DEL MADRID FINISECULAR AL MÉXICO DE

MEDIO SIGLO:

REALIDAD TEATRO (1892) Y REALIDAD CINE

(1954)

Gilbert Smith

Ésta es la historia de una extendida transmutación literaria, la de las

varias incardinaciones textuales de un cuento galdosiano, el cuento de

Augusta Orozco. Las primeras tres versiones de este cuento son bien

conocidas: la novela epistolar, La incógnita, del año 1888, la novela

dialogada Realidad, de 1889, y el drama, Realidad, que Galdós estrenó

como su primera obra dramática en el Teatro de la Comedia el quince de

marzo de 1892. La otra versión es más bien esotérica, una película mexicana

del año 1954, obra del famoso director Juan Bustillo Oro, estrenada en

1955 en el Cine Polanco de la capital mexicana con el título La mujer

ajena, con la participación de actores de mucha fama de esa época de

medio siglo, actores como Manolo Fábregas, Gustavo Rojo, y Rita Macedo.

Existen, pues, cuatro versiones de la misma historia, las primeras tres

directamente de la mano de Galdós y la otra basada en los textos de Realidad

novela y Realidad drama, creada por Bustillo Oro y su colaborador en el

cine, el escritor mexicano Antonio Helú.

Aunque el guión cinematográfico no es, a fin de cuentas, precisamente

obra de Galdós, un sesenta por ciento más o menos de las palabras del

texto se derivan directamente de los textos galdosianos. Es, en efecto, una

obra pseudo-galdosiana, un texto galdosiano ajustado a los intereses

ideológicos del director, a las necesidades y exigencias de la forma

cinematográfica, y también a las expectativas y anticipaciones del público,

según el concepto del público que tenía el director Bustillo Oro.

Se pudiera decir, pues, que el guión de La mujer ajena es un texto

galdosiano mutilado. Pero, para poner en perspectiva este texto dentro de

la obra galdosiana, debemos recordar que también el texto de Realidad

teatro es obra mutilada, como cualquier texto dramático que pasa por el

proceso de cambios, de ajustamiento, de adaptación durante los ensayos

antes del estreno. En el caso de Realidad teatro,Galdós participó en el

desarrollo de su texto representado: existen datos históricos que confirman

la participación de Galdós, y también la de su colega e íntima amiga, Emilia

Pardo Bazán, en el proceso de refinar el texto para el estreno.

4.2-11

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Lo que ocurre es que la obra se transforma entre el punto de partida -el

texto drámatico- y el punto final -el texto de la obra puesta en escena-. La

transformación es, en gran parte, determinada por las exigencias

escenográficas y las diversas necesidades del director, de los actores, del

autor, y del público al cual se dirige la obra, exigencias y necesidades que

constituyen lo que Pardo Bazán, hablando de Realidad, ha llamado “los

peligros de la escena”.

Cuando hablamos, entonces, de un drama convertido en texto

precisamente teatral, puesto en escena, y de un drama convertido en guión

y puesto en la pantalla, en efecto hablamos de textos que resultan,

probablemente, de un proceso de arreglo constante, arreglo hecho por

autores, actores, directores bajo la influencia de las convenciones de su

género y de su época.

En cuanto a la cuestión de lo que le puede pasar a una obra en su

camino de novela a drama, y luego de texto dramático a obra puesta en

escena, dos colegas nuestros, Lisa Conde y Nicolas Round, estudiando la

cuestión con respecto a Realidad, han indicado varios cambios textuales:

por ejemplo, la condensación del texto novelesco en la versión dramática,

la reducción del número de personajes de unos veinticinco a doce, y la

modificación de la materia peligrosamente polémica y de la crítica social,

cambios todos debidos a las exigencias de la representación en la escena

y también a lo que esperaba y quisiera aceptar el público madrileño de

1892. En sus investigaciones, la profesora Conde ha encontrado cuatro

versiones distintas en manuscrito de la obra teatral, cada una diferente del

texto definitivo de la obra puesta en escena y publicada en la edición de

Aguilar.

Existen también en las varias versiones textuales de Realidad teatro

cambios debidos a razones puramente personales: por ejemplo, la

expansión del papel de Clotilde, el papel hecho por Concha Morell, la otra

íntima compañera de Galdós, la que aspiraba a ser actriz, y también la

mayor extensión del papel de Joaquín Viera, el papel que iba a hacer en la

escena el director del drama, director y actor de mucha influencia en el

mundo teatral de España de las últimas décadas del siglo, Emilio Mario.

