TRADICIÓN Y MODERNIDAD EN EL PENSAMIENTO

NARRATIVO DE GALDÓS: EL CASO DE

TRISTANA

James Whiston

Los artículos de Galdós sobre la vida española y europea escritos para

La Prensa de Buenos Aires nos ofrecen una mina riquísima para un entendimiento

de las descripciones y juicios del narrador en las novelas contemporáneas,

1 y merecen estudiarse junto con su ficción, como conjunto

de lo que el narrador de Tristana llama “la historia y la poesía asociadas en

feliz maridaje”.2 La frase “pensamiento narrativo” de nuestro título representa

un simple intento, ingenuo quizá, de enlazar estas dos hebras de las

composiciones de ficción e historia en los escritos galdosianos, siempre

teniendo en cuenta la necesaria transformación sufrida por la expresión

de las ideas al trasladarse desde el plano periodístico al plano dramáticoimaginativo.

Pero hay que recordar que el mismo Galdós no parecía separar

las dos esferas de información y arte, cuando escribió en uno de aquellos

artículos bonaerenses que “obra de arte es una serie de cartas, aun de

las más familiares”.3

Un rasgo interesante de los artículos escritos para La Prensa es cómo

utiliza Galdós acontecimientos de actualidad para reflejar sobre el pasado

o pronosticar el futuro: es la técnica del realismo que organiza las zonas

diferentes del tiempo, retrocediendo al pasado para dar explicaciones del

presente, aun en el mismo acto de adelantar el cuento hacia el futuro.

Galdós efectivamente había descrito su propia técnica a sus lectores de La

Prensa como sigue: “El mundo antiguo, las generaciones pasadas, ofrecen

tema sabroso cuando lo presente se nos ofrezca estéril, y, si me apuran,

hasta las generaciones venideras podrían sacarme de un compromiso en

caso de que nuestros coetáneos dieran poco de sí en un momento dado”.4

Como vemos por la cita, la mirada hacia atrás se prefiere a la mirada hacia

el futuro, y por encima de estos elementos de historia y de lo que podríamos

con propiedad llamar fantasía, queda el enfoque decisivo de Galdós

en la España y Europa actuales. A lo largo de sus artículos periodísticos

interesa notar las proporciones del tiempo empleadas: Galdós no gasta

mucho tiempo en lo puramente especulativo, o sea una especulación no

basada en previa discusión de la situación actual; el pasado tiene una

clara precedencia sobre el futuro, pero el elemento de actualidad predomina

sobre todo.

4.1-46

686

Con respecto a Tristana, sin embargo, la crítica ha señalado que es una

novela muy poco dotada de andamiaje sociohistórico, su única fecha -la

frase poco concreta “hacia 1880” (p.17), mencionada en el capítulo IIdestacándose

por su posición aislada en el conjunto. Una primera lectura

de Tristana, pues, no parece ofecer al lector el rico tejido sociohistórico de

anteriores textos galdosianos.5 Muy al contrario, la presencia en Tristana

de una multitud de relaciones intertextuales con la literatura y las artes

parece indicar lo que Germán Gullón ha llamado “la literaturización” de la

vida más que una fictiva crónica social de la España contemporánea.6 Farris

Anderson, en cambio, ha dirigido nuestra atención a las detalladas referencias

topográficas en Tristana, sobre todo al distrito embriónico madrileño

de Cuatro Caminos de aquel entonces, que es donde se sitúa gran

parte de 1ª novela.7 La miserable existencia material de don Lope (en la

que, por razones caballerescas, se niega a reconocer la importancia de la

prudencia fiscal (p.18)), y su falta de competencia en todo lo que concierne

a la economía doméstica (p.41), constituyen un fondo importante de

realismo cotidiano en Tristana, así como las circunstancias médicas de la

enfermedad de Tristana y las consecuencias económicas de la misma. La

situación económica de don Lope está ligada a la ubicación topográfica de

la novela, ya que sus traslados de domicilio son el resultado de sus reducidas

circunstancias pecuniarias. El tema feminista también impele Tristana

hacia el mundo contemporáneo de Galdós, pero a nuestro juicio este tema

viene envuelto dentro de una presentación más amplia en torno a consideraciones

de índole más general: cómo los personajes galdosianos se

realizan en la vida actual, y en concreto lo que esto significa para España,

al acercarse a los finales del siglo XIX. La mayoría de los críticos de Tristana

coincide en conceder menos importancia al tema feminista que a las preocupaciones

ontológicas de la novela o a sus resonancias y organización

literarias.

