 Críticos tan renombrados como

Ricardo Gullón en «La historia como materia novelable» (1972), y Miguel

Enguídanos en «Mariclío, musa galdosiana» (1961), han reconocido el mérito

de Azorín en valorar a Cánovas, y toda la creación artística de Galdós.

Sin entrar en detalle, sus estudios indican cómo esa valoración se traduciría

después en una incorporación y desarrollo en la propia obra de Azorín.

Es esta cuestión precisamente la que quisiera explorar. Mi propósito es

señalar unos enlaces textuales singulares entre los dos artistas y contribuir

con ello, como Azorín, a una apreciación revitalizada de los Episodios finales

de Galdós.3

Al igual que Azorín en su época, los críticos mencionados se cuentan

aún entre una minoría relativa de galdosistas contemporáneos que no consideran,

en su mayor parte, los cuatro Episodios que terminan la quinta

serie -Amadeo I, La primera república, De Cartago a Sagunto, y Cánovasde

características fantásticas y absurdas, la producción confusa, cuando

no caduca, de un Galdós no sólo mermado físicamente por los años y la

4.1-44

659

ceguera, sino en sus facultades intelectuales. En otra parte he procurado

demostrar que tales opiniones carecen de base textual: la serie en total

nos ofrece, de hecho, y como reconoció Azorín, otra etapa de experimentación

y extraordinaria novedad galdosiana. En ella, como a lo largo de su

carrera, Galdós rompe convenciones literarias y traspasa fronteras canónicas

entre géneros. Las técnicas narrativas tan complejas y "modernas" son

de incontrovertible importancia en la historia literaria hispánica. Anticipan

innovaciones muy posteriores y que muchas veces se consideran "inventadas"

y desarrolladas sólo recientemente.4 Aunque se puede ver de los estudios

citados, y otros no mencionados, que la evaluación negativa de los

últimos Episodios está cambiando poco a poco, la reconsideración de su

gran originalidad, su sofisticación teórica, y sus mensajes profundos sobre

el proceso textual y sobre la historia de España todavía ha sido lenta. El VI

Congreso Internacional Galdosiano de 1997, cuyo tema central se basa en

"Galdós y el 98", ha hecho una enorme contribución a esta necesaria

reconsideración, como testimonian los artículos publicados en este mismo

volumen por eminentes galdosistas. El Congreso ha inspirado "grandes

esperanzas" que la exploración y la consecuente recuperación de los Episodios

nacionales culminantes de Galdós se va a continuar en adelante

con paso más seguro y regular.

Otra creencia bastante común sobre la quinta serie es que queda

inacabada, aunque ya Stephen Gilman propuso que Galdós "decidió" dejar

los Episodios, sin duda por aversión a la época de que trataban, y Stephen

Miller deja lo mismo implícito.5 Cualquier lectura detenida de Cánovas, o

de las palabras de Galdós publicadas alrededor de 1912, apoyarían conclusión

igual. Además, el hecho inesperado de incluir sólo 6 y no 10 volúmenes

en la serie pudiera muy bien ser una manifestación más de las

muchas maneras que usa Galdós, en todo lo que relata, para defraudar las

expectativas del lector. Es muy posible que el terminar los Episodios con

el volumen 46 sea otro modo de socavar la complacencia de aquel lector

que piense que el formato de la quinta serie se va a ajustar a la "norma" de

las otras 4, cuando menos a las convenciones superficiales de la novela

histórica que piden narraciones más o menos verosímiles. Mucho de lo

anterior no se le hubiera escapado a Azorín.6

En 1925, 13 años después de aparecer Cánovas, la última novela de

Galdós, Azorín publicó Doña Inés, para muchos su obra maestra. Doña

Inés comparte con la quinta serie la metaficionalidad omnipresente, perspectivas

mutables -al fin desengañadas- sobre la historia de España, un

concepto atemporal, una intertextualidad extensa, compuesta por la más

parte de obras y autores en los Episodios, y, sobre todo, una atención

destacada a los procesos literales y figurativos de escribir y leer. En definitiva,

dentro de los intersticios de Doña Inés, como de tantas composiciones

Azorinianas, el tejido galdosiano se vislumbra en todo momento. Gran

parte de los personajes de Azorín parecen "vivos retratos" de Galdós, incluso

Azorín. Doña Inés dibuja en Don Pablo una versión de Azorín también;

luego los dos inscriben a Galdós.

660

Por toda la multiplicidad de estilos, temas, y formas que Azorín reconocía

y admiraba en Galdós, y por la inspiración tan obvia que sacaba de su

arte, es curioso, sin embargo, que su propio trabajo extensivo no muestre

más diversidad, sino superficialmente. Mucha de su producción consiste,

al fondo, auto-retratos explícitos o implícitos donde se inscribe a sí mismo,

hecho que el tomar el nombre de su propio personaje emblemiza.

Una cuestión interesante sería si en vez de modelar sus propios personajes

en Galdós y los suyos, Azorín pintó en Galdós un reflejo de sí y de los

personajes en que se espeja. O, ¿llegaba a ver en Galdós una figura-padre,

y por lo tanto, a sentir su presencia, con inevitable ambivalencia, por todas

partes? Si éste fuera el caso, ayudaría a explicar su comportamiento

vergonzoso cuando se murió Galdós. ¿Fué un tipo de celos, o "ansiedad

de influencia", expresado cuando, por fin, su "rival" no le podía responder?