Cabe decir que éstas son alteraciones hechas principalmente para acomodar

los intereses de los actores, algo bastante común, podemos sospechar, en

el mundo del teatro.

Pues bien, todo esto lo he explicado para razonar que, en efecto, no

existe lo que pudiéramos considerar un texto puro en el teatro, y también

para justificar el estudio de una obra -el texto de Realidad cine- o, mejor

dicho, La mujer ajena, a pesar de que no es un texto precisamente de

Galdós, sino un ejemplo de los usos que se han hecho de los textos

galdosianos, y en este caso, es un uso muy curioso.

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“Curioso” porque este director, Juan Bustillo Oro, ha escogido como el

punto de partida para su proyecto cinematográfico un texto que parece

poco apropiado para una película suya. Bustillo Oro fue un director muy

importante de la época de los años cuarenta y cincuenta en México, un

período que se ha llamado el Cine de Oro, la época en que Buñuel trabajaba

en México y en que muchos directores iban adaptando para el cine obras

de escritores españoles, entre ellos los hermanos Quintero, Miguel Mihura,

Benavente y Galdós. Hubo, por ejemplo, la conocida versión de Nazarín de

Buñuel y una versión de Misericordia de Zacarías Gómez Urquiza, versión

en que el sitio de la acción pasa a México y el Moro se convierte en Indio

Yaqui.

Dentro de esta época del Cine de Oro, Bustillo tenía mucho éxito con el

tipo de película que proclama los valores tradicionales de la familia. Su

obra más conocida, Cuando los hijos se van, retrata a una familia ideal de

la burguesía mexicana, una familia perfectísima, bien entrada en todas las

costumbres respetables de la buena vida social en el México de medio

siglo. Es difícil comprender por qué Bustillo hubiera escogido el drama

Realidad para el guión de una película, un drama en que Galdós nos ofrece

una historia de esterilidad, de adulterio, de compulsión al juego, de

prostitución y de suicidio. No nos sorprenderá que Bustillo Oro tuviera que

hacer cambios significativos para que esta historia galdosiana se ajustara

a su propia ideología.

Bustillo ha reducido el drama de unas dos horas y media a una película

de unos noventa minutos, quitando escenas y también personajes -ya no

existen ni Clotilde ni Joaquín Viera-, y el relato se concentra casi totalmente

en las dos parejas: Augusta y Tomás, Federico y ex-amada Leonor la Peri.

Mientras tanto, el director ha mantenido cuidadosamente la cronología del

drama en las escenas que quedan, con una excepción muy importante.

En Realidad drama, sólo poco a poco entendemos la relación de Federico

y Augusta y no los vemos en su nido de amor hasta el fin del segundo acto.

En La mujer ajena, la primera escena presenta a los amantes en su

apartamento secreto, y se hace una exposición de las características

sobresalientes de cada personaje: el hombre, Federico, enloquecido por

su pasión y por su sentido de culpabilidad por estar traicionando a su

mejor amigo, el “santo” Tomás Orozco, y la mujer, Augusta, fría, insensible,

y celosa de las otras mujeres que Federico ha conocido.

Mucho más que en el drama Realidad, el guión se concentra en la

imposible relación de Augusta y su amante Federico. Aún después del

suicidio de Federico, esta relación sigue siendo el punto central de la

película, porque el director Bustillo Oro y su colaborador Helú han inventado

otro detalle en su guión, detalle que lo cambia todo y transforma Realidad

drama en otro tipo de historia moral. En La mujer ajena, resulta que Augusta

Orozco queda embarazada con el hijo de Federico.

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El embarazo es el punto de concentración de todas las otras dimensiones

del guión. Es el motivo de casi todas las acciones de Augusta, y también el

hecho por el que se revela su propio carácter. Augusta se da cuenta del

embarazo antes del suicidio de Federico, y quiere decírselo, pero, entre

celos, no se lo dice porque cree que no merece saberlo. Quiere decírselo

a su marido Tomás, pero no se lo dice porque tiene miedo de lo que su

marido pudiera hacer.

El desenlace del guión cinematográfico tiene que ser, entonces, muy

diferente del desenlace del drama Realidad. La obra de Galdós se resuelve

por un cinismo desengañado muy típico del fin de siglo: los cónyuges se

dedican a un matrimonio perpetuo de mujer descontenta y marido

resignado. Es, en efecto, el perfecto matrimonio finisecular.