En una carta escrita para La Prensa, de 1891 (año en que empezó Tristana)

al describir la figura del famoso militar alemán, el general Moltke, Galdós

hizo una distinción tajante entre la habilidad del europeo septentrional, o

por lo menos la del alemán, para concentrarse en una tarea específica y

llevarla a cabo, y la falta de tal destreza en las razas meridionales. Su

elogio de Moltke viene acompañado de un juicio categórico que echa bastante

luz sobre la presentación del trabajo en Tristana, tema central, a mi

ver, para un entendimiento de la manera en que Galdós presenta las ideas

de tradición y modernidad en esa novela. Notando el éxito de Moltke en su

esfera profesional, Galdós escribe: “División del trabajo, suprema ley de

vida. Por no conocerla, las naciones latinas consumen sus fuerzas en la

envidia y en la impotencia”.8 Ningún critico diría que Tristana es una envidiosa,

pero la palabra impotente viene fácilmente al vocabulario crítico

para considerar la situación del personaje. En cambio el final de Tristana si

nos ofrece un cuadro de una “división del trabajo”, en el que Lope y Tristana

se especializan en diferentes tareas domésticas, creando un pequeño comercio

en pollos, huevos y pasteles, como luego comentaremos. Para “di687

visión”, con respecto a Tristana, podríamos sustituir las palabras “proporción”

o “equilibrio”, porque es de notar que lo que falta en la situación de

los personajes para gran parte de la novela es un sentido de proporción y

equilibrio. Las manías, obsesiones, ideas fijas, y fanatismos son los que

abundan en el orden psicológico, y la cojera física de Tristana es un símbolo

de la falta de equilibrio en otro orden.

Si Tristana al final consigue un equilibrio, aunque incompleto (valga la

paradoja: el genio de Galdós nos obliga a expresarnos así) consiste en

aceptar esa división tradicional del mundo laboral que señala la cocina

como dominio de la mujer, así como también las labores que exigen más

fuerza física (aquí, el mantenimiento del gallinero) son adjudicadas al hombre,

en este caso don Lope.9 Pero esto no es un final meramente tradicional

del orden reestablecido,10

después de la rebelión frustrada de la mujer:

lo moderno en el final de Tristana consiste en el ambiente participatorio

entre la pareja, contra toda esperanza,11 y en la indirecta de que van a

hacerse socios, o socias, en el pequeño negocio a que darán lugar estas

actividades compartidas de cocina y gallinero. Es de notar también que

Tristana se ha hecho especialista en “dos o tres tipos de pasteles” (p.252):

otro indicio, según el dictado de Galdós sobre el éxito del general Moltke,

de que el enfoque y dirección de Tristana al final representan un principio

de esperanza. Y ya que la edad moderna no consiente las tragedias absolutas,

Galdós en el último párrafo hace de su tragedia quirúrgica una comedia

casera de pollitos y pasteles, en consonancia con el modo de representación

artística que el narrador de Tristana había alabado en el primer

capítulo: “lo cómico tirando a grave, y lo grave que hace reír” (p.10).

En otro artículo Galdós ofrece sus opiniones sobre la actitud inglesa

hacia el trabajo, al recordar para los lectores de La Prensa sus viajes por

el norte industrial de Inglaterra, concluyendo que dicha actitud padece de

extremosa, por la constante aplicación al trabajo de esa población:

Aquí [en Inglaterra] el trabajo humano llega a parecer a una monomanía

febril o un tic epiléptico, y los hombres parecen insensatos

que han traspasado los límites de la obligación que la naturaleza

nos impuso, haciendo de la virtud un vicio, y convirtiendo la religión

de la industria en idolatría de las riquezas.12

Estas palabras son de una dureza inusitada, sobre todo en lo que se

refiere a Inglaterra, país por lo general muy respetado por Galdós. Se notará

en seguida que es la falta de equilibrio lo que atrae su crítica. Por otra

parte Galdós reconoce la necesidad de ejercitarse durante un largo período

en cualquier profesión para llegar a la cumbre de la misma, y este

reconocimiento presta un equilibrio a su crítica de lo que él veía como la

superstición del trabajo de la época. En una reseña de 1887 para La Prensa

sobre el cuadro Lepanto de Luna, Galdós escribió: “hay en todo arte un

aprendizaje que no se domina con la simple vocación ni la aptitud genial;

688

hay un caudal de conocimientos que no pueden improvisarse”,13 frases

que podrían aplicarse a la situación de Tristana como aspirante a artista de

renombre. Y Galdós escribe del músico Bretón: “llegó a dominar con su

constante estudio la dificilísima técnica del arte”.14 En la primera parte de

la novela tanto la actitud desdeñosa de don Lope al mundo del comercio

como las aspiraciones de Tristana a una fama y gloria instantáneas encarnan

actitudes desequilibradas al trabajo.

Es señal casi infalible que cuando el médico Augusto Miquis aparece en

una novela galdosiana suele representar una entrega decidida e inteligente

a las exigencias de su oficio. Toda la escena de la intervención quirúrgica

en Tristana llega a ser un comentario implícito sobre la falta general de

tales valores de trabajo en el mundo presentado en esta novela. Los médicos

entran en la habitación “silenciosos y graves” (p.199) y se ponen a

trabajar “con suma habilidad y presteza” (p.203). Notamos también lo ejecutivos

que son los cirujanos en la operación quirúrgica; el narrador nos

dice que duraba tan sólo una hora y cuarta. Antes, se había descrito la

manera rápida y resuelta con que Miquis le da el cloroformo a Tristana;15 y

después, cómo los médicos, “ganando no ya minutos sino segundos, pusieron

manos en la triste obra” (pp.202-203). La actitud narrativa de Galdós

en Tristana, también resuelta y ejecutiva, es analóga a la de los cirujanos.