(Sea lo que fuere, Galdós no hubiera hecho nada, como no desmentía su

apoyo a los otros noventayochistas cuando, una vez reconocidos por el

público crítico, se volvían contra el maestro que les había apadrinado cuando

comenzaban sus esfuerzos literarios).7

A pesar de sus acciones, o sus silencios, en la muerte de Galdós, en su

vida Azorín lo alaba como "este grande, honrado, infatigable, glorioso trabajador"

(«Retrato», p.82). Señala la alegoría profunda en la quinta serie,

una alegoría que abarca su mundo novelesco entero, desde escenas particulares

hasta su visión global. Comenta que el sentido profundo de España,

o sea, "la intrahistoria", está omnipresente en los últimos Episodios

(como en tantísimas hojas galdosianas anteriores de las de Unamuno). De

igual modo, varios críticos han visto que Galdós modeló "lo esperpéntico

antes de que Valle-Inclán le diera tanta fama. Usó el término mismo por

primera vez conocida -i.e. capítulo 4 de Trafalgar (1873)-, y en otras novelas

tempranas, como Cádiz (1874) y La desheredada (1881), por nombrar

tres. Elaboraba el "concepto" a través de los años en sinnúmero de maneras.

8 R. Gullón, enfocándose en Cánovas, el Episodio imprimido 39 años

más tarde que Trafalgar, dice que Galdós anticipa recursos empleados por

Valle-Inclán en Tirano Banderas, (1926, p.424). En adición a las conexiones

que describe entre Galdós y la prosa del 98, Gullón opina que la presencia

de figuras fantásticas en Galdós "transforma el espacio novelesco",

convirtiéndolo "en lo que Juan Ramón Jiménez llamó ‘los espacios del

tiempo’" (p.423). Enguídanos comienza su ensayo observando que "A veces

el lector no sabrá decir si se encuentra frente a la obra de un Quevedo

resucitado, o de un Valle-Inclán nacido antes del tiempo, o de un escritor

tremendista de la España esperpéntica de nuestros días" (p.427). En todos

los autores del 98, y en muchos de movimientos posteriores en España y

Latinoamérica, se traslucen textos galdosianos.

A diferencia de sus coetáneos, Azorín admite la gran influencia que el

maestro tenía en ellos, y parece lamentar el rechazo ingrato, y cruel, de

algunos:

661

este hombre, vejado injustamente, ha revelado España a los españoles...;

ha hecho que la palabra España no sea una abstracción...

sino una realidad;... este hombre, a través de su vasta, numerosa

obra,... ha reunido... en una sola corriente, la muchedumbre de

sensaciones que andan dispersas, que han sido creadas parcialmente,

fragmentariamente, en tiempos diversos. («Retrato», pp.82-

83)

Estas líneas subrayan lo fundamental de Galdós, según Azorín, y trazan

las características esenciales de Doña Inés. Son los aspectos que tejen las

bases de una teoría del libro que Azorín sigue elaborando en sorprendente

armonía con la de Galdós.

En su análisis de la quinta serie, R. Gullón cree que a partir de Amadeo

I (1910), los Episodios se fijan en el arte de contar más que en lo contado:

"Amadeo I podría haberse titulado Cómo se escribe una historia" (p.408),

clara anticipación del relato unamuniano, Cómo se hace una novela (primera

edición, Francia, 1926). Doña Inés, de modo igual, trata de cómo se

hace un libro. La novela se centra, por medio de Don Pablo, tío de Doña

Inés -y espiritualmente compenetrado con ella (v.g. pp.97, 114, 205, y,

pássim.) -bibliófilo, historiador, filósofo, y soñador- en la misma concatenación

totalizadora de los personajes con su ambiente que vemos en

Galdós. Tiene sueños provocados por sus lecturas, por su "secreta comunicación"

con "las sensaciones" de las cosas en el tiempo, y por sus meditaciones

en las palabras y los mundos que engendran. Proteo Liviano, o

Tito, el alucinado protagonista, narrador, e historiador-autobiógrafo de

Amadeo I a Cánovas, recuerda y representa lo que vivía entre fantasías y

realidades. Adivina la presencia y pensamientos de Mariclío -la musa de la

historia-, y "entra" en la mente de otros personajes, incluso la de Cánovas,

descrito en "bello delirio de coleccionista" cuando Tito le vista en su "magnífica

biblioteca" (pp.809, 864-865). Don Pablo casi siempre se encuentra

dentro de su biblioteca; crea su vida reflexionándose en su diversa colección

de libros "codiciados" y queridos; "Yo vivo entre mis libros", dice a

Inés. Vicente Halconero, joven protagonista de La España trágica (1909),

es otro que sucumbe a la "fiebre" de la lectura: "empalmaba... la Filosofía

con la Literatura", y éstas con la Historia (como Don Pablos y, claro, Galdós).

Toma "grande afición a... las llamadas Memorias", y se entusiasma especialmente

con Goethe, autor predilecto de Don Pablo, intentando imitar su

estilo en su propio "Diario" (p.367). Los paralelos entre los personajes de

la quinta serie y Don Pablo de Azorín alcanzan a Galdós mismo.

Don Pablo escribe por las mañanas, y

poco a poco va reuniendo los materiales para sus libros: poco a

poco va empapándose y saturándose del asunto... Llega a sentirse

compenetrado con el tema... Siente entonces una intensa obsesión

por el asunto de su libro. Los más pequeños pormenores es662

tán presentes a sus ojos... todo lo ve claro y limpio. El trabajo

oscuro de lo subconsciente se realiza en todos los momentos del

día y de la noche. (pp.150-53)

Lo que sabemos del proceso inventivo del obsesionado creador Galdós,

las maneras en que reúne datos para sus novelas, llenas de "los más pequeños

pormenores", su costumbre de escribir por las mañanas, lo que ha

dicho de la inspiración subconsciente, y mucho más, prefiguran los métodos

que Azorín atribuye a Don Pablo.