La obra de Bustillo y Helú se resuelve muy de otra manera. La segunda

mitad de La mujer ajena llega a tener el aspecto de un film noir, con los

elementos típicos -claroscuro blanco y negro, luces y sombras, relámpagos

y vientos-, elementos que parecen anticipar una inevitable perdición,

mientras marido y mujer luchan con sus propios sentimientos y tratan de

decidir qué deben hacer.

El conflicto se resuelve por un par de discursos complementarios, el de

Tomás a su mujer y el de Augusta a su marido. Tomás, que todavía no

sabe que su mujer está embarazada, pero sí sabe que ha tenido el amorío

con Federico, le pronuncia estas palabras, palabras que encapsulan el

argumento ideológico de la obra:

Pues, vete a descansar, y prepara bien tu decisión. Pero, antes de

decidir, Augusta, pesa cuidadosamente la honda ternura y entrañable

cariño que te he tenido y que te sigo teniendo. Piensa que tal vez

la pasión arrebatada y fogosa sea lo más brillante, pero también es

lo menos perdurable y valioso del amor. Porque el amor verdadero

es ese lazo aparentemente suave, pero que va anudando y sigue

estrechándose día y día con los años entre marido y mujer. Ese es

el tibio y hondo sentimiento que se engrandece sin cesar y que

termina por ser el más grato y el último de nuestros refugios,

mientras que la llama de la pasión decrece y se extingue. Piensa

todo esto y mañana hablaremos.

Augusta, por supuesto, no puede aceptar el discurso racional de su

marido Tomás, no porque no lo creyera, sino porque queda embarazada,

y por eso, para ella todo lo que razona Tomás queda fuera del caso. En

una escena extraordinaria acompañada de tempestad que parece al punto

de entrar en la casa y destruirlo todo, Augusta, que ha hecho su decisión,

a medianoche se dirige a Tomás dormido en su sillón. Augusta lee la carta

que deja para su marido antes de salir de la casa para siempre:

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Tomás, ahora sé con entera certeza que tu perdón dependió

únicamente de mí, pero aceptarlo hubiera sido desleal, no sólo

para ti sino también para alguien más. Necesito sufrir el castigo

que merezco y me voy sin nada a buscarme la pobreza en la vida

de sacrificio que me impongo desde hoy para hacerme digna. Ese

alguien, un ser inocente, me lo está exigiendo, y cada día me lo

exigirá más con dulzura pero con tremenda urgencia, con amor

pero implacablemente. Para él y pára Dios necesito limpiarme de

mi falta y purificarme el corazón... tanto... tanto que nunca será

bastante. Y si un día me perdonas, no me lo hagas saber. Guárdalo

como un secreto que mucho me ayudará. Adiós para siempre.

Augusta.

Bustillo Oro convierte esta historia de Augusta Orozco en un curioso

relato didáctico que propone la salvación de la mujer culpable por su

sacrificio de sí misma. Augusta huye de la casa lujosa de su marido para

pasar la vida cuidando a su niño ilegítimo, aceptando una penitencia

perpetua para limpiarse el alma y llegar a merecer, tarde o temprano, el

perdón de su perfecto marido.

Así que Bustillo Oro transforma el drama de Galdós en un cuento moral

que apoya los valores tradicionales de familia, una historia en que la mujer

caída puede purificarse por su dedicación a su papel natural de madre.

Por un extraordinario juego de valores sociales, Augusta Orozco se hace

un tipo de perfecta casada, o mejor dicho, perfecta viuda, lo que es en

realidad ya que su verdadero marido, Federico, se ha suicidado. La mujer

ideal, la madre ideal se sacrifica a sí misma para proteger y cuidar al ser

inocente, el hijo.

El curioso didacticismo del guión de Bustillo y Helú se refleja en los

elementos formales de la película. Los primeros momentos del film no

consisten en los tradicionales créditos titulares en la pantalla, sino en un

discurso dirigido al público por Manolo Fábregas, el actor que hace el papel

de Tomás Orozco, hablando no como personaje sino como actor. En una

estraña alteración de la convención cinematográfica, Fábregas le explica

al público lo que van a presenciar y le cuenta la lista de actores y personas

que han participado en la creación de la obra. Así que la película resulta

tener el aspecto de un relato moral, un cuento basado en la obra del maestro

Galdós, narrado al público para enseñar y edificar.

En fin, lo que ocurre es que la obra de Galdós, Realidad teatro, obra

que descubre la moral finesecular de la sociedad madrileña, resulta

transformada en una curiosa y confusa historia de pecado y redención en

que Bustillo Oro expone su interpretación de los conceptos éticos de la

sociedad urbana del México de medio siglo.