La descripción de la acción de cortar la pierna (vista a través de los ojos de

don Lope) se hace en una sola frase, pero una frase dividida en siete

cláusulas (p.203): evidentemente Galdós quería remedar la acción de los

cirujanos en la operación, decisiva y rápida, pero compleja a la vez. La

operación de Tristana, no es ni un éxito ni un fracaso: es lo mejor que se

puede hacer en las circunstancias. La frase hecha adaptada de la quirurgia

-“cortar por lo sano”- y utilizada por Galdós en varias ocasiones en su obra,

aparece en Tristana como emblema vivo. Lo mismo podemos decir del

desenlace de la novela: no demuestra ni un fracaso ni un éxito. Lope y

Tristana ya no pueden ser al final como los pollitos recién nacidos -“graciosos,

atrevidos” (p.252)- pero sí pueden y consiguen organizar su vida

en torno a un régimen de tareas tradicionales compartidas, lo cual en el

esquema de tradición y modernidad presentada en Tristana, les dota de la

capacidad de ponerse en los umbrales de la vida moderna.

Emilio Miró ve en el silencio de Tristana en los últimos dos capítulos

(donde ella no habla) la “íntima frustración, ahogo y aherrojamiento de su

ser”,16 pero Galdós había escrito ya en La Prensa sobre la inclinación española

para la habladuría (como contraste a la acción efectiva):

las habladurías interminables, aun siendo bellas, si por una parte

esclarecen las ideas, por otra embarazan el arte de aplicarlas, que

siempre es discreto y dócil. O no hay fe en el progreso, o es evidente

que la generación próxima aparecerá algo curada de esta enfermedad

de los discursos, porque la heredará bastante debilitada.

689

Y concluye:

Pronto el mal será tan grande que la torre de Babel parecerá un

lugar de silencio comparado con nuestra España, y entonces sólo

estarán callados los mudos, aunque si no hallan modos de romper

a hablar, que todo es posible en este mundo, aprenderán a recriminarse...

por señas.17

En tal contexto el silencio final de Tristana puede interpretarse como

preludio positivo a una acción comedida. En Tristana los tres protagonistas,

Lope, Tristana y Horacio, se hablan y se escriben mucho, pero cuando

se exige la acción decisiva Galdós llama a los profesionales: Miquis y el

cirujano, y el sobrino de don Lope, el Arcediano Primitivo Acuña (éste en

el último capítulo). Además, resumir la compresión final del tiempo de

Tristana como “un despeñarse en la monotonía hacia el vacío final”18 es no

hacer caso del proceso de cicatrización en el rápido pasar de aquellos

años, y las satisfacciones mutuas gozadas por la pareja en el párrafo final,

a través del compartimiento de sus nuevos intereses particulares. Recordemos

otra vez el elogio del narrador de la representación japonesa de “lo

cómico tirando a grave, y lo grave que hace reír” (p.10). El párrafo final,

que muestra la colaboración del anciano chocho que todavía puede echarse

a las gallinas para que empollen debidamente, y “la cojita” que seduce

a su galán con pasteles, es de un tono suavemente cómico que amortigua

un tanto las notas desairadas de fracaso en la escena.

Señalemos otra generalización en gran escala que se permite Galdós

para el beneficio de sus lectores en La Prensa, cuando compara la raza

angloamericana y la latinoamericana, y sus originales en Europa. Galdós

expresa una línea de pensamiento expansiva y progresista: la de que ambos

lados del Atlántico deben abrazar “las leyes de la solidaridad humana”

y cambiar entre sí sus recursos, porque tanto el Viejo como el Nuevo Mundo

necesita de las experiencias diferentes del otro continente. Este pensamiento

le lleva a Galdós a subrayar cómo la tradición y la modernidad se

necesitan mutuamente, y en una gran síntesis combinatoria tan amada de

los escritores de su época, Galdós hace pública confesión del clásico credo

liberal de la armonía entre el pasado y el presente:

En tan perfecta armonía han de marchar el progreso y la tradición,

que no hay vida posible sin ambos elementos, así en la esfera pública

como en la privada; ni hay manera de quebrantar la gran ley

por la cual la herencia de los siglos, o sea el caudal de ideas acumulado,

es fundamento indispensable de toda conquista intelectual

y moral.19

Visto así, el pasado es esencial como componente de estabilización en

pro de un presente y futuro equilibrados. Pero en Tristana, ni Horacio, ni

Tristana tiene una historia estable; aquél como producto de razas euro690

peas mezcladas (española e italiana/austriaca) y de un padre español diplomático,

ha pasado la mitad de su vida fuera de España: nacido en el

mar, cinco años en Argelia, cuatro años en los Estados Unidos, tres años

en China; su padre es descrito como ‘siempre expatriado’ (p.58); ésta como

hija de un padre bancarroto y deshonrado, de una madre maniática, y

como víctima de don Lope. Las profesiones que invaden la fantasía de

Tristana permanecen así, como tales fantasías, porque Tristana no puede

encontrar un equilibrio entre su imaginación y el momento sociohistórico.