Pero Don Pablo piensa y trabaja "poco a poco", y su "palabra creadora"

requiere la "soledad" antes que y mientras trabaja; Galdós también sacaba

"datos" de documentos y de sus meditaciones, pero en adición los obtenía

de sus muchos viajes, conversaciones, y observaciones callejeras. Galdós

componía con increíble rapidez; aun con su enfermedad y ceguera progresiva

cuando comenzó y terminó, durante 4 años escasos (octubre 1908-

agosto 1912), los 6 Episodios de la quinta serie, a la vez que redactaba

dramas, discursos y artículos políticos, y miscelánea. En el ritmo de su

trabajo, al menos, Don Pablo se parece más a Tito que a Galdós, semblanza

insólita entre el noble y conservador Don Pablo, y el pequeño burgués

fantasioso y a veces medio loco.

"El trabajo... de lo subconsciente" de Don Pablo, por ejemplo, en forma

de sueños despiertos o literales, puede frenar su habilidad de escribir tan

fácilmente como la ayuda. Luego "experimenta una profunda repugnancia

hacia sí mismo" (pp.114 y 156), y una "repugnancia instintiva e invencible

hacia el asunto" que lo consume; ni su "letra es la misma" (pp.153-154), y

al fin ni siquiera puede pensar. Tito a menudo se desprecia como "viejecito

insignficante", o se rebela contra "la vacuidad histórica" (p.850) que deletrea.

Se siente tan "asqueado" a veces que tiene "ganas de vomitar" (p.872).

Mariclío, ser mítico que se transforma constantemente y que "se va como

se viene" (p.491), se repugna también de la historia contemporánea que

es su destino documentar. Ella transforma, y trastorna, a Tito hasta que

pierde la capacidad de expresarse de modo alguno, pero al mismo tiempo

ella funciona como su inspiración. Cuando Tito vuelve en sí de algún

embaucamiento de Mariclío, se sorprende escribiendo otra vez, como dice,

"con mano febril, dejándome arrastrar de mi ardiente imaginación"; "Tres,

cinco, seis pliegos emborroné, cual máquina que obedece a un impulso

extraño y superior" (p.508). Tito no puede controlar su estado mental ni su

letra, y lo mismo pasa con Don Pablo. En uno de los sueños de Don Pablo,

"un ligero sopor le aletargaba, cruzaban por ese tenue sueño -a manera de

luces lívidas a través de las tinieblas- pesadillas y espantos" (p.157). La

experiencia le parece inexplicablemente fantástica y pavorosa, como las

alucinaciones, pesadillas, y "viajes" fantásticos que hace Tito con Mariclío

donde no hay barreras entre el mundo mítico y el real, ni entre el espacio

y el tiempo. Al despertar de su sueño, Don Pablo ve "con grata sorpresa

que... su letra... era regular y uniforme. La prosa fluía límpida y exacta...

663

Rápidamente iban quedando llenos de renglones las cuartillas"; su "pluma"

corre "ágil y presta" (p.157). Así los sueños tienen los mismos efectos contradictorios

sobre Don Pablo como Mariclío tiene sobre Tito.

Don Pablo no entiende por qué recobra la capacidad de escribir, y esta

"incertidumbre" se refleja en la "incierta realidad" de Tito (p.492). Tito dice

que "a menudo me siento diferente de mí mismo" (p.480), y se pregunta,

"¿Todo lo que cuento es real, o los ensueños que se me escapan del cerebro

a la pluma y de la pluma al papel?" Cree que su texto "es producción

inconsciente de mi ser... que brota de mi sin más valor que el de un juego

de palabras" (p.515). En otro sueño de Don Pablo, Dios se le manifiesta

como autor caprichoso y juguetón. Le enseña la gran nada de la tierra que

creó y que puede borrar cuando se le antoje. Las palabras de Dios

rememoran las verdades fantásticas que la diosa Mariclío, de "zumbona...

sagaz y... mundana picardía" (p.507), revela a Tito sobre la "indigna dignidad"

de los que hacen la historia presente; aunque ella y Tito siguen narrándola,

va a desaparecer como los nombres del día (p.508). De igual

manera, la nueva conciencia de "la divina insignificancia" del mundo, de sí

mismo, y de los libros que Don Pablo recibe del Dios soñado sirve, paradójicamente,

como otra inspiración a escribir.

Como de sobra se sabe, la ceguera de Galdós le obligó a dictar la gran

parte de los 4 Episodios finales, hecho que menciona también Azorín

(«Retrato», p.81). Al partir del capítulo 19 de Amadeo I (que comienza en la

página 548), no toda la "letra" de Galdós es "la misma".9 Esta trágica realidad

se expresa en las ocasiones en que la mano de Don Pablo no puede

deletrear letras familiaries, y se refleja igualmente en Tito.10 Personaje

proteano creado por Galdós, aunque no siempre delineado por su mano,

Tito dice: "Ignoro cómo tracé, con rápido mover de pluma, lo que suponía

dictado por... Ruiz Zorrilla" (p.508). Estas letras que no son suyas, de Don

Pablo, Tito, y Galdós, encarnan su repugnancia progresiva hacia la historia

de España que no quieren reconocer ni representar.

Galdós es historiador-memorialista como Don Pablo, Tito, y varias figuras

en la quinta serie (y en otras -Gabriel Araceli, Andrés Marijuán, Juan

Bragas, Pepe Fajardo, o Santiuste-Confusio, por ejemplo, y en las Novelas

contemporáneas- Máximo Manso, José María de Guzmán, o Manuel Infante,

por nombrar sólo algunos protagonistas, entre gran cantidad de personajes

principales y secundarios de ambos, los Episodios y las contemporáneas).

En sus Memorias de un desmemoriado (l9l5-19l6),11 Galdós crea

otro "yo" que retrata con "apagada luz de (la) mente", intentando "llenar

estos vacíos" en sus recuerdos del tiempo antes de comenzar los Episodios.

Pero sintiéndose incapaz de hacerlo, se le apodera "un sueño cataléptico".

Por fin, para evocar su pasado, llama a su "memoria" (como en

muchas partes de sus Memorias invoca a su "ninfa"): "Memoria mía, mi

amada memoria, cuéntame... mis actos en aquella época de somnolencia"

(p.201). Vuelve "a la vida" en 1872, encontrándose "sin saber por qué sí ni

664

por qué no" preparando "una serie de novelas históricas" (p.202). Preguntado

"en qué época pensaba iniciar la serie, brotó de (sus) labios, como una

obsesión del pensamiento, la palabra Trafalgar" (p.202). Galdós se inventa

como inventa Mariclío, Tito, o Halconero, y como inventa Azorín, doble de

Juan Martínez Ruiz, Don Pablo, Doña Inés, el joven poeta enamorado de

ella -Diego el del Garcillán-, y el niño en Argentina, poeta del futuro. Todos

muestran "los misterios de la gestación artística", en palabras de la novela

Doña Inés, obra engendrada, sin lugar a dudas, por el arte inspirado de

Galdós, que parece engendrarse a sí mismo, como "la palabra Trafalgar".

Los procesos literarios de Galdós enlazan tiempos, personajes, mundos

míticos y verosímiles, escritura y lectura, sin distinciones convencionales

ni estables, en un sueño de la vida, una vida soñada. Tito dice: "mi escrito...

no tiene ni principio ni fin" (p.492). Señala "la falta de método... en

mis escritos, los cuales aparecen reñidos con el orden cronológico". Refiere

"los acontecimientos invirtiendo su lugar en el tiempo", y "lo de hoy

antes que lo de ayer,... y la consecuencia antes que el antecedente..."

(p.479). Su estilo sugiere a "Galdós" de sus Memorias, "incapacitado para

el orden cronológico por la rebeldía de (sus) ideas" (p.193), y transportándose

a un presente de hace casi medio siglo. Tito y Galdós prefiguran a

Don Pablo, que posee "la dolorosa aptitud" de vivir tiempos distintos simultáneamente:

"El sentido del tiempo... le ha llevado paulatinamente a adelantarse

al tiempo"; "vivía tanto en lo pasado como en el presente" (pp.115-

117). Don Pablo es "desmemoriado" como Galdós, cuyas figuras de letras

aparecen y desaparecen a su antojo: "Don Pablo ha escrito ya su libro. El

libro se ha publicado. Lentamente... la materia tratada en el libro se va

desvaneciendo;... van borrándose luego los trazos más genéricos" (p.151).

Pero las imágenes de los signos desvaneciéndose de la conciencia de sus

propios autores, que se ven en las obras de Galdós y en Doña Inés, se

expresan en modos inversos. Galdós mismo ejemplifica esta inversión juguetona

con astucia sutil, no sólo en sus novelas, sino en las ficciones que

crea de sí.

Después de entrevistarse con el maestro ciego en 1912, Javier Bueno

publica que Galdós habla de sus creaciones novelescas como personas

vivas.12 Son casi los únicos seres que lo visitan y lo sacan de sus meditaciones

amargas de la historia pasada, presente, y futura de España. Para

Galdós, abandonado a la soledad y la ceguera, los personajes que inventó

le parecen más reales que el mundo físico, según la impresión que saca, y

publica, Javier Bueno. Esto se ha interpretado como otra señal de su senectud

incipiente cuando escribía, y dictaba, la quinta serie. Pero luego

Galdós defrauda esta interpretación cuando pocos años después de esas

entrevistas con Azorín y Bueno ofrece su autorretrato en las Memorias

como otra ficción dentro de su gran obra artística. Demuestra que sigue

jugando con "el sentido de... las palabras", como siempre ha hecho, y por

lo tanto con el lector, y el oyente, incluso los literatos y periodistas que

vienen a "charlar" con él, para luego publicar esas conversaciones "ínti665

mas". Galdós siempre parece darse cuenta de y emplear el poder equívoco

y manipulativo del lenguaje con quién y cuándo escoge hacerlo, como

hacen Tito y Mariclío.

Don Pablo juega con su oyente también: cuando cuenta a Doña Inés la

historia de su antigua pariente Doña Beatriz, pausa a menudo, como pausa

cuando escribe. Se sonríe, sabiendo que su estilo provoca todavía más

interés -hasta anticipación ansiosa- en Inés, porque de su identificación

con la heroína, que Don Pablo mismo llega a confundir con Inés. Después,

la historia de Doña Beatriz, escrita, contada, y pronto olvidada por Don

Pablo, vuelve a vivir en Inés, quien a su vez refleja a Don Pablo, todos

reinscripciones de la novela Doña Inés. En la quinta serie, Mariclío y otros

cuentan, dictan, o transmiten de manera fantástica la historia al papel por

mediación de Tito, intermediario de Galdós, Mariclío, y "el isleño", amigo

de Tito en 1873, año de la publicación de Trafalgar y de la abdicación de

Amadeo, y encontrado otra vez después de 37 años en 1910, fecha de

Amadeo I. “El canario” pide que Tito le redacte la historia de esa época,

que él prefiere no recordar. Juntos Mariclío, como musa, "el isleño", que se

nombra a sí mismo Cervantes, y Tito, que su amigo considera su Cide

Hamete (p.493) tejen un retrato de Benito Pérez Galdós y de los Episodios,

delineados en mosaico siempre más complejo de "segundos autores" de la

historia de España que todos trazan con repugnante obsesión.