Así el nombre que lleva Tristana no tenga precedentes en la onomástica

española (tanto ella como Saturna tienen que conformarse con nombres

confeccionados de nombres masculinos). Tristana intenta rechazar por

completo las tradiciones y costumbres españolas, en cuanto a la mujer se

refieren, y crear ex-nihilo su propia personalidad social.20

Lope, por su parte, como luego veremos, aunque retratado al principio

como incapaz de poder con las condiciones de la vida moderna, responde

al desafío de armonizar la tradición y la modernidad en su vida, y como tal

puede proveer su propio pasaporte al futuro y también el de Tristana,

mientras que esto último está más allá de la capacidad de Horacio. Los

esfuerzos de Horacio de forjar vínculos con el pasado por medio del género

de la pintura histórica son anacrónicos y destinados al fracaso. Galdós

lo había indicado ya en uno de sus artículos para La Prensa en 1890, en

torno a los cuadros históricos. “la decadencia [...] hoy es resuelta, clara,

decidida y evidentemente el gusto moderno se va pronunciando contra

ellos”,21 y describe los estudios de los pintores del género como “museos

de trapos y de ferretería”. (Al principio de las relaciones entre Horacio y

Tristana , Saturna había notado en el estudio del pintor “una vestidura de

ferretería, de las que se ponían los guerreros de antes” [p.60].) Tristana se

imagina que Horacio en su casa mediterránea está preparando el gran

cuadro histórico con el que él había soñado (p.158), y que había empezado

en Madrid. Ella ve el proyecto como “Asunto histórico, profundamente

humano y patético” (p.146), y le aconseja que deje de lado a “vulgaridades

estúpidas” (refiriéndose al creciente interés de Horacio en el paisaje

de Villajoyosa). Noël Valis cree que la inclusión del cuadro histórico puede

ser una indirecta mordaz contra el talento ilusorio de Horacio (“a sly poke

on Galdós’ part at Horacio’s ‘illusory’ talents as a future great artist”).22

Pero cualquier ironía podría ser dirigida más bien contra Tristana, porque

el pintor es el que ya va dejando atrás su gusto para tal género a favor de

pintar temas contemporáneos.

Cuando Horacio vuelve a la costa mediterránea después de sus amores

con Tristana, se entrega otra vez a su pintura (p.143) pero sustituye los

fragmentos desordenados de su estudio madrileño por el aire libre, pintando

a los habitantes y el paisaje de la región mediterránea. Galdós, por su

parte, como podría esperarse, muestra en La Prensa su preferencia artística

por lo que él llama “el estudio del natural franco [...] y la figura coetánea

representada como es habitualmente”.23 Horacio es descrito como posee691

dor de un “claro entendimiento” quien “por costumbre medía y pesaba

todas las cosas, previendo el posible desarrollo de los sucesos” (p.119).

Como tal, su prudencia le paraliza durante toda la novela y le impide

actuarse fuera de lo cotidianamente previsible. Él y su arte necesitan aguas

bonancibles -el mar levantino, ausencia deTristana - para navegar con seguridad,

y se sugiere que él no va a hacer ninguna aportación significativa

al futuro de su arte, y por eso se sale “con [...] frío laconismo” (p.243) de la

novela. A principios del Capítulo XIV el encuentro de Horacio con Tristana

se ve a través de la perspectiva de aquél, como

un mundo recién descubierto, florido, exhuberante, riquísimo, del

cual había que tomar posesión, afianzando sólidamente en él la

planta de geógrafo y de conquistador. El arte ya podía esperar; ya

volvería cuando las locas ansias se calmasen; y se calmarían, tomando

el amor un carácter pacífico, más de colonización reposada

que de furibunda conquista (pp.111-112).

Tal actitud patriarcal, con sus imágenes de cartografía, de conquista y

de colonización aplicadas a sus relaciones con Tristana, es tan inauténtica

como la de Lope, al principio de las relaciones de éste con ella, pero al

final Lope aprenderá a no pisar sobre Tristana, como si fuese tierra colonizada.

A pesar de todo ello, es difícil aceptar el parecer de Anderson, de que la

creatividad de Horacio se declina cuando viaja al Mediterráneo.24 El pintor,

como don Lope, se despoja de su equipaje histórico, pero al faltarle un

pasado estable Horacio necesita encontrar su propio equilibrio, apartado

de la vida inestable de Tristana. Merece subrayar el hecho de que Horacio

no le communique a Tristana su amor recién descubierto por sujetos contemporáneos;

ni que mencione sus “mil tentativas infructuosas” (p.143)

para pintar lo que ve al aire libre, culminándose aquéllas en la ejecución

de una marina brillante.25 El rompimiento sensible entre la pareja parece

completo después de la carta “histórica” de Tristana citada antes, porque

no queda constancia de ninguna otra carta de Horacio (salvo las puramente

convencionales que él escribe después de la operación). Horacio descubre

los nuevos valores de la contemporaneidad en la costa mediterránea,

y al dejar atrás los temas históricos también relega a Tristana a su propio

pasado y se decide a concentrarse en el mundo que él ve, más que el

mundo imaginado por Tristana .