El intercambio y la reciprocidad entre los "autores" y las páginas que

producen, desde luego, es un proceso esencial tanto en Doña Inés como

en los últimos Episodios, y se extiende a Galdós de modo todavía más

concreto. Tito, gastado por los años, se compara con el "isleño" que "no

llevaba mal sus años maduros"; tiene "rostro alegre y... decir reposado"

(p.492). Azorín describe a "Don Benito Pérez Galdós"

como "anciano alto, recio", de "vida opaca, gris, uniforme..." La "modestia"

con que se viste refleja su "única preocupación", que "son

las cosas de la inteligencia; un hombre absorto en una honda, noble

y desintersada labor intelectual... Lentamente, pausado,... va

caminando el ilustre anciano por las calles,... escribe cartas... Habla

poco el autor de los Episodios... escucha atento a la charla,

permanece largos ratos en silencio... escucha en silencio -siempre

en silencio-. («Retrato», pp.81-82)

Azorín pinta a Don Pablo como viejo con "sano color rosado en la cara",

que "revela bondad..."; "se nos parece alto y recio" (p.109); él añora "el

sosiego", "la tranquilidad", y "el silencio"; escucha la charla de Doña Inés

silenciosamente; ella es la que habla en su biblioteca. Además de su pasión

para libros, Don Pablo "amaba apasionadamente a los niños" (p.117),

característica de sobra conocida en Galdós. Azorín modela la figura de

Don Pablo en Galdós, sea de sus visitas o una mezcla del "isleño" bien

conservado y su envejecido amanuense Tito de los Episodios. En 1915

666

publica un artículo donde habla de Galdós como "hombre suave, bondadoso,

casi taciturno", en quien "todo... es sencillo, uniforme, tranquilo,

regular, constante".13 No hay casi ningún aspecto de Don Pablo que no se

asemeje al Galdós dibujado por Azorín en Lecturas españolas, revistas, y

otros lugares. Los retratos físicos de Don Pablo y Galdós, las descripciones

de sus maneras de crear y sus modos de vida, no sólo se espejan en

muchísimos aspectos, sino que se narran en términos a veces completamente

indistintos.

Las perspectivas hacia el futuro de España en Doña Inés y en las palabras

noveladas o habladas de Galdós, evocan sentimientos análogos. Don

Pablo dice a Inés que su historia de Doña Beatriz "será la última obra de mi

vida" (p.151); Cánovas, si no la última obra de Galdós, sí es su novela final.

Después de terminar Doña Beatriz, y de salir de España Doña Inés, Don

Pablo "se sentía morir", igual que predicen tanto él como las voces de

Galdós que morirá la civilización española. Como Galdós, ciego y cerca a

la muerte, Don Pablo, permanece "largas horas" "con la vista fija":

La marcha de Inés le había sumido en un profundo sopor. Se encontraba

de nuevo solo y desesperanzado. Ahora sí que no saldría ya de

su soledad y de su desesperanza. Ya no tenía asidero ninguno en la

vida... La vida era triste... España estaba revuelta. En Madrid había

estallado, en septiembre, una revolución. Asonadas y motines habían

perturbado a España en este año de 1840. Se extendía por el mundo

entero un fermento de desorden político y de relajación moral. El

soez materialismo de una burguesía iletrada es el mayor corrosivo

del orden social. No necesita la burguesía de ajena y airada mano

para su muerte; ella misma se mata. Los aristócratas fraternizaban

con manolas y chisperos.... ¿Hacía dónde camina la humanidad?

Nueve años más tarde había de morir el caballero repitiendo la misma

pregunta... (pp.213-214)

Los pensamientos de Don Pablo, y todas las interpretaciones que inspiran,

se ven expresados en Cánovas en letras similares por medio del joven

Segismundo García Fajardo, sobrino de uno de los protagonistas principales

de la cuarta serie, Pepe Fajardo, el burgués picaresco y donjuanesco

(como Tito), vuelto "el Marqués de Beramendi" por un matrimonio rico.

Segismundo parece ser portavoz cínico de Tito en 1880, o de Galdós en

1912:

Ni tú ni yo, querido Tito, podemos esperar nada del estado social y

político que nos ha traído la dichosa Restauración. Los dos partidos...

son dos manadas de hombres que no aspiran más que a pastar en el

presupuesto. Carecen de ideales, ningún fin elevado las mueve, no

mejorarán en lo más mínimo las condiciones de la vida de esta infeliz

raza, pobrísima y analfabeta. Pasarán unos tras otros, dejando todo

hoy como se halla, y llevarán a España a un estado de consunción

667

que, de fijo, ha de acabar en la muerte. No acomentarán ni el problema...

educativo... (p.862)

Segismundo, antes revolucionario (p.817), se ha convertido en hipócrita

como los que finge rechazar. Vive adaptándose hipocríticamente al status

quo, sin querer "fatigas", y dispuesto a casarse, como su tío, sin más

motivo que aumentar su herencia. Uno de los muchos símbolos de la serie

conclusiva de Episodios nacionales, Segismundo pone en palabras mordaces

el triste desengaño de Galdós. Como la conciencia de sí mismos y de

España que Galdós trata de inspirar en sus lectores, y las esperanzas que

ponía en la clase media al iniciar las 46 novelas históricas (siempre con

ironía desmitificadora, no obstante), al fin nadie parece intentar cambiar

la vida de la nación, como sus predicciones fatalistas del futuro reiteradas

por toda la quinta serie, y desgraciadamente tan precisamente veraces,

han demostrado (véase pp.862 y 875-876 por 2 ejemplos finales de sus

predicciones).

En su entrevista con Javier Bueno, que Azorín sin duda leyó, Galdós

dice, como muere diciendo Don Pablo, "Aquí... está todo muerto... Esto

está muerto, muerto -repite con armargura el patriarca de las letras

espanolas". Las "últimas palabras" de Galdós a Javier Bueno, y a Rubén

Darío -que lo saluda por carta, no con su presencia-, son de despedida:

"Buen viaje a esos países jóvenes y fuertes que tienen vida y salud (Argentina,

Brasil, Chile, el Uruguay)... Esto está muerto". (p.87) Al final de su

novela española, Doña Inés se despide de Don Pablo y de España en una

carta que casi no puede redactar (lo tiene que hacer con muchas pausas,

como trabaja Don Pablo), y que no quiere releer. Se marcha a Argentina,

porque "el viejo mundo está agotado" (p.218). Nunca más pone mano a la

pluma la heroína, antes tan "epistolaria", ni habla más en la novela. En

Argentina funda una escuela para pobres niños españoles, una manifestación

de la eterna y ya la única esperanza que ve Galdós por la "regeneración"

de España, la educación. Pasan 50 años y Doña Inés se ha convertido

en "anciana", "viejecita", y "enferma", con "profundas... sombras" en los ojos,

que la luz hiere. La figura de Inés recuerda en términos explícitos ahora su

antes implícito parecido con Galdós por medio de su compenetración con

Don Pablo. Como el Galdós, anciano, ciego, y enfermo, Doña Inés se prepara

a morir en Argentina como Don Pablo ya hacía mucho tiempo se

murió en España. Ella ve con tristeza que en el nuevo mundo, como en el

viejo, la civilización -representada en la cosmopolitana influencia de Buenos

Aires que rápidamente se extiende por la tierra- amenaza la humanidad,

personificada en un "viejo ombú" delante de la escuela. Pero debajo

del árbol de la vida, que no será eternal, "cobijado en su sombra, apartado

del bullicio", lee un niño -"otro futuro poeta"-, un niño huraño y silencioso,

con un libro en la mano" (pp.219-220). Estas palabras concluyen la novela

Doña Inés.

668

Cánovas termina con Tito, la carta de Mariclío en mano, leyéndo las

últimas palabras que le escribe. Dice que no se resigna "al tristísimo papel

de una sombra vana"; así deja su tarea de historiar a España y desaparece,

para "dormir" la palabra final de los Episodios nacionales (pp.875-876). La

carta de la musa de la historia donde anuncia su abandono de la historia

de España y del país mismo, dentro de la novela histórica Cánovas, constituye

la culminación irónica y triste de los 46 Episodios nacionales. Lo

único que le queda al lector -Tito o nosotros- es la ausencia de significación,

no la esperanza de una vida de acción regeneradora ni una "humanidad

humanizada", relatan en palabras casi idénticas Azorín y Galdós. El

niño bajo el ombú en Doña Inés, autor del futuro, rememora al Galdós

joven, que imaginaba y escribía, y en la vejez "su sueño", cuenta a Azorín,

"es como de ancianidad y niñez combinados, juntos en reposo inocente".

Azorín termina su «Retrato» de Galdós con la frase: “ese sueño duerme

España entera..., Galdós, en más de cien volúmenes, ha trabajado porque

despierte y adquiera conciencia de sí misma" (p.84). Pero como dice Mariclío,

y como hemos visto, muchos años tienen que pasar para cambiar la conciencia

en acción. Quizás Galdós siente como Don Pablo cuando piensa

no terminar su libro y dice a Inés: "No haré el libro que pensaba escribir. Lo

que he hecho no vale nada; creo que es cosa completamente anodina...

parecía excelente: ahora veo que me he equivocado" (pp.154-155). Don

Pablo, Doña Inés, Tito, Mariclío, y Galdós terminan sus vidas librescas con

un sentido de fatalidad y desengaño.

Las páginas de Cánovas y Doña Inés, no obstante, se acaban como han

comenzado, con otras, por su sempiterna intertextualidad, y por las lecturas

continuadas que marcan sus arbitrarios puntos finales -el tomo de poesía

que lee el jovencito poeta del futuro en Argentina y la carta de Mariclío

que lee Tito en el "manicomio" (p.475) de Madrid. Estas "conclusiones" nos

preguntan si vale la pena escribir y leer, si las palabras, por artísticas e

instructivas que sean, no cambian nada. Galdós y Azorín plantean una

teoría del libro que, a pesar de inspirar renovaciones en la novela -como

las teorías y prácticas de Galdós inspiraban en tantos autores contemporáneos

y futuros- no parecen renovar la nación. La visión añorada de una

España educada y capaz de regenerarse, que Galdós nos ha legado, no se

va realizar hasta que se cumpla la llamada a la acción tan reiterada por

toda su obra, una llamada de que Azorín se hace eco en Doña Inés. Cánovas

y Doña Inés enseñan con amarga claridad que las palabras sólo engendran

más, que la misma historia se repite. Los escritores en la quinta serie y en

Doña Inés reinscriben a Galdós, siempre desmitificador de cualquier discurso

que presume captar el principio y fin de "las cosas", incluso su propia

palabra desmitificadora. La palabra creadora inventa y disuelve todo

simultáneamente, y no queda nada sino el silencio. Galdós, Mariclío, Don

Pablo, y Doña Inés dejan de escribir, se encierran en silencio, y se desaparecen

del mundo.