Al hacerse granjero a la vez que pintor, Horacio unifica lo práctico y lo

estético en su vida, con el predominio de lo primero, como ocurrirá también

en la escena final, con Tristana y Lope. Si en el terreno del arte,

Horacio alcanza la modernidad, es con cierto aire colorista y provincial

que le aleja del impulso central, localizado por Galdós a lo largo de la

novela en sus dos protagonistas madrileños, aunque al abrazar una modernidad

restringida Horacio podría verse bajo una perspectiva más posi692

tiva de lo que le concede Bly,26 a pesar de que su éxito como pintor resulte

ambiguo.27 Ni la Tristana española ni el Horacio medio español tiene una

tradición en que basar su progreso futuro. Se ven obligados a crearla sobre

la marcha. Los intentos de Tristana de abrazar la modernidad son

demasiado futuristas, dadas las condiciones sociales de la época, y Horacio

ha perdido el tiempo como pintor en Madrid concentrándose en el género

histórico, y así ha dejado pasar desapercibida la materia temática urbana

que el mismo Galdós había incorporado en sus historias de la comedia

humana. Galdós escribió en La Prensa (en 1894) que “dentro de algún

tiempo la tendencia (realista) irresistiblemente marcada en literatura se ha

de notar en el arte de Velázquez y de Rafael”.28 El éxito de Horacio es sólo

parcial, pero ya que está enraizado en el trabajo saludable y en la representación

diestra de lo que observa, es digno heredero de su nombre

‘Horacio’, el poeta granjero.

Lope, en cambio, puede ser considerado como legítimo protagonista de

la novela. Aunque al empezar la misma esté encasillado en sus rancios

principios, y ligado al pasado, llega a una aceptación del presente, y de la

importancia del comercio diario, de la vida de familia y de las relaciones

mutuas, abandonando casi por completo su equipaje patriarcal y caballeresco,

tanto físico como psicológico. Recordemos la descripción de la habitación

del caballero en la calle Luzón: llena de armas, armaduras, panoplias,

pieles de león y de tigre, tapices flamencos y españoles, y la observación

añadida por el narrador sobre “mil vistosos arreos de guerra y caza,

formando el conjunto más noble y austero que imaginarse puede” (p.24).

Galdós indica que estas cosas, aunque en su mayor parte provengan de un

pasado lejano de gloria militar, todavía tienen la capacidad de hacer una

impresión notable. Al decidir vender estas posesiones, Lope sólo se queda

con su colección de cuadros de mujeres hermosas, pintadas y fotografiadas:

se desembaraza de la parte antigua y retiene lo que le es más personal,

aunque todavía quede un elemento patriarcal y donjuanesco en lo

que guarda para sí. También la colección de retratos y fotografías forma

un vinculo entre lo tradicional y lo moderno; porque Galdós, fiel a sus

principios liberales, pregunta en Tristana: ¿qué es lo que vale rescatar de

esas actitudes patriarcales para entregarlas con provecho a las generaciones

futuras? Vista desde esta perspectiva, la novela tiene más que ver con

el protagonismo de Lope y lo que él tiene que afrontar, que con la historia

del amor de Tristana y Horacio frustrado por una enfermedad terrible.

Lope demuestra desde el principio la capacidad de utilizar un pasado

guerrero de relumbrón (soñado, en su caso) en pro de un pacífico futuro

productivo, vendiendo su museo militar para amparar a amigos

menesterosos. Lope tiene, o cree tener, a su espalda todo el peso patriarcal

de la tradición caballeresca armada y de fuerza bruta, para ganar una

ventaja (“Con tanta caballerosidad, sabe ser muy bruto cuando le tocan el

punto delicado” (p.127), dice Tristana; y ha matado a “más de cuatro”

(p.87) en duelos). Al principio rechaza el concepto del Estado moderno,

693

viéndolo como “edad de más papel que hierro” (p.14), pero lo acepta al

final, en la forma de una “escritura pública” (p.250) que les concede a él y

a Tristana los medios de vivir con cierta holgura. Galdós, pues, demuestra

que Lope tiene la capacidad de desembarazarse de aquella parte de su

pasado que no le sirve para su vida actual. Cuando consideramos el retrato

de Lope que recibimos en los primeros capítulos (“el egoísmo le devoraba,

como una lepra senil” (p.45)) en los que está retratado como el perro

del hortelano, incapaz por su decadencia física y moral de satisfacer de

alguna manera a Tristana, pero sin dejarle ninguna expansión personal

propia de su edad, nos damos cuenta al final de la novela del salto hacia

adelante hecho por don Lope, empleando su agudeza y su generosidad

material en el reconocimiento de sus responsabilidades para con Tristana.

La profesión de caballería de don Lope se pone al día, se releva de la

mayor parte de su bagaje de posesiones y disposiciones patriarcales, y se

queda al servicio de una doncella desvalida.29

La resurrección neta de ideas sociopolíticas del pasado no tiene sentido

para Galdós. Por eso las tempranas ideas arbitristas de don Lope sobre el

buen gobierno de la sociedad española, a través de un renacimiento de

los órdenes de caballería, y de las costumbres de hidalguía, son abandonadas

al final a favor de ”querencias de pacífico burgués” (p.251). Lo que

sí importa en Tristana es la aportación a la actualidad de lo mejor del

pasado, y así el final de la novela ofrece alguna esperanza, pero mereciendo

también el leve tono chusco que adopta el narrador en el último párrafo.

Galdós insiste en la importancia de algunas instituciones sociales y en

la posible adaptación de éstas a las exigencias del nuevo siglo, como el

mejor baluarte disponible contra las enfermedades, accidentes, plagas y

otras inclemencias nacidas en la naturaleza o en la sociedad (documentadas

abundantemente en sus artículos en La Prensa) y que se obstinan en

filtrar por el tejido del siglo del progreso, ya cercano a su fin. Una institución

como el matrimonio puede existir dentro de un nuevo concepto de la

caballería que ve a la mujer como colaboradora activa y no objeto pasivo

de una retórica de alabanzas: así como cuando al final Tristana se hace

socia de Lope en los principios de una pequeña granja de pollos, y empieza

su propio pequeño comercio de repostería. También la Iglesia puede

hacerse sociable y servicial: aquí por medio del parentesco carnal, en la

figura del Arcediano Primitivo, sobrino de don Lope; este trabajo efectivo,

ajustado a las necesidades precisas, está personificado principalmente en

el médico Augusto Miquis.

España, en la visión de Galdós, tiene que aprender de nuevo a andar

antes de que pueda correr. Aquí, en Tristana, como en tantas obras

galdosianas, es donde empieza otra vez la regeneración, con comienzos

mínimos, utilizando el concurso de una Iglesia humanizada, de los instintos

caballerescos de un astuto señor castellano, estimulados por sus parientes

andaluces. Horacio, hijo adoptivo del Levante, también se salva de

naufragar, abrazando aquella parte de la modernidad -personajes y paisa694

jes de actualidad- que potencia su creatividad. Aun las primas de don Lope

poco prometedoras, (“solteronas [...] y anticuadas” (p.249)), pueden aportar

algo al mundo actual. Podemos observar además que la ayuda del Arcediano

Primitivo se llama “generoso desprendimiento” (p.249): el clérigo

ofrece a su tío no sólo consejos sino que se sacrifica materialmente

también. Si el párrafo final de Tristana parece mantener cierto ambiente

patriarcal, por el tono se aprecia que no es más que una parodia del mismo,

porque la novela se cierra bajo el signo inconfundible de la ayuda,

cariño y respeto mutuos de la antigua esclava y su tirano. No todos los

trozos fragmentados de la historia de Tristana30 pueden ser reintegrados,

sólo algunos pedazos del rompecabezas.

Lope es quien tiene la tradición -no siempre positiva- detrás de sí: terrateniente

que vive ausente de sus tierras, figura de Las Lanzas, y de don

Juan, caballero en evidente decadencia. Y Galdós se pregunta en Tristana

si un señorito español como Lope es capaz todavía de asumir un

protagonismo actual, y la respuesta es positiva porque Lope llega a ser

personaje que termina dándoles una lección a Horacio y a Tristana, asumiendo

el peso de la calamidad del destino de ésta. Nöel Valis ha hecho

una observación interestante, no necesariamente a favor de don Lope, de

que en Tristana hay frecuentemente un aire de complicidad entre el narrador

y don Lope.31 Emilio Miró escribe que “Don Lope sabe más que Tristana.

Sabe, sobre todo, lo que quiere”.32 Lope, aunque parece representar la

supervivencia grotesca de un pasado risible e irremediable, tiene una mezcla

de ideas sobre la sociedad que se representa desde el principio como

“fruto abundante del tiempo en que vivimos” (p.12). Las frases que describen

la “caballería [...] sedentaria” (p.12) de Lope y de que representa un

‘código viviente’ (pp.13-14) en asuntos de honor también reflejan sus vínculos

al pasado pero su distancia de él al mismo tiempo. Además, sus

alardes públicos de librepensador anticlerical le sitúan claramente como

hombre de su época. Don Lope ha tenido que vender sus armaduras, y

¿quién compra aquellas cosas? Horacio y pintores como él, andando en

pos de temas históricos encerrados en sus estudios en Madrid, en vez de

pintar el mundo contemporáneo que les rodea. Otra evidencia de que

Lope acepta la vida moderna, la vemos después de la operación de Tristana

cuando se traslada a donde Tristana puede estar cerca de “cuatro o cinco

templos, modernos y bonitos” (p.245).