669

Este estudio sólo ha comenzado a sugerir lo mucho que tienen en común

las teorías y prácticas de la escritura de Galdós y Azorín. Tanto Azorín

como Galdós proponen una filosofía de las ataduras sumamente ilusorias

entre las palabras y los mundos siempre próximos a desaparecer. Sus concepciones

del arte literario como un juego que se repite sin fin coinciden

en lengua y mensaje. Don Pablo forma parte de la misma cadena de escritores

teóricos elaborados por Galdós durante su trayectoria novelesca. En

ambos Azorín y Galdós, los signos y procesos, los sentidos y valores que

atribuyen a los "libros" y a los autores que los componen, incluyendo a sí

mismos, nos dan una visión del mundo como gran texto que esconde la

nada entre las reflexiones que sueña y traza. En un círculo paradójico sin

origen ni fin, o el "círculo infrangible que yo mismo he trazado", dice Dios

en el sueño de Don Pablo (p.165), la vida, la percepción del mundo, viene

a ser, en la obra de Galdós y Azorín, creación disolvente por ser expresada

en palabras y leídas a través de ojos inevitablemente "trastornados", "ciegos",

y auto-reflexivos. Estas palabras sólo se materializan en la saliva-tinta

que escoge Mariclío para transcribir una historia de España que no vale la

pena de escribirse, y, como dice, "tiene la virtud preciosa de leerse hoy y

mañana, pero luego se borra y no llega a la posteridad" (p.508). Sin embargo,

leyéndo esa historia que se desaparece mientras se narra, cada lector

ocupa un nuevo mundo, de fantasía.

670

NOTAS

1 Las referencias de Azorín, Lecturas españolas, son de la edición de1920; se reproduce

como «Retrato» en Benito Pérez Galdós: el escritor y la crítica, 2ª ed.,Taurus, Madrid,

1979, Douglass Rogers, ed., pp.81-84. Se citará en adelante como «Retrato», indicando

las páginas dentro del texto entre paréntesis; las líneas ya citadas se encuentran en la

página 83. Las referencias de la quinta serie de Episodios nacionales y de Doña Inés

que se citarán en este estudio también se indican entre paréntesis dentro del texto;

vienen de PÉREZ GALDÓS, B., Episodios Nacionales, 3ª reimpr., Aguilar, Madrid, 1979,

Federico Carlos Sainz de Robles, ed., Vol. IV y de MARTÍNEZ RUIZ, J., «AZORÍN», Doña

Inés, edición, introducción y notas de Elena Catena, Clásicos Castalia, Madrid, 1973,

respectivamente.

2 «Los cinco Cánovas», en ABC, Madrid, 5 de octubre de 1912.

3 Los artículos de R. Gullón y M. Enguídanos son reimpresos en D. Rogers, op.cit., pp.403-

426 y 427-436, respectivamente. WILLEM, L., «Anticipating Postmodernism in Two

Galdosian Fantasies: “¿Dónde está mi cabeza?” and the Final Episodios Nacionales», en

A Sescuicentennial Tribute to Galdós 1843-1993, ed., Linda Willem, Juan de la Cuesta

Press, Newark, 1993, pp.249-260, demuestra que la quinta serie cae bien bajo la definición

de "postmoderna", mientras GULLÓN, G., La novela moderna en España (1885-

1902). Los albores de la modernidad, Taurus, Madrid, 1992, ve a Galdós como uno de

los más importantes progenitores del "modernismo", o de "la novela moderna", en España

(anota las ambigüedades en las "clasificaciones" de épocas y estilos, i.e. pp.18-

26). El crítico estudia La voluntad (1902), que considera ejemplar del movimiento

moderno (v.g. p.186). Sin relacionar los 2 autores con ejemplos explícitos, senala en

Azorín numerosos aspectos que evocan los que describe en Galdós (véase especialmente

pp.47-77). Es fácil ver que Azorín continuaba desarrollando las perspectivas y

técnicas indicadas por Gullón en La voluntad en sus obras posteriores, donde casi

siempre se trasluce la intertextualidad galdosiana.

4 Véase mi The Novel Histories of Galdós, Princeton University Press, Princeton, 1989,

pp.147-227. WILLEM, L., op.cit., presenta evidencia valiosa que Galdós "pioneered the

technique of fantastic banality... a central element of magical realism", p.260. BLY,

P.señala aspectos parecidos en El caballero encantado: Galdós’ Ironic Review of

“Regeneracionalistas”, "Galdós"´House of Fiction, eds., A. H. Clarke y E. J. Rodgers, con

D. Mackenzie, Wales, J. D. Lewis, 1991, pp.85-97. Véase también su «El encanto de las

artes visuales: relaciones interdisciplinarias en la novela galdosiana», sesión plenaria,

en Actas de Quinto Congreso Internacional de Estudios Galdosianos (1992), Vol. II,

Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 1995, pp.279-292. CARDONA,

R., «Galdós desde nuestro fin de siglo», sesión de clausura, en Actas, op.cit.,

pp.543-ss, subraya éstas y otras novedades en los Episodios escritos después de

1898, observando "que nos encontramos de lleno en el terreno de la desmitificación

post-modernista... las tres últimas series... ofrecen mucho en común con el resurgimiento

en nuestros días de la novela histórica... El tono narrativo se aproxima, cada

vez más, conforme avanzamos de la tercera a la quinta serie, al utilizado por los actuales

novelistas que tratan asuntos históricos" (p.550). Ofrece un análisis agudo de por

qué la mayor parte del público "popular", lectores de novelas históricas "populares",

generalmente no se interesa en los Episodios. Sin embargo existen algunos novelistas

que sí profundizan en cuestiones esenciales acerca del estado humano y sus raíces

históricas. Estos, y sus lectores, afirman que siempre habrá "un público entre los lectores

críticos del presente, conscientes de la importancia de la disponibilidad del pasado

como recurso moral e intelectual y como fuente de goce estético" (p.554); ellos seguirán

leyendo tanto los Episodios Nacionales como las Novelas contemporáneas.