La asociación de don Lope con el cuadro Las Lanzas, si por un lado

parece relegar al caballero a una época pasada, puede relacionarse con lo

que Galdós veía como la actualización del pasado en la obra pictórica del

pintor maestro, aun cuando componía temas históricos o bíblicos.33 Las

referencias a Las Lanzas enTristana representan una de las maneras en

que Galdós puede señalar la mezcla de tradición y modernidad que él

presenta en esta novela como su propio cuadro de la España de hoy y

mañana. También la referencia a la paz al final de Tristana (la adopción

por parte de Lope de “querencias de pacifico burgués”) indica una de las

695

razones de la inclusión del famoso cuadro de Velázquez, en el que los

instrumentos de guerra (las lanzas, ahora apuntadas al cielo en vez de

dirigirse horizontalmente al enemigo) ceden lugar a los artes de la paz,

representados en el cuadro por un diálogo de silencio y perdón, y en Tristana

por el ambiente participatorio del final, lo cual une a estas dos obras de

arte, las de Galdós y Velázquez. En el tablado de guerra y paz compuesto

por Galdós que es Tristana, la heroína es ciertamente quien ha sufrido la

mayor derrota y ella necesita de la ayuda cortés del anciano caballero para

levantarse del suelo. Pero así como en el cuadro de Velázquez no hay

vencedores ni vencidos, sino socios ante los desastres de la guerra, así

también Tristana nos ofrece la imagen final de una mutualidad forjada a

base de terribles experiencias.

Finalmente vemos a don Lope mirar hacia el futuro, cuando durante

casi toda su vida ha mirado hacia atrás; ahora planta árboles y espera los

huevos y pollos. Otro aspecto del carácter de don Lope al final es que

parece haber decidido ser hombre de comercio, después de haberlo despreciado

durante toda su vida. Al principio del capítulo VI el narrador se

muestra desdeñoso cuando comenta el interés súbito sentido por Lope en

los asuntos domésticos, “educándose, ¡a buenas horas! en la administración

doméstica, tan disconforme con la caballería” (p.41). En el último

párrafo, y siendo dueño don Lope de seis gallinas y un gallo, este experimento

en la economía doméstica está tratado con más simpatía. (Evidentemente

hay en el gallinero un excedente que tiene que comerciarse o

regalarse.34) Aunque en el primer párrafo de la novela el narrador llama

“hidalgo” a don Lope y en el último le describe como “burgués”, el progreso

social del caballero que parece irse hacia abajo es en realidad hacia

arriba. Al principio, a pesar de su hidalguía, real o soñada, Lope está cercado

por un “ruidoso vecindario de taberna, merendero, cabrería”, mientras

que al final está rodeado por la flora y fauna de su propia preferencia,

asociándose con Tristana en el mundo del pequeño comercio (tan típico

del Madrid galdosiano) y haciendo ambos lo que libremente desean.

La frase “rama importante”, que se utiliza en el párrafo final para describir

el trabajo culinario de Tristana, también nos recuerda el dictado de

Galdós en La Prensa, “División del trabajo, suprema ley de vida”: Tristana

ha encontrado su propia especialidad y sobresale en ella. Aunque risible

en caso de Lope, y patético en el de Tristana, los dos protagonistas están

acatando al final (según el canón galdosiano) esta necesidad del trabajo

honrado y sano, hecho por cada cual hasta el límite de sus posibilidades

en dicho momento. Germán Gullón encuentra que “El desenlace de la

novela, el matrimonio de Tristana y Lope, es, en su vulgaridad misma,

desolador”,35 y Emilio Miró escribe que “Las últimas líneas de esta novela

[...] encierran uno de los más desolados finales de nuestra literatura”;36

mientras que Catherine Jagoe postula en Tristana a un Galdós antifeminista

(redimido en parte por su modo complejo de composición) cuando escribe

que Galdós mata al artista en su heroína para crear al ángel [del ho696

gar].37 No hay para qué ver el final como derrota y fracaso totales. Más

acertadas me parecen las palabras de Gullón en el mismo trabajo cuando

escribe: “los personajes con resignación muestran su conformidad con el

destino, y parecen entender que los sueños sueños son“.38 Para los propósitos

del realismo cotidiano de Galdós en Tristana, el estar a la altura de

las circunstancias no implica más de que España haya de desembarazarse

de sus ilusiones de grandeza, y aprenda a vivir de sus propios recursos,

empezando por la vía de la ayuda mutua. Para nosotros los críticos, llegar

a una interpretación en apariencia tan conservadora puede ser

desilusionante, pero tal conclusión acuerda estrechamente con la opinión

tajante de Galdós en La Prensa en torno a España, a la que describió en el

momento de sus roces con Alemania sobre las Islas Carolinas en 1885

como “una pobre nación inerme, exhausta [...] y mal gobernada”.39 Dos

meses más tarde, tras fulminar contra el republicanismo militarista y partidista

de Ruiz Zorrilla, Galdós concluye:

nuestro país, tan conmovido en los últimos años, ha adquirido una

experiencia preciosísima. Cada vez se paga menos de relumbrones,

detesta el romanticismo político, la fraseología hueca y las promesas

locas y sabe sentir la realidad. El sentimiento de la realidad es

la gran conquista, hecha a fuerza de caídas y reveses, tras penosos

ensayos y pruebas de todas clases.40

Nada en los seis o siete años intermediarios de la vida española, hasta

la composición de Tristana, le habría hecho cambiar de parecer, a pesar

de que durante cinco de aquellos años (1885-1890) el gobierno estuviese

presidido por Sagasta, quizás el político español de aquella época más

respetado por Galdós.

Galdós utiliza un tono ejecutivo en Tristana para sugerir a sus paisanos

que corría prisa para que se pusiesen a la altura de los albores del siglo XX

y comenzaran a trabajar juntos con un sentido de actualidad, desembarazándose

de las esperanzas de fama o renombre, pero sin despreciar lo

mejor de su pasado. Tristana, podría decirse, alcanza al final algo de sus

aspiraciones. Recordemos que ella hubiese estado contenta con la posición

de una “buena oficiala” (p.107): ahora al final, con la seguridad de la

renta de don Lope, ella puede ensayar lo que el narrador llama “el arte

culinario en su rama importante de repostería”. También la disposición de

Lope de conformarse con las realidades diarias de la vida doméstica y

comercial, y así poder mirar hacia el futuro, le permite al narrador hacer

una observación valedictoria no del todo negativa sobre la posible felicidad

de la pareja. Es el “vuelto a empezar” galdosiano, un “final que viene

a ser principio” como reza el título del último capítulo de la Primera Parte

de Fortunata y Jacinta. Además, con su dependencia mutua, Lope y Tristana

pueden aproximarse felizmente mientras observan juntos a los pollitos

graciosos y alegres. “¿Eran felices uno y otro?... Tal vez”. Estas últimas

siete palabras tan breves y sencillas son representativas del brusco ritmo

697

narrativo de Tristana, y para mejor entenderlas en el contexto de la dialéctica

entre tradición y modernidad en esta novela, habría que darles una

glosa más detenida como sigue, imaginándonos éstas, o palabras parecidas,

en el pensamiento de Galdós al final:

Ya es tiempo de que España deje de vivir en el pasado o de nutrirse

de fantasías futuristas; que traiga a la actualidad las cualidades

mejores y más castizas de su pasado; y que abrace modos de vivir

que son más sencillos y humildes, basados en una mutualidad justa

y equilibrada.41

698

NOTAS

1 BLY, P., ha utilizado interesantemente estos artículos para los propósitos de su estudio

enVision and the Visual Artes in Galdós, Francis Cairns, Liverpool, 1986.

2 PÉREZ GALDÓS, B., Tristana, La Guirnalda, Madrid, 1892, p.34. Las referencias

subsecuentes a la novela se citarán por esta primera edición de la novela y se pondrán

en el texto, modernizando la ortografía.

3 SHOEMAKER, W. H., Las cartas desconocidas de Galdós en “La Prensa” de Buenos Aires,

Ediciones Cultura Hispánica, Madrid, 1973, p.470.

4 SHOEMAKER, op.cit., p.470.

5 Consúltese el trabajo de ANDERSON, F., «Ellipsis and Space in Tristana», Anales

Galdosianos, XX, nº 2, 1985, pp.61-76, para un sumario útil de la recepción crítica de

Tristana.

6 Literaturización y novela: Tristana, 1892, en La novela del XIX: estudio de su evolución

formal, Amsterdam-Atlanta, Ga., Rodopi, 1990, pp.98-114.

7 ANDERSON, art. cit., pp.63-69.

8 SHOEMAKER, op.cit., p.449.

9 En el manuscrito deTristana había una referencia más específica al trabajo de don Lope

en el gallinero, donde se refiere a las gallinas “bien instaladas en un gallinero construido

por el [sic] mismo” (p.398 del manuscrito, una fotocopia del cual se halla en la

Casa-Museo Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria).

10 JAGOE, C., Ambiguous Angels. Gender in the Novels of Galdós, University of California

Press, Berkeley, Los Angeles, London, 1994, p.139, sostiene que “Patriarchal order,

with the woman safely confined to the home, relative and subordinate, is made to

triumph in the novel”.

11 ANDERSON (p.71) ve en las relaciones finales entre don Lope y Tristana cierta estabilidad,

aunque nacida de la debilidad de ambos.

12 SHOEMAKER, op.cit., p.291.

13 PÉREZ GALDÓS, B., Obras inéditas, 10 tomos, ed. Alberto Ghiraldo, Renacimiento,

Madrid, 1923, II, p.88.

14 GHIRALDO, ed. cit., II, p.77.

15 ALDARACA, B. A., El ángel del hogar. The Ideal of domesticity in Galdós’s Novels,

Chapel Hill, North Carolina Studies in the Romance Languages and Literatures, 1991,

p.242, sólo ve resonancias negativas en la escena de la operación quirúrgica, pero esto

equivale a aceptar un solo punto de vista, el de Tristana , y olvidarse de la intervención

justa y digna de los médicos.

16 «Tristana o la imposibilidad de ser», Cuadernos Hispanoamericanos nº 250-52, 1970-

71, pp.505-522.

17 SHOEMAKER, op.cit., pp.197-198.

18 MIRÓ, art. cit., p.520.

19 GHIRALDO, ed. cit., IV, p.246

20 Véase también VALIS, N., «Art, Memory and the Human in Galdós’ Tristana», Kentucky

Romance Quarterly, 31, 1984, pp.207-220 (pp.211-212).

21 SHOEMAKER, op.cit., p.403; véase también BLY, op.cit., p.217.