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5 GILMAN, p.46, de su «El caballero encantado: Revolution and Dream», en Anales

Galdosianos XXI, 1986, pp.45-61; MILLER, S., El mundo de Galdós. Teoría. tradición y

evolución creativa del Pensamiento socioliterario galdosiano, Sociedad Menéndez y

Pelayo, Santander, 1983 (v.g. p.139).

6 En adición de considerar la postrera serie de Episodios Nacionales "inacabada", algunos

piensan que las dos novelas primeras -España sin rey y España trágica- pertencen más

al final de la cuarta serie que a la quinta. La ponencia de Rodolfo Cardona, «La victoria

de Nicéfora», presentada en el IV Congreso Galdosiano, analiza España sin rey, y me

parece haber encontrado, de una manera indiscutible, la "clave" que une este episodio

con los 5 restantes. Cardona explica que la etimología griega del nombre Nicéfora es

fundamental para la interpretación de sus acciones y simbolismo, de sus relaciones

con los otros personajes principales de la narrativa -Fernanda Ibero, Don Juan de Urríes,

y Frey don Wifredo de Romarate-, y por lo tanto, la trama y temas del episodio entero.

La figura de Nicéfora -diablesa celestial- viene a ser el verdadero signo del "triunfo" en el

texto, un "triunfo" profundamente equívoco que forma la base del mensaje conectivo

que corre por toda la serie.

7 El narcisismo en su obra es bastante evidente en el acto de renombrarse Azorín, en sus

escritos literalmente auto-reflexivos, y, tal vez, en su actitud hacia Galdós. Otros "alter

egos" evocadores en una serie de reflejos recíprocos fácilmente reconocibles, se encuentran

en Las confesiones de un pequeño filósofo (1904), por citar un solo ejemplo.

En estas vinetas "autobiográficas" muchos personajes se parecen a Galdós, a Don Pablo,

y, claro, a Azorín. "Mi abuelo Azorín" describe el "viejecito ensimismado", autor de

libros de filosofía, "que tiene una pluma y un pensamiento recto y profundo"; "Mi Tío

Antonio" crea otro escritor, "escéptico", "afable", de gran "perspicacia" y "bondad inquebrantable";

"Mi padre" dibuja un hombre que cada día lee, charla, va de paseo, y vuelve

a la lectura; tiene "una memoria prodigiosa", es "escéptico", y le gusta mucho Goethe.

Las figuras de Las confesiones son representativas de muchas trazadas por Azorín en

su obra.

8 En cuanto a Galdós como precursor de los noventayochistas desde su Episodio inaugural,

véase la excelente «Introducción» de Julio Rodríguez Puértolas a su edición de

Benito Pérez Galdós, Trafalgar, Cátedra, Madrid, 1992, 4a ed., pp.11-67. Rodríguez

apunta que Galdós emplea la palabra "esperpento" en Trafalgar, corrigiendo su propia

observación de 1975 que apareció por primera vez en Cádiz (p.100, nota 53). (En

1970, SMITH, V. A., y VAREY, J. E., «Esperento: Some Early Usages in the Novels of

Galdós», en Galdós Studies, ed. J. E. Varey, Támesis, London, 1970, pp.195-204, habían

encontrado el primer ejemplo de la palabra en La desheredada.) Rodríguez cita

otras influencias de Galdós en los escritores de 1898. Dice que "Galdós “descubre" la

intrahistoria" (p.37)" y habla de raíces galdosianas en otros del 98, y de sus a veces

"malévolas alusiones", como las de Baroja, que "niega a Galdós el pan y la sal", y "no

oculta su enemiga contra los Episodios Nacionales y su autor". (pp.233-234)

9 En el manuscrito autógrafo de Amadeo I (ms. núm. 21782, en la Biblioteca Nacional),

las cuartillas 331-334, 347-371, 273-497 son dictadas en muchas partes. Galdós escribe

todo hasta mediados del capítulo 19 (que comienza en la página 548 de la edición

de Aguilar; la alternación entre su mano y la de su escribano comienza actualmente en

la página 549; solo el último capítulo, 28, es completamente dictado). En los primeros

18 capítulos, todo lo del "isleño", capítulos 1-6, los "orígenes" y la temprana historia de

Tito, sus paródicos discursos políticos, la introducción de Mariclío y sus musas, muchos

de los episodios trastornados, absurdos, o somnolentes que Mariclío induce en

Tito, su inabilidad de hablar y escribir, sus preguntas sobre qué es real y qué ilusión,

comentarios importantes de Tito y Mariclío sobre el historiar a España y sobre los

procesos de la escritura misma, la descripción de la saliva-tinta que usa Mariclío cuando

"documenta" los "nombres históricos", y mucho más, muestran la mano de Galdós.

Con pocas excepciones, todo lo citado de Amadeo I en este estudio (el episodio comprende

las páginas 475-579 en Aguilar), viene de los primeros 18 capítulos (Aguilar,

pp.475-548), como se observa de las referencias textuales entre paréntesis.

672

l0 Adicionalmente, Tito padece varias enfermedades, fiebres, y una ceguera literal como

Galdós (pp.830 y ss.).

11 Cito del texto de Memorias de un desmemoriado contenido en Federico Carlos Sainz

de Robles, edición y prólogo, Retratos y memorias, Tebas, Madrid, 1973, pp.193-270.

12 Mundial Magazine III, 15, 1912; texto contenido en ROGERS, D., op.cit., pp.85-88.

13 «Don Benito Pérez Galdós», en Blanco y Negro, nº1260, 2 julio 1915; citado en PERCIVAL,

A., en Galdós and his Critics, University of Toronto Press, Toronto, 1985, p.26.